Las barbaries en los actuales conflictos armados y el Derecho Internacional Humanitario.
El ejército de los Estados Unidos es protagonista de muchos conflictos armados en todas las regiones del mundo.
El ejército de los Estados Unidos es protagonista de muchos conflictos armados en todas las regiones del mundo.
Por Dr. C. Leonel Gorrín, Prof, Titular de Derecho Internacional Humanitario
Durante meses diversos medios de prensa en todo el mundo han centrado
buena parte de sus escritos a la evolución de los más diversos
conflictos armados que tienen lugar en diferentes regiones del mundo, y
no pocos han denunciado las atrocidades que se llevan a cabo contra
personas inocentes, así como la destrucción de ciudades, instalaciones
sanitarias y educativas, centros y bienes culturales y el medio
ambiente. Mes por mes estos hechos en vez de disminuir se han
incrementado. Abril y los primeros días de mayo de este año no son una
excepción. Todo lo contrario. La decisión de la Comunidad Europea de
devolver a miles de personas que huyen de la guerra a sus lugares de
orígenes, el cierre de fronteras para evitar que pasen de una nación a
otra, el trato inhumano que reciben cientos de ellos, han matizado un
aspecto central de las consecuencias de las guerras, que hoy estremecen a
buena parte del planeta.
La guerra en Siria no cesa. Treguas parciales del alto al fuego de
escasas horas, se utilizan no en bien de alcanzar una paz, sino con el
propósito de lograr un reagrupamiento de las fuerzas y su
correspondiente rearme para más tarde desplegar ataques más violentos.
Es la historia de “nunca acabar”. La situación en Yemen es, desde el
punto de vista humanitario, desesperante. El CICR ha solicitado urgentes
fondos para atender a un pueblo que carece de alimentos, agua potable y
medicamentos. Sus llamados no se escuchan. Entretanto, no cesan los
bombardeos contra la infraestructura de esa nación con las consiguientes
víctimas entre la población civil. En naciones del África Subsahariana,
como Nigeria, Somalia, Sudán del Sur, República Centro Africana, grupos
terroristas asesinan a diario a decenas de personas. El listado sería
interminable.
Por supuesto, Siria es el caso más crítico de todo el escenario
mundial actual y se le califica como “fuera de control”. De acuerdo con
el ministro de Información de ese país está en marcha un proyecto,
bautizado como “Caos creativo”, que busca la desintegración de esa
nación. Los resultados hablan por sí solos: Más de 270 mil muertos y un
millón de heridos, 7,6 millones de desplazados internos y 4 millones de
refugiados, principalmente en países vecinos.
Ciudades como Alepo presentan una situación desesperante desde el
punto de vista humanitario. Durante la última semana de abril seis
hospitales fueron objetos de ataques indiscriminados, que causaron
centenares de muertos entre los pacientes allí recluidos y el personal
médico y la consiguiente destrucción de esas instalaciones, que deben de
gozar de total respeto y protección. Decenas de personas han quedado
sin la posibilidad de recibir asistencia médica vital. La propia jefa de
la misión del CICR en Siria, Marianne Gasser, declaró indignada que: “No
puede haber ninguna justificación para estos horrendos actos de
violencia dirigidos deliberadamente contra hospitales y clínicas, que
están prohibidos por el derecho internacional humanitario. Numerosas
personas mueren en esos ataques. Ya no hay ningún lugar seguro en Alepo.
Ni siquiera los hospitales” y volvió hacer el llamamiento, que constantemente se ha reiterado a lo largo de estos cinco años: “Por el bien de la población de Alepo, instamos a todas las partes a terminar con esta violencia indiscriminada.”
En la actualidad hay en esa nación del Medio Oriente millones de
personas al borde de un desastre humanitario, al no existir
posibilidades de llegar a ellas para prestarles la asistencia que
demandan. Cientos de miles de ellos son menores de edad. Muchos han
quedado huérfanos. Todos carecen de la posibilidad de acceso a la
educación escolar.
Hospitales bajo fuego
Los ataques contra las instalaciones sanitarias y las prohibiciones
existentes para que el personal sanitario brinde la atención médica
requerida han llegado a tales límites que hasta el propio Consejo de
Seguridad a petición de un grupo de naciones aprobó en los primeros días
del mes de mayo una resolución condenando tales actos y reiteró los
llamamientos al cumplimiento de las obligaciones del Derecho
Internacional Humanitario en esta materia. Nadie puede cansarse de hacer
llamados a la cordura, al respeto de lo exigido en los convenios y
tratados, pero lamentablemente esos llamados llegan a oídos sordos. La
humanidad demanda otras medidas que pongan fin a la impunidad que hoy
existe.
