MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

martes, 19 de mayo de 2020

«El día que grabamos el Himno de la Revolución la ciudad era pura candela”

Abril 1965, Aníbal de Peña: «El día que grabamos el Himno de la Revolución la ciudad era pura candela”

Anibal de Pena recordando cuando la república se tino de colores con pinceles paridos por la patria 


Cantando el Himno de la Revolución de Abril de 1965. Aníbal de Peña, en el piano. El coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó (de pie a la derecha). Al lado de Caamaño Deñó el combatiente Héctor Aristy.

Santo Domingo, República Dominicana.- Aquella guerra de 20 cuadras, que comenzó el 24 de abril de 1965, ha dejado profundas huellas en su vida. En ella fue el comandante incierto de un grupo de zapadores encargados de abrirle llagas a la ciudad para detener el avance de las tropas contrarias.

El río Ozama era la frontera de la esperanza, y el puente Duarte la línea divisoria entre la vergüenza y el decoro.

La tarde del 15 de junio, bajo la ciudad sometida al recio fuego de los invasores norteamericanos que vinieron en auxilio de la desesperación golpista, con los muertos queridos amontonándose en el hospital Padre Billini, y con el fervor nacionalista de esos días desbordando todos los termómetros de la ciudad enardecida, Aníbal de Peña le puso música a la revolución.

«Me queda la satisfacción de haberle puesto letra y música al coraje y la dignidad de aquellos días», dice serenamente, bajo el trazo de invierno que le asoma en la parte delantera de la cabeza.

Aníbal de Peña.

En la partida hacia Londres que le impuso la soldadesca, el coronel Francis Caamaño, de quien guarda hermosos recuerdos y profundas nostalgias, le regaló un revólver niquelado en homenaje a su amistad. «Francis es uno de los hombres más grandes de nuestra historia».

Tras componer el himno que acompañó a los combatientes en las trincheras fue perseguido y mandado a matar en varias ocasiones, sufrió los dolores del exilio y afrontó situaciones de calamidad económica.

Ha pasado el tiempo y Aníbal de Peña tiene una hamaca de colores en su patio donde mece su última estación y recuerda los intensos momentos vividos en la guerra. «Parece que fue ayer», dice mirando al cielo. Me siento orgulloso de haber cumplido con mi deber, y esa satisfacción se la dejo a mis hijos para que vivan con la dignidad con que lo hicimos nosotros».

Ahora quiere testimoniar, mientras se prepara para irse a cantar al hotel El Napolitano, del malecón, donde trabaja dignamente los jueves y viernes junto a Iluminada Jiménez, su esposa, y su amigo Cheo Zorrilla.

¿Cómo se involucró usted en el torbellino de la guerra?

Antes de que se produjera el movimiento 24 de abril yo estuve inmerso en un movimiento anti-trujillista, que me llevó a la Cuarenta, la cárcel de Trujillo. Estuve prisionero allí, y me sentaron nueve veces en una silla eléctrica, en la misma silla eléctrica donde salió Mesón retratado. Afortunadamente no pasé mucho tiempo ahí, sólo como un mes. Pero me torturaron, me maltrataron bastante.

Yo estaba en un movimiento que encabezaba mi hermano Washington. En esa época viene el PRD a hacer política a la República Dominicana, lo cual se criticó muchísimo, porque se creía que lo que se estaba era echándole un poquito de agua tibia al régimen de Trujillo. Al final se demostró que los que tuvieron razón fueron los de la idea de venir aquí a hacer política. En aquella época hacer política era un acto patriótico.

Permitieron que se organizara el PRD. Juan Bosch y mi madre eran coterráneos de La Vega. Se conocían bien. Mi mamá era compañera de infancia de una de las hermanas de Bosch. Nos contactaron a nosotros por ser una familia connotada, una familia de revolucionarios.
Aníbal de Peña.

A nosotros nos contactó el propio Juan Bosch. Lo que hicimos fue darles respaldo a viejos conocidos de mi familia.

A mí me nombran en una comisión que fue a Puerto Rico, mientras mi hermano Washington, que fue el primer Secretario General del PRD, se queda aquí. La misión la llamaron La caravana de la democracia. Fuimos a hacer actividades artísticas para recabar dinero para la causa de la libertad.

Precisamente, quien traía el dinero de Puerto Rico era yo. Yo daba un viaje para traerlo, y luego me iba. Se lo traía personalmente a Juan Bosch. En el grupo estaban mi compadre Virgilio Hell, Thelma Frías, mi hermana Lili. También un grupo de muchachos de San José de Ocoa. Estaban dos hermanas muy jóvenes. Entre todas eran seis muchachas.

Yo fui, no solamente a hacer el trabajo de colectar dinero, sino a cuidar las muchachas, que eran muy bonitas, entre ellas estaba la hermana mía. Imagínate, era un problema terrible el que teníamos, asediados por muchísimos hombres. Y entonces estábamos haciendo un trabajo revolucionario.

En eso yo tuve que exiliarme porque el 19 de noviembre del 61, cuando se fueron los Trujillo de aquí, yo participé en el asalto del consulado dominicano en Puerto Rico, y eso me puso en una posición que no podía regresar a la República Dominicana. Entonces me exilié, me fui a Nueva York, y allá estuve hasta que Juan Bosch fue elegido Presidente de la república. Regresé al país.

Yo me desconecté de la actividad porque en realidad yo nunca he tenido vocación para la acción política, para el trabajo político. Yo he respaldado a mi país siempre y mis actuaciones políticas siempre han tenido que ver con el patriotismo, no con el partidismo. El individuo que hace política busca una posición dentro de su partido y en el gobierno, y yo nunca he buscado eso. Y cuando no ha habido necesidad de que mi presencia o mi nombre sirva para algo, pues yo hago un reflujo, me voy hacia atrás.

Yo estaba trabajando en ese tiempo en una factoría, cosiendo, y me iba muy bien. Además, cantaba en un sitio que le decían La lechonera. Cuando una gente ganaba 45 dólares a la semana, yo me ganaba

 
300 cosiendo y cantando.
Aníbal de Peña.

En eso me llamó Angel Miolán a Nueva York y me nombró delegado especial del PRD en Estados Unidos para que yo me ocupara de un problema que había entre los seguidores del PRD. Tú sabes que siempre ha habido una relación muy estrecha entre la gente que vive en Nueva York y la política aquí en República Dominicana. Había un pleito entre los dos líderes principales del PRD, que eran Nicolás Silfa y Gastón Espinal, el papá de Mundito Espinal.

Mi papel fue a hacer como de referi; a mí me nombraron delegado especial para ver cómo conseguía que se limaran las asperezas. De todas maneras, se produjo una división, Silfa se salió del PRD y llegó a ser miembro del Partido Reformista. Yo llené mi cometido, pero mi trabajo lo perdí.

Al producirse la elección de Juan Bosch yo estaba a punto de venir para el país. Bosch me ordenó que me quedara en Nueva York al frente del Consulado, pero le dije al profesor que no. Es una orden, me dijo. Me quedé calladito, pero tan pronto tuve la oportunidad arranqué para Santo Domingo. Yo me quede aquí, y a él parece que después se le olvidó eso. De todas maneras, el gobierno lo que duró fueron siete meses.

Cuando se produce el derrocamiento de Juan Bosch ya yo estaba aquí. Mi hermano Washington no estaba aquí. Yo volví a mis actividades patrióticas y me mantuve en contacto siempre con los demás. Una de los sitios donde dormía Peña Gómez generalmente era en mi casa. El día que comenzó la revolución quien lo llevó a él a Radio Televisión Dominicana fui yo en mi vehículo.

