MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

lunes, 18 de mayo de 2020

Frases y pensamientos de Juan Bosch


“Si no puedo ver por mí mismo la liberación de este pueblo, la veré a través de mis ideas”.

“Nuestra aspiración es que un día, cuando los niños que están empezando hoy a hablar sean hombres viejos y de nosotros no quede si no una cruz sobre una tumba, esos viejos les digan a sus hijos que el compañero Juan vivió y murió pensando cada hora de cada día en servir a su pueblo”.

“Si mi vida llegara a ser tan importante que se justificara algún día escribir sobre ella, habría que empezar diciendo: “Nació en la Vega, República Dominicana. El 30 de junio de 1909, y volvió a nacer en San Juan de Puerto Rico a principios de 1938, cuando la lectura de los originales de Eugenio María de Hostos le permitió conocer qué fuerzas mueven el alma de un hombre consagrado al servicio de los demás”.

“Nadie se muere de verdad si queda en el mundo quien respete su memoria”.Juan Bosch
Juan BoschLa historia y el futuro de los pueblos

“El porvenir de los pueblos es obra de sus hijos más que de sus padres, de los que viven y de los que van a vivir, más que de aquellos que rindieron sus tareas y se marcharon con los siglos. La obra buena de los muertos, como su obra mala, es propiedad de la historia; pero la obra buena del porvenir es el fruto de las buenas intenciones y de la capacidad para convertirlas en hechos”.
“Hay personas que creen que los hechos históricos son producidos por los grandes hombres, y resulta que es al revés; son los hechos históricos los que producen a los grandes hombres”.

“Ningún hombre es superior a su pueblo”.

La verdad, el valor y la lucha

“No hay arma más potente que la verdad en mano de los buenos”.

“La verdad no es un artículo que se compra y se vende con beneficios”.

“Toda obra digna para a menudo bajo las sombras de la infamia; el que combate, sin embargo, no puede detenerse ante la infamia”.

“El valor por sí sólo sirve para matar y morir, no para dirigir y triunfar”.

“La lucha de los pueblos es constante; nacen mártires donde muere uno: florecen las ideas allí donde las persiguen; un pasado heroico, cuajado de nobles hombres, estimula a los jóvenes e ilumina el porvenir”.

“Los hombres no saben vivir aplastados por el terror, y allí donde sufren, allí alimentan la esperanza de vencer al infortunio”.
La virtud, el deber y los hechos

“Los pueblos dignos, como los hombres con estatura moral, buscan dar, no recibir; buscan ayudar, no pedir ayuda”.

“No basta tener ideas; hay que hacerlas realidad en lo grande y en lo minúsculo”.
“El hombre no puede cumplir su destino en la sociedad sino convierte sus ideas y sus deseos en hechos, porque sólo los hechos tienen verdadero valor en la vida social”.

“Sólo quien reconoce la grandeza ajena puede ser grande, y que los que discuten la gloria de otros carecen del derecho a disfrutar la propia”.

“Lo perfecto es enemigo de lo bueno, y el hombre no debe aspirar a ser perfecto sino bueno nada más. Cuando se pasa de los límites de lo bueno y se entra en el afán de la perfección, lo que se hace es cultivar la vanidad, la vanidad individual; cultivar un sentimiento realmente mezquino, porque es un sentimiento que se limita a la persona que lo tiene. Por tanto no se debe ser perfeccionista, pero se debe tratar de hacer las cosas bien”.
La educación y la formación de la consciencia

“El destino de cada uno está en la educación que se le haya dado. Para que su conducta sea buena, el hombre tiene que ser mejor educado”.

“Hay que educar al hombre para que respete las leyes. Sin leyes no hay sociedad humana, y las leyes sólo tienen valor si cada persona las acepta y las respeta y las hace respetar”.

“La creación de la consciencia moral es el fin último de la evolución social. Lo que persigue el hombre es lo bueno. Lo bello, lo útil, lo justo y lo verdadero están dirigidos al establecimiento de una sociedad en que la consciencia social esté tan educada y evolucionada, que la bondad sea un principio naturalmente ejercido por todos”

“La libertad es un bien que no puede ponerse en peligro por debilidades, y el aire de la libertad se contamina de sutiles venenos allí donde en su nombre se permite que florezca la villanía

“No es ciudadano el que ignora cuáles son sus deberes y cuáles son sus derechos (…). No puede haber paz donde no hay consciencia cívica y no hay consciencia cívica donde no hay cultura”.
El trabajo, la disciplina y la mística

“Los jóvenes que aspiran a ejecutar su obra de un día para otro se exponen a desencantos dolorosos, pues nada que no tenga sus raíces en el tiempo puede perdurar. Y la única manera conocida de enraizar algo en el tiempo es trabajando”.
“Cuando se está ante una tarea larga y complicada, es mejor madrugar lo más que se pueda y acostarse sólo cuando ya no queden fuerzas para seguir en pie”.

“Toda obra de la creación – del hombre o de la naturaleza- se realiza en el seno del tiempo, y hay una sola manera de llevarla a cabo, que es trabajando. El creador, pues, está obligado, por la misma fuerza que lo lleva a crear, a sumergirse en el tiempo para trabajar.”

“No podría haber disciplina donde faltara la mística, pero tampoco podría haber mística donde faltara la disciplina, y nadie puede imponer la disciplina allí donde trabajando en una misma tarea cada quien la lleva a cabo como le parece, no como debe hacerse”.
El amor como fuerza creadora

“Sin amor es imposible hacer algo creador. La gallina, que es considerado el más cobarde de los animales domésticos, se lanza como pequeña fiera emplumada sobre el que se acerque demasiado a sus polluelos. El amor hace fuerte a los débiles y valientes a los cobardes. El amor obra milagros”.
El escritor, la cultura y la humanidad

“El escritor es un hombre de su tiempo, y siendo un hombre de su tiempo tienen que afectarle las condiciones en que vive el pueblo, la situación general del mundo, y éstas preocupaciones se van a reflejar en su obra”.

“Prefiero al escritor comprometido, pero comprometido son la causa buena, y la causa buena es la lucha por la liberación de los pueblos, por la liberación de los hombres. La causa buena es la que señala un rumbo, un camino hacia el futuro, un camino hacia el mayor bienestar de la humanidad, no de una minoría que viva a expensas el resto de la humanidad, sino de la humanidad completa. El escritor debe tener una conciencia bien clara de que el mundo mejor sería el mundo donde todos pudieran ser escritores y pintores y músicos y bailarines y cantantes. Es decir, el mundo donde las facultades humanas, las mejores facultades humanas, se expresaran son mayor intensidad y mayor brillo”.

“No creo que literatura puede cambiar el mundo, pero creo que la literatura como toda actividad humana, contribuye a iluminar la mente de los hombres, y que puede embellecer, enriquecer mucho la vida del hombre. La literatura no puede escapar de ninguna manera a la realidad social, económica, política, cultural, de los seres humanos”.

“En su significación más amplia y profunda, la palabra cultura significa la acumulación de todos los conocimientos y de todas las artes que la humanidad ha venido creando en su larga lucha en dominar la naturaleza que lo rodea, de la cual saca su sustento, su techo, lo que la viste y cura, y en suma, todo lo que ha necesitado para mantenerse con vida y constante evolución”.
La patria y los patriotas

“A la patria no se le usa, se le sirve”.

