Cuando
se habla de estrategia y táctica relacionando esas dos palabras con la
actividad política se aplican a esa actividad conceptos que tradicionalmente se
usaron durante mucho tiempo sólo para tratar temas militares, y más
propiamente, en la descripción de batallas o en el estudio de una guerra.
El
uso de tales palabras en el lenguaje político tiene su razón de ser en el hecho
de que nada se parece tanto a la guerra como la política, o para decirlo en
sentido opuesto, nada se parece tanto a la política como la guerra; pero ese
parecido no figura ni en los textos militares ni en los libros de política, si
bien hay un postulado muy conocido, aquel en que se afirma que la guerra es una
forma de acción política que se lleva a cabo por medios diferentes a los que se
utilizan en la política, y también se dice que la guerra es una continuación de
la política que se hace necesaria cuando se cierran todos los caminos de las
soluciones políticas a los problemas que se presentan entre naciones o entre
partidos, a lo que nosotros agregamos, o entre clases antagónicas.
Los
compañeros de la dirección del PLD nos han oído decir muchas veces que una
buena manera de explicarse ciertos hechos políticos es analizándolos como si
fueran actos de guerra. Así, por ejemplo, unas elecciones son una batalla, y
una batalla en regla debe darse llenando todos los requisitos que demanda una
acción de esa categoría. Naturalmente, a veces hay que dar batallas
improvisadas porque así lo determinan las circunstancias; digamos, que el enemigo
atacó donde no se esperaba que lo hiciera, que puso sobre el terreno tres
batallones y nosotros disponíamos sólo de uno y medio, pero tenemos que
sacarles a nuestras fuerzas todo lo que puedan dar porque no podemos
abandonarle el terreno al enemigo.
Del
parecido entre las dos actividades, la militar y la política, proviene el uso
de voces del lenguaje militar aplicadas a la política como son estrategia y
táctica a pesar de que lo que ellas significan no es ni puede ser en la vida
política exactamente lo mismo que significan en la lengua de los hombres de
armas. Para estos, estrategia es el arte de conducir una guerra; y como los que
aplican ese arte son los jefes militares, esto es, los generales, a los
generales vencedores se les llama estrategas, mientras que la táctica es la
suma de las reglas que deben seguirse para llevar a buen fin los planes
estratégicos, y quienes saben aplicar esas reglas en los campos de batalla se
ganan el título de tácticos.
Un
estratega hace planes y los tácticos los ejecutan. El estratega es siempre un
táctico natural, pero el táctico, aunque lo sea en grado excepcional, no es
habitualmente un estratega, a pesar de lo cual los grandes tácticos pueden
llegar a ser figuras militares de primer orden como lo fue Maceo en la guerra
de independencia de Cuba.
Los
grandes estrategas no podrían ganar guerras si no contaran con la ayuda de
buenos tácticos, pues una guerra es una sucesión de batallas entre las cuales
las hay grandes, medianas y pequeñas, y las hay fáciles y difíciles,
importantes y de poca monta; pero las hay también decisivas. Así se llaman las
que determinan el curso de la guerra y por tanto las que deciden cuál de los
ejércitos combatientes se llevará la victoria.
A
veces una guerra política se hace muy larga, tanto que los estrategas que la
planearon mueren de viejos antes de que llegue la hora de la victoria. Eso le
sucedió a Carlos
Marx
y Federico Engels, que no alcanzaron a ver el triunfo del socialismo en la
guerra que ellos habían iniciado. El general Francisco de Miranda comenzó su
guerra política y de armas contra España y por la libertad de América en marzo
de 1806 y la terminó diez años después, cuando murió preso en un castillo
español sin haber alcanzado la victoria; Simón Bolívar comenzó la suya en 1808
y durante
22
años probó numerosas veces el licor de los triunfos y la hiel de las derrotas
hasta el día de su muerte, ocurrida el 17 de diciembre de 1830 cuando iba en
busca de un barco que lo sacara de la tierra en la que había fundado nada menos
que cinco repúblicas.
