El Progresista: "Moral y luces", es un espacio para el estudio, análisis, refexion y propuestas en el ámbito político, económico, social y cultural desde una perspectiva histórica tomando como referente el pensamiento ético, humanista y patriótico de Duarte, Luperon y Bosch, las tres raíces del árbol de la patria
MORAL Y LUCES

jueves, 30 de abril de 2020
miércoles, 29 de abril de 2020
martes, 28 de abril de 2020
Pablo Neruda: Versainograma a Santo Domingo
A 55 anos de la intervención militar de Estados Unidos a la indefensa patria de Duarte, Luperon y Bosch, las tres raíces del árbol de la patria
Pablo Neruda fue un poeta combativo; revolucionario y una parte de su poesía la dedicó a temas sociales, como la guerra; claro, también le cantó al amor, a la naturaleza, a la mujer, y a la belleza. Vivió con intensidad; fue diplomático, político; estuvo exiliado y perteneció al Partido Comunista de Chile. Su obra es vasta y eso lo atestigua alrededor de 50 títulos publicados en vida.
A nuestro suelo le dedicó su Versainograma a Santo Domingo, un poema escrito con motivo de la ocupación militar de Estados Unidos en 1965, pero que es una radiografía de lo que hemos vivido desde que Colón llegó. Finaliza así: “Me gusta en Nueva York el yanqui vivo/ y sus lindas muchachas, por supuesto, /pero en Santo Domingo y en Vietnam /prefiero norteamericanos muertos”.
Versainograma a Santo Domingo
A propósito de la Revolución del 24 de abril de 1965 y la invasión de nuestro territorio el 28 con el propósito de sofocarla, por parte del gobierno norteamericano, el laureado poeta chileno Pablo Neruda escribió este poema del cual les diremos una parte.
Santo Domingo con su pueblo armado borró la imposición de los violentos: tomo ciudades, campos y en el puente, con el pecho desnudo y descubierto, aplastó tanques, desafió cañones. Y corría impetuoso como el viento hacia la libertad y la victoria, cuando el tejano Johnnson, el funesto, con sangre de muchos en sus manos, hizo desembarcar sus marineros.
Cuarenta y cinco mil hijos de perra bajaron con sus armas y sus cuentos, con ametralladoras y napalm, con objetivos claros y concretos: “poner en libertad a los ladrones y a los demás hay que meterlos presos.
Y allí están cada día disparando contra dominicanos indefensos. Como en Viet Nam el asesino es fuerte pero a la larga pero a la larga vencerán los pueblos.
Es tan sólo una parte ínfima que refleja el pensar del ganador del Premio Nobel de Literatura del año 1971 que además de su brillantez en la poesía era un ferviente militante de izquierda, les invito a que busquen y lean este versainograma a Santo Domingo.
Neruda en honor a los Dominicanos a raíz de la ocupación norteamericana del 1965.
Perdonen si les digo unas locuras
En esta dulce tarde de febrero
Y si se va mi corazón cantando
Hacia Santo Domingo, compañeros.
Vamos a recordar lo que ha pasado allí
Desde que Don Cristóbal, el
marinero
Puso los pies y descubrió la isla
Que mejor no la hubiese descubierto
Porque ha sufrido tanto desde entonces
Que parece que el diablo y no Jesús
Se entendió con Colón en ese aspecto Esos conquistadores españoles
Que llegaron desde España, por supuesto
Buscando oro y lo buscaron tanto
Como si les sirviese de alimentoEnarbolando a Cristo con su cruz
Los garrotazos fueron argumentos tan poderosos
Que los indios vivos se convirtieron pronto
En dominicanos muertos
Aunque hace siglos de esta historia amarga
Por amarga y por vieja se las cuento
Porque las cosas no se aclaran nunca
Con el olvido ni con el silencio.
Y hay tanta inquietud sin comentario
En la América hirsuta que me dieron
Que si hasta los poetas nos callamos
No hablan los otros porque tienen miedo.
Ya se sabe en un día declaramos
La independencia azul de nuestros pueblos.
Una por una, América Latina
Se desgranó como un racimo negro
De nacionalidades diminutas
Con mucha flecha y con poco dinero.
Andamos con orgullo y sin zapatos
Y nos creemos todos caballeros.
Cuando tuvimos pantalones largos
Co escogimos pésimos gobiernos:
(rivalizamos mucho en este asunto,
Santo Domingo se sacó los premios).