“Nosotros somos una tierra pequeña, que sólo podemos engrandecernos por el amor, por la virtud, por la cultura, por la bondad”.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Destino cruel para algunos guardianes de la libertad y los derechos humanos

En recuerdo de Alia Abdulnur
Por Bill Law 


Fuentes: Middle East Monitor

Foto: Campaña “Rompe el silencio” en apoyo de las presas de conciencia emiratíes. Londres, agosto de 2018 (Twitter)

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

El 4 de mayo del año pasado, una mujer emiratí moría en el Hospital Tawam de Abu Dabi. Se llamaba Alia Abdulnur. Falleció encadenada a una cama en una habitación sin ventanas con un guardia armado como único compañero. A su familia se le había negado el permiso para llevarla a casa a morir a pesar de que su cuerpo estaba plagado de cáncer. ¿Qué había hecho Alia Abdulnur para merecer un destino tan horrible?

Fue arrestada en 2015 acusada y condenada por apoyar a organizaciones terroristas en Siria. Según el Centro Internacional de Justicia y Derechos Humanos (ICJHR, por sus siglas en inglés), con sede en Ginebra, estuvo detenida en un lugar desconocido durante cuatro meses, donde fue sometida a torturas y obligada a firmar una confesión falsa que se utilizó para condenarla. Alia Abdulnur no era terrorista, ni recaudaba fondos para terroristas; estaba preocupada por el impacto de la guerra siria en las mujeres y niños y había estado recogiendo donaciones para ellos.

Durante el tiempo que pasó en prisión se le negó el acceso a quimioterapia. Su cáncer se propagó rápida y agresivamente. En las últimas semanas de vida no podía caminar ni tenerse en pie. Y sin embargo, la mantuvieron encadenada a una cama de hospital.

Mientras la Covid-19 recorre el mundo, es fácil olvidarse de personas como Alia Abdulnur e ignorar a otros presos de conciencia detenidos en las cárceles de Abu Dabi. Entre ellos se encuentran Ahmed Mansur y Naser Bin Ghaith. Ambos hombres fueron condenados a diez años de prisión después de ser condenados por las draconianas leyes antiterroristas de los EAU en juicios sumamente injustos. Su crimen fue pedir reformas democráticas en un Estado que se encuentra entre los más represivos del mundo, incluso con aquellos de sus propios ciudadanos que se atreven a cuestionar la autoridad del régimen. Para el mundo, los Emiratos Árabes Unidos (una colección de siete emiratos, los más poderosos de los cuales son Abu Dabi y Dubai) han podido presentar la cara de un país del Golfo tolerante y ultramoderno que recibe a empresarios y turistas extranjeros con los brazos abiertos.

El Reino Unido hace buenos negocios con los EAU y espera, tras el Brexit, hacer aún más. Dubai ha sido particularmente amable con los expatriados británicos y los turistas; más de 1,2 millones de turistas británicos visitaron el país solo en 2019. Y más de 200.000 residían en el país el año pasado. Ahora, gracias al coronavirus, muchos de ellos quieren volver a casa y el comercio turístico ha desaparecido.El activista político Ahmed Mansur (Foto: Nicholas McGeehan/Twitter)

El hogar de Ahmed Mansur, ganador del prestigioso Premio Martin Ennals para defensores de los derechos humanos en 2015, es una celda en la prisión de Al Sadr, en Abu Dabi, que mide cuatro metros cuadrados. En los tres años que estuvo recluido en régimen de aislamiento, solo se le permitió salir una sola vez al patio de ejercicios. Le han negado hasta una cama y su aseo se limita a un agujero en el suelo. No puede acceder a libros ni a visitas familiares, y las llamadas telefónicas se le niegan de manera rutinaria y caprichosa. En septiembre del año pasado inició una huelga de hambre en protesta. Aunque puso fin a la huelga una vez que las autoridades permitieron que su familia pudiera visitarle algo más, su salud está seriamente comprometida. Desde enero, las organizaciones de derechos humanos no han podido averiguar más sobre su situación o condición médica.

Aún se sabe menos sobre el destino de Naser Bin Ghaith, un distinguido economista emiratí. En noviembre de 2019, la Campaña Internacional por la Libertad en los EAU (ICFUAE, por sus siglas en inglés) detalló las tres huelgas de hambre que había emprendido desde su arresto en 2015 y su posterior condena. Ha sido sometido a palizas, confinamiento solitario, se le han retirado los derechos de visita familiar y se le ha negado tratamiento médico. Está detenido en la prisión de máxima seguridad Al-Rasim de Abu Dabi.

¡Qué perversamente y qué salvajemente irónico, por lo tanto, que los Emiratos Árabes Unidos celebraran 2019 como el Año de la Tolerancia, mientras Alia Abdulnur yacía moribunda encadenada a una cama de hospital, Ahmed Mansur estaba recluido en régimen de aislamiento en condiciones medievales y Naser Bin Ghaith se encontraba en un estado igualmente espantoso! Docenas más de presos políticos, muchos de ellos miembros de una sociedad religiosa prohibida, Al-Islah, están en la cárcel, condenados únicamente por confesiones obtenidas bajo tortura. El ICJHR también ha destacado el trato abusivo a dos mujeres presas de conciencia: Maryam Al-Balushi y Amina Al-Abduli están detenidas en la prisión de Al-Wathba.

Quizás el “Año de la Tolerancia” fue realmente una buena oportunidad para que las autoridades de los EAU celebraran la tolerancia de sus amigos de Occidente, que hacen la vista gorda colectiva ante los abusos de los derechos humanos perpetrados con impunidad. Quizás estaban expresando su agradecimiento de que la capa de silencio que se les concede se levante muy raramente, como en el horrible caso del académico británico Matthew Hedges, quien fue sentenciado a cadena perpetua por falsos cargos de espionaje después de meses de aislamiento. Fue finalmente puesto en libertad y se le permitió irse a casa. Gracias a Dios por eso.

Alia Abdulnur murió hoy hace un año, el 4 de mayo de 2019. Una mujer que actuaba impulsada por la compasión hacia las mujeres y los niños víctimas de la guerra siria. Mientras celebramos otros actos de bondad, coraje y desinterés durante esta guerra contra la pandemia de coronavirus, recordémosla también a ella. No se merece nuestro olvido.

Bill Law es periodista. Ha ganado un premio Sony de periodismo. En 1995 se incorporó a la BBC y desde 2002 viene informando desde Oriente Medio. Ha cubierto varios levantamientos de la Primavera Árabe desde Egipto, Libia y Bahréin. Ha informado asimismo desde Afganistán y Pakistán. En la actualidad trabaja como periodista independiente centrado en los temas del Golfo.

Fuente:


Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.

Gramsci: Coherencia entre el decir y el hacer

Antonio Gramsci, coherencia entre el decir y el hacer

A 83 años de la muerte del filósofo italiano


Francisco Fernández Buey, El Viejo Topo

Antonio Gramsci ha sido el comunista marxista más original del período de entreguerras y, probablemente con Guevara, el más apreciado internacionalmente de los comunistas marxistas que vivieron en el siglo XX. El historiador británico Eric Hobsbawm recordaba hace unos cuantos años que, durante la década de los ochenta, Antonio Gramsci se había convertido en el pensador italiano más repetidamente citado en las publicaciones mundiales de humanidades y ciencias sociales.

Sin duda, esto último tiene una explicación. Se debe, en primer lugar, a que su biografía conmueve a toda persona sensible; y, en segundo lugar, al gran interés que despertaron en muchos países del mundo tres colecciones de escritos suyos: las intervenciones políticas y político-culturales de los años 1916 a 1926; los treinta y tres cuadernos que redactó durante el largo período carcelario al que fue condenado por el fascismo mussoliniano, conocidos como Quaderni del carcere; y al más de medio millar de cartas que envió a familiares y amigos, entre los años 1927 y 1937, desde aquellas prisiones y desde las clínicas por las que tuvo que pasar ya al final de su vida.

Pero, por otra parte, un joven europeo que quiera hoy leer a Gramsci con calma y dedicación puede encontrarse con el problema de que sus obras no estén disponibles en las principales librerías. Incluso en Italia, el país de Gramsci, ha habido paradójicamente un momento, a finales de la última década, en que no se podía encontrar en librerías la principal edición de escritos gramscianos, la edición crítica de los Quaderni del carcere preparada en la década de los setenta por Valentino Gerratana y publicada por la editorial Einaudi. Hizo falta una campaña internacional de estudiosos gramscianos para paliar esa situación. Y en otros países europeos en los que Gramsci se ha leído bastante, por ejemplo en España, tampoco es fácil encontrar hoy en día en librerías ediciones de los escritos de Gramsci.

Esta situación paradójica se explica por la desconfianza que, por lo general, suscitan en los últimos años los términos «comunista» y «marxista». Lo cual tiene, evidentemente, su repercusión en la industria de la cultura y en el mercado del libro. Cuando algo suscita desconfianza todo aquello que tenga que ver con ese algo, independientemente de su valor, se ve afectado. Y si Gramsci ha sido, como fue, un comunista marxista es lógico que los jóvenes, que han sido educados ya en la desconfianza y en el desprecio por todo lo que representó el comunismo marxista, tengan de entrada una cierta prevención ante su obra.

Ante situaciones así suele ser inútil tratar de adoctrinar a los más jóvenes desde las alturas del conocimiento de quien sabe que Gramsci es ya un «clásico» y que la lectura de los clásicos debería ser obligatoria. Como dijo el poeta, «lo peor es creer que se tiene razón por haberla tenido». No hay clásicos obligatorios.[1] Y menos en una época posmoderna en la que los «clásicos» de tu canon tiran de la barba a los clásicos de mi canon y unos y otros son puestos en cuarentena por los clásicos del canon del de más allá. Siempre ha habido clásicos inactuales y situaciones en las que tal o cual pensador adquiere la categoría de clásico que tiempo atrás no tenía. Montaigne, por ejemplo, no solía estar entre los clásicos casi obligatorios hace unas décadas; hoy lo está. Karl Kraus, el autor de Los últimos días de la humanidad, pronto será un clásico obligatorio si la idea de que hay «guerras humanitarias» cuaja en este cambio de siglo y de milenio, como parece que está cuajando.

Así pues, para entrar hoy en día en la vida y la obra de Antonio Gramsci, tanto más si no se es comunista y marxista y no se está, por tanto, ya bien predispuesto, hace falta un esfuerzo suplementario. Hacen falta afición a la memoria histórica, una cierta sensibilidad sentimental y un poco de espíritu compasivo, de piedad ante la tragedia del hombre en su historia. Tres cosas que, por cierto, cotizan a la baja en el mercado de valores. Por eso creo que la mejor manera de captar la benevolencia de un lector así es releer juntos los versos de Bertolt Brecht en el poema dedicado a los que vendrán, a los por nacer, a los hombres del futuro, que van a servir de lema a esta noticia de Gramsci. Aquellos versos están escritos por los años en que Antonio Gramsci sufría en las cárceles de Mussolini y expresan muy bien lo que ha sido el sentir de los revolucionarios de la época.

El que desde experiencias y vivencias muy diferentes, y durante muchos años, haya habido una coincidencia tan grande de opiniones sobre Gramsci (y sobre Guevara) se debe a algo que debemos subrayar en seguida por obvio que sea: lo que, más allá de las diferencias culturales, se aprecia y se valora en Gramsci (y en Guevara) es la coherencia entre su decir y su hacer. Por eso al cabo de los años se les puede seguir considerando, con verdad, como ejemplo vivo de aquellos ideales ético-políticos por los que combatieron.

¿Qué es lo que hace de Gramsci un personaje tan universalmente apreciado en estos tiempos difíciles para el comunismo y para los marxismos? Que siendo, como era, un dirigente se entregó a la realización de su idea, de su proyecto, como uno más, sin ponerse a sí mismo como excepción de lo que preconizaba ni intentar racionalizar ideológicamente, como hicieron otros, la excepcionalidad del yo mismo que se quiere colectivo, que se quiere un nosotros. Para valorar suficientemente esta aproximación entre el yo y el nosotros en la persona llamada Gramsci sólo hay que fijarse en su forma de entender la relación entre el filosofar espontáneo («todos los hombres son filósofos», escribió) y filosofía en sentido técnico (reflexión crítica particularizada acerca de las propias prácticas, de las propias concepciones del mundo), o en su forma de entender la relación entre intelectuales en sentido restringido, tradicional, y lo que él llamó «el intelectual colectivo» (que, por supuesto, no tiene nada que ver con la trivialidad mediática del «intelectual orgánico» sin pensamiento propio).

Sólo a un hombre que se ofrece a los otros como parte orgánica de un ideal y de una entidad colectivas, y que cumple con su vida esta promesa, se le puede ocurrir la idea de que el partido político de la emancipación es un intelectual colectivo en el que el intelectual tradicional por antonomasia, en vez de quedar diluido o ser sobredimensionado, queda convertido en intelectual productivo, en intelectual que produce junto a los otros, junco a los trabajadores manuales que quieren liberarse. Porque de un hombre así se puede decir que ha renunciado a lo que es característico del intelectual tradicional: su apego al privilegio social. Una de las aportaciones más interesantes de Gramsci en este ámbito fue, justamente, la propuesta de superar en el partido laico el tipo de relación (unilateral y unidireccional) entre «clérigos» y «simples» que ha sido característica de la iglesia católica y que, en gran medida, heredaron y secularizaron casi todos los partidos políticos de la modernidad.

Sólo a un hombre que da más importancia al filosofar entendido como reflexión sobre las propias prácticas y tradiciones que a las filosofías académicas, y que, además, se pone al servicio de los otros para elevarla filosofía espontánea a ilustrado sentido común de los más, se le puede ocurrir la idea (en principio ajena al especialista, al experto o al licenciado en filosofía) de que todos los hombres son filósofos. Porque un hombre así ha renunciado a su privilegio como filósofo técnico en favor de otro tipo de filosofar, de un filosofar con punto de vista que se propone explícitamente ayudar a la colectividad de los de abajo.

Sólo a un hombre que ha asumido el conflicto entre ética de la convicción y ética de la responsabilidad corno una cruz con la que hay que cargar necesariamente en una sociedad dividida, sin aspavientos olímpicos ni pretensiones elitistas, se le puede ocurrir la idea de que un día la política y la moral harán un todo al desembocar la política en la moral. Porque un hombre así, aunque diga sentirse aislado y repita una y otra vez que él es y se siente como una isla en la isla, está en realidad comunicando a los demás, a sus interlocutores y a sus lectores, que, a pesar de su psicología, de su carácter o de su estado de ánimo, quiere ser, con ellos, un continente.

Por todo eso, y desde nuestro presente, el proyecto de Gramsci se puede entender como un continuado esfuerzo por hacer de la política (comunista) una ética de lo colectivo.

Gramsci no escribió ningún tratado de ética normativa. No era un filósofo académico ni un político al uso especialmente preocupado por la propia imagen. Tampoco puso las páginas de su obra luminosa bajo el rótulo con el que el asunto suele enseñarse en las universidades: «filosofía moral y política». Dedicó muy pocas páginas a aclarar su propio concepto de la ética. Como tantos otros grandes, habló y escribió poco de ética. En realidad sólo lo hizo, polémicamente, cuando entendió que se estaba confundiendo la política con la politiquería, la política en el sentido noble de la palabra con el hacer sectario o mafioso. Dio con su vida una lección de ética. Una lección de esas que quedan en la memoria de las gentes, de esas que acaban metiéndose en los resortes psicológicos de las personas y que sirven para configurar luego las creencias colectivas. Que las ideas cuajen en creencias: tal fue la aspiración de Gramsci desde joven, en el marco de una tradición crítica y con una identidad alternativa a la del orden existente, que se prefigura ya en la sociedad dividida.

Al hablar de la relación entre ética y política hay dos aspectos igualmente interesantes sugeridos por la palabra escrita y por el hacer de Gramsci. Uno de estos aspectos se plantea al preguntarnos acerca de la forma en que él mismo vivió la relación entre política y moralidad, sobre todo en los años de la cárcel cuando, enfermo, se negó a pedir la gracia a Mussolini. El otro asunto interesante brota al preguntarse cómo reflexionó Gramsci acerca de la relación entre el ámbito de la ética y el ámbito de la política y qué propuso a este respecto desde esa reflexión. Este es un tema, que en sus términos modernos, los propios de una conciencia desencantada ya incluso de las otras formas de hacer política, se planteó unos años antes Max Weber. Gramsci, como historicista, lo trató de otra manera, dialogando con Maquiavelo y con Kant pero con el pensamiento puesto en los problemas específicos, concretos, de su presente.

Pocas veces se han abordado juntos estos dos aspectos en la ya inmensa literatura gramsciana[2]. Pero, a pesar de ello, es importante atender a las dos cosas y suscitar una discusión sobre el resultado de pensar las dos cosas a la vez. Lo es por una razón tan sustantiva como práctica: para superar la distancia, e incluso la separación, que se suele producir, a propósito de Gramsci, entre los estudios biográficos y los estudios técnico-académicos que se centran en los conceptos básicos de los Quaderni del carcere. Pues las consecuencias de esta separación de asuntos suelen ser, por una parte, el reconocimiento de la coherencia ética de una vida ejemplar, y, por otra, la insatisfacción ante la teorización gramsciana del vínculo existente entre ética y política, sobre todo por comparación con otros autores, académicos o no, contemporáneos suyos.

El lugar adonde conduce esta separación en los ambientes intelectuales es conocido. Lo diré de la forma más drástica posible. Conduce, en lo que hace a la valoración de Gramsci, a un juicio, muchas veces escuchado en estos últimos años, del siguiente tenor: «He aquí alguien a quien podemos considerar como un ejemplo de coherencia moral en el marco de la tradición comunista y que, sin embargo, hizo de su vida una tragedia y contribuyó a la tragedia de otros porque no fue realista, porque no supo pensar a fondo precisamente la relación entre lo ético y lo político».

Quisiera decir enseguida, para evitar cualquier equívoco, que no comparto esta derivación intelectualista a propósito de Gramsci y que considero que la tragedia vital del hombre Antonio Gramsci (como la de algunos otros comunistas de su época) tiene que entenderse, en parte, como expresión de su circunstancia: del más general drama del comunismo occidental en un «siglo de extremos » (Hobsbawm) en el que muchas personas, en la Europa occidental, tuvieron que vivir, sabiéndolo, como «revolucionarios sin revolución», sin esperanza pero con convicciones; y, en parte también, claro está, como resultado de una personalidad particularísima: escéptica pero volitiva, irónica pero intransigente, tan práctica en lo cotidiano como inclinada, a veces hasta la neurosis, hacia el puntillismo en las relaciones sentimentales. De todo ello hay muestras suficientemente expresivas en la correspondencia del propio Gramsci y en los testimonios que han dejado quienes le conocieron en vida.

Es cierto que, en la exposición de su proyecto, Gramsci ha acentuado la dimensión estrictamente política, tanto en las luchas sociales en las que participó como cuando hizo análisis o propuso hipótesis teóricas. Pero esto no quiere decir que su proyecto fuera politicista o que infravalorara la ética. Sintomáticamente, siempre presentó sus propias convicciones como haciendo parte de un proyecto ético-político y en ese sentido hay que entender también su propuesta, reiterada, de reforma moral e intelectual, que es consustancial al mismo.[3]
___________
Notas:
[1]. Una aguda reflexión sobre el tipo de clásico que es Gramsci, en V Gerratana, Gramsci. Problemi di metodo, Editori Riuniti, Roma, 1997, pág. XI y ss.
[2]. Tratan este asunto A. Tortorella, «11 fondamento etico della política in Gramsci», Critica marxista, 2/3, marzo-junio de 1997, y D. Jervolino, «Etica e política in Gramsci», en Gramsci da un secolo all’altro, Editori Riuniti, Roma, 1999, págs. 199-210.
[3]. C. N. Courinho, «11 concetto di política nei Quaderni del carcere», Critica marxista, 3/4, marzo-junio de 2001

viernes, 1 de mayo de 2020

Documental para comprender la actual crisis económica

La Batalla por la Economía Mundial



Este documental es relevante para comprender los días que corren, la actual crisis económica que tiene al planeta en conflicto y para detectar que todo ha sido una batalla ideológica muy bien elaborada.

Realizado el año 2002, parte con uno de los momentos decisivos del siglo XX: la controversia entre Hayek y Keynes por definir el modelo económico que debería guiar el desarrollo de los países occidentales tras la crisis de los años 30 en Estados Unidos. Muestra también la reunión en las faldas del Mont Pelerin de 1947 organizada por Hayek, que marca el nacimiento del neoliberalismo.

El documental, describe la victoria inicial de las tesis de Keynes y la consecuente marginación de Hayek, el autor de Camino de servidumbre (1944). Posteriormente aborda la crisis del keynesianismo en los años 70 (por la crisis del petróleo) y el triunfo de Hayek con su Premio Nobel de Economía en 1974 y la llegada al poder de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, que abrieron las puertas al modelo económico neoliberal.

A esto hecho se sumó el Premio Nobel a Friedman en 1976, y la aceptación del modelo económico en el Chile de Pinochet. En definitiva, enmarca la globalización económica en un proceso histórico y trata sus causas y consecuencias -positivas y negativas- con las palabras de Clinton, Friedman, Sachs y Thatcher. Es un documento que abarca gran parte del siglo XX y que merece verse completo. Son seis capítulos de 55 minutos cada uno y se puede encontrar en eMule o Ares. Imprescindible.

Ver post de Diciembre de 2008

Por qué se celebra el Día del Trabajador este 1º de Mayo

En 1886 fueron ejecutados trabajadores de Estados Unidos tras realizar una serie de huelgas en reclamo de mejores condiciones laborales.
Cada 1 de Mayo se celebra en todo el mundo el Día del Trabajador para conmemorar a los Mártires de Chicago. FOTO: CEDOC


En 1886 fueron ejecutados trabajadores de Estados Unidos tras realizar una serie de huelgas en reclamo de mejores condiciones laborales. 


Cada 1 de Mayo se celebra en todo el mundo el Día del Trabajador para conmemorar a los Mártires de Chicago. FOTO: CEDOC NOTICIAS 

 El 1º de mayo de cada año se conmemora el Día Internacional del Trabajador en homenaje a los "Mártires de Chicago", así denominado un grupo de sindicalistas anarquistas que fueron ejecutados en 1886 en Estados Unidos por realizar un reclamo laboral. Los trabajadores demandaban la reducción de la jornada laboral a 8 horas, ya que solían trabajar hasta 16 horas diarias. Ante la presión de los paros el presidente de Estados Unidos, Andrew Johnson, promulgó una ley que establecía las 8 horas de trabajo diario. Sin embargo el sector empresarial decidió no acatarla, por lo que los trabajadores de la ciudad industrial de Chicago iniciaron una huelga el 1º de mayo. Un movimiento liderado por Albert Pearsons juntó a más de 80 mil trabajadores. Fue calificado como "indignante e irrespetuoso" y como un "delirio de lunáticos poco patriotas". Para los que lo criticaban, el pedido era "lo mismo que pedir que se pague un salario sin cumplir ninguna hora de trabajo". El conflicto se extendió a otras ciudades y terminaron parando más de 400.000 obreros en 5.000 huelgas simultáneas. Tanto el gobierno como el sector empresarial creían que estaban ante el inicio de una revolución anarquista. 

Un 1º de Mayo que encuentra a los trabajadores en peores condiciones

 La fábrica McCormik de Chicago no reconoció la victoria de los trabajadores y el 1º de mayo la policía disparó contra los manifestantes en las puertas de la empresa. Los días siguientes murieron más trabajadores hasta que el cuarto día estalló una bomba contra las fuerzas policiales en un suceso conocido como "el atentado de Haymarket". 

El 21 de junio comenzó el juicio a 31 obreros acusados de haber sido los presuntos promotores del conflicto. Condenaron a dos de ellos a cadena perpetua, uno a 15 años de trabajos forzados y cinco a la muerte en la horca. Estas 8 personas se convirtieron en los Mártires de Chicago, y en su conmemoración se declaró que el 1° de mayo sería el Día Internacional del Trabajador. (Fuente www.perfil.com). 

Por qué se celebra el Día del Trabajador este 1 de Mayo

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Por qué se celebra el Día del Trabajador este 1 de Mayo





martes, 28 de abril de 2020

Pablo Neruda: Versainograma a Santo Domingo

A 55 anos de la intervención militar de Estados Unidos a la indefensa patria de Duarte, Luperon y Bosch, las tres raíces del árbol de la patria  



Pablo Neruda fue un poeta combativo; revolucionario y una parte de su poesía la dedicó a temas sociales, como la guerra; claro, también le cantó al amor, a la naturaleza, a la mujer, y a la belleza. Vivió con intensidad; fue diplomático, político; estuvo exiliado y perteneció al Partido Comunista de Chile. Su obra es vasta y eso lo atestigua alrededor de 50 títulos publicados en vida.

A nuestro suelo le dedicó su Versainograma a Santo Domingo, un poema escrito con motivo de la ocupación militar de Estados Unidos en 1965, pero que es una radiografía de lo que hemos vivido desde que Colón llegó. Finaliza así: “Me gusta en Nueva York el yanqui vivo/ y sus lindas muchachas, por supuesto, /pero en Santo Domingo y en Vietnam /prefiero norteamericanos muertos”.

Versainograma a Santo Domingo

A propósito de la Revolución del 24 de abril de 1965 y la invasión de nuestro territorio el 28 con el propósito de sofocarla, por parte del gobierno norteamericano, el laureado poeta chileno Pablo Neruda escribió este poema del cual les diremos una parte.

Santo Domingo con su pueblo armado borró la imposición de los violentos: tomo ciudades, campos y en el puente, con el pecho desnudo y descubierto, aplastó tanques, desafió cañones. Y corría impetuoso como el viento hacia la libertad y la victoria, cuando el tejano Johnnson, el funesto, con sangre de muchos en sus manos, hizo desembarcar sus marineros.

Cuarenta y cinco mil hijos de perra bajaron con sus armas y sus cuentos, con ametralladoras y napalm, con objetivos claros y concretos: “poner en libertad a los ladrones y a los demás hay que meterlos presos.

Y allí están cada día disparando contra dominicanos indefensos. Como en Viet Nam el asesino es fuerte pero a la larga pero a la larga vencerán los pueblos.

Es tan sólo una parte ínfima que refleja el pensar del ganador del Premio Nobel de Literatura del año 1971 que además de su brillantez en la poesía era un ferviente militante de izquierda, les invito a que busquen y lean este versainograma a Santo Domingo.


Neruda en honor a los Dominicanos a raíz de la ocupación norteamericana del 1965.


Perdonen si les digo unas locuras
En esta dulce tarde de febrero
Y si se va mi corazón cantando
Hacia Santo Domingo, compañeros.
Vamos a recordar lo que ha pasado allí
Desde que Don Cristóbal, el 
marinero
Puso los pies y descubrió la isla
Que mejor no la hubiese descubierto
Porque ha sufrido tanto desde entonces
Que parece que el diablo y no Jesús
Se entendió con Colón en ese aspecto Esos conquistadores españoles
Que llegaron desde España, por supuesto
Buscando oro y lo buscaron tanto
Como si les sirviese de alimentoEnarbolando a Cristo con su cruz
Los garrotazos fueron argumentos tan poderosos
Que los indios vivos se convirtieron pronto
En dominicanos muertos
Aunque hace siglos de esta historia amarga
Por amarga y por vieja se las cuento
Porque las cosas no se aclaran nunca
Con el olvido ni con el silencio.
Y hay tanta inquietud sin comentario
En la América hirsuta que me dieron
Que si hasta los poetas nos callamos
No hablan los otros porque tienen miedo.
Ya se sabe en un día declaramos
La independencia azul de nuestros pueblos.
Una por una, América Latina
Se desgranó como un racimo negro
De nacionalidades diminutas
Con mucha flecha y con poco dinero.
Andamos con orgullo y sin zapatos
Y nos creemos todos caballeros.
Cuando tuvimos pantalones largos
Co escogimos pésimos gobiernos:
(rivalizamos mucho en este asunto,
Santo Domingo se sacó los premios).
En esta variedad un tanto triste
Tuvieron a Trujillo sempiterno
Que gracias a un balazo se enfermó
Después de cuarenta años de gobierno.
Podríamos decir de este Trujillo
(a juzgar por las cosas que sabemos)
Que fue el hombre más malo de este mundo
Si no existiera Jhonson, por supuesto.
Sabremos quien ha sido más malvado
Cuando los dos estén en el infierno.
Cuando murió Trujillo respiró
Aquella patria de tormentos
Y en una escalofrío de esperanzas
Subió la luna sobre el sufrimiento.
Corre por los caminos la noticia:
Santo Domingo sale del infierno
Por fin elige un presidente puro:
Juan Bosch que regresa del destierro
Pero no les conviene un hombre honrado
Ni a los gorilas ni a los usureros.
Decretaron un golpe en Nueva York:
Le echan abajo con cualquier pretexto.
Lo destierran con su constitución,
Instalan a cualquier sepulturero
En el tronco del mando y del castigo.
Y los verdugos vuelven a sus puestos
“La democracia representativa ha sido
restaurada en este pueblo”
Dijo El Mercurio en su “editorial”
Escrito en la Embajada que sabemos.
Pero esta vez las cosas no marcharon,
Y de modo interesado aunque severo
A norteamericanos y gorilas
Le salieron los tornillos en el queso,
Y con voz de fusibles en la calle
Salió a cantar el corazón del pueblo.
Santo Domingo con su pueblo armado
Sonó la inspiración de los violentos:
Tomó ciudades, campos y en el puente,
Con el pecho desnudo y descubierto,
Aplastó tanques, desafió cañones.
Y corría impetuoso como el viento
Hacia la libertad y la victoria
Cuando el texano Jhonson, el funesto
Con la sangre de muchos en las manos,
Hizo desembarcar los marineros.
Cuarenta y cinco mil hijos de perra,
Bajaron con sus armas y sus cuentos,
Con ametralladoras y cuchillos
Con objetivos claros y concretos:
“Poner en libertad a los ladrones,
Y a los demás hay que meterlos presos”.
Y allí están disparando cada día
Contra dominicanos indefensos
Como en Vietnam el asesino es fuerte,
Pero a la larga vencerán los pueblos.
La moraleja de este cuento amargo
Se las voy a decir en un momento
(no se lo vayan a contar a nadie:
Soy pacifista por fuera y por dentro)
Ahí va:
Me gusta en Nueva York el yanqui vivo
Y sus lindas muchachas, por supuesto,
Pero en Santo Domingo y en Vietnam
Prefiero norteamericanos muertos.

lunes, 27 de abril de 2020

Silvio, el capitalismo ha quedado desnudo ante esta pandemia.

De aquel encuentro, surgió un compromiso. Otorgar una entrevista para la agencia rusa de noticias Sputnik.

La pandemia de la COVID-19 brindó un marco de oportunidad propicio para explorar los tiempos que transita la humanidad y los retos colectivos que enfrentamos.


El cantautor cubano Silvio Rodríguez: "La herramienta estratégica del porvenir es el humanismo"
© Sputnik / José Negrón Valera
ENTREVISTAS
Hace dos meses, en La Habana, conocí a Silvio Rodríguez por segunda vez. La primera fue hace veinte años, cuando me regalaron un casete con su música. Ese 1999, coloqué la cinta en el reproductor y apreté el botón.
A partir de ese momento, no pasa un día en que no escuche, cante, recuerde, recomiende, toque en la guitarra una canción suya. Cecilia Todd, la maga, obró el milagro.
La historia de cómo se organizó el encuentro podría dar para una larga crónica, pero me conformo por ahora con comentarles que tuve el privilegio de asistir al concierto de su esposa, la flautista Niurka González, y de allí, a que me guiara por las calles de La Habana Vieja, la catedral sumergida en su baño de tejas. De que me dijese, señalando el letrero de Floridita, "tú que eres escritor, aquí es donde Hemingway gustaba tomar su trago de ron".
Fuimos al Museo Nacional de la Música y disfrutamos de la maravillosa voz de Cecilia. Luego cenamos, hablamos de la victoria del pueblo sirio, de la lucha que se libra en Chile. Tuve la dicha de que se uniera a la conversa, Vicente Feliú. Contó del abrazo colectivo que sentía cada vez que iba a Argentina. De cuando Vicente se comió, él solo, una inmensa torta de chocolate, cosa que aún recuerda la mamá de Silvio.
Vi sus ojos humedecerse al relatar la historia de un guerrillero nicaragüense, cuyo último aliento fue para evocar una de sus canciones. Luego, como si aquello no hubiese sido suficiente, me llevó a través de la noche habanera y vimos el malecón. Hablamos sobre el significado de Casiopea y le expuse la teoría que tenía.
"Me gusta cuando la gente interpreta como quiere mis canciones. No busco explicarlas. Ellas son lo que la gente quiere que sean", dijo.
Cecilia bromeaba con él y decía que Silvio era el unicornio. Él reía también y daba detalles de cómo se le ocurrió la canción.
Dejamos a Cecilia en su casa y luego seguimos hacia Marianao. Quería absorber todo lo posible, que la mente siempre tan traicionera tatuara en mi alma ese momento. Cuando me dejó frente a la puerta de la residencia, me dio la mano y me dijo "te voy a leer". Yo solo pude mirarlo, darle las gracias y repetirle "eres la banda sonora de mi vida".

De aquel encuentro, surgió un compromiso. Otorgar una entrevista para la agencia rusa de noticias Sputnik.
La pandemia de la COVID-19 brindó un marco de oportunidad propicio para explorar los tiempos que transita la humanidad y los retos colectivos que enfrentamos.
— Silvio, el capitalismo ha quedado desnudo ante esta pandemia. Se ha visto impotente para dar respuesta a millones de mujeres y hombres alrededor del mundo. Ahora son Cuba, China, Rusia quienes salen de sus fronteras para dar una mano a la humanidad. ¿Estamos en presencia de un cambio de época o de un reacomodo? ¿Crees que como en tu canción, la era está pariendo un corazón?
— Al menos yo, me siento en presencia de una gran incógnita.
El corazón que paría la era a la que canté hace más de medio siglo era el descubierto por hombres que, después de ganar una guerra revolucionaria, renunciaron a sus cargos y comodidades para, con una humildad desconcertante, volver a situarse en primera fila, otorgándole a la lucha armada virtudes que la realidad después mostró como circunstanciales.
Cuando el Che y sus compañeros se fueron yo estaba pasando mi servicio militar. En aquellos momentos (1964-1965) yo no entendí la idea del internacionalismo. Me parecía que en Cuba había demasiado que hacer y consolidar para marcharse, aunque fuera con tan elevados propósitos. Sin embargo, el fracaso de la experiencia boliviana y la muerte de tantos buenos hombres, me hizo querer ser como ellos. Así es, a veces, la juventud: capaz de sacar lecciones de las hormonas, más que de los hechos.
— Se dice que los poetas, los músicos, escritores y artistas tienen la capacidad de adelantarse a los acontecimientos, por esa intuición que poseen. Muchas veces el tiempo termina dándoles la razón. ¿Cómo imagina el mundo postpandemia? ¿Qué debemos aprender de este momento que vivimos? ¿Podremos ser 'un tilín mejores'?
— Es obvio que la pandemia ha hecho aflorar deficiencias, a nivel humano, del sistema llamado liberal, cuya divisa es privatizarlo todo. Es obvio que en muchos aspectos le está yendo mejor a países con Estados fuertes. Pero no creo que esa reflexión vaya a cambiar las mentalidades y mucho menos los intereses creados que suelen mover al mundo. No es que niegue que vayan a quedar cosas positivas. Una fuerte corriente de pensamiento progresista se está manifestando en temas como la desigualdad, y el maltrato al planeta, lo que sin duda es positivo y espero que al final tenga su peso. Aunque sería bien raro que una pandemia lograra transformar el mundo. ¿Dónde quedarían tantos pensadores, tantas doctrinas, tantos ejemplos?

