MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

martes, 7 de abril de 2020

Atilio Borón: La pandemia y el fin de la era neoliberal

La pandemia y el fin de la era neoliberal
Atilio Borón

La pandemia ha movido las placas tectónicas del capitalismo global y ya nada podrá volver a ser como antes. Es un tremendo desafío para quienes queremos construir un mundo post-capitalista porque, sin duda, la pandemia y sus devastadores efectos ofrecen una oportunidad única, inesperada, que sería imperdonable desaprovechar.



Atilio Borón
El coronavirus ha desatado un torrente de reflexiones y análisis que tienen como común denominador la intención de dibujar los (difusos) contornos del tipo de sociedad y economía que resurgirán una vez que el flagelo haya sido controlado. Sobran las razones para incursionar en esa clase de especulaciones, ojalá que bien informadas y controladas, porque si de algo estamos completamente seguros es que la primera víctima fatal que se cobró la pandemia fue la versión neoliberal del capitalismo. Y digo la “versión” porque tengo serias dudas acerca de que el virus en cuestión haya obrado el milagro de acabar no sólo con el neoliberalismo sino también como la estructura que lo sustenta: el capitalismo como modo de producción y como sistema internacional. Pero la era neoliberal es un cadáver aún insepulto pero imposible de resucitar. ¿Qué ocurrirá con el capitalismo? Bien, de eso trata esta columna.

Simpatizo mucho con la obra y la persona de Slavoj Zizek pero esto no me alcanza para otorgarle la razón cuando sentencia que la pandemia le propinó “un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista” luego de lo cual, siguiendo la metáfora cinematográfica, éste debería caer muerto a los cinco segundos. No ha ocurrido y no ocurrirá porque, como lo recordara Lenin en más de una ocasión, “el capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer.” El capitalismo sobrevivió a la mal llamada “gripe española”, que ahora sabemos vio la luz en Kansas, en marzo de 1918, en la base militar Fort Riley, y que luego las tropas estadounidenses que marcharon a combatir en la Primera Guerra Mundial diseminaron el virus de forma incontrolada.

Los muy imprecisos cálculos de su letalidad oscilan entre 20, 50 y 100 millones de personas, por lo cual no es necesario ser un obsesivo de las estadísticas para desconfiar del rigor de esas estimaciones difundidas ampliamente por muchas organizaciones, entre ellas la National Geographical Magazine . El capitalismo sobrevivió también al tremendo derrumbe global producido por la Gran Depresión, demostrando una inusual resiliencia –ya advertida por los clásicos del marxismo- para procesar las crisis e inclusive y salir fortalecido de ellas. Pensar que en ausencia de aquellas fuerzas sociales y políticas señaladas por el revolucionario ruso (que de momento no se perciben ni en Estados Unidos ni en los países europeos) ahora se producirá el tan anhelado deceso de un sistema inmoral, injusto y predatorio, enemigo mortal de la humanidad y la naturaleza, es más una expresión de deseos que producto de un análisis concreto.

Zizek confía en que a consecuencia de esta crisis para salvarse la humanidad tendrá la posibilidad de recurrir a “alguna forma de comunismo reinventado”. Es posible y deseable, sin dudas. Pero, como casi todo en la vida social, dependerá del resultado de la lucha de clases; más concretamente de si, volviendo a Lenin, “los de abajo no quieren y los de arriba no pueden seguir viviendo como antes”, cosa que hasta el momento no sabemos. Pero la bifurcación de la salida de esta coyuntura presenta otro posible desenlace, que Zizek identifica muy claramente: “la barbarie”. O sea, la reafirmación de la dominación del capital recurriendo a las formas más brutales de explotación económica, coerción político-estatal y manipulación de conciencias y corazones a través de su hasta ahora intacta dictadura mediática. “Barbarie”, István Mészarós solía decir con una dosis de amarga ironía, “si tenemos suerte.”

Pero, ¿por qué no pensar en alguna salida intermedia, ni la tan temida “barbarie” (de la cual hace tiempo se nos vienen administrando crecientes dosis en los capitalismos realmente existentes”) ni la igualmente tan anhelada opción de un “comunismo reinventado”? ¿Por qué no pensar que una transición hacia el postcapitalismo será inevitablemente “desigual y combinada”, con avances profundos en algunos terrenos: la desfinanciarización de la economía, la desmercantilización de la sanidad y la seguridad social, por ejemplo y otros más vacilantes, tropezando con mayores resistencias de la burguesía, en áreas tales como el riguroso control del casino financiero mundial, la estatización de la industria farmacéutica (para que los medicamentos dejen de ser una mercancía producida en función de su rentabilidad), las industrias estratégicas y los medios de comunicación, amén de la recuperación pública de los llamados “recursos naturales” (bienes comunes, en realidad)? ¿Por qué no pensar en “esos muchos socialismos” de los que premonitoriamente hablaba el gran marxista inglés Raymond Williams a mediados de los años ochenta del siglo pasado?

Ante la propuesta de un “comunismo reinventado” el filósofo sur-coreano de Byung-Chul Han salta al ruedo para refutar la tesis del esloveno y se arriesga a decir que «tras la pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza.” Es una afirmación temeraria porque si algo se dibuja en el horizonte es el generalizado reclamo de toda la sociedad a favor de una mucho más activa intervención del estado para controlar los efectos desquiciantes de los mercados en la provisión de servicios básicos de salud, vivienda, seguridad social, transporte, etcétera y para poner fin al escándalo de la híperconcentración de la mitad de toda la riqueza del planeta en manos del 1 por ciento más rico de la población mundial. Ese mundo post-pandémico tendrá mucho más estado y mucho menos mercado, con poblaciones “concientizadas” y politizadas por el flagelo a que han sido sometidas y propensas a buscar soluciones solidarias, colectivas, inclusive “socialistas” en países como Estados Unidos, nos recuerda Judith Butler, repudiando el desenfreno individualista y privatista exaltado durante cuarenta años por el neoliberalismo y que nos llevó a la trágica situación que estamos viviendo. Y además un mundo en donde el sistema internacional ya ha adoptado, definitivamente, un formato diferente ante la presencia de una nueva tríada dominante, si bien el peso específico de cada uno de sus actores no es igual.

