MORAL Y LUCES

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lunes, 28 de noviembre de 2016

Fidel: Historia y leyenda

"Fidel Castro está a la altura de Marx, Lenin o el Che"

Fidel Castro en la URSS


27 de noviembre de 2016 EFE
Fidel Castro pasará a la historia a la misma altura que figuras como Marx, Lenin, Stalin o el Che Guevara, aseguró vicepresidente del Partido Comunista de Rusia
El fallecido líder cubano Fidel Castro pasará a la historia a la misma altura que figuras como Marx, Lenin, Stalin o el Che Guevara, aseguró hoy Iván Mélnikov, vicepresidente del Partido Comunista de Rusia.
"Fidel estará siempre al mismo nivel que figuras grandiosas como Marx, Lenin, Stalin, José Martí y el Che Guevara. Su legado será estudiado e inspirará a las próximas generaciones", dijo Mélnikov a medios locales.
Mélnikov subrayó que la muerte del líder cubano, que visitó por primera vez la Unión Soviética en 1963, "es una pérdida irreparable", ya que "era un ídolo en el mejor sentido de la palabra".
"Es un símbolo del siglo XX, un símbolo de la fidelidad a unas ideas, del estoicismo y de la lucha, que culminaron con éxito", apuntó.
Y destacó que, a pesar de los largos años que estuvo en el poder, "no perdió ni un segundo el contacto con su pueblo" y mantuvo hasta el final "la agudeza mental".
Las relaciones entre Moscú y La Habana entraron en crisis tras la caída de la Unión Soviética en 1991, pero en los últimos años el actual presidente ruso, Vladímir Putin, ha impulsado una nueva alianza estratégica entre el Kremlin y la isla.

domingo, 22 de mayo de 2016

Fraternal encuentro entre Fidel y Evo


Fidel con Evo el pasado 13 de agosto de 2015. Foto: Estudios Revolución / Archivo de Cubadebate



 Fidel con Evo 


El líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, sostuvo este sábado un amistoso encuentro con el compañero Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales Ayma, al término de su visita oficial a nuestro país.

Fidel y Evo rememoraron momentos trascendentales del proceso de integración progresiva de nuestros pueblos y el papel que desempeñaron , particularmente, Hugo Chávez y Cristina Fernández de Kichner; dialogaron sobre los vínculos de hermandad y colaboración crecientes entre nuestros dos países; intercambiaron acerca de los acontecimientos que tienen lugar en América Latina, los esfuerzos imperialistas por revertir el movimiento político y social en nuestra región americana, mientras advertían los gravísimos peligros que se ciernen sobre la existencia humana.

El cálido y emotivo encuentro fue una nueva muestra de la comunidad de ideas existentes entre ambos líderes, y de los sinceros lazos de amistad y cooperación que unen a Cuba y Bolivia, la tierra de los indios irredentos que hace miles de años llevaron los primeros conocimientos de la medicina a Bolivia.

lunes, 11 de abril de 2016

Fidel y la Cuba de los 50s.