Salimos para el canal. Cuando llegamos allá estaba Morillito (coronel José de Jesús Morillo López). Tan pronto Peña Gómez se apeó del carro Morillito lo cogió preso. Ni siquiera pudo hablar en Radio Televisión Dominicana ese día.

Con nosotros andaba mi compadre Quiquito Landestoy. Yo digo que Morillito le salvó la vida a Peña Gómez en ese momento porque él le dio un culatazo, y dijo: Tránquenme ese hombre y cuidado quien le pone la mano.

En mi casa, Peña Gómez se reunía con los conspiradores, y a través de mi mamá mantenía ciertas conexiones. Eso era en la Pasteur esquina George Washington, en el malecón.

El 24 de abril todo el mundo andaba muy exaltado, pero también estábamos asustados. El asunto fue muy efervescente, muy violento. Yo estaba acostado. Lo primero que ocurrió fue que a los conspiradores los descubrieron.


El coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, en la calle El Conde.

Había dentro de las Fuerzas Armadas un grupo de hombres que se había dispuesto a que se terminara esa situación de facto que representaba el gobierno de Donald Reid Cabral para traer a Juan Bosch. Específicamente eran Caamaño, Rafelito Fernández Domínguez, Lachapelle, el capitán Peña y algunos sargentos. El capitán Peña fue quien produjo el levantamiento. Se precipitaron los acontecimientos porque hicieron preso a algunos conspiradores. Hasta mataron a un oficial, y ahí empezó la revolución, ahí en el campamento 16 de agosto.

Peña Gómez está en mi casa cuando se entera de lo que está pasando. Empezó a hacer sus contactos, empezó a llamar gente. Es decir, que el primer día, esa tarde, mi casa era como un centro. Después me fui a la calle Juan Isidro Pérez, donde dormía con mis hijos, y en la madrugada fue que sonó la sirena de los bomberos que yo menciono en el Himno.

Prendí el radio y escuché el pronunciamiento de los militares llamando al pueblo a que los apoyaran porque se estaba derrocando el gobierno. Dijeron que ellos estaban tomando la ciudad. Ahí fue que empezó realmente el asunto. Lo que hubo el mismo 24 fue un conato, la gente se tiró a la calle a hacer los movimientos por la radio. Freddy Beras Goico habló por radio. A partir de ese día comienzan los bombardeos y empiezan los combates.

¿Cuál fue su participación en la guerra?


Yo en realidad no fui un combatiente. Pese a que al otro día me encontré con Manolo Borda, y Manolo Borda me dijo Yo quiero que tú te ocupes del comando de los zapadores. Me nombraron oficial y me encargaron de los hombres sapos, como me decía Borda en una forma irónica. Yo lo que tenía era hombres de pico y pala, los hombres que hacían las zanjas, pero yo era el comandante.

Me levantaba todos los días como el que va a trabajar. Yo tenía una oficina de ingenieros que trazaba cada día las directrices al trabajo de los zapadores. Los enviábamos a picar, a hacer las zanjas anti-tanques que se hicieron en los días de la guerra por toda la ciudad. Todo lo que se hizo en ese sentido lo hicieron los hombres bajo mi mando.

Cuando consideré que mi labor había rendido sus frutos y que ya no hacía falta allí, entonces renuncié y delegué mis funciones en el subcomandante. Era un muchacho ligado a la actividad de los sindicatos de choferes que tan pronto terminó la guerra, lo esperaron en su pueblo y lo asesinaron vilmente. Su muerte fue parte de la cacería que se desató después de la contienda.

Yo no combatí ni nunca estuve armado. Yo realicé actividades administrativas que están más de acuerdo con lo que es un artista, porque yo en realidad no soy un guerrero.

¿Cuándo, cómo y bajo qué condiciones escribió usted el himno de la revolución?

Escribí el himno de la revolución el 15 de junio, el mismo día que los americanos estaban tratando de tomar la ciudad En la grabación participaron todos los artistas dominicanos de la época. Los Olmeños, Frank Lendor, Fernando Recio, mi hermana Lili; este muchacho Papi Peña, que era del socialcristiano fue que tocó el piano; José Delmonte canta ahí también, Nandi Rivas, otra hermana mía, Gloria de Peña, y otros que no recuerdo.

El día de la grabación era candela pura. Se oía el tableteo de las ametralladoras mientras nosotros estábamos donde Fabio Inoa, en El Conde esquina Espaillat, en el tercer piso. Allí estaba situado el estudio Fabiola. Lo hicimos en un ratito. Recuerdo que me encontré con Héctor Aristy, ministro de la Presidencia, frente al edificio Copello, donde estaba la sede del gobierno constitucionalista, y le dije: Yo quiero que tú oigas esto. Nosotros nos conocíamos desde que él estaba en el PLE, el Partido de Liberación nosequecosa, que era de don Luís Amiama que, por cierto, fue en los días de la revolución que se cambió, dio un izquierdazo y se quedó ahí para toda la vida.

Me dijo: Está muy bueno, grábalo, y yo lo grabé. Al otro día se lo llevé a Francis Caamaño. Francis hasta se lo aprendió y lo cantó en una manifestación.

La idea de escribir un himno que identificara la revolución constitucionalista tuvo su origen en el hecho de que yo oí a Luís Reyes Acosta y a los locutores en la emisora constitucionalista con una marcha muy común, pero ajena. Y pensé: Cómo es posible que nosotros estemos tocando eso ahí, una cosa extranjera, en una revolución tan nuestra y tan auténtica. Yo voy a escribir algo. Y así lo hice.

¿Qué problemas le acarreó en su vida ulterior ser el autor del Himno de la Revolución?

Presidente Juan Bosch, de pie, al frente.

Haber compuesto ese himno me acarreó todos los problemas del mundo. Un día estaba en mi casa y llama Juan Bosch y me dice: Aníbal: coge un avión y vete. Yo me monté en un avión y me fui. Yo no le pregunté por qué. Cuando volví, cinco o seis meses después, le pregunté qué era lo que había pasado, y me dijo que habían asignado una persona para que me matara. Igualito que como mataron a Pichirilo.

Otro día que estaba cantando en un bar de Santiago Rodríguez se paró un sargento con una pistola 45 a matarme. Eso fue en el año 1967. Un mayor que estaba ahí le fue arriba y le quitó el arma. Gracias a él puedo contarlo. Después me enteré que la persona que me habían asignado para asesinarme fue el mismo que mató a varias personas, entre ellas a sus hijos, a su mujer y a su suegra. Es decir, que a mí no me salvaba nadie si me quedaba en el país.

Como ves, he tenido muchísimos problemas. Actualmente estoy escribiendo un libro. Es como una novela que tiene mucho de lo que soy yo, de lo que es mi familia, mis amigos, la gente que conozco, la gente que he tratado, la época en que he vivido.

Es una especie de testimonio de lo que vieron mis ojos. Es un testimonio de haber vivido, donde mi paso por la guerra es importante. Tiene que ver mucho con la Guerra de Abril, con la represión trujillista. Yo creo que aquí hay que hacer muchos testimonios de lo que vivimos.

La juventud no sabe lo que ha sucedido aquí en el pasado reciente. No sabe lo que es estar desnudo amarrado en una celda solitaria esperando que te sienten en una silla eléctrica, te ahorquen o te maten y te tiren a los tiburones. Hay que seguir dándolo a conocer. Eso busca mi libro, testimoniar.

¿Cómo fue su relación personal con Francis Caamaño?


Me veía a veces con Francis durante los días de la guerra. También me juntaba con Montes Arache, jefe de los Hombres Rana. Francis, incluso, el día que se iba para Londres me regaló un revólver niquelado que yo no lo pude conservar. Pero Francis era en realidad una persona muy ocupada, y yo estaba muy ocupado también.