Si Samir Amin tenía razón hacia finales del siglo pasado cuando hablaba de la tríada formada por Estados Unidos, Europa y Japón hoy aquella la constituyen Estados Unidos, China y Rusia. Y a diferencia del orden tripolar precedente, en donde Europa y Japón eran junior partners (por no decir peones o lacayos, lo que suena un tanto despectivo pero es la caracterización que se merecen) de Washington, hoy éste tiene que vérselas con la formidable potencia económica china, sin duda la actual locomotora de la economía mundial relegando a Estados Unidos a un segundo lugar y que, además, ha tomado la delantera en la tecnología 5G y en Inteligencia Artificial.

A lo anterior se suma la no menos amenazante presencia de una Rusia que ha vuelto a los primeros planos de la política mundial: rica en petróleo, energía y agua; dueña de un inmenso territorio (casi dos veces más extenso que el estadounidense) y un poderoso complejo industrial que ha producido una tecnología militar de punta que en algunos rubros decisivos aventaja a la norteamericana, Rusia complementa con su fortaleza en el plano militar la que China ostenta en el terreno de la economía. Difícil que, como dice Han, el capitalismo adquiera renovada pujanza en este tan poco promisorio escenario internacional. Si aquél tuvo la gravitación y penetración global que supo tener fue porque, como decía Samuel P. Huntington, había un “sheriff solitario” que sostenía el orden capitalista mundial con su inapelable primacía económica, militar, política e ideológica. Hoy la primera está en manos de China y el enorme gasto militar de EEUU no puede con un pequeño país como Corea del Norte ni para ganar una guerra contra una de las naciones más pobres del planeta como Afganistán. La ascendencia política de Washington se mantiene prendida con alfileres apenas en su “patio interior”: Latinoamérica y el Caribe, pero en medio de grandes convulsiones. Y su prestigio internacional se ha visto muy debilitado: China pudo controlar la pandemia y Estados Unidos no; China, Rusia y Cuba ayudan a combatirla en Europa, y Cuba, ejemplo mundial de solidaridad, envía médicos y medicamentos a los cinco continentes mientras que lo único que se les ocurre a quienes transitan por la Casa Blanca es enviar 30.000 soldados para un ejercicio militar con la OTAN e intensificar las sanciones contra Cuba, Venezuela e Irán, en lo que constituye un evidente crimen de guerra. Su antigua hegemonía ya es cosa del pasado. Lo que hoy se discute en los pasillos de las agencias del gobierno estadounidense no es si el país está en declinación o no, sino la pendiente y el ritmo del declive. Y la pandemia está acelerando este proceso por horas.

El surcoreano Han tiene razón, en cambio, cuando afirma que “ningún virus es capaz de hacer la revolución” pero cae en la redundancia cuando escribe que “no podemos dejar la revolución en manos del virus.” ¡Claro que no! Miremos el registro histórico: la Revolución Rusa estalló antes que la pandemia de la “gripe española”, y la victoria de los procesos revolucionarios en China, Vietnam y Cuba no fueron precedidos por ninguna pandemia. La revolución la hacen las clases subalternas cuando toman conciencia de la explotación y opresión a las que son sometidas; cuando vislumbran que lejos de ser una ilusión inalcanzable un mundo post-capitalista es posible y, finalmente, cuando logran darse una organización a escala nacional e internacional eficaz para luchar contra una “burguesía imperial” que antaño entrelazaba con fuerza los intereses de los capitalistas en los países desarrollados. Hoy, gracias a Donald Trump, esa férrea unidad en la cúspide del sistema imperialista se ha resquebrajado irreparablemente y la lucha allá arriba es de todos contra todos, mientras China y Rusia continúan pacientemente y sin altisonancias construyendo las alianzas que sostendrán un nuevo orden mundial.

Una última reflexión. Creo que hay que calibrar la extraordinaria gravedad de los efectos económicos de esta pandemia que hará de una vuelta al pasado una misión imposible. Los distintos gobiernos del mundo se han visto obligados a enfrentar un cruel dilema: la salud de la población o el vigor de la economía. Las recientes declaraciones de Donald Trump (y otros mandatarios como Angela Merkel y Boris Johnson) en el sentido de que él no va a adoptar una estrategia de contención del contagio mediante la puesta en cuarentena de grandes sectores de la población porque tal cosa paralizaría la economía pone de relieve la contradicción basal del capitalismo. Porque, conviene recordarlo, si la población no va a trabajar se detiene el proceso de creación de valor y entonces no hay ni extracción ni realización de la plusvalía. El virus salta de las personas a la economía, y esto provoca el pavor de los gobiernos capitalistas que están renuentes a imponer o mantener la cuarentena porque el empresariado necesita que la gente salga a la calle y vaya a trabajar aún a sabiendas de que pone en riesgo su salud.

Según Mike Davis en Estados Unidos un 45 por ciento de la fuerza de trabajo “no tiene acceso a licencia paga por causa de una enfermedad y está prácticamente obligada a ir a su trabajo y transmitir la infección o quedarse con un plato vacío.” La situación es insostenible por el lado del capital, que necesita explotar a su fuerza de trabajo y que le resulta intolerable se quede en su casa; y por el lado de los trabajadores, que si acuden a su trabajo o se infectan o hacen lo propio con otros, y si se quedan en casa no tienen dinero para subvenir sus más elementales necesidades. Esta crítica encrucijada explica la creciente beligerancia de Trump contra Cuba, Venezuela e Irán, y su insistencia en atribuir el origen de la pandemia a los chinos. Tiene que crear una cortina de humo para ocultar las nefastas consecuencias de largas décadas de desfinanciamiento del sistema público de salud y de complicidad con las estafas estructurales de la medicina privada y la industria farmacéutica de su país. O para achacar la causa de la recesión económica a quienes aconsejan a la gente quedarse en sus casas.