Todos tenemos derechos a preguntarnos ¿Qué sucede hoy en el mundo?
¿De qué ha valido tanto desarrollo cultural acumulado luego de varios
milenios de existencia? ¿Habrá que vivir permanentemente en una era de
barbaries? ¿Quiénes son los responsables de tantas crueldades? ¿Existe
forma de detener la proliferación de tantas muertes innecesarias?
Lamentablemente, no se avizora a corto plazo una solución
esperanzadora para la humanidad. Puede ser todo lo contrario. En poder
de grupos sin escrúpulos hay arsenales de armas químicas y ya existen
pruebas sobre su uso contra la población civil. Mañana, a manos de esos
mismos grupos o de otros similares pueden ir a parar los armamentos
nucleares.
Muchos aseguran que una vez desatadas las guerras es imposible evitar
las enormes pérdidas que tienen lugar tanto de vidas humanas como de
bienes materiales. Y eso es cierto pero no absolutamente cierto. Una
cosa son los daños inevitables que ella ocasiona y otra cosa son sus
excesivas consecuencias.
En su momento, nuestro Héroe Nacional alertaba sobre estas dos caras de la guerra. Por un lado sostuvo, que: “Es
natural que en la guerra se luche y se mate; la guerra es una de las
semejanzas del ser humano con la fiera, y el hombre-fiera duerme en el
fondo del más humilde ser; es natural que la guerra se haga con todos
los medios—por más que terribles, necesarios para hacerla…”[1] Pero también Martí nos enseñó el otro lado de este delicado asunto: “…
las guerras mismas, cuando sea preciso y oportuno hacerlas, han de
hacerse de modo que luego de romper los victoriosos aceros, puedan
sentarse a comer el mismo pan, los enemigos, enjugándose uno a otro sus
lágrimas de hermanos”.[2]
De ahí se infiere, que no se le puede achacar a las guerras, por sí
solas, todas las atrocidades que a diario se cometen. Es conocida la
expresión de que la “historia de la humanidad es la historia de las
guerras”. Desde tiempos remotos se ha intentado poner límites a sus
efectos. Con el tiempo se fueron estableciendo normas de comportamiento
que debían observar rigurosamente los hombres durante el desarrollo de
los combates. A mediados del siglo XIX aparecieron los primeros
instrumentos jurídicos destinados a proteger a las víctimas de las
guerras y a limitar los medios y métodos de hacer la guerra.
Hoy se cuenta con cientos de documentos, entre Tratados, Convenios,
resoluciones internacionales (vinculantes y no vinculantes), destinados a
regular el propio desarrollo de los conflictos armados. La mayoría de
ellos han sido firmados por la casi totalidad de las naciones. En ellos
se precisan las obligaciones, deberes y responsabilidades de las Partes
respecto a la protección y el respeto por las víctimas de las guerras y
se limitan sus medios y métodos de realización. Todo o casi todo está
jurídicamente previsto e incluso existen los órganos y organismos
internacionales para accionar en caso de violaciones.
Entonces: ¿qué pasa? Hay quienes señalan que los instrumentos
jurídicos existentes no son suficientes o han perdido su vigencia ante
los cambios que ha sufrido la guerra. Otros culpan a la aparición de
nuevos actores durante los conflictos armados que actúan fuera del
alcance de gobiernos específicos. Hay quienes sostienen que se hace
necesario una mayor divulgación del Derecho Internacional Humanitario
(DIH).
Nuevos Tiempos, ¿Nuevos instrumentos?
Es un hecho innegable que la aparición de nuevas tecnología, sobre
todo en el campo de la informática, las comunicaciones, la robótica han
modificado tanto los métodos como los medios de hacer la guerra. El
viejo concepto acerca de los teatros de operaciones ha dado paso a
nuevos enfoques y no siempre la letra del Derecho Positivo hace mención a
esta realidad de manera precisa. Sin embargo, los postulados básicos,
aplicables a los más diversos cambios, si están recogidos y son de
obligatorio cumplimiento. Los drones pueden ser un nuevo medio de
combate, pero esa novedad no justifica los incontables daños cometidos
contra la población civil y el asesinato de muchas personas inocentes.
Es cierto que el terrorismo internacional se ha convertido en una gran
plaga para la humanidad. Se trata de un actor “relativamente nuevo”. Sus
diversas formas de agrupamiento, como es el caso del Estado Islámico o
Boko Haram, cometen a diario los más increíbles crímenes. Pero no
seríamos consecuente con la verdad si le achacáramos a esos grupos todas
las violaciones y todos los crímenes de guerra.