Yo creo que lo peor del mundo, resulte lo que resulte, va a tratar de seguir siendo como era. Falta por ver la conciencia, la fuerza que van a generar las muy evidentes deficiencias de los sistemas.
— La guerra simbólica que Estados Unidos ha desatado durante el último siglo llevó a la gente a pensar que su sociedad y valores eran el modelo a seguir. Pero, a pesar de las pruebas, de las dolorosas imágenes que vemos por televisión y que reflejan a personas que no pueden pagar el tratamiento contra la COVID-19, parece difícil hacer despertar a la gente de este sueño donde Hollywood luce como gran altar intocable de las fantasías humanas. ¿Cómo podemos hacer frente a esta batalla por el imaginario colectivo? ¿Qué herramientas debemos utilizar los modelos distintos para no quedarnos rezagados en este nuevo siglo? ¿En qué hemos fallado, de ser este el caso?
— Nada y mucho menos nadie es lo suficientemente poderoso para enfrentar tantos retos solo. Diversos grupos y personas deberán seguir trabajando. Los complejos de superioridad y desmanes de algunos países son parte de una naturaleza, de una cultura. Nada de eso se va a abolir por decreto, porque no sólo creen en ello quienes mandan, también están convencidos muchos de los que son mandados.
Una pareja mexicana (imagen referencial)
© REUTERS / JOSE LUIS GONZALEZ
¿Evolución o crisis? El COVID-19 desafía al bienestar colectivo
Por otra parte, con la internet y la comunicación generalizada han aflorado opiniones que antes quedaban en los hogares, en las esquinas, en los vecindarios. Muchos jubilados, sobre todo los que ocuparon cargos de responsabilidad, están en el mundo virtual dando opiniones. A mí me abruma a veces tanta información, tantas personas diciendo cómo debieran ser las cosas. Ante esa avalancha incontenible me siento una partícula minúscula, un soplo de nada. Entonces tiendo a abrazarme a lo elemental, a lo esencial. Creo que debemos tratar a los demás como nos gustaría ser tratados. La herramienta estratégica del porvenir es el humanismo, no hay nada mejor. El fallo consiste en alejarse de las verdades elementales, que suelen ser útiles incluso para tratar temas complejos.
— ¿Cómo está sobrellevando Silvio Rodríguez esta Cuarentena? ¿Está leyendo algo? ¿Componiendo, quizá? ¿Tiene alguna recomendación literaria o musical a quienes nos leen? ¿Una película tal vez?
— Estoy como me gusta estar: en familia. Por supuesto que con muchas tareas pendientes. Estoy llevando al pentagrama alguna música. Eso es grato y es trabajo. Por supuesto que estoy leyendo cosas. Ahora mismo, "Algo más en el equipaje", unos cuentos de [Ray] Bradbury. Volví a ver una película profética de Steven Soderbergh: "Contagio". Es de 2013 y describe paso a paso lo que nos ha sucedido en los últimos meses. También riego las matas, trato de caminar lo más posible. Lo que más me angustia es que no seamos capaces de aprender. Una pieza triste con forma de rondó.
— Tal como se lo dije en la Habana, "eres la banda sonora de mi vida". Si ves los miles de comentarios que le escriben a tus videos en la red social Youtube, puedes darte cuenta de que podría ser esa una frase adecuada para millones de personas alrededor del mundo. Hay un comentario que leí en Youtube que quería transmitirte: "Me enamoré con los temas de Silvio, en los 80. En Valparaíso y Santiago de Chile eran casetes de oro. Estaban prohibidos por la dictadura, pero igual los escuchábamos, los regrabábamos. Silvio nos acompañaba en nuestras limitaciones juveniles bajo un régimen fascista. ¡Cuántas vivencias hermosas, asociadas a vuestra compañía!". ¿Qué sientes cuando alguien se te acerca y te dice que su música le ha cambiado la vida? ¿Cuál es la historia que más te ha marcado en este sentido?
— Lo primero que hay que comprender es que cuando alguien lleva más de medio siglo en un oficio, es difícil no tener algo que contar… En eso, la música es una privilegiada, por los acercamientos que propicia. No me ha sido posible guardar todo lo que recibo, pero tengo cartas, fotos, dibujos, libros y un largo etcétera afectivo que la generosidad humana me ha ido obsequiando a lo largo de la vida.

​La canción es una de las artes que más vínculos logra, por ser capaz de acompañar en cualquier circunstancia: un viaje, una enfermedad, un amor, una pérdida, un miedo, una felicidad… Las canciones tienen esa virtud, y además pueden ser reproducidas, si no en la voz, sí en la memoria de cualquiera. Ese don vincula a los autores con historias personales y colectivas de diversas magnitudes. Es milagroso ser parte de la vida de tanta gente, es un obsequio lleno de significados.
— Eres un latinoamericano de alcance mundial. En tu recorrido has conocido a otros personajes con alcance

semejante. Le preguntaré por dos: Hugo Chávez y Fidel Castro. ¿Qué recuerdas de ellos?