En todo caso, y más allá de si la salida a esta crisis será un “comunismo renovado” como quiere Zizek o un experimento híbrido pero claramente apuntando en la dirección del poscapitalismo, esta pandemia (como lo explican claramente Mike Davis, David Harvey, Iñaki Gil de San Vicente, Juanlu González, Vicenç Navarro, Alain Badiou, Fernando Buen Abad, Pablo Guadarrama, Rocco Carbone, Ernesto López, Wim Dierckxsens y Walter Formento en diversos artículos que circulan profusamente en la web) ha movido las placas tectónicas del capitalismo global y ya nada podrá volver a ser como antes. Además nadie quiere, salvo el puñado de magnates que se enriquecieron con la salvaje rapiña perpetrada durante la era neoliberal, que el mundo vuelva a ser como antes. Tremendo desafío para quienes queremos construir un mundo post-capitalista porque, sin duda, la pandemia y sus devastadores efectos ofrecen una oportunidad única, inesperada, que sería imperdonable desaprovechar. Por lo tanto, la consigna de la hora para todas las fuerzas anticapitalistas del planeta es: concientizar, organizar y luchar; luchar hasta el fin, como quería Fidel cuando en un memorable encuentro con intelectuales sostenido en el marco de la Feria Internacional del Libro de La Habana, en febrero del 2012, se despidió de nosotros diciendo: “si a ustedes les afirman: tengan la seguridad de que se acaba el planeta y se acaba esta especie pensante, ¿qué van a hacer, ponerse a llorar? Creo que hay que luchar, es lo que hemos hecho siempre.” ¡Manos a la obra!

lunes, 6 de abril de 2020

Notas para una geopolítica del coronavirus

Por Guillermo Castro H. 
Para Firmas Selectas de Prensa Latina


“En la naturaleza nada ocurre en forma aislada. Cada fenómeno afecta a otro y es, a su vez, influenciado por éste; y es generalmente el olvido de este movimiento y de esta interacción universal lo que impide a nuestros naturalistas percibir con claridad las cosas más simples. Federico Engels, 1876

Las alteraciones en las modalidades de relación de los seres humanos entre sí y con su entorno natural conducen a cambios en sus condiciones de salud.

Cuando esas alteraciones alcanzan la complejidad de una transición entre distintas formaciones económico-sociales, tres casos han sido objeto de interés a este respecto:

Primero fue el del desplome demográfico que acompañó el proceso de desintegración de la romanidad. Aquí, la expresión más conocida de ese proceso fue la llamada Plaga de Justiniano -probablemente, peste bubónica- de la que se calcula que, entre 541 y 750, causó la muerte de entre 25 y 50 millones de personas, equivalente a entre el 13 y el 26% de la población estimada en el siglo VI. 

Segundo, el de la llamada Peste Negra, -bubónica, también- que se propagó desde Mongolia a Europa en el siglo XIV a lo largo de las rutas de comercio que anunciaban la formación del mercado mundial. En Europa, la epidemia ocasionó la muerte de al menos 25 millones de personas -cerca del 30% de la población- entre 1347 y 1353, y contribuyó a acelerar la descomposición de las condiciones sociales, económicas e ideológicas de una feudalidad que ya ingresaba en la que sería su crisis terminal a partir del siglo XVI.

Tercero, el de las consecuencias demográficas de la conquista europea de nuestra América. Aquí, la destrucción de las formaciones económico-sociales originarias provocó una catástrofe sanitaria que se extendió a lo largo de los siglos XVI y XVIII. En lo general, se estiman extinciones de entre el 70 y el 90% de la población originaria-, estimada a su vez entre 30 y 120 millones de personas, asociadas a un complejo de enfermedades que incluía, entre otras, la viruela y el tifus.

Hoy, la pandemia de COVID 19 hace parte de una compleja transición en el desarrollo del mercado mundial.

La primera, como sabemos, dio lugar a la formación de un mercado colonial hegemonizado por la Gran Bretaña. 

Tras la crisis provocada por la disputa por la hegemonía sobre ese mercado entre 1914 y 1945, ocurrió la transición a un mercado internacional, organizado en torno al intercambio entre mercados nacionales tutelados por sus respectivos Estados.

De fines del siglo XX acá, hemos ingresado en un tercer período de transición entre ese mercado internacional y otro -tutelado por el capital financiero a través de grandes corporaciones transnacionales -, al que llamamos proceso de globalización. 

La globalización, en este sentido, define un proceso, pero aún no un estado. La conducción inicial de ese proceso por parte de Estados neoliberales ha conducido a la humanidad a una situación de crecimiento económico incierto, inequidad social persistente, degradación ambiental constante y deterioro institucional creciente. Así, la crisis social, económica y política asociada a la pandemia del coronavirus. 

Se ha acentuado, también, el conflicto entre la vieja democracia liberal y las nuevas doctrinas de seguridad nacional, justificadas mediante la invocación a la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo, la corrupción, la criminalidad informática y los desórdenes migratorios.

La pandemia del COVID 19 nos avisa que la globalización -con todo su extraordinario desarrollo de las fuerzas productivas- ha ingresado en una fase en la cual las relaciones de producción vigentes impiden producir las transformaciones ambientales y sociales necesarias para hacer de la Humanidad la patria de todos los humanos. La crisis civilizatoria debe ser aprovechada como una oportunidad para que prevalezca lo mejor de nuestra especie: de otro modo, por el camino en que vamos, prevalecerá lo peor de ella.

Esa superestructura mundial ha sido puesta en crisis por el desarrollo de las fuerzas productivas generado por la III Revolución Industrial, y el paso a la IV. La I, como se recordará, ocurrida a partir de fines del siglo XVIII, permitió la mecanizar la producción y el surgimiento de la verdadera industria a partir de la máquina de vapor. La II permitió masificar la producción mediante la incorporación de la electricidad, y la III permitió automatizarla mediante la incorporación de la informática a la producción de bienes y servicios. La IV, hoy en curso, apunta a integrar y acelerar los procesos de producción, circulación y consumo mediante el recurso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación y el desarrollo de nuevas aplicaciones como la tecnología 5G.

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Notas para una geopolítica del coronavirus.


domingo, 5 de abril de 2020

Frei Betto: Pandemia y espiritualidad


La vida está llena de imprevistos. En el ámbito personal, el fracaso, la pérdida de amistades, la enfermedad, la muerte. En lo global, acontecimientos que ningún analista o futurólogo prevé, como la caída del Muro de Berlín y de las Torres Gemelas de Nueva York. Nadie sospechó tampoco que en pleno siglo XXI, con todos los recursos de la ciencia, la humanidad se vería amenazada por una pandemia.