Sobre estos asuntos de extrema complejidad, investigadores del
Derecho Internacional Humanitario en la República de Cuba, tiene también
sus consideraciones:
1.- Los instrumentos internacionales destinados a la
protección de las víctimas y a limitar los medios y métodos de hacer la
guerra conservan su más plena vigencia. La aparición de nuevos actores y
tipos de armamentos en los conflictos armados no es pretexto para
argumentar que las normas del DIH han perdido actualidad o han caducado.
En primer lugar, ellas están fundamentadas en un principio básico de
humanidad que es el respeto a la vida humana y a sus medios de
subsistencia y desarrollo. En segundo lugar, las violaciones que a
diario conocemos no solo parten de los llamados nuevos actores, también
son consumadas por “viejos” y muy conocidos actores.
No se puede culpar a los Tratados y Convenios internacionales, es
decir al derecho positivo y al consuetudinario, de los crímenes y
aberraciones que hoy tienen lugar. Es cierto que el Derecho
Internacional Humanitario, como todo, requiere de perfeccionamiento, de
precisiones, de actualización ante los nuevos desafíos que hoy presenta
la guerra. Pero no es ese Derecho lo que está en crisis en este mundo.
Es el propio orden mundial el que atraviesa por una crisis estructural,
globalizada que está llevando a la humanidad hacia un callejón sin
salidas y cuyo desenlace final puede tener gravísimas consecuencias para
la especie humana, tal y como la ha denunciado múltiples veces el líder
histórico de la Revolución Cubana.
2.- Las normas que conforman lo que hoy conocemos
como Derecho Internacional Humanitario están sustentadas en principios
de elevado valor humano. El principio de distinción obliga a las Partes a
concentrar los ataques en objetivos militares. A finales del siglo XIX,
en la llamada Declaración de San Petersburgo, ya la humanidad se había
pronunciado sobre este medular principio: “…el único objetivo
legítimo que los Estados deben proponerse durante la guerra es la
debilitación de las fuerzas militares del enemigo”. En la
actualidad por cada cinco víctimas en los conflictos armados, cuatro son
civiles. ¿A dónde fue a parar la observancia de ese principio? El
desarrollo de las guerras en teatros de operaciones densamente poblados
(ciudades, pueblos, aldeas) convierte a la población civil en su
principal víctima y en particular a los niños. Valdría la pena
preguntarse qué puede sentir una persona, al saber que como consecuencia
de sus ataques indiscriminados mueren menores de edad y hasta bebes.
Este principio está indisolublemente ligado a otro cardinal en caso
de cualquier conflicto armado. Nos referimos al principio de humanidad.
Aquella “Clausula” de Frédéric de Martens, de 1899 de que “…las
personas civiles y los combatientes quedan bajo la protección y el
imperio de los principios del derecho de gentes derivados de los usos
establecidos, de los principios de humanidad y de los dictados de la
conciencia pública”, no puede ser relegado a una cuestión
secundaria por el hecho de que hayan aparecido nuevas armas y métodos de
hacer la guerra.
El principio de la proporcionalidad, también recogido en tratados y
convenios de alcance universal también resulta violado con
sistematicidad. Este plantea como exigencia básica la prohibición de
ataques indiscriminados, es decir aquellos que no están dirigidos contra
un objetivo militar concreto o los que emplean métodos o medios de
combate cuyos efectos no sea posible limitar y que, en consecuencia,
puedan alcanzar indistintamente a objetivos militares y a personas
civiles o a bienes de carácter civil donde los daños sean excesivos con
relación a la ventaja lograda. Se bombardean ciudades y poblados de
manera indiscriminadas con el conocimiento anticipado por parte de sus
organizadores y ejecutores de los daños excesivos que se ocasionarán. Se
trata de un crimen de guerra, ante el cual no solo bastan las
denuncias, sino también el accionar de las instituciones jurídicas
internacionales encargadas de investigarlos y sancionarlos, cuestión
prácticamente ausente en la práctica internacional.
Ningún crimen tiene justificación
Se pudieran mencionar otros principios pero de todo lo dicho hasta
aquí se desprende una conclusión. Ningún crimen de lesa humanidad o
crimen de guerra, ningún ataque indiscriminado con dañinos efectos sobre
las personas y bienes protegidos puede justificarse por la no
existencia de normas específicas del Derecho Internacional Humanitario.
