Utilidad de la historia social y política dominicana
Es encomiable y a la vez osada la tarea emprendida por la Academia Dominicana de la Historia, bajo la coordinación del laureado historiador Roberto Cassá, para resumir en seis tomos, mediante un enfoque multidisciplinario la historia del pueblo dominicano. A pesar de que no han visto la luz estas obras de una forma secuencial, se pueden estudiar por períodos, seguro de que tienen un hilo conductor que concatena los eslabones de hechos relevantes en el desarrollo de República Dominicana. Al poner en circulación el cuarto tomo, titulado Advenimiento de la modernización (1880-1930) se nos ha dado la oportunidad de reforzar el criterio de que el devenir histórico de los pueblos tiende a moverse en forma de una espiral ascendente. Para el beneficio de algunos amables lectores que carecen del tiempo para dedicarse a estudiar el contenido de la obra, daremos algunos ejemplos de situaciones que se dieron en las dos últimas décadas del siglo XIX versus episodios sucedidos en las dos primeras décadas del siglo XXI.
En el capítulo 4, titulado “Ulises Heureaux, el dictador de la modernidad positivista”, escrito por la presidenta de la Academia, MU-Kien Adriana Sang, leemos: “Desde su nacimiento, el Estado dominicano padeció de una crisis financiera endémica. La reciente nación se caracterizó por las luchas internas entre los caudillos y la pobreza sorprendente del fisco. Los gobiernos legales o ilegales que asumieron el control del Gobierno dominicano surgido del grito de libertad el 27 de febrero de 1844 tenían un común denominador: la falta de dinero. Para solucionar esta carencia permanente de fondos, los presidentes de turno utilizaron tres mecanismos: la emisión de dinero sin respaldo; los bonos o vales del Estado, que cada vez estaban más desprestigiados; y los préstamos a nacionales o a extranjeros. En el siglo XIX Buenaventura Báez y Ulises Heureaux fueron los presidentes que más arruinaron al fisco. El líder rojo, Báez, fue uno de los que utilizó la emisión de inorgánicos, y fue también el primero en endeudar el país a empresas internacionales… Ulises Heureaux heredó este estado calamitoso, y lo agravó aún más con el costo de su aparato político, que era costoso no solo en los planos humano y moral, sino también financiero. La política del dictador de mantener una élite en la administración pública con el privilegio de utilizar sus posiciones para beneficio personal; el uso de dádivas económicas para comprar lealtades en la población; y finalmente el uso personal de los recursos del Estado, agravaban la situación de ruina que padecía el Estado”.
Completando los dos primeros decenios del presente milenio la definición de nación, Estado, soberanía e independencia ha de buscarse en el diccionario virtual de la ficción, validando la concepción del médico, sociólogo y político dominicano Juan Isidro Jimenes Grullón, quien tituló una sus obras: “La República Dominicana, una ficción”. Ayer, manos extranjeras se adueñaron de nuestras aduanas y luego pasaron a ocupar militarmente nuestro territorio, dejándonos como herencia 31 años de dictadura, así como una policía financiera uniformada bajo los ropajes de Banco Interamericano de Desarrollo y Fondo Monetario Internacional. Los sueños del pasado siguen siendo promesas para el futuro; el porvenir se ve más lejos. Se curan los ricos y se alivia la clase media, en tanto que son más los pobres que mueren.
La historia política dominicana enseña que se trata de un cuento que no tiene fin.
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