— Desde los 90 he sido cada vez más reacio a salir. Conocí a Chávez porque Fidel me convenció de ir a Venezuela a hacer un concierto. Recuerdo que se lo dije a Amaury Pérez y a Carlos Varela, que se sumaron con entusiasmo. Chávez tuvo la gentileza de recibirnos, e incluso se sentó a comer con nosotros. Tuvo el detalle de invitar a unos músicos que cantaron con arpa, cuatro y maracas, recordándome una antigua mañana en que estuve en San Fernando de Apure, en casa del Indio Figueredo. Aquella noche en Miraflores nos sirvieron hallacas, que yo no había comido, y me gustaron tanto que me serví de nuevo. Llegué vivo al día siguiente de milagro. Deshecho en menudos pedazos participé de aquel concierto. Fue un infortunio.
La segunda vez que estuve por allá, fue durante un revocatorio. Había gente de muchos países; recuerdo a mi amigo Roy Brown, cantor puertoriqueño. Esta vez me cuidé de comer hallacas y pude cantar algo mejor. Hasta que el mismísimo Chávez se subió al escenario y dijo que, aunque la gente no lo sabía, él y yo teníamos un duo —Silvio y Hugo, dijo—, y que allí íbamos a hacer nuestra rutina. Me miró y empezó a recitar un hermoso poema sobre [Simón] Bolívar, y yo a seguirlo con la guitarra, acompañándolo como podía, y así continuamos durante un largo rato. La gente estaba enloquecida.
Chávez, además de su corazón generoso, tenía un gran talento histriónico. Era un hombre muy carismático. Lo de aquella tarde fue uno de los eventos más insólitos que me ha tocado vivir sobre un escenario; rotundamente inolvidable.
— Su producción creativa, poética y musical, está marcada por los momentos históricos. Pueden verse retazos en ellos que nos hablan de los acontecimientos vividos en Latinoamérica y el mundo. Las denuncias imperialistas en países como Nicaragua, Chile y la propia Cuba. Pienso en su canción 'Cita con Ángeles' que parece ser un compendio de sus angustias, pero también de admiración por personajes que lucharon por el bienestar de la humanidad. ¿Cuál sería la canción de estos tiempos?
— Eso mismo me gustaría saber a mí.
— Se suele marcar el martes 13 de junio de 1967 como su 'debut musical', en el  programa de televisión Música y estrellas. Cincuenta años después a usted se le sigue escuchando, recomendando, así como se hace con Los Beatles. Personas de 70 y 80 años lo escuchan con la misma pasión que estudiantes universitarios de 20 años. ¿A qué cree que se deba este fenómeno?
— Efectivamente, yo debuté un martes 13 (ni te cases ni te embarques, dicen en Cuba sobre ese día). Yo iba a ser dibujante. A los 15 años empecé a trabajar en el semanario Mella, inicialmente órgano de la Juventud Socialista, y hasta los 20 estuve dibujando en las revistas Venceremos y Verde Olivo, publicaciones militares. Pero me encontré con la guitarra y me enamoré. Lo cierto es que el instrumento me entretenía más que la gráfica. Era un mundo que me tentaba desde niño; de pronto se me abrió la oportunidad y me perdí en él.
Yo también me pregunto el porqué de esa secuencia temporal; para mí también es un misterio. Pero viendo cómo se comportan esas cosas, recuerdo que nunca me interesó hacer canciones muy a la moda; es decir, para hacerme fácilmente de un público. Algunos de mis contemporáneos me veían raro, y no me lo decían para herirme sino porque les llamaba la atención que me aferrara a aquella forma personal, pudiendo ser más popular de otra manera… Lo cierto es que cuando empecé a tocar la guitarra ya yo leía literatura, tenía nociones de historia del mundo y del arte, precariamente, pero manejaba algunos criterios. También era un adicto a la música llamada clásica. Puede que todo esto haya tenido que ver con la decisión de explorar caminos propios, con intentar no ser mimético, con la disciplina de escuchar la música con sentido crítico, incluída la propia, y con el deseo de no parecerme a nadie, ni siquiera a mi mismo.
— ¿Hacia dónde va Silvio Rodríguez? ¿Hay algún país al que desee volver? ¿Algún proyecto del que pueda darnos un atisbo?
— Tengo la tentación de responderte que no me queda más remedio que ir hacia la cuarta edad… Si no te parece demasiado humor negro (aunque a mí me gusta el humor, sea del color que sea)… Sinceramente, es formidable viajar, ver el mundo; se adquiere un tamaño de bola, se aprende mucho. Aún me gustaría ver Grecia, Egipto, Japón, al menos un pedacito de India; me gustaría ver Madagascar y pasar por el Cabo de Buena Esperanza.  Me gustaría ver Perito Moreno. Me gustaría —mucho— ver Machu Picchu, el Gran Cañón, las cataratas del Niágara (aunque estuve en Iguazú). Pero me temo que no me va a alcanzar el tiempo para ver todo lo que me gustaría. Y no es que sea conformista, pero me parece que soy un afortunado que ha podido ver mucho. Así que mi más preciado proyecto ahora mismo es poder seguir trabajando en el estudio cuanto antes, para terminar algunos discos que tengo empezados. Entre ellos, uno con el grupo Diákara, de hace casi 30 años. Y otros muchos temas que he estado grabando después y que tengo que terminar de mejorar y/o editar. Sin contar los que se me ocurren constantemente.

Ahora mismo, en la pandemia, pienso sacar un disco virtual de canciones a guitarra: diez u once temas que, en conjunto, se va a llamar Para la espera. Habrá una canción dedicada a mi amigo Eduardo Aute: Noche sin fin y mar.
— ¿Hay algo de lo que se arrepienta? ¿Algo que haría distinto de poder volver el tiempo atrás?
— Es curiosa esa pregunta, porque me hace recordar que cuando joven analizaba mis etapas anteriores con mucha severidad, dando por sentado que no iba a volver a incurrir en tal o más cual defecto… Es bueno ser autocrítico, y hacer retrospectivas ayuda mucho, aunque también debiéramos ser capaces de anticiparnos, de asumir valores sólidos como espina dorsal de una conducta deseable.
Jamás me arrepentiré de haber tenido sentimientos de piedad, de comprender que cada ser humano puede sufrir las mismas angustias y tragedias. En consecuencia, no me es posible renunciar a la defensa de mi conglomerado humano, o sea, mi país.
Por ser parte de ese todo, cualquier impertinencia extraña me ofende el albedrío, mi soberanía, que tampoco es magnífica, porque somos un pueblo que a duras penas se  ha podido desarrollar en algunos sentidos. Si yo tuviera alguna diferencia con quienes me gobiernan, sería entre ellos y yo. Nadie tiene derecho a meterse en eso. Mucho menos quienes van por el mundo como si todo les perteneciera. No soporto a los hipócritas que afirman que las sanciones a Cuba son contra su gobierno. Ahora, durante la pandemia, cubanos incluso de Estados Unidos les han pedido que tengan piedad con el pueblo de Cuba. Pero son sordos al dolor ajeno los que tanto hablan de Dios.
Ellos saben que si un gobierno se mantiene es porque un pueblo lo permite —es imposible de otra forma—, por eso llevan 60 años haciéndonos la vida imposible, para que sepamos el precio. Es un tópico del humanismo universal estar contra la tortura. Pues todo un pueblo, el cubano, lleva más de seis décadas siendo torturado por un vecino poderoso y abusador. Aclaro que aunque tenga opiniones, aunque puntualmente esté a favor de unas cosas y rechace otras, nunca he tenido la más mínima tentación de dedicarme a la política. Y que no soy nada complaciente con nuestra realidad.
— ¿Cuál es su mensaje para el mundo, para quienes resisten a esta pandemia, y también a las amenazas de un sistema que no permite que los pueblos decidan su propio destino?
— Mi mensaje es como el montuno de los sones: reiterativo. Tratemos al prójimo como queremos ser tratados. Si no respetas, no rezongues cuando no te respeten. Como dicen por allá, por Mayarí: que lo que me deseas tengas.
Decirlo así es mi forma de mirar al futuro con optimismo.

EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

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