MORAL Y LUCES

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martes, 9 de octubre de 2012

Extrañaremos a Hobsbawm


Mi primer contacto adherente con los escritos de semejante escritor de Historia, fue en la Universidad Nacional de Bogotá en 1966. Había llegado una edición en castellano de su libro Rebeldes Primitivos publicado en inglés 7años antes, y se discutía amplia y apasionadamente sobre los últimos coletazos del bandolerismo colombiano y la transformación de bandidos en revolucionarios que estábamos viviendo; estimulados por los profesores Fals Borda y el sacerdote Camilo Torres Restrepo autores del libro pionero sobre la Violencia en Colombia, y con la obligación consciente de enfrentar la visión parroquial y provinciana de la historia oficial colombiana, agenciada durante tantos años desde los púlpitos también oficiales. Entonces, nada mejor que para universalizar o si se quiere mundializar nuestras concepciones, leer el capítulo 10 de este libro, titulado “Anatomía de la Violencia en Colombia”.
Pero no fue esta su única opinión científica crítica sobre la realidad colombiana dentro de su macro-obra. Hay menciones sugerentes e inspiradoras sobre nuestro país en toda su tetralogía esencial publicada por editorial Critica: La era de la revolución (págs. 117 y 149) La era del capital (págs. 22, 50, 183) La era del imperio (pág.74) La historia del Siglo XX (págs. 113, 118, 140,143, 293, 296, 367, 370, 439) Amén de numerosas referencias a la Primera Independencia de Nuestramérica (Latinoamérica y el Caribe) y su inserción en la economía mundial en la mayoría de sus otras obras históricas; en sobre el nacionalismo, o en los ecos de la marsellesa, o de las revueltas a las revoluciones (los comuneros españoles y su influencia en América) etc. Y por si fuera poco, en 1986, escribió sobre Colombia un artículo clásico, es decir insuperable, titulado “Colombia Asesina”, donde talvez la única inexactitud achacable es haber ubicado a Misael Pastrana por fuera de las dinastías oligárquicas. Hoy se puede leer en http://www.rebelion.org/docs/156970.pdf.
Hobsbawm ya no está, Sobre su partida se ha escrito poco resaltando sus enseñanzas y en cambio mucho, destacando su “fuera”, su endeblez y desdén. Su nariz de judío centro-europeo agrandada por semejantes anteojos. Su heterodoxia (es decir el verdadero marxismo, recordemos la frase de Lukács: “en cuestiones de Marxismo lo único ortodoxo es el método”) Su universalismo macro tildado de “cosmopolitismo” (volvamos a leer el sugerente prólogo de 1971 a las “Formen” de Marx en la edición de S XXI ) y en fin, hasta sobre su monumental erudición que le permitía tratar los más diversos temas socio-históricos del momento para dar apuntes orientadores a los marxistas revolucionarios sobre el sutil hilo conductor de las tendencias universales futuras: El imperialismo actual, la guerra en el Siglo XXI, el llamado Estado nacional, el optimismo de la voluntad, la política para una Izquierda racional.
Quizás sea alguna forma de reclamo tardío ante su ultimo libro “cómo cambiar el mundo”, considerado escandaloso por muchos, porque entre tantos marxistas que en el mundo han sido, solo dedicó un capitulo a Antonio Gramsci y su historicismo de la filosofía de la praxis. Sin embargo, nadie se ha atrevido a negar que Hobsbawm llegó a ser un anciano respetable por su abrumadora “práctica teórica” como diría Althusser, y que mientras más viejo se volvía más radical se declaraba, y entre más radical, más libre, liviano y feliz.
Por todo eso y algunas otras irreverencias suyas, extrañaremos a Hobsbawm ahora que ya no está.



Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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