MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

martes, 10 de febrero de 2015

JUAN BOSCH: "MIS RELACIONES CON CAAMAÑO"



En un articulo que produjo la revista ¡ahora!, No 486, del 5 de marzo de este año bajo el titulo de “Bosch relata la desaparición de Caamaño” conté mis relaciones con el Héroe de abril hasta aquel domingo” ya en el mes de octubre    (de 1967)” cuando “Caamaño y su familia salieron hacia Madrid desde Benidorm, donde vivía para esos días.  En ese articulo expliqué que al despedirme “me dio un abrazo y me dijo algo que no pude entender.  Sin embargo, el abrazo y las palabras se correspondían y tenían una significación especial; no era una despedida simple sino algo más.  Fue como si me hubiera dicho que volviéramos a vernos en circunstancias especiales, en otra forma, en otra tierra”, según dije en ese artículo.  Y lo cierto es que no volvimos a vernos, aunque faltó poco para que nos viéramos de nuevo; y nuestras relaciones se reanudaron, aunque de manera irregular y por muy poco tiempo, algunos meses del año 1968. Y a esas relaciones cortas e irregulares es a las que voy a referirme en este artículo.
No me seria fácil ahora, a esta distancia de años, cuantos días pasaron desde que Caamaño salió de Benidorm hasta que llegó a Londres; pero deben haber sido pocos porque no debíamos ir por el 15 de octubre cuando se presentó en mi casa una persona que llevaba un mensaje de Caamaño.  El mensaje iba dentro de un cigarrillo y era muy corto; en él me anunciaba que el portador me entregaría 500 dólares para que los guardaras para él (Caamaño) podría necesitar en cualquier momento que alguien hiciera viaje a cualquiera otra gestión que él pudiera pedirme.  Tal vez dos o tres semanas después de eso, a fines de la primera semana del mes de noviembre, tal como dije en el artículo que reprodujo la revista ¡ahora!, se presentó en Benidorm el capitán Héctor Lachapelle Díaz; y según dijo en el mencionado artículo: “había volado desde Londres hasta Alicante para saber si yo tenia noticias del coronel Caamaño; el Dr. Jottin Cury y Doña Chichita de Caamaño, también en busca de noticias.  Cury, Montes Arache, Lachapelle y yo tuvimos largo tiempo realizando punto por punto, y con la mayor atención, todas las posibilidades del caso, y nuestra conclusión fue una: el coronel Caamaño se había ido de Europa por su propia voluntad y después de haber preparado con mucha con mucha anticipación y con mucho cuidado cada uno de sus pasos.  No había temor de que le hubiera sucedido o pudiera sucederle una desgracia.  Nuestras dudas quedaron sin aclarar sólo en un aspecto.  No sabíamos, ni podríamos averiguarlo por el momento, a donde había ido Caamaño.
Lo que no dije de esa entrevista en ese artículo es que en vista de que ni Montes Arache ni Lachapelle Díaz ni Jottin Cury tenía medios para moverse por Europa; yo dispuse de los 500 dólares que  Caamaño me había mandado unas tres semanas antes y se los entregué para que los usaran a su mejor saber y entender.  A partir de entonces no volví a tener noticias de Caamaño, pero el 6 de enero de 1968 (y no puedo olvidar la fecha porque en la noche anterior había nevado en las montañas que están detrás de Benidorm y el día de los Reyes Magos era frio hasta calar los huesos) supe que estaba en Cuba; lo supe por una visita que llegó de Valencia a llevarme un mensaje suyo.
Yo tengo buena memoria, y para algunas cosas, muy buena; pero hay algunas otras en la cual no es buena; por ejemplo, en los títulos de los libros que leo y en las fechas de los acontecimientos de mi vida, sean o no sean importantes.  Puedo recordar que el día de la llegada a Benidorm de la visita de que acabo de hablar era 6 de enero porque en ese caso se unieron dos circunstancias; era el día  de Reyes y las montañas de Benidorm estaban nevadas.  Sin embargo, no podría decir ahora con seguridad si las cosas que voy a referir inmediatamente las dije en esa fecha o en el mes de marzo, cuando volvió a visitarme la misma persona.  Creo, sin embargo, que lo que hablé entonces con esa visita fue lo que voy a contar porque parte de la conversación se relacionó con el Dr. José Francisco Peña Gómez y el Dr. Peña Gómez andaba por esos días cerca de España; tal vez estaba en Suecia y creo que estuvo en Benidorm al finalizar el mes de diciembre.
Lo primero que me dijo la visita, de parte del coronel  Caamaño, era que él se hallaba en Cuba y que había un Cubano interesado en tener entrevista con el compañero Peña Gómez (que todavía no tenia titulo de Doctor en Derecho); que la entrevista se había arreglado para ser celebrada en París; que Peña Gómez debía entrar en el tren subterráneo (metro) de la plaza Marceau a las 3:00 de la tarde que cuando fuera bajando las escalera se le acercaría un hombre y le preguntaría si el fumaba cigarrillos Aurora, a lo que Peña Gómez respondería que no.  Y que a partir de ese momento el que le hiciera la pregunta se le pondría al lado y seguiría caminando y hablando con el hasta llegar a un punto donde estarían los dos y el desconocido le daría un mensaje del coronel Caamaño que Peña Gómez debía transmitirme inmediatamente.
No se si se debe a que de niño leía novelitas de misterio y espionaje, pero es el caso que soy muy desconfiado en todo lo que se relacione con actividades de este tipo.  La cita en el metro de la plaza Marceau que me pareció una provocación, y eso que yo no sabia entonces, como lo vine a saber después.  Que el jefe de G-2 Cubano en Europa, (me parece que se llama Hugo Castro), el mismo hombre que arregló el viaje del coronel Caamaño a Cuba, estaba trabajando para la CIA desde antes de ese viaje del coronel Caamaño, de manera que el coronel Caamaño estuvo vendido a la CIA desde antes de pasar, siquiera, en ir a Cuba, porque tan pronto llegó a Londres el Héroe de abril entró en relaciones dl jefe del G-2 cubano, que residía en Paris, ciudad a la cual iba Caamaño con frecuencia.
Mi argumento para no autorizar la entrevista de Peña Gómez en Paris con el misterioso agente cubano fue el siguiente: “Hazle saber a Francis (el nombre que le dábamos a Caamaño en la intimidad) que Peña Gómez es negro, y sin embargo, si lo mando ahora al Congo, que es un país de negros, allí llamará la atención por la arrogancia de su figura, y con mucha más razón llamará la atención en Paris, que es una ciudad de gente blanca, y más todavía en la Place Marceau, que está en el corazón de Paris.  Si Peña Gómez va a esa cita, seguramente la CIA lo detectará, y al mismo tiempo se quemarán Peña Gómez y el PRD.  No; dile a Francis que no; que no autorizaré esa reunión”.
La persona con quien estaba hablando era de las que no abandonan su posición fácilmente y trató de persuadirme de que tratándose de revolucionarios probados, como eran los cubanos, Peña Gómez no corría ningún peligro de ser descubierto por la CIA pues seguramente los agentes del gobierno de Cuba en Paris habían tomado todas las precauciones para que eso no pudiera suceder.  Pero yo tampoco soy de los abandonan fácilmente su posición y  le expliqué que de quien hay que desconfiar es de los aliados, no de los enemigos, porque del enemigo no se fía uno nunca, o por lo menos no debe fiarse uno jamás.  El peligro está en confiar en un aliado, porque el aliado puede ser, sin uno saberlo, agente del enemigo.  Discutimos y al fin las cosas quedaron como yo decía: Peña Gómez no iría a Paris ni a ninguna parte y no tendría entrevistas con ningún miembro del G-2 cubano.  Para entrevistas futuras, que Francis mandara un dominicano, no un cubano, fue mi conclusión.
Yo me preparaba ya a decirle a Dios a la persona que había ido a verme en esa fría mañana de enero, pero de pronto ella dijo que había un segundo punto que tratar.
¿Cuál era?
Era que Francis quería que se le enviara a Argelia a un ayudante que había dejado en Londres y mi visitante me entregó un papel con todos los detalles de la forma en que había de hacerse la operación para embarcar al ayudante de Caamaño.  En primer lugar, yo debía llamar a un teléfono de Madrid para preguntar no recuerdo que, y esa llamada mía indicaría que el ayudante podía trasladarse de Londres a Madrid; ya en Madrid, el ayudante me llamaría con tal y cual nombre y yo haría entonces los arreglos para enviarle el pasaje a Argel, capital de Argelia, para que se le entregara el papel con las instrucciones de lo que debía hacer al llegar a Argel.  Recuerdo nítidamente que en esas instrucciones figuraba el nombre de un café donde el ayudante de Francis debía entrar y el de una bebida que debía pedir en voz alta; después de pedir esa bebida un hombre se le acercaría por el lado derecho y le haría la misma pregunta que se le hubiera hecho en el subterráneo en la Place Marceau a Peña Gómez en caso de que éste hubiera ido a la cita de Paris.
“No puedo encargarme de esas gestiones ni puedo ayudar al ayudante de Francis a viajar a Argelia porque el dinero que Francis me dejó se gastó hace dos meses.  Se le entregué completo a Montes Arache, Lachapelle y Jittin Cury para que pidieran viajar a Paris y Holanda”, le dije a mi visitante.
Mi visitante quiso darme a entender que quizás lo del dinero pudiera resolverse; que lo importante era que yo hiciera la llamada a Madrid y que dieran facilidades para que el ayudante de Caamaño pudiera viajar a Argelia.  Pero era natural que yo mantuviera en este caso la mista actitud que había mantenido en el caso de la posible entrevista de Peña Gómez con un desconocido en un lugar de Paris.  Cualquiera que fuera mi intervención, pequeña o grande, en el caso de Peña Gómez como en el del ayudante de Caamaño, si la CIA estaba al tanto de los movimientos de Caamaño, el PRD saldría perjudicado sin que ese perjuicio se justificara porque nosotros no estábamos en actividades conspirativas de tipo guerrillero o internacional.  Y el instinto me decía, como si supiera en que andaba el jefe del G-2 cubana en Europa, que por detrás de cualquier movimiento que se relacionara con Cuba debía hallarse necesariamente la CIA.  Así, pues, tampoco cedí en ese asunto, y la visita se fue pasado el medio día sin haber logrado lo que había ido a buscar a Benidorm.
Y he aquí que un buen dio, en el mes de marzo, probablemente a mediado del mes, la misma persona volvió a presentarse a mi casa de Benidorm y quiso hablar conmigo a solas.  Sus acompañantes salieron con Doña Carmen a la playa y a recorrer el poblado, mientras nosotros dos hablábamos.  Sus primeras palabras fueros estas: “Me voy a Cuba.  Voy haber a Francis y quiero saber que debo decirle de parte de usted”.

Esta declaración me vino como anillo al dedo porque era mucho lo que vi había pensado en Francisco Caamaño Deñó y en su destino.  El Héroe de abril había salido de la Revolución convertido en un Líder, y en términos de ajedrez el líder es el jugador no es una ficha de tablero; el es quien mueve las fichas para hacerle frente al adversario.  Ahora bien, al irse a Cuba Caamaño se iba convirtiendo por su propia voluntad de jugador en fija que otro jugador podía jugar cuando le conviniera.  Por otra parte, la situación mundial estaba cambiando a la carrera y se veía que la ola revolucionaria iba cediendo, por lo menos en la América Latina.  ¿Durante cuanto tiempo iba a tener que quedarse Caamaño en Cuba aislado de nosotros y del pueblo Dominicano?.  En aquellos días era difícil preverlo, pero ahora sabemos que iba a mantenerse en ese aislamiento más de cinco años, tiempo suficiente para que la imagen de cualquier líder se destiña a los ojos de su pueblo, sobre todo si no a sido un líder de actividad prolongada, como no lo fue Caamaño, que pasó por el cielo político nacional con la fuerza de un relámpago, pero también con la velocidad deslumbrante del relámpago.  Había llegado, con esa persona que iba a verlo en Cuba, la oportunidad de hacerle saber a Caamaño mis preocupaciones, y no iba a desperdiciarla. 
Así, pues, le hablé a mi visitante de esta manera: “Dile  Francis que preveo un entendimiento entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, una especie de acuerdo para llegar a un reparto de influencias en el mundo; explícale cuidadosamente esto que voy a decirte a continuación: que a mi juicio, si hay ese acuerdo entre los dos gigantes, la Unión Soviética le pedirá a los Yanquis que no se matan más con Cuba, que la dejen tranquila, que no le envíen más grupos de antisfidelistas a atacar la isla ni a matar a Fidel; que a cambio de eso, ellos, los Soviéticos, se comprometerán a obtener de Fidel que no manden más guerrillas a otros Países de la América Latina o que cese en su ayuda a las guerrillas que hay ahora en actividad”.
A continuación hice que mi visitante me repitiera esas palabras tal como la había entendido, aunque no fuera tal como yo las había dicho.  Mi interés era saber si había captado su sentido.  Las repitió y quedé satisfecho; y entonces volví hablar; y esto fue lo que le dije:
“Dile a Francis que se mantenga alerta y que si él advierte señales de ese entendimiento, que se salga de Cuba; que salga por Vietnam y declare al mundo que él estaba en Vietnam observando la manera de combatir de los vietnamitas, y que después de eso el y yo nos veremos donde el quiera”.
Hay terminó la entrevista.  La persona que me oyó hablar así esta viva y leerá este articulo; se lo enviare por si tiene que hacer alguna observación, agregar algo que se me haya quedado oculto en los recovecos de la memoria o enmendar cualquier error mío.  Pero estoy seguro de que mis palabras fueron en esencia las que están escritas.  Esa persona se despidió y no he vuelto a verla.  Tampoco volví haber a Francisco Alberto Caamaño, que moriría cinco años después fusilado en las Lomas de Ocoa.
Tal vez iba terminando el mes de mayo quizás estábamos ya en junio; pero es el caso que un domingo, mientras se hallaban en mi casa Peña Gómez y dos jóvenes dominicanas llegó una persona desconocida.  Era un cubano que me abrazó con mucha emoción y me entregó una carta, o mejor dicho dos cartas.  Una de ellas era de Caamaño; la otra de Raúl Roa.  Además de las cartas, el cubano me dio un recado: para dentro de tantos días (ahora no recuerdo si eran diez, doce, o quince) me estaría esperando en Roma un enviado personal de Caamaño.  Todavía se hallaba en casa el mensajero cubano cuando llegó otra visita de Madrid con otra carta de muy pocas líneas, que en resumen decía esto: “En estos días van a invitarlo a hacer un viaje fuera de España.  No lo haga porque estará vigilado desde que coja el avión”.  Por esa razón, quien iba a hacer el viaje a Roma iba hacer José Francisco Peña Gómez y no yo.  De ese viaje suyo a Roma a escrito Peña Gómez más de una vez, de manera que pasaré sobre el de prisa sin detalles.  En cuanto a la carta de Caamaño que me llevó el cubano, se la devolví con una respuesta muy corta y a mano del propio mensajero que me llevó la suya.  ¿Por qué se la devolví?.  Porque no quería que esa carta figurara en mi archivo, que en cualquiera salida mía de Benidorm podía ser registrado por agente secreto de cualquier país.  En esa carta Caamaño me decía que había recibido el recado que le había enviado en el mes de marzo, pero que yo no comprendía la grandeza del alma de alma de la revolución cubana y de sus lideres; que a esos líderes ningún poder de la tierra los haría desviarse de sus planes de ayudar a la revolución latinoamericana hasta el sacrificio total, de ser necesario, de la revolución cubana.
De esa carta deduje que Caamaño se había sumado con toda el alma a la tesis “foquista” y que no iba abandonarla, y de hay que al darle mis instrucciones a Peña Gómez para la entrevista de Roma le dijera que por ninguna razón comprometiera al partido en ayuda o apoyo a  una acción guerrillera, y que si le ofrecían dinero no aceptara, y reclamara solamente la suma gastada e el viaje de Benidorm a Roma ida y vuelta, pero ni un centavo más  Recuerdo vivamente que cuando me día cuenta de su misión Peña Gómez me preguntaba como sabia yo que le iban a ofrecer dinero y además decía sonriendo: “ Profesor, era mucho dinero el que querían darme; era un montón enorme de billetes americanos grandes”.       
      El cubano (Por cierto, persona muy gentil y evidentemente muy sincera) que me llevó la carta de Caamaño a Benidorm y su recado para que viajara a Roma me mandó un mensaje con un dominicano que vivía en Madrid para que nos viéramos donde yo quisiera, y como yo salía en esos días de viaje hacia Francia y Suiza, le mande a decir que podíamos verlos en Barcelona.  Cuando llegué a mi hotel en aquella Ciudad, hay estaba en cubano.  Me dijo que yo debería mandar un hombre a Cuba y le dije que podía hacerlo si me facilitaba el pasaje, pero el quiso darme dinero para comprar el pasaje y yo no podía aceptar semejante trato; de manera que cuando volvimos a vernos, en Benidorm, precisamente en presencia del Dr. Peña Gómez (pues en ese momento estaban reunido en mi casa, o mejor dicho frente a mi casa, los compañeros que habían ido a participar en la reunión de la cual salió la llamada Acta de Benidorm), yo le dije con toda franqueza que nosotros como partido no podíamos tener relaciones con el G-2 cubano ni con ningún G-2 del mundo; y hay terminaron mis relaciones y, en cierto sentido, mis relaciones con Cuba con Caamaño.
 Digo que en cierto sentido porque yo seguí haciendo esfuerzo por sacar a Caamaño de Cuba, pero él no respondió a esos esfuerzos; y uso la palabra respondió en términos materiales; esto es, no tuve de él en ningún caso ninguna respuesta.  Sus padres estuvieron en Benidorm y vinieron a verme, no recuerdo si en el mes de enero de 1969, preocupados, como es natural, por el destino de su hijo, y le expliqué que no temieran nada porque Francis no podría salir de Cuba con una guerrilla hacia Santo Domingo.  Ya para esa época había numerosos síntomas de que se había producido entre la Unión Soviética y los Estados Unidos el entendimiento a que me refería antes, y así se lo dije a Doña Nonín y a Don Fausto Caamaño.  Aproveché después un viaje de Narciso Isa Conde a Cuba para tratar de que Caamaño saliera de la Isla hermana y se fuera a Vietnam, donde podríamos vernos y tratar el caso dominicano; pero según me contó después Isa Conde en Paris, Caamaño no accedió a tener esa entrevista conmigo.  Yo veía en proceso de liquidación la etapa de fervor revolucionario que se había estado viviendo en toda la América a partir del éxito de la revolución cubana y quería que Caamaño volviera al país y se integrara a la lucha política dentro del Partido Revolucionario Dominicano, donde podía desarrollar con toda amplitud sus capacidades de líder; pero el se negó a aceptar la posibilidad, siquiera, de tratar ese tema conmigo.  Caamaño no se sintió nunca Perredeista y además, a pesar de que era el producto de una revolución urbana y de masas, se había hecho “foquista” y era “foquista” de corazón, y de hay no iba a sacarlo nadie como demostraron los hechos.
A fines de 1969, cuando retorné de mi viaje a Corea, China, Vietnam y Cambodia, fue a visitarme en mi casa de Paris un amigo de mis días cubano.  Ese amigo era el Embajador de Cuba en Paris y acababa de regresar de un viaje a la hermosa isla de Fidel Castro.  Era natural que al vernos al cabo de dos años sin haber cambiado una palabra habláramos de varias cosas, y así lo hicimos; pero de buenas a primera me dijo él: “Profesor, el comandante es su amigo; ustedes son amigos viejos.  ¿Por qué no le escribe diciéndole cualquier cosa, lo que usted quiera”.
¿Qué pensé yo al oír lo que decía el Embajador Cubano?.
Pensé en el acto en Francisco Alberto Caamaño; pensé en que se me estaba brindando una oportunidad para llegar hasta él y tratarle de alguna manera lo que quería decirle desde hacia tiempo; pero pensé también que Fidel Castro quería que fuera yo quien le diera pie para poder hablar del caso de Caamaño, y por tal razón yo debía hacer una prueba: esperar que el embajador insistiera en la petición.  Si insistía, no había duda de que Fidel Castro quería tratar conmigo el problema de la permanencia de Caamaño en Cuba.
Y el embajador insistió, no una sino dos veces, al cabo de las cuales le escribí a Fidel diciéndole generalidades sobre el PRD y sobre la situación general del PRD y los planes que teníamos para desarrollar como un partido bien organizado.  Como respuesta a esa carta me llegó una invitación transmitida verbalmente por el embajador, para que fuera a Cuba y la invitación salía directamente de Fidel Castro.
¿Qué tenia yo que hacer ante esa invitación?.
En primer lugar, tenia que pedirle autorización al partido para hacer el viaje a Cuba, y el segundo lugar tenia que estar segura de que ya en Cuba podría ver a Caamaño, y no solo verlo sino hablar con el tantas veces como fuera necesario para convencerlo de que se fuera a Santo Domingo a trabajar dentro del PRD .
¿Pero como podía asegurarme de todo eso con anticipación?.
De una sola manera: proponiéndole a Fidel que antes de salir hacia Cuba yo debía conocer la agenda de lo que iba a tratar con el y esa agenda debía haber un punto que era para mí de interés especial: ver a Caamaño y hablar con el y quedar en libertad decir que lo había visto en Cuba y de que cosas habíamos hablado.  Sin cumplirse esos requisitos no podría ir a Cuba porque desde Cuba saldría hacia Santo Domingo y era absolutamente imposible que llegara a mi país yendo de Cuba y que dijera que no había visto a Caamaño  que él no estaba en Cuba.  Nadie en Santo Domingo habría creído que abriendo ido a  Cuba no pude ver a Caamaño, porque ya hacia tiempo que en mi país se sabía que Caamaño se hallaba en Cuba.  En cambio, mi posición ante el pueblo dominicano habría sido muy diferente (y además, la única que sabia en un hombre como yo) si al llegar allí hubiera dicho: “Vi a Caamaño, lo invite a venir a trabajar en el PRD y se negó o aceptó y vendrá tal día. 
Desde luego, le propuse al embajador cubano, y a través de él a Fidel castro lo que acabo de decir y espere la respuesta de Fidel.  Esa respuesta llegó, pero y en el año de 1970 y no era la que yo esperaba; era así: que no me preocupara por la agenda de lo que íbamos a tratar Fidel y yo, que seria decidido tan pronto yo llegara a la Habana.
¿Qué podría hacer ante esta respuesta? ¿Aceptarla?.
De ninguna manera. Por nada del mundo podía ir a Cuba sin tener la seguridad absoluta, dada por el propio Fidel Castro de que podría ver a Caamaño, podría hablar con él y podría decirle al pueblo dominicano que lo vi y explicarle de que habíamos hablado.  Así pues, no acepte el mensaje del embajador (es decir, no lo acepte en mi fuero interno, aunque lo oí con la debida cortesía) y me dispuse a esperar la oportunidad propicia para salirme con mi empeño.
Me acuerdo con el compañero Peña Gómez, Secretario general y jefe del PRD dentro del país, era que yo volvería a Santo Domingo después de pasadas las elecciones de 1970, que iban a tener lugar el 16 de mayo; y por esa razón disponía de tiempo suficiente para esperar un cambio en la actitud de Fidel Castro.  En el mes de marzo el embajador cubano volvió a repetirme la invitación de viajar a Cuba y volví a repetirle mis condiciones sin lograr el resultado que buscaba.  Pero ya para fines de marzo yo veía con claridad que no iba a poder esperar hasta después de las elecciones sin retornar a Santo Domingo, y no quería salir de Europa sin dejar resuelto el problema que representaba para el porvenir político del país y del PRD el caso de Francisco Alberto Caamaño.  Por esa razón, a fines de marzo entré en conversación con un dirigente del partido comunista dominicano, que podía ir fácilmente a Cuba y ver a Caamaño y decirle en mi nombre todo lo que yo quería y no iba a poder decirle.
Ese dirigente del PCD salió para la habana en los últimos días de marzo o en los primeros de abril y llevaba una carta mía para Caamaño en la que le pedía que lo oyera como si se tratara de mi mismo, pues lo que el iba a decirle era lo que no podía decirle yo porque las circunstancias habían cambiado y ya yo no podría verlo en Cuba debido a que tenia que salir para el país lo antes posible.  El dirigente del PCD fue a la Habana y vio a Caamaño y habló con el.  Desgraciadamente no pudo hacerlo a tiempo, y el día que llegó a verme en Paris yo tenia ya dos o tres horas volando en dirección hacia Santo Domingo.  Todavía quedó en el aire una posibilidad, y fue la de que yo aceptara la invitación que me hizo el gobierno cubana para que visitara a Cuba para la celebración del 26 de julio de ese año de 1970; pero yo estaba ya en Santo Domingo, y en caso de haber viajado a Cuba quizás el Doctor Balaguer que pretendió no dejarme entrar en el mes de abril se habría aprovechado de la ocasión para mantenerme fuera del país.
Para mí estaba claro que si se me invitaba air a Cuba era porque se aceptaban las condiciones que yo había manifestado.  Ahora bien, ¿habría Caamaño aceptado salir de Cuba y venir al país a luchar dentro del PRD?.

Eso no podía saberlo yo y posiblemente no lo sabía nisiquiera Fidel Castro.  Los hechos ocurridos en febrero de 1973 indican que Caamaño no habría aceptado mi proposición porque creía en sus métodos de lucha, no en los míos, aunque estos fueran los que aconsejaban las circunstancias del país y de América, así como en el 1965 aconsejaron la guerra del pueblo.   

El eurochavismo y la nueva ofensiva de EEUU contra Venezuela




Eurochavismo
En América latina estamos viviendo las convulsiones epilépticas del imperio estadounidense que, mientras cambia de estrategias en su relacionamiento con Cuba, trata como “enemigo” a Venezuela…
El gobierno venezolano rechazó (9 de febrero) categóricamente la mención a Venezuela contenida en el documento Estrategia de Seguridad Nacional para 2015, y señaló que “nada atenta más contra la paz, la democracia y la estabilidad mundial que el mito de la “excepcionalidad” estadounidense que conduce al gobierno de esa nación una y otra vez a descalificar países y emitir pronunciamientos que constituyen un acto de injerencia inaceptable en la política interna de otros estados”.
Juicio exagerado –sería ese de calificar a Venezuela como enemigo- si no consideramos que la herencia de Hugo Chávez no solamente ha impactado a Venezuela y América latina, sino que ha dado nacimiento al eurochavismo, nos recuerda el antropólogo e historiador Mario Sanoja. La idea fue expresada y razonada científicamente por el economista marxista italiano Luciano Vasopollo.
La furia gringa contra Chavez y el chavismo se origina por el surgimiento de lo que ellos llaman los movimientos eurochavistas de liberación nacional, sobre todo en Grecia y España, y en los apoyos de diversas organizaciones y gobiernos que ambos procesos han obtenido en el resto de Europa. Es más: en el apoyo que las ciudadanías –en las calles y en las urnas- les han dado a Syriza y a Podemos, por ejemplo.
La evolución agresiva y rapaz del modelo de desarrollo capitalista ha conducido a Europa a una situación en la que las demandas democráticas aparecen como aspiraciones radicales. Crear nuevos instrumentos de conflicto capital-trabajo implica la necesidad de una mayor participación en las instancias democráticas construidas en la lucha, en el conflicto. Existe la urgencia de una recomposición de un bloque social amplio y fuerte, capaz de actuar en unas condiciones socio-económicas, en las cuales incluso las demandas de mayor democracia y participación se entenderán como conflictuales o antisistema, escribía Vasopollo.
“Es el momento de poner en marcha una iniciativa político-económica desde abajo, para la construcción de un modelo productivo alternativo basado en la distribución del trabajo, de los ingresos y de la acumulación de capital. Y construirlo sobre una economía del valor de uso que pueda difundir y distribuir la riqueza social que la clase obrera realiza, que produce”, agregaba.
Para el italiano, solo así se puede llevar a cabo la construcción y la consolidación del sistema postcapitalista, iniciado en la transición socialista, para lo cual es crucial la participación democrática desde abajo no sólo en la vida política, sino que incluso en la económica y cultural. De esta crisis no se sale con irrealizables y anacrónicas propuesta económicas liberales, o keynesianas, por izquierdistas que puedan ser. El capitalismo junto a esta fase de desarrollo, o mejor dicho de regresión en la crisis sistemática, no tiene posibilidad alguna de ser reformado.
Ya Syriza y Podemos dejaron en claro que de la crisis del capital se sale con una nueva política, que sitúe en el centro las necesidades del mundo del trabajo, del no-trabajo o del trabajo negado. Un trayecto con muchas etapas tácticas intermedias, largo pero siempre con la mira de hacer y construir el socialismo. “Permanece central la advertencia de la gran Rosa Luxemburgo “¡Socialismo o barbarie!”. Todo el resto son charlas inútiles y compatibles con la perpetuación de un sistema capitalista capaz de destruirse no sólo a sí mismo, sino que a la entera humanidad”, añade Vasopollo.
Para EEUU es el colmo que el chavismo se naturalice europeo. La amenaza táctica es que llegue a México, a Colombia. Quizá por eso haya identificado a Venezuela como enemigo: al país, no a las ideas. Pero, en Venezuela, la injerencia gringa está fortaleciendo el nacionalismo. La caja de Pandora. La derecha, por el contrario, se pronuncia por el invasor, como siempre, aunque se quede callada, nos recuerda Sanoja.
Aislar al “enemigo”
En breve resumen, en noviembre de 2014, el Buro de Industria y Seguridad estadounidense decidió imponer restricciones al comercio con Venezuela en materia de defensa y al mes siguiente entró en vigencia la “Ley de protección de los derechos humanos y de la sociedad civil de Venezuela”. En enero último se hicieron públicas las actividades de captación de oficiales de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana por parte de los servicios de inteligencia estadounidenses.
La novedad es esta nueva agresión es que son obra directa de un Estado, ya no de grupos políticos, fundaciones y organizaciones internacionales que siempre sirvieron de fachada, y todas las acciones se refieren a las fuerzas armadas venezolanas. Incluso la operación en curso contra el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello puede considerarse parte de la misma política.
Estas acciones no son respuesta a alguna tomada por Caracas. Washington considera indispensable el debilitamiento de la FANB para poder sustituir al presidente Nicolás Maduro –al romper el eje cívico-militar- e iniciar un proceso de reintegración de Venezuela al dispositivo geopolítico estadounidense. Esto no significa que las hipótesis de un golpe, que ya cumplió 13 años ininterrumpidos, y de la siempre postergada salida electoral, no estén dentro del menú de opciones. En el segundo escenario, los “inteligentes” de Washington temen que la FANB continuaría siendo refractaria a la subordinación.
Mientras, el vicepresidente de EEUU. Joe Biden estuvo presente en la primera cumbre de seguridad energética caribeña y planteó la creación de una red de inversiones privadas en el sistema de energía de la región con la participación del Banco Mundial y capitales privados. Sin duda que el objetivo es Petrocaribe, aprovechando la caída del precio del crudo para apoderarse del mercado. Y de paso presionando a los estados caribeños para que abandonen a Petrocaribe con el argumento de que el gobierno de Maduro va a ser derrocado próximamente por un golpe.
A esta ofensiva diplomático-política se sumó la creciente y sistemática cobertura negativa y distorsionada de la situación en Venezuela en los medios de comunicación estadounidenses, pintando una imagen exageradamente sombría de la situación actual del país y retratando al Gobierno como incompetente, dictatorial y criminal. Y la campaña se está intensificando claramente a un ritmo acelerado.
En la última semana de enero, mientras el The New York Times publicaba una editorial desacreditando y ridiculizando el presidente Maduro, calificándolo de “errático y despótico”, ABC de España acusó a Cabello de ser un capo del narcotráfico, haciéndose eco de lo dicho por un ex oficial de la Guardia de Honor presidencial de Venezuela, Leasmy Salazar, cooptado por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA).
Poco después el NYT –otra vez- atacó en primera plana la economía y la industria petrolera venezolana, prediciendo su caída, con obvias omisiones de los cientos de toneladas de alimentos y otros productos de consumo que han sido acaparados o vendidos como contrabando por los distribuidores privados y empresas y de las medidas del gobierno para superar las dificultades económicas.
Varios diarios estadounidenses, impresos y en línea, vincularon a Venezuela con armas nucleares y un plan para bombardear la ciudad de Nueva York, aunque el texto del artículo deja claro que no hay ninguna participación venezolana en el suceso. Según Eva Golinger “toda la farsa era una trampa creada por el FBI, cuyos agentes pretendieron ser funcionarios venezolanos para capturar a un científico nuclear que una vez trabajó en el laboratorio de Los Álamos y no tenía ninguna conexión con Venezuela”.
Ese mismo 30 de enero, la portavoz del Departamento de Estado condenó la supuesta “criminalización de la disidencia política” en Venezuela, al ser consultado por un periodista acerca de la llegada del fugitivo general venezolano Antonio Rivero, instigador de protestas antigubernamentales violentas que causaron la muerte de más de 40 personas, en su mayoría partidarios del gobierno y las fuerzas de seguridad del Estado, en febrero de 2014.
Su llegada a EE.UU. coincidió con Salazar, evidenciando un esfuerzo coordinado para debilitar a las FANB, exponiendo públicamente a dos oficiales militares de alto perfil -ambos vinculados a Chávez- que se han volteado en contra de su Gobierno y están buscando activamente la intervención extranjera contra su propio país, agrega la investigadora estadounidense.
Hay diversas “explicaciones” de esta seguidilla de hechos dirigidas desde el poder central estadounidense, pero lo que es innegablemente cierto es que el pueblo venezolano es totalmente refractario a una intervención extranjera, tanto para seguidores del gobierno o de la oposición.
Leopoldo Puchi, dirigente opositor, señala que ningún Estado, de manera unilateral, puede asumir espacios de soberanía sobre territorios o ciudadanos de otros Estados, por ninguna razón, ni siquiera invocando una causa justa. No es la forma civilizada de relacionarse ni es lo que está establecido en el derecho internacional. Lo sensato, en consecuencia, es buscar espacios para el diálogo entre los dos países, para así encontrar fórmulas que permitan superar los desencuentros, en un marco de respeto y reciprocidad. El patriotismo no es un valor en desuso, añade.

lunes, 9 de febrero de 2015

“Syriza y Podemos son la reacción al asalto neoliberal que aplasta a la periferia”


