MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

sábado, 18 de abril de 2020

PLAYA GIRON A 59 AÑOS DESPUES.



Hasta la hora de escribir este libro no se ha dado una descripción de la batalla de Cuba que permita al lector conocer cómo se desenvolvió, a pesar de que el propio Fidel Castro ha explicado muchas veces su proceso, pero en conversaciones que no se han hecho públicas en detalle. Sin embargo, es posible dar una idea del curso de la lucha, que duró tres días.

La acción comenzó a las dos de la mañana del día 17, cuando los barcos expedicionarios llegaron frente a Playa Girón y comenzaron a desembarcar hombres. A las seis de la mañana los aviones de transporte de los atacantes empezaron a lanzar paracaidistas detrás de Playa Girón a fin de tomar control de San Blas, situada en el camino que unía la playa con el centro de la provincia de Matanzas; a esa misma hora los B-26 iniciaban la acción aérea con cohetes, bombas y fuego de ametralladoras
en las cercanías de Playa Girón, lo que quiere decir que la operación estaba llevándose a cabo con una apropiada cobertura aérea y prácticamente sin ninguna dificultad. Al salir el sol sobre Bahía de Cochinos ese día 17 de abril, las previsiones norteamericanas iban cumpliéndose cabalmente. Faltaba
saber cuáles eran las previsiones de Fidel Castro.

Fidel Castro, cuyas fuerzas en toda la isla se hallaban en estado de alerta desde hacía tres días, comenzó a mover sus milicias hacia el lugar del desembarco tan pronto estuvo seguro
de que el ataque se llevaba a cabo sólo en la costa sur de Las Villas; y mientras tanto su aviación, situada en San Antonio de los Baños, a poco más de doscientos kilómetros de Bahía de Cochinos, empezó a operar con tanta efectividad que a las nueve de la mañana había logrado hundir el barco Houston, en el que los atacantes tenían concentrados sus repuestos de municiones y de armas. A esa hora, las milicias cubanas avanzaban desde varios puntos para reconcentrarse en Jagüey Grande y en sus alrededores. El contraataque cubano iba a comenzar rápidamente.
Ese día los cables de la Associated Press llevaban a todo el mundo estas informaciones: “Fuerzas anticastristas invadieron hoy Cuba por tres puntos y la principal ciudad en el extremo oriental de Cuba, Santiago, puede estar ya en manos de los invasores. Los milicianos de Castro ya han desertado y la batalla decisiva se realizará dentro de unas horas”; “Los desembarcos de Oriente parecen haber encontrado poca resistencia.

En la región de Matanzas se realiza ahora un intento de juntar las varias ramas (sic) del asalto en un solo y potente grupo que pueda cortar la carretera que corre de oeste al este, para luego lanzar una ofensiva final hacia La Habana”; “Los invasores desembarcaron en cuatro de las seis provincias de
Cuba, no haciéndolo únicamente en la provincia de La Habana ni en la de Camagüey”; “Se tienen informaciones de que se lucha en las calles de La Habana”. Por su parte, la United Press International era más entusiasta y cablegrafiaba: “El primer ministro Fidel Castro se ha dado a la fuga y su hermano Raúl fue capturado. El general Lázaro Cárdenas gestiona el asilo político de Fidel”.

En Cuba la situación estaba bajo control desde ese mismo día y la batalla de Playa Girón —que es el nombre que se le da en Cuba— iba desenvolviéndose de manera más normal que lo que seguramente habían esperado Fidel Castro y sus compañeros del Gobierno revolucionario. En un sentido estrictamente militar, era la batalla más importante que se había dado en el Caribe desde el punto de vista de las armas que se usaban en ella, todas modernas, y en ese terreno el Gobierno cubano se
hallaba en condiciones de inferioridad, puesto que su fuerza aérea era más pequeña que la que tenían los atacantes; pero en el sentido político Playa Girón fue tan importante como la segunda batalla de Carabobo. Con ella se cerraba una época y comenzaba otra.