¿Quién podía imaginar que vendría de China, en forma de una enfermedad contagiosa, la causa de la más profunda crisis del capitalismo desde 2008? Según el Morgan Stanley Composite Index, en pocas semanas en el mercado financiero las acciones de las bolsas de valores del mundo perdieron 15, 5 billones de dólares. ¡Más de ocho veces el PIB de Brasil en 2019!

¿Alguno de esos especuladores y mega-investigadores afectados en su bolsillo (la parte más sensible del cuerpo humano) se habrá empobrecido? Y, sin embargo, antes de la pandemia casi todos se negaban a dar su contribución para la adopción de medidas de combate al hambre y el calentamiento global. Eso me recuerda el sitio de Jerusalén por los romanos en el año 70. Llegó un momento en que el rico ofrecía una vasija llena de oro a cambio de un pedazo de pan…

El coronavirus nos obliga a asumir una espiritualidad y una actitud nuevas ante la realidad. No hace distinciones de clase, como sí lo hace la gastroenteritis que mata a millares de niños desnutridos; ni de orientación sexual como el sida, que afectaba mayoritariamente a los homosexuales. Ahora todos somos vulnerables, aunque varíen las franjas etarias y las situaciones de riesgo.

Todos nos vemos forzados al recogimiento obligatorio. A volvernos hacia el interior de la casa y de nosotros mismos. A desasirnos. Ese abandono de las actividades de rutina y las agendas programadas nos puede sublevar o humanizar. Sublevados quedarán quienes están apegados a ciertos hábitos que, por ahora, están prohibidos, como ir al cine, al teatro, al club. En el caso de los ancianos, no podrán tener contacto con los nietos y deberán mantenerse el mayor tiempo posible en sus casas.

Los viajes aéreos se han reducido; las fronteras nacionales se han cerrado; las giras turísticas están canceladas. No nos queda otra alternativa que quedarnos quietos donde estamos. Huit-clos, entre cuatro paredes. Puede ser que descubramos, como Sartre, por qué los otros son el infierno. Y puede ser que rescatemos la convivencia familiar, el diálogo con la familia, el cuidado de la casa (todo debe ser higienizado).

Es hora de aprender a trabajar y estudiar sin salir del espacio doméstico. Ahora tenemos más tiempo para ver películas en la televisión, navegar en internet, leer buenos libros, investigar, meditar y orar. Las verdaderas preguntas a plantear no son tanto las que se refieren a las tareas de reorganización de la naturaleza, que deben ser cumplidas para garantizar la salud de los humanos, como aquellas otras que tienen que ver con la reorganización de nuestras relaciones sociales

El virus iguala a todos. Pero no nivela los caracteres. El matrimonio burgués que nunca se tomó el trabajo de entrar en la cocina o limpiar la casa ahora se ve forzado a arremangarse la camisa o correr el riesgo de que uno de sus empleados les lleve el virus al hogar. El recalcitrante no sigue las instrucciones de las autoridades sanitarias, y el egoísta compra en la farmacia todo el stock de gel de alcohol y máscaras.

Conozco una joven que se ofreció para hacerles las compras a los vecinos vulnerables de su edificio sin cobrar nada por ello. Otra distribuyó su número de teléfono para que los ancianos aislados tengan con quién conversar. Un matrimonio de abogados va en su auto todas las mañanas a buscar a su cocinera en la periferia y a llevarla de vuelta por la tarde, para evitar que use el transporte colectivo.

Tres familias vecinas de un hospital decidieron preparar almuerzos para los enfermeros y médicos que doblan su horario de trabajo. En Italia, los vecinos se asoman a la ventana al caer la tarde y cantan en coro. Las iglesias, mezquitas, sinagogas, les abren sus puertas a quienes viven en la calle y necesitan cuidados higiénicos. En fin, son innumerables los ejemplos de generosidad y solidaridad en este período en que estamos todos potencialmente amenazados.
Esos gestos tienen su fuente en la espiritualidad, aunque no sea de carácter religioso. La espiritualidad es la capacidad de abrirse amorosamente al otro, a la naturaleza y a Dios. Y su mejor enseñanza es la generosidad, el secreto de la felicidad. Rico no es quien tiene todo, decía Buda, sino quien tiene necesidad de poco.

Por Frei Betto *

Frei Betto
Betto, Frei
Escritor brasileño y fraile dominico, conocido internacionalmente como teólogo de la liberación, Frei Betto es autor de 60 libros de diversos géneros literarios –novela, ensayo, policíaco, memorias, textos infantiles y juveniles y de tema religioso. En dos ocasiones, 1985 y 2005, mereció el premio Jabuti, el reconocimiento literario más importante del país. En 1986 fue elegido Intelectual del Año por la Unión Brasileña de Escritores.
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El virus que cambió el destino a muchos
























Este programa es sobre la acusación que hace China a EE.UU. sobre el coronavirus y viceversa. Por conciencia humana, por compromiso social, por fe de reflexión, le suplico difunda este programa con todos sus conocidos, amigos y desconocidos.

No porque el programa traiga la verdad, no. Sino porque el programa ofrece muchos ángulos de la situación que está sufriendo el mundo entero, lo que le da más armas a usted para sacar la conclusión que usted quiera alcanzar.

Por favor, se lo vuelvo a pedir, véalo detenidamente y repártalo por favor. Hay muchas teorías, hipótesis, rumores, fakenews, explicaciones. ¿Cuál es la verdadera?

Preguntemos. Le recuerdo que han cerrado una y otra vez, todas las cuentas de HispanTV en YouTube, incluso hasta la de Twitter. Pero no se preocupe, aquí le ponemos el link de la que sigue abierta para este programa: https://t.co/M8G9UiRlnV.

Ahí seguimos a sus órdenes y le suplico que reparta el link a todos los que pueda para que no crean que hemos cerrado y para que se siga difundiendo otra versión de la realidad diferente a los noticieros comerciales.

Por: Roberto de la Madrid.

mag/ncl/hnb

ESTA ES LA SEGUNDA PARTE. ESTE PROGRAMA SE DIVIDE EN DOS PARTES. Es sobre la acusación que hace China a EEUU sobre el Coronavirus y viceversa. Por conciencia humana, por compromiso social, por fe de reflexión, le suplico difunda este programa con todos sus conocidos, amigos y desconocidos. No porque el programa traiga la verdad, no. Sino porque el programa ofrece muchos ángulos de la situación que está sufriendo el mundo entero, lo que le da más armas a usted para sacar la conclusión que usted quiera alcanzar. Por favor, se lo vuelvo a pedir, véalo detenidamente y repártalo por favor. Hay muchas teorías, hipótesis, rumores, fakenews, explicaciones. ¿Cuál es la verdadera? PREGUNTEMOS. -Le recuerdo que han cerrado varias veces las cuentas de Detrás de la Razón en YouTube. No obstante, YouTube nos ha comunicado que nos respeta en el acuerdo de la libertad de expresión. La cuenta oficial de un servidor, sigue abierta en YouTube, que es ésta, en la que usted está viendo este video. Repártala por favor. "Detrás de la Razón oficial Roberto de la Madrid" Aquí le ponemos el link: https://t.co/M8G9UiRlnV


HISPANTV.: EEUU liberó su arma biológica

EEUU liberó su arma biológica, el COVID-19, para dominar al mundo


Un científico estadounidense observa una placa de Petri con cepas de un microorganimso.

Mientras muchos indagan por la fuente de la pandemia del COVID-19, hay quienes sostienen que esta plaga es un arma biológica de EE.UU. para dominar el mundo.

Es natural que a cada nueva crisis que aparece en el mundo le surja diferentes hipótesis, opiniones e interpretaciones por los motivos que le originaron y no hay duda de que la crisis del nuevo coronavirus, denominado COVID-19, y su prevalencia en el mundo no es una excepción y, es por eso que, ha llegado a suscitar entre una gran parte de la población mundial diversas conjeturas y conclusiones sobre las verdaderas causas de la creación y propagación de esta letal enfermedad, que dio la cara por primera vez en un mercado de mariscos de la ciudad china de Wuhan a fines de diciembre.


Una de las teorías que más se está barajando sobre las posibles razones de la aparición de este mortal patógeno es de una guerra biológica que alguna superpotencia mundial, como EE.UU. o China podrían haber estado detrás de la creación de su cepa y su posterior propagación con el único objetivo de materializar sus objetivos geoestratégicos y económicos a nivel mundial.

El investigador estadounidense experto en armas biológicas Francis Paul asegura que este coronavirus es un subconjunto de los virus llamados “agentes biológicos” que su ADN —ácido desoxirribonucleico que contiene las instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos— es manipulado en los laboratorios científicos para mutar su estructura nociva en una más agresiva para los seres vivos y destinarlo así a actividades de guerras biológicas.

Entre los virus que se engendran mediante manipulación humana, este experto señala que el síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés) surgido en 2002 también en China y el síndrome respiratorio del Medio Oriente (MERS, por sus siglas en inglés) aparecido en 2012 en Arabia Saudí al igual que el carbunco, más conocido como ántrax, todos se han producido en laboratorios de la Universidad de Carolina del Norte.

En tal sentido, Paul sostiene que los experimentos e investigaciones sobre estos virus o armas biológicas se llevan a cabo en laboratorios llamados “niveles biológicos de salud” y en particular se desarrollan en los de Nivel 4. Cabe destacar que Estados Unidos cuenta con 12 laboratorios de este Nivel 4 en toda su red de laboratorios de este tipo.


Con estos datos conocidos, se puede decir con cierta certeza que el término de guerra biológica se refiere en gran medida al COVID-19, y, desde luego, esta afirmación no se basa en el resultado de varios análisis y artículos en concreto, sino que se fundamenta a partir de las declaraciones oficiales hechas por funcionarios chinos, incluido el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Jiao Lee-jan, en los últimos días.


Las autoridades chinas acusan a sus homólogos estadounidenses de haber creado este nuevo coronavirus en sus laboratorios pertinentes y, posteriormente, con el pretexto de la participación del equipo deportivo de las Fuerzas Armadas de EE.UU. en los Juegos Mundiales Militares de 2019 que se celebró en Wuhan entre los días 18 y 27 de octubre, habrían trasladado una cepa del letal patógeno a la referida urbe para libéralo allí con el fin de contagiar a una gran parte de los 13 millones de residentes en esta ciudad.






Algunos expertos dicen que China culpó a Estados Unidos de la propagación de la enfermedad por su incapacidad para contener el virus desde su inicio, pero si eso fuera cierto, los estadounidenses podrían haber argumentado fácilmente valiéndose de sus potentes centros de investigación científica para aclarar que el origen del germen era por causas naturales.


De hecho, en un primer momento se decía que este virus que contagio al ser humano provenía de los murciélagos, cuya carne de este mamífero pertenece a la cadena alimentaria de los humanos, pero con el paso del tiempo tomó fuerza la teoría de que este patógeno se habría creado en un laboratorio.

Los expertos y científicos coinciden en que este coronavirus, que pertenece a la generación del virus del SARS, puede considerarse un arma biológica, y concluyen que si el murciélago es la fuente del virus coronario, ¿por qué en los países donde la sopa de murciélago es una de las comidas principales, no se ha extendido el brote del COVID-19?


Son muchos los que opinan que estos coronavirus se han estado produciéndo desde los años sesenta en el contexto de la guerra biológica que los estadounidenses iniciaron con fines políticos, sociales y económicos, y, en este preciso momento, la dimensión económica de la teoría de la guerra biológica del COVID-19, emprendida por Washington es bastante prominente.

Desde antes de que el actual presidente de EE.UU., Donald Trump, ocupara la Casa Blanca, allá en enero de 2017, ya venía avisando durante sus campañas electorales de que si él llegaba al poder no dudaría en promover medidas drásticas para contrarrestar el poderío económico, tecnológico y militar de los chinos, ya que, según él, estos están a un paso de sobrepasar a los estadounidenses en los campos que estos últimos son una referencia vanguardista a nivel mundial.