En esta variedad un tanto triste
Tuvieron a Trujillo sempiterno
Que gracias a un balazo se enfermó
Después de cuarenta años de gobierno.
Podríamos decir de este Trujillo
(a juzgar por las cosas que sabemos)
Que fue el hombre más malo de este mundo
Si no existiera Jhonson, por supuesto.
Sabremos quien ha sido más malvado
Cuando los dos estén en el infierno.
Cuando murió Trujillo respiró
Aquella patria de tormentos
Y en una escalofrío de esperanzas
Subió la luna sobre el sufrimiento.
Corre por los caminos la noticia:
Santo Domingo sale del infierno
Por fin elige un presidente puro:
Juan Bosch que regresa del destierro
Pero no les conviene un hombre honrado
Ni a los gorilas ni a los usureros.
Decretaron un golpe en Nueva York:
Le echan abajo con cualquier pretexto.
Lo destierran con su constitución,
Instalan a cualquier sepulturero
En el tronco del mando y del castigo.
Y los verdugos vuelven a sus puestos
“La democracia representativa ha sido
restaurada en este pueblo”
Dijo El Mercurio en su “editorial”
Escrito en la Embajada que sabemos.
Pero esta vez las cosas no marcharon,
Y de modo interesado aunque severo
A norteamericanos y gorilas
Le salieron los tornillos en el queso,
Y con voz de fusibles en la calle
Salió a cantar el corazón del pueblo.
Santo Domingo con su pueblo armado
Sonó la inspiración de los violentos:
Tomó ciudades, campos y en el puente,
Con el pecho desnudo y descubierto,
Aplastó tanques, desafió cañones.
Y corría impetuoso como el viento
Hacia la libertad y la victoria
Cuando el texano Jhonson, el funesto
Con la sangre de muchos en las manos,
Hizo desembarcar los marineros.
Cuarenta y cinco mil hijos de perra,
Bajaron con sus armas y sus cuentos,
Con ametralladoras y cuchillos
Con objetivos claros y concretos:
“Poner en libertad a los ladrones,
Y a los demás hay que meterlos presos”.
Y allí están disparando cada día
Contra dominicanos indefensos
Como en Vietnam el asesino es fuerte,
Pero a la larga vencerán los pueblos.
La moraleja de este cuento amargo
Se las voy a decir en un momento
(no se lo vayan a contar a nadie:
Soy pacifista por fuera y por dentro)
Ahí va:
Me gusta en Nueva York el yanqui vivo
Y sus lindas muchachas, por supuesto,
Pero en Santo Domingo y en Vietnam
Prefiero norteamericanos muertos.
lunes, 27 de abril de 2020
Silvio, el capitalismo ha quedado desnudo ante esta pandemia.
De aquel encuentro, surgió un compromiso. Otorgar una entrevista para la agencia rusa de noticias Sputnik.
La pandemia de la COVID-19 brindó un marco de oportunidad propicio para explorar los tiempos que transita la humanidad y los retos colectivos que enfrentamos.

El cantautor cubano Silvio Rodríguez: "La herramienta estratégica del porvenir es el humanismo"
© Sputnik / José Negrón Valera
ENTREVISTAS
Hace dos meses, en La Habana, conocí a Silvio Rodríguez por segunda vez. La primera fue hace veinte años, cuando me regalaron un casete con su música. Ese 1999, coloqué la cinta en el reproductor y apreté el botón.
A partir de ese momento, no pasa un día en que no escuche, cante, recuerde, recomiende, toque en la guitarra una canción suya. Cecilia Todd, la maga, obró el milagro.
La historia de cómo se organizó el encuentro podría dar para una larga crónica, pero me conformo por ahora con comentarles que tuve el privilegio de asistir al concierto de su esposa, la flautista Niurka González, y de allí, a que me guiara por las calles de La Habana Vieja, la catedral sumergida en su baño de tejas. De que me dijese, señalando el letrero de Floridita, "tú que eres escritor, aquí es donde Hemingway gustaba tomar su trago de ron".
Fuimos al Museo Nacional de la Música y disfrutamos de la maravillosa voz de Cecilia. Luego cenamos, hablamos de la victoria del pueblo sirio, de la lucha que se libra en Chile. Tuve la dicha de que se uniera a la conversa, Vicente Feliú. Contó del abrazo colectivo que sentía cada vez que iba a Argentina. De cuando Vicente se comió, él solo, una inmensa torta de chocolate, cosa que aún recuerda la mamá de Silvio.