Yo creo que Francis fue en realidad uno de los mejores hombres que nosotros hemos tenido en toda nuestra historia, un hombre leal a sus principios, a lo que él era. Siempre fue un hombre generoso. En la misma revolución, Francis no fue hombre de matar o a fusilar. Se hicieron muchas cosas, se cometieron muchos excesos contra personas que se encontraban infiltradas, pero él luchó mucho contra eso, él nunca fue parte de eso. Todo lo contrario, el luchó denodadamente contra eso.

La revolución fue un movimiento espontáneo contra una situación real; un momento donde un pueblo tenía que levantarse para imponer su respeto. De lo que se habló fue de la vuelta a la constitucionalidad. Era el derecho de un pueblo lo que estaba en juego. Y Francis lo supo entender.

¿Usted cree que valió la pena la Guerra de Abril, a pesar de que no logró alterar sustancialmente las relaciones de poder en la República Dominicana?


Primero hay que saber que el movimiento no fue derrotado, más bien fue ahogado. Si los americanos no se meten aquí con 42 mil infantes de marina no sucede lo que sucedió. El movimiento triunfó, no sólo desde el punto de vista táctico, sino ideológico porque, aunque después de la guerra la parte contraria, representada por Balaguer y su gente, fue lo que se quedó en el gobierno, lo que subyace en la mayoría del pueblo dominicano, es la idea de redención y de que se luchó por la libertad. Con cualquier persona que hables no te va a decir no debimos haber luchado.

Todos los recuerdos que tengo de la guerra son malos. Yo considero que hice lo que tenía que hacer. Cuando fui a Bonao a llevar a mi mamá, le dije: Mamá, yo me pasé todo el tiempo diciendo que era patriota, que amaba mi país; ahora el país está intervenido por una potencia extranjera, así que yo no puedo darme el lujo de quedarme aquí en Bonao. Llegó el momento de demostrar el amor a la patria, yo lo siento mucho, perdóname el dolor y el sufrimiento, pero tengo que irme a estar con el movimiento revolucionario. Ella me respondió: Mi hijo, que Dios te cuide.

Yo creo que en ese momento el hombre que no dijo presente simplemente se equivocó. Esa fue la última oportunidad que tuvo de hacerlo. La vida pasa y pasan las generaciones, y cuántas veces los hombres tienen la oportunidad de defender a su patria y demostrarle el amor que dicen tenerle. Ese fue un momento histórico, fue una época de gloria.

El que no acudió al llamado se equivocó o estaba mal ubicado, pero nadie puede sentir orgulloso de no participar teniendo la posibilidad de hacerlo.

*Esta entrevista fue realizada y publicada en el año 1996

TOMADO DE ACENTO.COM

FERNANDEZ DOMINGUEZ SOLDADO DE LA PATRIA

DOMINGO, 19 DE ABRIL DE 2015


CORONEL RAFAEL TOMAS FERNANDEZ DOMINGUEZ SOLDADO DE LA PATRIA

Serie de Articulos de la Gesta de Abril.




Organizador e inspirador de los militares constitucionalistas.

(Soldado del Pueblo y Militar de la Libertad)
“... y aquí estoy, respondiendo con la frente en alto,
el honor multiplicado y la vergüenza como estandarte.
Que me juzguen la Historia y la República”*

Rafael Tomás Fernández Domínguez
Coronel E. N.

RESENA BIOGRÁFICA
Coronel del Ejército Nacional ha sido considerado como el inspirador militar de la insurrección armada que estalló el 24 de abril de 1965 contra el Triunvirato que gobernaba el país, presidido en ese momento por Donald Reíd Cabral. La revuelta tenía el propósito de reponer el derrocado gobierno del Profesor Juan Bosch Gaviño, derrocado el 25 de septiembre de 1963 restableciendo con ello la constitucionalidad perdida. Esta revuelta produjo la intervención de tropas norteamericanas.

Nació el 18 de septiembre de 1934 en la sección Damajuana, municipio de Esperanza. Fueron sus padres el General Ludovino Fernández Malagón y Gloria Erminda Domínguez Cruz. Se graduó de Bachiller en Ciencias Físicas y Matemáticas el 27 de diciembre de 1952 e ingresó en la Universidad de Santo Domingo para cursar la carrera de ingeniería, interrumpiendo estos estudios para integrarse como soldado al Ejército Nacional. 

Participando como Cadete en la Academia Militar se gradúa, al concluir estudios realizados entre 1954 y 1956, de Bachiller en Ciencias Militares. El 22 de diciembre de ese mismo año contrae nupcias con la señora Alma Arlette Fernández, comenzando una familia que se enriqueció con la llegada de cinco hijos.

Algo más tarde pasó a la Fuerza Aérea Dominicana y allí se distinguió obteniendo las mejores calificaciones en los estudios militares que realizara. En febrero de 1957 se traslada a Fort Clayton en la Zona del Canal de Panamá para tomar un curso militar. 

Ya con el rango de Capitán, en 1961 desempeñó el cargo de Jefe de la Base Aérea de San Isidro. El 18 de enero de 1962, ostentando el rango de Mayor de la Fuerza Aérea Dominicana (FAD), liberó a los miembros del Consejo de Estado, detenidos en el Club de Oficiales de esa institución por órdenes del ex general Pedro Rafael Ramón Rodríguez Echavarría, quien fue depuesto ese mismo día, después de intentar sin éxito un golpe de estado. 

Fernández Domínguez fue ascendido entonces a Teniente Coronel, y nombrado Sub-jefe de la Fuerza Aérea. Algún tiempo después es trasladado al Ejército Nacional y enviado en noviembre de 1962 a Fort Gulick en Panamá para participar en un curso de Comando y Estado Mayor. Obtuvo el segundo lugar entre los 31 militares de América Latina y los Estados Unidos de Norteamérica que participaron.

Tanto el traslado como el viaje a Panamá se debieron a discrepancias con sus superiores a quienes señalaba como transgresores de los reglamentos militares. Se opuso a que le fuera concedido el rango de general a Luis Amiama Tió y a Antonio Imbert Barreras, participantes y sobrevivientes en el asesinato del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina, por considerar que tales designaciones constituían una violación a las normas militares.

En Junio de 1963 realiza otro curso de Instrucción de Infantería Avanzada. Ese mismo año recibe el nombramiento como Director de la Academia Militar "Batalla de Las Carreras" de la Fuerza Aérea Dominicana.

Al ser depuesto el gobierno constitucional del Prof. Juan Bosch, el Coronel Fernández Domínguez intentó organizar un movimiento de resistencia militar que de momento no pudo materializar. El 23 de octubre de ese mismo año y en lo que puede ser considerado prácticamente como una deportación, fue nombrado por el Triunvirato gobernante como Agregado Militar en España. Desde el exterior escribió repetidas veces a sus compañeros de armas exhortándoles a continuar con los preparativos del contragolpe. 

En diciembre de 1964 logró un permiso para entrar al país por tres días y aunque estaba continuamente vigilado, logró establecer contactos con los simpatizantes del movimiento conspirativo contra el Triunvirato, al cual y por invitación suya, se incorporó el Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Al concluir los tres días de su permiso le hacen nuevamente abandonar el país, esta vez enviado como Agregado Militar en Chile. El Coronel Fernández Domínguez estaba convencido de lo importante para la causa que era la conservación de su rango militar, razón por la cual aceptó tales nombramientos, según se desprende de sus propias palabras, contenidas en una carta fechada 22 de marzo de 1965 que enviara desde Santiago de Chile a uno de los oficiales de su grupo: "Respecto a mi posición dentro del Ejército, estoy firme y definitivamente convencido que no debo abandonarla, aún sea bajo la más fuerte de las presiones, ya que es la única forma en que hoy, mañana o algún día podré -en una u otra forma- cooperar en la reestructuración definitiva de las FFAA dominicanas."

