MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

jueves, 20 de agosto de 2015

A 20 años del derrumbe de la Unión sovietica


21JUL

“”El derrumbe de la URSS tuvo una repercusión enorme en América Latina”

Un titular de Clarín, en agosto de 1991 
El pasado lunes 16 de julio la editorial Ocean Press presentó el volumen La izquierda latinoamericana a 20 años del derrumbe de la Unión Soviética, compilado por el investigador cubano Roberto Regalado. Cubadebate ofrece a sus lectores una entrevista concedida por su autor, a propósito de ese hecho.
Por Ivonne Muñiz
La editorial Ocean Sur acaba de publicar una antología titulada La izquierda latinoamericana a 20 años del derrumbe de la Unión Soviética.  En su condición de coordinador de esta obra, en las palabras de presentación, fechadas en La Habana, en febrero de 2012, Ud. explica que su elaboración había comenzado un año antes. ¿Por qué dedicarle tanto tiempo y esfuerzo a la repercusión del fracaso de un proyecto histórico que hace mucho dejó de ser referente de los procesos latinoamericanos de orientación socialista?
-Si contamos desde los primeros pasos dados para elaborar la antología hasta su salida de imprenta, el tiempo dedicado a ella fue alrededor de año y medio. En cuanto al esfuerzo, baste decir que contiene veintiún ensayos de veinte autores, organizados en dos partes: la primera, “Temas y enfoques generales”, cuenta con ocho contribuciones sobre diversas aristas que son parte de -o influyen en- la problemática de la izquierda latinoamericana en su conjunto; la segunda, “Situaciones nacionales”, incluye trece contribuciones sobre igual número de países, en los cuales se registra una destacada actividad de la izquierda, en unos casos en el gobierno, en otros desde la oposición y, en otros, con una parte de ella en el gobierno y otra en la oposición. Esos países son: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, El Salvador, Uruguay y Venezuela.
«Hacer una antología como esta es un reto porque analiza procesos en desarrollo. Por ejemplo, en uno de los países abordados, Paraguay, se produjo un golpe de Estado legislativo contra el presidente Fernando Lugo, que coloca en tensión a todas las fuerzas latinoamericanas de izquierda y progresistas, no solo por lo abominable del hecho en sí, que sin duda alguna lo amerita, sino también porque, igual que el derrocamiento de Manuel Zelaya en Honduras en 2009, es parte de una estrategia imperialista destinada a reimponer el totalitarismo neoliberal en todo el continente.
«En otro de esos países, México, donde en 1988 una gran coalición de movimientos sociales y fuerzas políticas de izquierda y progresistas marcó la pauta en la lucha político electoral por el control del gobierno nacional en la presente etapa de la historia de América Latina, esas fuerzas tendrán que preguntarse por qué razones, además del fraude recurrente contra ellas, acaban de sufrir su sexta derrota consecutiva en esos 24 años, mientras que sus pares han sido electos y reelectos al gobierno en Venezuela, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Argentina, y han sido electos, hasta el momento por una sola vez, en El Salvador y Honduras. En la antología, los lectores encontrarán análisis anticipados de uno y otro acontecimiento, pero es obvio que estamos hablando de procesos dinámicos que requieren atención constante.
«La obra sobre la cual versa esta entrevista no es una recopilación de trabajos hechos por cada autor y autora en forma independiente, sino un conjunto orgánico de trabajos solicitados por encargo, a partir de un diseño previo de lo que se quería alcanzar con ella. Incluso, a los autores de ensayos sobre temas y enfoques generales, se les dieron a conocer previamente los ensayos sobre casos nacionales, para que los incorporaran en sus análisis.
«En resumen, tanto por el tiempo como por el esfuerzo dedicados a este proyecto editorial, es obvio que Ocean Sur y todos los participantes en él coincidimos en que el derrumbe de la URSS tuvo una repercusión de primer orden en América Latina.
«La Revolución de Octubre fue el referente de todas las revoluciones socialistas del siglo XX y de la mayoría de los partidos revolucionarios que en esa centuria lucharon por el poder. Excepto en los casos del eurocomunismo -que derivó hacia posiciones reformistas- y de las corrientes antisocialistas que siempre existieron en los países de Europa Oriental -donde ese sistema social fue implantado en virtud del desenlace de la Segunda Guerra Mundial, y no por revoluciones autóctonas-, las pugnas y rupturas que ocurrieron en el movimiento comunista fueron provocadas, más por cuestionamientos a lo que cada fracción consideraba como «desviaciones» de las dirigencias soviéticas posleninistas, que por una concepción de sociedad socialista diferente al prototipo de partido-Estado y economía burocráticos, monopolizados por una casta dirigente enajenada del sentir, el pensar y los intereses del pueblo al cual decía representar, que empezó a construirse en la Rusia bolchevique debido a circunstancias históricas adversas, y que, pese a todos los esfuerzos para evitarlo hechos por Lenin en medio de su enfermedad durante sus últimos meses de vida, luego Stalin impuso como la supuesta encarnación de la sociedad socialista concebida por Marx y Engels, y el propio Lenin.
«El “modelo único” de Estado y sociedad socialista impuesto por Stalin fue “aplicado” en todos los países que asumieron la identidad socialista en el siglo XX, sobre la base de que solo era necesario hacerle adecuaciones secundarias para adaptarlo a cada realidad nacional. Los conceptos de “modelo único” y “aplicación”, junto con el contenido y la forma del “modelo” en sí, que ya a esas alturas eran impugnados en forma generalizada, son los componentes del esquema de “socialismo real” que la izquierda latinoamericana enterró, en forma definitiva, a raíz de la crisis terminal de la Unión Soviética y el bloque europeo oriental de posguerra.