Es por ello que Trump comenzó nada más pisar la Casa Blanca una lucha sin cuartel de ámbito económico-comercial contra el gigante asiático y de cuyos efectos también sufrieron otros actores internacionales.

Es muy probable que Washington para llevar la delantera en el marco de su disputa comercial con los chinos decidiera debilitar a la potente economía del gigante asiático ante los ojos del mundo planteando introducir este nuevo coronavirus dentro del territorio chino con esperanza de que una vez que el brote hiciera mella entre la población local y se hiciera público sus resultados mortales, la maquinaria propagandística de los medios de comunicación estadounidense entrarían en juego para lanzar una campaña de desinformación en contra de Pekín haciendo creer a la opinión pública global que este patógeno se habría originado en el ya citado mercado de Wuhan, y el resto se iría sobre ruedas, porque todos los demás países rebajarían al mínimo posible sus contactos comerciales con China por temor a que sus conciudadanos se contagiaran de la letal afección.




A este primer paso dado por Washington contra Pekín, le seguiría los esfuerzos de Estados Unidos por monopolizar los resultados de todas las investigaciones en cursos de las grandes corporaciones farmacéuticas del país norteamericano para desarrollar la vacuna contra el nuevo coronavirus, si es que ya no está producida desde antes de que esta plaga se liberara en Wuhan, con el objetivo de enarbolar ante el mundo entero el poderío tecnológico de EE.UU., y de este modo, demostrar a la comunidad internacional que ellos todavía son la primera potencia mundial.


De hecho, si los laboratorios estadounidenses llegaran a desarrollar la vacuna efectiva para contener el COVID-19 antes de que los chinos lo consigan, es muy probable que la Casa Blanca use el antídoto como una medida de presión contra todos aquellos países que no se encuentran en su ámbito de influencia al tener en su mano el destino de cientos de millones de personas contagiadas que necesitarían de esta vacuna para currase.

Estados Unidos y China han pisado el acelerador esta semana en la búsqueda de una vacuna para combatir el nuevo coronavirus, que ha causado una pandemia global, según declaró recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS). Hasta la fecha, la cifra de contagios confirmados por todo el mundo es de 208 349 personas, incluyendo 8272 fallecidos.


En las últimas horas, han llegado noticias desde ambos países de pasos importantes de cara a la consecución de una vacuna y que estarían realizando ensayos clínicos con humanos.

Entonces, según la teoría del atentado biológico descrita por Paul cuyas armas se fabricaron produciéndose en los laboratorios estadounidenses bajo la atenta mirada de los oficiales médicos del Ejército de EE.UU. con la colaboración de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) del país norteamericano, se puede sugerir que la actual situación creada por la crisis del nuevo coronavirus es a toda vista una guerra biológica emprendida por Washington.


Un guerra biológica con dimensiones económicas-políticas que se rige bajo una política para beneficiar a las grandes empresas armamentísticas, ya sean militares o biológicas, y farmacéuticas de Estados Unidos, y sin importales ni siquiera la seguridad de la propia población estadounidense expuesta al contagio como el resto del mundo.


krd/lvs/myd/mkh

Covid-19: propaganda y manipulación

por Thierry Meyssan

Volviendo al tema de la epidemia de coronavirus, Thierry Meyssan subraya que las ‎decisiones autoritarias adoptadas en Italia y Francia carecen de justificación ‎de naturaleza sanitaria. Más bien contradicen las observaciones de los mejores virólogos ‎y hasta las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud.‎
RED VOLTAIRE 


El 27 de enero de 2020, el primer ministro chino, Li Keqiang, llega a Wuhan para dirigir la ‎lucha contra la epidemia y restaurar el “mandato celestial”. ‎
La aparición de la epidemia en China

El primer caso de una persona infectada con el Covid-19 se diagnosticó el 17 de noviembre ‎de 2019, en la provincia china de Hubei. Inicialmente, los médicos trataron de alertar sobre la gravedad de esta enfermedad pero encontraron la oposición de las autoridades regionales. Fueron ‎la multiplicación de la cantidad de casos y la percepción de la gravedad del problema por parte de ‎la población, los factores que finalmente dieron lugar a la intervención del gobierno central chino. ‎

A pesar de todo lo que han dicho los medios de prensa, la envergadura estadística de la epidemia ‎de Covid-19 no es significativa. Aunque las personas que mueren son víctimas de graves ‎problemas respiratorios, el hecho es que el coronavirus mata muy poco. ‎

Desde los tiempos de la Antigüedad, la cultura china siempre ha estado marcada por una vieja ‎concepción según la cual el Emperador goza de un mandato celestial que le permite gobernar a sus súbditos ‎‎ [1]. Cuando el país sufre una catástrofe –terremoto, huracán o epidemia– es porque ‎el gobernante ha perdido ese mandato celestial. Ante esa percepción cultural de las cosas, y ‎a pesar de que vivimos en la era moderna, el presidente Xi Jinping se sintió amenazado por la ‎irresponsabilidad del gobierno regional de la provincia de Hubei. El Consejo de Estado decidió ‎entonces asumir el control de la situación y decretó el confinamiento de la población de la capital ‎provincial, la ciudad de Wuhan, en sólo días construyó varios hospitales, envió equipos ‎de trabajadores de la salud a visitar cada familia de Wuhan –casa por casa– para tomar la ‎temperatura a cada habitante y aplicar diversos controles de salud, ordenó que toda persona ‎que presentara síntomas sospechosos fuese llevada de inmediato a una instalación sanitaria para someterla a ‎exámenes de salud más detallados y aplicó a las personas que parecían infectadas un tratamiento ‎a base de cloroquina. Los casos más graves eran internados en salas de cuidados ‎intensivos y recibían un tratamiento a base del medicamento cubano denominado Interferón ‎Alfa 2B recombinante (IFNrec). Esta gran operación de salud pública apunta también a demostrar ‎que el Partido Comunista conserva su “mandato celestial”.