Sobre la importancia histórica del movimiento que lideraba, y por no haber tenido éxito en un intento de materializarlo, el Coronel Fernández Domínguez escribió el 21 de abril de 1964 "La historia de la República Dominicana no se ha escrito aún... y tengo la firme convicción de que nuestro abortado movimiento será un capítulo de esa historia... La problemática dominicana es bien clara, todo descansará dentro de poco tiempo en la joven oficialía, la cual deberá ser reconquistada por nosotros, por todos los medios."

En Chile recibió la noticia del derrocamiento del Triunvirato por el movimiento armado del 24 de abril de 1965 e inmediatamente tomó un avión vía Puerto Rico para regresar al país aunque no pudo entrar a la República Dominicana porque el aeropuerto se encontraba cerrado por tropas que se oponían al movimiento insurreccional. 

El Coronel Fernández Domínguez, que había sido nombrado Ministro de Interior y Policía en el Gabinete designado por el Gobierno Constitucionalista presidido por el Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, logró entrar al país, después de varios intentos el día 14 de mayo de 1965 mientras se realizaban negociaciones entre el gobierno encabezado por Caamaño y los representantes de las fuerzas norteamericanas que habían invadido el país.

Tomó posesión de su cargo pero cinco días más tarde, el 19 de mayo de 1965 murió durante un encuentro con tropas norteamericanas mientras dirigía un asalto al Palacio Nacional, ocupado por tropas del Gobierno de Reconstrucción Nacional encabezado por el General Antonio Imbert Barreras, que se oponía a Caamaño Deñó. El Coronel Fernández Domínguez, muerto a los 30 años de edad, se encuentra sepultado en el cementerio de Santiago de los Caballeros.

Sólo unos días antes de su muerte había escrito: "Sabemos que este movimiento tiene una alta categoría histórica; que él marcará una época en nuestro país, siempre traicionado y siempre esclavizado; sabemos que con nosotros no sólo se levantará la voluntad democrática del pueblo dominicano sino también la fe de muchos pueblos de América que tienen en su corazón un altar para los luchadores de la libertad. 

Y porque sabemos todo eso, terminaremos la lucha con el mismo sentido del honor con que la empezamos y con el alma satisfecha de los que sirven a la Patria y, en consecuencia, sirven a su pueblo. Aquel que de nosotros caiga en la lucha, no caerá; se elevará al respeto de todos los dominicanos; aquel de los que luchan contra nosotros que no comprenda a tiempo su error, ese caerá para siempre del amor del pueblo y será perseguido por la historia."




El Presidente Bosch inspecciona las maniobras militares dirigidas
por el coronel Fernández Domínguez. Junio 1963 




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SU ÚLTIMA CARTA

Para su esposa Arlette Fernández
Mayo del 65, Río Piedras,

Puerto Rico.
Adorada Letty:

Imagino lo desesperada que estás por venir y espero en Dios puedas resolver todo pronto para que
puedas estar aquí en esta semana.

Te estoy haciendo esta carta porque es posible que cuando llegues yo no esté aquí, ya que hay una posibilidad de poder entrar a mi Patria y quiero decirte y pedirte muchas cosas. Espero que así sea, ya que no soporto más la situación en que me encuentro; mientras mis compañeros y mi pueblo, luchan y mueren, yo estoy aquí, como un idiota perfecto, después de luchar tanto y sufrir inmensamente en este odiado exilio; yo, que estaba llamado a responsabilizarme y dirigir el movimiento, tengo la desgracia de tener que contemplar desde lejos cómo matan cobardemente a los míos y no puedo ayudarlos, no puedo hacer nada; esto me tiene destrozado y creo que mi desesperación me volverá loco; lo que siento sólo es comparado a lo que sentí cuando murieron mi papá e Ivonne; bueno, tú sabes como he aprendido a amar a mi Patria y ahora no puedo hacer nada por salvarla.

Esto es terrible para mí, sólo Dios sabe lo que siento cuando hablo por teléfono con los muchachos y me doy cuenta de que no puedo estar a su lado. Por eso Letty, aunque sé que es una muerte segura, me voy como sea; he agotado todos los recursos imaginables para poder entrar pero ha sido imposible.
Imagínate, he pasado días enteros entre montes y cañaverales, y tratando de entrar en bote ya que en avioneta nadie puede ni se prestan con razón a entrarme; esta vez es seguro, pues hay un hombre muy responsable que se ofrece a llevarme y estoy listo para partir.

Estoy consciente del peligro pero, tú sabes que lo más sagrado para mí es el deber y hoy debo cumplirlo nada menos que con mi patria y mi pueblo. Me siento dichoso de que Dios me brinde la oportunidad de cumplirlo como soldado.

Si me pasa algo, sé que vas a sufrir mucho y tú y mis hijos pasarán trabajo. No les dejo siquiera una casa pero, cuando te veas muy apurada recuerda que esto es más que nada porque fui honrado y tengo mis manos inmaculadas y esto debe servirte de orgullo e incentivo para luchar; sé que eres valiente y no me defraudarás.

Además, recuerda lo que tanto te he dicho. Todos tenemos nuestro destino marcado y si el mío es morir por mi patria, es el destino más maravilloso que hombre alguno pueda tener y la felicidad que yo sentiría es algo inexplicable. Yo tengo el privilegio de haber aprendido a amar a mi pueblo y a mi patria de esta forma que sólo yo sé, de haber tratado de superarme a mí mismo y tratar de llegar a ser “UN HOMBRE”. Tú sabes como he luchado contra las tentaciones de la vida para hacer que en mi mente y en mi corazón aniden siempre y en todos los momentos de mi vida, la vergüenza, la honradez, la justicia, el amor y el patriotismo. Tú sabes todo esto, mi vida, por eso, si caigo por defender y cumplir con estos sagrados principios, por mis ideales que tanto he tratado de que sean verdaderamente puros, tú y mis hijos deben sentirse orgullosos, porque yo, desde donde esté, me sentiré muy feliz.

Al leer esta carta sé que te pondrás muy triste, pues sé lo que me quieres y lo sensible que eres, pero necesito desahogarme pues sufro mucho y estoy muy desencantado.

Por la prensa y la radio te habrás enterado de que los norteamericanos nos tildan de comunistas, esto no es más que un pretexto para aniquilarnos y con ello al pueblo que hoy lucha por reconquistar sus derechos, pues ellos muy bien que saben cómo somos y la razón y pureza de nuestros ideales, pero son malos, despreciables y traidores, cobardes animales que no saben con todo su poderío, de dignidad y honor, sólo les interesa el vil metal, lo demás para ellos no vale nada. Pero el valor y patriotismo de nuestro pueblo es algo que no se puede decir con palabras, y no podrán; antes, tenderán una alfombra de cadáveres sobre Santo Domingo y, aún cuando nos pisoteen, seremos más grandes y dignos que ellos.


Dentro de mi desesperación, siento un orgullo tremendo pues mis compañeros de armas, aquel grupo que yo elegí por su seriedad y vergüenza, ha dado muestras de un valor y patriotismo encomiable,
¿te acuerdas lo que decía de Francis,* Lachapelle, ** y Quiroz?, *** no me equivoqué. También siento gran satisfacción porque aunque no luchamos precisamente por un hombre y un partido, he comprobado que el Señor Presidente es un gran hombre y de mucho valor, ya que esto no se demuestra sólo peleando;


además, lo que más admiro en él es su nobleza e inteligencia porque ha sabido salvar vidas y no sólo de revolucionarios. Veo que los dominicanos no se equivocaron cuando lo eligieron.