Ctxt


Ha caído la nevada del siglo en Boston, el termómetro marca 15 bajo cero, los autobuses no circulan y los coches patinan. A las once de la mañana, como un clavo, el profesor emérito Noam Chomsky, lingüista y filósofo, de 86 años, está ya en la brecha, dando una entrevista a un periodista francés en su despacho del departamento de Lingüística del Massachussets Institute of Technology (MIT).
Estamos en el legendario Stata Center, construido por Frank Gehry en acero y ladrillo. La facultad de Ciencias de la Información, Inteligencia e Informática está abarrotada de estudiantes, con abrumadora mayoría asiática. En la octava planta, junto a un ascensor, la guarida de Chomsky y sus secuaces huele a café recién hecho, y se respira calma y camaradería.
En un despacho contiguo al de Chomsky está el nonagenario Morris Halle, un barbudo diminuto de ojos vivos, con la chaqueta llena de migas y pinta de haber compartido vodka y revoluciones con Bakunin. The New Yorker ha comparado a la pareja de lingüistas con Dante y Virgilio, con Sherlock Holmes y Watson. Halle, un lingüista egregio, fue quien llevó a Chomsky al MIT en 1955, cuando nadie se atrevía a contratar a aquel joven judío, brillante y airado recién doctorado en Harvard. En 1968, los dos escribieron a cuatro manos el libro más importante de la historia de la Lingüística,The Sound Pattern of English, que hizo por la fonología –el estudio del sonido de las palabras- lo que Chomsky había hecho antes –a los 29 años- por la sintaxis: le dio forma y la convirtió en una ciencia.
Otro personaje clave en la vida de Chomsky es su secretaria, Bev Stohl, una mujer encantadora que en un aparte bromea sobre los venerables maestros: “Ahí los tienes, entre los dos suman más de 200 años”. El despacho de Chomsky, forrado de libros sobre anarquía, guerra, historia y lingüística, es luminoso y amplio, y está presidido por dos grandes fotos de Bertrand Russell, ídolo y referencia del pensador ateo y pacifista. Chomsky sale a recibir al segundo entrevistador del día con gesto afable y sonriente. Se nota enseguida que ha perdido energía y oído y que tiene la voz queda. Pero escucharlo sigue siendo toda una experiencia: tras abrazar todas las causas justas y perdidas, el viejo azote del imperialismo yanqui sigue siendo un Quijote incurable y un analista implacable. Guarda memoria prodigiosa de fechas, hechos, libros y discursos, no pierde el hilo en ningún momento y mantiene la cabeza clara, ágil y potente.
Además de dar sus clases, escribir sus artículos y atender a sus alumnos, Chomsky imparte conferencias allá donde le invitan –“tengo la agenda llena hasta 2016”, dice- y contesta personalmente a las docenas de mensajes y cartas que recibe cada día. Según su secretaria, “el hombre no dice nunca que no, simplemente no sabe”. La prueba llega al final de los 45 minutos de entrevista, cuando el periodista le invita a ser presidente de honor del comité editorial de CTXT. Chomsky responde: “Bueno, no participo en comités… ¡Pero si es honorario, podría!”.
-Se le ve sonriente. ¿Todavía encuentra razones para ser optimista?
-Bueno, algunas hay. Aunque no faltan tampoco para ser pesimista. La Humanidad tendrá que decidir, y no a largo plazo, si quiere sobrevivir u olvidar dos enormes e inminentes amenazas: una es las catástrofes medioambientales, la otra es la guerra nuclear. El Boletín de los Científicos Atómicos, que ha sido el principal monitor de cuestiones nucleares y estratégicas durante muchos años, publica un famoso reloj del “Juicio Final”. Determina la distancia a la que las manecillas del reloj deberían estar de la medianoche. Y acaban de adelantarlo a tres minutos del final. Es lo más cerca que hemos estado desde la Crisis de los Misiles de Cuba. La amenaza nuclear sigue aumentando; siempre ha sido significativa, y es casi un milagro que escapáramos de ella. En este momento, EEUU está dedicando un billón de dólares a modernizar y poner al día su arsenal nuclear. El Tratado de No Proliferación Nuclear nos obliga a comprometernos a eliminar estas armas, a mostrar signos de querer eliminarlas. No hay nada de eso. Rusia sigue su carrera, y algunas potencias menores también.
-Pero casi nadie habla de ello.
-No se habla mucho, salvo algunos analistas estratégicos, expertos económicos y otra gente preocupada por estas cuestiones. Pero hay amenazas muy serias. Una es el conflicto en Ucrania. Uno confía en que las potencias se frenarán, pero viendo los antecedentes no es en absoluto seguro. Sólo un ejemplo: a principios de los años 80, la Administración Reagan decidió sondear las defensas rusas. Así que simularon ataques por tierra y aire, incluyendo armas nucleares. No dijeron a los rusos lo que estaban haciendo porque querían provocar no un simulacro sino una alerta real. Fue un momento de extrema tensión. Reagan acababa de anunciar iniciativas estratégicas de defensa como la guerra de las galaxias, pero los analistas de ambos bandos lo interpretaron como un arma de primer ataque. No es un misil defensivo, si en algún momento llega a funcionar, sino una garantía para lanzar el primer ataque. Ahora, conforme los archivos rusos se han ido haciendo públicos, la Inteligencia de EEUU ha reconocido que la amenaza fue extremadamente seria. De hecho, un informe reciente asegura que casi estalla la guerra.
-Así que estamos vivos de milagro.
-Vuelvo a su pregunta inicial… ¿Optimismo? Es siempre la misma historia. Siempre, no importa cómo juzgues lo que está pasando en el mundo, tienes, básicamente, dos opciones. Puedes decidir ser pesimista, decir que no hay esperanza y abandonar todo esfuerzo, en cuyo caso contribuyes a asegurar que suceda lo peor. O puedes agarrarte a cualquier esperanza –siempre hay alguna– e intentar hacer lo que puedas –y quizás así seas capaz de evitar un desastre, o incluso, de abrir el camino a un mundo mejor.
-Usted cambió la lingüística cuando tenía 29 años, y luego intentó cambiar el mundo. Todavía sigue en ello. Imagino que lo segundo ha sido más duro que lo primero. ¿Ha valido la pena?
-¡Cambiar la lingüística también fue bastante duro! Tiene un poco de ciencia, aspectos de filosofía contemporánea… Creo que he estado en el lado adecuado, aunque formo parte de una pequeña minoría.
-¿Y diría que el balance ha sido positivo?
-Ha habido éxitos, no sólo míos, sino de la oposición popular a la violencia, a la guerra, a la desigualdad. El movimiento por los derechos civiles –en el que yo no fui una figura de referencia pero estuve involucrado, como tantos otros–, consiguió objetivos significativos, aunque no todos los que perseguía, ni mucho menos. Si hacemos caso a la retórica oficial, la lucha de Martin Luther King acaba en 1963 con su famoso discurso Yo tengo un sueño, que condujo a la legislación de los derechos civiles y a una mejora significativa de los derechos de voto y de otros derechos en el Sur. Pero King no se detuvo en ese punto. Continuó luchando contra el racismo del Norte, y también intentó generar un movimiento por los pobres, no sólo negros, sino los pobres en general. King fue asesinado en Memphis (Tennessee) mientras apoyaba una huelga de funcionarios. Luego, su mujer, su viuda, lideró la Marcha por el Sur, por todas las zonas donde había habido disturbios, llegó a Washington y montó una acampada, Resurrection City. Aquel era el Congreso más liberal de la historia: les permitieron quedarse un tiempo, y luego mandaron a la policía de noche, destruyeron el campamento y desalojaron a todo el mundo. Ese fue el final del movimiento para atajar la pobreza. Hoy sabemos que gran parte del problema no ha sido erradicado.
-Europa vive también el periodo más sombrío de los últimos 50 años.
-Ha habido mejoras importantes, pero toparon con una barrera. Y esa barrera empeoró con el asalto neoliberal contra la población mundial, que empezó a finales de los años 70 y despegó con Reagan y Thatcher. Europa es hoy una de las mayores víctimas de esas políticas económicas de locos, que suman austeridad a la recesión. Incluso el FMI dice que ya no tienen sentido. Pero sí tienen sentido desde un punto de vista: están desmantelando el Estado del Bienestar, debilitando a los trabajadores para aumentar el poder de los ricos y los privilegiados. Visto así, es todo un éxito; el resultado es destruir las sociedades, pero eso es una especie de pie de página que no tienes en cuenta si estás sentado en las oficinas del Bundesbank.
-La sociedad ha empezado a moverse. ¿Cree que cambiarán las cosas?
-Hay una resistencia muy significativa contra el asalto neoliberal. La más importante se da en Sudamérica, es espectacular. Durante 500 años, Sudamérica sufrió la dominación de las potencias imperiales occidentales, la última de ellas, EEUU. Pero en los últimos 10 o 15 años ha empezado a romper con eso. Esto tiene mucha relevancia. Latinoamérica fue uno de los socios más leales de los consensos de Washington, de las políticas oficiales.
-El patio trasero…
-Pero ha dejado de serlo; no del todo, pero por primera vez en medio milenio, los países se están moviendo hacia la integración, que es un requisito para la independencia. Estuvieron separados en el pasado, están empezando a unirse. El símbolo de esto es que EEUU ha perdido sus bases militares en América Latina, la última se cerró en Ecuador. Y otra ilustración llamativa es lo que está pasando en las conferencias continentales. En la última, que se celebró en Colombia, no pudieron realizar una declaración conjunta. El motivo es que hubo dos países que se opusieron: EEUU y Canadá. Esto era inimaginable en el pasado.
-Guantánamo sigue ahí. ¿Cree que Cuba intentará recuperar la base en las conversaciones de La Habana?
-Estoy seguro de que lo intentarán, pero dudo que EEUU acepte.
-He leído un artículo suyo reciente en el que decía que Obama es un liberal conservador, un republicano moderado, y que la de Nixon fue la Administración más izquierdista de la historia.
-Nixon era un buen tipo…; hoy los estándares han cambiado. Ahora Nixon parece un izquierdista, y Eisenhower un radical incendiario. Eisenhower, al fin y al cabo, dijo que aquel que calificara de locura la legislación del New Deal no podía formar parte del sistema político americano. Ahora, todo eso ha desaparecido.
-¿Obama no es de izquierdas?
-El término izquierda en EEUU se utiliza ahora para los moderados de centro, porque el espectro se ha movido. Un viejo chiste decía que EEUU es un Estado de un solo partido (el Partido de los Negocios) con dos facciones (Demócratas y Republicanos); era bastante acertado. Ahora ya no sirve. Sigue siendo un país de un solo partido, pero sólo hay una facción: los republicanos moderados. Ése es el único partido operativo. Se llaman demócratas, pero son similares a lo que solían ser los republicanos moderados. El otro partido, el de los republicanos, se ha salido de ese marco. Ha abandonado cualquier pretensión de ser un partido parlamentario. Y lo ha reconocido. Uno de los líderes de opinión conservadores más respetados, Norman Ornstein, ha descrito a los republicanos como una insurgencia radical que ha abandonado todo deseo de participar en la política parlamentaria.
-¿Hacia dónde van los neocons?
-El partido se ha movilizado para alcanzar dos objetivos: uno, destruir el país y que parezca culpa de los demócratas, de manera que ellos puedan volver a gobernar. Su otro objetivo es simplemente servir al rico y al poderoso. Pero como no puedes hacer de esto un programa político, han hecho una cosa razonable: han movilizado a grandes sectores de la población que siempre habían estado ahí pero no se habían organizado como fuerza política. Uno de estos colectivos es el de los cristianos evangélicos, que forman una parte enorme de la población. Y ahí tienes al nuevo responsable del Comité Medioambiental del Senado, James Inhofe, que afirma: “Es arrogante decir que los humanos pueden hacer cualquier cosa contra la voluntad de Dios, como el cambio climático”. Esto es antediluviano… No puedes ni llamarlo Edad de Piedra, las tribus primitivas tenían más criterio. Pero esta es la esencia de la base republicana, extremista y cristiana evangélica. El otro sector movilizado es la gente aterrorizada. La sociedad de Estados Unidos es ahora muy mestiza, pero la población blanca se está convirtiendo en minoría. De forma que hay un gran sector de la población, y un grupo de políticos, que dice: “Nos están robando el país”. Es una forma de decir que hay demasiados rostros oscuros. Hispanos, sobre todo.
-¿Y musulmanes?
-También, pero los hispanos son ahora la principal fuente de miedo.
-El mito nacional funciona siempre contra la invasión de pueblos “inferiores”.
-Y así sigue. Puede que no tenga una base histórica o biológica, pero está en la conciencia colectiva. Y ahora estamos en el punto en el que nuestra herencia mitológica anglosajona no sólo se ve amenazada, sino desbordada por esos extranjeros que se están apoderando de nuestro país. Todo esto es parte de lo que el ex Partido Republicano -tengo que llamarlo ex- ha movilizado como base de esa política que roza el delirio…
-Europa lleva un camino parecido…
-Es delirante la forma en que la Troika está tomando decisiones en Europa. Se puede calificar de delirante si se tienen en cuenta las consecuencias humanas, pero desde el punto de vista de los que diseñan la política no es delirante, a ellos les va estupendamente. Son más ricos y poderosos que nunca, y están acabando con el enemigo, que es la población en general.
-Aki Kaurismäki, el cineasta finlandés, lo llama capitalismo sádico.
-Es que el capitalismo es intrínsecamente sádico; de hecho, Adam Smith reconoció que cuando se le da rienda suelta y queda liberado de ataduras externas, su naturaleza sádica se manifiesta porque es intrínsecamente salvaje. ¿Qué es el capitalismo? Maximizar tus beneficios a expensas del resto del mundo. Un famoso premio Nobel de Economía, James M. Buchanan, dijo una vez que el ideal de todo ser humano es ser el amo y que el resto del mundo sea su esclavo. Desde el punto de vista de la economía neoclásica, por qué no, ése es el ideal.
-¿Un mundo sin derechos ni responsabilidades?
-Un mundo sin reglas en el que los poderosos hacen lo que quieren. Y, donde, milagrosamente, todo sale a la perfección. Es interesante comprobar cómo Adam Smith planteó esto en la famosa expresión “mano invisible”, que tanto se usa ahora. (…) Ahora vemos que, cuando el capital carece de cortapisas, particularmente los mercados financieros, todo salta por los aires. A eso es a lo que se está enfrentando hoy Europa.
-Sorprendentemente, 25 años después de la caída del Muro de Berlín, Syriza, un partido de izquierdas, ha ganado unas elecciones en Europa. Es como si las políticas de la Troika hubieran resucitado al enemigo…
-Yo no lo veo así… Por la sencilla razón de que hay muchos mitos acerca del enemigo. Rusia estaba más alejada del socialismo de lo que lo está hoy Estados Unidos; la revolución bolchevique fue un gran fracaso para el socialismo, provocó una tiranía autocrática en la que los trabajadores eran eso que Lenin llamó un ejército proletario bajo el control de un líder que no tenía nada que ver con el socialismo.
-¿Syriza no es entonces el péndulo de la Historia volviendo atrás?
-Para los patrones actuales, Syriza es un partido de izquierdas, pero no lo es por su programa. Es un partido anti-neoliberal. No exigen que los trabajadores controlen la industria…
-No, claro, no son revolucionarios.
-Ni socialistas tradicionales… Y esto no es una crítica, creo que es positivo. Y lo mismo pasa con Podemos: son partidos que se levantan contra el asalto neoliberal que está estrangulando y destrozando a los países periféricos.
-Hablemos sobre la prensa. Usted ha criticado duramente a The New York Times y The New Yorker en sendos artículos recientes. ¿La decadencia de los periódicos tradicionales tiene que ver con su cercanía al poder o, como aseguran los editores, es culpa de Internet?
-Escribo sobre The New York Times y The New Yorker porque lo que me interesa es ese tipo de límite liberal. Prefiero que otros denuncien a la Fox, que es una broma. Lo interesante son los periódicos intelectuales, porque establecen el límite externo de la crítica aceptable. Son una especie de guardianes. Dicen: “Puedes llegar hasta aquí, pero no más allá”. Y lo hacen por un interés particular. Desde un punto de vista doctrinal no creo que hayan cambiado, protegen las estructuras del Estado desde hace mucho. El derrocamiento de la democracia en Guatemala recibió un gran respaldo de los medios; el del sistema parlamentario iraní en 1953 fue enormemente respaldado; la Guerra de Vietnam, igual, gran apoyo todo el tiempo. De hecho, la única crítica que se ha hecho a la Guerra de Vietnam hasta el momento es que fue un fracaso. Cuando a Obama se le consideraba un gran héroe moral porque se opuso a la invasión de Iraq, ¿qué dijo la prensa? Dijo que esa guerra había sido un error garrafal, claro, porque no salió bien. Si hubiera salido bien, habría sido perfecta…
-¿Guardianes del poder, pero no de la democracia?
-La prensa vive un grave declive, pero creo que básicamente se debe al funcionamiento de los mercados publicitarios. Los grandes medios son grandes empresas, y viven esencialmente de la publicidad; ahora sus fuentes de capital se están dispersando, y están en declive. Si cogemos, por ejemplo, The Boston Globe, era un buen periódico, uno de los mejores del país, pero ahora no tiene noticias independientes en absoluto, funciona con agencias, apenas tiene corresponsales. Lo mismo está ocurriendo en el resto del país. No se trata de una actitud doctrinal, creo que está relacionado con el funcionamiento de la sociedad de mercado: si no ganas suficiente dinero, caes.
-¿Y no le parece raro que esos medios sigan defendiendo el modelo que les ha llevado a la ruina?
-Desde un punto de vista doctrinal, sencillamente, de una forma abrumadora, no sólo en los Estados Unidos, los medios defienden al poder. En Estados Unidos ese poder son los negocios y el Estado. Aunque hay excepciones. The Wall Street Journal, el principal periódico económico, publica muy buenas historias de delitos empresariales. Por suerte, no estamos en un Estado fascista.
Fuente: http://ctxt.es/es/20150205/politica/286/%E2%80%9CSyriza-y-Podemos-son-la-reacci%C3%B3n-al-asalto-neoliberal-que-aplasta-a-la-periferia%E2%80%9D-Internacional.htm