Vi sus ojos humedecerse al relatar la historia de un guerrillero nicaragüense, cuyo último aliento fue para evocar una de sus canciones. Luego, como si aquello no hubiese sido suficiente, me llevó a través de la noche habanera y vimos el malecón. Hablamos sobre el significado de Casiopea y le expuse la teoría que tenía.
"Me gusta cuando la gente interpreta como quiere mis canciones. No busco explicarlas. Ellas son lo que la gente quiere que sean", dijo.
Cecilia bromeaba con él y decía que Silvio era el unicornio. Él reía también y daba detalles de cómo se le ocurrió la canción.
Dejamos a Cecilia en su casa y luego seguimos hacia Marianao. Quería absorber todo lo posible, que la mente siempre tan traicionera tatuara en mi alma ese momento. Cuando me dejó frente a la puerta de la residencia, me dio la mano y me dijo "te voy a leer". Yo solo pude mirarlo, darle las gracias y repetirle "eres la banda sonora de mi vida".
De aquel encuentro, surgió un compromiso. Otorgar una entrevista para la agencia rusa de noticias Sputnik.
La pandemia de la COVID-19 brindó un marco de oportunidad propicio para explorar los tiempos que transita la humanidad y los retos colectivos que enfrentamos.
— Silvio, el capitalismo ha quedado desnudo ante esta pandemia. Se ha visto impotente para dar respuesta a millones de mujeres y hombres alrededor del mundo. Ahora son Cuba, China, Rusia quienes salen de sus fronteras para dar una mano a la humanidad. ¿Estamos en presencia de un cambio de época o de un reacomodo? ¿Crees que como en tu canción, la era está pariendo un corazón?
— Al menos yo, me siento en presencia de una gran incógnita.
El corazón que paría la era a la que canté hace más de medio siglo era el descubierto por hombres que, después de ganar una guerra revolucionaria, renunciaron a sus cargos y comodidades para, con una humildad desconcertante, volver a situarse en primera fila, otorgándole a la lucha armada virtudes que la realidad después mostró como circunstanciales.
Cuando el Che y sus compañeros se fueron yo estaba pasando mi servicio militar. En aquellos momentos (1964-1965) yo no entendí la idea del internacionalismo. Me parecía que en Cuba había demasiado que hacer y consolidar para marcharse, aunque fuera con tan elevados propósitos. Sin embargo, el fracaso de la experiencia boliviana y la muerte de tantos buenos hombres, me hizo querer ser como ellos. Así es, a veces, la juventud: capaz de sacar lecciones de las hormonas, más que de los hechos.
— Se dice que los poetas, los músicos, escritores y artistas tienen la capacidad de adelantarse a los acontecimientos, por esa intuición que poseen. Muchas veces el tiempo termina dándoles la razón. ¿Cómo imagina el mundo postpandemia? ¿Qué debemos aprender de este momento que vivimos? ¿Podremos ser 'un tilín mejores'?
— Es obvio que la pandemia ha hecho aflorar deficiencias, a nivel humano, del sistema llamado liberal, cuya divisa es privatizarlo todo. Es obvio que en muchos aspectos le está yendo mejor a países con Estados fuertes. Pero no creo que esa reflexión vaya a cambiar las mentalidades y mucho menos los intereses creados que suelen mover al mundo. No es que niegue que vayan a quedar cosas positivas. Una fuerte corriente de pensamiento progresista se está manifestando en temas como la desigualdad, y el maltrato al planeta, lo que sin duda es positivo y espero que al final tenga su peso. Aunque sería bien raro que una pandemia lograra transformar el mundo. ¿Dónde quedarían tantos pensadores, tantas doctrinas, tantos ejemplos?
Yo creo que lo peor del mundo, resulte lo que resulte, va a tratar de seguir siendo como era. Falta por ver la conciencia, la fuerza que van a generar las muy evidentes deficiencias de los sistemas.
Yo creo que lo peor del mundo, resulte lo que resulte, va a tratar de seguir siendo como era. Falta por ver la conciencia, la fuerza que van a generar las muy evidentes deficiencias de los sistemas.