Si me pasa algo, ocúpense tú y Celeste de cuidar mucho a mamá para que no vuelva a enfermar; bueno Letty, ya verás que no me pasa nada, los hombres tan idealistas como yo no mueren muy fácilmente, pero por si acaso, tengo algo que pedirte y encomendarte. En nombre de ese amor que nos tenemos, tienes que luchar con todos los medios a tu alcance para hacer de mis hijos hombres dignos y de vergüenza, honrados y valientes (sé que tú lo eres) porque si yo no puedo llegar a hacer por mi pueblo todo lo que pienso, entonces ellos tendrán que hacerlo, son mi aporte a la patria que venero, la única herencia que les dejo, a ti y a Ella; los varones, sean o no militares, tienen que luchar y morir si es necesario por verla libre y nuestro pueblo feliz y lo que es más, que den su vida, si es que tienen que hacerlo, llenos de felicidad; en resumen, incúlcales mis ideales, y entonces, como dice aquél escrito que puse en un cuadro en casa: NO HABRE VIVIDO EN VANO.

Ojalá traigas el dinero de la venta del carro, pues el que traje lo gasté en equipos para mi viaje y también se lo he dado a algunos amigos que han venido. Cómprale ropa a los niños y me le pagas cien pesos que le cogí prestados a mamá.

Me voy Letty, pero en esta carta te dejo mi corazón y mi alma. Miles de besos a los niños, cuídense mucho y que Dios los bendiga.

Te adora tu
Rafa.

Los cinco hijos del matrimonio. 1964


lunes, 18 de mayo de 2020

Frases y pensamientos de Juan Bosch


“Si no puedo ver por mí mismo la liberación de este pueblo, la veré a través de mis ideas”.

“Nuestra aspiración es que un día, cuando los niños que están empezando hoy a hablar sean hombres viejos y de nosotros no quede si no una cruz sobre una tumba, esos viejos les digan a sus hijos que el compañero Juan vivió y murió pensando cada hora de cada día en servir a su pueblo”.

“Si mi vida llegara a ser tan importante que se justificara algún día escribir sobre ella, habría que empezar diciendo: “Nació en la Vega, República Dominicana. El 30 de junio de 1909, y volvió a nacer en San Juan de Puerto Rico a principios de 1938, cuando la lectura de los originales de Eugenio María de Hostos le permitió conocer qué fuerzas mueven el alma de un hombre consagrado al servicio de los demás”.

“Nadie se muere de verdad si queda en el mundo quien respete su memoria”.Juan Bosch
Juan BoschLa historia y el futuro de los pueblos

“El porvenir de los pueblos es obra de sus hijos más que de sus padres, de los que viven y de los que van a vivir, más que de aquellos que rindieron sus tareas y se marcharon con los siglos. La obra buena de los muertos, como su obra mala, es propiedad de la historia; pero la obra buena del porvenir es el fruto de las buenas intenciones y de la capacidad para convertirlas en hechos”.
“Hay personas que creen que los hechos históricos son producidos por los grandes hombres, y resulta que es al revés; son los hechos históricos los que producen a los grandes hombres”.

“Ningún hombre es superior a su pueblo”.

La verdad, el valor y la lucha

“No hay arma más potente que la verdad en mano de los buenos”.

“La verdad no es un artículo que se compra y se vende con beneficios”.

“Toda obra digna para a menudo bajo las sombras de la infamia; el que combate, sin embargo, no puede detenerse ante la infamia”.

“El valor por sí sólo sirve para matar y morir, no para dirigir y triunfar”.

“La lucha de los pueblos es constante; nacen mártires donde muere uno: florecen las ideas allí donde las persiguen; un pasado heroico, cuajado de nobles hombres, estimula a los jóvenes e ilumina el porvenir”.

“Los hombres no saben vivir aplastados por el terror, y allí donde sufren, allí alimentan la esperanza de vencer al infortunio”.
La virtud, el deber y los hechos

“Los pueblos dignos, como los hombres con estatura moral, buscan dar, no recibir; buscan ayudar, no pedir ayuda”.

“No basta tener ideas; hay que hacerlas realidad en lo grande y en lo minúsculo”.
“El hombre no puede cumplir su destino en la sociedad sino convierte sus ideas y sus deseos en hechos, porque sólo los hechos tienen verdadero valor en la vida social”.

“Sólo quien reconoce la grandeza ajena puede ser grande, y que los que discuten la gloria de otros carecen del derecho a disfrutar la propia”.

“Lo perfecto es enemigo de lo bueno, y el hombre no debe aspirar a ser perfecto sino bueno nada más. Cuando se pasa de los límites de lo bueno y se entra en el afán de la perfección, lo que se hace es cultivar la vanidad, la vanidad individual; cultivar un sentimiento realmente mezquino, porque es un sentimiento que se limita a la persona que lo tiene. Por tanto no se debe ser perfeccionista, pero se debe tratar de hacer las cosas bien”.
La educación y la formación de la consciencia

“El destino de cada uno está en la educación que se le haya dado. Para que su conducta sea buena, el hombre tiene que ser mejor educado”.

“Hay que educar al hombre para que respete las leyes. Sin leyes no hay sociedad humana, y las leyes sólo tienen valor si cada persona las acepta y las respeta y las hace respetar”.

“La creación de la consciencia moral es el fin último de la evolución social. Lo que persigue el hombre es lo bueno. Lo bello, lo útil, lo justo y lo verdadero están dirigidos al establecimiento de una sociedad en que la consciencia social esté tan educada y evolucionada, que la bondad sea un principio naturalmente ejercido por todos”

“La libertad es un bien que no puede ponerse en peligro por debilidades, y el aire de la libertad se contamina de sutiles venenos allí donde en su nombre se permite que florezca la villanía

“No es ciudadano el que ignora cuáles son sus deberes y cuáles son sus derechos (…). No puede haber paz donde no hay consciencia cívica y no hay consciencia cívica donde no hay cultura”.
El trabajo, la disciplina y la mística

“Los jóvenes que aspiran a ejecutar su obra de un día para otro se exponen a desencantos dolorosos, pues nada que no tenga sus raíces en el tiempo puede perdurar. Y la única manera conocida de enraizar algo en el tiempo es trabajando”.
“Cuando se está ante una tarea larga y complicada, es mejor madrugar lo más que se pueda y acostarse sólo cuando ya no queden fuerzas para seguir en pie”.

“Toda obra de la creación – del hombre o de la naturaleza- se realiza en el seno del tiempo, y hay una sola manera de llevarla a cabo, que es trabajando. El creador, pues, está obligado, por la misma fuerza que lo lleva a crear, a sumergirse en el tiempo para trabajar.”

“No podría haber disciplina donde faltara la mística, pero tampoco podría haber mística donde faltara la disciplina, y nadie puede imponer la disciplina allí donde trabajando en una misma tarea cada quien la lleva a cabo como le parece, no como debe hacerse”.
El amor como fuerza creadora

“Sin amor es imposible hacer algo creador. La gallina, que es considerado el más cobarde de los animales domésticos, se lanza como pequeña fiera emplumada sobre el que se acerque demasiado a sus polluelos. El amor hace fuerte a los débiles y valientes a los cobardes. El amor obra milagros”.
El escritor, la cultura y la humanidad

“El escritor es un hombre de su tiempo, y siendo un hombre de su tiempo tienen que afectarle las condiciones en que vive el pueblo, la situación general del mundo, y éstas preocupaciones se van a reflejar en su obra”.