Al terminar el día 17 se hallaban bloqueadas las vías de acceso hacia el interior de Cuba; el día 18 los atacantes estaban cayendo en cercos, por grupos aislados, y cualquier observador podía darse cuenta de que tenían la batalla perdida. Sin embargo, la United Press International enviaba ese día a
sus clientes los siguientes despachos: “El lujoso hotel Habana Libre, en la capital cubana, quedó totalmente destrozado después de un ataque aéreo a La Habana”; “Fuerzas invasoras aislaron hoy el puerto de Bayamo en la costa sur de la provincia de Oriente”. Bayamo está a más de cincuenta kilómetros de la costa del Caribe, pero los redactores del cable no se tomaron el trabajo de ver un mapa de Cuba antes de escribirlo. Por su parte, la Associated Press informaba: “Agricultores,
obreros y milicias se unen a los invasores y acuden a la zona ya liberada que se expande rápidamente”; “La fuerza invasora en la costa sur de Las Villas ha avanzado hasta la región de Colón,
una ciudad de la provincia de Matanzas”. 

Al anochecer de ese día los invasores de Playa Girón eran impotentes para romper el cerco de las milicias cubanas. Esa misma noche el presidente Kennedy abandonó por algún tiempo una fiesta que daba en la Casa Blanca y se reunió con los altos jefes de la CIA, los de la aviación y la marina y el del Estado Mayor Conjunto. La situación en Playa Girón era desesperada y esos altos jefes habían resuelto pedirle al Presidente medidas que pudieran transformarla. De las proposiciones que se le hicieron, Kennedy adoptó una: que 6 aviones a chorro de la Marina norteamericana protegieran a los bombarderos B-26 que debían volar de Puerto Cabezas para estar sobre Playa Girón a las seis de la mañana del día 19. Lo que había asegurado siete días antes —“Este Gobierno hará todo lo que pueda…, para que no haya norteamericanos envueltos en ninguna acción dentro de Cuba”— quedaba, pues, sin efecto, dado que al proteger a los B-26 que atacarían territorio cubano, esos aviones a chorro de la marina de guerra de los Estados Unidos tendrían que actuar necesariamente dentro de Cuba. Se ha dicho a menudo —y los partidarios norteamericanos de la intervención en Cuba se lo han achacado como si fuera un delito— que Kennedy se opuso a que se usara fuerza militar norteamericana en esa ocasión. Pero se trata de una verdad a medias, puesto que los jets de la marina
eran parte de la fuerza militar del país. Es cierto que las instrucciones de Kennedy fueron que los pilotos de esos jets hicieran fuego a los aviones cubanos sólo en el caso de que estos los atacaran, pero nadie puede poner en duda que si un avión norteamericano hubiera sido derribado ese día, los Estados Unidos habrían lanzado sobre la isla todo su poderío armado.

Lo que evitó que eso sucediera no fue una decisión del presidente Kennedy; fue un error, de esos inexplicables que se dan en las horas críticas de la Historia. La orden de que los jets de la marina volaran sobre Playa Girón para proteger a los B-26 que llegarían a ese punto a las seis de la mañana del día 19 fue transmitida desde el Pentágono por el almirante Burke en persona al portaviones Essex, que se hallaba a corta distancia de las costas de Cuba. Esas órdenes limitaban el vuelo de los jets de las seis a las siete de la mañana. Ahora bien, ni el almirante Burke, ni los mandos de operaciones del Essex tomaron en cuenta que entre Nicaragua y Cuba había una hora de diferencia, y que, por tanto, a las seis de la mañana en Bahía de Cochinos serían las cinco de la mañana en Puerto

Cabezas. Ese olvido se tradujo en el fracaso del esfuerzo final, pues cuando llegaron a la altura de Playa Girón, los aviadores de los B-26, todos norteamericanos debido a que los pilotos
cubanos estaban exhaustos tras varios días de vuelos, ya eran allí un poco más de las siete de la mañana y los jets de la marina de guerra de los Estados Unidos estaban recogiéndose
en las pistas del Essex. Ese día caían en manos de las fuerzas cubanas los últimos grupos de expedicionarios. La batalla de Cuba había terminado, y con su final comenzaba en el Caribe una nueva época histórica. La vieja frontera imperial, que había quedado rota para los imperios europeos en el siglo XIX y había sido reconstruida por los Estados Unidos en el siglo XX, quedaba deshecha
definitivamente en Cuba el 19 de abril de 1961.