«Hoy está claro que no se trata de hacer “remakes” de la Revolución de Octubre en condiciones que son muy distintas a las de la Rusia de 1917, sino de emplear de manera creativa el método de Marx, tal como lo hizo Lenin, para llegar a conclusiones propias sobre cómo deben ser las revoluciones socialistas, los Estados socialistas y las sociedades socialistas en la América Latina del siglo XXI. Para ello, hay que sepultar los vestigios del “marxismo oficial” soviético.
«Precisamente, debido a que la Revolución de Octubre dejó de ser referente de los procesos latinoamericanos de orientación socialista, es que hay que partir del derrumbe de la URSS para hacer el balance de lo ocurrido desde entonces: porque se trata del balance de en qué medida se ha logrado o no repensar qué es el socialismo y cómo se construye.
«Entre las interrogantes hoy planteadas a la izquierda latinoamericana, resaltan: ¿cuáles son los sujetos sociales revolucionarios? ¿Cómo formar el bloque social revolucionario con esos sujetos? ¿Cómo construir la unidad en la diversidad dentro y fuera de ese bloque? ¿Cuál es el programa, la estrategia y la táctica para acceder al poder? ¿Cómo combinar la defensa del poder con el ejercicio de la democracia socialista? ¿Cómo romper con el sistema imperialista de dominación múltiple? ¿Qué papel desempeñan el internacionalismo, la unidad y la integración de los pueblos?
«En esencia, el tiempo y el esfuerzo dedicados a esta antología son apenas una modesta contribución a ese repensar el socialismo que es consustancial a la vida y la obra de Mariátegui y el Che, y que deviene la gran tarea de la izquierda latinoamericana desde que estalla la crisis terminal del “socialismo real”, a mediados de la década de 1980».
¿Qué lugar ocupó el referente soviético en la etapa histórica abierta por el triunfo de la Revolución Cubana?
El referente soviético se desdobló en América Latina el transcurso del siglo XX. Por un lado, los partidos comunistas asumieron que el prototipo de partido Estado soviético era la encarnación del “socialismo realizado”. Por el otro, tras el fracaso de las revoluciones europeas y china en la década de 1920, y en virtud del creciente auge del fascismo, esa Internacional orientó a sus miembros aplicar la estrategia de frentes amplios electorales. Esta estrategia les permitió a los partidos comunistas de América Latina abrirse espacios legales de lucha política y social, pero a expensas de alejarse de la revolución violenta mediante la cual conquistó el poder el Partido Bolchevique. Peor aún fue su situación desde el estallido de la guerra fría, debido a que siguieron aferrados a los intentos de construir frentes amplios electorales, cuando en la casi totalidad de los países -quizás con relativa moderación solo en los casos de Chile y Uruguay-, a partir de ese momento lo hicieron sometidos a una feroz represión que cerró aquellos espacios legales que, de modo circunstancial, habían ocupado en la etapa inmediata anterior.
«En una situación continental en la que el acceso de la izquierda al gobierno estaba vedado, más aún para la izquierda marxista y leninista, fue que se produjo el desdoblamiento mencionado: la Revolución Cubana, cuya principal fuerza político militar, el Movimiento 26 de Julio, no provenía de una matriz comunista y no practicaba la estrategia de frentes amplios, proclamó su carácter socialista poco más de dos años después conquistar el poder y, en la década de 1970, moldeó su sistema político y económico de acuerdo con el referente soviético. A esto es a lo que me refiero aquí con el término “desdoblamiento”: a que una fuerza política no tradicional y que accedió al poder mediante una forma de lucha que tampoco lo era, asumió el referente soviético y lo proyectó hacia el resto de América Latina.
«Pero ubiquémonos en aquel momento. En la América Latina de las décadas de 1960, 1970 y 1980 se registra un auge de las luchas sociales y políticas. Hubo flujo y reflujo de la lucha armada revolucionaria, hubo una coalición de fuerzas de izquierda y progresistas que llegó al gobierno en Chile mediante la competencia electoral, y hubo gobiernos militares progresistas en Perú, Panamá, Bolivia y Ecuador. La lucha armada revolucionaria la emprendieron hombres y mujeres, en su mayoría jóvenes, que en el momento de iniciarse en ella, por lo general, tenían más conciencia social que formación política. Los corazones y las mentes de esos hombres y mujeres los disputaba un amplio abanico de corrientes ideológicas: comunistas, socialistas, socialcristianas, nacionalistas revolucionarias o peronistas (en el caso de Argentina), por una u otra de las cuales fueron optando y, al hacerlo, en el fragor del combate y en su proceso de formación como militantes, desarrollaron sus respectivas visiones sobre la nueva sociedad a construir.
«Hechas las salvedades anteriores para enfatizar la diversidad de objetivos y formas de lucha popular existentes en América Latina entre las décadas de 1960 y 1980, vale decir que, en efecto, en sentido general, la Revolución de Octubre era el referente de las luchas latinoamericanas por el socialismo. Ello obedece, como ya se dijo, en primer lugar, a la labor de los partidos comunistas y, en segundo, a que la Revolución Cubana, principal fuente de inspiración de la lucha armada esa etapa, lo asumió como tal.
«La mayor parte de los movimientos revolucionarios político militares latinoamericanos de los años sesenta, setenta y ochenta nacieron bajo el influjo de las ideas de Fidel y el Che. Pero, incluso los que poseían otras identidades socialistas, como las corrientes insurreccionales maoístas y trotskistas, no obstante pertenecer a vertientes enfrentadas entre sí del ya escindido movimiento comunista, tenían en común el paradigma de la Revolución de Octubre, por lo que es correcto decir, tal como se hace en la primera pregunta, que la experiencia soviética original era el referente del socialismo latinoamericano».
¿Qué impacto tuvo el derrumbe en América Latina?
El derrumbe de la URSS es el catalizador del cierre de la etapa de la historia de América Latina abierto por el triunfo de la Revolución Cubana, cuya característica predominante fue el choque violento entre las fuerzas de la revolución y la contrarrevolución, y del comienzo de una nueva etapa en la cual predominan la lucha de nuevos movimientos sociales, y la elección de los actuales gobiernos de izquierda y progresistas dentro de la institucionalidad democrático burguesa. No suscribo la tesis del “cambio de época”, entendida como una ruptura total con la historia anterior. Estoy convencido de que si América Latina no tuviera la historia de luchas populares que la caracteriza, incluida la historia de luchas del siglo XX y, dentro de ella, la historia de luchas de la etapa abierta por la Revolución Cubana, ni los movimientos sociales dispondrían de sus actuales espacios, ni habría un solo gobierno de izquierda y progresista.
«El acumulado histórico no es el único factor que explica el actual mapa político latinoamericano pero sí uno de los principales. Si bien ningún proceso de transformación social revolucionaria de la etapa de luchas abierta por la Revolución Cubana (como los de Nicaragua y Granada) y tampoco proceso alguno de reforma social progresista (como los del Chile de Salvador Allende, el Perú de Juan Velasco Alvarado, el Panamá de Omar Torrijos, la Bolivia de Juan José Torres y el Ecuador de Guillermo Rodríguez Lara), logró sobrevivir los embates del imperialismo norteamericano y la derecha, la voluntad y la capacidad de lucha demostrada por esos y otros pueblos latinoamericanos es lo que explica que, en la presente etapa, se hayan abierto espacios de lucha política legal que históricamente le estuvieron negados a la izquierda, razón por la cual esta se había visto obligada a emprender la lucha armada. Y, aunque pueda quizás parecer inmodesto, estoy convencido de que la capacidad de la Revolución Cubana de sobrevivir el descalabro de la URSS fue también un requisito indispensable para la elección de esos gobiernos.
«Ahora bien, como ya se dijo, el cambio ocurrido en las condiciones y características de las luchas populares impone el desarrollo de nuevos objetivos, estrategias y tácticas. En esa búsqueda es en la que estamos inmersos.
«¿Era lógico que Cuba, al igual que China, Corea y Vietnam, asumiera la experiencia soviética como referente? Por supuesto que sí: no solo era lógico, sino impensable que hiciera otra cosa. ¿Era lógico que, con las adecuaciones que cada una de ellas consideró necesarias, la asumieran la Revolución Popular Sandinista en Nicaragua y la Revolución del Movimiento de la Nueva Joya en Granada? La respuesta es la misma. ¿Era lógico que la asumieran otros movimientos revolucionarios que no llegaron a conquistar el poder? La respuesta sigue siendo la misma. Ahora bien, la pregunta hoy es: ¿sería lógico que la Revolución Bolivariana de Venezuela, la Revolución Democrática y Cultural de Bolivia, y la Revolución Ciudadana de Ecuador asumieran como referente la experiencia soviética o la cubana? Por supuesto que no: no solo sería ilógico, sino impensable.
«El triunfo de la Revolución Cubana inauguró lo que, a raíz del derrumbe de la URSS, el dirigente revolucionario salvadoreño Schafik Hándal calificó como la etapa de la “revolución insertada” en América Latina, es decir, insertada en un entorno hostil, dentro del cual, para sobrevivir, al menos durante sus primeros años, necesitaba una poderosa fuente extracontinental de ayuda política, económica y militar. La lógica de Schafik era que con el colapso de la URSS desapareció la fuente de apoyo externo a la “revolución insertada”, referente que fue asumido por la mayoría de los movimientos insurreccionales latinoamericanos de las décadas de 1960, 1970 y 1980, incluidos los de Nicaragua, Granada y El Salvador.
«Todos ellos aspiraban a conquistar el poder y a construir un Estado revolucionario, más o menos de la forma que lo había hecho la Revolución Cubana, aunque, por supuesto, con adecuaciones derivadas de la coyuntura regional y las características nacionales, tal como fue el caso de Nicaragua, donde la Revolución Popular Sandinista no eliminó el sistema multipartidista democrático burgués. No obstante esas diferencias, las similitudes eran mucho mayores: violencia revolucionaria destinada a vencer la violencia contrarrevolucionaria, conquista del poder político, enfrentamiento a las agresiones y a la hostilidad de los Estados Unidos y sus aliados, y sistema político basado, si no en un partido único, por lo menos en un partido hegemónico. Por eso es que el derrumbe de la URSS cierra la etapa de la revolución insertada en América Latina.
«En rigor, lo que obligó a enterrar el paradigma soviético no fue, en primera instancia, el reconocimiento y el distanciamiento de sus “defectos de fábrica”, que todos fuimos descubriendo antes del derrumbe y que todos apostamos a que podríamos corregirlos en nuestras respectivas experiencias revolucionarias. Lo que obligó a enterrar el paradigma soviético fue el cambio en la correlación mundial de fuerzas que se deriva del derrumbe de la URSS. Para muchos de nosotros, el entierro fue motivado por esa causa de fuerza mayor y, solo con el paso del tiempo, es que se convierte en un entierro del paradigma en sí mismo, en la medida en que la vida demostró que el socialismo latinoamericano del siglo XXI tiene que fundar su propia matriz.
«Hasta el momento del derrumbe, el paradigma de la Revolución de Octubre seguía vigente en forma directa para la mayoría de los partidos comunistas latinoamericanos y, con la mediación de la Revolución Cubana, para importantes sectores del movimiento insurreccional, aunque, por supuesto, ya muy dañado por la crisis terminal del bloque europeo oriental de posguerra, iniciada en 1985 con la perestroika, la glasnost y la nueva mentalidad de Gorbachov, cuyo punto de inflexión es la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989.
«Ahora todos somos críticos del “socialismo real” y, consciente o inconscientemente, damos la impresión de que siempre lo fuimos. Lo primero puede ser cierto, pero lo segundo no necesariamente lo es.
«Para colocar las cosas en su lugar, es bueno acudir a los ejemplos concretos. La diferencia entre el gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que hubo en Nicaragua en la década de 1980 y el actual no es, en primer término, el resultado de un análisis crítico y de un distanciamiento de los “defectos de fábrica” del referente soviético, sino de que, debido al cambio en la correlación mundial de fuerzas derivado de la crisis terminal del “socialismo real”, esa organización fue desplazada del poder y le tomó más de tres lustros volver al gobierno por la vía electoral. Por supuesto, una vez que el FSLN perdió las elecciones de febrero de 1990, tuvo el tiempo y la motivación suficientes para hacer el análisis crítico y el distanciamiento ya mencionados, pero que conste que fue a posteriori y como resultado de la situación en que se vio colocado.
«Algo análogo sucede con la conversión del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) de El Salvador de movimiento insurgente en partido político. Eso tampoco fue, en primer término, resultado de un análisis y un distanciamiento del referente soviético, sino del cambio en la correlación mundial de fuerzas que lo llevó al convencimiento de que no lograría conquistar el poder mediante la lucha armada. Lo demás vino luego.
«No convirtamos la necesidad en virtud. Es obvio que FSLN hubiese preferido seguir ejerciendo el poder en Nicaragua como partido hegemónico de la manera en que venía haciéndolo desde julio de 1979. También es obvio que el FMLN hubiese preferido conquistar el poder mediante la lucha insurreccional, a tener que competir con la derecha por el ejercicio del gobierno dentro de la institucionalidad democrático-neoliberal hoy imperante en El Salvador.
«Para concluir esta argumentación, por supuesto que la Revolución Cubana también hubiese preferido que la URSS hubiese encontrado la solución a sus contradicciones internas dentro del socialismo y, de ese modo, haber podido seguir contando con ella como su principal aliado estratégico. Otra cosa es que el derrumbe haya sido inevitable e irreversible. Eso fue y sigue siendo terrible, lo cual no quita que el derrumbe en sí y el tiempo transcurrido desde entonces nos hayan permitido reconocer que la URSS padecía una enfermedad congénita e incurable, y nos hayan obligado a ser consecuentes con ese pensamiento mariateguista que antes repetíamos sin interiorizarlo: el socialismo no es calco ni copia, sino creación heroica.
«Por el hecho de que, para gran parte de la izquierda latinoamericana, el entierro del referente soviético no fue el resultado de un acto premeditado, consciente, voluntario, sino de una situación de facto -que en nada dependía de ella, pero mucho la afectaba-, es que sus efectos fueron tan traumáticos. La crisis terminal del “socialismo real” fue, en su momento, un golpe muy duro por dos razones: una es que provocó un brusco cambio en la correlación mundial de fuerzas a favor del imperialismo y en contra de los pueblos; la otra es que generó confusión, frustración y desaliento en amplios sectores de la izquierda, buena parte de los cuales se quedó sin “modelo” a “aplicar”, con su credibilidad dañada, debilitados, marginados, colocados a la defensiva en política e ideología y, por si todo ello fuera poco, en esas condiciones tan desventajosas, se vieron ante la colosal tarea de repensar qué es el socialismo y cómo se construye».
¿Cuál es la situación actual y cuáles son las perspectivas de la izquierda latinoamericana en la etapa histórica abierta a raíz del derrumbe de la URSS?
-Como casi todas las interrogantes que la izquierda latinoamericana debe responder, esta que Ud. plantea es de carácter interpretativo. Hay muchos puntos de vista sobre esa problemática. Por eso elaboramos una antología, para reunir y contrastar diversos puntos de vista. Por supuesto que se podrían hacer muchas antologías sobre cada uno de los temas abordados en La izquierda latinoamericana a 20 años del derrumbe de la URSS, otras muchas sobre los temas que fue imposible tratar en ella por la limitación de espacio, y otras tantas sobre la trayectoria, la situación actual y las perspectivas de la izquierda en cada uno de los países de la región.
«En esta antología hay puntos de vista convergentes y divergentes, por ejemplo, sobre si la participación de la izquierda en la política institucional transforma la institucionalidad existente en un sentido positivo, o si es la institucionalidad existente la que transforma a la izquierda en un sentido negativo. Otro ejemplo es que, como solo podíamos invitar a un autor o autora por país para analizar sus respectivas situaciones nacionales, es evidente que esos ensayos resultan polémicos para quienes no comparten sus criterios».
Para concluir, si Ud. tuviera que caracterizar esta antología con dos palabras, ¿cuáles utilizaría?
-La caracterizaría con las palabras “polémica” y “constructiva”: polémica porque es desacralizadora y crítica, tanto al abordar los enfoques y temas generales, como al analizar la actuación de la izquierda en los treces países mencionados; y constructiva porque su objetivo no es la desacralización por la desacralización, ni la crítica por la crítica, sino contribuir a la construcción de los socialismos latinoamericanos del siglo XXI.

TOMADO DE CUABADEBATE

Los retos de la izquierda latinoamericana

Por: Ricardo Arturo Salgado


La intensificación de los ataques de la derecha contra todos los movimientos populares de izquierda, así como sus partidos políticos y gobiernos nos plantean escenarios en los que para seguir adelante, necesariamente tendremos que aplicarnos en muchas tareas que hemos relegado por muchos años, quizá demasiados, si consideramos la fuerza con que nuestros pueblos han buscado incansablemente su liberación y un cambio hacia sociedades más justas y prosperas.

La lección histórica es dura; no basta ganar elecciones y administrar gobiernos para consolidar procesos revolucionarios. Se necesita plantear la vía alternativa que conduzca a los pueblos a la consumación de sus aspiraciones y construya una sociedad capaz de transformarse constantemente, y responder a las exigencias que impone la realidad a cada generación.
La parálisis en la producción teórica, que dura varias décadas, el conformismo excesivo con los planteamientos reduccionistas que ya no son buenos ni para manuales, nos han llevado poco a poco a un camino estéril en el que protestamos, nos declaramos victimas pero no producimos las ideas necesarias para construir el nuevo mundo, que sigue siendo posible. Todo esto nos ha llevado a un callejón sin salida en el que terminamos divorciados de la realidad y sin entender lo que hace el enemigo.
En esto nos movimos pálidamente a aceptar con demasiada facilidad la política tradicional que gusta tanto a la derecha; renunciamos por mucho a lo que somos, y modificamos hasta nuestro vocabulario para entrar en la trampa de la ideología dominante que nos llena de estereotipos y de estigmas. Preferimos disfrazarnos de progresistas, en algunos casos, o pretendernos ultra radicales, en otros, ninguno de ellos consecuente con las necesidades que nos plantea cada momento histórico.
Y es que hemos abandonado la obligatoria misión de producir ideas para sostener nuestros argumentos. En muchos casos caemos en la arrogancia de creer que solo existe una verdad, y en ese punto comenzamos a atomizarnos en un camino sin regreso. Esta posición nos condena irremediablemente a perder el horizonte estratégico, y a enredarnos en profundas discusiones cuyo único asidero son los intereses particulares de grupos que viven muy bien en el entorno del dogma.
La ofensiva de la derecha a nivel continental en estos días es de tal envergadura que no podemos darnos el lujo de obviar cuestiones básicas, pero que muchas veces parecemos olvidar. No puede ser que nosotros sirvamos como herramienta para minar las construcciones revolucionarias en aquellos países donde con muchas dificultades hemos podido avanzar. Llenamos páginas enteras de “verdades” que invariablemente pierden de foco al enemigo, y confunden el blanco.
Esto no quiere decir que quienes dirigen nuestros partidos políticos no cometen errores, ni que llegados al gobierno son infalibles. Al contrario, la falta de producción teórica nos lleva una y otra vez a la improvisación, y con ello nos llegan muchas dificultades para encontrar formas para avanzar y profundizar nuestros procesos. Ahora bien, este asunto tiene sus orígenes en nuestro planteamiento de lucha, no parece, hasta ahora, que hayamos sido capaces de encontrar la forma de superar las estructuras neoliberales imperantes, mucho menos que podamos avanzar en la construcción de un nueva ideología hegemónica.
No solo somos detenidos por la acción incesante del enemigo, que por demás estará siempre presente, sino por nuestras serias limitaciones, así como la grave tendencia que mostramos a la burocratización de nuestras actitudes. En el debate sin sentido sobre lo que no hacemos, dejamos de lado mucho de lo que tenemos que hacer en la labor cotidiana. Políticamente nos hemos acostumbrado a estar en el campo del enemigo, y, peor aún, casi hemos renunciado a construir nuestro propio ambiente.
Otro asunto que tiende a obstaculizar nuestro avance, es la visión local, corto plazista en la que jerarquizamos en orden de “importancia” a cada partido y a cada país. Produciendo inconscientemente, luchadores de primera, segunda, tercera y hasta cuarta categoría. El enemigo no puede pedir mucho más de nosotros. No tenemos un marco común, y preferimos particularizar nuestras realidades al máximo. Esto favorece mucho el accionar desestabilizador de la derecha que es mucho más coherente, y mantiene posiciones en el largo plazo.
No se trata hoy de cuan acertados o equivocados estuvieran Marx, Engels, Lenin o Mao. Se trata de que nosotros hemos fallado a la hora de asumir la responsabilidad de llevar adelante los procesos revolucionarios que aquellos cimentaron con sus ideas. Peor aún resulta la experiencia cuando creemos entrar en el ámbito del pragmatismo, de la “Real Politik” en el que muchas veces hacemos concesiones, aun siendo más fuertes en el escenario.
La idea, cada vez más propagada, del “progresismo” nos presenta un reto sí misma. Adherimos un movimiento que en nombre de la modernidad, frena la misma creatividad de los revolucionarios. Tanto así que la derecha ha tenido poca exigencia en el campo de la propaganda, porque nos regresa invariablemente al expediente de la Unión Soviética, al que nosotros mismos no vemos aun con sentido crítico.
Da la impresión que los casos en que estamos conscientes nos mimetizamos con facilidad a la derecha, y en otros, menos claros, somos víctimas ideológicas inevitables del capitalismo.
Si somos auto críticos, no auto destructivos, encontraremos grandes preguntas: ¿Están la ideología y la economía en campos paralelos, mutuamente excluyentes? ¿Cómo construimos la sociedad socialista? ¿Es el neoliberalismo el único sistema que puede producir riquezas? ¿Cómo combatimos en consumismo demencial en nuestras sociedades? ¿Cómo construimos la unidad alrededor de una correspondencia teórico-práctica? ¿Qué necesitamos para formar cuadros políticos comprometidos con una verdadera integración de nuestros pueblos?, y muchas más. Algo es seguro, esas cuestiones aun no tienen respuestas.
Es necesario, urgente, construir los espacios de pensamiento que nos permitan resolver nuestras limitantes en este campo. Más allá de las organizaciones que ya existen y que cumplen su función, se impone la constitución de uno o varios cuerpos que formulen, que propongan, que discutan, que sean capaces de conocer al enemigo, y le quiten la posibilidad de pensar por nosotros.
(Tomado de Telesur)

Un Sí por Cuba y Fidel en Buenos Aires

Fidel y Néstor
El filme “Rebeldes. Y así seguimos”, que documenta la actualidad de Cuba, cómo los cubanos ven su propia realidad y su visión hacia el futuro, se estrenó a sala llena en Buenos Aires, Argentina.

El material trata, en particular, la nueva etapa que se abre en la nación centrocaribeña a propósito del restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos, y su proyección coincidió con el cumpleaños del líder histórico de la revolución cubana, Fidel Castro, igualmente celebrado por la amplia concurrencia.
El estreno tuvo lugar en la sala principal del teatro Gaumont, del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, y lo presentaron el destacado conductor de televisión Víctor Hugo Morales, el director Carlos J. Rodríguez y el productor Matías E. Mera.
“Todos de alguna forma estamos atravesados por Cuba, por Fidel y por el Che”, expresó Morales.
El conductor afirmó que para él y muchos otros en América Latina, como en otros lares del mundo, “fue estimulante e inspirador ver nacer y crecer la revolución, verla superar las dificultades, vencer las traiciones y se convirtió en faro y bandera de dignidad”.
Con música de Santiago Feliú y Silvio Rodríguez el documental toca aspectos pocos conocidos del proceso revolucionario cubano y su incidencia en la cotidianeidad de su pueblo, y pasa revista a los logros en la salud, educación y la cultura.
Igualmente, dedica un espacio a abordar el significado de Fidel en la revolución y cómo lo ven personalidades prestigiosas como el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, el teólogo Frei Betto, el escritor Ignacio Ramonet, y en particular el cubano común.
El realizador también entrevistó al destaco pianista y compositor Frank Fernández, la diva de la música cubana Omara Portuondo y al actor Jorge Perugorría, entre otros, quienes trataron el desarrollo alcanzado en cada una de sus manifestaciones culturales.
En especial, presenta una entrevista a la sexóloga Mariela Castro Espín, en la que hace un acercamiento al debate revolucionario que se da en el seno de la sociedad y la familia cubana.
También muestra las opiniones de dos avezados economistas que analizan las particularidades de la economía cubana, y llegan a la conclusión de que el cubano no quiere apartarse de la línea socialista, por el contrario, quieren perfecciona ese socialismo.
Al finalizar la proyección, los cientos de espectadores festejaron el cumpleaños 89 del dirigente revolucionario en la antesala del propio Gaumont, cuyo espacio resultó insuficiente para acoger a los concurrentes.
(Con información de Prensa Latina)
Foto: Tomada de www.cordobatimes.com (Archivo)
Foto: Tomada de www.cordobatimes.com (Archivo)
Foto: Cubadebate (Archivo).
Foto: Cubadebate (Archivo).