“Prefiero al escritor comprometido, pero comprometido son la causa buena, y la causa buena es la lucha por la liberación de los pueblos, por la liberación de los hombres. La causa buena es la que señala un rumbo, un camino hacia el futuro, un camino hacia el mayor bienestar de la humanidad, no de una minoría que viva a expensas el resto de la humanidad, sino de la humanidad completa. El escritor debe tener una conciencia bien clara de que el mundo mejor sería el mundo donde todos pudieran ser escritores y pintores y músicos y bailarines y cantantes. Es decir, el mundo donde las facultades humanas, las mejores facultades humanas, se expresaran son mayor intensidad y mayor brillo”.

“No creo que literatura puede cambiar el mundo, pero creo que la literatura como toda actividad humana, contribuye a iluminar la mente de los hombres, y que puede embellecer, enriquecer mucho la vida del hombre. La literatura no puede escapar de ninguna manera a la realidad social, económica, política, cultural, de los seres humanos”.

“En su significación más amplia y profunda, la palabra cultura significa la acumulación de todos los conocimientos y de todas las artes que la humanidad ha venido creando en su larga lucha en dominar la naturaleza que lo rodea, de la cual saca su sustento, su techo, lo que la viste y cura, y en suma, todo lo que ha necesitado para mantenerse con vida y constante evolución”.
La patria y los patriotas

“A la patria no se le usa, se le sirve”.

“Nosotros somos una tierra pequeña, que sólo podemos engrandecernos por el amor, por la virtud, por la cultura, por la bondad”.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Destino cruel para algunos guardianes de la libertad y los derechos humanos

En recuerdo de Alia Abdulnur
Por Bill Law 


Fuentes: Middle East Monitor

Foto: Campaña “Rompe el silencio” en apoyo de las presas de conciencia emiratíes. Londres, agosto de 2018 (Twitter)

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

El 4 de mayo del año pasado, una mujer emiratí moría en el Hospital Tawam de Abu Dabi. Se llamaba Alia Abdulnur. Falleció encadenada a una cama en una habitación sin ventanas con un guardia armado como único compañero. A su familia se le había negado el permiso para llevarla a casa a morir a pesar de que su cuerpo estaba plagado de cáncer. ¿Qué había hecho Alia Abdulnur para merecer un destino tan horrible?

Fue arrestada en 2015 acusada y condenada por apoyar a organizaciones terroristas en Siria. Según el Centro Internacional de Justicia y Derechos Humanos (ICJHR, por sus siglas en inglés), con sede en Ginebra, estuvo detenida en un lugar desconocido durante cuatro meses, donde fue sometida a torturas y obligada a firmar una confesión falsa que se utilizó para condenarla. Alia Abdulnur no era terrorista, ni recaudaba fondos para terroristas; estaba preocupada por el impacto de la guerra siria en las mujeres y niños y había estado recogiendo donaciones para ellos.

Durante el tiempo que pasó en prisión se le negó el acceso a quimioterapia. Su cáncer se propagó rápida y agresivamente. En las últimas semanas de vida no podía caminar ni tenerse en pie. Y sin embargo, la mantuvieron encadenada a una cama de hospital.

Mientras la Covid-19 recorre el mundo, es fácil olvidarse de personas como Alia Abdulnur e ignorar a otros presos de conciencia detenidos en las cárceles de Abu Dabi. Entre ellos se encuentran Ahmed Mansur y Naser Bin Ghaith. Ambos hombres fueron condenados a diez años de prisión después de ser condenados por las draconianas leyes antiterroristas de los EAU en juicios sumamente injustos. Su crimen fue pedir reformas democráticas en un Estado que se encuentra entre los más represivos del mundo, incluso con aquellos de sus propios ciudadanos que se atreven a cuestionar la autoridad del régimen. Para el mundo, los Emiratos Árabes Unidos (una colección de siete emiratos, los más poderosos de los cuales son Abu Dabi y Dubai) han podido presentar la cara de un país del Golfo tolerante y ultramoderno que recibe a empresarios y turistas extranjeros con los brazos abiertos.

El Reino Unido hace buenos negocios con los EAU y espera, tras el Brexit, hacer aún más. Dubai ha sido particularmente amable con los expatriados británicos y los turistas; más de 1,2 millones de turistas británicos visitaron el país solo en 2019. Y más de 200.000 residían en el país el año pasado. Ahora, gracias al coronavirus, muchos de ellos quieren volver a casa y el comercio turístico ha desaparecido.El activista político Ahmed Mansur (Foto: Nicholas McGeehan/Twitter)

El hogar de Ahmed Mansur, ganador del prestigioso Premio Martin Ennals para defensores de los derechos humanos en 2015, es una celda en la prisión de Al Sadr, en Abu Dabi, que mide cuatro metros cuadrados. En los tres años que estuvo recluido en régimen de aislamiento, solo se le permitió salir una sola vez al patio de ejercicios. Le han negado hasta una cama y su aseo se limita a un agujero en el suelo. No puede acceder a libros ni a visitas familiares, y las llamadas telefónicas se le niegan de manera rutinaria y caprichosa. En septiembre del año pasado inició una huelga de hambre en protesta. Aunque puso fin a la huelga una vez que las autoridades permitieron que su familia pudiera visitarle algo más, su salud está seriamente comprometida. Desde enero, las organizaciones de derechos humanos no han podido averiguar más sobre su situación o condición médica.

Aún se sabe menos sobre el destino de Naser Bin Ghaith, un distinguido economista emiratí. En noviembre de 2019, la Campaña Internacional por la Libertad en los EAU (ICFUAE, por sus siglas en inglés) detalló las tres huelgas de hambre que había emprendido desde su arresto en 2015 y su posterior condena. Ha sido sometido a palizas, confinamiento solitario, se le han retirado los derechos de visita familiar y se le ha negado tratamiento médico. Está detenido en la prisión de máxima seguridad Al-Rasim de Abu Dabi.

¡Qué perversamente y qué salvajemente irónico, por lo tanto, que los Emiratos Árabes Unidos celebraran 2019 como el Año de la Tolerancia, mientras Alia Abdulnur yacía moribunda encadenada a una cama de hospital, Ahmed Mansur estaba recluido en régimen de aislamiento en condiciones medievales y Naser Bin Ghaith se encontraba en un estado igualmente espantoso! Docenas más de presos políticos, muchos de ellos miembros de una sociedad religiosa prohibida, Al-Islah, están en la cárcel, condenados únicamente por confesiones obtenidas bajo tortura. El ICJHR también ha destacado el trato abusivo a dos mujeres presas de conciencia: Maryam Al-Balushi y Amina Al-Abduli están detenidas en la prisión de Al-Wathba.

Quizás el “Año de la Tolerancia” fue realmente una buena oportunidad para que las autoridades de los EAU celebraran la tolerancia de sus amigos de Occidente, que hacen la vista gorda colectiva ante los abusos de los derechos humanos perpetrados con impunidad. Quizás estaban expresando su agradecimiento de que la capa de silencio que se les concede se levante muy raramente, como en el horrible caso del académico británico Matthew Hedges, quien fue sentenciado a cadena perpetua por falsos cargos de espionaje después de meses de aislamiento. Fue finalmente puesto en libertad y se le permitió irse a casa. Gracias a Dios por eso.

Alia Abdulnur murió hoy hace un año, el 4 de mayo de 2019. Una mujer que actuaba impulsada por la compasión hacia las mujeres y los niños víctimas de la guerra siria. Mientras celebramos otros actos de bondad, coraje y desinterés durante esta guerra contra la pandemia de coronavirus, recordémosla también a ella. No se merece nuestro olvido.

Bill Law es periodista. Ha ganado un premio Sony de periodismo. En 1995 se incorporó a la BBC y desde 2002 viene informando desde Oriente Medio. Ha cubierto varios levantamientos de la Primavera Árabe desde Egipto, Libia y Bahréin. Ha informado asimismo desde Afganistán y Pakistán. En la actualidad trabaja como periodista independiente centrado en los temas del Golfo.

Fuente:


Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.

Gramsci: Coherencia entre el decir y el hacer

Antonio Gramsci, coherencia entre el decir y el hacer

A 83 años de la muerte del filósofo italiano


Francisco Fernández Buey, El Viejo Topo

Antonio Gramsci ha sido el comunista marxista más original del período de entreguerras y, probablemente con Guevara, el más apreciado internacionalmente de los comunistas marxistas que vivieron en el siglo XX. El historiador británico Eric Hobsbawm recordaba hace unos cuantos años que, durante la década de los ochenta, Antonio Gramsci se había convertido en el pensador italiano más repetidamente citado en las publicaciones mundiales de humanidades y ciencias sociales.

Sin duda, esto último tiene una explicación. Se debe, en primer lugar, a que su biografía conmueve a toda persona sensible; y, en segundo lugar, al gran interés que despertaron en muchos países del mundo tres colecciones de escritos suyos: las intervenciones políticas y político-culturales de los años 1916 a 1926; los treinta y tres cuadernos que redactó durante el largo período carcelario al que fue condenado por el fascismo mussoliniano, conocidos como Quaderni del carcere; y al más de medio millar de cartas que envió a familiares y amigos, entre los años 1927 y 1937, desde aquellas prisiones y desde las clínicas por las que tuvo que pasar ya al final de su vida.

Pero, por otra parte, un joven europeo que quiera hoy leer a Gramsci con calma y dedicación puede encontrarse con el problema de que sus obras no estén disponibles en las principales librerías. Incluso en Italia, el país de Gramsci, ha habido paradójicamente un momento, a finales de la última década, en que no se podía encontrar en librerías la principal edición de escritos gramscianos, la edición crítica de los Quaderni del carcere preparada en la década de los setenta por Valentino Gerratana y publicada por la editorial Einaudi. Hizo falta una campaña internacional de estudiosos gramscianos para paliar esa situación. Y en otros países europeos en los que Gramsci se ha leído bastante, por ejemplo en España, tampoco es fácil encontrar hoy en día en librerías ediciones de los escritos de Gramsci.

Esta situación paradójica se explica por la desconfianza que, por lo general, suscitan en los últimos años los términos «comunista» y «marxista». Lo cual tiene, evidentemente, su repercusión en la industria de la cultura y en el mercado del libro. Cuando algo suscita desconfianza todo aquello que tenga que ver con ese algo, independientemente de su valor, se ve afectado. Y si Gramsci ha sido, como fue, un comunista marxista es lógico que los jóvenes, que han sido educados ya en la desconfianza y en el desprecio por todo lo que representó el comunismo marxista, tengan de entrada una cierta prevención ante su obra.

Ante situaciones así suele ser inútil tratar de adoctrinar a los más jóvenes desde las alturas del conocimiento de quien sabe que Gramsci es ya un «clásico» y que la lectura de los clásicos debería ser obligatoria. Como dijo el poeta, «lo peor es creer que se tiene razón por haberla tenido». No hay clásicos obligatorios.[1] Y menos en una época posmoderna en la que los «clásicos» de tu canon tiran de la barba a los clásicos de mi canon y unos y otros son puestos en cuarentena por los clásicos del canon del de más allá. Siempre ha habido clásicos inactuales y situaciones en las que tal o cual pensador adquiere la categoría de clásico que tiempo atrás no tenía. Montaigne, por ejemplo, no solía estar entre los clásicos casi obligatorios hace unas décadas; hoy lo está. Karl Kraus, el autor de Los últimos días de la humanidad, pronto será un clásico obligatorio si la idea de que hay «guerras humanitarias» cuaja en este cambio de siglo y de milenio, como parece que está cuajando.

Así pues, para entrar hoy en día en la vida y la obra de Antonio Gramsci, tanto más si no se es comunista y marxista y no se está, por tanto, ya bien predispuesto, hace falta un esfuerzo suplementario. Hacen falta afición a la memoria histórica, una cierta sensibilidad sentimental y un poco de espíritu compasivo, de piedad ante la tragedia del hombre en su historia. Tres cosas que, por cierto, cotizan a la baja en el mercado de valores. Por eso creo que la mejor manera de captar la benevolencia de un lector así es releer juntos los versos de Bertolt Brecht en el poema dedicado a los que vendrán, a los por nacer, a los hombres del futuro, que van a servir de lema a esta noticia de Gramsci. Aquellos versos están escritos por los años en que Antonio Gramsci sufría en las cárceles de Mussolini y expresan muy bien lo que ha sido el sentir de los revolucionarios de la época.

El que desde experiencias y vivencias muy diferentes, y durante muchos años, haya habido una coincidencia tan grande de opiniones sobre Gramsci (y sobre Guevara) se debe a algo que debemos subrayar en seguida por obvio que sea: lo que, más allá de las diferencias culturales, se aprecia y se valora en Gramsci (y en Guevara) es la coherencia entre su decir y su hacer. Por eso al cabo de los años se les puede seguir considerando, con verdad, como ejemplo vivo de aquellos ideales ético-políticos por los que combatieron.

¿Qué es lo que hace de Gramsci un personaje tan universalmente apreciado en estos tiempos difíciles para el comunismo y para los marxismos? Que siendo, como era, un dirigente se entregó a la realización de su idea, de su proyecto, como uno más, sin ponerse a sí mismo como excepción de lo que preconizaba ni intentar racionalizar ideológicamente, como hicieron otros, la excepcionalidad del yo mismo que se quiere colectivo, que se quiere un nosotros. Para valorar suficientemente esta aproximación entre el yo y el nosotros en la persona llamada Gramsci sólo hay que fijarse en su forma de entender la relación entre el filosofar espontáneo («todos los hombres son filósofos», escribió) y filosofía en sentido técnico (reflexión crítica particularizada acerca de las propias prácticas, de las propias concepciones del mundo), o en su forma de entender la relación entre intelectuales en sentido restringido, tradicional, y lo que él llamó «el intelectual colectivo» (que, por supuesto, no tiene nada que ver con la trivialidad mediática del «intelectual orgánico» sin pensamiento propio).

Sólo a un hombre que se ofrece a los otros como parte orgánica de un ideal y de una entidad colectivas, y que cumple con su vida esta promesa, se le puede ocurrir la idea de que el partido político de la emancipación es un intelectual colectivo en el que el intelectual tradicional por antonomasia, en vez de quedar diluido o ser sobredimensionado, queda convertido en intelectual productivo, en intelectual que produce junto a los otros, junco a los trabajadores manuales que quieren liberarse. Porque de un hombre así se puede decir que ha renunciado a lo que es característico del intelectual tradicional: su apego al privilegio social. Una de las aportaciones más interesantes de Gramsci en este ámbito fue, justamente, la propuesta de superar en el partido laico el tipo de relación (unilateral y unidireccional) entre «clérigos» y «simples» que ha sido característica de la iglesia católica y que, en gran medida, heredaron y secularizaron casi todos los partidos políticos de la modernidad.

Sólo a un hombre que da más importancia al filosofar entendido como reflexión sobre las propias prácticas y tradiciones que a las filosofías académicas, y que, además, se pone al servicio de los otros para elevarla filosofía espontánea a ilustrado sentido común de los más, se le puede ocurrir la idea (en principio ajena al especialista, al experto o al licenciado en filosofía) de que todos los hombres son filósofos. Porque un hombre así ha renunciado a su privilegio como filósofo técnico en favor de otro tipo de filosofar, de un filosofar con punto de vista que se propone explícitamente ayudar a la colectividad de los de abajo.