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En medio de una conferencia de prensa sobre la epidemia de coronavirus, ‎el viceministro iraní de la Salud, Iraj Harirchi, ya se ve afectado por la enfermedad.‎

Propagación del Covid-19 en Irán

Después de China, la epidemia se propaga en Irán a mediados de febrero de 2020. Desde ‎los tiempos de la Antigüedad, China e Irán han estado muy vinculados entre sí. Pero, tratándose ‎de las afecciones pulmonares, la población iraní es la más frágil del mundo. Casi todos ‎los iraníes del sexo masculino mayores de 60 años arrastran secuelas de los gases venenosos ‎estadounidenses utilizados por el ejército iraquí contra Irán durante la primera guerra del Golfo ‎‎(de 1980 a 1988). Es un fenómeno similar al que se produjo en Alemania y en Francia después ‎de la Primera Guerra Mundial. Cualquier viajero que haya estado en Irán habrá podido notar, ‎con sorpresa, la gran cantidad de casos graves de enfermedades pulmonares existentes en ese ‎país. En Teherán, cuando la contaminación del aire sobrepasa lo que la gente puede soportar, ‎se decreta el cierre de las escuelas y de los servicios públicos y la mitad de las familias se van ‎al campo con sus abuelos. Eso sucede varias veces al año, desde hace 35 años, y la población ‎lo percibe como algo normal. El gobierno y el parlamento iraníes se componen casi exclusivamente ‎de veteranos de la guerra entre Irak e Irán, o sea de personas extremadamente frágiles frente al ‎Covid-19, lo cual explica que tantas personalidades iraníes se hayan visto afectadas en poco ‎tiempo. ‎

Debido a las sanciones de Estados Unidos contra Irán, ningún banco occidental se atreve a ‎cubrir los transportes de medicamentos hacia ese país, así que para Irán fue imposible garantizar ‎tratamiento médico a las personas afectadas por el coronavirus hasta que Emiratos Árabes Unidos ‎rompió el embargo y envió a Irán 2 aviones cargados con material médico. En resumen, personas ‎que en otros países no sufrirían graves consecuencias, en Irán mueren rápidamente en cuanto ‎la tos afecta sus pulmones gravemente debilitados desde hace años. Como de costumbre, ‎el gobierno iraní cerró las escuelas. También anuló diferentes manifestaciones culturales y ‎deportivas… pero no prohibió los peregrinajes. Algunas regiones cerraron los hoteles para evitar ‎el desplazamiento de enfermos que ya no encontraban espacio en los hospitales cercanos a los ‎lugares donde vivían habitualmente. ‎

CNN incrementó sus índices de audiencia gracias a la situación del crucero ‎‎“Diamond Princess”, varado en Japón.

La cuarentena en Japón

El 4 de febrero de 2020, un pasajero que viajaba en el crucero estadounidense Diamond Princess ‎fue diagnosticado como enfermo a causa del Covid-19 y otros 10 pasajeros fueron ‎diagnosticados como portadores del virus. Para evitar el contagio en su país, el ministro ‎de Salud de Japón, Katsunobu Kato, impuso al barco una cuarentena de 2 semanas ‎en Yokohama. En definitiva, entre los 3 711 pasajeros del Diamond Princess, en su mayoría ‎personas de más de 70 años, se registraron 7 fallecidos. ‎

El Diamond Princess es un crucero israelo-estadounidense, propiedad de Micky Arison, hermano ‎de Shari Arison, la mujer más adinerada de Israel. Los Arison convirtieron este incidente en una ‎gran operación de relaciones públicas. La administración Trump y varios países evacuaron por vía ‎aérea a los pasajeros de sus nacionalidades respectivas para que pasaran la cuarentena en ‎sus propios países. La prensa internacional dedicó sus principales titulares al asunto y, citando como ‎precedente la epidemia de gripe española de los años 1918-1919, se afirmó entonces que el coronavirus ‎podía extenderse por el mundo e incluso amenazar la existencia misma de la especie humana ‎‎ [2]. Esta ‎hipótesis apocalíptica, no sustentada por hecho alguno, se convierte así en una supuesta ‎‎“verdad”. ‎

Es importante recordar aquí que, en 1898, William Randolph Hearts y Joseph Pulitzer, deseosos de ‎incrementar las ventas de sus diarios, inventaron informaciones falsas para provocar ‎deliberadamente la intervención militar de Estados Unidos en la guerra que se desarrollaba ‎en Cuba entre las tropas coloniales españolas y los independentistas cubanos. Aquello acabó ‎siendo el inicio del «yellow journalism», o «periodismo amarillo», que consiste en publicar ‎cualquier cosa con tal de aumentar las ventas de los diarios. Hoy llamaríamos eso «fake news». ‎

No se sabe, al menos por ahora, si los magnates de la prensa quisieron sembrar el pánico ‎premeditadamente presentando una vulgar epidemia como «el fin del mundo». En todo caso, ‎como una deformación de la verdad siempre acaba provocando otra, los gobiernos acabaron ‎involucrándose en el asunto. Por supuesto, el objetivo de los gobiernos no es vender publicidad ‎asustando a la gente sino explotar el miedo para garantizar su control sobre las poblaciones. ‎


Para el director general de la OMS, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, ‎China y Corea del Sur han dado el ejemplo al generalizar el uso de pruebas de diagnóstico, ‎lo cual es una manera de decir que, como práctica médica, los métodos de Italia y Francia son ‎absurdos.

La intervención de la OMS

La Organización Mundial de la Salud (OMS), después de seguir toda la operación, comprobó la ‎expansión de la enfermedad fuera de China. El 11 y el 12 de febrero, la OMS organizó ‎en Ginebra un foro mundial sobre la investigación y la innovación, dedicándolo a esta epidemia. ‎En ese encuentro, el director general de la OMS, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, lanzó un ‎llamado a la colaboración mundial, utilizando para ello términos extremadamente mesurados ‎‎ [3]. ‎

En todos sus mensajes, la OMS ha resaltado:‎
el poco impacto demográfico de la epidemia;
la inutilidad de los cierres de fronteras;
la ineficacia del uso de guantes y máscaras (exceptuando su uso por parte del personal ‎sanitario) así como la inutilidad de ciertas «medidas barreras» (por ejemplo, mantener ‎un metro de distancia entre las personas tiene sentido sólo cuando nos hallamos ante personas ‎infectadas);‎
la necesidad imperiosa de elevar el nivel de higiene, principalmente lavándonos las manos, ‎desinfectando el agua, mejorando la ventilación en los espacios cerrados, recurriendo al ‎uso de servilletas desechables y bloqueando las vías respiratorias con el codo al toser o estornudar. ‎

