El fracaso del sistema
No nos hagamos ilusiones. No es con ayuda norteamericana como
nosotros podemos solucionar nuestros problemas.
No hay soluciones extranjeras. Esas soluciones han fracasado
completamente.
Durante años y años los expertos en el asunto estuvieron
hablando de que había que cambiar las estructuras, pero de pronto comenzaron a
hablar de otra cosa; empezaron a decir que la causa del atraso latinoamericano
era el aumento de la población, y luego empezó a decirse que si no se contenía
ese aumento no podría haber desarrollo. En 1968 se había generalizado en los
Estados Unidos y en los círculos sociales y económicos más altos de nuestros
países la idea de que para que la América Latina progresara era necesario
evitar que siguieran naciendo tantos latinoamericanos. Esa era la manera más
falsa de decir que los planes habían fracasado, que las perspectivas hacia el
porvenir indican que éste será peor que el pasado.
Nada es más absurdo que la idea de confiar la solución de los
problemas latinoamericanos al control de la natalidad, pues si es verdad que el
ser humano que va a nacer consumirá más comida, más ropa, más electricidad, más
vehículos, más medicinas y más libros, también es verdad que sólo el ser humano
produce esas cosas, y en consecuencia lo que hay que hacer no es evitar que el
ser humano se multiplique; lo que debe hacerse es poner al ser humano en
condiciones de que multiplique los bienes que necesita para producir los
artículos que él consume.
Ahora bien, ¿por qué se cree que debe suprimirse el
nacimiento de más latinoamericanos?
Porque se cree que el latinoamericano es un hombre que no
tiene condiciones para enfrentar las tareas del desarrollo, y ésa es una idea
racista y discriminatoria, que los latinoamericanos tenemos que rechazar con
energía.
No somos nosotros los que hemos fracasado; ha sido el sistema
social, económico y político en que hemos vivido. En vez de suprimir la vida de
los latinoamericanos que van a nacer debemos dedicarnos a crear para nosotros y
para ellos una sociedad más libre, más rica y más justa, en la que con el
esfuerzo de todos aseguremos la libertad, la riqueza y la justicia para todos,
no para una minoría. Pues el sistema ha fracasado para los pueblos, no para las
minorías privilegiadas, y mientras ese sistema no sea destruido y pongamos otro
en su lugar, las minorías seguirán gozando de privilegios y las mayorías
seguirán siendo esclavas, seguirán padeciendo miseria y seguirán sufriendo
injusticias.
El sistema en que hemos vivido hasta ahora ha sido el mismo que
establecieron en nuestras tierras los españoles, los portugueses, los ingleses,
los franceses, los holandeses; ese sistema evolucionó en otras partes de
América y del mundo, pero no en nuestros países.
Nuestra organización social se quedó en una etapa atrasada
debido precisamente a que el progreso en otras regiones de América produjo
fuerzas que ahogaron en la América Latina el desarrollo capitalista e
impidieron que nuestras estructuras sociales se formaran según el modelo de la
sociedad capitalista.
Las estructuras sociales dependen de la forma en que se
relacionan los hombres y los medios de producción. En los países donde toda la
sociedad, a través de sus organismos superiores gobiernos y otras
instituciones—, es la dueña de todos los medios de producción, el sistema
económico y social se llama socialista; aquellos donde la dueña de los medios
de producción es una clase llamada burguesía, el sistema económico se llama
capitalista y el sistema político es la democracia representativa.
En el caso de la América Latina hay repúblicas que se llaman
a sí mismas democracias representativas, pero no lo son…
¿Quiénes, pues, dominan
los medios de producción en la América Latina?
Los dominan las oligarquías, y éstas son frentes formados por
clases y sectores de clases, que resultan económicos, sociales y políticamente
más fuertes que los grupos burgueses debido a que en esos frentes oligárquicos
figuran los intereses norte-americanos, cuyo poder es más grande que el de
todos los demás componentes de las oligarquías juntos. Los grupos burgueses
latinoamericanos son arrastrados por esos frentes oligárquicos y conviven con
ellos, especialmente con el componente norteamericano de esos frentes,
situación a que los obliga su debilidad; pero no forman parte de ellos, y desde
luego no los dirigen.
Las oligarquías latinoamericanas están dirigidas por el
antiguo imperialismo, que ha sido sustituido ahora por el pentagonismo. Es éste el que en todos los casos de crisis
decide en última instancia qué debe hacerse en cada uno de nuestros países.
Cuando no ha llegado la hora de la crisis, la vida de los
pueblos latinoamericanos es dirigida por los sectores nacionales de las
oligarquías, y dado que estos tienen métodos e ideas precapitalistas, aunque
viven en países capitalistas, no están capacitados para llevar a cabo el
desarrollo latinoamericano.
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