“(…) y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba adonde estaba la estatua de Bolívar”, quizás sea este conocido relato de José Martí, escrito en La edad de oro, lo primero que conocí de Venezuela. A más de un siglo del paso del más universal de los cubanos estoy parado en la Plaza Bolívar, delante de la misma estatua, en el corazón del casco histórico de la capital venezolana. Este es el punto inicial de “Venezuela, infinita mirada”, una serie de crónicas fotográficas que intentará describir durante unos días la cotidianidad de este hermano país y sus panas. Comenzamos viaje.
“(…) y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba adonde estaba la estatua de Bolívar”, quizás sea este conocido relato de José Martí, escrito en La edad de oro, lo primero que conocí de Venezuela. A más de un siglo del paso del más universal de los cubanos estoy parado en la Plaza Bolívar, delante de la misma estatua, en el corazón del casco histórico de la capital venezolana. Este es el punto inicial de “Venezuela, infinita mirada”, una serie de crónicas fotográficas que intentará describir durante unos días la cotidianidad de este hermano país y sus panas. Comenzamos viaje.
Venezuela, infinita mirada (II)
Los ojos del Comandante Hugo Chávez miran desde otros ojos en ciudades y pueblos venezolanos, hechos esténcil, grafiti, mural, mosaico, camisetas y cuanto recurso gráfico pueda imaginarse. Esa mirada inspiradora del líder popular es la misma huella que me interpela en mi paso este país y su revolución bolivariana. Y es sabido el alma de un pueblo habla a través de los ojos de sus hijas e hijos.
Los ojos del Comandante Hugo Chávez miran desde otros ojos en ciudades y pueblos venezolanos, hechos esténcil, grafiti, mural, mosaico, camisetas y cuanto recurso gráfico pueda imaginarse. Esa mirada inspiradora del líder popular es la misma huella que me interpela en mi paso este país y su revolución bolivariana. Y es sabido el alma de un pueblo habla a través de los ojos de sus hijas e hijos.
Va cayendo la tarde. Llego al asentamiento campesino La Natividad, en el municipio Francisco Linares Alcántara, en el estado venezolano de Aragua. Piso la tierra y mi mirada se pierde en el horizonte, entre las montañas. Quedo tan absorto con la luz que apenas me percato de que estoy en medio de un surco y de que, por mi lado, pasan hombres y mujeres camuflados de bejucos. Son campesinos en plena cosecha de caraota, esa misma legumbre a la que los cubanos llamamos frijoles.
Me encuentro en tierras que estaban en desuso hasta hace no mucho tiempo y que el gobierno bolivariano intervino para cederlas –con títulos de propiedad– a familias campesinas. Esta reforma agraria incluyó, además, maquinarias agrícolas financiadas por el Consejo Federal de Gobierno, un organismo compuesto por los Poderes Municipales, Estadales y Nacionales de la República Bolivariana de Venezuela.
Me cuentan que aquí en La Natividad en lo que va de año ya han cosechado 15 mil kilos de caraota. Importante, si tenemos en cuenta además que es uno de los alimentos básicos y populares en la mesa de los venezolanos. Pero la apuesta por apoyar un nuevo modelo socioproductivo y regional no termina ahí: Tareck El Aissami, Gobernador del estado Aragua, acaba de anunciar un fondo especial de 100 millones de bolívares para la producción agrícola en 2016.
Así se va generando un nuevo modelo productivo en todo el país ante el desabastecimiento de insumos en medio de una guerra económica y la caída sistemática de los precios del petróleo (fuente fundamental de la economía venezolana) que pasaron desde los 100 dólares por barril hasta menos de 40 dólares.
Vea las entregas anteriores de esta serie: