Confieso que hace pocos años tuve una premonición. Ahora estoy asustado de que pudiera convertirse en profecía.
En mayo del 2011 recibí una invitación del Ministerio de Cultura para que participara en un coloquio sobre el ajusticiamiento del tirano Trujillo, con motivo del cincuenta aniversario de la Gesta del 30 de Mayo.
Para hacer más entretenida la exposición quise empezarla como sigue:
"Desde el ajusticiamiento de Lilís al inicio de la Era de Trujillo transcurrieron 31 años, que casualmente coincide con el período de 31 años que duró la tiranía de éste último. Suele decirse que Lilís y Trujillo eran supersticiosos, y creían en brujerías. Siendo así es probable que ambos hubieran apostado al 62 (31 + 31) como el número de años en que se repetiría otra dictadura. Si sumamos, esto nos llevaría al 2023. O sea, según el vaticinio imaginario de los dos tiranos podríamos tener una nueva dictadura dentro de 3 elecciones y un poco más. ¡Zafa!, dirían los que no creen en supercherías, pero tampoco dejan de hacerlo, por si acaso."
Y agregaba: "No se asusten. Esta no es una profecía. Espero que no suceda. Es sólo una manera distinta de introducir este tema tan amplio que no deja resquicios firmes por donde agarrarlo."
La ponencia que presenté en el coloquio, terminaba diciendo lo siguiente:
"La gesta del 30 de Mayo marcó un punto de inflexión en nuestra historia: la del paso de la sumisión a la libertad. No crean, sin embargo, que el 30 de Mayo se agotó con el episodio que ocurrió en 1961. No. De ninguna manera. De seguro que habrá otros 30 de Mayo, cada vez que fuere necesario."
Y, agregaba: "Ahora el reto que tenemos es el de construir una gesta diferente, que en vez de la libertad sería de la institucionalidad. No tendría por qué haber sangre derramada, sino un concierto de voluntades que determine que la educación es la base perdurable de la democracia y del desarrollo, y que las instituciones que la deben soportar, nacen de ella.
Esa es la batalla que nos convoca a todos a convertirnos en héroes para impulsar el progreso, educación e igualdad social con oportunidades para todos, lo cual pasa por el fortalecimiento ineludible de las instituciones y el respeto integral a la ley, sin mediatizaciones. Esa es la batalla que no nos podemos dar el lujo de perder, para lo cual debemos inspirarnos en el espíritu de nuestros antepasados, en su determinación, para ganar el derecho al desarrollo."
Lo que dije en aquel tiempo, al releerlo ahora me provoca preocupación. Los acontecimientos se encaminan en la dirección en que no debieron hacerlo.
Los hechos que se están produciendo hacen evidente, contrario a todas las expectativas positivas que se habían formado, que la batalla que esta sociedad está perdiendo es precisamente la del fortalecimiento de la institucionalidad y el respeto al espíritu y la esencia de la ley.
En este momento se está concretando uno de los episodios más lamentables de retroceso institucional que ha sufrido el país en su historia. Agazapados en el silencio e hiperactivos en la penumbra, la Constitución que juraron acatar ante los símbolos patrios está siendo modificada para incumplirla.
Una oligarquía política se reparte el poder y sus prebendas sin el menor rubor. Decide y usurpa la representación de todos, sin legitimidad ni derecho para hacerlo.
La actividad más noble ha devenido en un simple ejercicio de trueque y compra venta de consciencias. La clase política ha visto esfumarse su credibilidad, aunque hay valiosas excepciones que confirman la regla. Los partidos se han convertido en ruinas carcomidas.
Las prácticas más refinadas de adormecimiento colectivo y mediático se están imponiendo.
Una trompeta emite sonidos lastimeros que hieren el alma. La democracia se encuentra en trance de muerte. De la patria va quedando el cascarón huero y hediondo. Sentimientos de angustias asaltan el pensamiento.
¡Dios mío! ¿Cuál es la opción que están dejando a la consciencia de este pueblo, si han roto y quebrado la institucionalidad para satisfacer meras ambiciones personales, cuando tenían abiertas las páginas de la historia para esculpir con gloria su perfil?
¡Qué pena tan grande! Han convertido el funcionamiento de los poderes del Estado en un espectáculo indigno y servil.
¿Adónde pretenden llevar este pueblo, si no existen contrapesos ni equilibrio? Y, sobre todo, ¿en qué creen que habrá de desembocar todo esto?
Tiemblo al pensarlo.
El espectro que se advierte en lontananza es terriblemente oscuro, pero no desfallezco en la esperanza de que al final brillará la luz.
TOMADO DEL DIARIO LIBRE
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