BOSCH: SU AUTOBIOGRAFÍA POLÍTICA, LA HISTORIA DE LA FUNDACIÓN DEL PRD Y DE LOS ORÍGENES DEL PLD


Juan Bosch, en su libro “PLD un Partido Nuevo en América” narra la historia de la fundación del PRD, en Cuba 1939, y toda la trayectoria por la que paso ese partido mientras estuvo al frente de su dirección y de las causas que lo llevaron a abandonarlo(PRD) en 1973, el Partido que fundara juntos a otros dominicanos en 1938, entre ellos, el Dr. Enrique Cotubanamá Henríquez, para fundar un nuevo Partido(PLD) que estuvieran en condiciones políticas e ideológicas para completar la obra de Juan Pablo Duarte, que era la liberación económica, política de la República Dominicana. También, en este libro, el Profesor Juan Bosch hace una especie de autobiografía política. Contando en qué momento y en qué circunstancias se inicia en la política militante, asumiendo el reto de luchar por su patria para liberarla de la dictadura oprobiosa de Trujillo y darles a los dominicanos y dominicanas una vida más justa y digna. Pero lo más importante de este libro, es que a través de su lectura podemos darle seguimiento a la evolución del pensamiento social y político de Juan Bosch.
Informamos a nuestros amigos lectores que nos siguen día a día con mucha atención por la web, que a partir de hoy, por considerarlo sumamente importante para poder comprender el pensamiento de Bosch y su evolución, le presentaremos a través del blog: “Circulo de estudio Profesor Juan Bosch” capitulo por capitulo, el libro”PLD un Partido Nuevo En América”. Esperamos que lo disfruten
EL PLD: UN PARTIDO NUEVO EN AMÉRICA ((Primera entrega)
Juan Bosch
¿POR QUÉ SE HA ESCRITO ESTE LIBRO?
Por varias razones. Una de ellas es proporcionarles a los miembros del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) que ingresaron en él años después de haber sido fundado el conocimiento de las causas de su fundación, porque ese conocimiento fortalece en ellos su sentimiento partidista; otra razón es la necesidad de dejar constancia, para que lo tomen en cuenta, de manera especial los que piensan que el PLD es un partido del tipo del Reformista Social Cristiano (PRSC), o del Revolucionario Dominicano (PRD), que en nuestro país hay por lo menos una organización política que ha creado normas de organización absolutamente nuevas, que no eran conocidas en la República Dominicana pero tampoco en otros lugares de América, lo que quiere decir que la manera como se ha organizado y funciona el PLD ha sido una creación política puramente nacional.

Lo que acaba de ser dicho no es un alarde ni cosa parecida, y si alguien piensa que en un país como el nuestro, de conocido retraso en todos los órdenes, no puede darse una muestra de desarrollo político como el que pretendemos haber alcanzado los fundadores del PLD, lo invitamos a leer este libro, en el cual se expone de manera detallada el proceso que se siguió para organizar el partido descrito en las páginas de los orígenes del PLD.
Fue precisamente el atraso político del pueblo dominicano que produjo, como reacción ante ese atraso, la necesidad de crear un partido que debía operar como formador de cuadros, de hombres y mujeres nuevos en su posición ante los problemas que afectan al pueblo; o dicho de otra manera, hombres y mujeres capaces de enfrentar los males nacionales con la seriedad y la asiduidad con que lleva a cabo sus tareas la monja católica en un país africano o de América.

Los orígenes del PLD fueron escritos en una serie de artículos que ahora figuran como capítulos; cada artículo se publicaba semanalmente en Vanguardia del Pueblo, el órgano del Partido de la Liberación Dominicana, y al compilar esos artículos en un volumen se hace fácil enviar ejemplares a países de la lengua española e incluso a centros urbanos norteamericanos donde haya concentración de hispanohablantes, lo que se hará con un propósito político: dar a conocer la existencia en la República Dominicana de un partido cuyo esquema organizativo puede ser reproducido en países del Tercer Mundo, todos los cuales avanzarían en el orden político reproduciendo el PLD. Hacer lo posible para que eso suceda es un deber que nos ordena cumplir la entrañable fraternidad que une a todos los iberoamericanos.

Este libro servirá también para que los comentadores de la política nacional aprendan a distinguir la diferencia que hay entre los líderes y los caudillos, conceptos que la casi totalidad de esos comentadores ignoran cuando se refieren al autor de los orígenes del PLD calificándolo de caudillo. El caudillo es el que manda; el líder es el que dirige.
En un partido de organismos no puede haber caudillos ni mayores ni menores, porque en los organismos se toman decisiones por votación, no por imposición de una persona.

Naturalmente, en el libro cuya introducción se hace con estas líneas no se puede explicar toda la complejidad de la vida del PLD; eso sólo se explica militando en sus filas o haciendo un curso que la dirección del Partido de la Liberación Dominicana puede organizar para quienes deseen conocer en todas sus manifestaciones cómo funciona nuestro partido, siempre, desde luego, que los que deseen participar en ese curso demuestren, de manera convincente, que lo que se proponen es aprender del PLD lo que el PLD puede enseñar para beneficio de otros partidos, no los que quieran hallar en el PLD lo que no se les ha perdido.

Juan Bosch
Santo Domingo, R.D.,
23 de junio de 1989.


Los orígenes del Partido de la Liberación Dominicana no se hallan a la distancia de los 15 años transcurridos desde el día 15 de diciembre de 1973, fecha en la cual se llevó a cabo su fundación; en realidad son más lejanos, nada menos que 34 años —un tercio de siglo— antes de ese día, pues fue en el 1939 cuando se inició la etapa política de mi vida, que comenzó con la fundación del Partido Revolucionario Dominicano, que no fue obra mía como ha dicho alguien sino de un médico nacido en la República Dominicana pero llevado a Cuba cuando tenía 2 años. Ese médico se llamaba Enrique Cotubanamá Henríquez y era hijo del Dr. Francisco Henríquez y Carvajal, lo que deja dicho que era hermano de Pedro y Camila Henríquez Ureña, pero nacido de un segundo matrimonio de su padre pues Salomé Ureña de Henríquez, la madre de los Henríquez Ureña, había muerto en 1898.

El Dr. Enrique Cotubanamá Henríquez, a quien sus amigos y familiares llamaban Cotú, no olvidaba que había nacido en la República Dominicana, donde su padre y sus hermanos mayores eran figuras de gran prestigio intelectual y político, y en Cuba leía la revista Carteles en la cual se publicaron cuentos míos en 1936 y 1937. En esos años los cubanos vivían los sacudimientos políticos que produjeron la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado y la caída del dictador, ocurrida al comenzar el mes de septiembre de 1933. Entre los efectos de esos sacudimientos estuvo la creación del Partido Revolucionario Cubano, que fue bautizado con el mismo nombre que tuvo el que había fundado José Martí para organizar con él la Guerra de Independencia iniciada en febrero de 1895.
El Partido Revolucionario Cubano de los años posteriores a la caída de Machado era conocido por la denominación de auténticos que se les daba a sus miembros, y en su creación jugó un papel de cierta importancia el Dr. Enrique Cotubanamá
Henríquez, a quien le tocó redactar la parte doctrinaria de esa organización política.

Todo lo dicho en el párrafo anterior sirve para explicar por qué el Dr. Henríquez bajó cierto día del año 1938 a los muelles de la capital dominicana adonde había llegado en uno de los barcos cubanos que hacían la ruta Habana-Santiago de Cuba-Santo Domingo y se dirigió a la casa de un familiar al que le preguntó mi dirección. La respuesta que le dieron fue que yo estaba viviendo en San Juan de Puerto Rico, y unos meses después el Dr. Henríquez se presentó en la Biblioteca Carnegie, donde yo trabajaba en la transcripción de todo lo que había escrito Eugenio María de Hostos.
(Esa transcripción se hacía en maquinilla de escribir con el propósito de organizar la producción literaria del gran pensador puertorriqueño que iba a ser publicada en la colección de sus obras completas).

Lo que el Dr. Henríquez fue a tratarme, o mejor sería decir, a proponerme, fue que yo debía dedicarme a la creación de un partido político cuya finalidad sería liberar a la República Dominicana de la dictadura trujillista. Ese partido, explicó, se llamaría Revolucionario Dominicano como el de Cuba se llamaba Revolucionario Cubano. Entre las cosas que dijo la que me impresionó fue su oferta de escribir todo lo que se refiriera a la base ideológica o doctrinaria del Partido Revolucionario Dominicano. Yo le oía sin hacer el menor comentario y mucho menos preguntas porque lo que él decía era para mí tan novedoso como si el Dr. Henríquez hablara en una lengua extraña.

No quería ser político

Yo no quería ser político. Para mí la política era lo que me había llevado a abandonar mi país, pues tal como lo dije en una carta dirigida a Trujillo, fechada en San Juan de Puerto Rico el 27 de febrero de 1938, cuatro o cinco meses antes de recibir la visita del Dr. Henríquez, de seguir viviendo en la República Dominicana, “además de no poder seguir siendo escritor, tenía forzosamente que ser político”, y aclaraba: “...yo no estoy dispuesto a tolerar que la política desvíe mis propósitos o ahogue mis convicciones y principios. A menos que desee uno encarar una situación violenta para sí y los suyos, hay que ser político en la República Dominicana. Es inconcebible que uno quiera mantenerse alejado de esa especie de locura colectiva que embarga el alma de mi pueblo y le oscurece la razón: el negro, el blanco, el bruto, el inteligente, el feo, el buenmozo: todos se lanzan al logro de posiciones y de ventajas por el camino político.
¿Cómo es posible que no se comprenda que la política no es arte al alcance de todo el mundo? La marcha de la sociedad la rigen los políticos; ellos deben ser seis, siete; así es en todos los países y así ha sido siempre; nosotros involucramos los principios universales y exigimos que las mujeres, los niños y hasta las bestias actúen en política. Yo, que repudiaba y repudio tal proceder, vivía perennemente expuesto a ser carne de chisme, de ambiciones y de intrigas. Yo no concibo la política al servicio del estómago, sino al de un alto ideal de humanidad”.

Tan fuerte era mi repudio a la actividad política que se ejercía en la República Dominicana, que en otro párrafo de esa carta le decía al dictador: “Yo sé que he salido de mi tierra para no volver en muchos años, porque considero que la actual situación será de término largo y porque sé que fuera de un cargo público yo no tendría ahora medios de vida en mi país, y no podría estar en un cargo público absteniéndome de hacer política”.

El criterio que exponía en esa carta se lo expuse también al Dr. Henríquez, sin mencionarle el hecho de que yo le había escrito a Trujillo diciéndole lo que significaba para mí la política tal como ella se aplicaba en mi país, y la mayor parte del tiempo que usamos en hablar de ese tema la consumió él explicándome la diferencia que había entre la política que se ejercía en Cuba y la que se llevaba a cabo en la República
Dominicana. Precisamente, decía el Dr. Henríquez, para que el pueblo dominicano pudiera aprender en la práctica diaria qué es la política y cómo debe ejercerse, era absolutamente necesario librar al país de la tiranía trujillista.

Esa entrevista con el hijo del Dr. Francisco Henríquez y Carvajal me dejó tan impresionado que pocos días después empecé a buscar información acerca de cómo había organizado José Martí su Partido Revolucionario Cubano, y lo que llegué a saber fue poco, o mejor sería decir muy poco. Lo que me interesaba era tener una idea precisa de lo que había que hacer para formar hombres que al mismo tiempo que tuvieran una idea clara de lo que debía ser la política dominicana supieran cómo actuar para sacar del poder a Trujillo y a sus colaboradores más cercanos. Nada de eso fue tratado en la conversación que sostuve con el Dr. Henríquez, y por mucho que busqué, en la Biblioteca Carnegie no hallé un libro que pudiera ayudarme a aclarar mi concepto de lo que era la política.

Una cosa piensa el burro...

Como desde mi niñez había leído en la casa de mi abuelo materno la historia del Cid Campeador y en la mía el Don Quijote, y como mi padre destacaba siempre que se hablaba de episodios históricos de algún país, sobre todo si se trataba de uno europeo, la importancia de los jefes militares no sólo en las guerras sino también en actividades civiles, yo crecí con una idea fija, aunque no sabía por qué, acerca del papel que juega en cualquier país la persona que ahora llamamos líder, y en la conversación que mantuve con él, o sería más apropiado decir que él mantuvo conmigo, le pregunté al Dr. Henríquez quién, a su juicio, debía o podía ser el líder de ese partido que él me proponía fundar, y su respuesta fue que debía ser yo, a lo que respondí diciendo que yo no tenía las condiciones que se requerían para dirigir un partido político; que a mi juicio el líder debía ser el Dr. Juan Isidro Jiménez Grullón, que llevaba un nombre conocido en todo el país porque su abuelo, que tenía el mismo nombre, había sido presidente de la
República dos veces, y su bisabuelo lo había sido una vez; le expliqué que el Dr. Jiménez Grullón estaba viviendo en Nueva York ,pero que yo le pediría que viajara a Puerto Rico para hablar con él sobre la posibilidad de fundar el Partido Revolucionario
Dominicano. El Dr. Henríquez halló que lo que yo decía tenía sentido, y en la noche de ese mismo día, mientras el buque cubano en que había llegado a San Juan de
Puerto Rico navegaba de retorno a Cuba, le escribí al Dr. Jiménez Grullón pidiéndole que se llegara a San Juan donde tenía algo importante que tratarle.

Cuando el Dr. Jiménez Grullón llegó a San Juan yo le tenía preparada una conferencia que debía dar en el Ateneo Puertorriqueño, el lugar donde se reunían los intelectuales más conocidos de la isla borinqueña. Allí había dado yo una titulada Mujeres en la vida de Hostos. La del Dr. Jiménez Grullón sería sobre la situación política de la República Dominicana, y al decirla se lució porque era un orador natural que sabía usar las palabras y además sabía manejar las manos cuando tenía que moverlas para reforzar con sus movimientos lo que iba diciendo. Con esa conferencia el nieto del jefe del partido que llevó su nombre (el Gimenista, popularmente conocido como el de los bolos) quedó presentado a los intelectuales de Puerto Rico, primer escalón, pensaba yo, de la escalera que debía conducirlo al liderazgo del futuro Partido Revolucionario Dominicano, si ese partido era creado como lo proponía el Dr. Enrique Cotubanamá Henríquez.

El Dr. Henríquez volvió a Puerto Rico y en esa segunda ocasión le presenté al Dr.Jimenes Grullón. Con la presentación quedaba yo libre de seguir ocupándome en tareas políticas, al menos, así lo creía, pero el campesino dominicano de esos años repetía con frecuencia un refrán: “Una cosa piensa el burro y otra el que lo está aparejando”, y el que aparejaba al burro de la historia dominicana tenía planes diferentes a los míos; tan diferentes que de buenas a primeras Adolfo de
Hostos, hijo de Eugenio María de Hostos, entró en el salón de la Biblioteca Carnegie, donde bajo mi dirección dos mecanógrafas copiaban los trabajos de Hostos, y me dijo: “Prepárese para ir a Cuba a dirigir la edición de las obras completas.
El concurso de su publicación ha sido ganado por una editorial cubana. Por su trabajo allá se le pagarán 200 dólares mensuales”. En la vida de algunos seres humanos se dan hechos que parecen fortuitos y no lo son, pero es al cabo de algún tiempo cuando los protagonistas de esos hechos advierten que no fueron casuales. Por ejemplo, un año antes de mí llegada a La Habana rodeado de varios bultos en los que iban las copias
mecanográficas de todo lo que Eugenio María de Hostos había escrito —al menos, todo lo que se había reunido hasta el año 1937— yo no conocía al Dr. Enrique Cotubanamá
Henríquez y ni siquiera tenía noticias de su existencia; y sin embargo cuando descendí la escalera del vapor Iroquois para llegar al muelle junto al cual había atracado el buque de ese nombre, allí estaba él esperándome, y mientras aguardábamos la bajada del equipaje el Dr. Henríquez me dijo que había contratado para mi uso, en una pensión, una habitación con baño y servicio sanitario, que en el alquiler estaba incluida la comida y que la casa donde se hallaba la pensión estaba cerca de la suya; que él me acompañaría en el viaje del muelle a esa casa y me visitaría al día siguiente para llevarme al lugar donde él vivía, al cual iríamos a pie porque la distancia entre las dos casas era corta, y en efecto, así era, y por ser así al segundo día de mi llegada a La Habana estaba yo en los altos de una casa de piedra situada frente al mar, en el paseo llamado Malecón. Delante de mí, separado de él por un escritorio, el Dr. Enrique Cotubanamá Henríquez leía unos papeles en los cuales se describía lo que sería el Partido Revolucionario Dominicano, incluyendo un esbozo de sus futuros estatutos, y con esa lectura comenzaba una etapa nueva en mi vida, la del aprendiz de la teoría y la actividad política.

Yo tenía que dedicarle la mayor parte del tiempo al trabajo que había ido a hacer en La Habana: la edición de las obras completas de Hostos. La casa editora, llamada Cultural, S.A., tenía sus talleres en un barrio muy separado del Vedado, y sobre todo de la parte del Vedado donde estaba viviendo, que era el Malecón, y viajar dos veces al día al lugar donde se componían y se imprimían los libros de Hostos y retornar dos veces a la pensión donde estaba viviendo me consumía diez horas diarias salvo los sábados y los domingos, de manera que sólo podía ver al Dr. Henríquez esos dos días, y no siempre porque él tenía sus tareas, las propias de un médico, pero también sucedía que una que otra vez cuando llegaba a su casa él o sus familiares estaban recibiendo visitas; de todos modos, cuando disponía de su tiempo, lo que él decía o era siempre de carácter político o de temas que se relacionaban con la política. Por ejemplo, contaba, para dármelos a conocer, episodios de las luchas políticas de Cuba, sobre todo de las más recientes, o de las de México, y en tales casos destacaba con claridad la diferencia que había entre la política de esos dos países y la de la República Dominicana, y al exponer el contraste que había entre la actividad política de Cuba y de México con la de la República Dominicana iba creando en mí una conciencia política similar a la que sobre una materia cualquiera, fuera Física, fuera Matemática o fuera Literatura creaban en esos tiempos los maestros de bachillerato en las mentes de sus estudiantes; pero además, sucedía que la sociedad cubana, en todas sus clases y capas de clases sociales, estaba viviendo una etapa de fervor político porque eran muchos los sectores populares que reclamaban una elección de diputados constituyentes para elaborar la Constitución que en la historia del país se conocería con el nombre de la Constitución de 1940.

Proceso de desarrollo político

En septiembre de 1939 comenzó la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Polonia por tropas alemanas —el ejército nazi de Adolfo Hitler—, acontecimiento de proporciones mundiales que conmovió a todos los cubanos y en mi caso provocó una reacción tan violenta que estuve varios días sacudido por un estado de indignación que no podía controlar. Las noticias que publicaban los periódicos cubanos y que difundían las estaciones de radio eran alarmantes porque en ellas se describían las barbaridades que estaban ejecutando en Polonia las tropas hitlerianas. A mí me parecían los hechos que estaban sucediendo en la patria de Chopin una repetición de lo que hasta poco tiempo antes había sucedido en España, y la sangrienta guerra civil española estaba relacionada en el mundo de mis sentimientos con Trujillo y su dictadura, lo que era un indicio de que, al menos en el terreno emocional, yo estaba convirtiéndome en un militante anti trujillista, y sabía que en el origen de esa militancia estaba la prédica del
Dr. Henríquez, a quien a esas alturas yo le llamaba, como sus familiares y amigos, Cotú a secas.

La simultaneidad de la guerra en Europa con la campaña para elegir diputados constituyentes puso la atmósfera política en un alto grado de actividad. Hasta el limpiabotas de los muchos que había siempre en el Parque Central, cuando le prestaba servicio a alguien conocido ponía como tema de cambio de palabras, si no de conversación, el de la guerra mundial o el de las elecciones a diputados a la Asamblea Constituyente, de manera que todo el que tuviera cierto nivel de conocimiento de lo que estaba ocurriendo en el mundo y en Cuba —y esos eran la mayoría de los cubanos—acababa cambiando impresiones de carácter político lo mismo con personas conocidas que con las desconocidas que compartían un lugar común, por ejemplo, el asiento de un ómnibus, el de un tranvía o la vecindad de mesas en un restaurant o en el sitio donde entraba a tomarse un café, un refresco o un jugo de naranja (zumo, dicen los españoles).

En mi caso los cambios de impresiones sobre los dos temas eran frecuentes y se llevaban a cabo en niveles relativamente altos pues sucedía que cuando llegué a Cuba era ya conocido en los círculos de escritores porque la revista Carteles, que para 1939 era la más leída*, había publicado cuentos míos —y esa publicación fue lo que movió al Dr. Henríquez a buscarme, primero en Santo Domingo y después en Puerto Rico— y al llegar a Cuba Carteles le dio publicidad a mi presencia en La Habana, de manera que pocos meses después yo frecuentaba las reuniones de escritores, periodistas, pintores y actores teatrales, en las cuales los temas de conversación eran siempre mayoritariamente los de la política cubana y la política internacional. De la última eran parte las noticias de lo que sucedía en la República Dominicana, por lo menos de los hechos que llegaban a conocimiento de los cubanos, hechos que en alguna medida se parecían a los que el pueblo cubano había vivido —y en cierto sentido estaba viviendo— hacía poco tiempo, razón por la cual yo iba adquiriendo desarrollo político debido a que los juicios que hacían los intelectuales de Cuba acerca de los sucesos mundiales, cubanos y dominicanos, equivalieron para mí a cátedras de ciencias políticas en una universidad muy bien calificada.
Bohemia sobrepasaría a Carteles hasta el extremo de que pasó a vender 500 mil ejemplares semanales años después, a mediados de la década de los 40.

Buscando dominicanos anti trujillistas

El Dr. Henríquez estaba casado con la hermana de uno de los líderes más importantes del Partido Revolucionario Cubano y su casa era punto de reunión de miembros y dirigentes de ese partido con la mayor parte de los cuales establecí relaciones de amistad, de manera que en pocas semanas acabé siendo, en el orden político, tan conocedor de la política cubana como cualquiera de ellos, pero eso no significa que había relegado a un segundo plano los problemas dominicanos; al contrario, dediqué mis ratos libres a averiguar dónde vivían algunos dominicanos con los cuales pensaba que debía iniciarse la organización de ese Partido Revolucionario Dominicano que proponía el Dr. Henríquez.

Los dominicanos residentes en Cuba a quienes yo me proponía ver para invitarlos a organizar el partido eran Lucas Pichardo, Pipí Hernández y los hermanos Mainardi, de todos los cuales supe que vivían en La Habana por informaciones de las personas que visitaban la casa del Dr. Henríquez. A Lucas Pichardo lo conocía y antes de salir del país sabía que él estaba en Cuba, pero no lograba localizarlo en La Habana; a Pipí
Hernández no lo conocí en Santo Domingo pero sí a sus familiares, y por ellos estaba enterado de que vivía en Cuba. En cuanto a los hermanos Mainardi, no los conocía pero sabía que eran militantes anti trujillistas. El Dr. Henríquez, que había solicitado un puesto de médico en uno de los barcos de la Compañía Naviera Cubana que viajaban a Santo Domingo y San Juan de Puerto Rico con el único propósito de darle vida al plan de crear el Partido Revolucionario Dominicano, no conocía a ninguno de los dominicanos exiliados en Cuba y por esa razón no podía ayudarme en la tarea de localizar con algunos de ellos, por lo menos, a los que vivían en La Habana.

Mi preocupación por dar con algún dominicano terminó súbitamente cuando estando en una librería en busca de una colección de versos de Federico García Lorca entró un dominicano de apellido Brea que me había sido presentado en Santo Domingo hacía años por Lucas Pichardo. Brea había salido del país antes que yo; se fue como polizón, es decir, escondido en la bodega de un buque de carga que se dirigía a un puerto alemán, y era un tipo humano tan peculiar que aunque hacía mucho tiempo que no lo veía lo reconocí en el instante en que pasó ante mis ojos; al mismo tiempo él me reconoció, y quizá antes de que pasaran 30 segundos después de habernos visto estaba yo preguntándole si sabía dónde vivía Lucas Pichardo. Lo sabía, y como era tan cerca de la librería que podíamos ir a su casa en pocos minutos, fuimos allá y tuve la suerte de encontrar a Lucas, que había formado familia, pues además de casarse con una cubana ésta le había dado un hijo que en ese momento tenía apenas dos años.

Lucas me dijo que Virgilio Mainardi vivía fuera de La Habana, en un lugar llamado El Pino; que no sabía donde vivía Rafael Mainardi pero su hermano Virgilio podía decírmelo; que otro hermano de Virgilio y Rafael residía en Guantánamo, a más de mil kilómetros de La Habana, y en cuanto a Pipí Hernández, no tenía su dirección pero yo podía verlo en la Universidad porque estaba haciendo allí unos trabajos de reparación no sabía de qué.
Ni Lucas Pichardo ni Pipí Hernández quisieron participar en la organización del Partido Revolucionario Dominicano, el primero porque alegó que carecía de las condiciones que a su juicio debía tener un militante político y el segundo porque era trotskista. Ambos iban a morir muchos años después de 1939 a causa de su oposición a la tiranía trujillista. A Pipí Hernández lo asesinó en La Habana un agente cubano de Trujillo y Lucas Pichardo y su hijo fueron fusilados en el año 1959 cuando llegaron al país con los expedicionarios del 14 de junio. Lucas Pichardo fue quien me presentó, pocos días después de haberlo visitado en su casa, al Dr. Romano Pérez Cabral, un médico dominicano que vivía hacía muchos años en La Habana, cuyo consultorio fue el local donde se llevaron a cabo las reuniones del Partido Revolucionario Dominicano que eran habitualmente semanales y nocturnas. El Dr. Pérez Cabral me presentó a otro dominicano, Alexis Liz, hombre de excelentes condiciones, que aceptó, tan pronto se lo pedí, trabajar por la organización del partido que años después sería conocido del pueblo dominicano por las siglas de su nombre —PRD—.

Alexis Liz conocía a dos dominicanos que vivían en La Habana: eran José Franco y Belisario Heureaux, hijo de Lilís. El primero aceptó ser miembro del Partido pero el tipo de trabajo que desempeñaba le impedía participar en las reuniones que, como dije hace poco, eran en su mayoría semanales.

Mientras tanto, yo le escribía al Dr. Giménez Grullón pidiéndole que fuera a Cuba y él respondía alegando que no podía hacerlo de inmediato pero que lo haría cuando resolviera tales o cuales problemas. Para mí, sin su presencia en La Habana no sería posible organizar el Partido Revolucionario Dominicano porque pensaba, como lo dejé dicho en el primer capítulo de estas remembranzas, que ninguna organización humana puede funcionar si no tiene un líder, y antes de que el Dr. Jiménez Grullón llegara a La Habana sucedió algo muy importante: el 15 de noviembre de 1939 se celebró la elección de los diputados que debían integrar la Asamblea Constituyente y las ganó el Partido Revolucionario Cubano, con el cual se habían aliado tres grupos pequeños, y la elección del vocero o líder de los diputados auténticos recayó en Carlos Prío Socarrás, hermano de la mujer del Dr. Henríquez, a quien aludí en el capítulo anterior de esta miniserie diciendo que era uno de los líderes más importantes del Partido Revolucionario Cubano. Por sí sola, esa circunstancia habría conducido al mantenimiento de una relación estrecha entre el Dr. Henríquez y Prío Socarrás, pero se daba el caso de que la madre, un hermano y una tía de Prío Socarrás compartían con el Dr. Henríquez y su mujer los dos pisos superiores, de tres que tenía, del edificio en que vivía el matrimonio Henríquez Prío. La llegada a la segunda planta se hacía entrando por un salón amplio en el cual una noche sí y otra también Carlos Prío se reunía con dirigentes de su partido y fueron numerosas las ocasiones en que, acompañado por el Dr. Henríquez, yo estuve presente en esas reuniones. Al principio, esto es, en los días de mi llegada a La Habana, no tenía ninguna participación en lo que allí se trataba, pero con el andar de los meses fui conociendo a los dirigentes auténticos, oyendo sus opiniones, y acabé tomando parte, como uno de ellos, en todo lo que decían, proponían y acordaban, de manera que mi presencia en esas reuniones equivalía a la de un estudiante de práctica política.

Trabajando para la Constitución de 1940

Además de la publicación de mis cuentos en Carteles y de una conferencia que había dado en el Instituto Hispano Cubano de cultura y otra en el Club Atenas, para ese año 1939, el primero que pasaba en Cuba, en La Habana se habían publicado dos libros míos; uno fue Hostos, el sembrador, edición de la Editorial Trópico, y otro la segunda edición de La Mañosa, hecha por el poeta español Manuel Alto laguirre en su imprenta La Verónica. Dado el desarrollo cultural del pueblo cubano esas publicaciones mías, tanto la de cuentos como la del libro dedicado a Hostos, así como las conferencias mencionadas, me estaban convirtiendo en persona conocida de muchos hombres y mujeres, y yo me daba cuenta de eso por los comentarios de los que me reconocían cuando me hallaba en medio de algunos de ellos, pero nunca pensé que al establecerse la Asamblea Constituyente, la que iba a redactar la llamada Constitución de 1940, la mayoría de los diputados del Partido Revolucionario Cubano (los auténticos) iban a pedirme que trabajara para ellos en una actividad muy delicada, adecuada para ser llevada a cabo por un profesor universitario de ciencias políticas que además fuera cubano, no por un dominicano que ni siquiera tenía el título de bachiller porque no había pasado del tercer año de la Escuela Normal, como se llamaba en esos años en la República Dominicana lo que en Cuba se llamaba Liceo.