— La guerra simbólica que Estados Unidos ha desatado durante el último siglo llevó a la gente a pensar que su sociedad y valores eran el modelo a seguir. Pero, a pesar de las pruebas, de las dolorosas imágenes que vemos por televisión y que reflejan a personas que no pueden pagar el tratamiento contra la COVID-19, parece difícil hacer despertar a la gente de este sueño donde Hollywood luce como gran altar intocable de las fantasías humanas. ¿Cómo podemos hacer frente a esta batalla por el imaginario colectivo? ¿Qué herramientas debemos utilizar los modelos distintos para no quedarnos rezagados en este nuevo siglo? ¿En qué hemos fallado, de ser este el caso?
— Nada y mucho menos nadie es lo suficientemente poderoso para enfrentar tantos retos solo. Diversos grupos y personas deberán seguir trabajando. Los complejos de superioridad y desmanes de algunos países son parte de una naturaleza, de una cultura. Nada de eso se va a abolir por decreto, porque no sólo creen en ello quienes mandan, también están convencidos muchos de los que son mandados.
Por otra parte, con la internet y la comunicación generalizada han aflorado opiniones que antes quedaban en los hogares, en las esquinas, en los vecindarios. Muchos jubilados, sobre todo los que ocuparon cargos de responsabilidad, están en el mundo virtual dando opiniones. A mí me abruma a veces tanta información, tantas personas diciendo cómo debieran ser las cosas. Ante esa avalancha incontenible me siento una partícula minúscula, un soplo de nada. Entonces tiendo a abrazarme a lo elemental, a lo esencial. Creo que debemos tratar a los demás como nos gustaría ser tratados. La herramienta estratégica del porvenir es el humanismo, no hay nada mejor. El fallo consiste en alejarse de las verdades elementales, que suelen ser útiles incluso para tratar temas complejos.
— ¿Cómo está sobrellevando Silvio Rodríguez esta Cuarentena? ¿Está leyendo algo? ¿Componiendo, quizá? ¿Tiene alguna recomendación literaria o musical a quienes nos leen? ¿Una película tal vez?
— Estoy como me gusta estar: en familia. Por supuesto que con muchas tareas pendientes. Estoy llevando al pentagrama alguna música. Eso es grato y es trabajo. Por supuesto que estoy leyendo cosas. Ahora mismo, "Algo más en el equipaje", unos cuentos de [Ray] Bradbury. Volví a ver una película profética de Steven Soderbergh: "Contagio". Es de 2013 y describe paso a paso lo que nos ha sucedido en los últimos meses. También riego las matas, trato de caminar lo más posible. Lo que más me angustia es que no seamos capaces de aprender. Una pieza triste con forma de rondó.
— Tal como se lo dije en la Habana, "eres la banda sonora de mi vida". Si ves los miles de comentarios que le escriben a tus videos en la red social Youtube, puedes darte cuenta de que podría ser esa una frase adecuada para millones de personas alrededor del mundo. Hay un comentario que leí en Youtube que quería transmitirte: "Me enamoré con los temas de Silvio, en los 80. En Valparaíso y Santiago de Chile eran casetes de oro. Estaban prohibidos por la dictadura, pero igual los escuchábamos, los regrabábamos. Silvio nos acompañaba en nuestras limitaciones juveniles bajo un régimen fascista. ¡Cuántas vivencias hermosas, asociadas a vuestra compañía!". ¿Qué sientes cuando alguien se te acerca y te dice que su música le ha cambiado la vida? ¿Cuál es la historia que más te ha marcado en este sentido?
— Lo primero que hay que comprender es que cuando alguien lleva más de medio siglo en un oficio, es difícil no tener algo que contar… En eso, la música es una privilegiada, por los acercamientos que propicia. No me ha sido posible guardar todo lo que recibo, pero tengo cartas, fotos, dibujos, libros y un largo etcétera afectivo que la generosidad humana me ha ido obsequiando a lo largo de la vida.
La canción es una de las artes que más vínculos logra, por ser capaz de acompañar en cualquier circunstancia: un viaje, una enfermedad, un amor, una pérdida, un miedo, una felicidad… Las canciones tienen esa virtud, y además pueden ser reproducidas, si no en la voz, sí en la memoria de cualquiera. Ese don vincula a los autores con historias personales y colectivas de diversas magnitudes. Es milagroso ser parte de la vida de tanta gente, es un obsequio lleno de significados.
La canción es una de las artes que más vínculos logra, por ser capaz de acompañar en cualquier circunstancia: un viaje, una enfermedad, un amor, una pérdida, un miedo, una felicidad… Las canciones tienen esa virtud, y además pueden ser reproducidas, si no en la voz, sí en la memoria de cualquiera. Ese don vincula a los autores con historias personales y colectivas de diversas magnitudes. Es milagroso ser parte de la vida de tanta gente, es un obsequio lleno de significados.
— Eres un latinoamericano de alcance mundial. En tu recorrido has conocido a otros personajes con alcance
semejante. Le preguntaré por dos: Hugo Chávez y Fidel Castro. ¿Qué recuerdas de ellos?
— Desde los 90 he sido cada vez más reacio a salir. Conocí a Chávez porque Fidel me convenció de ir a Venezuela a hacer un concierto. Recuerdo que se lo dije a Amaury Pérez y a Carlos Varela, que se sumaron con entusiasmo. Chávez tuvo la gentileza de recibirnos, e incluso se sentó a comer con nosotros. Tuvo el detalle de invitar a unos músicos que cantaron con arpa, cuatro y maracas, recordándome una antigua mañana en que estuve en San Fernando de Apure, en casa del Indio Figueredo. Aquella noche en Miraflores nos sirvieron hallacas, que yo no había comido, y me gustaron tanto que me serví de nuevo. Llegué vivo al día siguiente de milagro. Deshecho en menudos pedazos participé de aquel concierto. Fue un infortunio.
© AP PHOTO / AP PHOTO
La segunda vez que estuve por allá, fue durante un revocatorio. Había gente de muchos países; recuerdo a mi amigo Roy Brown, cantor puertoriqueño. Esta vez me cuidé de comer hallacas y pude cantar algo mejor. Hasta que el mismísimo Chávez se subió al escenario y dijo que, aunque la gente no lo sabía, él y yo teníamos un duo —Silvio y Hugo, dijo—, y que allí íbamos a hacer nuestra rutina. Me miró y empezó a recitar un hermoso poema sobre [Simón] Bolívar, y yo a seguirlo con la guitarra, acompañándolo como podía, y así continuamos durante un largo rato. La gente estaba enloquecida.
Chávez, además de su corazón generoso, tenía un gran talento histriónico. Era un hombre muy carismático. Lo de aquella tarde fue uno de los eventos más insólitos que me ha tocado vivir sobre un escenario; rotundamente inolvidable.
— Su producción creativa, poética y musical, está marcada por los momentos históricos. Pueden verse retazos en ellos que nos hablan de los acontecimientos vividos en Latinoamérica y el mundo. Las denuncias imperialistas en países como Nicaragua, Chile y la propia Cuba. Pienso en su canción 'Cita con Ángeles' que parece ser un compendio de sus angustias, pero también de admiración por personajes que lucharon por el bienestar de la humanidad. ¿Cuál sería la canción de estos tiempos?
— Eso mismo me gustaría saber a mí.
— Se suele marcar el martes 13 de junio de 1967 como su 'debut musical', en el programa de televisión Música y estrellas. Cincuenta años después a usted se le sigue escuchando, recomendando, así como se hace con Los Beatles. Personas de 70 y 80 años lo escuchan con la misma pasión que estudiantes universitarios de 20 años. ¿A qué cree que se deba este fenómeno?
— Efectivamente, yo debuté un martes 13 (ni te cases ni te embarques, dicen en Cuba sobre ese día). Yo iba a ser dibujante. A los 15 años empecé a trabajar en el semanario Mella, inicialmente órgano de la Juventud Socialista, y hasta los 20 estuve dibujando en las revistas Venceremos y Verde Olivo, publicaciones militares. Pero me encontré con la guitarra y me enamoré. Lo cierto es que el instrumento me entretenía más que la gráfica. Era un mundo que me tentaba desde niño; de pronto se me abrió la oportunidad y me perdí en él.
© FOTO : PIXABAY/NIEKVERLAAN
Yo también me pregunto el porqué de esa secuencia temporal; para mí también es un misterio. Pero viendo cómo se comportan esas cosas, recuerdo que nunca me interesó hacer canciones muy a la moda; es decir, para hacerme fácilmente de un público. Algunos de mis contemporáneos me veían raro, y no me lo decían para herirme sino porque les llamaba la atención que me aferrara a aquella forma personal, pudiendo ser más popular de otra manera… Lo cierto es que cuando empecé a tocar la guitarra ya yo leía literatura, tenía nociones de historia del mundo y del arte, precariamente, pero manejaba algunos criterios. También era un adicto a la música llamada clásica. Puede que todo esto haya tenido que ver con la decisión de explorar caminos propios, con intentar no ser mimético, con la disciplina de escuchar la música con sentido crítico, incluída la propia, y con el deseo de no parecerme a nadie, ni siquiera a mi mismo.
