MORAL Y LUCES

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viernes, 11 de noviembre de 2016

Mirá en vivo cuántas personas nacen y mueren en el mundo

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    Durante un día en el planeta Tierra nacen 4,65 personas por segundo. Con base sobre las estimaciones poblacionales de la ONU, así se mueve la población del mundo.











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El canal de Panamá y Centroamérica





El pasado 3 de noviembre se conmemoró el 113 aniversario de la creación de la República de Panamá; y el 26 de junio último se inauguró el Canal ampliado de Panamá, un hecho de la mayor trascendencia por el impacto en el comercio y en la economía internacional de la histórica vía interoceánica. En esa […]


Publicado el: 11 noviembre, 2016


e-mail:diomedesnp@gmail.com

El pasado 3 de noviembre se conmemoró el 113 aniversario de la creación de la República de Panamá; y el 26 de junio último se inauguró el Canal ampliado de Panamá, un hecho de la mayor trascendencia por el impacto en el comercio y en la economía internacional de la histórica vía interoceánica. 

En esa ceremonia participó, entre otros invitados de honor, el presidente de la República, licenciado Danilo Medina. También en Nicaragua se está construyendo otro canal entre el Pacífico y el Atlántico, con financiamiento de China. Comparto unos párrafos sobre los antecedentes del Canal de Panamá:
Las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 1848 las ganó el General Zachary Taylor, que había salido de la guerra contra México convertido en héroe nacional. Fue el candidato del Partido Whig, de conocida postura antiesclavista y opuesto a las desenfrenadas pretensiones del Partido Demócrata de obtener territorios ajenos para convertirlos en estados que sirvieran a la causa del sur. Tanto Taylor, que inició su mandato en marzo de 1849 y moriría en junio de 1850, como Millard Filmore, su Vicepresidente, actuaron con suma prudencia en lo referido a la extensión territorial de su país.

En el 1848 se descubren en California los grandes yacimientos de oro y, al igual que otros territorios situados en el Pacífico, despertaron el interés que desde los tiempos de Thomas Jefferson tenían los estadounidenses por América Central, especialmente Nicaragua; en este país había más probabilidades que en Panamá de construir un canal interoceánico que comunicara el Atlántico con el Pacífico. En esos afanes los británicos se habían adelantado en Nicaragua, y poseían en América Central la colonia de Honduras Británicas (hoy Belice) y ejercían desde 1848 un protectorado sobre los indios de la Mosquitia, región que se extendía desde el Cabo Gracias a Dios, en Honduras, hasta las cercanías del río San Juan, en la costa nicaragüense del Caribe. Nicaragua fue prácticamente obligada a firmar, el 7 de marzo de 1848, un tratado con la Gran Bretaña.

Ya en 1845, fecha desde la que los británicos desarrollaban sus maniobras en Nicaragua, el apasionado expansionista Stephen A. Douglas sostuvo que “nuestro sistema federal está admirablemente adaptado a todo el continente”, y precisó que “aunque yo no violaría las leyes de las naciones y las estipulaciones convencionales, ni en manera alguna mancharía el honor nacional, me valdría de todo procedimiento legal y honorable para expulsar a Gran Bretaña y los últimos vestigios de su autoridad real en el continente de Norte América…”.

La actitud expansionista de amplios sectores estadounidenses se transformaba, también, en antibritanismo. Enterados de los proyectos ingleses en América Central empezaron a actuar en Nueva Granada (Colombia), donde, con el objeto de obtener Panamá, explotaron con habilidad los temores que despertaban en la zona los recientes movimientos de Inglaterra. Como fruto de las negociaciones resultó el Tratado Bidlack-Mallarino, firmado el 12 de diciembre del 1846.

Aunque supuestamente se trataba de un convenio de amistad, comercio y navegación entre los dos países, ese acuerdo se constituyó en una escandalosa concesión de Nueva Granada, para que Estados Unidos se comunicara a través del Itsmo de Panamá, como puede apreciarse en el inciso primero del artículo XXXV del Tratado, pues los colombianos garantizaban a los estadounidenses que “los ciudadanos, los buques y las mercaderías de los Estados Unidos gozarían de los puertos de Nueva Granada, inclusive la parte del territorio granadino generalmente llamado Itsmo de Panamá, desde la más lejana extremidad meridional de éste hasta el límite de Costa Rica, de todas las exenciones, los privilegios y las inmunidades concernientes al comercio y a la navegación que disfrutaban en aquel momento…”.

Los Estados Unidos, por su parte, “a fin de asegurarse para sí mismo el tranquilo y constante disfrute de dichas ventajas, y en compensación de los favores que obtenían en virtud de lo estipulado en los artículos 42, 52 y 62 del tratado, garantizaban a Nueva Granada (Colombia), positiva y eficazmente, por el Convenio que firmaban, la perfecta neutralidad del antes mencionado Itsmo, como la mira de que el libre tránsito del uno al otro mar no fuera interrumpido o embargado en ningún tiempo futuro, mientras el Tratado estuviera en vigor…”

Con este Tratado Estados Unidos pasó a adueñarse de parte de la soberanía de Nueva Granada, y más de medio siglo después ese convenio se convirtió en el instrumento que usaron para imponer a Colombia unas condiciones que terminarían en el desmembramiento de su territorio, con la separación de Panamá, en noviembre de 1903.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Trump: el otro fin de ciclo



En el último año hablar del “fin del ciclo progresista” se había convertido en una moda en América Latina. Uno de los supuestos de tan temeraria como infundada tesis, cuyos contenidos hemos discutido en otra parte, era la continuidad de las políticas de libre cambio y de globalización comercial impulsadas por Washington desde los tiempos de Bill Clinton y que sus cultores pensaban serían continuadas por su esposa Hillary para otorgar sustento a las tentativas de recomposición neoliberal en curso en Argentina y Brasil1. Pero enfrentados al tsunami Donald Trump se miran desconcertados y muy pocos, tanto aquí como en Estados Unidos, logran comprender lo sucedido. Cayeron en las trampas de las encuestas que fracasaron en Inglaterra con el Brexit, en Colombia con el No, en España con Podemos y ahora en Estados Unidos al pronosticar unánimemente el triunfo de la candidata del partido Demócrata. También fueron víctimas del microclima que suele acompañar a ciertos políticos, y confundieron las opiniones prevalecientes entre los asesores y consejeros de campaña con el sentimiento y la opinión pública del conjunto de la población estadounidense, esa sin educación universitaria, con altas tasas de desempleo, económicamente arruinada y frustrada por el lento pero inexorable desvanecimiento del sueño americano, convertido en una interminable pesadilla. Por eso hablan de la “sorpresa” de ayer a la madrugada, pero como observara con astucia Omar Torrijos, en política no hay sorpresas sino sorprendidos. Veamos algunas de las razones por las que Trump se impuso en las elecciones.

Primero, porque Hillary Clinton hizo su campaña proclamando el orgullo que henchía su espíritu por haber colaborado con la Administración Barack Obama, sin detenerse un minuto a pensar que la gestión de su mentor fue un verdadero fiasco. Sus promesas del “Sí, nosotros podemos” fueron inclementemente sepultadas por las intrigas y presiones de lo que los más agudos observadores de la vida política estadounidense -esos que nunca llegan a los grandes medios de aquel país- denominan “el gobierno invisible” o el “estado profundo”. Las módicas tentativas reformistas de Obama en el plano doméstico naufragaron sistemáticamente, y no siempre por culpa de la mayoría republicana en el Congreso. Su intención de cerrar la cárcel de Guantánamo se diluyó sin dejar mayores rastros y Obama, galardonado con un inmerecido Premio Nobel, careció de las agallas necesarias para defender su proyecto y se entregó sin luchar ante los halcones. Otro tanto ocurrió con el “Obamacare”, la malograda reforma del absurdo, por lo carísimo e ineficiente, sistema de salud de Estados Unidos, fuente de encendidas críticas sobre todo entre los votantes de la tercera edad pero no sólo entre ellos. No mejor suerte corrió la reforma financiera, luego del estallido de la crisis del 2008 que sumió a a la economía mundial en una onda recesiva que no da señales de menguar y que, pese a la hojarasca producida por la Casa Blanca y distintas comisiones del Congreso, mantuvo incólume la impunidad del capital financiero para hacer y deshacer a su antojo, con las consabidas consecuencias. Mientras, los ingresos de la mayoría de la población económicamente activa registraban -no en términos nominales sino reales- un estancamiento casi medio siglo, las ganancias del uno por ciento más rico de la sociedad norteamericana crecieron astronómicamente. Tan es así que un autor como Zbigniew Brzezinski, tan poco afecto al empleo de las categorías del análisis marxista, venía hace un tiempo expresando su preocupación porque los fracasos de la política económica de Obama encendiese la hoguera de la lucha de clases en Estados Unidos. En realidad esta venía desplegándose con creciente fuerza desde comienzos de los noventas sin que él, y la gran mayoría de los “expertos”, se dieran cuenta de lo que estaba ocurriendo bajo sus narices. Sólo que la lucha de clases en el corazón del sistema imperialista no puede tener las mismas formas que ese enfrentamiento asume en la periferia. Es menos visible y ruidoso, pero no por ello inexistente. De ahí la tardía preocupación del aristócrata polaco-americano. En materia de reforma migratoria Obama tiene el dudoso honor de haber sido el presidente que más migrantes indocumentados deportó, incluyendo un exorbitante número de niños que querían reunirse con sus familias. En resumen, Clinton se ufanaba de ser la heredera del legado de Obama, y aquél había sido un desastre.

Pero, segundo, la herencia de Obama no pudo ser peor en materia de política internacional. Se pasó ocho años guerreando en los cinco continentes, y sin cosechar ninguna victoria. Al contrario, la posición relativa de Estados Unidos en el tablero geopolítico mundial se debilitó significativamente a lo largo de estos años. Por eso fue un acierto propagandístico de Trump cuando utilizó para su campaña el slogan de “¡Hagamos que Estados Unidos sea grande otra vez!” Obama y la Clinton propiciaron golpes de estado en América Latina (en Honduras, Ecuador, Paraguay) y envió al Brasil a Liliana Ayalde, la embajadora que había urdido la conspiración que derribó a Fernando Lugo para hacer lo mismo contra Dilma. Atacó a Venezuela con una estúpida orden presidencial declarando que el gobierno bolivariano constituía una “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos.” Reanudó las relaciones diplomáticas con Cuba pero hizo poco y nada para acabar con el bloqueo. Orquestó el golpe contra Gadaffi inventando unos “combatientes por la libertad” que resultaron ser mercenarios del imperio. Y Hillary merece la humillación de haber sido derrotada por Trump aunque nomás sea por su repugnante risotada cuando le susurraron al oído, mientras estaba en una audiencia, que Gadaffi había sido capturado y linchado. Toda su degradación moral quedó reflejada para la historia en esa carcajada. Luego de eso, Obama y su Secretaria de Estado repitieron la operación contra Basher al Assad y destruyeron Siria al paso que, como confesó la Clinton, “nos equivocamos al elegir a los amigos” –a quienes dieron cobertura diplomática y mediática, armas y grandes cantidades de dinero- y del huevo de la serpiente nació, finalmente, el tenebroso y criminal Estado Islámico. Obama declaró una guerra económica no sólo contra Venezuela sino también contra Rusia e Irán, aprovechándose del derrumbe del precio del petróleo originado en el robo de ese hidrocarburo por los jijadistas que ocupaban Siria e Irak. Envió a Victoria Nuland, Secretaria de Estado Adjunta para Asuntos Euroasiáticos , a ofrecer apoyo logístico y militar a las bandas neonazis que querían acabar con el gobierno legítimo de Ucrania, y lo consiguieron al precio de colocar al mundo, como lo recuerda Francisco, al borde de una Tercera Guerra Mundial. Y para contener a China desplazó gran parte de su flota de mar al Asia Pacífico, obligó al gobierno de Japón a cambiar su constitución para permitir que sus tropas salieran del territorio nipón (con la evidente intención de amenazar a China) e instaló dos bases militares en Australia para, desde el Sur, cerrar el círculo sobre China. En resumen, una cadena interminable de tropelías y fracasos internacionales que provocaron indecibles sufrimientos a millones de personas.

Dicho lo anterior, no podía sorprender a nadie que Trump derrotara a la candidata de la continuidad oficial. Con la llegada de este a la Casa Blanca la globalización neoliberal y el libre comercio pierden su promotor mundial. El magnate neoyorquino se manifestó en contra del TTP, habló de poner fin al NAFTA (el acuerdo comercial entre Estados Unidos, México y Canadá) y se declaró a favor de una política proteccionista que recupere para su país los empleos perdidos a manos de sus competidores asiáticos. Por otra parte, y en contraposición a la suicida beligerancia de Obama contra Rusia, propone hacer un acuerdo con este país para estabilizar la situación en Siria y el Medio Oriente porque es evidente que tanto Estados Unidos como la Unión Europea han sido incapaces de hacerlo. Hay, por lo tanto, un muy significativo cambio en el clima de opinión que campea en las alturas del imperio. Los gobiernos de Argentina y Brasil, que se ilusionaban pensando que el futuro de estos países pasaría por “insertarse en el mundo” vía libre comercio (TTP, Alianza del Pacífico, Acuerdo Unión Europea-Mercosur) más les vale vayan aggiornando su discurso y comenzar a leer a Alexander Hamilton, primer Secretario del Tesoro de Estados Unidos, y padre fundador del proteccionismo económico. Sí, se acabó un ciclo: el del neoliberalismo, cuya malignidad convirtió a la Unión Europea en una potencia de segundo orden e hizo que Estados Unidos se internara por el sendero de una lenta pero irreversible decadencia imperial. Paradojalmente, la elección de un xenófobo y misógino millonario norteamericano podría abrir, para América Latina, insospechadas oportunidades para romper la camisa de fuerza del neoliberalismo y ensayar otras políticas económicas una vez que las que hasta ahora prohijara Washington cayeron en desgracia. Como diría Eric Hobsbawm, se vienen “tiempos interesantes” porque, para salvar al imperio, Trump abandonará el credo económico-político que tanto daño hizo al mundo desde finales de los años setentas del siglo pasado. Habrá que saber aprovechar esta inédita oportunidad.

Notas: 

Ver Atilio A. Boron y Paula Klachko, “Sobre el “post-progresismo” en América Latina: aportes para un debate”, 24 Septiembre 2016, disponible en varios diarios digitales

2 Cf. Drew Desilver, “For most workers, real wages have barely budged for decades” donde demuestra que los salarios reales tenían en el año 2014 ¡el mismo poder de compra que en 1974! Ver http://www.pewresearch.org/fact-tank/2014/10/09/for-most-workers-real-wages-have-barely-budged-for-decades/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Propuestas de Donald Trump que explican su victoria

Las 7 propuestas de Donald Trump que explican su victoria

Le Monde Diplomatique






La victoria de Donald Trump (como el brexit en el Reino Unido, o la victoria del ‘no’ en Colombia) significa, primero, una nueva estrepitosa derrota de los grandes medios dominantes, los institutos de sondeo y las encuestas de opinión. Pero significa también que toda la arquitectura mundial, establecida al final de la Segunda Guerra Mundial, se ve ahora trastocada y se derrumba. Los naipes de la geopolítica se van a barajar de nuevo. Otra partida empieza. Entramos en una era nueva cuyo rasgo determinante es ‘lo desconocido’. Ahora todo puede ocurrir.
¿Cómo consiguió Trump invertir una tendencia que lo daba perdedor y lograr imponerse en la recta final de la campaña? Este personaje atípico, con sus propuestas grotescas y sus ideas sensacionalistas, ya había desbaratado hasta ahora todos los pronósticos. Frente a pesos pesados como Jeb Bush, Marco Rubio o Ted Cruz, que contaban además con el resuelto apoyo del establishment republicano, muy pocos lo veían imponerse en las primarias del Partido Republicano; y sin embargo carbonizó a sus adversarios, reduciéndolos a cenizas.
Hay que entender que desde la crisis financiera de 2008 (de la que aún no hemos salido) ya nada es igual en ninguna parte. Los ciudadanos están profundamente desencantados. La propia democracia, como modelo, ha perdido credibilidad. Los sistemas políticos han sido sacudidos hasta las raíces. En Europa, por ejemplo, se han multiplicado los terremotos electorales (entre ellos el brexit). Los grandes partidos tradicionales están en crisis. Y en todas partes percibimos subidas de formaciones de extrema derecha (en Francia, en Austria y en los países nórdicos) o de partidos antisistema y anticorrupción (Italia, España). El paisaje político aparece radicalmente transformado.
Ese fenómeno ha llegado a Estados Unidos, un país que ya conoció, en 2010, una devastadora ola populista, encarnada entonces por el Tea Party. La irrupción del multimillonario Donald Trump en la Casa Blanca prolonga aquello y constituye una revolución electoral que ningún analista supo prever. Aunque pervive, en apariencias, la vieja bicefalia entre demócratas y republicanos, la victoria de un candidato tan heterodoxo como Trump constituye un verdadero seísmo. Su estilo directo, populachero, y su mensaje maniqueo y reduccionista, apelando a los bajos instintos de ciertos sectores de la sociedad, muy distinto del tono habitual de los políticos estadounidenses, le ha conferido un carácter de autenticidad a ojos del sector más decepcionado del electorado de la derecha. Para muchos electores irritados por lo «politicamente correcto», que creen que ya no se puede decir lo que se piensa so pena de ser acusado de racista, la «palabra libre» de Trump sobre los latinos, los inmigrantes o los musulmanes es percibida como un auténtico desahogo.
A ese respecto, el candidato republicano ha sabido interpretar lo que podríamos llamar la «rebelión de las bases». Mejor que nadie, percibió la fractura cada vez más amplia entre las elites políticas, económicas, intelectuales y mediáticas, por una parte, y la base del electorado conservador, por la otra. Su discurso violentamente anti-Washington y anti-Wall Street sedujo, en particular, a los electores blancos poco cultos y empobrecidos por los efectos de la globalización económica.
Hay que precisar que el mensaje de Trump no es semejante al de un partido neofascista europeo. No es un ultraderechista convencional. Él mismo se define como un «conservador con sentido común» y su posición, en el abanico de la política, se situaría más exactamente a la derecha de la derecha. Empresario multimillonario y estrella archipopular de la telerealidad, Trump no es un antisistema, ni obviamente un revolucionario. No censura el modelo político en sí, sino a los políticos que lo han estado piloteando. Su discurso es emocional y espontáneo. Apela a los instintos, a las tripas, no a lo cerebral, ni a la razón. Habla para esa parte del pueblo estadounidense entre la cual ha empezado a cundir el desánimo y el descontento. Se dirige a la gente que está cansada de la vieja política, de la «casta». Y promete inyectar honestidad en el sistema; renovar nombres, rostros y actitudes.
Los medios han dado gran difusión a algunas de sus declaraciones y propuestas más odiosas, patafísicas o ubuescas. Recordemos, por ejemplo, su afirmación de que todos los inmigrantes ilegales mexicanos son corruptos, delincuentes y violadores. O su proyecto de expulsar a los 11 millones de inmigrantes ilegales latinos a quienes quiere meter en autobuses y expulsar del país, mandándoles a México. O su propuesta, inspirada en Juego de Tronos, de construir un muro fronterizo de 3.145 kilómetros a lo largo de valles, montañas y desiertos, para impedir la entrada de inmigrantes latinoamericanos y cuyo presupuesto de 21.000 millones de dólares sería financiado por el gobierno de México. En ese mismo orden de ideas: también anunció que prohibiría la entrada a todos los inmigrantes musulmanes...Y atacó con vehemencia a los padres de un militar estadounidense de confesión musulmana, Humayun Khan, muerto en combate en 2004, en Irak.
También su afirmación de que el matrimonio tradicional, formado por un hombre y una mujer, es "la base de una sociedad libre" y su crítica de la decisión del Tribunal Supremo de considerar que el matrimonio entre personas del mismo sexo es un derecho constitucional. Trump apoya las llamadas "leyes de libertad religiosa", impulsadas por los conservadores en varios Estados, para denegar servicios a las personas LGTB. Sin olvidar sus declaraciones sobre el "engaño" del cambio climático que, según Trump, es un concepto "creado por y para los chinos, para hacer que el sector manufacturero estadounidense pierda competitividad".
Este catálogo de necedades horripilantes y detestables ha sido, repito, masivamente difundido por los medios dominantes no solo en Estados Unidos sino en el resto del mundo. Y la principal pregunta que mucha gente se hacía era: ¿cómo es posible que un personaje con tan lamentables ideas consiga una audiencia tan considerable entre los electores estadounidenses que, obviamente, no pueden estar todos lobotomizados? Algo no cuadraba.
Para responder a esa pregunta tuvimos que hendir la muralla informativa y analizar más de cerca el programa completo del candidato republicano y descubrir los siete puntos fundamentales que defiende, silenciados por los grandes medios.
1) Los periodistas no le perdonan, en primer lugar, que ataque de frente al poder mediático. Le reprochan que constantemente anime al público en sus mítines a abuchear a los “deshonestos” medios. Trump suele afirmar: «No estoy compitiendo contra Hillary Clinton, estoy compitiendo contra los corruptos medios de comunicación» [1]. En un tweet reciente, por ejemplo, escribió: «Si los repugnantes y corruptos medios me cubrieran de forma honesta y no inyectaran significados falsos a las palabras que digo, estaría ganando a Hillary por un 20%».
Por considerar injusta o sesgada la cobertura mediática, el candidato republicano no dudó en retirar las credenciales de prensa para cubrir sus actos de campaña a varios medios importantes, entre otros, The Washington PostPoliticoHuffington Post y BuzzFeed. Y hasta se ha atrevido a atacar a Fox News, la gran cadena del derechismo panfletario, a pesar de que lo apoya a fondo como candidato favorito...
2) Otra razón por la que los grandes medios atacaron con saña a Trump es porque denuncia la globalización económica, convencido de que ésta ha acabado con la clase media. Según él, la economía globalizada está fallando a cada vez más gente, y recuerda que, en los últimos 15 años, en Estados Unidos, más de 60.000 fábricas tuvieron que cerrar y casi cinco millones de empleos industriales bien pagados desaparecieron.
3) Es un ferviente proteccionista. Propone aumentar las tasas de todos los productos importados. «Vamos a recuperar el control del país, haremos que Estados Unidos vuelva a ser un gran país», suele afirmar, retomando su eslogan de campaña.
Partidario del brexit, Donald Trump ha desvelado que, una vez elegido presidente, tratará de sacar a EEUU del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés). También arremetió contra el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), y aseguró que, de alcanzar la Presidencia, sacará al país de él: «El TPP sería un golpe mortal para la industria manufacturera de Estados Unidos».
En regiones como el rust belt del noreste, donde las deslocalizaciones y el cierre de fábricas manufactureras dejaron altos niveles de desempleo y de pobreza, este mensaje de Trump está calando hondo.
4) Así como su rechazo de los recortes neoliberales en materia de seguridad social. Muchos electores republicanos, víctimas de la crisis económica de 2008 o que tienen más de 65 años, necesitan beneficiarse de la Social Security (jubilación) y del Medicare (seguro de salud) que desarrolló el presidente Barack Obama y que otros líderes republicanos desean suprimir. Tump ha prometido no tocar estos avances sociales, bajar el precio de los medicamentos, ayudar a resolver los problemas de los «sin techo», reformar la fiscalidad de los pequeños contribuyentes y suprimir el impuesto federal que afecta a 73 millones de hogares modestos.
5) Contra la arrogancia de Wall Street, Trump propone aumentar significativamente los impuestos de los corredores de hedge funds, que ganan fortunas, y apoya el restablecimiento de la Ley Glass-Steagall. Aprobada en 1933, en plena Depresión, esta ley separó la banca tradicional de la banca de inversiones con el objetivo de evitar que la primera pudiera hacer inversiones de alto riesgo. Obviamente, todo el sector financiero se opone absolutamente al restablecimiento de esta medida.
6) En política internacional, Trump quiere establecer una alianza con Rusia para combatir con eficacia al Daesh. Aunque para ello Washington tenga que reconocer la anexión de Crimea por Moscú.
7) Trump estima que con su enorme deuda soberana, Estados Unidos ya no dispone de los recursos necesarios para conducir una política extranjera intervencionista indiscriminada. Ya no puede imponen la paz a cualquier precio. En contradicción con varios caciques de su partido, y como consecuencia lógica del final de la guerra fría, quiere cambiar la OTAN: «No habrá nunca más garantía de una protección automática de los Estados Unidos para los países de la OTAN».
Todas estas propuestas no invalidan en absoluto las inaceptables, odiosas y a veces nauseabundas declaraciones del candidato republicano difundidas a bombo y platillo por los grandes medios dominantes. Pero sí explican mejor el por qué de su éxito.
En 1980, la inesperada victoria de Ronald Reagan a la presidencia de Estados Unidos había hecho entrar el planeta en un ciclo de 40 años de neoliberalismo y de globalización financiera. La victoria hoy de Donald Trump puede hacernos entrar en un nuevo ciclo geopolítico cuya peligrosa característica ideológica principal –que vemos surgir por todas partes y en particular en Francia con Marine Le Pen– es el autoritarismo identitario. Un mundo se derrumba pues, y da vértigo...
Nota:
[1] En su mitin del 13 de agosto, en Fairfield (Connecticut).
Fuente: http://www.monde-diplomatique.es/?url=mostrar/pagLibre/?nodo=ad6ef6c2-7994-439c-9b14-4c7330df00e7

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Michael Moore en Julio decia: El próximo presidente de EEUU será Donald Trump

El cineasta norteamericano Michael Moore explica las cinco razones por las que considera que Trump ganará las elecciones en EE.UU.

El cineasta norteamericano Michael Moore explica las cinco razones por las que considera que Trump ganará las elecciones en EE.UU.
El destacado cineasta y escritor estadounidense Michael Moore aseguró en un post publicado en el periódico electrónico The Huffington Post que Donald Trump será el próximo presidente de los Estados Unidos. El multipremiado artista, simpatizante con las políticas de izquierda, lamentó ser el portador de las malas noticias y deseó que su predicción estuviara errada. Moore ofrece cinco razones por las que considera que Trump se sentará en la Casa Blanca.

Texto íntegro publicado por Michael Moore:

Siento ser el que dé las malas noticias, pero ya les advertí el pasado verano cuando dije que Donald Trump sería el candidato republicano a la presidencia. Y ahora traigo unas noticias aún peores y más deprimentes: Donald J. Trump va a ganar las elecciones en noviembre. Este ignorante, peligroso y miserable payaso a tiempo parcial y sociópata a tiempo completo será el próximo presidente de Estados Unidos. Presidente Trump. Vamos, vayan practicando, porque será así como nos tendremos que dirigir a él durante los próximos cuatro años.
En mi vida he deseado tanto estar equivocado como ahora.
Me imagino lo que estén haciendo ahora mismo. Están negando con la cabeza y mientras piensan: “No, Mike, no va a ganar”. Por desgracia, viven en una burbuja con una cámara de resonancia acoplada en la que tanto ustedes como nuestros amigos están convencidos de que los estadounidenses no van a elegir como presidente a un idiota. Van alternando entre la sorpresa y la mofa por su último comentario o por su actitud narcisista ante todo, porque todo gira a su alrededor. Y después escuchan a Hillary y ven a la que sería la primera mujer en un cargo así en Estados Unidos, una persona respetada, inteligente y que se preocupa por los niños, que continuará con el legado de Obama porque eso es claramente lo que quieren los estadounidenses, cuatro años más de esto.
Tienen que salir de esa burbuja inmediatamente. Tienen que dejar de negar lo evidente y enfrentarse a la verdad que en el fondo saben que es muy real. Intenten permanecer tranquilos con datos –el 77% del electorado son mujeres, personas de otras razas y jóvenes de menos de 35 años, ¡y Trump no puede ganar por mayoría en ninguno de esos sectores!– o con lógica –¡la gente no va a votar a un bufón ni en contra de sus intereses!– es la manera que tiene el cerebro de protegerse de una situación traumática.
Como cuando oyes un ruido extraño en la calle y piensas: “Ah, es que habrá reventado una rueda”, o “¿quién anda tirando petardos?” porque no quieres pensar que lo que acabas de oír es un disparo. Es la misma razón por la que todas las noticias iniciales y testigos del 11 de septiembre decían en los primeros momentos que “un pequeño avión se había estrellado por accidente contra el World Trade Center”.
Queremos -necesitamos- tener esperanza porque, francamente, la vida ya es lo suficientemente dura y bastante hay que luchar entre sueldo y sueldo. No podemos con muchas más malas noticias. Por lo tanto, nuestro estado mental vuelve al estado predeterminado cuando se hace realidad algo aterrador. Las primeras personas arrolladas por el camión en el atentado de Niza pasaron sus últimos minutos de vida pensando que el conductor del camión simplemente había perdido el control del vehículo, haciéndole señas y gritándole que tuviera cuidado y que había gente en la acera.
Queridos amigos, esto no es un accidente. Es la realidad. Y si creen que Hillary Clinton va a ganar a Trump con datos, inteligencia y lógica, es que no saben nada de las 56 primarias en las que 16 candidatos republicanos probaron con todo, sacaron todos sus ases de la manga y no pudieron hacer nada para detener al gigante de Trump. A día de hoy, tal y como están las cosas, creo que va a ganar; y, para lidiar con ello, necesito que primero lo reconozcan y quizá después podamos encontrar una manera de salir de este embrollo en el que nos hemos metido.
No me malinterpreten. Tengo muchas esperanzas puestas en el país en el que vivo. Las cosas están mejor. La izquierda ha ganado las guerras culturales. Los homosexuales pueden casarse. La mayoría de los estadounidenses adoptan la postura liberal en las encuestas: en el sueldo igualitario para hombres y mujeres, en que el aborto debería ser legal, en la imposición de unas leyes medioambientales más severas, en un mayor control de las armas, en la legalización de la marihuana.
Se ha producido un gran cambio: que les pregunten a los socialistas que han ganado en 22 estados este año. Y no me cabe duda de que si la gente pudiera votar desde el sofá en su casa a través de la Xbox o de la PlayStation Hillary ganaría por goleada.
Pero en Estados Unidos las cosas no funcionan así. La gente tiene que salir de casa y esperar una cola para votar. Y, si viven en barrios pobres, con mayoría de negros o de hispanos, no solo tendrán que hacer una cola más larga, sino que se hará todo lo posible para evitar que vayan a votar.
Así que en la mayoría de las elecciones es difícil que el porcentaje de participación llegue siquiera al 50%. Y ahí yace el problema de noviembre: ¿quién va a conseguir que los votantes más motivados acudan a las urnas? Saben la respuesta a esa pregunta. ¿Quién es el candidato con los simpatizantes más furibundos? ¿Quién tiene unos fans capaces de levantarse a las cinco de la mañana el día de las elecciones y de ir molestando todo el día hasta que cierren las urnas para asegurarse de que todo hijo de vecino vote? Efectivamente. Ese es el nivel de peligro en el que nos encontramos. Y no se engañen: ni los persuasivos anuncios de televisión de Hillary ni el hecho de que se le desenmascare en los debates ni que los libertarios le quiten votos van a servir para detener a Trump.

Estas son las cinco razones por las que Trump va a ganar:

El destacado cineasta y escritor estadounidense, Michael Moore, predice que Donald Trump será el próximo presidente de EE.UU. y asegura que quisiera equivocarse. Foto: Samuel Corum/ Anadolu Agency/Getty Images.
El destacado cineasta y escritor estadounidense, Michael Moore, predice que Donald Trump será el próximo presidente de EE.UU. y asegura que quisiera equivocarse. Foto: Samuel Corum/ Anadolu Agency/Getty Images.
1. El Brexit del medio oeste de Estados Unidos. Creo que Trump va a centrar gran parte de su atención en los cuatro estados azules de Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. Cuatro estados tradicionalmente demócratas, pero que han elegido a gobernadores republicanos desde 2010 (Pensilvania es el único que finalmente ha elegido a un demócrata ahora).
En las primarias de Michigan de marzo, 1,32 millones de habitantes votaron a los republicanos frente a los 1,19 millones que votaron a los demócratas. Según las últimas encuestas de Pensilvania, Trump va por delante de Hillary; y en Ohio están empatados. ¿Empatados? ¿Cómo es posible que esta carrera esté tan reñida después de todo lo que ha dicho y hecho Trump? Quizá se deba a que este ha dicho (y ha dicho bien) que el apoyo de los Clinton al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha ayudado a destruir a los estados industriales de la zona norte del medio oeste de Estados Unidos.
Trump va a machacar a Clinton con este tema y con el hecho de que haya apoyado el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y otras políticas de comercio que han perjudicado a los habitantes de esos cuatro estados. Durante las primarias de Michigan, Trump amenazó a la empresa Ford Motor con que si seguían adelante con el cierre de la fábrica que tenían previsto y se trasladaban a México, pondría un impuesto del 35% a todos los coches construidos en México que se enviaran a Estados Unidos. Música para los oídos de la clase trabajadora de Michigan. Y cuando lanzó otra amenaza a Apple y dijo que les obligaría a dejar de fabricar iPhones en China y a fabricarlos en Estados Unidos todos quedaron embelesados y Trump se llevó una gran victoria que debería haber sido para el gobernador, John Kasich.
La zona que abarca desde la ciudad de Green Bay (Wisconsin) hasta Pittsburgh (Pensilvania) recuerda a la mitad de Inglaterra: rotas, deprimidas y en las últimas funcionan las chimeneas esparcidas por el campo en el esqueleto de lo que antes llamábamos clase media.
Trabajadores amargados y enfadados a los que Reagan engañó y a los que los demócratas -que siguen intentando persuadir de forma deshonesta pero solo quieren aprovecharse de la situación codeándose con banqueros que les puedan extender cheques- abandonaron. Lo que ha pasado con el Brexit en Reino Unido también va a pasar aquí.
Elmer Gantry aparece como Boris Johnson y se limita a inventar para convencer a la gente de que ¡esta es su oportunidad! De acabar con todos, con todos los que hicieron añicos su Sueño Americano. Y ahora Donald Trump, el forastero, ha llegado para limpiarlo todo. ¡No hace falta que estén de acuerdo con él! ¡Es su cóctel molotov personal, el que pueden lanzar a los malnacidos que les hicieron esto!
Y aquí es donde entran en juego los cálculos. En 2012, Mitt Romney perdió por 64 votos electorales. Sumemos los votos electorales de Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. Son 64. Lo único que Trump necesita para ganar es mantenerse, tal y como se espera, en la franja de estados tradicionalmente republicanos de Idaho a Georgia (estados en los que nunca ganará Hillary Clinton), y ganar en Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. No necesita ganar en Florida, ni en Colorado ni en Virginia. Solo en los cuatro anteriores. Y eso le colocará en la cima. Y eso es lo que va a pasar en noviembre.
Lo que Michael Moore llama "los hombres blancos en peligro de extinción" no permitirían los sucesivos gobiernos de Obama y Hillary. Foto: Reuters.
Lo que Michael Moore llama “los hombres blancos en peligro de extinción” no permitirían los sucesivos gobiernos de Obama y Hillary. Foto: Reuters.
2. El último bastión de los hombres blancos enfadados. El gobierno de Estados Unidos que lleva 240 años dominado por hombres llega a su fin. ¡Una mujer está a punto de llegar al poder! ¿Cómo ha podido suceder? Había señales de peligro, pero las ignoramos. Nixon -el traidor del género- impuso el Título IX, la ley por la que, en el colegio, las alumnas deberían tener las mismas oportunidades a la hora de practicar deporte. Y luego les dejaron pilotar aviones comerciales. Y antes de que nos diéramos cuenta, Beyoncé revolucionó la Super Bowl (¡nuestro partido!) con un ejército de mujeres negras que, con el puño en alto, dejaron claro que nuestra dominación había terminado. ¡Dónde hemos ido a parar!
Ese es el pequeño resumen de la mente del hombre blanco en peligro de extinción.Tienen la sensación de que se les escapa el poder de las manos, de que su manera de hacer las cosas ya no es la manera en la que se hacen las cosas. La “feminazi”, ese monstruo que, como dice Trump, “sangra por los ojos o por donde sea”, nos ha conquistado y ahora, después de haber tenido que pasar por ocho años en los que un hombre negro nos ha dicho qué hacer, ¿se supone que tenemos que aguantar ocho años en los que una mujer nos mangonee? ¡Después de eso serán ocho años de un homosexual dirigiendo la Casa Blanca! ¡Y luego transexuales! Ya ven por dónde van las cosas. Para entonces, se les habrán concedido derechos humanos a los animales y el presidente del país será un hámster. ¡Esto tiene que acabar! Así piensan los xenófobos, homófobos y machistas de EE.UU.
3. El problema de Hillary. Seamos sinceros, ahora que estamos entre amigos. Ante todo, dénjeme que les diga que me gusta -mucho- Hillary y que creo que le han creado una reputación que no se merece. Pero el hecho de que votara a favor de la guerra de Irak hizo que yo me prometiera que no volvería a votarla. Hasta la fecha, no he roto esa promesa. Por intentar evitar que un protofascista se convierta en nuestro presidente, voy a romper esa promesa. Me entristece pensar que Clinton encontrará la manera de meternos en un conflicto militar. Es un halcón a la derecha de Obama. Pero el dedo psicópata de Trump estará listo para pulsar El Botón, así son las cosas.
Asumámoslo: Trump no es el mayor de nuestros problemas, es Hillary. Es muy impopular: el 70% de los votantes piensan que no transmite confianza ni honestidad.
Representa a la política tradicional y no cree en nada que no sea lo que le haga ganar las elecciones. Por eso estuvo en contra del matrimonio homosexual en su momento y ahora lo defiende. Entre sus mayores detractores se encuentran las mujeres jóvenes, cosa que tiene que dolerle considerando los sacrificios que ha hecho -tanto Hillary como otras mujeres de su generación- y lo que ha luchado para que las generaciones más jóvenes no tengan que aguantar que las Barbaras Bushes del mundo les manden callar y a hacer galletas.
Pero no gusta a los jóvenes, y no hay día que no oiga a un millennial decir que no la va a votar. Ningún demócrata, ni ninguna persona que no apoye a alguno de los dos partidos mayoritarios, se va a levantar emocionado el 8 de noviembre por ir a votar a Hillary como pasó cuando Obama ganó las elecciones o cuando Bernie Sanders era candidato en las primarias. No hay entusiasmo. Y, como estas elecciones solo van a depender de una cosa -de quién atraiga a más gente a las urnas-, Trump lleva las de ganar.
Los simpatizantes de Bernie Sanders votarán sin ilusión por Hillary Clinton, dice Moore. Foto: Jeff Mitchel/ AFP.
Los simpatizantes de Bernie Sanders votarán sin ilusión por Hillary Clinton, dice Moore. Foto: Jeff Mitchel/ AFP.
4. El voto deprimido a Bernie Sanders. Dejen de preocuparse por que los simpatizantes de Bernie no votemos a Clinton, porque la vamos a votar. Según las encuestas, el número de seguidores de Sanders que voten a Hillary este año será mayor que el número de simpatizantes de Clinton que votaron a Obama en 2008.
Ese no es el problema. Lo que debería alarmarnos es que cuando el simpatizante promedio de Bernie se arrastre a las urnas el día de las elecciones para votar a Hillary a regañadientes, a eso se le llamará “voto deprimido” (lo que significa que el votante no se lleva a cinco personas con él para que voten también, que no se ha presentado como voluntario para hacer campaña 10 horas al mes de cara a las elecciones y que no contesta con emoción cuando le preguntan por qué va a votar a Hillary: un votante deprimido). Porque, cuando se es joven, se tiene tolerancia cero ante los farsantes y las mentiras. Para la gente joven, volver a la era de Clinton/Bush es como tener que pagar de repente por escuchar música, o volver a usar MySpace o a llevar un teléfono móvil como una maleta de grande.
No van a votar a Trump; algunos votarán a un tercer partido, pero muchos se limitarán a quedarse en casa. Hillary Clinton va a tener que hacer algo para dar a los jóvenes una razón para que la apoyen; y elegir a un señor blanco, viejo, insulso y moderado como candidato a vicepresidente no es el tipo de decisión atrevida que pueda transmitir a los millennials que su voto es importante para Hillary. Que hubiera dos mujeres al frente era una idea interesante. Pero Hillary se ha asustado y ha decidido ir a lo seguro. Otro ejemplo más de cómo Clinton está matando poco a poco al voto joven.
5. El efecto Jesse Ventura. Por último, no descontemos la capacidad del electorado para hacer el mal o para subestimar cuántos millones de ciudadanos se conciben a sí mismos como anarquistas encubiertos una vez que echen la cortina y se dispongan a ejercer su derecho al voto.
Es uno de los pocos sitios que quedan en esta sociedad en el que no hay ni cámaras de seguridad, ni dispositivos de escucha, ni parejas, ni hijos, ni jefes, ni policías, ni siquiera límite de tiempo. Puedes pasarte ahí dentro el tiempo que te apetezca y nadie puede obligarte a hacer nada. Puedes votar al partido que quieras o a Mickey Mouse y al Pato Donald. No hay reglas. Y precisamente por eso y por la ira que tienen algunos contra un sistema político inservible, millones de estadounidenses van a votar a Trump, y no porque estén de acuerdo con él ni porque les gusten la intolerancia y el ego que le caracterizan, sino porque pueden, simplemente.
Para ver el mundo arder y hacer enfadar a papá y a mamá. E igual que cuando estás al borde de las cataratas del Niágara te preguntas por un instante cómo sería tirarse por ahí, habrá muchos a los que les encante sentir que son los que mueven los hilos y que pueden votar a Trump solo para ver qué pasa. Recordemos cuando, en los noventa, los ciudadanos de Minnesota eligieron como gobernador a un ex luchador profesional. No lo hicieron porque fueran estúpidos o porque pensaran que Jesse Ventura era un político célebre o intelectual. Lo hicieron porque podían. Minnesota es uno de los estados más inteligentes del país. Y también está lleno de ciudadanos con gusto por el humor negro, así que para ellos votar a Jesse Ventura fue como hacer un chiste práctico en un sistema político enfermo. Y es lo que va a volver a pasar con Trump.
Cuando me disponía a volver a mi hotel después de participar en el programa especial de Bill Maher sobre la Convención del Partido Republicano en la cadena HBO, un hombre me paró por la calle. “Mike”, me dijo, “tenemos que votar a Trump. Tenemos que cambiar las cosas”. Eso fue todo. Para él, era suficiente. “Cambiar las cosas”. De hecho, es lo que Trump haría, y a gran parte del electorado le gustaría ser espectador de ese reality show.
Contra todos los pronósticos, el ex luchador profesional, James George Janos (Jesse Ventura), fue elegido gobernador de Minesota. Michael Moore cree que algo similar puede pasar con Trump, pero como presidente de EE.UU. Foto tomada de politico.com.
Contra todos los pronósticos, el ex luchador profesional, James George Janos (Jesse Ventura), fue elegido gobernador de Minesota. Michael Moore cree que algo similar puede pasar con Trump, pero como presidente de EE.UU. Foto tomada de politico.com.
(Aquí puede ver el texto original en inglés)

Así comenzó la victoria sobre el fascismo



La situación era desastrosa, con el Ejército Rojo en retirada, pérdida de gran cantidad de territorio (en algunas zonas los nazis habían avanzado 600 kilómetros en solo seis semanas gracias a su "guerra relámpago") y los alemanes se encontraban a 27 km de Moscú. Todo el mundo apostaba por el pronto abandono de la capital, el pánico se había instalado en algunas zonas de la población puesto que las representaciones diplomáticas se habían comenzado a trasladar hacia el interior de la URSS. Moscú era una ciudad sitiada y a punto de caer en las manos de los nazis.

Pero la dirección soviética dio un golpe de efecto que galvanizó a la población y dio inicio a la victoria sobre el fascismo. Los alemanes habían previsto grandes festejos para el 7 de noviembre de 1941, o algunos días más tarde, puesto que Hitler había ordenado un desfile en la Plaza Roja para visibilizar su victoria. Las tropas alemanas habían sido informadas que tenían que vestir sus uniformes de gala.

Pero antes de amanecer el día 7  de noviembre de 1941 las estrellas rojas de los edificios del Kremlin comenzaron a brillar, mucho antes de lo habitual porque podían ser faros para la aviación nazi.




Sin embargo, los soviéticos contaban con que ese día había baja visibilidad y comenzaba a nevar. El Soviet Supremo había decidido demostrar al mundo la decisión de luchar y, al mismo tiempo, dar una inyección de moral al pueblo. Así que como todos los 7 de noviembre, se celebró el desfile que conmemoraba el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917. Participaron en el mismo 24.000 soldados y apenas duró media hora, pero fue el revulsivo que se esperaba para que la resistencia se incrementase. Stalin dio un discurso en el que alentó a la lucha y a liberar no sólo a la URSS, sino a otros pueblos, del fascismo. Terminó con un vibrante "sean dignos de esta misión". Y se inició el desfile.




El discurso y el desfile se retransmitieron en directo por las emisoras soviéticas, los documentales sobre el mismo se emitieron en todas las salas de cine. La población se galvanizó. Moscú iba a resistir y, con ella, la Unión Soviética. Y así fue. Pocas semanas después la gran ofensiva alemana se estrelló contra la férrea defensa de Moscú. Los alemanes habían perdido la batalla, física y moral. Aquí comenzó la victoria sobre el fascismo que se lograría el 9 de mayo de 1945.

"La marcha de las tropas soviéticas fue un reto a los nazis, un desfile de desprecio hacia el enemigo pero, al mismo tiempo, el amanecer de una victoria que todavía estaba muy lejos pero de la que ya existía el presentimiento", como dijo el escritor soviético Vladimir Karpov, participante él mismo en el desfile como fusilero.

El Lince

Victoria de Trump : El triunfo de WikiLeaks

Trump ha ganado a la sádica Clinton. Contra todo el mundo, desde los medios de propaganda (antes llamados de comunicación) al propio sistema, incluido su propio partido. Pero si hay que preguntarse de quién es la victoria, es claramente de WikiLeaks.

Gracias a WikiLeaks se ha conocido toda la mierda que ocultaba la "progre" Clinton, esa por la que han babeado todos los wahabíes seculares (antes llamados progres), por la que han apostado todos los psicópatas del mundo. WikiLeaks ha venido publicando la friolera de 58.375 correos electrónicos de la mano derecha de la sádica, John Podesta. Este personaje ha sido quien ha salido a dar la cara por el Partido Demócrata al constatarse la derrota. Este personaje, otro chulo de feria y tan peligroso como la sádica, tuvo la desfachatez de hacerse una foto en la que se le veía comiendo langosta, la subió a twitter con el siguiente comentario: "a buen seguro que Assange no está comiendo ésto". Este personaje estaba bien seguro del triunfo, como la Clinton, como los medios de propaganda y como el propio sistema.

Gracias a WikiLeaks se ha sabido que la Fundación Clinton se ha lucrado con el dinero que la gente de buena fe y poca cabeza ha enviado a Haití para hacer frente a terremotos y hambrunas. Gracias a WikiLeaks se ha sabido que la Fundación Clinton ha recibido durante años dinero de Arabia Saudita y de Qatar, por ejemplo, dinero que también han aportado estos dos países, donde tanto se respetan los derechos de las mujeres, a la candidatura de Clinton. Porque Clinton ha sido la principal representante de la industria armamentística estadounidense y la principal impulsora de guerras y más guerras. La sádica Clinton rió al conocer el asesinato de Gadafi, por recordar algo reciente. O fue vital para que EEUU haya vendido armas a estos dos países por valor de 80.000 millones de dólares, muchas de las cuales está utilizando la "contra" en Siria.

Gracias a WikiLeaks se ha sabido que Clinton ha beneficiado durante toda su trayectoria a Goldman Sachs.

Gracias a WikiLeaks se ha conocido que Clinton es una obsesa de la guerra. No sólo con Rusia y China, a quien ha amenazado en público y en privado durante toda la campaña electoral, sino con cualquier otro país que no se pliegue a los EEUU, la "nación indispensable" para el mundo como ha venido repitiendo hasta la extenuación. Clinton se oponía, por ejemplo, al acuerdo con Irán y sólo lo aceptó a última hora.

Gracias a WikiLeaks se ha conocido la estrecha relación entre la CNN o el Huffinton Post, por ejemplo, y los Clinton. Gracias a WikiLeaks se ha conocido el desprecio que Clinton siente por su contrincante en el Partido Demócrata, Bernie Sanders, quien finalmente se doblegó y apoyó su candidatura. No obstante, como era previsible, muchos de sus seguidores no han votado por Clinton en estas elecciones.

Ecuador cortó la conexión a internet de Julián Assange, asilado en su embajada en Londres desde hace cuatro años, cuando en esos correos se mencionó el vínculo entre Clinton y Goldman Sachs. Se dijo que fue para que no interfiriese en las elecciones de EEUU. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, es un firme defensor de Clinton. Lo menos que debería hacer sería disculparse con Assange, algo que conociendo la soberbia del personaje (Correa) no hará jamás.

WikiLeaks ha sido objeto durante meses de una enorme presión por parte de enemigos y supuestos amigos para que detuviese la publicación de los correos electrónicos de la mano derecha de Clinton porque eso iba a perjudicar la campaña, como así ha sido.

WikiLeaks ha dado una lección al mundo sobre el derecho a recibir y difundir información veraz. Eso, entre otros muchos factores, es lo que ha hundido a Clinton. Mientras que en el resto del mundo apenas nadie se ha hecho eco de las denuncias de WikiLeaks, en EEUU se ha seguido con minuciosidad el contenido de esos 58.375 correos electrónicos, aunque tampoco hayan sido los medios de propaganda quienes se hayan hecho eco de ellos y si lo han hecho ha sido porque Trump sí los ha usado en su crítica a Clinton.

La importancia de esos 58.375 correos electrónicos, política, diplomática, histórica y hasta ética no es cuestionable. Se puede decir que WikiLeaks no ha publicado nada de Donald Trump. Tal vez no lo tenga. O tal vez haya actuado en venganza por el trato inhumano y degradante que desde hace años se está proporcionando a una de sus supuestas fuentes, Chelsea Manning.

Manning fue acusada de filtrar a WikiLeaks miles de documentos sobre las guerras de Afganistán e Irak. WikiLeaks se dio a conocer con la difusión de este vídeo, donde se refleja el comportamiento "humanitario", civilizado y democrático del ejército de EEUU en Irak. Y como en este país, en todos.







Chelsea Manning está encarcelada desde 2010, tiene una condena de 35 años y está en condiciones de aislamiento absoluto. En dos ocasiones se ha intentado suicidar. El gobierno de Obama, demócrata, ha sido absolutamente insensible ante esta situación.

Ayer, el mismo día de las votaciones en EEUU, Julián Assange publicó una carta pública en la que decía que WikiLeaks se ha comportado con honestidad, publicando lo que tiene y habiendo visto su importancia. Y dice que su comportamiento es absolutamente distinto del que tuvo The New York Times (otro de los valedores de Clinton) cuando "ocultó pruebas de vigilancia masiva ilegal a la población de EEUU durante un año, hasta después que se hubieron celebrado las eleciones del 2004, negando la responsabilidad de George W, Bush en esa vigilancia, lo que probablemente aseguró su reelección".

Assange dice que "en los EEUU de hoy hay reminiscencias claras de las tácticas del senador McCarthy contra el "peligro rojo" (la persecución a los comunistas de los años 50-60), como en ocasiones se ha hecho con el rival (Sanders) de Clinton, con falsedades obvias, señalando fuentes no identificadas o declaraciones especulativas y vagas de la comunidad de inteligencia para sugerir una alianza nefasta con Rusia".

Assange tiene razón. WikiLeaks ha ayudado a parar todo esto y a una psicópata y sádica como Clinton. No tengo ni idea de lo que va a deparar la presidencia de Trump, pero sí tengo claro que se ha parado, o debilitado mucho, el belicismo en el que se había embarcado EEUU y que amenazaba de forma clara con una guerra al mundo entero. Aún queda mucho hasta la toma de posesión y puede pasar de todo mientras tanto. También después, pero me da en la nariz que con Trump habrá menos riesgos. Si cumple lo que ha dicho en la campaña, habrá una cierta relajación en las relaciones con Rusia -en menor medida con China- y tal vez los europeos nos libremos del Tratado de Libre Comercio (TTIP) que quería imponer a toda costa Obama (y Clinton). Veremos si me tengo que comer estas palabras o no.

El Lince

martes, 8 de noviembre de 2016

La victoria del FSLN y el heroico legado de Sandino



Oleo de Sandino  pintado por Miguel Nuñez, pintor de la patria de Duarte, Luperon y Juan Bosch

Hasta la mañana de hoy no habían llegado hasta nosotros los resultados oficiales al 100% de los votos escrutados luego de los comicios de ayer, ocurridos en Nicaragua. Por eso, hasta el 66% del recuento, se tenían informes imprecisos. Unos, sostenían que el FSLN había logrado el 71.3% de los votos. Y otros, el 72.1. Pero nadie ponía en duda que se trataba de la más rotunda victoria obtenida por partido, o fuerza alguna, en la Centroamérica a nuestro tiempo.

¿Cómo explicar este éxito del Frente Sandinista? Valdría la pena hacer un breve recuento de la historia del país luego de la aciaga dictadura de Somoza.

Como se recuerda, esa “estirpe sangrienta” -los Somoza- detentó el Poder en Nicaragua durante casi 40 años. El padre -el viejo Anastacio- y los hijos, gobernaron a la sombra del amo yanqui que les tenía muy mal concepto, pero que los usaba porque eran la “garantía” de sus “intereses”.

En los más duros años de la dictadura, y para enfrentarla, asomaron en el escenario Nica, dos fuerzas: una oposición burguesa integrada en el FAO (el Frente Amplio Opositor) y otra revolucionaria, personificada por el FSLN.

La primera de estas opciones quiso reemplazar a Somoza en las dos funciones: en la tarea de administrar el país, y representar de modo más solvente los intereses del Imperio. En esa mira, se jugó hasta el 19 de julio de 1979, cuando el pueblo, masivamente, respaldó al Frente Sandinista de Liberación Nacional que había luchado, con las armas en la mano, contra la dictadura asesina.

EL FSLN llegó al Poder por la vía de la lucha guerrillera, en lo que fue la segunda victoria de este corte en nuestro continente luego de la gesta de Sierra Maestra. Con la fuerza del pueblo, se hizo gobierno y desarrolló un programa de transformaciones revolucionarias que le cambió el rostro a la sociedad nicaragüense.

No todos, fueron aciertos en la aplicación de esta política. También hubo errores e improvisaciones. Y hasta algunos indicios de corrupción que dejaron mal sabor en distintas esferas de la vida ciudadana.

Pero no fueron esos, las causas de la derrota del Sandinismo a comienzo de los años 90. Fue la desembozada presión del Imperio, que declaró una abierta guerra económica contra Nicaragua; el impulso a acciones armadas en distintos zonas del país, y la campaña de desinformación que desplegó la “prensa grande” dentro y fuera de Nicaragua´, los factores que generaron una verdad era “crisis de gobernabilidad”.

Ella, obligó al Sandinismo a convocar elecciones que finalmente le confirieron el gobierno a la Oposición Burguesa de antes, que se hubo mantenido, y recompuesto.

Entre 1990 y el 2007 estas fuerzas gobernaron Nicaragua. Y fracasaron en toda la línea. No pudieron desmantelar las transformaciones sociales impulsadas por el Sandinismo, aunque lograron si, episódicamente, volver a los esquemas crematísticos del pasado: la salud dejó de ser gratuita, y la educación también. Pingües negocios hizo la “actividad privada” en ambos rubros de la vida del país.

Adicionalmente, la burguesía en el Poder fracasó ampliamente en el plano social. Se encareció desmedidamente el costo de la vida, se hizo popular la ineficacia de las gestiones de gobierno y campeó, realmente, la inseguridad y la corrupción en sus más diversas variantes. Por lo demás, se impuso la angurria de los gobernantes que, finalmente, escindieron a sus propios partidos en el empeño por apoderarse de tajadas del Poder. Fue eso lo que permitió que en el año 2007, el Sandinismo recuperara su sitial.

Se valió, para ese efecto, en primer lugar de la experiencia adquirida, y de las conquistas legadas a la población. Pero también de su unidad, que fue verdadera garantía de victoria. Y de la solvencia de su núcleo dirigente, que nunca perdió vínculos con su pueblo. Un sostenido y constante “trabajo de bases”, le permitió al Sandinismo mantener muy en alto su mensaje y sus objetivos de lucha.

De ese modo, a partir del 2007, el Sandinismo logró recuperar plenamente la confianza de su pueblo.

Daniel Ortega no es un “político de oficio”. Insurgió como un guerrillero, que se jugó la vida en la lucha contra el Somocismo. Estuvo perseguido y encarcelado. Estuvo en la montaña. Y al frente de su pueblo. No fue nunca un burócrata de oficina, ni un orador de palabra fácil o retórica cautivante.

Y Rosario Murillo -hoy Vice Presidenta del país- no llegó al cargo que tiene por ser la esposa del Mandatario. Trabajó en los años de la dictadura en delicadas y riesgosas tareas de inteligencia e información. Y estuvo al frente de la emisora de la guerrilla, trasmitiendo desde el campo de operaciones. Su voz se hizo familiar -y muy querida- para el pueblo. Y desde aquellos años, no abandonó nunca su puesto en la tarea de construir un país mejor. Por eso, es hoy muy popular. Tanto, o aún más, que su esposo.

Hoy, el acierto -y el reto- de la política del FSLN es sacar adelante a Nicaragua resolviendo las demandas que la realidad impone a su pueblo. Por eso, ese país es considerado hoy el más seguro de Centroamérica; y con seguridad también, de América Latina.

El crecimiento económico, es constante; y el bienestar de la población se puede palpar de manera cotidiana. La apertura del Canal Inter Oceánico desde suelo Nicaragüense, abrirá inmensas perspectivas para el desarrollo del país. La sensación que fluye de la calle, es de confianza, seguridad y alegría.

El éxito de la política del gobierno, no solo ha afirmado su imagen. También ha debilitado significativamente a la Oposición. Y la h a dividido. Una parte de ella, se abstuvo de participar en los comicios de ayer, pero su ausencia pasó desapercibida. Nunca antes hubo comicio alguno, con mayor afluencia de electores. La otra parte, intervino, pero alcanzó una votación exigua, incluso menor que la que le acreditaban las en cuestas.

El resultado electoral de Nicaragua no solo pone freno a la ofensiva yanqui contra el proceso emancipador latinoamericano. También, señala un camino para los pueblos de la región. Y afirma, sobre todo, el heroico legado de Sandino.

Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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