Pero
el hecho de que estrategas de la revolución socialista como Marx y Engels o de
la guerra de la independencia de América, como Miranda y Bolívar, fracasaran
porque no alcanzaron la victoria que se habían propuesto o porque su victoria
fue pasajera, no significa que sus fines no fueron logrados. Lo fueron, y de
eso no hay la menor duda, porque tanto en el caso de la revolución socialista
como en el de la independencia de los países americanos, las concepciones
estratégicas fueron acertadas aunque en determinados momentos no lo fueran los
planes tácticos; pero podemos estar seguros de que si a la hora de llevar a
cabo la revolución socialista y la independencia de América se hubieran
confundido las concepciones estratégicas con los planes tácticos, a esta hora
no se habrían alcanzado ni una cosa ni la otra debido a que en las
realizaciones humanas ni la táctica puede sustituir a la estrategia ni la
estrategia puede sustituir a la táctica. La táctica tiene su razón de ser en la
necesidad de implantar la estrategia, de realizarla, no de suplantarla, y por
esa razón la elaboración de un plan táctico no depende de la naturaleza de la
estrategia sino de los medios de que dispongan aquellos que ejecutarán ese
plan, y si se trata de un plan táctico político, no militar, los medios
decisivos son los que pueda aportar el pueblo del país en que se ejecutará ese
plan.
En
la oportunidad de las elecciones nacionales de este año, la estrategia que
concibió la dirección del PLD fue la del fortalecimiento del Partido, y eso no
podía obtenerse predicando la revolución socialista ni nada que se le
pareciera; pero además, los que no son peledeístas y por tanto no conocen cómo
es, qué es y qué se propone el PLD no pueden estar al tanto de cuáles son los medios,
las fuerzas, los recursos de diversa índole de que puede disponer la dirección
de nuestro partido a la hora de llevar a la práctica un plan táctico, y quien
desconoce todo esto carece de la autoridad indispensable para hacer crítica
sana acerca de la táctica peledeísta. Puede hacer crítica malsana, pero tal
tipo de crítica no habla precisamente bien de quienes la ejercen.
¿Qué
autoridad pueden tener para criticar la táctica electoral del PLD unos
marxistas-leninistas que proponen la reforma de la Constitución de la
República, no para que pase a ser una Constitución marxista-leninista sino para
que limite el latifundio y les conceda a los militares el derecho a votar?
¿Cuándo propusieron Marx y Lenín medidas de ese tipo?
15
de junio de 1982.
LENÍN
APLICÓ UN PROGRAMA DE DERECHAS*
La
ideología burguesa forma en nuestro país una atmósfera tan espesa que la
pequeña burguesía de inclinación revolucionaria la respira sin darse cuenta de
que su sustancia la alimenta como alimenta el oxígeno a la sangre. Es la
ideología burguesa la que, sin que ellos se den cuenta, lleva a los grupos de
la izquierda dominicana a creer que es una obligación suya ir a las elecciones
de este año con un programa socialista porque de esta manera le hacen un
servicio a la revolución.
¿Cuál
servicio?
El
de propagar el marxismo en el pueblo; y no se percatan de que al actuar así
están pensando como burgueses porque están utilizando métodos de acción propios
de la burguesía.
La
burguesía usa la propaganda para vender lo mismo Coca-Cola que aviones de
combate o pantalones de jean unisex; pero sobre todo vende su ideología a todas
horas y en todas partes, hasta en los países socialistas. Solidaridad, el
sindicato polaco que en cuestión de meses afilió a más de 9 millones de
obreros, fue producto de esa propaganda, y lo curioso del caso es que hay
partidos comunistas que en el enfrentamiento del Estado polaco con Solidaridad
están del lado de Solidaridad alegando que lo hacen porque el gobierno de
Polonia es stalinista.
*
Vanguardia
del Pueblo, Año VIII, N° 328, Santo Domingo, Organo del PLD,
27
de enero de 1982, p.4.
241
Leyendo
sin analizar lo leído se cae a menudo en confusiones, como por ejemplo en la de
no advertir que los métodos de la propaganda burguesa sirven para vender la
ideología burguesa, no la marxista, porque el marxismo sólo penetra y se
arraiga en una minoría de hombres y mujeres de excepción: los que tienen un
amor tan profundo por la humanidad y una capacidad tan alta de militancia que
no titubean ante ninguna exigencia de la lucha en favor de los oprimidos y
explotados, y aun en el caso de las personas que tienen esas cualidades, una
parte de ellas las usa para combatir en favor de los opresores y de los
explotadores, no en las filas de sus víctimas.
Las
revoluciones son hechas por las minorías militantes, pero no por todas esas
minorías, y no por los pueblos. Cuando las minorías revolucionarias interpretan
cabalmente las ansias de los pueblos, no sólo las históricas sino también las
de un momento dado de su existencia, los pueblos apoyan a esas minorías, pero
es difícil, sino imposible, que la totalidad de un pueblo se integre en un
proceso revolucionario; y eso lo enseña la experiencia, de manera muy especial
la de las revoluciones de este siglo. Si todo el pueblo apoyara una revolución
no sería necesario hacer esa revolución en su etapa de conquista del poder.
