MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

miércoles, 24 de septiembre de 2014

JUAN BOSCH: LA HISTORIA DEL CONFLICTO HISTÓRICO RD. Y HAITI.

EN SU 105 ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO. ¡JUAN BOSCH UN HOMBRE DE SIEMPRE!


A continuación presentaremos la historia de un conflicto entre la República Dominicana y la República de Haití, precisamente en el gobierno del Profesor Juan Bosch,en el año 1963. El conflicto pudo devenir en una guerra entre los dos Estados,pero que sea el propio Profesor Juan Bosch que nos narre los pormenores de esa  historia. Antes de entrar en materia para referirse al caso, hace a modo de introducción un bosquejo de la historia del origen del pueblo haitiano.
TOMADO DEL CAPITULO XVII  DEL LIBRO: “CRISIS DE LA DEMOCRACIA DE AMÉRICA EN LA REPÚBLICA DOMINICA”
  XVII– EL CONFLICTO CON HAITÍ

Hoy se le llama a Cuba la “Perla de las Antillas”; ese sobrenombre, sin embargo, había sido originalmente dado a la isla Española, antigua Santo Domingo o Saint-Domínguez.
En realidad, la altura de sus montañas, la densidad y la riqueza de sus bosques, la abundancia de aguas, la extensión, el número y la asombrosa fertilidad de sus valles justificaba que se le llamara así. Fue un hecho político lo que la degradó a los ojos de los viajeros y los estudiosos; y ese hecho político consistió en la división de la isla en dos países de historia, lengua y origen diferentes: Haití y la República Dominicana.
Cuando la isla quedó dividida, dejó de llamarse la “Perla de las Antillas”.
La presencia de Haití en la parte occidental de la isla Española equivalió a una amputación del porvenir dominicano. Lo que era el porvenir visto desde mediados del siglo XVI es, en la segunda mitad del siglo XX, un pasado de más de trescientos años. Así, los dominicanos no podemos escribir nuestra historia ignorando ese pasado, pues todo el curso de la vida de nuestro pueblo en las tres últimas centurias ha sido configurado por ese hecho: la existencia de Haití al lado nuestro, en una isla relativamente pequeña.
La existencia del Pueblo dominicano fue el resultado de la expansión española hacia el oeste; la de Haití, el resultado de las luchas de Francia, Inglaterra y Holanda contra el imperio español. De manera que al cabo de los siglos, los dominicanos somos un pueblo amputado a causa de las rivalidades europeas. Nuestra amputación no se refiere al punto concreto de que una parte de la tierra que fue nuestra sea ahora el solar de otro pueblo; es algo más sutil y más profundo, que afecta de manera consciente o inconsciente toda la vida nacional dominicana. Los dominicanos sabemos que a causa de que Haití está ahí, en la misma isla, no podremos desarrollar nunca nuestras facultades a plena capacidad; sabemos que un día u otro, de manera inevitable, Haití irá a dar a un nivel al cual viene arrastrándonos desde que hizo su revolución. En aquellos años finales del siglo XVIII y los primeros del siglo XIX, nadie quiso invertir un peso en desarrollar, por ejemplo, la industria azucarera dominicana, por miedo a las invasiones de Haití. El azúcar y el café de Haití habían dejado de fluir a los mercados de Europa y de los Estados Unidos, y aunque ninguna tierra era más apropiada para producirlos que la de Santo Domingo, los capitales para suplir la producción haitiana prefirieron ir a Cuba. El desarrollo de Cuba comenzó entonces; en cambio, el de nuestro país se estancó, primero, y descendió luego, pues la gente más capaz y más acomodada económicamente abandonó la parte española de la isla por miedo a la revolución haitiana.
La isla Española tenía frente a su costa noroccidental una pequeña isla adyacente, La Tortuga; el Gobierno colonial español abandonó La Tortuga porque le era costoso en hombres y en dinero defenderla de incursiones inglesas y francesas, y así fue como La Tortuga pasó a manos de piratas franceses y más tarde a manos del Gobierno francés. Desde La Tortuga, poco a poco, los blancos franceses fueron acomodándose en los pequeños valles fértiles de la parte norte del oeste de la Española; fueron llevando esclavos y organizando plantaciones de caña y de índigo, de manera que cuando España vino a darse cuenta, ya había en su colonia una población de franceses que se consideraban por derecho de conquista colonos franceses, parte del imperio colonial de Francia, sin deber de obediencia al Gobierno español. Al principio, esa colonia francesa de facto se llamaba Saint-Domínguez; después pasó a llamarse Haití. Al principio, España la dejó estabilizarse por indolencia; después, tuvo que reconocer su existencia, y al cabo, en el siglo XVIII, debilitada por su continuo guerrear en Europa, España admitió que Haití era de derecho colonia de un poder extranjero.
He contado con ciertos detalles lo que pasó en la colonia de Haití cuando los esclavos se rebelaron contra sus amos a consecuencia de la agitación que produjo en la colonia la Revolución Francesa; lo hice en mi libro Trujillo: causas de una tiranía sin ejemplo. No voy, pues, a repetirme; pero sucintamente explicaré que de esa rebelión surgió, al comenzar el siglo XIX, la República de Haití, y que ésta tenía ya dieciocho años de vida cuando los dominicanos se declararon independientes de España y protegidos de Colombia.
Menos de dos meses después de esa acción política dominicana, los ejércitos de Haití cruzaron la frontera y extendieron su gobierno a toda la isla. Así se explica por qué la República Dominicana, establecida en 1844, surgió en guerra contra Haití y no contra España, que había sido su metrópoli original.