— ¿Hacia dónde va Silvio Rodríguez? ¿Hay algún país al que desee volver? ¿Algún proyecto del que pueda darnos un atisbo?
— Tengo la tentación de responderte que no me queda más remedio que ir hacia la cuarta edad… Si no te parece demasiado humor negro (aunque a mí me gusta el humor, sea del color que sea)… Sinceramente, es formidable viajar, ver el mundo; se adquiere un tamaño de bola, se aprende mucho. Aún me gustaría ver Grecia, Egipto, Japón, al menos un pedacito de India; me gustaría ver Madagascar y pasar por el Cabo de Buena Esperanza. Me gustaría ver Perito Moreno. Me gustaría —mucho— ver Machu Picchu, el Gran Cañón, las cataratas del Niágara (aunque estuve en Iguazú). Pero me temo que no me va a alcanzar el tiempo para ver todo lo que me gustaría. Y no es que sea conformista, pero me parece que soy un afortunado que ha podido ver mucho. Así que mi más preciado proyecto ahora mismo es poder seguir trabajando en el estudio cuanto antes, para terminar algunos discos que tengo empezados. Entre ellos, uno con el grupo Diákara, de hace casi 30 años. Y otros muchos temas que he estado grabando después y que tengo que terminar de mejorar y/o editar. Sin contar los que se me ocurren constantemente.
Ahora mismo, en la pandemia, pienso sacar un disco virtual de canciones a guitarra: diez u once temas que, en conjunto, se va a llamar Para la espera. Habrá una canción dedicada a mi amigo Eduardo Aute: Noche sin fin y mar.
Ahora mismo, en la pandemia, pienso sacar un disco virtual de canciones a guitarra: diez u once temas que, en conjunto, se va a llamar Para la espera. Habrá una canción dedicada a mi amigo Eduardo Aute: Noche sin fin y mar.
— ¿Hay algo de lo que se arrepienta? ¿Algo que haría distinto de poder volver el tiempo atrás?
— Es curiosa esa pregunta, porque me hace recordar que cuando joven analizaba mis etapas anteriores con mucha severidad, dando por sentado que no iba a volver a incurrir en tal o más cual defecto… Es bueno ser autocrítico, y hacer retrospectivas ayuda mucho, aunque también debiéramos ser capaces de anticiparnos, de asumir valores sólidos como espina dorsal de una conducta deseable.
Jamás me arrepentiré de haber tenido sentimientos de piedad, de comprender que cada ser humano puede sufrir las mismas angustias y tragedias. En consecuencia, no me es posible renunciar a la defensa de mi conglomerado humano, o sea, mi país.
Por ser parte de ese todo, cualquier impertinencia extraña me ofende el albedrío, mi soberanía, que tampoco es magnífica, porque somos un pueblo que a duras penas se ha podido desarrollar en algunos sentidos. Si yo tuviera alguna diferencia con quienes me gobiernan, sería entre ellos y yo. Nadie tiene derecho a meterse en eso. Mucho menos quienes van por el mundo como si todo les perteneciera. No soporto a los hipócritas que afirman que las sanciones a Cuba son contra su gobierno. Ahora, durante la pandemia, cubanos incluso de Estados Unidos les han pedido que tengan piedad con el pueblo de Cuba. Pero son sordos al dolor ajeno los que tanto hablan de Dios.
Ellos saben que si un gobierno se mantiene es porque un pueblo lo permite —es imposible de otra forma—, por eso llevan 60 años haciéndonos la vida imposible, para que sepamos el precio. Es un tópico del humanismo universal estar contra la tortura. Pues todo un pueblo, el cubano, lleva más de seis décadas siendo torturado por un vecino poderoso y abusador. Aclaro que aunque tenga opiniones, aunque puntualmente esté a favor de unas cosas y rechace otras, nunca he tenido la más mínima tentación de dedicarme a la política. Y que no soy nada complaciente con nuestra realidad.
— ¿Cuál es su mensaje para el mundo, para quienes resisten a esta pandemia, y también a las amenazas de un sistema que no permite que los pueblos decidan su propio destino?
— Mi mensaje es como el montuno de los sones: reiterativo. Tratemos al prójimo como queremos ser tratados. Si no respetas, no rezongues cuando no te respeten. Como dicen por allá, por Mayarí: que lo que me deseas tengas.
