Por: Darío Machado Rodríguez
Foto: Oscar Alfonso Sosa/ ACN/ Archivo.
Escuché recientemente a nuestro Presidente elogiar al pueblo espirituano no solo por su hospitalidad y generosidad, sino también por su decencia. Si alguna cualidad resume los valores de una persona es la decencia.
Decente es una palabra que según el Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, entra a esta a inicios del siglo XVI. Proviene del latín decens, /tis, participio activo de decëre, ‘convenir, estar bien (algo a alguien), ser honesto’. El Diccionario de Las Américas define decencia en su sentido figurado de este modo: “Dignidad en los actos y las palabras conforme al estado o calidad de las personas”.
Ser decente no es simplemente ser educado, y tener buenos modales. La decencia expresa algo más profundo que la instrucción, y la comunicación cordial, por más importantes que estas también son para la convivencia.
Ser decente es respetar al otro, ser sensible ante sus necesidades, no sentirse “por encima de”. Saberse en el deber de escuchar con atención es una expresión de la decencia; no querer imponer criterios también; no dar golpes bajos, no mentir deliberadamente, la decencia implica honestidad.
La decencia tiene un componente de natural predisposición personal al respeto y la consideración hacia los demás, pero ella resulta de la síntesis que reúne además la formación recibida en el seno familiar, la educación en el sistema escolar. Lamentablemente, la decencia es algo que se ve deteriorado hoy en las relaciones entre las personas. No hace falta poner ejemplos, cualquiera los tiene a mano de su propia cotidianidad.
Parte del concepto de prosperidad y bienestar implica alcanzar altos niveles de decencia en el comportamiento de toda la ciudadanía, deber de todos que requiere de la ejemplaridad en primer lugar de las personas mayores, de los maestros, de los padres, de todo el que tenga una responsabilidad social. La decencia no es incompatible con la exigencia del cumplimiento del deber ni con la defensa de los derechos y criterios de cada quien. Antes bien constituye en ambos casos un importante componente de la comunicación que favorece el diálogo y el entendimiento.
La indecencia es incompatible con la conciencia y el sentimiento revolucionarios. Ser revolucionario es también ser decente. Bienvenido entonces ese vocablo.
(Tomado de Cubaperiodistas)
No hay comentarios:
Publicar un comentario