           Fidel Castro: El prólogo que me solicitaron

Publicado en: Historia de Cuba

libro georgina leiva
El hábito de cumplir los compromisos me llevó a recordar que le había prometido a Julio Camacho Aguilera, viejo y curtido luchador, escribir un prólogo al libro elaborado por su esposa Georgina Leyva Pagán, del que se imprimiría una nueva edición para la Feria del Libro en febrero de 2014, coincidiendo con el 90 aniversario de su natalicio en marzo del presente año. Gina es una mujer valiente y consagrada.
Lo peor es que no podía alegar que en el año del 55 aniversario del triunfo de la Revolución yo estaría saturado de trabajo porque, realmente, tanto Julio como Gina, me habían solicitado el prólogo hacía muchos meses. Cuando les dije que habían transcurrido más de 60 años desde el 26 de julio de 1953, me enviaron una copia editada en 2009, es decir, 56 años después. De modo que no me quedó más remedio que contar lo que recuerdo con total lealtad.
En el propio libro se muestra que éramos un pueblo pacífico que vivía en equilibrio con la naturaleza, intercambiando armoniosamente con ella. Apenas rebasábamos la cifra de ciento veinte mil habitantes.
El astuto navegante europeo que “nos descubrió” creyó realmente que había llegado a la India. Nadie sabe cuándo tomó conciencia de su error. Pese a tener la razón en torno a su teoría sobre la redondez de la Tierra, no es difícil comprobar, por el rumbo que llevaba, que no llegaría a la India, sino a China, donde ya en aquellos tiempos conocían la pólvora, la brújula, los metales duros, y disponían de ejércitos con decenas de miles de soldados de caballería, alimentos abundantes, especies y riquezas que Europa ignoraba.
Sin duda, Colón y sus marinos europeos habrían recibido un trato exquisito en China. Sus veleros cruzaban por el norte de Cuba y no lejos del actual territorio yanki, cuando los llamados indígenas hablaron de una isla mayor situada al sur. Girando hacia el suroeste llegan a nuestra Isla, toma posesión de ella y poco después, afirma: “es la tierra más hermosa que ojos humanos vieron”.
Pero, qué tendrá que ver esto con Camacho Aguilera, se preguntarán algunos. ¡Mucho! La primera acción revolucionaria de este se produce en Guantánamo, donde los yanquis poseen una gran base naval, ocupada por la fuerza, cuatrocientos diez años más tarde, una de las zonas más importantes para el desarrollo marítimo de nuestro país y que, en la actual etapa, constituye un centro de tortura donde son hacinados ciudadanos de cualquier otra nacionalidad del mundo.
Hay que ver lo que en la actualidad se publica por las agencias de información más leídas del mundo. En ellas se pueden apreciar los gravísimos peligros que amenazan la supervivencia del género humano. Hay días que apenas hablan de otros temas.
Cuando en mi modesta lucha, como la de tantos otros jóvenes cubanos, tomé conciencia de la necesidad de un cambio radical en nuestro país, sumábamos ya más de 50 veces el número de personas que habitaban nuestra Isla, hablábamos el mismo idioma y éramos capaces de albergar sentimientos similares, aunque la mayoría no supiera leer ni escribir.
Al amanecer del 26 de julio de 1953, cuando llevamos a cabo la idea de tomar la fortaleza del Moncada y el cuartel Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo —16 meses después del golpe de Estado que llevó a Batista al poder por segunda vez el 10 de marzo de 1952, en vísperas de unas elecciones presidenciales donde sus posibilidades de triunfo se reducían a cero—, yo no tenía la menor noticia de la existencia de Camacho; él estaba igual que otros muchos jóvenes en cualquier parte del país cansados ya de soportar pobreza, desempleo, explotación e injusticia, que contrastaba con la vida privilegiada de una minoría asociada a los propietarios extranjeros. Quien no entendiera esto no entendería absolutamente nada.
Por mi cuenta había reclutado ya más de mil jóvenes, militantes del Partido Ortodoxo, que odiaban los abusos y horrores del régimen militar de Batista, quien tras el Golpe de los Sargentos el 4 de septiembre de 1933 usurpó, como sargento taquígrafo del Estado Mayor, la rebelión de los soldados que culpaban a los oficiales de los crímenes del “machadato”.
Gerardo Machado, antiguo y casi desconocido oficial del Ejército Libertador se convirtió, en virtud de los manejos intervencionistas y las costumbres de los yankis, en presidente del país, donde impuso un régimen sangriento.
Camacho y Gina, tal vez hasta el 26 de julio de 1953, ni siquiera habían oído hablar de mí; estudiante que concluía sus estudios como alumno de la Escuela de Derecho, y vencía también casi la totalidad de otras asignaturas de Ciencias Políticas y Diplomáticas de nuestra Escuela. Mis notas habían sido satisfactorias y debía además autosostenerme. Pero al circular las noticias que se expandieron rápidamente aquel 26 de julio de 1953, Camacho hizo todo lo posible para comunicarse conmigo, ofreciéndome sus conocimientos sobre las experiencias campesinas en el “Realengo 18”, de las que Pablo de la Torriente Brau había escrito un brillante relato antes de marchar a España para combatir el golpe traidor de Francisco Franco, el más fiel servidor de la Alemania nazi al desatarse la guerra genocida y criminal contra la URSS, primer Estado multinacional y socialista del mundo.
Pablo de la Torriente Brau murió en una trinchera de primera línea que defendía uno de los frentes de la República española, donde más de mil compatriotas cubanos se afirma que participaron en aquella guerra. Yo había leído varios de sus escritos que ayudaron a forjar una conciencia política. ¡Qué falta me habría hecho hablar con un hombre como Pablo de la Torriente, de cuyo libro sobre las luchas en el “Realengo 18”, ubicado en la región de Guantánamo, extraje conocimientos tan útiles!
Nadie creería que Camacho se convirtió en un dolor de cabeza adicional.
Quiéralo o no es una historia larga, y tal vez sin ella carecería de sentido lo que aquí escribo.
Cuando el Granma llegó a Cuba con 82 hombres a bordo, donde podían viajar con cierta comodidad 12 tripulantes, había tardado dos días más de lo previsto y por ello, de puro milagro, no se hundió a lo largo de más de mil millas, por los “nortes” tempestuosos de la época; o a 10 o 12 millas de la costa por las cañoneras de la tiranía. Un combatiente nuestro había caído al agua estando de guardia, nadie sabe si por casualidad o por cansancio, nos ocupó dos horas como mínimo a fin de salvarlo. Era de los que atendían el rumbo de la embarcación. El navegante principal, uno de los oficiales de la marina con el grado de Comandante, desplazado por Batista, se había ofrecido gustoso para acompañarnos. El problema es que en ese momento crítico del desembarco se olvidó de los faros que indicaban la ruta exacta de la entrada por aquella zona llena de riesgos, en las proximidades del faro ubicado en el extremo suroeste de la antigua provincia de Oriente.
El Granma había dado ya 3 vueltas y el exmilitar estaba solicitando una cuarta cuando ya amanecía e iba a salir el sol. Le dije con evidente irritación ¿tú estás seguro de que esa es la costa de Cuba?, más para fastidiar porque evidentemente era nuestro país: “Enfila a toda máquina hacia ese punto hasta que penetre la proa en la orilla”. Hecho esto, un viejo compañero, René Rodríguez Cruz, delgado y bajito, sin carga alguna, descendió por la proa. Tras él y confiado desciendo yo con fusil en mano, canana repleta en la cintura, y mochila en la espalda que pesaba más de 60 libras, incluyendo una pistola-ametralladora con muchas balas y otras cosas esenciales, pero a medida que me movía las piernas se enterraban más y más hasta que estuve a punto de ahogarme. Pude al fin salir auxiliado por otros compañeros, con fusil, canana, cantimplora, la dotación correspondiente, y comienzo a caminar. Raúl permanece en la nave hasta extraer la última arma que traíamos como alijo y comenzamos de inmediato a marchar. Dos horas tardamos en cruzar aquellos pantanos. Lo increíble es que estábamos a unos cuantos metros de un muelle, perfectamente visible, si la embarcación hubiese hecho el recorrido correcto.
Otro serio inconveniente fue que al producirse la sublevación de Santiago, dos días antes, los compañeros de aquella heroica ciudad no hubiesen cumplido la orden estricta de comprobar nuestra llegada a la costa antes de convocar al alzamiento, como estaba acordado y reiterado a una sola persona. Batista, que tenía sus fuerzas principales de aire, mar y tierra en La Habana, dispuso así de 48 horas para trasladar sus tropas élite a la provincia de Oriente y su aviación de combate al aeropuerto de Camagüey, desde donde tardaban apenas 20 minutos en llegar a la zona de operaciones.
Exploramos la zona más próxima al lugar donde habíamos arribado y no se habían reunido todavía todos los expedicionarios; los aviones enemigos volaban rasantes en busca nuestra. Al día siguiente, mientras marchábamos hacia el Este, fui observando bien el área, era llana a lo largo de varias decenas de kilómetros, propiedad de importantes empresarios azucareros de la alta burguesía, con caña en diversos estadios de cultivo que esperaban la próxima zafra que comenzaría en febrero. La zona cultivable estaba franqueada por una amplia faja de tierra rocosa cubierta por un bosque denso y tupido donde no podía sembrarse alimento alguno. Con anterioridad, nuestros hombres se habían ya reunido y contábamos con más de 50 fusiles con mira telescópica bien ajustados.
Las tropas élite fueron enviadas directamente a la región del desembarco y lo primero que hicieron fue ocupar la línea Niquero-Pilón con varios batallones para impedir nuestro acceso a la zona occidental de la Sierra Maestra a lo largo de la costa sur de la provincia de Oriente. A pesar de eso, el cuartel de Niquero era de madera y no habría podido resistir los disparos de 82 tiradores si hubiésemos desembarcado por el muelle que mencioné.
Tres días habíamos tardado en llegar a Alegría de Pío después que nos reagrupamos. Tras el rigor de las marchas por los terrenos pantanosos, después de un largo viaje, la fuerte tensión, el escaso alimento, y evadiendo los espacios donde la aviación podría descubrirnos y atacarnos, llegamos a un punto donde ubiqué los 82 combatientes.
Estaban tan agotados algunos compañeros que imaginé no podrían descansar en aquel terreno rocoso y decidimos ubicar la tropa en un pequeño bosque, a 100 metros aproximadamente, antes de llegar a ese punto.
De haber permanecido en el lugar escogido la noche anterior habríamos fusilado la unidad militar que nos perseguía por el rastro, pero era de noche y el enemigo no se movía a esas horas; por lo que di la instrucción de que el destacamento acampara a pocos metros de aquel lugar en un pequeño bosque de tierra cultivable, bordeada por caña.
Al día siguiente no fue inspeccionada la ubicación correcta de nuestra fuerza, y las postas en la retaguardia no estaban a la distancia correcta del resto del personal que seguía descansando. Nuestros hombres comenzaban a subestimar a un adversario demasiado cauteloso. Muchos dormían plácidamente. Nos faltaban a todos los conocimientos elementales de un sargento de pelotón.
Próximo al mediodía comenzó el juego aéreo del mando enemigo. Algunos aviones de combate pasaban por encima de nosotros a 500 metros aproximadamente, pero no disparaban. A medida que avanzaba la tarde iban volando a menos altura y aumentaban el número de vuelos. Era ya cuestión de esperar una hora más y dirigirse al bosque rocoso. No disponíamos de armas antiaéreas y, en tales circunstancias, habría sido lo más correcto introducirse en el bosque antes de que el enemigo comenzara el ataque. Pero no hubo ya tiempo, el enemigo atacó por aire y tierra tan pronto que los que nos perseguían chocaron con nuestra retaguardia, provocando una gran dispersión.
Yo, que estaba tendido con el fusil en la mano y la canana con todas sus balas me moví unos 15 metros, al iniciarse el ametrallamiento por aire y tierra me desplazo por el cañaveral que está a mi izquierda, desde la dirección que tomé, y me detengo apuntando hacia delante, pero ningún soldado enemigo penetró desde aquella dirección. Algunos compañeros cruzaban rápido por mi lado sin detenerse. Reconozco a uno de ellos, traía un fusil y varias balas en los bolsillos y se queda allí conmigo. Poco después llega Faustino Pérez, no trae arma alguna, pero sí noticias sobre el Che que estaba atendiendo, como médico, a un compañero mortalmente herido y después se había reunido con Almeida. La dispersión era total.
Cuando cesaron los disparos del cañaveral nos trasladamos al bosque que estaba, como dije, a menos de 100 metros. Había visto desaparecer abruptamente el trabajo de años. Quedaba conmigo un hombre con fusil, sin canana y varias balas. Tenía la esperanza de explorar el bosque donde suponía podría encontrar un número de compañeros bien armados y de buen temple, dispuestos a continuar la lucha. No hablé una palabra y me tiré a dormir en la paja de caña.
Bien temprano tuve una amarguísima experiencia. Le explico a Faustino, que era capitán como jefe de una organización aliada, la idea de explorar el bosque y él, que no llevaba ni su fusil, me responde tranquilamente: “¡No!, yo pienso que debemos seguir por aquí donde está la caña”. En ese instante me indigné tan profundamente que casi no podía articular palabra. Él provenía del Movimiento Nacional Revolucionario del profesor Bárcenas. Percibí casi instintivamente la enorme fuerza del “espíritu pequeño burgués” que en general era alérgico al marxismo, el leninismo y el socialismo. Aunque no lo manifestaran en voz alta sus acciones previas y posteriores lo demostraban así, a tono con esa mentalidad que los yankis habían extendido por el mundo desde el triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia, lo cual desde luego no le impedía a la pequeña burguesía oponerse al brutal golpe de Estado que era repudiado por el pueblo. Me apena decirlo porque Faustino era un hombre valiente, que se sentía feliz luchando en la clandestinidad. Cuánto aprendí al tener que tragar de un golpe aquella realidad.
Cuando tuvo lugar el movimiento de Paz Estenssoro en Bolivia, a raíz de la derrota del ejército boliviano por los mineros cargados de explosivos, y nosotros guardábamos prisión por los hechos del Moncada, Faustino se había convertido en barcenista, nombre derivado del apellido de un profesor de la Universidad, persona realmente sana, quien le había informado al profesor Agramonte, candidato sustituto de Eduardo Chibás en las elecciones presidenciales de 1942, que Batista realmente no estaba conspirando, porque todo marchaba bien entre los sargentos según sus noticias, pero desgraciadamente no tuvo en cuenta que esta vez la conspiración era con los capitanes y no con los sargentos.
Escribir la verdad siempre será una tarea amarga. Aquel mismo día, horas después de la acción enemiga en Alegría de Pío, lleno de indignación, hice lo que no debía mientras los aviones bombardeaban y ametrallaban el bosque, cuyas rocas de por sí a veces cortaban los zapatos de los caminantes como cuchillos afilados. Después que habíamos caminado tal vez una hora y media o dos, percibimos un avión civil de veinte o treinta pasajeros que daba vueltas en torno a nosotros que marchábamos a unos 600 metros del aparato por una caña recién sembrada. Años después yo, que recordaba la amarga experiencia, decidí observar desde un avión como aquel a esa distancia. Créanme si les afirmo que se veían hasta las gallinas y los pollitos caminando en las inmediaciones de las viviendas cercanas.
Aquella vez, 15 o 20 minutos más tarde, nos acercábamos a un punto situado aproximadamente a 25 metros, pero en este caso de un campo de caña quedada, alta y vigorosa, con una altura de no menos de tres metros, tras dos cayos de marabú, planta leguminosa pero espinosa y dura que es difícil de erradicar. Esta vez una avioneta de exploración daba vueltas en torno a nosotros, y en cuestión de segundos aparecieron varios aviones de combate de factura yanki, con cuatro ametralladoras calibre 50 en cada ala. Tres veces pasó la escuadrilla sobre nosotros cuando, tras cruzar el marabú, estábamos a pocos metros de la caña quedada. En cada ocasión yo llamaba a los otros dos compañeros para saber si estaban vivos o muertos.
Después del bombardeo, una avioneta ligera daba vueltas constantemente en torno a la caña donde nos ocultamos a pocos metros de la orilla y no podíamos movernos. Un sueño terrible me invadió en pocos minutos, fue entonces cuando coloqué la punta del cañón del fusil en la barbilla y en cuestión de minutos me dormí profundamente. No podía olvidar que después del Moncada, mientras amanecía, la patrulla de Sarría me había despertado con la punta de sus fusiles. ¿Tendría que soportar dos veces la misma escena? Había conocido ya aquella experiencia cuando tenía solo 26 años.
Todavía a estas horas no me explico por qué dejaron la avioneta vigilándonos y por qué sus soldados sedientos de sangre no registraron el lugar a pesar de las numerosas fuerzas que disponían.
Al penetrar en el bosque rocoso, Raúl, que era también capitán, se encontró con no pocos expedicionarios armados entre los cuales pudo reclutar 5 combatientes más, aumentando a 7 las armas, con las 2 que yo llevaba, el día que nos encontramos en Cinco Palmas. Entre los otros expedicionarios había excelentes combatientes, pero no habían logrado convencer a otros campesinos de creencias pacíficas, que por cuestiones de conciencia no podían acompañar a combatientes armados y, en tal caso, tomaron la decisión de esconder los fusiles y buscarlos después. En esas circunstancias llegaron sin armas a donde yo estaba; el enemigo se las había ocupado.
El adversario, dando por liquidada nuestra fuerza, se consagró a la búsqueda de nuestros restos en cualquier punto de la zona de combate. Sierra Maestra era el nombre del área occidental de aquella larga cordillera que se extiende al sur de la antigua provincia de Oriente, con alturas promedio aproximadas a mil metros, elevaciones de casi mil quinientos, e incluso de más de mil novecientos en el Pico Turquino. Varias de ellas se convirtieron en escenarios de emboscadas y reñidos combates entre las tropas de la tiranía y los jóvenes patriotas. Pero no era una cuestión de armas y recursos, era una batalla de ideas.
En aquel azaroso proceso, una tarde en la que el Che sufrió un fuerte ataque de asma, lo cual nos obligó a ocultarlo con la mayor seguridad posible y proseguir la marcha, arribamos a un punto en horas del mediodía donde era habitual escuchar las noticias en un radio de pilas que utilizaban comúnmente los campesinos. Ese día el general Tabernilla, viejo cómplice de Batista y Jefe de su Ejército, habló por radio tras la visita de Matthews, brillante y capaz periodista del New York Times que había reportado desde España noticias sobre la Guerra Civil. El grotesco mensaje del criminal jefe del ejército de Batista afirmaba: “Quedan doce y no les queda otra alternativa que rendirse o escaparse si es que pueden… Hay que darle candela al jarro hasta que suelte el fondo”. Se había encariñado con tal frase.
Pasé en ese instante la vista sobre los compañeros y estábamos 12 expedicionarios del Granma; ni uno más ni uno menos. El cínico general, que a pesar de su cargo nunca visitó a sus tropas en la Sierra Maestra, había dicho por azar la cifra exacta. En ese momento exclamé con fuerza: “¡Jamás intentaremos escapar y ninguno se rendirá nunca!”. Entre ellos estaban Raúl y Camilo.
Se comprenderá que no podemos olvidar que fue un privilegio y no un mérito haber vivido esta experiencia, que desentrañarla constituía una tarea ardua. Todos tenemos siempre una sed insaciable de comprender el sentido de la vida y cómo serán los tiempos venideros.
Gina, en su libro, me ayudó a recordar y comprender con más precisión el pensamiento que me impulsaba en aquellos intensos años que viví, aunque sí estoy consciente de que más que un prólogo estoy escribiendo un capítulo de la Historia de una gesta libertadora 1952-1958.
El Comandante de la Sierra Maestra, Julio Camacho Aguilera, y su esposa Georgina Leiva Pagan, autora y protagonistas del libro ¨Historia de una Gesta Libertadora 1952-1958¨, durante su presentación , en el Memorial José Martí, en La Habana, el 31 de enero de 2014. AIN FOTO/Marcelino VAZQUEZ HERNANDEZ/
El Comandante de la Sierra Maestra, Julio Camacho Aguilera, y su esposa Georgina Leiva Pagan, autora y protagonistas del libro ¨Historia de una Gesta Libertadora 1952-1958¨, durante su presentación , en el Memorial José Martí, en La Habana, el 31 de enero de 2014.
AIN FOTO/Marcelino VAZQUEZ HERNANDEZ/
Aquella dura guerra prosiguió a lo largo de dos años y 29 días. Fue nuestra escuela básica. La experiencia, el azar y la intensidad de nuestros sentimientos nos condujeron al triunfo. Aquella guerra fue la escuela donde aprendimos a combatir con eficiencia.
En la última Ofensiva Estratégica nuestras fuerzas no alcanzaban todavía 300 hombres con fusiles de guerra, contra los que la tiranía lanzó 14 batallones de infantería terrestre, vehículos pesados, obuses, morteros de 82 milímetros, bazucas, numerosos aviones caza y bombarderos B-26.
Las tropas enemigas sufrieron más de mil bajas entre muertos, heridos y prisioneros. Las nuestras se incrementaron a cifras de más de mil combatientes armados, solo en el Frente número 1 de la Sierra Maestra.
Han transcurrido algo más de 56 años desde los primeros combates. Uno a uno he ido conociendo los nombres de los compañeros que desde el Moncada y el Granma fueron muriendo, y de otros muchos que sobrevivieron.
El comandante Raúl Corzo Izaguirre era uno de los cinco jefes que, bajo la dirección del general Eulogio Cantillo, dirigió la última ofensiva que lanzó el Ejército de Batista contra las fuerzas rebeldes que defendían la zona occidental de la Sierra Maestra y la estación radial de la jefatura revolucionaria, que jamás alteró un solo dato, pues era el vehículo de información de todo el país, norma que aplicaron la totalidad de las emisoras de nuestras columnas sin excepción alguna.
Entre los más importantes jefes de las tropas adversarias habían sufrido elevadas bajas, en dependencia de las misiones que les asignaban. El principal de ellos era Sánchez Mosquera, que comandaba los paracaidistas inicialmente con el grado de Primer Teniente. En aquella ocasión el experto oficial —después de nuestro primer combate victorioso en la Plata—, iba delante de cientos de soldados de un batallón a cumplir la misión de chocar primero con nosotros. Por esa razón varios de sus paracaidistas cayeron bajo los disparos certeros de nuestros tiradores e incrementamos nuestras armas de guerra.
Mi carta dirigida a Corzo el 10 de septiembre de 1958, escrita de puño y letra pero inteligible, ya fue publicada en el libro de Gina. No me queda otra alternativa que incluirla textualmente si realmente puede ayudar a comprender aquella coyuntura histórica:
Septiembre 10, de 1958, Sierra Maestra.
Estimado señor:

He sido informado al detalle de cada una de sus palabras. Creo poder hacerme un juicio bastante exacto de su pensamiento. Me gusta su franqueza. Habla, sobre todo, muy alto de usted, sin haberse dejado atolondrar por la propaganda interesada con que hubieran podido convertir en instrumento fácil a cualquier hombre vanidoso y sin carácter. Quisieron sustituir con Usted al primero de su curso, cuya fama, Usted sabe bien, la ganó con mucha ignominia y la perdió sin mucho valor. Lo que dice Usted del héroe verdadero es noble y justo de su parte. ¿Quién lo puede saber mejor que usted o nosotros? Yo lo aprecio a él también muy sinceramente, por la dignidad con que combatió y el cariño que supo ganar en sus hombres lo que dice mucho de un Oficial, aunque la fortuna le fue adversa y tal vez por eso con más razón obliga a nuestra caballerosidad. ¡Qué pena pensar con las intenciones de Jefes tan innobles y mucho menos considerados con el compañero al que sacrificaron vergonzosamente, que sus propios adversarios! De haberse visto Usted en situación similar habría trocado en infamia los hipócritas honores que les tributaron. Lo hemos retenido prisionero pensando precisamente en que lo iban a hacer víctima de alguna canallada. Ya lo fue bastante de los errores y la incapacidad del mando. Algún día se escribirá la verdad de todo esto. Lo que a él le pasó, además, ayudó para que se preocuparan algo más por Usted. También él tiene de Usted un alto concepto que me ha expresado reiteradamente.
Aunque lo que Usted propuso como solución buena (aquello del Señor C. M. S.) es algo totalmente inaceptable por nosotros, ello me revela que Usted se prevenga con sinceridad, y no lo mueven ambiciones que podrían estar al alcance de sus manos. Pues es muy cierto lo que Usted afirma de ser el único que cuenta con algo en este instante.
La mayor parte de sus compañeros que ostentan mandos han sido tan indolentes que ni siquiera se han preocupado del cariño de sus soldados. Y parece ser cierto también que usted es mucho más decidido. Eso, aparte de ser una apreciación personal es lo que dicen de Usted los que lo conocen, quienes añaden además, que Usted es hombre terco, lo que puede ser una virtud en determinadas circunstancias.
Mi poca fe en la mayor parte de los militares cubanos está en las vacilaciones que los caracteriza y la forma in gloriosa con que suelen caer de sus mandos. Tengo que hacer una excepción muy justa con el Capitán Ch. Aunque fue desprevenido en demasía. Después han tratado de cubrir su nombre de infamia con la táctica repugnante y odiosa de los que no respetan sentimiento alguno.
El papel de la oficialidad del Ejército no puede haber sido más triste. No me refiero a las campañas donde los fracasos no son más que consecuencias lógicas de defender tan funesta e impopular causa. Ningún Ejército con tradición, madurez y conciencia de su destino se habría dejado arrastrar a una situación semejante. Manteniendo la ascendencia en la tropa y el descrédito en los cuadros de oficiales que se saben sin influencia en los soldados, una Dictadura podía mantenerse indefinidamente mientras no se viera en la necesidad de librar una guerra; porque para librar una guerra hace falta algo más que un instrumento de opresión. La oficialidad no sé ha preocupado por contrarrestar esa política mientras con ausencia total de espíritu de cuerpo veían caer una tras otro sus mejores valores. Usted en cierto sentido, puede agradecernos a nosotros la oportunidad de haber hecho algo en ese sentido, porque es la guerra, compartiendo riesgos, privaciones y esfuerzos el ambiente idóneo para ello.
Ha sido Usted más previsor que otros.
Al hacerle estas líneas, ni con muchas ni con pocas esperanzas de que hayan de ser de alguna utilidad, deseo puntualizar algunas ideas y conceptos.
Nosotros estamos convencidos de que tenemos la razón en esta guerra.
Personalmente, no lucho por aspiración alguna. Esto casi huelga decirlo. Tengo, además, muy mala opinión de los hombres vanidosos y pienso como Martí ‘que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz’.
He vivido en esta lucha muy difíciles momentos sin perder la fe y momentos de triunfo sin perder la cabeza, desde cuando nos vimos solamente doce en pie de lucha y apenas podíamos resistir a un pelotón, hasta que fuimos suficientemente fuertes para rechazar uno tras otro a los mejores batallones del ejército. En cada una de las etapas de esta lucha, he procurado tener una idea muy exacta de nuestra situación y de la situación de los intereses que combatimos.
Soluciones que para nosotros habrían constituido un triunfo hace un año o más, hoy no pueden satisfacer a nadie, porque los hombres no mueren en vano.
Se llegó a la guerra por negársele a la Nación una parte de sus exigencias y hoy no se puede llegar a la paz si no se acceden a todas.
No se nos quiso dar cuartel cuando la suerte nos era adversa. Tabernilla dijo: ‘Quedan doce y no les queda otra alternativa que rendirse o escaparse si es que pueden…’. No puede esperarse de nosotros la menor disposición a darlo cuando todas las circunstancias nos son favorables.
Cuando la huelga fracasó no se pensó en ofrecer al país una paz honorable, sino que se lanzó contra nosotros todas las fuerzas para exterminarnos. La ofensiva terminó en desastre y los que propugnaron esa torpe e implacable política deben prepararse a cosechar sus amargos frutos.
¿Por qué hemos de tener la menor consideración con el Régimen que la propició, con los Jefes militares que la respaldaron? ¿Cree Usted que puede devolverse la vida a los cientos de campesinos asesinados sin razón, rectificación ni excusa posible?
La Revolución que es un propósito renovador, una aspiración de justicia en los pueblos, pudo haber sido aplastada hace dos años, si hubiera existido un poco de previsión, de inteligencia y de sentido histórico en Batista. Pudo haberlo cedido todo, hasta su cargo, que ya había disfrutado 5 años, con todos sus gajes y suculentos beneficios a cambio de un solo compromiso: la intangibilidad de los cuadros del Ejército. Nadie se habría podido oponer a esa solución, habría conservado toda su influencia política y militar en el país; no se le hubiera podido pedir cuentas de todas sus desvergüenzas pretéritas y presentes; con él se habría salvado hasta su propia camarilla; porque los pueblos en su afán de paz son capaces de perdonar muchas cosas; los que deseamos cambios más hondos en nuestra vida pública nos habríamos visto arrinconados y habríamos tenido que resignarnos a la podredumbre de la política tradicional, con la tristeza infinita de ver impunes tanto crimen, en espera de otra coyuntura.
Tal vez nos habríamos puesto viejos.
Hoy, es el reverso por completo. El Ejército ve en peligro su propia existencia; los soldados están despertando a la realidad; los que se decían sus amigos han preferido sacrificar los institutos armados antes de ceder un ápice de sus intereses, sus ambiciones bastardas, sus apetitos de poder; la paz se ha convertido en un clamor y si la paz no puede lograrse de otra forma que derrumbando el tambaleante edificio, nadie estará dispuesto a morir bajo sus ruinas para sostenerlo.
A pesar de que un acuerdo entre militares y revolucionarios, es lo que podría salvar al ejército todavía de su total desintegración, ello resulta muy difícil por carecer este de un líder de alta jerarquía con fuerza propia y moral suficiente para hablar a nombre del Cuerpo; y los militares más conscientes, pero de menor jerarquía, imposibilitados de vertebrar sus esfuerzos para actuar por su cuenta propia dentro del Cuerpo, no hacen causa común con la Revolución por invencibles a virar sus armas contra la tiranía. Como si Batista fuera el Ejército, como si los Tabernilla, Chaviano, Pilar García y demás Jefes criminales y ladrones fuesen el Ejército, se llama deslealtad conspirar contra ellos, se llama traición el derecho y el deber de revelarse contra la criminal y corrompida autocracia, aunque no fuese más que para salvar al Ejército de su desintegración y salvar la vida de tantos soldados que están muriendo y van a morir en aras de una innoble y vergonzosa causa, si es que no les interesa para nada el destino de la nación.
Batista está en un callejón sin salida y con él el Ejército. Esta verdad que hoy es patente lo será más cada día en la misma medida que vaya siendo cada vez más tarde para remediarla, sobre todo cuando la falta de previsión es completa y la ceguera absoluta.
El Ejército se desarticula a ojos vista, sin que nadie lo pueda impedir, por que los ejércitos nacionales se fundan para fines más nobles que el crimen, el pillaje y la represión; la actitud de la tropa es de absoluto desgano; pocos son los oficiales y cada vez menos, con ánimos de llevar sus unidades al combate, y no por falta de valor, sino por algo más doloroso e irremediable por falta de aliento moral, de razón para luchar, porque no puede haber valor sin convicción. Los nuevos reclutas desertan por cientos. La lucha sin embargo no ha entrado en su etapa más dura. Sin que ya se pueda impedir, las columnas rebeldes, se extenderán por todo el territorio y sabido es que donde quiera que llegan prosperan rápidamente. Sesenta hombres que partieron de la Sierra Maestra hace seis meses hacia el Norte de la provincia hoy ocupan un extenso territorio de miles de kilómetros cuadrados, que es modelo de organización, administración y orden, en cuyo seno se encierran las riquezas de diecisiete centrales azucareros, y las reservas de minerales más valiosas de Cuba. El 95 % de la producción de café se encuentra en territorio libre. No teníamos cuando empezamos nosotros morteros 81, ni bazookas, ni cientos de armas automáticas como las ocupadas en la última ofensiva. La necesidad nos enseñó a luchar con las manos vacías; pronto lucharemos con las manos llenas.
La Revolución progresa; la Dictadura retrocede.
El embargo de armas en E. U. se mantendrá; la compra de equipos a Israel ha sido impedida por nuestros amigos en el extranjero, después de estar depositado ya un millón de pesos; el Gobierno se ve obligado a adquirir armas sin autorización como vulgar contrabandista. El panorama no puede ser más desolador. Los días pasan, las garantías continúan suspendidas, la censura no se levanta, solo hablan los políticos más depravados cuyas voces nadie escucha, cuyos gritos impotentes de hombres sin pudor ni prestigio nadie atiende y solo contribuyen a ser más repugnante y asquerosa la asfixiante atmósfera.

