Lo que tenemos en común los progresistas es una firme y clara intensión. En eso consiste la unidad dentro de la diversidad que nos mueve: un deseo a entablar convergencias, cercanías, diferencias, deberes y derechos entre iguales. Por lo demás, somos, queremos y debemos ser distintos al interior de la abigarrada sociedad capitalina.
Desde las mayorías, confiadamente se puede concluir que la apuesta está dada en no fallar en “cómo” y “para qué” nos organizamos.
Hoy, ser parte del colectivo, del entramado progresista, es un valorado activo político y el acervo de la incipiente organización radica en la paciencia que ha habido para no matar de entrada una criatura que no ha nacido. Ser simpatizante retrotrae algunas afinidades; ser líder implica responsabilidad, deberes y derechos distintos; ostentar una dignidad, en un caso Concejal o Edil, e inclusive Parlamentario Progresista, confiere un "rango" especial. Esas simpatías, responsabilidades, derechos y deberes distintos o especiales, no están rigurosamente delimitadas en un código progresista, mas si se condensan a través del criterio de pensar, hablar y actuar con coherencia.
Los principios fundacionales del progresismo, defensa de lo público y apego a la institucionalidad; protección del medio ambiente y constitución del recurso agua como eje articulador del desarrollo; y la práctica efectiva de los principios de aceptación de la diversidad, la inclusión y la solidaridad, bajo una plena participación, en todo momento, en todo lugar, conmina a la construcción de mejores ciudadanos, una nueva sociedad, dentro de la concepción de un nuevo modelo de desarrollo a escala humana.
Las fallidas intenciones de líderes, partidos, movimientos y organizaciones políticas, que hayan respetado la sociedad civil, y garantizado el ejercicio honesto de lo público, son el referente Progresista. La justicia ajusticiada, los violentos campantes, el clientelismo, los corruptores y corruptos, el paramilitarismo, las bandas organizadas e insurgentes, y las carencias sociales, son los obligantes que incitan a consolidar un movimiento, fuerte en la sociedad, independiente del Estado, que se constituya en alternativa de poder en el inmediato futuro.
Como hecho cierto, desde la formalidad, con apego a la Constitución, y las leyes, y soportados en un real proceso participativo, contrario a lo tradicional, las semblanzas progresistas construyeron y siguen construyendo, día a día, desde los liderazgos, sectores, nodos, grupos y demás expresiones en los territorios y espacios temáticos o poblaciones, su razón de ser, sin desconocer la realidad y el entorno de nuestras responsabilidades.
Las incertidumbres no paran. En estos días, cuando los colombianos hemos sido testigos de los atropellos propiciado por nuestros representantes en el Congreso de la República, de la desfachatez de los abusadores en las funciones delegadas, de los actos de desconocimiento de los derechos del otro por encima del reconocimiento de los derechos propios, de los abusos sobre las responsabilidad delegados en particulares, de los funcionarios públicos y en los administradores de justicia, nos aprestados los Progresistas a sentar las bases de nuestra organización política y social.
Los paradigmas de las organizaciones políticas tradicionales, al no ser un ejemplo a seguir, implica en estos momentos de discontinuidad, callejones sin salida, o espacio verdaderamente revolucionario, la construccion de un faro y una luz que ilumine un nuevo descubrimiento o una nueva teoría. Cuando parece desplomarse el edificio de la política partidaria y de delegación política, se hace necesario reedificar desde sus cimientos otro espacio significativo, con un nuevo estilo, con nuevos liderazgos, nuevos principios, a fin de construir nuevos paradigmas.
En la construcción de esos nuevos saberes, no se permite traicionar la confianza depositada por miles de electores. De igual manera, la sabiduría obliga a articular y condensar los diversos intereses y posiciones endógenas, aclimatando las tensiones que se producen en torno al poder.
Si es una falacia, el concepto de la libre organización, ¿quien organiza a quien?, empecemos por unos mínimos. Si vamos a educar, eduquémonos, es decir, que es necesario aprender para que posteriormente podamos impartir el conocimiento adquirido a otras personas, ya que no es posible que un igonarante puede enseñarle a otro o que un ciego guíe a un par discapacitado. Si vamos a humanizar, humanicémonos primero. Partamos por casa y luego llevemos la palabra a los demás.
Ing. Miguel Ospino Rodriguez
Bogotanos A Un Tic´s
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