Decirlo así es mi forma de mirar al futuro con optimismo.
MONTES ARACHE, EL TERROR DEL INVASOR YANQUI
MONTES ARACHE, EL TERROR DEL INVASOR YANQUI EN GUERRA DE ABRIL 1965,RD
Difícil atrapar en párrafos una personalidad tan memorable, legendaria y deslumbrante, como la del jefe de los Hombres Rana del Abril de este 1965
En el complicado rompecabezas de la Revolución Constitucionalista de Abril de 1965, que fue una realidad fragmentada diversamente, el vicealmirante Manuel Ramón Montes Arache, comandante de los Hombres Ranas, de temperamento serenamente enérgico, dueño de una confianza sosegada, cultor meticuloso de su espíritu despojado del deseo de gloria, era un comandante que se colocaba a la cabeza de sus tropas y que, in situ, provocaba fuertes reacciones admirativas.
Manuel Ramón Montes Arache y sus hombres ranas gozaron de una buena fama, de una opinión generalizada, valga decir, de una reputación de buenos guerreros, de comprobada valentía, de audacia y eficacia en los combates, atemorizantes para sus enemigos. En fin, ganaron su reputación a través de la acción porque es que, como dijera Baltasar Gracián “La verdad generalmente se ve, raramente se escucha”.
Y ese poder persuasivo de la verdad combativa los transformó en símbolo, en algo que se explica solo, sin necesidad de detallarlo.
El comandante Manuel Ramón Montes Arache y sus Hombres Ranas fueron los dueños de su propia imagen todopoderosa porque a la vez que atrajeron la atención por su vestimenta negra, simbólica y distintiva, su destreza al combatir y sus dotes de supermanes, según la imaginería popular de entonces, habían desarrollado un sentido de grupo y, más allá de éste, de equipo, una afinidad colectiva, cuyos integrantes giraban alrededor del eje central, su comandante Manuel Ramón Montes Arache, no infestados por el gusanillo del individualismo divisor.
Al retrotraer los detalles de aquellos días procelosos de la conspiración, nos encontramos con su reacción tardía a favor del retorno a la constitucionalidad en razón de que estaba circunscrito a lo puramente castrense, alejado de la política, pero que una vez eslabonado por el recio coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó a la conspiración redentora, no vaciló en el momento crucial, el 25 de abril, en una reunión de urgencia del Estado Mayor en la Jefatura de la Marina de Guerra. Su superior, el Comodoro Francisco Rivera Caminero, abrió la reunión pronunciándose a favor de una Junta Militar Provisional y luego solicitó la opinión de los presentes. Después que el doctor Porfirio Torres Tejeda, dentista de Rivera Caminero, fuera obligado a salir de la reunión porque opinó contra la integración de una Junta Militar Provisional, le tocó el turno a Manuel Ramón Montes Arache, quien dijo, con la absoluta seguridad de quien se sabe en lo correcto:
-Creo que los militares debemos de mantenernos en nuestros puestos y dejarle el gobierno a los polìticos.
Disuelta la reunión conversó francamente con su superior. Al reiterarle su posición y levantarse para irse, aquel casi le gritó:
-Tù eres un hombre viejo, tù sabes lo que haces, allá tú.
Pero cuando sus ex alumnos hombres ranas, algunos de los cuales constituían la seguridad del recinto, le dijeron que estaban con él, Manuel Ramón Montes Arache les dijo que se iba solo. Oigan eso, irse e irse solo, quien, por lo demás era en esos momentos cruciales Jefe de Artillería y Defensa de Costa. Su conducta torpemente fiel encajaba en la filosofía varonil de los tiempos caballerescos que le había inculcado su papá, el español Eugenio Montes Martínez, ex marinero militar, quien, al enterarse de que su hijo había escogido la carrera militar, le dijo con aire sentencioso de papá consejero:
-Nunca te olvides que a más rango, más responsabilidad con tus hombres y como militar sólo serás un sirviente de tu patria.
Manuel Ramón Montes Arache asumió, más que una responsabilidad, cierto grado de identificación y compenetración con sus subalternos evitando así lo que para esos años era común: que altos oficiales transgredieran lo aceptable y se comportaran más que acremente ante cualquier falta de sus subalternos, como si sus rangos superiores les otorgaran el derecho a la humillación constante.