Batista no tiene salida posible. ¿Decide quedarse? Tanto peor para él y para el Ejército; la rebeldía y la conspiración se triplicaría. Que decide irse, entregando el poder a la seudo-oposición que le hace el juego. ¿Cómo podría Batista entregarle el poder a Grau, en medio de una guerra civil después de haberles estado diciendo a los soldados durante siete años que el Golpe del 10 de Marzo fue una necesidad frente a la anarquía y las agresiones de los gobiernos auténticos a las Fuerzas Armadas? Y cómo Márquez Sterling tiene todavía menos votos que Grau. ¿Van a poner a los soldados a rellenar urnas a favor de Márquez Sterling? ¿No le parece a Usted que sería el colmo de la farsa en medio de tanta sangre derramada? ¿Para eso han hecho morir a los soldados?
El pueblo no aceptaría jamás el resultado de esas elecciones donde están ausentes las fuerzas políticas mayoritarias y sanas del país, por la falta de garantías, el terror y la desconfianza general. No hay derecho a condenar la nación al Gobierno de los peores; todos nuestros males se agravarían. Ninguno de esos políticos tendría autoridad para restablecer la paz en el país.
No reconoceremos el resultado de esas elecciones que constituyen una burla sangrienta. La revolución ofrece algo mejor y distinto para Cuba, como una esperanza a la que no pueden ser insensibles esos mismos soldados a los que han llevado a una guerra criminal e injusta.
Cuando los militares hablan de orden al oponerse a un cambio brusco piensan tal vez demasiado en la sangre que el pueblo en justa venganza pueda hacer derramar a la caída de la tiranía.
Todo espectáculo de muchedumbre enloquecida es deprimente y sirve para desacreditar y culpar de sus excesos a las revoluciones. Pero los culpables de que haya desordenes son los que propugnan la impunidad del crimen y el delito en general, y obligan a los pueblos a tomar venganza por sus propias manos. A muchos militares les preocupan ahora esos desordenes, pero no les ha preocupado nada impedir los asesinatos en masa de infelices campesinos, las torturas espantosas que sufren los revolucionarios en las cámaras de torturas policíacas, los crímenes cometidos en todas las ciudades y pueblos de la Isla por los esbirros del régimen y los gángsteres de Manferrer sujetos extraídos de las prisiones que para vergüenza de las Fuerzas Armadas están ejerciendo funciones de orden público. No hay derecho ahora a invocar el orden como un escudo entre la vindicta del pueblo y las cabezas de los culpables. Los hombres de orden no toleran el crimen. Y los que lo han tolerado por impotencia tienen que aceptar también como inevitable los desgarramientos dolorosos de la
Revolución que es una consecuencia del despotismo, la injusticia y el crimen.