Sólo a un hombre que ha asumido el conflicto entre ética de la convicción y ética de la responsabilidad corno una cruz con la que hay que cargar necesariamente en una sociedad dividida, sin aspavientos olímpicos ni pretensiones elitistas, se le puede ocurrir la idea de que un día la política y la moral harán un todo al desembocar la política en la moral. Porque un hombre así, aunque diga sentirse aislado y repita una y otra vez que él es y se siente como una isla en la isla, está en realidad comunicando a los demás, a sus interlocutores y a sus lectores, que, a pesar de su psicología, de su carácter o de su estado de ánimo, quiere ser, con ellos, un continente.

Por todo eso, y desde nuestro presente, el proyecto de Gramsci se puede entender como un continuado esfuerzo por hacer de la política (comunista) una ética de lo colectivo.

Gramsci no escribió ningún tratado de ética normativa. No era un filósofo académico ni un político al uso especialmente preocupado por la propia imagen. Tampoco puso las páginas de su obra luminosa bajo el rótulo con el que el asunto suele enseñarse en las universidades: «filosofía moral y política». Dedicó muy pocas páginas a aclarar su propio concepto de la ética. Como tantos otros grandes, habló y escribió poco de ética. En realidad sólo lo hizo, polémicamente, cuando entendió que se estaba confundiendo la política con la politiquería, la política en el sentido noble de la palabra con el hacer sectario o mafioso. Dio con su vida una lección de ética. Una lección de esas que quedan en la memoria de las gentes, de esas que acaban metiéndose en los resortes psicológicos de las personas y que sirven para configurar luego las creencias colectivas. Que las ideas cuajen en creencias: tal fue la aspiración de Gramsci desde joven, en el marco de una tradición crítica y con una identidad alternativa a la del orden existente, que se prefigura ya en la sociedad dividida.

Al hablar de la relación entre ética y política hay dos aspectos igualmente interesantes sugeridos por la palabra escrita y por el hacer de Gramsci. Uno de estos aspectos se plantea al preguntarnos acerca de la forma en que él mismo vivió la relación entre política y moralidad, sobre todo en los años de la cárcel cuando, enfermo, se negó a pedir la gracia a Mussolini. El otro asunto interesante brota al preguntarse cómo reflexionó Gramsci acerca de la relación entre el ámbito de la ética y el ámbito de la política y qué propuso a este respecto desde esa reflexión. Este es un tema, que en sus términos modernos, los propios de una conciencia desencantada ya incluso de las otras formas de hacer política, se planteó unos años antes Max Weber. Gramsci, como historicista, lo trató de otra manera, dialogando con Maquiavelo y con Kant pero con el pensamiento puesto en los problemas específicos, concretos, de su presente.

Pocas veces se han abordado juntos estos dos aspectos en la ya inmensa literatura gramsciana[2]. Pero, a pesar de ello, es importante atender a las dos cosas y suscitar una discusión sobre el resultado de pensar las dos cosas a la vez. Lo es por una razón tan sustantiva como práctica: para superar la distancia, e incluso la separación, que se suele producir, a propósito de Gramsci, entre los estudios biográficos y los estudios técnico-académicos que se centran en los conceptos básicos de los Quaderni del carcere. Pues las consecuencias de esta separación de asuntos suelen ser, por una parte, el reconocimiento de la coherencia ética de una vida ejemplar, y, por otra, la insatisfacción ante la teorización gramsciana del vínculo existente entre ética y política, sobre todo por comparación con otros autores, académicos o no, contemporáneos suyos.

El lugar adonde conduce esta separación en los ambientes intelectuales es conocido. Lo diré de la forma más drástica posible. Conduce, en lo que hace a la valoración de Gramsci, a un juicio, muchas veces escuchado en estos últimos años, del siguiente tenor: «He aquí alguien a quien podemos considerar como un ejemplo de coherencia moral en el marco de la tradición comunista y que, sin embargo, hizo de su vida una tragedia y contribuyó a la tragedia de otros porque no fue realista, porque no supo pensar a fondo precisamente la relación entre lo ético y lo político».

Quisiera decir enseguida, para evitar cualquier equívoco, que no comparto esta derivación intelectualista a propósito de Gramsci y que considero que la tragedia vital del hombre Antonio Gramsci (como la de algunos otros comunistas de su época) tiene que entenderse, en parte, como expresión de su circunstancia: del más general drama del comunismo occidental en un «siglo de extremos » (Hobsbawm) en el que muchas personas, en la Europa occidental, tuvieron que vivir, sabiéndolo, como «revolucionarios sin revolución», sin esperanza pero con convicciones; y, en parte también, claro está, como resultado de una personalidad particularísima: escéptica pero volitiva, irónica pero intransigente, tan práctica en lo cotidiano como inclinada, a veces hasta la neurosis, hacia el puntillismo en las relaciones sentimentales. De todo ello hay muestras suficientemente expresivas en la correspondencia del propio Gramsci y en los testimonios que han dejado quienes le conocieron en vida.

Es cierto que, en la exposición de su proyecto, Gramsci ha acentuado la dimensión estrictamente política, tanto en las luchas sociales en las que participó como cuando hizo análisis o propuso hipótesis teóricas. Pero esto no quiere decir que su proyecto fuera politicista o que infravalorara la ética. Sintomáticamente, siempre presentó sus propias convicciones como haciendo parte de un proyecto ético-político y en ese sentido hay que entender también su propuesta, reiterada, de reforma moral e intelectual, que es consustancial al mismo.[3]
___________
Notas:
[1]. Una aguda reflexión sobre el tipo de clásico que es Gramsci, en V Gerratana, Gramsci. Problemi di metodo, Editori Riuniti, Roma, 1997, pág. XI y ss.
[2]. Tratan este asunto A. Tortorella, «11 fondamento etico della política in Gramsci», Critica marxista, 2/3, marzo-junio de 1997, y D. Jervolino, «Etica e política in Gramsci», en Gramsci da un secolo all’altro, Editori Riuniti, Roma, 1999, págs. 199-210.
[3]. C. N. Courinho, «11 concetto di política nei Quaderni del carcere», Critica marxista, 3/4, marzo-junio de 2001

viernes, 1 de mayo de 2020

Documental para comprender la actual crisis económica

La Batalla por la Economía Mundial



Este documental es relevante para comprender los días que corren, la actual crisis económica que tiene al planeta en conflicto y para detectar que todo ha sido una batalla ideológica muy bien elaborada.

Realizado el año 2002, parte con uno de los momentos decisivos del siglo XX: la controversia entre Hayek y Keynes por definir el modelo económico que debería guiar el desarrollo de los países occidentales tras la crisis de los años 30 en Estados Unidos. Muestra también la reunión en las faldas del Mont Pelerin de 1947 organizada por Hayek, que marca el nacimiento del neoliberalismo.

El documental, describe la victoria inicial de las tesis de Keynes y la consecuente marginación de Hayek, el autor de Camino de servidumbre (1944). Posteriormente aborda la crisis del keynesianismo en los años 70 (por la crisis del petróleo) y el triunfo de Hayek con su Premio Nobel de Economía en 1974 y la llegada al poder de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, que abrieron las puertas al modelo económico neoliberal.

A esto hecho se sumó el Premio Nobel a Friedman en 1976, y la aceptación del modelo económico en el Chile de Pinochet. En definitiva, enmarca la globalización económica en un proceso histórico y trata sus causas y consecuencias -positivas y negativas- con las palabras de Clinton, Friedman, Sachs y Thatcher. Es un documento que abarca gran parte del siglo XX y que merece verse completo. Son seis capítulos de 55 minutos cada uno y se puede encontrar en eMule o Ares. Imprescindible.

Ver post de Diciembre de 2008

EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

DANIEL BALCÁCER: EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

De  Juan Pablo Duarte  solo se conoce una fotografía hecha en  Caracas  en 1873 cuando el patricio contaba con 60 años de edad.  A...