MORAL Y LUCES

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domingo, 30 de marzo de 2014

Eduardo Punset y yo

Por 
j.silie[@]hoy.com.do






Don Eduardo Punset, el autor más leído de España, es un prominente científico español que hace unos días nos visitó. Es un facilitador del aprendizaje de las ciencias, labor por la que le profeso admiración: soy de su “escuela”, me declaro ser un difusor militante del conocimiento científico.
Con obras que buscan desde explicar de una manera digerible las complejidades cerebrales hasta el “Sueño de Alicia”, una apasionante historia sobre la vida y la ciencia en la que reúne el legado científico y humanístico de personas sabias, Punset tiene la osadía de romper barreras y develar conocimientos que creíamos imposibles y que logran sumergirnos en la arqueología de las emociones e iluminar habitaciones secretas de nuestra mente.
Durante el deleitoso almuerzo que tuvimos con él en la casa de Gobierno conversamos sobre la trascendencia de – y la importancia capital que tiene – que cada uno de nosotros conozca su “elemento” y tenga el control del mismo.
En su obra “Viaje al optimismo” don Eduardo nos da una explicación de lo que es nuestro elemento, lo que él considera que debemos fortalecer y cita a Confucio, quien dijo sobre el trabajo: “Si te apasiona, te encanta y encima te da bien, nunca vuelves a trabajar, porque vives la vida que te corresponde vivir”. Yo diría que nosotros tres: Confucio, Eduardo Punset y yo creemos que sería más creativo prodigar una intensa pasión en el trabajo que ya no hiciera falta distraerse.
Él considera que ese será otro rasgo del próximo siglo al que deberán adaptarse no sólo los recién nacidos, sino también las instituciones que intentan modular el comportamiento social. Se trata del reaprendizaje de lo que es la creatividad, no solo en el arte sino en todos los aspectos de la vida. Doy fe, de que es muy placentero cuando uno encuentra su “elemento”.
Apoyo sus juicios de que “la intuición” es lo que nos hace distintos del resto de los animales. La definición moderna de la inteligencia sostiene que “es la capacidad de representar mentalmente un escenario determinado, porque sólo ese poder de representación mental permite configurar el pasado como predecir el futuro”. La primera condición de la inteligencia humana es, por supuesto, la flexibilidad necesaria para poder cambiar de opinión.
Comentamos su obra “El viaje de la felicidad”, con respecto a la cual don Eduardo nos dijo a los comensales presentes en el refinado almuerzo, que muchos creemos que todo tiempo pasado fue mejor; él no comulga con esa idea y defiende que el futuro siempre será mejor que todo lo pasado. Al oírlo hablar me remonté al prólogo de dicha obra, donde el prolífico autor señala: “Hace poco más de un siglo la esperanza de vida seguía siendo de treinta años, lo justo para aprender a sobrevivir. La revolución científica ha desatado el cambio más importante de toda la historia de la evolución: la prolongación de la esperanza de vida, que ha generado más de cuarenta años redundantes en términos evolutivos. Por primera vez la humanidad tiene futuro y se plantea, lógicamente, cómo ser feliz aquí y ahora. La gente se ha sumergido en esas aguas desconocidas, prácticamente sin la ayuda de nadie. Ahora la comunidad científica intenta iluminar el camino de esa felicidad”.
Cuando hacemos empatía intelectual con un autor, más si es un experto en el análisis y el estudio de la construcción del conocimiento y su transformación, amén de otras coincidencias científicas, nos sentimos gratificados. ¡Encontremos todos los caminos de la verdadera felicidad!



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