A la hora de analizar Usted nuestros puntos de vista debe tener presente las siguientes consideraciones:
a) Nuestras Columnas tienen órdenes de continuar operando inalterablemente si se produce cualquier golpe de Estado que no este inspirado en un acuerdo entre militares y revolucionarios sobre las bases contenidas en el discurso que le adjunto.
b) No aceptaremos el resultado de las elecciones del 3 de Noviembre.
c) Estamos absolutamente seguros de que si la lucha prosigue hasta sus últimas consecuencias el país entero se revolucionará y los institutos armados serán impotentes para resistir.
Le hablo así porque sé que Usted me agradecerá mucho más la franqueza que la diplomacia. Para Usted esta comunicación es riesgosa y no sería en ningún sentido caballeroso de mi parte, ni natural en mí, ocultar lo que pienso. Así, Usted podrá resolver si considera conveniente o no proseguir el contacto.
Una entrevista es casi imposible para Usted. Por eso le escribo con amplitud mucho de lo que podría expresarle personalmente. Más, si lo considera imprescindible, podría idearse algo como la devolución de algún oficial prisionero (que no fuese el Comandante Quevedo), por su zona que facilitase la oportunidad.
Yo estimo que Usted no debe exponerse a actos que puedan hacer recaer la atención sobre su persona. Su amigo civil, que lo es también nuestro, no sería un buen contacto, pues está muy señalado y aunque sé que nunca lo traicionaría a Usted ni a nosotros, no estoy seguro de que no se deje llevar por la emoción y algo se filtre. Una mujer sería el contacto más seguro. Yo tendré sumo cuidado en velar por la seguridad de Usted y cualquiera que fuese el resultado puede Usted contar siempre con mi más absoluta discreción de adversario leal.
Si se decide a asumir la responsabilidad de un movimiento revolucionario en el seno del Ejército para lograr la paz sobre bases justas y beneficiosas a la patria, podría contar con varios comandantes de los que están al frente de los batallones, que Usted sabe bien quiénes pueden ser, como sabe también a los que debe arrestar sin darle tiempo a nada, los que por cierto cuentan con antipatía unánime de la tropa.
El nombre suyo es respetado y obraría como un resorte entre oficiales y soldados que solo esperan por un hombre resuelto. Podría asegurarse la ocupación de algunos blindados e incluso de aviones en tierra. Usted tendrá mejores informes que yo. Situadas las tropas después en lugares distintos a los habituales pueden desorientar la acción del resto de la Fuerza Área.
Una acción al anochecer le permitiría disponer de muchas horas para tomar disposiciones. Usted teme que ataquen con bombas cualquier ciudad. Si se ocupan varias ciudades en vez de una el peligro de ataque aéreo quedaría diluido.
Nosotros nunca hemos planteado que los militares se pasen a nuestras filas si no que desarrollen una acción revolucionaria en el seno del Ejército que contribuya a poner fin a la tiranía y a lograr la paz, en beneficio de la nación que es la única a la que deben lealtad los soldados.
El Ejército necesita, además, de un gesto que lo reivindique a los ojos de la nación de su complicidad con la Dictadura. La oficialidad sobre todo lo necesita más que nadie. Observe lo que ocurrió con la oficialidad del Ejército a la caída de Machado; los propios soldados los expulsaron pretextando que no tenían moral para mandarlos. Nadie sintió luego mucho respeto por aquellos hombres despojados de sus uniformes y sus grados. Y yo le aseguro que con esta etapa han ocurrido cosas mucho más graves que en el Machadato.
Aunque sé que Usted podría contar con otros Jefes y sus unidades si así lo desea, tengo la seguridad de que su batallón sería más que suficiente para apoderarse de la Jefatura de Operaciones. Todo es cuestión de sorpresa y rapidez. Nosotros podemos concentrar con alguna rapidez de uno a dos batallones en cualquier punto entre Manzanillo y Santiago de Cuba.
Yo en su lugar, haría contacto sólo con muy pocos jefes de los que me ofrecieran mayor seguridad y actuaría con las tropas directamente a mi mando para que los demás secundaran.
Podrán ocuparse en una noche casi todas las ciudades y pueblos situados entre los dos puntos anteriormente mencionados. Al otro día, tenga la seguridad de que los Generales han abandonado a Columbia.
Eso si: tome todas las precauciones y no se deje arrastrar por hombres que no tienen el valor, el carácter, ni la inteligencia suya. Ojalá sirvan de algo estas líneas. Yo, por mi parte, no dejaré de sentir alguna nostalgia cuando esta lucha haya concluido.
Fraternalmente. Fidel Castro.
Al publicar esta carta Gina explica:
Mientras en La Habana la marcha de las conversaciones con los militares se desarrollaba con bastante lentitud. En la Sierra Maestra, el Comandante en Jefe Fidel Castro, desplegaba toda su estrategia, haciendo llamados a la conciencia patriótica de los militares, en un documento que decía:
Sierra Maestra, octubre 23 de 1958. Hora: 10 a.m.
Estimados compatriotas:
He sido informado de los contactos, aunque tengo la impresión de que aun no han elaborado ustedes un plan concreto. Yo considero que lo importante es tener el sentido de las posibilidades. Casi todos los movimientos de ustedes han fracasado por carecer de ese sentido. Son descubiertos cuando intentan ampliarlos. Eso tendría más justificación cuando no había un proceso revolucionario tan avanzado. Hoy, una sola compañía que se rebele, media docena de oficiales que abracen la causa de la Revolución sería un golpe moral desastroso para la Dictadura que con el actual estado de descontento, no sería difícil que lo siguiera todo el Ejército en pocas semanas. Yo les puedo asegurar a ustedes que infinidad de militares están en disposición de unirse a la causa revolucionaria, pero esperan que otros den el primer paso.
Pero me temo que ustedes cometan el error de querer hacer un movimiento vasto y seguro, lo cual resulta muy difícil y no es la táctica correcta.
Los militares cubanos han vacilado mucho. Esa falta cometida por los oficiales del Ejército en el Régimen de Machado, les costó la pérdida total de su autoridad. Los mismos soldados después no querían perdonarles la pasividad con que aceptaron aquel estado de cosas.
Batista ha logrado controlar el Ejército con una docena de incondicionales y asesinos. Es vergonzoso que por un falso sentido del espíritu de cuerpo, hombres honorables hayan sido obligados a cumplir las órdenes de esos asesinos. Estoy seguro que no pensaban en eso cuando ingresaron en la Escuela de Cadetes. Un Militar realmente Honorable, si lo piensa bien, no combatiría jamás por un régimen que viola mujeres, tortura ciudadanos y asesina hasta los prisioneros de guerra heridos. Y cuando el Ejército, por inercia, por impotencia o por la razón que sea, tiene que defender ese régimen, lo correcto es abandonar sus filas. El Ejército ha sido convertido por Batista en una mancha nacional de vicio, de corrupción y de crimen. ¿Vale la pena sacrificar una sola vida joven y valiosa a una causa indigna? Los Jefes y Oficiales del Ejército pasan, pero la República queda. Lo permanente es la Patria; el Ejército se puede renovar, cambiar, depurar, porque su única función debe ser servir al País. ¿Qué esperan los oficiales jóvenes para revelarse? ¿Qué lazo histórico o moral los puede ligar a Batista, Tabernilla, Chaviano, Meroc Sosa, Ugalde Carrillo, Pilar García, Ventura y demás amos de los institutos armados? ¿No comprenden que los han convertido en instrumento del más estúpido y sanguinario régimen que ha sufrido Cuba y que ante el Pueblo y la Historia los están convirtiendo también en cómplices? ¿Por qué revolucionarios y militares honorables no podemos juntarnos? ¿Es qué no corre la misma sangre cubana por las venas de militares y rebeldes? ¿Es qué no nos hemos abrazado después de un combate victorioso como en El Jigüe? ¿Por qué no nos damos ese abrazo antes, salvamos vidas valiosas y combatimos juntos en bien de la patria, contra los malvados que la oprimen? ¿Censurará la Historia que los militares dignos den ese paso? ¿Censurará el Pueblo que los militares de honor viren sus armas contra la Tiranía? ¡¡NO!! Los militares que tengan la grandeza, en esta hora, de poner sus armas junto al Pueblo, merecerán gratitud especial de la Patria. No dejen de tener en cuenta la exhortación que les hago de que actúen dentro de las posibilidades reales con que puedan contarse, no dilaten la acción y sobre todo no se dejen arrestar sin ofrecer resistencia, para lo cual deben tomar todas las medidas provisorias que las circunstancias exigen. No pueden dejarse detener por Meroc Sosa y sus esbirros que no tienen el valor y la dignidad de ustedes.
Fraternalmente, Fidel Castro Ruz.
Guillermo García, joven campesino de la Sierra, audaz e inteligente, era un miembro del Movimiento 26 de Julio que prestó relevantes servicios a los restos del destacamento. Fue el primer contacto que hicimos. Su padre fue el primer campesino que nos visitó en pleno bosque, donde llevó comida humeante.
Le di cualquier nombre, pero él miraba insistentemente una gorra verde donde yo tenía una estrellita dorada, cuando no teníamos más que dos fusiles. Como es lógico, hizo algunas anécdotas sobre la estrellita, aún así, no recuerdo el nombre que le di y ¿qué hacía Guillermo? Era el mejor y más atento amigo de los militares, los atendía y les prestaba cualquier servicio. Él me pidió que no cruzara la línea enemiga la noche siguiente ya que los soldados estaban preparándose para retirarse al otro día. Yo le tenía realmente confianza pero, tan pronto se marchaba, me ubicaba en otro punto para vigilar sus pasos. Gracias a él logramos recuperar otras 11 armas adicionales, casi todas con mirilla telescópica. Nuestra primera victoria sobre un pequeño destacamento enemigo se realizó con 18 armas de las nuestras, y rescatamos en el primer combate 12 más, sin un solo rasguño en nuestras filas.
Casi exactamente 2 años más tarde, le ocupamos alrededor de cien mil armas a la tiranía. Fuerzas nuestras, con Camilo y el Che habían avanzado hasta el centro del país. El Primero de Enero, al llegar con el amanecer la noticia de la fuga del Tirano, ellos, que estaban enfrascados en la tarea de rendir las fuerzas de Santa Clara, recibieron instrucciones de avanzar rápidamente en vehículos de motor por la carretera central; el primero hacia el Campamento de Columbia en la capital y el segundo para la Fortaleza de la Cabaña, sin detenerse a combatir contra fuerzas enemigas aisladas en el camino. El estallido popular era tan fuerte que ninguna estaba en condiciones para combatir.
Ese propio día tomamos la ciudad de Santiago de Cuba, defendida por numerosos batallones enemigos, sin disparar un tiro, evitando una batalla alrededor y dentro de la ciudad que duraría 5 días de creciente intensidad. El adversario pidió parlamento y dejó de resistir.
Ni Camacho ni nadie podían imaginar que el pequeño ejército de la Sierra Maestra podría derrotar al poderoso ejército de la tiranía, preparado rigurosamente por los más expertos del mundo en materia de represión y espionaje.
Camacho Aguilera, conspirador valiente y constante, visitaba, en autos siempre manejados por mujeres, las discretas viviendas de oficiales en los que, según sus informes, podía confiar, situadas en el Cuartel General de Columbia.
De Lidia y Clodomira, que hacían contacto de alguna forma con oficiales del ejército, no quedó ni rastro después de ser detenidas, y durante muchos meses nos quedamos en las montañas sin noticias de ellas.
Solo me restaría contar que el 3 de enero, con un destacamento de solo 30 hombres que no había podido reducir más, me reuní en la ciudad de Bayamo con alrededor de 3 mil soldados y oficiales de la tropa élite del Ejército de Batista que portaban todas sus armas, ametralladoras, cañones pesados, carros de combate y tanques. En ningún lugar me habían recibido con tanto entusiasmo como en aquel punto. No estaban recibiendo a alguien que tomara el poder tras un golpe de Estado, ni un político que obtuviera la victoria en unas elecciones, sino a un combatiente de pensamiento muy distinto al de ellos, que, sin embargo, había curado a todos los heridos y respetado la vida a cientos de prisioneros, que nunca permitió la tortura de ninguno de ellos, a pesar de los repugnantes y odiosos crímenes que la tiranía de Batista había impuesto a las Fuerzas Armadas. Una gran parte de aquellos hombres eran oficiales graduados en academias o suboficiales bien entrenados. Me habría gustado que muchos hubieran podido incorporarse a la sociedad, pero habían ya dos tipos de cubanos que eran irreconciliables tras los asesinatos y las torturas cometidas por el aparato represivo del odioso régimen: los militares y los rebeldes. Era algo absolutamente insoluble.
Documentos esenciales que mencionan estos hechos estaban en los archivos de Batista y fueron ocupados por nuestras tropas en el propio Cuartel General de la tiranía.
Fidel Castro Ruz
Enero 20 de 2014
5 y 12 p.m.


Datos del libro: Historia de una gesta libertadora 1952-1958
Autora: Georgina Leyva Pagán
Prólogo: Fidel Castro Ruz
Editorial: Ciencias Sociales, La Habana, 2014
Segunda Edición
En la Comandancia de la Sierra Maestra. En el centro el Comandante en Jefe Fidel Castro y a su izquierda, con espejuelos, Julio Camacho Aguilera.Archivo de  Juventud Rebelde
En la Comandancia de la Sierra Maestra. En el centro el Comandante en Jefe Fidel Castro y a su izquierda, con espejuelos, Julio Camacho Aguilera.Archivo de Juventud Rebelde

Cuando los niños llaman a Fidel




Fidel y un niño de la Escuela Vilma Espín, de Playa, en La Habana. Foto: Juventud Rebelde

Cada vez que lo ven acercarse, desde las áreas del complejo educacional Vilma Espín, en el municipio capitalino de Playa, los niños se aglomeran y le dicen a coro: ¡Fidel, amigo! ¡Yo quiero estar contigo! Entonces el líder de la Revolución los saluda y en muchas ocasiones ordena detener el auto para conversar con ellos.

Así sucedió el pasado miércoles 6 de abril, mientras ensayaban el matutino por el tercer aniversario de la escuela, los 86 años de Vilma, y los 55 de los círculos infantiles, una de las obras más sensibles de la Heroína de la Sierra y el llano.

«Estábamos en el portal, perfilando los últimos detalles del acto, cuando vimos que Fidel iba a pasar por la carretera que nos queda enfrente», cuenta emocionada Rubizaida Riverón Pozo, directora del Complejo. «Enseguida los saludos, las consignas y, de pronto, el Comandante nuevamente entre nosotros.

«De inmediato se interesó por lo que estábamos haciendo. Cuando le comentamos sobre la actividad para el siguiente día, y lo invitamos a que asistiera, nos dio las gracias y nos dijo que trataría de estar, que no era seguro, pero que empezáramos a la hora prevista si él aún no había llegado…».

Así fueron creciendo las expectativas entre los profesores y el centenar de alumnos del Complejo, un centro fundado por él en 2013, en el que se transita directo del círculo infantil a la primaria. Próximamente, en septiembre, se completará el ciclo hasta la secundaria, señala Rubizaida.

Fidel considera que el tipo de escuela y círculo fundado por la Revolución en ciudades debe revolucionarse para estar a la altura de nuestra inusitada época. Explica que «ese es un deber como militante revolucionario mientras respire».

Cerca de un sueño

Como todos deseaban, Fidel visitó al centro docente por segunda vez en menos de 24 horas. «¿Llegué tarde?», preguntó, mientras los pequeños, acompañados por sus padres o maestros, volvían a decir: ¡Fidel, amigo! ¡Yo quiero estar contigo!