martes, 18 de agosto de 2015

Bosch 65: “La debilidad de la fuerza”

“Un pueblo pequeño y pobre –decía Bosch- que estaba haciendo el esfuerzo más heroico de toda su vida para hallar su camino hacia la democracia fue ahogado por montañas de cañones, aviones, buques de guerra, y por una propaganda que presentó ante el mundo los hechos totalmente distorsionados”. Se trataba de la Operación Power Pack, cuya sola designación enfatizaba claramente el propósito. Una suerte de mazazo o garrotazo contundente, capaz de aplastar con su simple enunciación al enemigo. Tanto al real como al virtual o potencial. Diseminando el mensaje de poder hacia los cuatro vientos.
Con su característica aguda percepción –veía donde otros no lo hacían, un don especial al parecer propio de los naturales de La Vega conforme el perfil de otros meritorios intelectuales oriundos de esa prodigiosa ciudad-, Bosch tocó un rasgo estudiado luego meticulosamente por los historiadores militares norteamericanos. Quienes encontraron al examinar a posteriori la intervención en Santo Domingo, que EEUU inauguraba con ella un nuevo enfoque para enfrentar guerras de baja intensidad. Consistente en desplegar una fuerza de tarea aplastante (overwhelming) para disuadir a un enemigo mayor ante el riesgo de que entrara en el conflicto (en este caso Cuba con respaldo soviético), reducir potenciales bajas propias y resolver rápido el asunto.
Enfoque éste aplicado en otros casos como el de la invasión a Grenada en 1983 (Operation Urgent Fury), donde se desplegaron unos 7,600 efectivos en un país de 91 mil pacíficos habitantes. A razón de 1 (marine, ranger, Delta Force o paracaidista de la 82 división aerotransportada) por cada 12 habitantes de la pequeña isla caribeña. (Nótese que en el Pentágono disponen de los servicios de imaginativos creativos publicitarios que empaquetan con un atractivo nombre las operaciones militares, casi como si se emprendiera una campaña mercadológica para promover un producto o vender un servicio en el mercado o agenciarle taquilla a una película).
En su texto, Bosch situó en perspectiva histórica la revolución democrática de abril, esbozando una teoría de las revoluciones y el empleo que en ellas se hace de la fuerza. Planteó la incomprensión del enfoque bizco de la política exterior de Estados Unidos hacia la región –excepción hecha, de acuerdo a nuestro autor, con el presidente John F. Kennedy-, que sólo apuntaba al apoyo de las fuerzas conservadoras del status quo, en este caso a la administración del presidente Donald Reid Cabral.
Examinó Bosch los antecedentes locales del estallido armado, que a su juicio se venía gestando desde 1959 con el movimiento clandestino 14 de Junio develado al iniciar el 60. Pasando por el ajusticiamiento de Trujillo en mayo del 61, las elecciones de diciembre del 62 y la huelga de mayo del 64 contra en Triunvirato. Expresión éste de un intento por retrotraer la historia con el golpe septembrino del 63 que tuvo como rebote inmediato el trágico alzamiento guerrillero de Las Manaclas, que costó la vida a Manolo Tavárez Justo y a un grupo de sus jóvenes seguidores.
Conforme a su línea de argumentación, “la revolución dominicana tenía causas no sólo profundas, sino además viejas. La falta de libertades de los días de Trujillo y el desprecio a las masas del pueblo volvieron a gobernar el país a partir del golpe de estado de 1963; el hambre general se agravó con la política económica sin sentido del equipo encabezado por Reid Cabral, y la corrupción trujillista resultó a la vez más extendida y más descarada que bajo la tiranía de Trujillo. Se pretendió volver al trujillismo sin Trujillo, un absurdo histórico que no podía subsistir. La clase media y las grandes masas se aliaron en un mismo propósito; barrer ese pasado ignominioso que había renacido en el país y retornar a un estado de ley y de honestidad pública.” A los factores apuntados por Bosch, se sumaban la erosión que había deslegitimizado al Triunvirato entre los propios grupos militares generando crisis periódicas, las frecuentes huelgas y la incertidumbre respecto a una salida política institucional mediante elecciones competitivas, al mantenerse al propio Bosch y a Balaguer en un exilio forzado.
En la obra El Pueblo en Armas (1970), el sociólogo José A. Moreno exploró la ideología que guió a los insurrectos del 65, encontrando que estaban motivados por la aspiración a una mayor participación, el deseo de desplazar a la oligarquía trujillista del poder, retornar a la Constitución del 63 con Bosch, alcanzar una distribución más justa de la riqueza y eliminar la explotación oligárquica local y extranjera. Contenidos éstos extraídos y parafraseados de las propias expresiones de los entrevistados por este autor que convivió con los comandos. Encontrando que el 80% de sus miembros provenía de los barrios populares de bajos ingresos, un 60% se hallaba alfabetizado y otro tanto desempleado, careciendo el 65% de calificación. Sólo un 10% activaba en partidos y apenas 5% eran religiosos regulares.