Esa guerra, que en la historia dominicana se conoce con el nombre de “guerra de independencia” —aunque en los días en que se llevaba a cabo se llamaba, con mayor propiedad, “de separación”— fue la culminación de una lucha larga, que se había iniciado desde el siglo XVII, que se mantuvo prácticamente todo el siglo XVIII, y que tuvo a principios del siglo XIX páginas sombrías con las invasiones de Toussaint, de Dessalines y de Cristóbal. Los dominicanos, pues, formaron su sentimiento nacional peleando, primero contra los franceses de la región occidental, y después contra sus herederos, los haitianos.
Me veo en el caso de repetir ahora lo que dije en mi libro sobre Trujillo acerca de la revolución haitiana: ha sido la única revolución en la historia moderna que fue a la vez guerra de independencia —de colonia contra metrópoli—, guerra social —de esclavos contra amos— y guerra racial —de negros contra blancos—. La violencia de esas tres guerras en una resultó devastadora; en términos absolutos, no relativos, los antiguos esclavos destruyeron toda la riqueza acumulada en Haití durante la colonia, y esa riqueza era mucha. Sin embargo —y esto no lo dije en aquel libro porque estaba haciendo el análisis de un problema dominicano, no haitiano— sucede que en cierta medida, el aspecto destructor de la revolución haitiana ha sido continuo; de hecho, Haití ha seguido, a lo largo de su vida independiente, en guerra constante contra todo núcleo humano y social que pudiera convertirse, por cualquier vía, en sustituto de los colonos franceses.
Esa especie de guerra social perpetua, que en su origen fue de negros contra blancos —debido a que los negros eran los esclavos y los blancos los amos—, derivó después hacia la matanza de los mulatos y se ha conservado como lucha sin cuartel de los negros contra los mulatos. Las carnicerías de los tiempos de Soulouque, en que los mulatos eran las víctimas, encogen el ánimo del que estudia la historia de Haití. Ahora bien, sucede que los mulatos eran los que —tal vez por ser hijos de blancos, y por tanto disponían de más medios— se preparaban para ser burócratas, comerciantes, profesionales; formaban élites que al principio no tenían sustancia económica pero que al final adquirían bienes, con lo cual amenazaban convertirse en minorías con poder económico. Al mismo tiempo que esas matanzas, con sus naturales consecuencias de inestabilidad política, retardaban el desarrollo del país, los gobernantes usaban el poder para hacer negocios, para enriquecerse y sacar dinero hacia Europa o —más recientemente— hacia Estados Unidos; de donde resultaba que se expoliaba a un pueblo pobre, se le robaba a la miseria. Y al tiempo que eso iba sucediendo década tras década, la población haitiana crecía, su tierra se erosionaba, los medios del Estado eran cada vez menos de los que se necesitaban para darle al Pueblo educación y salud. Fue así como de manera natural, como rueda una bola por un plano inclinado, Haití vino a caer bajo la tiranía de François Duvalier, quien tenía ya años gobernando cuando se estableció en la República Dominicana el régimen democrático que me tocó presidir.
Duvalier corresponde a un tipo psicológico que se halla en las sociedades primitivas; el hombre que a medida que va adquiriendo poder de cualquier clase va llenándose por dentro de una soberbia que lo transforma día a día físicamente, lo envara, le da insensiblemente la apariencia de un muñeco que se yergue y se yergue hasta que parece que va a caerse de espaldas o que va a volar; al mismo tiempo, los párpados bajan, la mirada se torna fría y adquiere un brillo como de hechicería, el rostro se inmoviliza gradualmente y la voz va haciéndose cada vez más imperativa y sin embargo más baja y escalofriante. En esos seres, la conciencia del poder se traduce en transformaciones físicas; crean en torno suyo una atmósfera que es como una emanación de brujos, y como sucede que a esos cambios van correspondiendo otros en el seno de su alma, mediante los cuales se hacen gradualmente insensibles a todo sentimiento humano hasta llegar a ser puros receptáculos de pasiones sin control, esos hombres acaban siendo peligrosos porque se niegan a aceptar que son simples seres humanos, mortales y falibles, y no delegados vivos de las oscuras fuerzas que gobiernan los mundos.
El que desee comprobar la verdad de lo que acabo de decir no tiene sino que tomar una fotografía  de François Duvalier hecha en 1955, por ejemplo, y otra hecha en 1964. Son dos hombres diferentes, versión haitiana de los dos Dorian Gray de Oscar Wilde.
En el lado sur de la frontera que divide a la República Dominicana de Haití se ven de tarde en tarde tipos a lo Duvalier; labriegos que eran gente corriente y moliente hasta la hora en que se sintieron poseídos por un poder que ellos llaman “religioso”, y empezaron a dictar recetas, a recomendar curaciones, a crear ritos propios, y con ello comenzaron a cambiar de aspecto hasta convertirse en estampas de caudillos de pueblos de la selva. Son locos con poderío, como en un nivel más alto lo fue Hitler.
Ignoro debido a qué, tan pronto resulté electo Presidente,  Duvalier resolvió matarme. Tal vez soñó conmigo e interpretó el sueño como una orden de quitarme la vida; quizá en un acceso de hechicería vudú uno de sus espíritus protectores le dijo que yo sería su enemigo. Es el caso que escogió un antiguo agente del espionaje de Trujillo, que había sido Cónsul de Haití en Camagüey —Cuba— y le encargó mi muerte. Durante toda la campaña política, yo no me había referido ni una sola vez a Duvalier. La Unión Cívica hizo varias declaraciones acerca de su tiranía, y si no recuerdo mal el doctor Fiallo se refirió también a él. Pero yo no lo hice porque no me parecía prudente meter en Santo Domingo problemas ajenos y además, porque si yo resultaba elegido Presidente de la República, no era cuerdo que llegara a esa posición comprometido en el orden internacional por declaraciones hechas al calor de la campaña política. Yo no me había ganado, pues, enemistad de Duvalier; era gratuita, aunque debe presumirse que de origen extrahumano. Por todo lo que he dicho acerca de la actitud del Pueblo dominicano en relación con la existencia de Haití, y por lo que he relatado brevemente sobre las largas hostilidades entre dominicanos y haitianos, debe presumirse cuál fue la reacción de los dominicanos cuando de buenas a primeras llegó a Santo Domingo, dada a través de una estación de radio, la noticia de que fuerzas policíacas de Duvalier habían asaltado el local de nuestra embajada en Puerto Príncipe, capital de Haití. En una hora, el Pueblo estaba agitado, los partidos políticos se reunían, las estaciones de radio lanzaban boletines al aire y al Palacio Nacional llegaban montones de telegramas denunciando la agresión.