Precisamente, a los niños dedicó muchas de sus ideas en el encuentro. La pionera de sexto grado Lorena Reyes Ramírez, jefa de colectivo, considera un gran privilegio escucharlo y agradecerle, a nombre de los demás, su presencia física y «todo lo que ha hecho por nosotros».

«Contó anécdotas de su etapa de estudiante en el capitalismo. Comparó aquella época con todo lo que tenemos hoy, por ejemplo, en esta escuela. Y al ver nuestra preparación nos llegó a decir que contamos con más experiencia que los propios maestros, excelentes y combativos jóvenes, pero que aquellos no tuvieron el privilegio de compartir las nuevas experiencias.

«Nos habló de la importancia de estudiar mucho, de portarnos bien, de tener disciplina. Se preocupó por lo que queríamos ser en el futuro. Habló, además, de la necesidad de alimentarnos correctamente, de tener una dieta balanceada. Nos dijo que nos veía muy saludables y se interesó por el menú del día», comenta Lorena.

Igual satisfacción sienten otros pioneros como Maryanis, Talía o Zurizaday, porque pudieron dialogar directamente con el Comandante, quien le estrechó la mano a cada uno. Anteriormente, ellos tenían que recorrer casi tres kilómetros para asistir al colegio, o tomar un transporte, con los riesgos que implica, señala Yordanka Fernández Trujillo, la administradora del centro. Ahora, en el Complejo Vilma Espín, pueden entrar al círculo infantil y no salir de allí hasta terminar la primaria, que pronto será hasta el noveno grado, en la propia escuela rural.

Esas características, junto con la excelencia del claustro, llamaron la atención de Fidel, quien exclamó: «los que estamos aquí consideramos un privilegio reunirnos en esta escuela hoy, porque esta institución se va acercando a un sueño. Trataba de recordar si supe de algún lugar donde se aplicara este concepto y no aparece. Ojalá pronto la idea pueda aplicarse a todos los niños. Será preciso seguir de cerca la experiencia».

Maestros jóvenes como Elsa María Bermúdez ven los momentos vividos ese día con Fidel como una jornada de compromiso eterno con la patria, pues «tuvimos la suerte de que nos hablara directamente y reconociera cómo esta escuela puede convertirse en modelo para la educación, con el aporte de los jóvenes». De igual forman opinan Yailenis Pérez, Yaicel Ramírez, Elimay Piloto y otros que con apenas 20 años imparten clases en los distintos bloques docentes de la institución, que incluyen biblioteca y laboratorios de computación.

También durante el encuentro, algunos de los 22 niños del círculo infantil mostraron espontáneamente al Comandante lo que han aprendido con sus educadoras y auxiliares. Uno de ellos, Keyler Bryan Portelles, de cuatro años, tomó el micrófono y recitó Cultivo una rosa blanca, de José Martí.

Otro pequeño, Alex David Ramírez, también de cuatro, declamó una décima dedicada a Vilma, escrita tras su muerte: Vilma, Cuba está dolida/ pero no enferma ni triste/porque sabe que cumpliste/con la obra de la vida. / Tu alma sigue vestida/de amor y Revolución/y la indomable pasión/es un camino de oro/por el que pasa el tesoro/inmortal de la nación.

El espíritu de la Heroína presidió cada gesto, cada abrazo, cada palabra dicha, cada canción. Y Fidel, interpretando el sentir de todos, sintetizó en una frase el valor del homenaje: « Yo estoy seguro de que un día como hoy Vilma estaría muy contenta, porque estaría viendo. Sacrificó su vida, todo el que muere luchando por la Revolución va dejando energía en el camino, va dejando el esfuerzo y va convirtiendo en realidad sus sueños».

(Tomado de Juventud Rebelde)

sábado, 19 de diciembre de 2015

FIDEL: La realidad y los sueños

Por: Fidel Castro Ruz

Fidel con los "hibacushas", sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. Foto: Roberto Chile
Fidel con los “hibacushas”, sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki, en el Palacio de las Convenciones, el 2 de marzo de 2012. Foto: Roberto Chile/ Cubadebate
Escribir es una forma de ser útil si consideras que nuestra sufrida humanidad debe ser más y mejor educada ante la increíble ignorancia que nos envuelve a todos, con excepción de los investigadores que buscan en las ciencias una respuesta satisfactoria. Es una palabra que implica en pocas letras su infinito contenido.
Todos en nuestra juventud oímos hablar alguna vez de Einstein y, en especial, tras el estallido de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, que puso fin a la cruel guerra desatada entre Japón y Estados Unidos. Cuando aquellas bombas fueron lanzadas, después de la guerra desatada por el ataque a la base de Estados Unidos en  Pearl Harbor, ya el imperio japonés estaba vencido. Estados Unidos, el país cuyo territorio e industrias permanecieron ajenos a la guerra, pasó a ser el de mayor riqueza y mejor armado de la tierra, frente a un mundo destrozado, repleto de muertos, heridos y hambrientos. Juntos, la URSS y China habían perdido más de 50 millones de vidas, sumadas a una enorme destrucción material. Casi todo el oro del mundo fue a parar a las arcas de Estados Unidos. Hoy se calcula que la totalidad del oro como reserva monetaria de esa nación alcanza 8 mil 133,5 toneladas de dicho metal. A pesar de ello, haciendo trizas los compromisos suscritos en Bretton Woods, Estados Unidos, declaró unilateralmente que no harían honor al deber de respaldar la onza Troy con el valor en oro de su papel moneda.
Tal medida decretada por Nixon violaba los compromisos contraídos por el presidente Franklin Delano Roosevelt. Según un elevado número de expertos en esa materia, crearon así las bases de una crisis que entre otros desastres amenaza golpear con fuerza la economía de ese modelo de país. Mientras tanto, se adeuda a Cuba las indemnizaciones equivalentes a daños, que ascienden a cuantiosos millones de dólares como denunció nuestro país con argumentos y datos irrebatibles a lo largo de sus intervenciones en las Naciones Unidas.
Como fue expresado con toda claridad por el Partido y el Gobierno de Cuba, en prenda de buena voluntad y de paz entre todos los países de este hemisferio y del conjunto de pueblos que integran la familia humana, y así contribuir a garantizar la supervivencia de nuestra especie en el modesto espacio que nos corresponde en el universo, no dejaremos nunca de luchar por la paz y el bienestar de todos los seres humanos, con independencia del color de la piel y el país de origen de cada habitante del planeta, así como por el derecho pleno de todos a poseer o no una creencia religiosa.
La igualdad de todos los ciudadanos a la salud, la educación, el trabajo, la alimentación, la seguridad, la cultura, la ciencia, y al bienestar, es decir, los mismos derechos que proclamamos cuando iniciamos nuestra lucha más los que emanen de nuestros sueños de justicia e igualdad para los habitantes de nuestro mundo, es lo que deseo a todos; los que por comulgar en todo o en parte con las mismas ideas, o muy superiores pero en la misma dirección, les doy las gracias, queridos compatriotas.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Fidel Castro: La Ley Agraria

Fidel Castro: La Ley Agraria constituirá uno de los acontecimientos más trascendentales en la vida de Cuba 

Fidel habla sobre la firma de la Reforma Agraria el 17 de mayo de 1959. FOTO: Marta Rojas Rodríguez


DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA PLATA, SIERRA MAESTRA, EL 17 DE MAYO DE 1959.

(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER MINISTRO)

Ciertamente que los más encontrados sentimientos lo invaden a uno en estos instantes. Puedo afirmar, después de este fatigoso día de trabajo, que nuestro regreso a la Sierra Maestra habría sido uno de los minutos más felices de nuestra vida, al venir a decretar desde la propia Sierra Maestra la Reforma Agraria, si otros sentimientos no hubiesen estado gravitando sobre nuestra mente y pesando sobre nosotros en cada minuto, puede decirse en cada segundo, en que todos los recuerdos de la Sierra Maestra se reunían; recuerdos que son felices por un lado, tristes por otro, cuando se piensa en todos los compañeros que aquí cayeron, muchos de los cuales están enterrados en estos alrededores y cuando otras tristezas presentes, de tipo no solamente emocional, lo afectan a uno también. Porque realmente este regreso fue como la culminación de un propósito largamente incubado por nuestras mentes.

Y al llegar aquí, al hablarle de nuevo al pueblo desde este refugio —como puede llamarse— de Radio Rebelde, en el pico de una de las más empinadas montañas de la Sierra —aquí todavía con sus defensas antiaéreas que lo protegían si no del todo, sí en parte—, de nuevo es imposible que dejen de pesar sobre uno los recuerdos de todos aquellos días en que la victoria no era sino una esperanza y un fruto que para alcanzarse había que luchar mucho y que al fin se ha logrado. Y se ha logrado en medio de promesas que se van cumpliendo y que nos permiten la satisfacción de pensar que no han sido en balde los sacrificios que se hicieron en estas montañas, por cuanto nuestro pueblo está recibiendo los frutos que esperaba.



Fidel habla sobre la firma de la Reforma Agraria el 17 de mayo de 1959. FOTO: Marta Rojas Rodríguez

En circunstancias como esta, trascendentales, a veces es mejor ser lo más sencillo posible. Realmente la publicación o la proclamación de la Ley Agraria constituirá uno de los acontecimientos más trascendentales en la vida de Cuba.

Nosotros entendemos que esta Ley inicia una etapa enteramente nueva en nuestra vida económica y que un esplendoroso porvenir espera a nuestra patria si nos dedicamos a trabajar todos con el mayor ahínco.

No se nos escapa que la Ley lesiona intereses; no se nos escapa que la Ley producirá la natural oposición que una medida revolucionaria de esta índole siempre produce. Desde luego que nosotros estamos muy conscientes de su alcance, así como de las ventajas que ofrece para el país, sin dejar de reconocer que afecta intereses.


Fidel firma la Reforma Agraria el 17 de mayo de 1959. FOTO: Marta Rojas Rodríguez

Sin embargo, deseamos exponer aquí, como lo hemos hecho siempre en cada una de estas circunstancias, que nosotros no hacemos leyes por perjudicar a nadie, que nosotros hacemos leyes para beneficiar a la nación, aunque dolorosamente puedan perjudicar a algún sector del país; que nosotros no hacemos leyes por odio o animadversión contra nadie, que nosotros no sentimos animadversión contra ningún sector social, y que comprendemos perfectamente que cada uno de nosotros somos en gran parte una consecuencia del pasado y que todos nuestros intereses y nuestros actos, lo que hemos hecho y lo que somos, lo que recibimos y lo que hacemos, es en gran parte una consecuencia del pasado.

En realidad toda persona que en Cuba en estos instantes se detenga a pensar serenamente en lo que Cuba ha sido hasta hoy, y en el destino que esperaba a nuestra patria por el camino que llevaba, si es una persona consciente, si es una persona honrada, tendrá que reconocer que las medidas que nosotros estamos tomando eran absolutamente necesarias. Y es que no queríamos que nuestro país continuase avanzando hacia la peor miseria, que llevaba como consecuencia a gravísimos conflictos sociales y quién sabe de imprevisibles consecuencias.