En caso de no existir estas dentro del Derecho Positivo, hay que
recurrir al consuetudinario y en última o primera instancia a los
principios. Es por ello que las causas de los crímenes y las barbaries
no pueden buscarse en las presuntas o reales carencias que pueda o no
presentar este Derecho. Tampoco se le pueden achacar a insuficiencias en
su enseñanza y divulgación. Las verdaderas razones hay que encontrarlas
en otras realidades.
3.- Hay que analizar las causas de las guerras. No puede esperarse
que guerras de rapiña inspiren comportamientos humanitarios. Existe
inevitablemente una relación entre la guerra, la política y la ética. Es
conocida la frase de que la guerra es la continuación de la política
por medios violentos. Una guerra injusta deviene necesariamente de una
nefasta y criminal política para lo cual se necesita de una ética
alejada de los más elementales preceptos de humanidad. También existen
casos de causas justas que se tratan de defender por métodos y medios
ilícitos y que no solo afectan la imagen misma de esas causas, sino
también constituyen violaciones del Derecho Internacional Humanitario.
No hay terrorismo bueno o malo. Todos deben ser denunciados y
condenados. Los fines no justifican los medios.
Para lograr el cumplimiento de las más elementales normas
humanitarias durante los conflictos armados también se requiere de
voluntad política de las Partes involucradas e incluso de aquellas que
la apoyan y de toda la comunidad internacional. El más elemental
análisis de los hechos más recientes señala que ha faltado esta voluntad
sin la cual no es posible esperar resultado positivo. Es por ello, que
la mayor responsabilidad no es solo individual con respecto a los que
participan directamente en las acciones combativas, sino es de los jefes
de estos e incluso de las máximas autoridades de las Partes.
Puede tomarse un simple ejemplo. Está prohibida el desarrollo de
armas cuyo empleo puedan causar daños excesivos o superfluos en la
población civil o en los bienes civiles. Sin embargo, para la
investigación, fabricación y proliferación de diversos tipos de
armamentos que presentan esas características hay Estados que designan
cifras millonarias. Tales son los casos de las llamadas armas autónomas o
semiautónomas. ¿Quién puede detener tales procederes violatorios de los
tratados y convenios existentes si tales tipos de armamentos son
desplegados por naciones poderosas que tienen en sus manos la
posibilidad de vetar cualquier decisión en su contra?
4.- La anterior pregunta nos conduce a otra acerca de las múltiples
causas que inciden en la impunidad reinante ante las escalofriantes
violaciones del Derecho Internacional Humanitario: La inconsistencia del
Derecho Penal Internacional para investigar, juzgar y sancionar a los
actores de crímenes de guerra y de lesa humanidad. Existe una Corte
Penal Internacional, que supuestamente debe dar respuesta a esa
interrogante. Pero ese instrumento jurídico internacional está
directamente subordinado al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y
toda investigación solo comienza luego de contarse con su aprobación.
¿Podrán ser juzgados los representantes de alguna de las naciones que
tienen derecho al veto dentro de ese Consejo? ¿Quiénes han sido llevados
ante ese órgano de justicia? Han sido contadas las figuras investigadas
y juzgadas. Todas han pertenecido a naciones del Tercer Mundo. Otras,
más poderosas, han instrumentado y aplicados métodos de torturas y
tratos degradantes con la anuencia de las máximas autoridades de esas
naciones y nadie ha intentado en exigir, al menos, una investigación.
El injusto orden internacional prevaleciente es la primera gran causa
de las violaciones de las normas humanitarias durante los conflictos
armados y otras situaciones de violencia. Una guerra silenciosa avanza
desde siglo por las naciones más empobrecidas de este planeta. Millones
de seres humanos mueren todos los días de hambre y enfermedades
curables. Millones de niños no alcanzan a sobrevivir su primer año de
existencia. Mientras que ese cuadro inhumano prevalece ante los ojos de
la humanidad se gastan cifras multimillonarias en más armamentos. Más
dinero para matar, para destruir y menos dinero para socorrer a las
víctimas tanto de tiempo de paz como de guerra.
Habrá que continuar difundiendo la letra de los Convenios y Tratados,
los principios y normas que emanan del Derecho Internacional
Humanitario (tanto positivo como consuetudinario); debemos seguir
denunciando las violaciones que se comenten casi a diario y sobre todo
tendremos que desenmascarar permanentemente a sus principales
responsables. No podemos cansarnos de luchar por un nuevo orden mundial
que ponga fin a las guerras y a las causas que las provocan.
[1] Revista El Universal. México. 2 de junio de 1875.O.C. t.6 pág.219
[2] Fragmento 30,1 dedicado a Bolívar. O.C. t.22 pág.206