Sin embargo, la OMS no es una organización médica sino una agencia de la ONU especializada en ‎cuestiones de salud. Sus funcionarios, aun siendo médicos, son ante todo políticos. Eso impide ‎a la OMS denunciar los abusos de algunos Estados. ‎

Además, desde la polémica sobre la epidemia de H1N1, la OMS se ha visto obligada a justificar ‎públicamente todos sus consejos. En 2009, ante la epidemia de H1N1, la OMS fue acusada de ‎haberse dejado arrastrar por los intereses de las grandes firmas farmacéuticas y de haberse ‎apresurado a sembrar la alarma de forma desproporcionada [4]. Esta vez, ante el ‎Covid-19, la OMS no utilizó la palabra «pandemia» hasta el 12 de marzo, o sea, al cabo de ‎‎4 meses. ‎


El 27 de febrero, en la cumbre franco-italiana realizada en Nápoles, ‎el presidente francés Emmanuel Macron y el primer ministro italiano Giuseppe Conte, ‎anunciaron que actuarían juntos ante la pandemia. ‎

Instrumentalización en Italia y en Francia

En la propaganda moderna, no basta con limitarse a la publicación de noticias falsas –como hizo ‎el Reino Unido para convencer a su pueblo de que tenía que entrar en la Primera Guerra ‎Mundial–, hay que hacer proselitismo –como hizo la Alemania nazi para convencer a ‎los alemanes de que había que librar la Segunda Guerra Mundial. La receta es siempre la misma: ‎recurrir a la presión psicológica para lograr que la gente haga voluntariamente cosas sobre ‎las cuales se sabe que son inútiles, pero que dirigen hacia la vía de la mentira [5]. ‎

Por ejemplo, en 2001, todo el mundo sabía que las personas acusadas de haber secuestrado ‎los aviones implicados en los acontecimientos del 11 de septiembre no aparecían en las listas de ‎pasajeros de esos aviones. Sin embargo, bajo el shock de los acontecimientos, la gran mayoría ‎aceptó sin chistar las acusaciones absurdas que emitía el entonces director del FBI –un tal Robert ‎Muller– contra los «19 secuestradores aéreos». Otro ejemplo: todos saben que el Irak ‎gobernado por el presidente Saddam Hussein disponía únicamente de viejos cohetes Scud soviéticos de ‎sólo 700 kilómetros de alcance, pero numerosos estadounidenses hermetizaron las puertas y ‎ventanas de sus casas para protegerse de los gases que el “diabólico dictador” planeaba lanzar ‎utilizar contra Estados Unidos. Hoy en día, tratándose del Covid-19, el confinamiento ‎voluntario a domicilio es lo que convence a cada cual de que la amenaza realmente existe. ‎

Hay que recordar que en toda la historia de la medecina nunca antes se recurrió al ‎confinamiento de la población sana para luchar contra una enfermedad.

Y ‎sobre todo, hay que recordar que el índice de mortalidad de esta epidemia no es significativo. ‎

En Italia, se trató primero de aislar las regiones contaminadas siguiendo el principio de la ‎cuarentena, pero después se ha tratado de aislar a los ciudadanos unos de otros, lo cual implica ‎el uso de una lógica diferente. ‎

Según el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, y el presidente francés, Emmanuel Macron, ‎el confinamiento de toda la población a domicilio no apunta a vencer la epidemia sino a ‎ganar tiempo ante el contagio para que los hospitales no colapsen ante una afluencia excesiva ‎de enfermos. En otras palabras, no es una medida de carácter médico sino de naturaleza ‎puramente administrativa y no hará disminuir la cantidad de personas infectadas sino que sólo ‎distribuirá los casos en un periodo de tiempo más largo. ‎

Para convencer a los italianos y a los franceses de que esa decisión se justifica, el primer ministro ‎italiano Conte y el presidente francés Macron dijeron contar con el apoyo de comités de expertos ‎científicos. Por supuesto, esos comités no tienen objeción en que la gente se mantenga ‎se quede en casa… pero tampoco se oponían a que continuaran sus ocupaciones ‎habituales. Después, Conte y Macron hicieron obligatoria la presentación de un formulario oficial ‎por parte de las personas que salen a la calle. Se trata de una declaración personal bajo palabra ‎de honor que las personas presentan llenando un documento que lleva el membrete del ‎ministerio del Interior, declaración que no es objeto de ninguna verificación. ‎

En definitiva, los gobiernos de Italia y Francia asustan a la población emitiendo imposiciones ‎inútiles, que los médicos especializados no aprueban: como la obligación de portar ‎constantemente guantes y máscaras y de guardar un metro distancia entre las persona. ‎

‎‎ ‎‎En este video del 25 de febrero de 2020, censurado por el ministerio francés de la Salud, ‎el renombrado virólogo francés Didier Raoult anuncia que los científicos chinos acaban de demostrar la ‎eficacia de la cloroquina en los casos positivos de Covid-19. Incluso recalca que probablemente es “la infección respiratoria más fácil de tratar”.‎

En Francia, el diario Le Monde, presentado como «el cotidiano francés de referencia», ‎Facebook France y el ministerio francés de la Salud se dieron a la tarea de censurar un video del ‎profesor Didier Raoult, uno de los virólogos de mayor reputación mundial, quien ponía ‎en evidencia la ausencia de justificación médica de las medidas impuestas por el presidente ‎Macron [6].‎

‎‎ ‎Ponencia del profesor Didier Raoult ante la Asamblea General de los Hospitales Universitarios ‎de Marsella, 16 de marzo de 2020. ‎

Es demasiado pronto para poder decir cuál es el verdadero objetivo de los gobiernos del primer ‎ministro italiano Giuseppe Conte y del presidente francés Emmanuel Macron. Lo que sí es seguro ‎es que no se trata de luchar contra el Covid-19. ‎

Thierry Meyssan


Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las "primaveras árabes" (2017).

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