Nosotros no tenemos la culpa de lo que la nación ha sido hasta hoy, nosotros no tenemos la culpa de todas las imprevisiones, nosotros no tenemos la culpa de todas las miserias que sembraron en nuestro país los hombres y las generaciones que nos precedieron. Y cuando se comprenden bien esas cosas es sobre todo cuando se sale a nuestros campos, cuando se cruza junto a los bohíos, cuando se ve el espectáculo de los niños descalzos, raquíticos, hambrientos, analfabetos, enfermos; cuando se ve la vida que llevan, las casas en que habitan. Y a pesar de todo, ¡cuánta nobleza y cuánta bondad se alberga en los corazones de nuestros hombres del campo! Cuando se viene aquí y cuando se contemplan estas cosas, es cuando se siente, con más intensidad que nunca, la absoluta convicción de que las medidas que estamos tomando son justas, son necesarias, y son beneficiosas a nuestra patria.



Fidel firma la Reforma Agraria el 17 de mayo de 1959. FOTO: Marta Rojas Rodríguez

Estas medidas tienden a poner fin a una situación que nos legaron, de la cual nosotros no somos culpables.

Todos sabemos cuál ha sido la vida de la república desde sus inicios. Todos sabemos el ambiente de corrupción, de hipocresía, de insinceridad y de inmoralidad, de falta de patriotismo, de falta de sentido de amor a la nación, de falta de conciencia de los deberes que tenemos para con nuestros propios intereses. Todos sabemos que ese ha sido el ambiente en que ha vivido la nación, y que nosotros nos hemos propuesto rectificar en todos los sentidos.

Los datos estadísticos demuestran, por ejemplo, que un 1,5% de los propietarios poseen más del 46% del área nacional en fincas, mientras 111 000 fincas de menos de dos caballerías vienen ocupando menos del 12% del área nacional. Por lo tanto, esta Ley no afecta a la inmensa mayoría de los propietarios de fincas. Esta Ley afecta al 1,5% de los propietarios y, sin embargo, permitirá al Gobierno Revolucionario resolver la situación económica de más de 200 000 familias campesinas.

Resultan afectados los intereses de una parte insignificante del pueblo que, por otra parte, no es sacrificada de manera total, sino que conserva una cantidad considerable de tierra para poder seguir explotando sus fincas, para poder seguir asumiendo ingresos importantes, para poder seguir llevando más o menos el mismo estándar de vida que llevaba hasta hoy, mientras por otra parte se resuelve definitivamente el problema de una parte considerabilísima de nuestro pueblo, que es precisamente la parte más sacrificada, la parte más pobre y la parte que más requería del apoyo y de las soluciones que el Gobierno Revolucionario podía brindarle.

Esa parte del pueblo es también la parte que carece de ingresos.

Doscientas mil familias quieren decir más de un millón de personas —brindando nosotros en este caso cálculos enteramente conservadores. Me refiero a 200 000 familias que van a adquirir tierras, sin contar las 150 000 familias que poseían tierras en calidad de aparceros, arrendatarios o precaristas, colonos o, en fin, las distintas formas de posesión que no implicaban la propiedad de la tierra y que hasta hoy había sido un sector que vivía en perenne zozobra y en condiciones realmente antieconómicas.

Lo que puedo decir es que de manera directa, cuando la Reforma Agraria se haya realizado, un número aproximado de 2 millones de cubanos aumentarán considerablemente sus ingresos y constituirán el mercado doméstico, con el aporte que el mercado doméstico significa para hacer posible el desarrollo industrial, y con ello, a través de la agricultura y a través de las industrias, resolver definitivamente los problemas económicos de Cuba.

Por otra parte, no se despoja a los propietarios de esas fincas comprendidas en la Ley, de las mismas, sin indemnización. Se indemnizarán en valores del Estado —que no constituyen por cierto una burla—, sino en un plazo racional de 20 años y con un interés del 4,5%; bonos que tendrán un valor sólido, como consecuencia de la estricta honradez administrativa que se está realizando en Cuba, el aumento de los ingresos, más el aumento de la producción, que se llevará a cabo de modo considerable en los años venideros; un interés que les permitirá a los poseedores de esos valores, negociarlos, convertirlos en fondos que puedan movilizar hacia la industria.

No puede la Revolución pagar dinero en efectivo por las tierras que expropie, por cuanto la nación no tiene en estos momentos recursos para satisfacer en efectivo esas expropiaciones. En cambio, la nación tendrá esos recursos a medida que pasen los años, y tendrá recursos sobrados para satisfacer esas cantidades y los intereses dentro de 20 años.

Así, pues, no puede quedar la menor duda de la sinceridad del propósito del Gobierno Revolucionario de satisfacer efectivamente, sin perjuicios ni pasiones, las medidas que se tomen en relación con la Reforma Agraria. Ese dinero puede ser movilizado hacia la industria, contribuyendo a la industrialización del país, que es el otro pilar del programa revolucionario.

Por otra parte, la Ley se ajusta a los principios de la Constitución de 1940, y esperamos que ahora —que se ha estado insistiendo mucho en los preceptos de la Constitución— no se olvide que la Ley de Reforma Agraria, la proscripción del latifundio, es un mandato de nuestra Constitución de 1940. Solo que Como la Ley iba a lesionar intereses, intereses por cierto poderosos, y que por ser poderosos hicieron que muchos vacilantes dentro de nuestros parlamentos no se preocuparan por cumplir ese mandato de la Constitución en los 12 años de su vigencia desde 1940 hasta 1952.

Fue necesario una Revolución —una Revolución de raíz como esta, una Revolución honrada como esta, una Revolución costosa como esta, una Revolución sangrienta como esta— para vencer todos los obstáculos que se oponían al progreso de nuestro pueblo y a la aplicación de las medidas más necesarias para salir del círculo vicioso y del estancamiento en que había caído la economía de nuestro país. Fue necesaria una Revolución como esta para que hubiese Reforma Agraria. Medida que no solo se aconsejaba en nuestro pueblo, sino que se aconseja también como fase inicial para propiciar su desarrollo en todos los países de la América Latina.

A Cuba le cabrá, a partir de este instante, la satisfacción de colocarse con esta medida en el primer lugar entre todas las naciones latinas, por el alcance formidable y las perspectivas que significa para Cuba esta pragmática, que es quizás la Ley que antes de su aplicación contó jamás con tanta simpatías en el pueblo.

Porque no hicimos la Ley a los 10 ó 15 días del triunfo revolucionario: hemos hecho la Ley a los cuatro meses y 17 días del triunfo revolucionario, después de haber hablado reiteradamente sobre esta medida, después de haber llevado al ánimo del pueblo la convicción de que era imprescindible dictarla, después de haber llevado al ánimo del pueblo el propósito de contribuir económicamente, y por todos los medios, con la Reforma Agraria.

Puede decirse sin temor a dudas que un 98% del pueblo apoya la Reforma Agraria; que quizás nunca una medida contó con tan unánime apoyo del pueblo; que quizás nunca pudo decirse que una Ley era cabal expresión de la absoluta mayoría del pueblo como lo es la Ley de Reforma Agraria. Nosotros no tuvimos que invertir aquellos meses en proclamar las bondades de esta medida, en ganar para la misma la conciencia nacional, sino en ir obteniendo los medios necesarios para financiarla económicamente.

Así, pues, contamos hoy con un haber, en el plazo de un año, de 75 millones de pesos. Setenta y cinco millones de pesos que no fueron obtenidos mediante préstamos, que no fueron obtenidos mediante impuestos, que no fueron obtenidos mediante exacciones, sino que fueron obtenidos nada menos que del dinero que le habían robado a la república y que la Revolución ha recuperado; de fondos que antes se distribuían entre los ministros —como ese del diferencial del arroz— y que ahora va a parar a un Fondo Especial para la Reforma Agraria; de contribución espontánea del pueblo, como ha ocurrido con la colecta de “Bohemia” o con los cientos y cientos de tractores y los miles y miles de aperos de labranza que el pueblo espontáneamente ha brindado para la Reforma Agraria.

Así, por estos medios, que han significado recuperar riquezas sustraídas a la nación para invertirlas en hacer la felicidad de cientos de miles de cubanos, en crear las bases para el trabajo de otros cientos de miles de cubanos; riqueza que se recupera para multiplicar la riqueza de la nación; riqueza perdida que la Revolución salvó para iniciar la más formidable obra social con el dinero que estaba perdido y que hoy se invierte generosa y honestamente, centavo a centavo, a favor de hacer producir nuestra tierra fértil pero abandonada, nuestra tierra fértil pero mal explotada, nuestra tierra fértil pero mal distribuida, nuestra tierra fértil pero mal organizada. Medida que la Revolución toma, tan justa que nadie osaría discutir la, tan honesta que ningún hombre honrado osaría contradecirla, tan necesaria que ningún hombre inteligente osaría negarla, tan beneficiosa que la nación entera, incluso los que ahora se perjudican —sobre todo aquellos cubanos que se perjudican—, van a recibir sus beneficios y la comprenden en su verdadera significación.

Si lejos de ponerse a rumiar su disgusto contra medidas que eran inevitables por lo necesarias, que las hemos hecho no por el gusto de perjudicar a nadie sino por el deber de ayudar a la nación, comprenden que su deber es adaptarse a esta circunstancia, comenzar a producir más en menos tierra, comenzar a producir económicamente, técnicamente, y extraer de la tierra todas sus riquezas, porque es criminal que exista un solo cubano con hambre mientras haya una pulgada de tierra sin sembrar; es criminal que exista miseria en nuestra patria —¡patria a la que todos tenemos derecho!— mientras decenas y decenas de miles de caballerías de tierra permanecen sin sembrar.

Y puesto que esto es así, puesto que su lógica es irrebatible, si los mismos que hoy resultan afectados por esta medida la comprenden, sin dejarse cegar por la avaricia o por el egoísmo, al que nadie tiene derecho cuando se hace posible sobre el dolor y los sufrimientos ajenos, si comprenden esto, también ellos resultarán beneficiados.

Por otra parte, nadie que se sienta de veras cubano, nadie que de veras sienta vibrar su fibra de patriotismo, puede dejar de sentir orgullo por la patria que a través de esta medida comenzará a recuperar sus tierras, comenzará a recuperar esas inmensas extensiones que, por desidia, por abandono y por inescrupulosidad de nuestros gobernantes, habían caído en manos de empresas extranjeras, contradiciendo el ideal de los próceres de nuestra independencia, contradiciendo el ideal de aquellos cubanos que, en la primera etapa de nuestra república, se preocuparon hondamente de las consecuencias tan dañinas en lo económico y en lo político que semejantes circunstancias iban a traer como consecuencia.

Así, pues, ese mandato constitucional de que el Estado agotaría todos los medios necesarios para hacer posible que la tierra se revirtiera de nuevo en manos cubanas, se cumple con esta Ley.