La tarea que se me encomendó fue la de estudiar varias Constituciones: la de la República Española, que ya no estaba en vigencia porque desde abril de 1939 el régimen constitucional había sido barrido por el levantamiento militar que llevó al poder al general Francisco Franco; la alemana, conocida con el nombre de Weimar, que había quedado desmantelada hacía seis años porque así lo dispuso Adolfo Hitler, pero había figurado entre las más avanzadas del mundo capitalista; la de Chile, en la que había varios artículos de intención progresista desde el punto de vista social, y por fin la de México, que en ciertos aspectos era tan progresista en el orden social como la de Chile.
Mi trabajo consistiría en analizar los artículos de esas Constituciones que me serían señalados desde el Capitolio, el edificio de puro estilo norteamericano construido por la dictadura de Machado para darles albergue al Senado y a la Cámara de Diputados —que en Cuba se llamaba, como en Estados Unidos, Cámara de Representantes—; una vez estudiados, yo debía redactar un resumen de lo que dijeran esos artículos, y un borrador, para ser discutido por los constituyentes auténticos, del artículo que deberían ellos someter a discusión de la Asamblea Constituyente. Para hacer ese trabajo se puso a mis órdenes el local donde funcionaba la oficina de Carlos Prío Socarrás, que era abogado.

Yo no puedo recordar qué día de qué mes fue proclamada la Constitución Cubana de 1940; lo que sí recuerdo es que dos días antes de la fecha en que iba a ser promulgada el Dr. Henríquez puso en mis manos una tarjeta de entrada en el Capitolio en la cual se señalaba que debía ocupar, para mí solo, un palco, desde el cual presencié la ceremonia con que a los acordes del himno de Cuba la patria de José Martí quedaba regida por la nueva Constitución, ésa que iba a ser bautizada con el nombre de “la de 1940”.

Era difícil organizar el Partido

Con Virgilio Mainardi hice contacto en la Universidad y a través suyo lo hice con su hermano Rafael. Otro hermano, Víctor, vivía en Guantánamo, donde hallé varios dominicanos, entre ellos Manuel Calderón, cuyo hijo, del mismo nombre, sería asesinado, lo mismo que Víctor Mainardi y uno de sus dos hijos, cuando llegaron al país en la expedición del 14 de junio de 1959. También en Santiago de Cuba vivían varios dominicanos: José Diego Grullón, que sigue viviendo allí a la hora en que se escriben estas páginas, David Chamah y su familia, Chepito Saint-Hilaire, Moya Grisanti, Juan Esteban Luna, Bruno de la Cruz, Salomón Hadah, hermano de Abraham el Turquito, hombre de armas muy conocido en la Línea Noroeste porque fue uno de los oficiales destacados de Desiderio Arias, y Carlito Daniel, que en el enfrentamiento armado contra la ocupación militar norteamericana de 1916 ganó tanto prestigio que acabó siendo llamado por sus seguidores nada menos que general, tal vez el último general analfabeto de los muchos que dio el país.

Por fin, Jiménez Grullón llegó a La Habana. Debió ser a mediados de 1941 porque en el mes de noviembre de ese año fuimos él y yo a México donde se reunirían delegados de la Central de Trabajadores de América Latina (CETAL). Allí nos esperaba Ángel Miolán, que trabajaba en la Universidad Obrera. Miolán nos presentó a Vicente Lombardo Toledano, la más alta figura del movimiento obrero latinoamericano, y gracias a su conocimiento del medio conseguimos que se aprobara un acuerdo en el que se denunciaban los crímenes que se cometían en la República Dominicana y la salvaje explotación que padecían los obreros, sobre todo los de las centrales azucareras que formaban el grueso de las empresas industriales del país. La denuncia de la CETAL enfureció a Trujillo a tal grado que Jiménez Grullón, Miolán y yo fuimos declarados en la República Dominicana traidores a la patria.

Yo retorné a La Habana, adonde llegué el mismo día de ataque japonés a Pearl Harbor, pero el Dr. Jiménez Grullón se quedó en México donde debía dar unas cuantas conferencias en la Universidad Obrera. Por esos tiempos mi medio de vida era las visitas a médicos para hacer la propaganda de productos farmacéuticos fabricados en Cuba y la venta de esos productos, todo ello en las provincias de Matanzas y Santa Clara. En vista de que Jiménez Grullón y la poeta puertorriqueña Julia de Burgos vivían en mi casa conseguí que la empresa farmacéutica en que yo trabajaba le proporcionara el mismo tipo de trabajo a Jiménez Grullón, pero en la provincia de Oriente; mientras tanto la organización del Partido Revolucionario Dominicano era dejada para otra ocasión y el Dr. Henríquez insistía en que había que iniciar esa tarea sin perder más tiempo, pero cuando yo le planteaba la necesidad de adoptar un método para llevar adelante ese trabajo él confesaba que no sabía cómo elaborar un plan porque el tipo de organización del Partido Revolucionario Cubano no podía adoptarse para el caso de los dominicanos anti trujillistas que estaban desperdigados en Cuba, en Puerto Rico, en Venezuela, no aceptaba posponer la tarea de proceder a organizar a los dominicanos exiliados en el partido que el Dr. Henríquez me había propuesto crear, y como no lo aceptaba me dediqué a pensar en la manera de solucionar el problema causado por la dispersión geográfica de los llamados a ser miembros de la fuerza política que el pueblo dominicano requería para liberarse de la sanguinaria tiranía que lo oprimía.

La idea de cómo organizar el Partido Revolucionario Dominicano se me había ocurrido de golpe, antes de viajar a México, pero en esos días estaba recargado de trabajo porque además de los viajes de propaganda y venta de los productos farmacéuticos, me había hecho cargo de dos programas de radio que empezarían a pasarse por la estación CMQ —la más importante, entonces, de Cuba— y tenía que hacerme de toda una biblioteca y leer muchos de los libros que iba comprando antes de viajar a México. De esos programas uno se titularía Los forjadores de América, que saldría al aire, como se decía en el lenguaje de los técnicos de la radio, los lunes, miércoles y viernes; el otro sería Memorias de una dama cubana, que se transmitiría los martes, jueves y sábados, los dos a la misma hora: 5 de la tarde. Ambos serían exposiciones históricas, pero de hechos en acción, esto es, en forma de piezas de teatro, el primero de episodios de la vida de las grandes figuras de las luchas por la independencia de los pueblos de América, incluyendo algunos de Estados Unidos, y el segundo de la guerra cubana de 1895-1898 contada por una señora pero escenificada, esto es, poniendo en acción a los combatientes de esa guerra y sus jefes, sobre todo Máximo Gómez y Antonio Maceo.

Antes de viajar a México fui a ver al Dr. Henríquez para exponerle el plan de organización del partido que se me había ocurrido. Mi visita fue larga porque el Dr. Henríquez me hizo muchas preguntas, todas para que yo le aclarara mis puntos de vista sobre las numerosas posibilidades de fracaso del plan que él entreveía. El plan era simple y a mí me parecía que su simplicidad le garantizaba buen éxito. En él se establecía que los dominicanos antitrujillistas exiliados que estaban viviendo en varios países, en Venezuela, en Puerto Rico, en Curazao y Aruba, en Nueva York —todavía yo no estaba enterado de cuántos de ellos vivían en México— que aceptaban ser miembros del Partido Revolucionario Dominicano debían formar comités, uno en cada ciudad de cualquier país donde estuvieran viviendo cinco o más; cada comité elegiría entre sus miembros un director y un secretario, y todos los comités reconocerían como la dirección del partido el de La Habana. El Dr. Henríquez opinó que los comités no debían llevar ese nombre sino el de seccionales porque cada uno de ellos sería una sección del partido, propuesta que me pareció buena y así se lo dije, pero insistí en que la manera de mantener unidos a todos los núcleos de un partido que iba a estar formado por grupos distanciados geográficamente era estableciendo una jefatura común, y esa jefatura debía ser la seccional de La Habana, cuyo director era el Dr. Jiménez Grullón a quien yo había propuesto desde hacía dos años como el líder del partido.

El Dr. Henríquez acabó aprobando el plan que yo proponía y fue aprobado también por los miembros de la Seccional de La Habana, que eligieron director, a propuesta mía, al Dr. Jiménez Grullón. Alexis Liz propuso que yo fuera elegido secretario y el único que no votó a favor fui yo.

En los primeros meses de 1942 viajé a Guantánamo y Santiago de Cuba donde fueron creadas las seccionales de esas dos ciudades, y en el mes de abril fui a Estados Unidos para formar allí la seccional de Nueva York, donde el número de dominicanos no era ni remotamente parecido al de los que llegarían a ser después, pero era mayor que el de los que vivían en Cuba.

El primer congreso

El grupo de dominicanos de México se quedó sin dirección cuando Ángel Miolán se trasladó a vivir en La Habana, donde inmediatamente se incorporó a la seccional habanera. Eso sucedió en septiembre de 1942 y casi inmediatamente después Miolán se ganaba la vida vendiendo solares de un lugar de La Habana donde estaba levantándose lo que en Cuba llamaban un reparto.

Después de mi estancia en Nueva York, donde, naturalmente, dejé funcionando una seccional, y en el mismo año, fui a Caracas, la capital de Venezuela, país en el que eran relativamente numerosos los exiliados dominicanos. Yo había mantenido relaciones con Rómulo Betancourt cuando él estuvo de visita en la República Dominicana poco después de haber salido de su país, donde formó su liderazgo luchando desde una base de estudiantes universitarios contra la dictadura de Juan Vicente Gómez. En Santo Domingo él publicó un libro en el que denunciaba los rigores de esa dictadura. El libro se titulaba En las huellas de la pezuña y yo le ayudé a venderlo. Betancourt había fundado, estando en el exilio, el partido Acción Democrática, y yo no tenía la menor idea de que el emblema y el color del Partido Revolucionario iban a ser similares a los de Acción Democrática, y lo fueron.

Como era natural que sucediera, en Caracas me dediqué a organizar la seccional venezolana del que ya era un partido aunque todavía le faltaba cubrir territorios como el de Venezuela, el de Curazao, el de Aruba y el de Puerto Rico, países en todos los cuales había exiliados anti trujillistas, algunos de prestigio como era el caso de varios de los que residían en Venezuela, entre ellos un médico de nombre en la República
Dominicana, el Dr. Ramón de Lara; un abogado que había sido diputado en los años del gobierno de Horacio Vásquez, Luis F. Mejía. En esa ocasión, sin embargo, no pude permanecer el tiempo indispensable para reunir a una mayoría de los dominicanos que habían salido del país porque se negaban a convivir con la tiranía. En el segundo viaje, que fue en enero de 1943, quedó organizada la seccional y además convocado un representante suyo para participar en el Primer Congreso del Partido, que iba a celebrarse en La Habana a fines de marzo de ese año.

En ese segundo viaje a Caracas fui atendido por la dirección de Acción Democrática; hice amistad no sólo de tipo político sino también de tipo intelectual con algunos escritores venezolanos, el primero de ellos Rómulo Gallegos, que me presentó en una conferencia que di en el teatro Olimpia sobre la situación de la República Dominicana bajo la dictadura de Trujillo, pero también con Andrés Eloy Blanco, que además de ser el más notable de los poetas que había dado Venezuela era también un orador de primera categoría, facultad de que hacía uso sobre todo en los actos públicos de su partido, Acción Democrática.

El Primer Congreso del Partido Revolucionario Dominicano se reunió, como quedó dicho, en La Habana, y duró del 29 de marzo de 1943 hasta el 7 de abril. En él estuvieron representadas todas las Seccionales; se discutió y se aprobó la doctrina del Partido, la misma que había escrito el Dr. Henríquez en el año 1939; se aprobaron sus Estatutos, y con ellos quedó convertida en ley fundamental de la organización el reconocimiento de la Seccional de La Habana como órgano director del Partido con el nombre de Sección Coordinadora; pero al mismo tiempo, a propuesta mía que fue apoyada por Ángel Miolán, se aprobó una condenación del personalismo político, lo que equivalía a decir, el caudillismo.

(Próxima entrega: La lucha por el control del PRD)

EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

DANIEL BALCÁCER: EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

De  Juan Pablo Duarte  solo se conoce una fotografía hecha en  Caracas  en 1873 cuando el patricio contaba con 60 años de edad.  A...