Hacía algunas semanas que en Haití se producían actos de terrorismo contra el Gobierno de Duvalier; éste había solicitado el retiro de la misión militar norteamericana; altos jefes militares eran depuestos y encarcelados; un señor Barbot, que había sido el fundador de la milicia armada de Duvalier —los tonton macutes, asesinos tenebrosos— daba asaltos aquí y allá, en los alrededores de Puerto Príncipe; civiles y militares perseguidos se asilaban en las representaciones diplomáticas de la América Latina, y la dominicana tenía varios asilados.
Un día llegó a la embajada de nuestro país un teniente haitiano de apellido Benoit y pidió asilo, que se le concedió, desde luego; al día siguiente, los hombres de Barbot dispararon contra el automóvil de Duvalier, que llevaba a los hijos del dictador a la escuela. La respuesta de Duvalier fue instantánea: mandó asaltar la Embajada dominicana y al mismo tiempo sus matones entraron en la casa de la familia de Benoit, dieron muerte a todos los que había allí —incluyendo la madre de Benoit y una niña— y quemaron la vivienda. Duvalier, pues, había agredido a la República Dominicana en su representación diplomática.
Ese día era domingo, y si no recuerdo mal, estábamos a principios de mayo. De súbito comenzaron a llegar noticias que daban indicios de que Duvalier tenía un plan: familiares de Trujillo estaban arribando a Haití, guardias haitianos armados rodeaban la Embajada dominicana, los correos diplomáticos dominicanos habían sido detenidos antes de llegar a la frontera, el Cónsul nuestro en la villa fronteriza de Belladere, estaba preso.
En la noche hablé por radio y televisión y denuncié ante el Pueblo todos esos actos de locura que estaba realizando Duvalier, y mientras en la Cancillería se trabajaba redactando cables a Puerto Príncipe y a la OEA y notas para la prensa, yo elaboraba, después de haber hablado, un plan de acción que podía librar a haitianos y a dominicanos de los peligros que podía desatar sobre ambos países un gobernante que no estaba en sus cabales. El plan era simple y no costaría una gota de sangre: la República Dominicana movilizaría tropas y las concentraría en la frontera del sur, en el punto más cercano a la capital de Haití, y la movilización se haría en tal forma que diera la impresión indudable de que esas fuerzas iban a avanzar por Haití; una vez creado el clima adecuado, la aviación militar dominicana volaría sobre Puerto Príncipe y dejaría caer hojas sueltas en francés pidiendo al Pueblo de la capital vecina que evacuara los alrededores del Palacio Presidencial, porque los aviones dominicanos iban a bombardear en un plazo de horas. Yo estaba seguro de que, dado el estado de agitación que había en Haití y la preparación del ambiente que estábamos haciendo en Santo Domingo, Duvalier huiría sin que hubiera necesidad de disparar un tiro.
Pero este plan tenía un punto débil: yo no podía confiárselo a nadie, ni siquiera a los jefes militares que iban a participar en él. Si le decía a alguien que todos los movimientos dominicanos serían aparentes, que no íbamos a llegar a la guerra, no tardaría en saberse, y había que contar con la irresponsabilidad de la mayoría de los líderes de la llamada oposición; uno de ellos, tal vez dos, quizás tres, se plantarían, con toda seguridad, frente a un micrófono y me acusarían de comediante y denunciarían el plan. De hecho, en medio de la crisis, uno de esos líderes dijo que todo aquello lo había inventado yo porque quería figurar en la historia como el conquistador de Haití, valiente majadería, pues el día que los dominicanos hagan la conquista de Haití —si ello fuere posible alguna vez— lo que harían sería comprar a precio alto los problemas de Haití para sumarlos a los problemas dominicanos.
Los campesinos dominicanos dicen, cuando algo no está completamente terminado, que “falta el rabo por desollar”, con lo cual aluden al rabo del cerdo muerto, y en el caso de mi plan había un rabo por desollar: ¿qué podía suceder si el dictador haitiano no emprendía la fuga? No había sino una respuesta: las tropas dominicanas debían avanzar sobre Haití; pero avanzar poco, unos kilómetros, lo suficiente para dar la sensación de que iban a atacar de veras. Yo estaba seguro de que la población haitiana de la región fronteriza no haría resistencia; si se hacía indispensable, la aviación dispararía dos o tres bombas en sitios donde no causaran bajas.
En ese punto, ocurrió un misterio: los generales dominicanos llegaron a decirme que los camiones del ejército no tenían repuestos de llantas, que no estaban en condiciones de transportar las tropas. ¿Quién les había aconsejado que usaran esa coartada? Hasta la noche antes habían estado muy entusiasmados con la movilización, y de pronto, “los camiones militares no servían”.
El embajador Martin fue a verme, alarmado, y era la primera vez que le veía alarmado. La posibilidad de una guerra domínico-haitiana lo había inquietado, sin duda porque había inquietado al Departamento de Estado. En esos mismos momentos, Moscú, Pekín, La Habana y el MPD en Santo Domingo me acusaban de ser un muñeco en manos del  “imperialismo yanqui” para agredir a Haití. La situación era tristemente cómica, pues era precisamente el llamado “imperialismo yanqui” el que obstaculizaba la decisión dominicana de resolver el problema haitiano.
De pronto, unos días después, el embajador Martin me visitó en mi casa para decirme que su Gobierno esperaba en pocas horas la salida de Duvalier de Haití; me dijo que ya estaba en el aeropuerto de Puerto Príncipe un avión de la KLM en el cual Duvalier viajaría hasta Idlewild, de ahí a Amsterdam y de Ámsterdam a Argelia, donde Ben Bella le había ofrecido asilo. Le expresé mis dudas al embajador Martin.
“Duvalier no se va”, le dije; él me aseguró que sí. Durante el día me visitó otra vez, en la noche me telefoneó dos veces para mantenerme informado de lo que estaba sucediendo en Haití; por la mañana fue a verme a las cinco, convencido de que Duvalier se iría. En todos los casos le respondí lo mismo: “No se va”. Y no se fue.
Pocos días después, por un cubano exiliado me enteré de que en una zona militar, en el interior del país, oficiales dominicanos estaban entrenando haitianos. ¿Cómo era posible que estuviera haciéndose tal cosa sin mi conocimiento?
Llamé al Ministro de las Fuerzas Armadas, lo interrogué, me dijo que era verdad y le ordené disolver el campamento.
Una cosa era librarse de Duvalier en una coyuntura favorable, a la luz del sol, como debe operar siempre una democracia, y otra cosa era preparar fuerzas de haitianos para lanzarlos a una invasión; esto último era violar el principio de no intervención, lo cual podía quitarnos autoridad si en esa hora convulsa del Caribe algún Gobierno decidía hacer lo mismo con nosotros. A partir de ese momento, decidí esperar una oportunidad propicia para buscarle solución al problema que planteaba la presencia de Duvalier en el Gobierno de Haití.
Sin embargo, he aquí que un buen día, al leer la prensa en las primeras horas de la mañana me enteré de que el general León Cantave había invadido Haití por la costa norte.
El general Cantave había estado a verme para pedirme ayuda y yo le había respondido que el Gobierno dominicano no podía hacerlo. ¿De dónde salió la expedición de Cantave; quién la armó, quién la respaldó? Eso era un misterio que debía aclararse. Hice una reunión de jefes militares, les interrogué sobre todas las posibilidades que se me ocurrían; pedí detalles acerca de los tipos de armas que usó Cantave. Nadie sabía nada. De acuerdo con sus informes, Cantave no había salido de territorio dominicano, no había recibido la menor ayuda de las fuerzas armadas dominicanas, y en los depósitos dominicanos no había armas similares a las que había llevado Cantave a Haití.
Algo andaba mal. Si el general Cantave no había salido de Santo Domingo, había salido de alguna de las islas vecinas —Las Bahamas, de bandera inglesa—, y si había salido de esas islas, ¿quién lo ayudaba? Le hice la pregunta, de manera abierta, al embajador Martin. Me respondió que él no sabía, que su Gobierno no sabía, pero que algunos de sus ayudantes presumían que Cantave había contado con la ayuda de Venezuela. Eso me pareció imposible; primero, porque el presidente Betancourt tenía encima las guerrillas comunistas y no iba a autorizar, con esa acción, un acto parecido al de Fidel Castro contra su Gobierno; segundo, porque si Betancourt hubiera tenido que ver en la invasión de Cantave, me lo hubiera hecho saber. “¿Hay en la Florida algún lugar que se llame Venezuela?”, le pregunté riendo al embajador Martin. “No, no lo hay”, respondió él, riendo también.
Pocos días antes del golpe de Estado, quizá tres días antes, me hallaba en mi despacho del Palacio Presidencial cuando a eso de las seis de la mañana me dijo el jefe de los ayudantes militares que los haitianos estaban atacando Dajabón, villa dominicana en la frontera del norte. Efectivamente, en las calles de Dajabón caían balas que procedían del lado haitiano, de la Villa de Juana Méndez —Ouanaminthe, en el patois de Haití—, que queda frente a Dajabón, a menos, tal vez, de dos kilómetros. Cuando la situación se aclaró, unas horas después, se supo la verdad: el general Cantave había entrado en Haití de nuevo y había atacado la guarnición de Juana Méndez.
El combate fue bastante largo, con abundante fuego de fusilería y de ametralladoras. ¿De dónde había sacado Cantave, otra vez, armas y municiones?
Al día siguiente, con asombro de mi parte, vi en la prensa una foto de Cantave en un cuartel de Dajabón. Había cruzado la frontera, como la habían cruzado otros haitianos, algunos de ellos heridos; pero Cantave estaba vestido como quien iba a un baile de gala, no como quien llegaba de un combate; y eso indicaba que el general haitiano tenía ropa en Dajabón o en algún lugar cercano. Por primera vez, mis sospechas hallaban un hilo que podía seguirse hasta dar con el ovillo. Hice llamar al Ministro de Relaciones Exteriores y al de las Fuerzas Armadas. “Tenga la bondad de solicitar de la OEA que envíe una comisión para que pruebe sobre el terreno que la agresión a Haití no partió de la República Dominicana”, le dije al primero.
¿Tuvo esa decisión alguna parte en el golpe de Estado?
A menudo pienso que sí; pues si la OEA investigaba —y mi plan era que investigara a fondo— yo llegaría a saber qué mano oculta manejaba los hilos de una intriga que nos ponía en ridículo como Gobierno, que restaba autoridad al Presidente de la República, el responsable ante el país y ante los organismos internacionales de la política exterior dominicana, y que nos exponía a los dislates de un tirano que era capaz de todo.

 Espero que algún día se aclare el misterio en que están envueltos los repetidos y extraños incidentes domínico haitianos de 1963

martes, 23 de septiembre de 2014

Medios de información comunitaria, una alternativa para el siglo XXI



En 2010 la periodista chilena Mónica González Mujica fue galardonada con el Premio UNESCO/Guillermo Cano de Libertad de Prensa. González realizó distintitos trabajos de investigación durante la dictadura de Augusto Pinochet, lo que la llevó al exilio durante un período considerable y a estar recluida en prisión dos años. A la tiranía le desagradaba la más mínima oposición, la labor de la periodista representaba una verdadera afrenta.
Al ser entrevistada por el servicio de prensa de UNESCO, la galardonada señalaba los peligros de la libertad de prensa y del ejercicio periodístico de la siguiente manera: "Hay dos problemas que conducen a una amenaza creciente y acelerada sobre el derecho de la sociedad a informarse (...) En muchos países se observa un modelo que conduce a esa concentración de la propiedad, que va aparejada con otro fenómeno: los grupos que se apropian de varios medios, concentrando televisión, radio y prensa escrita, a su vez tienen intereses en otras áreas de la producción: agricultura, minería, servicios, inmobiliaria… Se produce por lo tanto una asfixia informativa impresionante, porque el medio no puede informar objetivamente de las empresas donde su propietario tiene inversiones. Eso es gravísimo y los periodistas están perdiendo autonomía, dignidad, prestancias… convirtiéndose en simples testaferros."
El acaparamiento mediático por grupúsculos del poder económico es para González una grave problemática que mina el derecho a la información y el que los periodistas puedan ejercer su oficio de forma independiente. Los periodistas dejan a un lado su ética y objetivo profesional convirtiéndose en propagandistas de los dueños de los medios de comunicación, la gran mayoría de las veces aliados de la clase política en el poder. Al final de cuentas, las opciones de información son reducidas y las masas tienen que conformarse con una sola versión de los hechos, aquella que conviene a los intereses de la élite dominante.
En México la concentración de los medios de comunicación es palpable. Televisa y Televisión Azteca dominan el 98% de las opciones televisivas, en radio 13 grupos controlan el 80% de las emisoras, en prensa escrita la situación es un poco distintita, no obstante la nula pluralidad informativa genera un discurso homogéneo siempre cómodo al sistema. Las pocas voces distintas son acalladas con la agresión física, la muerte o bien la coacción con estímulos económicos.
Haciendo referencia al documento “La Fallida Actuación del Estado Mexicano para Proteger y Prevenir a Defensores y Periodistas” emitido por el Tribunal Permanente de los Pueblos- Capítulo México, se indica que en el presente escenario, en la nación mexicana se violan los derechos de expresión, además citando a la organización Artículo 19 se relata que de 2000 a la fecha 79 periodistas han sido asesinados y 18 desaparecidos, con lo cual se obstaculiza en gran medida el ejercicio periodístico.
En pocas palabras, la libertad de expresión está subordinada al poder, los trabajadores de la comunicación atados a los intereses de sus patrones, el discurso unificado no deja lugar a divergencias, la reproducción cultural preserva el statu quo, sin verdadera denuncia; la injusticia, la violencia, impunidad, nepotismo son consagrados valores cotidianos. El sistema antagónico utiliza a los que deberían ser medios de comunicación entre las personas, como medios de difusión de propaganda. La agenda informativa es la que marcan el poder político y económico. En esa agenda las luchas de los pueblos por la defensa de sus derechos están relegadas a espacios minúsculos y en ocasiones nulos.
En la democracia posmoderna, no existe más derecho que los de la élite gobernante. La democracia es solo para unos, creando una contradicción semiótica solamente atenuada con la tergiversación del lenguaje actual, medida muy utilizada para esconder sus verdaderos fines.
Los medios comunitarios. Resistencias a la hegemonía
La lucha por el control de la información no admite la mínima concesión para los poderosos, en 2011 al aplicarse modificaciones al Reglamento de Radio y Televisión, que permitían la existencia de radios comunitarias, la imponente Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión impugnó tales reformas. Además las pantallas y espectros radiofónicos sirvieron para emprender una campaña de desprestigio contra las comunitarias.
El 18 de agosto la Red Nacional de Organismos Civiles de Derechos Humanos “Todos los Derechos para Todas y Todos” denunció en su comunicado número 10 los constantes actos de acoso contra las radios comunitarias, quienes carecen de marco legal que las protejan. El Estado a través del Instituto Federal de Telecomunicaciones los amedrenta e inclusive utilizan la fuerza pública para intimidarlas como en el caso de “La voz del Pueblo de Zacatepec” y “Radio Axocotzin”, radios indígenas de Tlaxcalantzingo, Puebla, quienes curiosamente habían denunciado actos de devastación ambiental por parte de particulares.
La política estatal es en favor de los medios privados, sus aliados en realidad y contra todo medio que pueda dar a conocer una voz distinta a la oficial.
Para los “testaferros”, presupuesto público para adular a los administrativos en turno y cubrir con la mentira las tropelías de los empresarios transnacionales y nacionales. A fuerza de falacias pintar un país democrático y basto de libertades.
En contra parte, a pesar de las limitaciones legales y los riesgos, las radios comunitarias son una alternativa de información democrática e independiente del poder hegemónico para el siglo XXI. Un ejemplo encomiable lo dan los países y gobiernos progresistas del sur del continente americano.
Así Venezuela siendo criticada tendenciosamente por las grandes corporaciones mediáticas multinacionales, y sus filiales (junto a algunos defensores de los derechos de los periodistas mal informado o bien guiados por un análisis simplista de lo que pasa en el país sudamericano) por la “falta de libertad de expresión”, da una muestra encomiable hacia la pluralidad informativa, ya que junto a la creación de alternativas estatales cono Venezolana de Televisión, VIVE y otras, el Estado Bolivariano en los últimos tiempos ha creado redes de medios comunitarios para el ejercicio de información alternativa y popular.
Son más de 300 medios comunitarios promovidos por la Revolución Bolivariana en beneficio de la comunicación alternativa. Apenas un granito de arena, donde todavía un número importante de la información es manejada por privados, aquellos que vociferan en Caracas por libertad, pero curiosamente en otras latitudes sus similares las sofoca, invocando a la legalidad.
Retomando el diagnóstico de la periodista González y analizando la actual situación, la presencia de medios de comunicación comunitarios y alternativos, es condición necesaria para la pluralidad de concepciones, es requisito para diversificar el discurso en búsqueda de una mayor democracia y libertad de expresión. Para el siglo XXI ante el latente fracaso de programa unipolar, la comunicación comunitaria es espacio social para el encuentro dialógico hacia la construcción de paradigmas sociales más avanzados. Un verdadero reto para los ciudadanos, periodistas y gobernantes populares.

*El autor es Licenciado en Docencia en Lengua y Literatura por la Universidad Autónoma de Baja California, Profesor de Educación Básica y Media Superior. 
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

La angustia de un sobreviviente de una épica generación de revolucionarios que fue exterminada.

Víctor Serge, un desconocido que la izquierda necesita






He esperado, sin éxito, algún pretexto para escribir sobre Víctor Serge. Al final, he optado por hacerlo sin alguna razón especial de por medio. Hace unos meses me crucé con partes que desconocía de su pensamiento y, desde entonces, pienso muy seguido en su obra. Antes de eso sólo había leído, hace muchos años, un libro suyo que creo que todo activista serio haría bien en leer: “Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión”.
Serge nació en Bruselas en 1890, hijo de exiliados rusos anti-zaristas. A los 19 se mudó a París a continuar la militancia anarquista que había iniciado cuatro años antes. Pero el giro que marcó el resto de su vida vino con la primera guerra mundial cuando, luego de mil peripecias, logró llegar a Rusia en enero de 1919 para unirse a la revolución. La vida de Serge en la naciente Unión Soviética la relató él mismo en su autobiografía “Memorias de un revolucionario”. Inmediatamente se unió a los bolcheviques. Más tarde, luego de la muerte de Lenin, se unió a la oposición dirigida por Trotsky en contra del curso totalitario de Stalin.
Como es sabido, Trotsky fue derrotado y enviado desde 1928 a un exilio que finalmente lo llevó a México en 1936. Serge permaneció en la URSS hasta que la policía secreta lo envió a una ciudad-prisión en 1933-1936. A pesar de todo, él tuvo una suerte que otros de sus camaradas no tuvieron: amigos en París hicieron campaña por él y lograron su libertad y temporal exilio en Bélgica y luego Francia. Al final, Serge terminó también refugiado en México en 1940, meses después del asesinato de Trotsky a manos de un agente de Stalin.
Serge afirmó ser el primero en caracterizar a la Unión Soviética bajo Stalin como un “totalitarismo”. (Un concepto que puede definir a los “socialismos” que nacieron después, desde el Caribe hasta Asia.) En una carta de 1933 que escribió a sus amigos en París, describió a la URSS como “un Estado totalitario, de castas, absoluto, embriagado de poder, para el que el ser humano no cuenta”. Sin embargo, fue hasta su exilio en México cuando pudo elaborar más su preocupación “democrática y libertaria” sobre el asunto:
Si el socialismo no mantiene vigorosamente su fisionomía democrática y libertaria (en el sentido etimológico y no anarquista de la palabra) será destruido y hecho añicos. Su peor y más destructivo enemigo en el momento actual es el totalitarismo de la Rusia post-revolucionaria, el bolchevismo transformado en un totalitarismo absoluto de tipo análogo a los totalitarismos reaccionarios [fascistas].i
Si el estalinismo era para Serge el peor enemigo del socialismo, ¿cuál sería su mejor amigo?
Sus únicos aliados naturales están dentro de las masas democráticas de esos países donde la burguesía democrática sobrevive con tradiciones que provienen de antes del capitalismo a gran escala: Inglaterra y Estados Unidos.
Una lectura simplona acusaría a Serge de racista por insinuar que la victoria socialista sólo podía ser anglosajona. Falso. En realidad, Serge estaba reiterando que el proyecto socialista depende, para su realización, de una cultura democrática arraigada en las masas, la cual él detectaba solo en Inglaterra y Estados Unidos en ese tiempo. La propia revolución rusa había sido posible porque las masas habían logrado generar consejos de representación democrática (los “soviets”), los cuales decidieron en octubre de 1917 tomar la dirección del país. La victoria estalinista fue, desde esta óptica, una contrarrevolución contra esta democracia.
En su breve exilio francés, Serge también tuvo oportunidad de atestiguar algunos vicios de la naciente Cuarta Internacional (CI) animada por Trotsky, pero organizada por otros. Al asistir a una conferencia de la CI en Ámsterdam, en 1937, la decepción de Serge fue brutal y dio lugar al desencuentro con Trotsky que irremediablemente empañó la relación entre ellos.
Volví de Ámsterdam devastado, con la impresión de estar frente a un movimiento sectario, guiado por maniobras desde las alturas, que sufre todas las depravaciones mentales contra las que habíamos peleado en Rusia: autoritarismo, fraccionalismo, intrigas, maniobras, estrechez de espíritu, intolerancia. […] El enorme y grandioso movimiento por el que habíamos dado tantas vidas en Rusia, había degenerado así mismo, en impotencia y sectarismo.
A pesar de esa desilusión, Serge no abandonó su lucha política: “Seguí traduciendo los libros del Viejo […] y defendiéndolo”.ii Serge fue uno de los pocos sobrevivientes de una épica generación de revolucionarios que fue exterminada. Al mismo tiempo, en esos días oscuros, logró capturar y comunicar el espíritu democrático que debía recobrar el movimiento socialista para renacer. Por ello, Serge tiene una relevancia clave en la actualidad. 
Notas:
i  Esta y las citas siguientes fueron tomadas de: Serge, Víctor. 2006. "Excerpts from the "Notebooks" by Victor Serge 1938-44." Marxists Internet Archive consultado el 17/sep/2014. http://goo.gl/NOkvFP.
ii  “El Viejo”: en ese tiempo así era como llamaban cariñosamente a Trotsky sus camaradas.
Ramón I. Centeno es miembro del Partido Obrero Socialista. Twitter: @ricenteno
* Columna publicada el 21-sep-2014 en elbarrioantiguo.com.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

PRIMER FORO SOBRE LA MODIFICACION A LEY DE ALQUILERES: VENTAJAS Y DESVENTAJAS

DEMOCRATIZACION DEL CREDITO AGROPECUARIO.
Por Domingo Núñez Polanco
En esta tierra de hermosos  valles y montañas.
Con gran potencial agrícola, dotado por la naturaleza con suelos de gran fertilidad aptos para cultivos en los diferentes rubros agropecuarios.
Tierra de grandes hombres y mujeres que han llenado de gloria el camino hacia las luchas libertarias en defensa de las causas más nobles y justas de la nación dominicana.
En esta patria nuestra, Patria de nuestros amores y desvelos.
Por ese amor a nuestra tierra, a eso que los bolivianos llaman en su idioma ancestral: “LA PACHA MAMA”   o madre tierra.
Por eso estamos reunidos hoy aquí. Por amor a la patria y hacer causa común por un reclamo justo y necesario.

 Este hermoso panorama, podría ser muy bien descrito por el mas lego de los poetas dominicanos.
Pero, de lo que se trata,  parodiando una frase de un viejo político dominicano: “lo importante no es abrirle el pico a la ave para que cante, sino para que coma”.   

Vamos a hablar entonces del verdadero sujeto de nuestra realidad,  el hombre del campo dominicano, el pequeño y mediano productor agrícola.
 Aquel, que desde hace mas de 200 años ha vivido en la exclusión, fuera de los canales institucionales de acceso al crédito agropecuario..."  (ver texto completo al final)



El viernes 8 de julio 2011  se celebro en la Biblioteca  Pedro Mir de la Universidad Autónoma de Santo Domingo  “UASD”  el primer FORO SOBRE LA MODIFICACIÓN  A   LEY DE  ALQUILERES: SUS VENTAJAS Y DESVENTAJAS.

 Los  panelistas invitados fueron, el Ingeniero  Paino Abreu  Collado, Administrador General del Banco Agrícola,  La  Dra. Angelina Biviana Riveiro, por la Asociación nacional de Jóvenes Empresarios  (ANJE)   y el Lic. Domingo A. Núñez  Polanco, de SISAGRO  Y COOPSISAGRO, en representación  del sector cooperativo Agropecuario nacional.

  La actividad fue organizada por las cooperativas: BAGRICOOP, COOPNAPA, COOPROUASD, COOPSISAGRO, SEACOOP, COOPRESERVAS Y LA ONG SISAGRO.

  En el  primer FORO SOBRE LA MODIFICACION  A   LEY DE  ALQUILERES: SUS VENTAJAS Y DESVENTAJAS, hubo una amplia representación  del movimiento Cooperativo  nacional, representantes de alrededor de cuarenta cooperativas. El Lic. Jorge Méndez Pérez, Presidente de COOPHERRERA, estuvo en representación del señor Julio Fulcar quien es el presidente del Consejo Nacional de Cooperativas CONACOOP.  Una nutrida comisión de la junta de regante de la Región Sur representada por los señores, Mario Segura, Juan Félix  y Ramón Martínez, El movimiento campesino y de productores de la región este  estuvo representado por el connotado dirigente agrario Domingo Vilorio y le acompañaron la dirigente campesina Gertrudis Miledi Carrasco, el dirigente agrario Don Gollo Rosario   y el dirigente social Julián Mota. Por el sector de los comerciantes detallistas estuvo el señor Ricardo Rosario, representando  una nutrida comisión que le acompaño. Por la Universidad Autónoma de Santo Domingo estuvo el Lic. Antonio Ciriaco, Director del instituto de investigaciones socio-económicas de la UDSD; en representación de  la RED MOVIMIENTO SOCIAL INTEGRADO, estuvieron  los señores: Santiago Sánchez Lebrón, Bienvenido Castillo Perdomo, Jean  Luis Piña, Yarleny Báez y Carla Paola Montas. Por la Biblioteca Nacional estuvo, su Director Diomedes Núñez Polanco, en Representación del  INSTITUTO AGRARIO DOMINICANO, estuvo el Lic. Ramón Alvarado, Director de la gerencia de desarrollo Social del IAD.  Los  Licenciados Ramón Fernando Reinoso y José Gregorio González  acompañados de una amplia comitiva estuvieron  en representación de las  JUNTAS DE FAMILIAS POR UNA COMUNIDAD  DIGNA.

  Además de estas representaciones  de diversas instituciones y sectores en  el  primer FORO SOBRE LA MODIFICACION  A   LEY DE  ALQUILERES: SUS VENTAJAS Y DESVENTAJAS, hubo también la asistencia de un nutrido grupo personas de diversas procedencias: Profesores Universitarios, Personas vinculadas a la actividad agropecuaria y una buena representación de la juventud Universitaria de la UASD. Por el movimiento social de varios Distrito Municipales de Santo Oeste estuvieron Joan Ortiz y el dirigente deportivo Edgar Cuevas, entre  otros.

  La ponencia del Lic. Domingo A. Núñez Polanco  en el  primer FORO SOBRE LA MODIFICACION  A   LEY DE  ALQUILERES: SUS VENTAJAS Y DESVENTAJAS   fue  muy comentada y al decir de muchos de los allí presente dio en la diana del problema vinculante entre el proyecto de reforma a la ley de alquileres y  el rescate y activación de la agropecuaria nacional. En tal sentido, para el interés de nuestros lectores le presentamos la referida ex ponencia del Lic. Núñez Polanco.


DEMOCRATIZACION DEL CREDITO AGROPECUARIO.
Por Domingo Núñez Polanco

En esta tierra de hermosos  valles y montañas.
Con gran potencial agrícola, dotado por la naturaleza con suelos de gran fertilidad aptos para cultivos en los diferentes rubros agropecuarios.
  Tierra de grandes hombres y mujeres que han llenado de gloria el camino hacia las luchas libertarias en defensa de las causas más nobles y justas de la nación dominicana.
En esta patria nuestra, Patria de nuestros amores y desvelos.
  Por ese amor a nuestra tierra, a eso que los bolivianos llaman en su idioma ancestral: “LA PACHA MAMA”   o madre tierra.
  Por eso estamos reunidos hoy aquí. Por amor a la patria y hacer causa común por un reclamo justo y necesario.

  Este hermoso panorama, podría ser muy bien descrito por el mas lego de los poetas dominicanos.
Pero, de lo que se trata,  parodiando una frase de un viejo político dominicano: “lo importante no es abrirle el pico a la ave para que cante, sino para que coma”.   

  Vamos a hablar entonces del verdadero sujeto de nuestra realidad,  el hombre del campo dominicano, el pequeño y mediano productor agrícola.
 Aquel, que desde hace mas de 200 años ha vivido en la exclusión, fuera de los canales institucionales de acceso al crédito agropecuario, salvo el pequeñísimo grupo que ha  podido  tener acceso al B.A.
  Quiero que sepan,  que aquí en el país, desde los tiempos de la colonia se ha canalizado crédito para financiar la producción de bienes primarios.
Ahora bien,  quienes creen ustedes que se han beneficiado  de esos recursos en calidad de financiamiento a la producción. Claro, lo sabemos.

  Y no van a parar,  precisamente a la gran mayoría de hombres y mujeres que con el día a día, sol a sol,  labran la tierra con su sudor y esfuerzo para garantizar a nuestra población seguridad alimentaria.
El 87% de los alimentos de origen Agropecuarios  que se consumen en el país, son generados por nuestros productores nacionales.

  Pero, hay algo mas, de ese 87%, el 64% es aportado por los pequeños y medianos.
A esos mismos,  pequeños y medianos  productores agrícolas  es que se  propone  beneficiar el proyecto de modificación  de la ley existente   de alquileres.

  El sector de las cooperativas agropecuarias, profesionales, y de empleados, asociaciones campesinas y juntas de regantes,  en alianza estratégica con el banco Agrícola en este proceso de lucha por la aprobación por parte del Congreso Nacional del proyecto de modificación a la ley de alquileres, manifiesta  que este proyecto es una pieza clave, fundamental, complementaria, a las reformas que se hacen impostergables en el sector agropecuario Dominicano.

  No admite más espera, no sólo por la incapacidad que en las entidades se han reflejado a través del tiempo, acusando un nivel progresivo de deterioro, sino también por la imposibilidad concreta de responder a las condiciones y exigencias de un entorno nacional e internacional cambiante, complejo y diverso.
 En tal sentido, entendemos que   existen suficientes elementos y sólidos argumentos para pensar que en la actualidad es tiempo de abordar el problema de la democratización del crédito agropecuario en la República Dominicana y eso solo es posible, en el corto plazo, empoderando  al Banco Agrícola de mecanismos y herramientas de base legal que le permitan captar recursos permanentes y estables a bajos costos financieros. El mecanismo a la vista para  tales fines, en lo inmediato es el proyecto de modificación de la ley de alquileres.

  Las altas tasas de interés, el escaso o casi nulo financiamiento de largo plazo de la banca comercial formal, unido a la falta de recursos económicos con que opera el Banco Agrícola, es uno de los problemas y amenazas principales que confronta el sector agropecuario dominicano, limitando seriamente sus posibilidades de reconversión tecnológica y productiva, para crear las condiciones de  una economía competitiva , rentable y viable,  garantizando  así  la seguridad alimentaria a la población dominicana.

 Los productores, prácticamente de todos los rubros se encuentran descapitalizados, sin liquidez y sin rentabilidad, lo que significa inhabilitados para poner en marchas sus unidades productivas en el corto y mediano plazo, situación que puede tornarse en un desabastecimiento de alimentos para la población con su secuela de turbulencias sociales.

 En ese contexto, en el que se desenvuelve la economía  agropecuaria, la democratización del crédito, es imprescindible e impostergable, vale decir, abrir las ventanillas de préstamos, a bajos intereses, a cientos de miles de pequeños y medianos productores. 

  Al decir del  Banco Agrícola, la demanda total estimada de crédito para el año 20011 ronda unos RD$40,000 millones de pesos frente a una oferta total de RD$15,000 millones.
¿Ustedes saben que significa eso? 

