MORAL Y LUCES

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sábado, 20 de junio de 2015

Estero Hondo, 1959

MARCIO VELOZ MAGGIOLO



El Dr. Guaroa Ubiñas Renville ganó recientemente el Premio Internacional Miguel Cocco Guerrero 2014, con un estudio sobre lo que los campesinos dominicanos han “decidido” narrar sobre la gesta de Estero Hondo, parte de las invasiones del mes de junio de 1959, cuyo heroísmo está marcado por las respuestas, ya casi nada miedosas, de muchos de los que presenciaron parte de la invasión llegada en La Timina, el 20 de junio como completivo retrasado de la invasión de Constanza, capitaneada por Enrique Jimenes Moya.

La obra de Ubiñas Renville tiene el atractivo de seguir en el ritmo de la narración, casi como una novela, el desembarco, el ambiente de cada escena, las personas que ayudaron y los que denunciaron, la saña de los trujillistas y de su ejército, los nombres de los denunciantes, el terror de no denunciar, las quemazones con el napalm hecho de gasolina y jabón derretido, las torturas, los militares y el terror que marcaron el camino de esos 48 hombres del frente de Estero Hondo, los que aparecieron como muertos en las voces de los locutores de La Voz Dominicana, cuando muchos de ellos estaban vivitos y tratando de llegar desde la costa norte hasta las estribaciones de la Cordillera Septentrional para trazar la ruta hacia la Central donde se “unirían” a sus compañeros, los que ya cuando llegaron las invasiones marítimas habían comenzado a ser víctimas de las fuerzas armadas trujillistas y de las denuncias.

Ubiñas usó con visión de verdadero investigador de campo sus mejores recursos y uno de ellos fue el no presentarse como alguien parcializado.

Penetró en informaciones que le permitieron seguir a los invasores de modo tal que el lector se ve caminando de la mano de Ubiñas, porque el autor sabe perseguir con gran acierto la sombra de ese pasado en el cual están los nombres de denunciantes que ahora son confi dentes, y la realidad de historias locales que pocos se atrevían a narrar hasta que el autor, ducho en recuperar historias orales, los convence de que a más de cincuenta años hablar del pasado ya no comporta peligro, y es más bien una contribución a una historia de la que todos formamos parte.

“Los campesinos hablan” dice en la portada el autor. Y es como si verdaderamente, pese a que muchos tratan de conjurar el miedo, las confrontaciones llevan al lector hacia la verdad, porque la contradicción como un método antropológico, obliga a que lo visto por muchos que niegan la realidad, se convierte en el hecho de que vivir la muerte y el exterminio al que contribuyeron, parezca una especia de lucha interior con visos de arrepentimiento.

Lo cierto que la época narrada por los campesinos y reconstruida muchas veces con nombres y apellidos, desmiente a lo que dijeron la prensa y la radio afi rmando que los invasores fueron masacrados de inmediato.

El antropólogo que hay en Ubiñas nos hace caminar y vernos dentro de los pequeños grupos y de los que supervivieron; nos permite presenciar imágenes como las de Felipe Maduro, y Octavio Mejía Ricart, o la de Sánchez Sanlley, o la de Conrado Ruiz (Peligro, el del barrio de San Miguel), mostrando actitudes que hablan de su humanidad, y llegadas en las voces de campesinos que los trataron, y que si a veces por miedo al incendio de sus viviendas con la familia adentro, se vieron en la disyuntiva de la denuncia, no tienen la sevicia de otros que por ganar rango denunciaron y hasta asesinaron.

Ahí están los nombres, ahí está la actitud de orden humano de Mejía Ricart cuando atendió a la ofi cial Anselmo Pilarte, viejo conocido y ahora enemigo obligado. El libro tiene espacios de novela, es el angustioso relato que por una parte hace de la ignorancia campesina y del terror de una época materia prima, y logra que apreciemos las dos fases del dominicano en una época que se ha diluido, y que esperamos que no repita las duras confrontaciones entre hermanos.

Estero Hondo 1959, Premio Internacional Miguel Cocco Guerrero, Número Uno de las publicaciones del Museo de la Resistencia Dominicana, trae una presentación de su directora Luisa de Peña de Peña Díaz y el prólogo de Bismar Galán, y si dudas, permite reconstruir una época de la que solo un trabajo de campo del orden y la precisión del que ha logrado Ubiñas, puede darnos una visión conjunta que ahora enriquece y en calidad de tiempo casi vivido, nos permite ver una historia hecha con el sentido de lo que se llama hoy, “la microhistoria”, inaugurada por Carlo Ginzburg, el famoso autor de El Queso y los Gusanos. Ya lo hemos dicho: la vida cotidiana, los hechos que en la misma conforman luego una totalidad, son la verdadera base la historia humana.

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