Se
equivocan los que creen que el uso de programas socialistas educará al pueblo
dominicano en el sentido de hacerlo partidario del marxismo. El partido de Lenin,
que antes de llegar al gobierno de Rusia —la actual Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas, URSS— se llamaba Social
Demócrata
Obrero Ruso, no le presentó al pueblo de Rusia ningún programa socialista sino
sólo una consigna, la de Paz, Tierra y Pan. Es más, en uno de los discursos que
pronunció en el III Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en Moscú
entre el 22 de junio y el 12 de julio de 1921,
Lenín
explicó que una de las razones por las cuales su partido pudo mantenerse en el
poder después de la Revolución de 1917 fue el apoyo de “las nueve décimas
partes de las masas campesinas” y aclaró:
“...vencimos
porque adoptamos y pusimos en práctica, no nuestro programa agrario, sino el
eserista. Nuestra victoria consistió precisamente en que aplicamos el Programa
eserista; por eso fue tan fácil esta victoria”.
Antes
de preguntarnos qué cosa quería decir eso de “programa agrario eserista”
debemos aclarar que cuando Lenin usa la palabra vencimos lo hace porque la
Revolución Rusa tuvo que defenderse de sus enemigos combatiendo contra varios
ejércitos enemigos, entre ellos dos de contrarrevolucionarios rusos y otros
extranjeros, como el japonés, el inglés, el francés,
y
antes de la paz de Brest-Litovsk, el alemán.
Los
eseristas eran los miembros del partido llamado Socialista Revolucionario, dos
palabras que significaban en Rusia en esos años lo mismo que significan aquí
Revolucionario Social Cristiano o Revolucionario Dominicano, en este último
caso, de manera especial después que el PRD ha pasado a ser parte de la
Internacional Socialista.
En
cierto sentido, el Partido Socialista Revolucionario de
Rusia,
fundado a principios de este siglo, era más derechista aún que el PRD porque
llegó incluso a producir un levantamiento contra el gobierno de la Revolución,
y de él formaban parte hombres como Alejandro Kerenski, que fue jefe del
gobierno ruso antes de la Revolución y murió en 1970 en
Estados
Unidos, donde se había exiliado. La dirección del partido de los eseristas era
de origen pequeño burgués, pero en él había terratenientes y otros tipos de
burgueses, de manera que podemos clasificarlo como un partido policlasista.
Lenín
había analizado y criticado el programa agrario o campesino de los eseristas, y
sin embargo en julio de 1921, desde las alturas de jefe del gobierno
revolucionario, decía que la victoria contra los enemigos de la Revolución se
debió, entre otras cosas, “precisamente a que aplicamos el programa eserista”.
En ese mismo discurso había dicho poco antes: “En agosto y septiembre de 1917
decíamos: ‘Teóricamente seguimos luchando
contra los eseristas, pero prácticamente estamos dispuestos a adoptar su
programa, porque sólo nosotros podemos aplicarlo. Y como lo dijimos, lo
hicimos’”.
Si lo que define
la posición ideológica y el carácter de un partido, de un gobierno y de un
movimiento revolucionario antes de que éste llegue al poder, es su programa,
entonces tenemos que admitir que la Revolución Rusa fue pequeñoburguesa porque
estando en el poder hizo suyo, y lo aplicó, el programa agrario del Partido
Socialista Revolucionario (eserista).
24 de enero de
1982.
LENÍN, EL
PROGRAMA Y LA TÁCTICA*
Para hacer una
guerra hay que elaborar un plan estratégico, y para ganarla hay que vencer al
enemigo en las batallas, que pueden ser numerosísimas, como sucedió en Viet
Nam; y el que
quiera resultar vencedor en esas batallas tiene que aplicar medidas tácticas
apropiadas para cada una de ellas.
Entre la
estrategia —planes generales para ganar una guerra— y la táctica —conjunto de
medidas que se aplican en los campos de batalla— hay la misma relación que hay
entre una cadena y sus eslabones, pero debe entenderse que así como la cadena
no puede sustituir a los eslabones ni estos a la cadena, así tampoco puede la
estrategia sustituir a la táctica ni la táctica a la estrategia.
Hemos dicho
numerosas veces, aunque tal vez no lo hayamos escrito antes de ahora, que la
actividad humana que más se parece a la política es la guerra y que la guerra
es lo que más se parece a la política, de manera que las concepciones
estratégicas y tácticas inventadas para ser usadas en las guerras tienen su
equivalencia en la política. Esa equivalencia la exponía Lenin con estas
palabras, dichas en el discurso que pronunció el 1º de junio de 1921 en el III
Congreso Mundial de la Internacional Comunista: “Los principios no son el
objetivo, ni el programa ni la táctica ni la teoría. La táctica y la teoría no
son los principios”.