 Que alrededor del 60% de las necesidades de financiamiento para la actividad Agropecuaria no se verán  cubiertas a través de las instituciones financieras, tanto de la banca comercial, como del propio Banco Agrícola.
  Pero, eso no se queda ahí, es precisamente, por este déficit de oferta de crédito agropecuario, es lo que  origina, en gran medida,  una de las tragedias que hacen inviable el campo dominicano.
Ocurre, que en este escenario, regularmente se dan dos situaciones: por un lado aquellos productores que ante la falta de recursos deciden abandonar la actividad productiva y emigran hacia las zonas urbanas en busca de otros medios de subsistencia, pero por el otro lado tenemos aquellos, que asumen un nuevo riesgo que es el de obtener el crédito de fuentes no formales, a tasas de interés prácticamente de usura. En este dilema, estos últimos, terminan cayendo, “en la trampa financiera” como muy atinadamente   ha conceptualizado, este nefasto fenómeno, el distinguido Ing. Paino Abreu Collado, administrador general del Banco Agrícola. 

  En la década de los ochenta (llamada por la CEPAL la década perdida),  el panorama mundial se tornó cambiante y complejo en todos los órdenes, modificándose el cuadro de la vida económica, social, política e internacional.

  Como consecuencia de esos cambios y transformaciones, en América Latina se inició un proceso de ajuste estructural, asociado a los problemas de la deuda externa, la política cambiaria, el gasto público, los desequilibrios fiscales y externos, la inflación y las tasas de interés internacionales. Posteriormente, en los años noventa, los programas de ajuste dan paso a un proceso de transformación estructural concebidos para una acción de más largo plazo, que implicaba el establecimiento de cambios en el aparato económico y en la esfera institucional. Ya  para entonces el proceso de la globalización había  arropado  las relaciones económicas y al crecimiento de las economías internas, con una fuerte interconexión  con los mercados internacionales.
  En este proceso globalizante de la economía a escala mundial, la dominicana no fue ajena a sus efectos, y muy particularmente el sector agropecuario.
Es decir, el entorno internacional en el que se desenvuelve el sector agropecuario nuestro, ha sufrido una profunda y rápida modificación la cual obliga a repensar una nueva visión para el desarrollo  de este país.
 Debo decirle que estamos tarde. 

  Pero vamos ampararnos en una popular expresión del pueblo que dice: “Dios aprieta, pero no ahorca”.
El 5 de febrero de 1988 fue aprobada la ley 17-88, que modificaba la ley 43-14 del 22 de octubre 1955 sobre los anticipos de alquileres.
Hoy 24 años después persisten las mismas razones que motivaron aquella modificación a la ley de alquileres de 1955.
 De una cartera consolidada de RD$ 255,194 millones prestada por los agentes financieros a todos los sectores, el agropecuario sólo recibió RD$11,370 millones, para un 4% del total. 52% de estos RD$11,370 millones fueron colocados por el BAGRICOLA. Mientras  que la banca comercial privada sólo participó con el restante 46%. Obviamente, el Banco Agrícola tiene una importancia capital en el financiamiento del sector.

 Pero este exiguo 4% de la cartera de crédito consolidada no es suficiente ni remotamente para: adquisición de tecnologías, financiar el proceso de reconversión a que tiene que ser sometido el sector para enfrentar los retos de los Acuerdos de Libre Comercio firmados por el Estado Dominicano.

  El no cumplimiento de la ley actual de alquileres por los sectores vinculantes, se ha traducido  en  un estancamiento de las inversiones y de la creación de nuevos empleos en la zona rural, produciéndose un flujo migratorio del campo a la ciudad impactando en forma negativa en el Producto Interno Bruto Agropecuario, la producción de materia prima para las industrias, una merma del flujo hacia los sectores comerciales, una cuasi paralización del sector inmobiliario, una mengua incesante en los servicios y por ultimo un descenso en la generación de divisas. 

  La aprobación del proyecto de modificación de la ley de alquileres por el honorable Congreso Nacional generaría un flujo de recursos económicos de alrededor de unos RD$30,000 millones de pesos, los cuales estarían a disposición del sector agropecuario a una baja tasa de interés y a un plazo acorde con su ciclo de cultivo.

  Señores, ustedes no se imaginan el impacto socio-económico que significa rescatar la capacidad crediticia del BAGRICOLA  con suma igual.

  La importancia social del sector radica en la democratización del crédito.
  El  cual llegaría a beneficiar a 242,956 productores de los cuales 192,396 son del sector privado y 50,560 son productores asentados bajo el esquema de la Reforma Agraria.

  La situación de la pobreza en el ámbito rural es uno de los desafíos más importantes de los que debe enfrentar el país a corto, mediano y largo plazo.

 Ante una posible crisis alimentaria global, las poblaciones pobres rurales serían las más vulnerables por lo que se requiere la implementación de medidas que mitiguen el impacto de esta posible crisis.

  Posición

  El movimiento cooperativo agropecuario, de profesionales y empleados, A si como el movimiento campesino organizado, asume en toda su parte los planteamientos del Banco Agrícola en la persona de su máximo ejecutivo, en cuanto al proyecto de modificación de esta ley.
Por otro lado sugerimos entre otras cosas lo siguiente:

1-      Que se establezcan normas para que hayan topes a los montos prestables  acordes con las necesidades de cada región.

2-      Que abarque rubros agrícolas no tradicionales, no atractivo a la banca tradicional u otros intermediarios financieros.

3-      Que se evalué el impacto social de cada proyecto a financiar ya que el efecto multiplicador que se produce en los sectores pequeños y medianos se traduce en una progresión geométrica desde el punto de vista económico-social, y por otro lado la concentración del crédito en las capas altas solo produce un movimiento aritmético.

4-        Apoyamos la propuesta de modificación de la estructura organizativa y operativa del Banco Agrícola convirtiéndolo en una institución de fomento a la producción agroalimentaria y forestal; y creando un Banco de Segundo Piso o Fondo para la Modernización Agropecuaria para apoyar el financiamiento de proyectos agroindustriales de largo plazo tales como plantas de procesamiento y empaque y reconversión productiva mediante la promoción y desarrollo de la tecnología de invernaderos y la siembra de frutas tropicales.

5-      Como también apoyamos la creación de un fondo de garantía que minimice los riesgos de los intermediarios financieros y el fortalecimiento del seguro agropecuario.
Por último hacemos un llamado a todos los sectores organizados de la sociedad y pueblo en general a tomar conciencia de la significación de esta propuesta de reforma para la estabilidad social, económica y política de la República Dominicana.

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