Montes Arache y hombres ranas: una sola sombra
He aquí que al día siguiente de su partida sus hombres ranas, luego de eludir una orden de confinamiento en alta mar, y en medio del fragor inicial de la revolución, se presentaron ante su antiguo comandante en la esquina de la Independencia con Pina. El sargento Pedro Germán Ureña Ovalle dio dos pasos adelante, se cuadró militarmente y dijo:
-Señor, la Escuela de Comando de Hombres Ranas ¡Presente!
Este hombre, de ojillos escrutadores, no había actuado hasta ese momento como una personalidad dominante ante sus hombres, sino con prudencia y observación aguda que, junto a su decisión personal, se congregaron en una habilidad provechosa. Instintivamente, en vez de coger el camino de la pugnacidad frente a su superior, dejó abierta la retirada como si leyera en el destino inmediato el desenlace.
Había en él, y en todos sus hombres, y en la generalidad de los iniciadores y continuadores de aquella gesta, un guerrero dormido. Desde el 29 de Noviembre de 1926, cuando viene al mundo en San Pedro de Macorís, hasta 1945, cuando a sus 19 años ingresa a la Marina de Guerra, sabía de la guerra y del guerrear por los juegos de niños y mozalbetes y por lo que decían las noticias sobre el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Y a partir de aquí hasta que estalla la revolución había jugado a la guerra con cañones, fusiles, morteros, aviones, barcos; torpedos, balas y dinamita, una de cuyas cargas explotó en su mano derecha, un 15 de mayo de 1961, siendo trasladado a España para su curación, regresando al país empujado por el halo del destino, en julio de 1963.
Fue la Batalla del Puente Duarte la primera gran prueba para él y sus hombres en una guerra de `a verdad` junto a quienes habían hecho muchas veces la guerra de a verdad en Abisinia, en Argelia y otros lugares, el italiano Illio Capozzi y el francés Jean Pierre André de la Riviere, ambos muertos en combate posteriormente.
Manuel Ramón Montes Arache y sus ranas, enfundados con la noche, con sus pantalones y camisas negros ceñidos a sus cuerpos, desde esa vez derivaron en la simbología del combate, con una fama en despliegue, ganada a través de la acción, que se acrecentó durante los ataques despiadados de los invasores los días 15 y 16 de junio y con gran impulso después de estas refriegas patrióticas. Como algo mágico les surgió un aura de misterio poderoso, alimentado por rumores y decires sobre sus hazañas. Y sabemos que en las contiendas bélicas este tipo de misterio poderoso engrandece a los ya elegidos como los preferidos.
En una conjugación preceptiva maestra el pueblo, y su avanzada en combate, y los propios invasores, se unieron para colocarlos en el punto más alto sobre el escenario de la revolución; y para que se comprenda este concepto baste recordarles a los presentes que vivieron los días finales del conflicto que al levantarse el cerco y luego de penetrar a nuestra zona las tropas invasoras, sus oficiales, sargentos y demás les solicitaban autógrafos al comandante Montes Arache y a sus hombres ranas. Y por todo lo dicho y más, nos resulta difícil personalizar al comandante al margen de sus hombres y a estos separados, al margen suyo, porque en la personalización está la desmembración. Ellos, todos, eran uno: su comandante y ellos, y el uno conjugado, su comandante, se revertía en todos. Y aún lo son.
Su irradiación nos permeó a todos durante aquellos días difíciles. Surgió una “ranamanía” que se esparció entre los combatientes. En la Avanzada A de San Carlos, donde me tocó combatir, en el comando Armando Aybar, de la Escuela Brasil, y en otros más, algunos combatientes vestían de negro y a uno que otro le llamaban o Montes Arache o rana o ranita. Querían disparar como ellos; subir a las azoteas en escaleras humanas, como ellos; ranear velozmente, como ellos; clavar cuchillos a distancia, como ellos; correr en zigzag, como ellos; usar Richer negros, como ellos; y comportarse como protectores de la gente en las postas de su zona, como ellos.
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grabar Tribuna Democrática con Rafael Moya, Plinio Vargas y "el joven y fogoso" Peña Gómez. Era la casa que le cedió Don J. A. Brea Peña, en la Ave. Independencia y que luego alojó El Sol cuando Gómez Pepín era su director y el poeta Ayuso Jefe de Redacción.
Es una pena que Ilio Capozzi no sobreviviera para contar detalles sobre los orígenes de este grupo que se ganó su puesto en la historia.
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