MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

sábado, 13 de octubre de 2012

Para comprender al capitalismo global



Durante las pocas  veces que los artículos  no hablan de  quién será el nuevo presidente del Imperio de EE.UU., los que seguimos las  noticias observamos a ciudadanos griegos y españoles dedicados a protestas  masivas en contra de los programas gubernamentales de austeridad, mientras el  comentarista parlotea acerca de los “temores” de estos países por salirse de la  sagrada eurozona como resultado de economías fracasadas y el rechazo del Banco  Central de Europa a hacer préstamos a los "flojos”. En la televisión  norteamericana hemos visto incontables noticias de desahucios y ejecuciones de  hipotecas, de trabajadores saliendo de una fábrica que pronto cerrará como  resultado de los malos tiempos económicos. Los norteamericanos se preocupan:  ¿quién será el próximo en dirigir el imperio y las más importantes  instituciones que manipulan la economía mundial?

Junto con estas  historias de gente que  protesta contra  políticas estatales o que son víctima de los caprichos del capitalismo,  presenciamos escenas diarias de soldados norteamericanos y civiles que mueren  en Afganistán –y todavía en el Iraq que los ocupantes norteamericanos  desintegraron– o de los aviones sin piloto que matan a gente en Pakistán o  Yemen. Los activistas en contra de la guerra no solo se han manifestado con  regularidad contra las actividades del Pentágono y la CIA. En Washington las  áreas dudosas de lo que las tropas norteamericanas están haciendo en partes  remotas del mundo y qué intereses económicos están detrás del uso de la fuerza  militar, raras veces se discuten.

Sin embargo,  estudiosos y periodistas han diseccionado las actividades militares de EE.UU.  durante décadas, pero pocos escritores se han atrevido a tratar de enfrentarse  a las instituciones económicas, las otras piezas cruciales del moderno imperio  de EE.UU. –las que los militares y los tramposos de la CIA tratan de proteger y  defender en cada una de las administraciones posteriores de la 2da. Guerra  Mundial. Así que los lectores  deben  apertrecharse de la excelente investigación y análisis minucioso de los  profesores Leo Panitch –profesor de Ciencias Políticas en la Universidad York  de Toronto– y su colega Sam Ginden, así como de su legible descripción y  explicación de cómo funciona o no funciona la parte del dinero del imperio  norteamericano. ([I]La construcción del  capitalismo global, la economía política del imperio norteamericano,[/I] Verso,  2012.)

Los que han  vivido sin saber de instituciones como el Departamento del Tesoro, el FMI y la  Reserva Federal descubrirán en este libro el papel imperial que desempeñan  estas misteriosas agencias, las cuales penetran cada vez más en el mundo que  los más publicitados Pentágono y la CIA.

Durante la 1ra.  Guerra Mundial, las finanzas y la industria norteamericana demostraron cómo el  poder económico de EE.UU., más que la fuerza militar, se podían relacionar con  la victoria de una guerra mundial.

Las instituciones  financieras norteamericanas también allanaron el camino para el surgimiento de  EE.UU. como el poder capitalista preeminente en el mundo, un poder cuyo alcance  llegaba a cualquier punto del planeta.

Cuando terminó la  2da. Guerra Mundial, con las potencias europeas destruidas, Estados Unidos se  convirtió en el líder lógico de la ideología de la “libertad”, la cual tenía  como principio fundamental la noción del capitalismo de mercado.

Después de 1945,  Washington hizo cambios imperiales en su Tesorería y Departamento de Estado e  incrementó los poderes de la Reserva Federal para elaborar una política de  postguerra que buscaba asegurar los necesarios recursos globales para empoderar  a los titanes de la industria y de Wall Street, los cuales el estado necesitaba  para ayudar a acumular el capital mundial. En el acápite “Inversión Global,  Reglas Norteamericanas” los autores citan a Benjamin Cohen para demostrar cómo  el ajuste estructural impuesto por el FMI trae inmensos beneficios, al citar al  economista Benjamin Cohen acerca de “grandes capitales como los grandes  productores de artículos comerciados globalmente, bancos y otras firmas de  servicios financieros, y grandes poseedores de bienes privados”. No  precisamente las tiendas de la Calle Real.

El imperio  norteamericano necesitaba condiciones en todo el mundo que atrajeran la  inversión extrajera. Pocas personas, incluso en círculos informados, saben  mucho acerca de cómo funcionan los tratados bilaterales de inversiones y de cómo  integran a otros países en un capitalismo global dirigido y controlado por  EE.UU. Tratados como ALCAN y ACALC, por ejemplo.

Los autores  también demuestran cómo las instituciones financieras controladas por EE.UU.  impusieron el ajuste estructural a países pobres para beneficiar al gran  capital y explotar más a las clases trabajadores. Tanto Europa como Japón se  convirtieron en parte de lo que William Appleman Williams llamó el “imperio  informal” de Estados Unidos. El crecimiento postguerra de las finanzas  norteamericanas –incluyendo la externalización de prácticas e instituciones  norteamericanas– llevó a la creación de un sistema integrado de mercados  financieros en expansión que caracteriza a la globalización capitalista. Para  fines del siglo veinte, escriben Panitch y Ginden, “los capitalistas,  literalmente casi en cualquier parte, por regla general reconocen una  dependencia de Estados Unidos para establecer, garantizar y administrar la red  global en cuyo seno todos pueden acumular”.

Este libro revisa  las economías del mundo que comenzaron con el control de EE.UU. en 1944 en la  reunión de Bretton Wood. Los autores argumentan que se desarrolló un interés  internacional de clase, que funcionarios de EE.UU. poseían una visión del  capitalismo universal en el período posterior a la 2da. Guerra Mundial, una  visión que promovía no tanto intereses especiales norteamericanos sino el florecimiento  del capital en sí, el cual necesitaba acceso mucho mayor a todas partes del  mundo. Esto, a su vez, hizo posibles los vínculos  que se desarrollaron entre grupos  capitalistas a gran escala en Estados Unidos y sus socios internacionales. A  medida que las fuerzas de EE.UU. trataban de imponer, sin éxito,  su voluntad militar en Corea y Vietnam, las  armas financieras del imperio convencieron a los capitalistas europeos de  desarrollar “vínculos con capitalistas norteamericanos, tanto en el seno de  Europa como en el de Estados Unidos”, fortaleciendo así los poderes  capitalistas al otro lado de las fronteras.

Panitch y Ginden  abogan por la solidaridad de clase del 1 por ciento a medida que describen el  camino que llevó a “un sistema financiero verdaderamente global, basado en la  internacionalización del sistema financiero de EE.UU.”

La desventaja de  esta organización del gran capital apareció en la década de 1990, a medida que  la movilidad del capital global indujo una serie de crisis financiera entre las  naciones de bajo y mediano ingresos.

Sin embargo, los  autores repudian perspectivas apocalípticas de la próxima destrucción del  capitalismo y en su lugar ofrecen sugerencias de cómo “convertir las  instituciones financieras que son el salvavidas del capitalismo global en  propiedad pública”, como un “prerrequisito necesario para la justicia social y  la democracia”.

Este nivel del  discurso no se liga exactamente con los lemas de Ocupar o las exigencias de los  trabajadores griegos y españoles, pero los activistas serios aprenderán: estos  autores enseñan el cómo y el por qué del sistema económico capitalista mundial.


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