La Guerra de la Restauración un legado histórico imperecedero
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La Guerra Restauradora que se inició con el grito de Capotillo, el 16 de agosto de 1863, un día como hoy, no solo sirvió de marco a la ratificación de nuestra nacionalidad, sino que se ha convertido en un verdadero legado para la posteridad. Esta gesta es considerada de gran trascendencia para los dominicanos, a tal punto que la fecha ha sido tomada para la celebración de actos solemnes como la toma de posesión de las autoridades electas, incluyendo el presidente y vicepresidente de la República, y para la conformación de los bufetes directivos del Congreso Nacional y los municipios. El grito de Capotillo fue bujía inspiradora para los prohombres del Caribe insular y de otras naciones continentales, como es el caso de los cubanos que bajo el denominado grito de Yara y los puertorriqueños con el de Lares, también se libraron de los españoles. La grandeza de los restauradores debe ser norte de generaciones. El profesor Juan Bosch de la restauración dice: “La Guerra de la Restauración es la página más notable de la historia dominicana, como también la más ignorada por la casi totalidad de los dominicanos; se desconoce el esfuerzo colectivo gigantesco, heroico y las hazañas militares que libraron los hombres y mujeres que participaron en ella. Por esto, debe alcanzar en la conciencia de cada uno de nosotros un sitial preponderante dentro de los episodios de la vida nacional. La Guerra de la Restauración comenzó el 16 de agosto de 1863, para el 22 de ese mes caían en manos de los restauradores: Guayubín, Monte Cristi, Sabaneta (hoy Santiago Rodríguez); para el 24 las fuerzas españolas declaraban el estado de sitio a todo el país; el 26 caían Puerto Plata, La Vega, San Francisco de Macorís, Cotuí; el 30 cayó Moca y ese mismo día el general Gaspar Polanco llevaba 1,000 hombres a Santiago, para iniciar la batalla de Santiago, en la que logró acorralar a las tropas españolas en la fortaleza San Luis. Sólo se tiene una explicación para semejante destreza en la acción restauradora y es que desde el primer momento recibió un apoyo resuelto de las grandes masas del pueblo dominicano porque en ella se reunieron características de guerra de liberación nacional y de guerra social, en la que participaron hombres animados por sentimientos patrióticos y hombres de acción que van a los campos de batalla en busca de ascensos sociales y en ocasiones, hombres en quienes se daban ambos estímulos. Los dominicanos de hoy se imaginan a los restauradores vestidos con uniformes, pero lo cierto es que los jefes y los soldados de la epopeya restauradora vestían harapos, todos estaban descalzos y a piernas desnudas, sus caballos vestían aparejos hechos de hojas de plátanos, sus armas eran machetes y escasos fusiles adueñados de los soldados españoles heridos o muertos. Esta guerra no fue una fiesta, en ella no podían participar todos los hombres, sino aquellos que gozaban de buena condición física, capaces de enfrentarse a los aguerridos soldados españoles. Fueron esos hombres extraordinarios quienes derrotaron a las fuerzas españolas un año y menos de cinco meses después de iniciada la Guerra de Restauración, esto es el 7 de enero de 1865. Dicha derrota fue admitida por el parlamento Español mediante un proyecto de ley que ordenaba a 1as autoridades españolas abandonar el territorio dominicano. La Guerra de la Restauración fue una revolución burguesa frustrada, como lo había sido la separación de Haití y como lo fue la Revolución de Abril de 1965. Fue una revolución burguesa frustrada debido a la ausencia de una clase burguesa en nuestra sociedad.” (Juan Bosch) Los historiadores han resaltado la trascendencia de esta epopeya, seguida de una serie de acciones que elevaron la estima de los más sobresalientes prohombres, casados hoy con la gloria de preservar la dominicanidad que habían heredado los trinitarios con Juan Pablo Duarte a la cabeza, el 27 de febrero de 1844. La guerra de la Restauración vino a ser producto de la traición de Pedro Santana a la naciente república, llamada República Dominicana. El 18 de marzo de 1861, el general Pedro Santana, a la sazón Presidente de la República consumó su deseo de anexar la Nación a España. Los coroneles José Cabrera, Santiago Rodríguez, Benito Monción, Pedro Antonio Pimentel, y Juan Antonio Polanco, estos últimos sumados a los primeros, asumieron la sagrada misión de libertar la patria y con el grito de “Libertad o Muerte”, le pusieron tono de batalla a su decisión la madrugada del 16 de agosto de 1863. Este fue el inicio de la lucha por la libertad y el retorno a la dominicanidad.También sobresalieron, Gregorio Luperón, primera espada, Manuel Rodríguez Objio, Ulises Francisco Espaillat, Benigno Filomeno de Rojas y Pedro Francisco Bonó, entre otras prestantes figuras del ámbito militar y civil. Las tropas españolas anexionistas comenzaron a sentir el rechazo de la población que se expresaba cada vez más a favor de la cruzada restauradora. Ante las derrotas constantes frente a los criollos que lograron diezmar sus fuerzas, las tropas españolas que quedaban debieron embarcarse con destino a su lugar de origen, el 11 de julio de 1865. Entre las batallas más sobresalientes de esta gesta están la del 18 de agosto, en la que se dio la gran lucha a las tropas españolas y la del 6 de septiembre en la que la espada y el coraje de Luperón se pusieron a pruebas. Hugo Tolentino Dipp, al referirse a Luperón, en su trabajo Perfil nacionalista de Gregorio Luperón, le define como el más grande soldado de la causa nacionalista y dice de él que “en la batalla del 6 de septiembre, Luperón se jugó la vida como si el hecho de batirse por la libertad le hiciera invulnerable. Entre los soldados y frente al pueblo su fama crecía, un justo renombre le iba coronando”. Uno de los eventos de mayor relevancia en la memoria histórica sobre la Restauración, lo constituyó el centenario de la gesta, siendo a la sazón Presidente el profesor Juan Bosch. El fragmento de este discurso histórico que resume el sentimiento de este gobernante, en un momento tan especial es el siguiente: “No lo sabemos, y acaso la humanidad tarde mucho en saberlo. Pero la historia, que es el espejo de los actos colectivos, nos enseña que el amor a la patria es un valor constante en todos los pueblos; que el esquimal ama su rudo paisaje de nieves eternas, que el tibetano ama la extraordinaria soledad de sus montañas, que el africano ama sus selvas pobladas de leones, de culebras y caimanes; que el norteamericano ama su continente de rascacielos y automóviles. Nosotros los dominicanos amamos hasta la muerte, este pedazo de isla en el cual nos tocó nacer, en el cual hemos luchado y en el cual esperamos morir”. Para Héctor Luis Martínez la Guerra Restauradora se inicia en febrero y se proclama al amanecer del 16 de agosto de 1863 con el grito de Capotillo. Considera que la gesta es de gran trascendencia para la historia del país y que su misión fue recobrar la independencia de 1844, accidentada por la anexión a España en 1861. “Esta guerra tuvo un profundo significado para el quehacer histórico y el devenir de la República dominicana. De 1863 a 1865 los dominicanos luchando denodadamente por restaurar la Independencia que se había heredado de 27 de febrero, parece que estábamos maduros en cierto modo, para hacer valer nuestra soberanía alcanzada e 27 de febrero de 1844”. Estima que la Guerra Restauradora tuvo una dimensión local, caribeña y continental. Localmente su incidencia estuvo en que en la consolidación de la Independencia. En el aspecto caribeño la dimensión de esta gesta consiste en que sirvió de inspiración a cubanos y puertorriqueños y que por ella se produce en Cuba el gripo de Yara y en Puerto Rico el de Lares, “dos gritos de libertad en las antillas, reflejo de nuestro grito de Capotillo”. Considera que en el proceso de la Independencia se anida el sentir antillanista “las antillas mayores, conformada por las colonias españolas, Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, a las que se suma Haití, vieron que era posible luchar por una especie de federación antillana no solo contra la intervención española, sino contra e interés de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, en su momento”, La gesta restauradora le costó a España unos 400 millones de reales y alrededor de 16 mil bajas humanas, aunque algunos estiman que los soldados españoles y de otras nacionalidades que lucharon del lado español sumaron unos 23 mil. Considera que valió la pena el sacrificio de tantos dominicanos por legarnos una nación libre y que las lecciones de la Guerra Restauradora están ahí “y el país hoy en día tiene ejemplos que seguir” y que el legado de los héroes debe ser asimilado por las nuevas generaciones, porque sus actores hicieron valer todos los elementos de la nacionalidad dominicana que consideraban positivos “y lo que somos como dominicanos”. La Restauración debe servir de ejemplo para que “las actuales generaciones estén dispuestas siempre a la defensa de los mejores intereses, a lo que es e legado del sentido por la libertad que tenemos de aquella gesta”. Y que los prohombres de la Guerra Restauradora “desde el punto de vista militar e ideológico” y cuya conducta fue orientada por la idea de la transparencia “de apego por los intereses de la nación, de anteponer al interés particular en el general o colectivo”. “Esos ejemplos están ahí, vivos y es necesario que en nuestra escuela, particularmente en los primeros años de formación, sean retomados para que podamos trabajar en el perfil de un dominicano distinto y esta inversión de valores que hoy nos afecta pueda ser superada”. |
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