En su análisis sobre la intervención, Bosch calibraba los daños que causaría el “embotellamiento” de la revolución democrática y nacionalista dominicana por parte de EEUU, al multiplicar el antinorteamericanismo en el país y la región.“Cuando el nacionalismo democrático es ahogado o estrangulado, pasa a ser un fermento, tal vez el más activo, para la propagación del comunismo. Estoy convencido de que el uso de la fuerza de los Estados Unidos en la República Dominicana producirá más comunismo en Santo Domingo y en la América Latina que toda la propaganda rusa, china y cubana”. Y cuánta razón tuvo el profesor, si nos atenemos a la radicalización que se produciría en las décadas posteriores a la ocupación norteamericana del 65 -que duraría casi año y medio-, con serias y permanentes repercusiones en la vida dominicana.
Ponderaba en su texto la factura de John Bartlow Martin/USA en la formación de la Junta de Reconstrucción Nacional presidida por el General Imbert y los crímenes que le imputara la Comisión de Derechos Humanos de la OEA. Paradójicamente, fusilamientos sumarios que la propaganda americana diseminaba por el mundo atribuyéndoselos a los constitucionalistas, figurarían en el registro de la historia a cargo de las tropas al servicio de la junta fraguada por EEUU.
Recuerdo como si fuera ayer al famoso baladista y pianista mexicano Fernando Valadés –quien agotaba en el país una temporada y al parecer se alojaba en el Hotel Comercial de El Conde con Hostos- cuando ofrecía declaraciones a La Voz de los Estados Unidos a su llegada a San Juan de Puerto Rico, transportado por las tropas de ocupación en su función humanitaria. Según su relato, desde la ventana de la habitación del hotel, ubicado frente al local que ocupara la Agrupación Política 14 de Junio, observaba cómo las “milicias castristas” detenían a las personas que circulaban por la calle para preguntarles si estaban o no con la revolución. Fusilándolas sumariamente en el “paredón comunista” si la respuesta era negativa. Casi me caigo de la mecedora en la que estaba cuando escuché en el radio Zenith Transoceanic a mi admirado Valadés, cantor de Mala, Ojitos salvadoreños, El Diccionario y Por qué no he de llorar. Y confieso que en contraposición al cantautor, casi quise llorar de indignación.
A contrapelo de la intención propagandística estadounidense del momento, Bosch enunciaba pedagógicamente que “en todos los textos de historia dominicana del porvenir figurará en forma destacada el bombardeo a que fue sometida la ciudad de Santo Domingo durante 24 horas los días 15 y 16 de junio” por las tropas de intervención.
“Para la sensibilidad de los pueblos de la América Latina, para su experiencia como víctimas tradicionales de gobiernos de fuerza, todo empleo excesivo e injusto de la fuerza provoca sentimientos de repulsión. Desde este punto de vista, los Estados Unidos cometieron en Santo Domingo el peor error político de este siglo. El presidente Johnson dijo que los infantes de marina de su país habían ido a Santo Domingo a salvar vidas, pero lo que puede asegurar el que conozca la manera de sentir de los latinoamericanos es que esos infantes de marina destruyeron en todo el Continente la imagen democrática de los Estados Unidos. Parece estar en la propia naturaleza de la fuerza destruir en vez de crear, y cuando se usa en forma excesiva e inoportuna, la fuerza tiende a destruir a quien la usa.” Empero, estudios realizados por norteamericanos consideran exitosa, en retrospectiva, la Operación Power Pack, a los fines de EEUU.
Lo cierto es que con la intervención de Johnson en el 65 se consolidó una tendencia conservadora en la política exterior de EEUU hacia la región que tomaría mucho tiempo en revisarse. Marcada por la interminable guerra en Vietnam, las dictaduras militares en el Sur que orquestaron la tenebrosa Operación Cóndor y la guerra de baja intensidad librada en Centroamérica. Abarcando las administraciones de Nixon, Ford, Reagan, Bush padre, con un interregno liberal durante la presidencia de Carter (1977-81), del cual fuimos beneficiarios netos al producirse el cambio político que llevó a Antonio Guzmán al poder en el 78.

Mi Viejo, mi querido viejo

Don Manuel mi padre y doña Ramona mi madre mis dos viejos queridos. le doy gracias a la vida por tenermelo vivito y coleando. A ellos dedico este poema del poeta universal Pablo Neruda: a mi Padre

POEMA A MI PADRE
Pablo Neruda
A Dios doy gracias por ser mi padre.
Por tus reproches y consejos.
Por el bien que me enseñaste
y de mi ser siempre cuidaste.
Por ser padre bondadoso,
lleno de paz y sabiduría.
Porque amas la verdad.
Justicia y rectitud en demasía.
Por ser mi padre amado
y enseñarme la caridad.
Sentimientos nobles te cubren.
No conoces la maldad.
Caballero noble y parco,
me enseñaste a luchar.
Aspirando siempre a lo más alto
y a mis sueños no renunciar.
Por aborrecer todo lo malo.
Por tus celestiales valores.
Por guiarme de la mano
en senderos llenos de flores.









EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

DANIEL BALCÁCER: EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

De  Juan Pablo Duarte  solo se conoce una fotografía hecha en  Caracas  en 1873 cuando el patricio contaba con 60 años de edad.  A...