Por DIÓGENES CÉSPEDES
dcespedes[@]claro.net.do
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(Proyecto para una revolución burguesa en la RD), 3*
El violento régimen de acumulación originaria a través de la corrupción estatal que han llevado a cabo las cúpulas de los partidos de gobierno desde Joaquín Balaguer, Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco, Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina no implica el nacimiento de una mentalidad burguesa ni la interiorización por esas cúpulas de la instauración de un proyecto burgués para su país, que lo saque de la inercia donde la oligarquía lo tiene sumido desde finales de siglo XIX.
Al contrario, esa cúpula acumuladora de riquezas no tiene mentalidad ni cultura burguesa y por eso invierte su dinero en lujos y vanidades y una parte la guarda en bancos extranjeros, presumiblemente en paraísos fiscales donde la mano de los controles fiscales de los Estados o de los organismos internacionales se estrellan como las olas en los arrecifes. De aquí mi convicción de que se necesitan al menos 500 años para que surjan cultura, mentalidad y Estado nacional burgués en nuestro país, pues nuestro régimen oligárquico no es eterno. Sustituirlo por una opción socialista de partido único no es descartable, puesto que en la historia, según los marxismos, no se dan saltos, aunque esto es un racionalismo que implica la ideología del progreso o sentido de la historia. Ya vivimos con Trujillo lo que significa una dictadura de derechas de partido único, aunque hay en el país gente tremebunda que aboga por una dictadura tipo Pinochet para que luego el país se vuelva burgués con su Estado nacional. Es quimera y nostalgia trujillista, pues Chile tenía una infraestructura económica, una cultura y mentalidad más refinada que las de nuestro país y ni siquiera después del revulsivo-Pinochet aquel país sudamericano es un Estado nacional acabado, al contrario la vuelta al poder, alternadamente, de un ministro de Pinochet (Sebastián Piñera) y de un vástago de lo que fue el Partido Socialista sin el allendismo (Michel Bachelet, dos veces presidenta) nos indica la imposibilidad de imponer un Estado burgués a través de una acumulación puramente capitalista, sin intervención de la corrupción estatal.
§-2. Pese a los constreñimientos anteriores, nuestro país puede, en un lapso relativamente mediano (digamos unos dos siglos), si aparece una voluntad social protoburguesa con cultura y mentalidad propias de esa clase, convertir poco a poco a la República Dominicana en una pequeña potencia caribeña y centroamericana.
Con sus 48.198 km², un poco más del doble de los que posee Israel (22.070km²), una verdadera potencia en el Medio Oriente, aunque gracias a Inglaterra, Estados Unidos, Wall Street y los aliados del grupo de los 20, el país dominicano, como decía Pedro Henríquez Ureña, puede convertirse en una potencia, y verse también en el espejo de Suiza, que tiene apenas 41.290km² y es una verdadera potencia económica mundial, depositaria de los fondos de la acumulación universal de riquezas bien o mal habidas. Que nadie me venga con el cuento eurocéntrico de que somos inferiores y país mulato que nunca podrá alcanzar el sitial de los países capitalistas desarrollados. Mito y sentimiento de inferioridad que paralizan toda iniciativa y permite quedarse en su zona cómoda a la clase oligárquica y a la burocracia política que medra a la sombra de la corrupción estatal, incapaces de concebir, mediante un cambio de mentalidad y cultura, trabajo, ahorro e inversión, una sociedad burguesa con todas las de la ley, con su Estado burgués, pero en vez de esto, lo que tenemos son oligarcas y burócratas estatales que invierten su dinero en lujos, vanidades sin poder rebasar la mentalidad de los antiguos bolos y coludos de Concho Primo.
Más fértil que la de Israel, sin desierto, sin aguas que desalinizar, nuestro país vegeta en la inercia, en la molicie, en el “looking good” (aparentar, apantallar, privar) de la oligarquía y la burocracia estatal corrupta, desprovistas de ambiciones para llevar a cabo un proyecto de Estado nacional. Pero no: se contentan con ver pasar la delincuencia pagada por los ciudadanos atracados o asesinados y el desempleo y prefieren mano de obra barata haitiana, ultra explotada, para su metro y agroindustrias; prefieren ver pasar el narcotráfico y confían en la Persia norteamericana para que les resuelva el problema; prefieren sus empresas y sus zonas francas sin sindicatos y no saben que la existencia y funcionamiento real de los sindicatos libres es una expresión de la democracia y de la dialéctica capital-trabajo propia de un Estado burgués; prefieren un país con todas sus instituciones corrompidas (justicia, fuerzas armadas, policía, iglesias) a trabajar con mentalidad y cultura burguesa por un Estado nacional verdadero, pues es más fácil extraer la plusvalía absoluta a obreros y empleados que diseñar un proyecto burgués para su país, porque para lograr esto se necesita osadía, ambición, invención e inteligencia. Nuestros políticos y oligarcas que se dedican a acumular riquezas para gozar, carecen de esos atributos de los inventores norteamericanos, que desde la pobreza, inventaron las máquinas de todo tipo para desarrollar su país, cuya Constitución, desde 1776, separó Iglesia y Estado. (Ver en Wikipedia, por orden alfabético y con su respectivo invento, los 203 norteamericanos que crearon inventos para desarrollar un verdadero Estado nacional, desde Jefferson, Franklin, Edison, Ford, Whitney, para citar únicamente cinco).
La diferencia de estos inventores y los oligarcas y políticos corruptos de nuestro país y de América Latina radica en que los primeros tenían conciencia política y conciencia nacional; sabían que pertenecían a una comunidad y trabajaban para la grandeza de su país y la suya propia y sabían a qué clase social pertenecían.
En nuestro país da pena cómo la mentalidad de la oligarquía en vez de pensar en echar los cimientos de un verdadero Estado nacional burgués pierde su tiempo oyendo misas, jugando gallos, realizando competencias a quien atrape el marlín más grande o a quien gane el campeonato de golf, corriendo automóviles deportivos y de lujo, o en otras prácticas narcisistas y vanidosas y ni siquiera ha propiciado una clase intelectual que le dé fundamento a la conversión o paso, desde la sociedad pre burguesa que representan, a otra burguesa y moderna, como ocurrió en Francia con la Ilustración. Todas estas distracciones están bien, pero no son lo único que se necesita para convertir un país en una potencia económica y cultural.
§-3. Establecer una política estratégica de reforestación de los bosques y cuencas hidrográficas del país a fin de prepararnos para la producción de agua, maderas de todo tipo, peces y otros alimentos básicos que se necesitarán de aquí al 2500, tomando en consideración que nuestra población sería en 2100 de 21 a 30 millones de dominicanos; para 2201 a 2300, de 31 a 60 millones; de 2301 a 2400, de 71 a 91 millones; y de 2401 a 2500, de 101 a 115 millones. Un Estado burgués previsor debe visualizar soluciones para un territorio de 48.198km² que teóricamente será el mismo para esos períodos. Excepto que de aquí a la época que visualizo algún dominicano haya inventado una pastilla que contenga todos los nutrientes, vitaminas y proteínas que necesita un ser humano para subsistir. O que la Tierra haya sido colonizada por otra civilización planetaria o hayamos desaparecido como género humano. Pero mientras tanto, si no hay teleología, debemos prepararnos.
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