Nuestra patria recobra la tierra perdida, y la recobra para nuestros hermanos, para nuestros hijos, que no tienen trabajo, que no tienen tierra.

Así, pues, toda la Ley es un compendio de las necesidades, de las ansias y de las aspiraciones de nuestra patria, que perjudica a una parte absolutamente minoritaria, y que siempre esa parte absolutamente minoritaria ha estado disfrutando de enormes riquezas, ha estado disfrutando de enormes beneficios. La Revolución no les priva de toda su riqueza. La Revolución les permite seguir explotando una parte importante de sus riquezas, la necesaria extensión para lograr un estándar de vida. Y lo hace… (Interrupción en la transmisión.)

Así, con la Reforma Agraria se inicia para nosotros un trabajo de extraordinaria responsabilidad. Contamos con recursos económicos para ello, contamos con el resultado unánime de la nación, contamos con el entusiasmo de nuestros técnicos, de nuestros profesores universitarios, de nuestros estudiantes de agronomía, de veterinaria y, en fin, de todas las materias que se relacionan con la Reforma Agraria. Marchará esta a paso firme, construyendo sobre bases seguras y con el criterio de ir haciéndolo absolutamente todo sin anarquizar la producción, sin paralizar la producción, sin improvisar medidas, sino irlas tomando una por una, que es la forma de avanzar más rápido y con el mayor éxito.

El haber decretado la Ley Agraria no significa, por supuesto, que nadie tenga derecho a lanzarse sobre la tierra, que nadie tenga derecho a distribuirse la tierra por su cuenta; no significa que sea abrir las puertas del desorden ni mucho menos, sino que ahora, con más razón que nunca —puesto que ahora vamos a trabajar y a trabajar sistemáticamente y a trabajar ordenadamente—, es necesaria la más absoluta disciplina.

Es necesario que nadie se deje arrastrar por la idea egoísta de querer apropiarse de las cosas en beneficio exclusivamente personal, y apropiarse sin autorización y sin la intervención del Instituto Nacional de la Reforma Agraria. Porque está vigente la Ley que fue necesario dictar, en el sentido de que aquellos que se apropiasen de la tierra por su propia cuenta y sin autorización de los organismos correspondientes, y de acuerdo con la Ley Agraria, perderían el derecho a los beneficios de la misma.

Hacemos esta advertencia para evitar que el entusiasmo lleve a nuestros campesinos a cometer errores, para evitar que el ansia de la tierra —en este momento en que está más próxima de cumplirse que nunca— lleve a nuestros campesinos a extralimitarse. Que deben esperar, que nosotros nos dedicaremos a la tarea de organizar urgentemente el Instituto y a aplicar los planes de reforma que tenemos estudiados cuidadosamente… (Interrupción en la transmisión) y que ahora empieza la reforma.

Hay ya varias cooperativas organizadas, y varias cooperativas más organizándose en las tierras recuperadas de los colaboradores de la tiranía. Los trabajos de desecación de la Ciénaga de Zapata, por ejemplo, hace rato que se están adelantando. Y en fin, que se viene trabajando intensamente.

La aprobación de la ley y la creación del Instituto significa solo que ahora el trabajo se hará más técnico, más intensamente y más organizadamente.

En fin, que crearemos un organismo técnico, absolutamente técnico, y con la participación de nuestros hombres más competentes para llevar adelante esta obra. Conceder no solo tierras, sino, equipos de labranza, tener asistencia técnica, orientación hacia el cultivo económico a que deben dedicar esas tierras, estudios científicos de las mismas, métodos más modernos de cultivo, abono. En fin, convertir este país en lo que puede y debe ser. De manera que, de acuerdo con los preceptos de la reforma, dentro de dos años no quede una sola pulgada de terreno sin estar en explotación y sin estar dedicada no a cualquier tipo de explotación, sino a la mejor explotación económica, a aquellos productos que puedan venderse porque tengan el mercado seguro, a aquellos productos que permitan no solo la satisfacción de las necesidades diarias, sino la obtención de ingresos familiares que permitan a nuestras familias convertirse en consumidores —que no lo son actualmente—, que permitan a nuestros campesinos —que constituyen aproximadamente la mitad de la población— ­convertirse en consumidores —que no lo son actualmente.

Y así, la medida de la Reforma Agraria debe marchar parejo, con todas las demás medidas de la Revolución, en cada una de las cuales nos esmeraremos cada día más, los beneficios de cada una de las cuales se verán cada día más, no solo en el llano sino aun en estos apartados rincones de la Sierra Maestra, donde ya se levantan las gigantescas cooperativas de consumo, donde ya se disponen los créditos para comenzar a adelantar desde ahora mismo créditos a los campesinos.

Y así, comenzando por la Sierra Maestra, que fue el lugar más destruido por la guerra, el que más sufrió en la guerra, y que es sin lugar a dudas la zona del campo más pobre de Cuba, por no haberse podido desarrollar económicamente, por ser los que están en peor situación económica; a las familias de la Sierra Maestra que se dedican a la agricultura, que poseen algunas parcelas dedicadas a distintos cultivos, se dedicará de inmediato un millón de pesos para créditos, que recibirán a un interés solo del 4%, a pagar en dos años. Crédito que es simplemente para empezar.

Y así, siendo hoy domingo, ya para fines de esta semana se pueden dirigir a la oficina de la Asociación de Tiendas del pueblo, en Estrada Palma, llevando no otra cosa que el informe de la persona responsable de los barrios, de las personas más conocidas del barrio, que garanticen su seriedad e indiquen la dedicación, el cultivo a que se dedican, y brinden los informes, a fin de hacer les de inmediato efectivos los créditos, de forma que no tengan que gastar en escrituras, que no tengan que gastar en documentos. Y con la simple referencia comprobada de personas conocidas y serias que garanticen a cada una de las familias, se les faciliten los créditos, sin otro trámite en los casos necesarios que una previa investigación. En muchos casos no será necesario, porque precisamente los hombres que están prestando ese servicio de crédito agrícola son personas de esta zona, que conocen al campesinado.

Así, pues, las medidas se empezarán a recibir de inmediato, así como también de inmediato comenzarán los agrimensores a trabajar, y comenzarán a extenderse por todas estas tierras del Estado, conforme a la Ley, los títulos de propiedad, así como también en aquellas tierras que aunque no sean del Estado están comprendidas dentro del mínimo vital que señala la Ley de Reforma Agraria.

Los beneficios, pues, llegarán a los más apartados rincones de la Sierra Maestra. Ya está en construcción la carretera que va desde Santiago a Pilón, que tendrá un gran valor turístico; mientras, se proyecta otra carretera que va de Estrada Palma a la costa, a juntarse con la anterior y pasando junto al Turquino, brindándole la oportunidad al pueblo y a los extranjeros de conocer estos lugares históricos, donde se libraron más de 100 combates por la liberación de nuestra patria y para el triunfo de una Revolución que cumple sus promesas y que con tanta devoción se está dedicando a servir a su pueblo.

Así, pues, la Revolución, pese a los obstáculos iniciales, pese a la desventaja de que tuvimos que asumir la responsabilidad de un gobierno, reconstruir la administración pública con muchos jóvenes e inexpertos, comienza ya a exhibir sus logros, comienza ya a hacer evidentes sus frutos.

Y estimamos que el primero de enero de 1960, al cumplirse el primer aniversario, serán muchas las cooperativas organizadas y en plena producción, serán muchas las escuelas levantadas, serán muchas las casas repartidas, serán muchas las familias que habrán alcanzado directamente los beneficios directos de nuestras medidas. Y será entonces la ocasión de medir lo que se está haciendo hoy y lo que estamos adelantando.

No quiere esto decir que estemos satisfecho, o que no podíamos haber hecho más, o que no podemos hacer más.

Esperamos poder hacer más, porque nunca debemos darnos por satisfechos, sobre todo cuando se tiene certeza de que somos humanos, y que los humanos somos imperfectos, que los humanos cometemos errores, y que eso no importa si se tiene el propósito de ser cada vez mejores, de hacer cada vez mejores nuestras obras, de cumplir cada vez más eficazmente con nuestro deber.

No es necesario hablar más, puesto que la Ley habla por sí sola, y puesto que esperamos que en los días venideros tengamos muchas ocasiones para hablar de ella.

Deseamos solo que todos los cubanos, sin excepción, la acaten como una medida justa y que brinda extraordinarios beneficios a nuestra patria. Expresar nuestra satisfacción por usar esta tribuna de Radio Rebelde; Radio Rebelde desde el campamento de la Comandancia General del Ejército Rebelde, donde tuvo su sede durante la guerra, y Radio Rebelde desde la capital de la República, donde tiene hoy su sede.

En tantos actos como hemos tenido que participar en los últimos meses, desde tantas tribunas como hemos hablado, ninguna como esta: esta tribuna de la libertad; esta tribuna que llevó la orientación al pueblo en medio de la noche oscura de la censura; esta tribuna que llevó la esperanza al pueblo en medio del escepticismo y la adversidad; esta tribuna erigida en el escenario donde comenzó la guerra, donde se libró la primera batalla victoriosa un día 17, por cierto el 17 de enero de 1957; este escenario donde se libró la batalla decisiva de la guerra, por cuanto fue en ocasión de aquellos días tristes y escépticos que siguieron al mes de abril cuando la tiranía lanzó contra nosotros sus mejores y más selectas tropas, y además las que estaban mejor armadas, con los oficiales considerados más competentes, y cuyo empeño fue fundamentalmente tomar este campamento, destruir esta emisora, que en aquella ocasión —abandonando las tácticas de movimientos y las técnicas de guerrilla— nos atrincheramos para defenderla, porque comprendimos la importancia que tenía Radio Rebelde para el pueblo. Y no solo la defendimos con éxito, sino que logramos la total destrucción del enemigo, que abandonó la Sierra Maestra con más de 1 000 bajas, dejando en nuestras manos las armas que hicieron posible el avance de nuestras gloriosas y heroicas columnas en distintas direcciones del territorio nacional. Y desde aquí partieron también las consignas de guerra. Y desde aquí partió también la Columna Uno en la ofensiva final, que concluyó, junto con el esfuerzo de las demás columnas rebeldes, en la victoria completa del primero de enero.

Hablar, pues, desde esta tribuna para nosotros constituye un motivo de profunda emoción, que viene a sumarse a todas las emociones que en el día de hoy hemos recibido.

Así, pues, abandonamos de nuevo estos estudios con la satisfacción infinita de haber cumplido una promesa más, de haber contribuido a hacer posible el bienestar de millones de compatriotas que han estado sufriendo en el abandono y en el olvido, y que fueron los que en el 68, en el 95 y en esta última gesta libertadora hicieron los mayores sacrificios.

Era necesario escribir, de una vez y para siempre en nuestra limpia estrella solitaria, aquella fórmula del Apóstol de que la patria era de todos y para el bien de todos (APLAUSOS).

EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

DANIEL BALCÁCER: EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

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