¿Qué cosa eran,
pues, los principios para Lenín?
Él mismo lo dijo
en la ocasión a que acabamos de referirnos; lo dijo de esta manera: “Los
principios del comunismo consisten en el establecimiento de la dictadura del
proletariado
y en la
aplicación de la coerción por el Estado durante el período de transición”.
Si esos eran los
principios, ¿qué era entonces el objetivo; qué eran la táctica, la teoría, el
programa?
Debemos entender
que el objetivo era la toma del poder, pues sin el uso del poder no podían
aplicarse los principios, y la táctica tenía que ser necesariamente el conjunto
de medidas que debían aplicarse para ganar las batallas que debían darse para
conquistar el objetivo, esto es, el poder. En cuanto al programa y la teoría,
no hay que hacer esfuerzos de interpretación puesto que todo el mundo sabe qué
cosas son un programa y una teoría políticos. Lo que parece evidente es que ni
el programa ni la teoría tenían para Lenin una importancia comparable con la de
los principios y el objetivo, en lo cual no están de acuerdo con él los que en
la República Dominicana no desperdician ninguna oportunidad de proclamarse sus
muy fieles devotos.
¿A qué teoría
aludía Lenín en la frase que le hemos copiado?
¿No debía ser
necesariamente a la marxista? Y si era así, ¿por qué no le daba importancia?
Porque desde el
punto de vista de la actividad práctica no era necesario que el pueblo la
conociera; la conocían los miembros de su partido y eso era suficiente. Con
esas mismas palabras lo dijo él en el discurso del 1º de julio (1921): “Es
suficiente un partido muy pequeño para conducir a las masas. En determinados
momentos no hay necesidad de grandes organizaciones”, y a seguidas aclaraba: “Mas para la victoria es preciso contar con las simpatías
de las masas”.
El pueblo ruso no
conocía la teoría marxista pero conocía muy bien los problemas que lo
agobiaban: la guerra con Alemania, en la cual sus padres, hermanos, hijos, maridos
y novios morían o quedaban heridos o caían prisioneros; el hambre que pasaban
los pobres porque cada día eran más escasos los productos que necesitaban para
alimentarse, y en el caso de los campesinos, la falta de tierras en que
trabajar. Por eso el partido bolchevique —el que dirigía Lenín, o sea, el
Social
Demócrata Obrero
Ruso— levantó como bandera de lucha la consigna de Paz, Tierra y Pan, y no un
programa socialista que le sirviera para hacerle propaganda al socialismo.
El pueblo ruso
estaba padeciendo males de los que necesitaba librarse. El remedio de esos
males se resumía en tres palabras: Paz, Tierra y Pan. Para movilizar a ese
pueblo ninguna doctrina, ninguna teoría, era más útil que esas tres palabras.
En la guerra
política llamada Revolución Rusa se daban batallas y combates diarios en forma
de mítines, desfiles, reuniones de trabajadores en sus lugares de trabajo. Esas
batallas debían ser ganadas por los cuadros bolcheviques en la mente de los
hombres y las mujeres del pueblo, y para ganarlas había que aplicar una
táctica. ¿Cuál? La de explicar en todos sus aspectos las ventajas para las
grandes masas de una política que le proporcionara al pueblo la paz, la tierra
y el pan.
Nadiezhda
Krupskaya, la mujer de Lenín, escribió un libro que se ha publicado en español
con el título Lenin y el Partido, editado en el año 1975 en Cuba, en el cual se
lee lo siguiente (páginas 103 y 104):
“El Partido
leninista lanzó estas consignas:
‘¡Abajo la guerra
de rapiña!
‘¡La tierra para
los trabajadores!
‘¡Todo el poder
para los soviets!
‘Estas consignas
se hallaban en el corazón de cada obrero y campesino, expresaban sus más
recónditos deseos.
‘Los obreros y
campesinos vieron que el partido leninista defendía su causa vital, y mientras
más abrían los ojos más crecía la confianza en Lenín y su partido”.
El autor de este
artículo no es leninista, y lo ha dicho varias veces; ha dicho que es marxista
pero no leninista. En cambio, los leninistas que enarbolan la consigna de
Unidad con Programa Socialista afirman sin descanso que son leninistas.
¿Pero en qué
sentido lo son? ¿Siguen sus enseñanzas y las aplican?
Ninguna de las
dos cosas. Algunos de ellos se proclaman leninistas por razones puramente
emocionales, pero otros lo hacen porque así pueden confundir a los
simpatizantes del socialismo que conocen a Lenín sólo de nombre.
25 de enero de
1982.
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