Con la nueva época se iniciaba una etapa de luchas más duras, más desenfrenadas. Pero la Historia enseñaba que todo lo que había sucedido en un país del Caribe tendería a suceder más tarde o más temprano en los demás, y que cada acontecimiento importante estaba encadenado a uno anterior. Pues
aunque en esa hermosa, rica y apasionante región del mundo hubiera pueblos que hablaban español, inglés, francés, holandés; aunque en unos predominaran los negros y los mestizos de blancos y negros y en otros los blancos y los mestizos de blancos y de indios, lo cierto y verdadero era —y seguirá
siendo por largo tiempo— que el Caribe es una unidad histórica desde que llegó a sus aguas Cristóbal Colón hasta que Fidel Castro dijo, el día 19 de abril de 1961, en su cuarto comunicado de guerra: “Fuerzas del ejército rebelde y de las milicias nacionales revolucionarias tomaron por asalto las últimas posiciones que las fuerzas... invasoras habían ocupado en el territorio nacional. Playa Girón, que fue el último punto de los mercenarios, cayó a las 5:30 de la tarde”.

miércoles, 8 de abril de 2020

Merengue la Protesta - La invasión del 16 -

Repercuciones de la ocupación USA de 1916 a República Dominicana



Repercuciones de la ocupación USA de 1916 a República Dominicana
Invasión USA a República Dominicana 1916
Por José Vásquez Romero
Al conmemorarse un siglo de la ocupación USA de 1916 en la República Dominicana, es oportuno reflexionar acerca de las repercusiones que tuvo aquél acontecimiento en la vida de la ciudadanía en los planos económico, político, social y cultural.
Es inocultable que, en el contexto de aquella prolongada presencia directa, durante ocho años de las fuerzas militares del poderoso país del Norte, se introdujeron medidas en el tren gubernamental, como en el seno de la sociedad que provocaron cambios a corto, mediano y largo plazo en el modo de ser, pensar y actuar de la población. Dicha modificación en la mentalidad del país no fue casual, dado que el propósito fundamental de aquella cruzada imperialista, tenía como misión principal, propiciar justamente el desarrollo de un proceso de cambios sociales y culturales, dirigidos o planificados, orientados a superar las condiciones de atraso secular, que garantizaran un ambiente de gobernabilidad a corto, mediano y largo plazo, en consonancia con sus intereses estratégicos en la República Dominicana.
Por eso desarticularon las principales instituciones del país, como los cuerpos castrenses, la educación la salud, la judicatura y todo el ordenamiento jurídico-legal, en términos del cual se sustentaba por ejemplo, la propiedad de la tierra, uno de los principales ejes representativos de sus intereses. Además sus reformas contribuyeron a reducir el poder absoluto de la Iglesia Católica sobre la sociedad, al introducir el matrimonio civil como una modalidad legalmente válida, al igual que el matrimonio canónico.
José Vásquez
José Vásquez
Sobre todo, con su retirada a partir del mes de julio del año 1924, quedó desarticulado para siempre, el sistema de caudillos regionales dispersos, que imposibilitaba la gobernabilidad del país, y que ya había sufrido fuertes reveces en el contexto de la política de exterminio desarrollada por el presidente Ramón Cáceres, hasta el año 1911 en que fue decapitado. Y que con ponderado realismo y pragmatismo, mantuvo una actitud obediente frente a los requerimientos financieros de los acreedores de USA.
Es preciso destacar que, los norteamericanos no tuvieron en sus perspectivas mantener ocupado el territorio dominicano indefinidamente o más allá de lo conveniente. Si esa hubiese sido su intensión, no se lo hubiese impedido ninguna fuerza nacionalista por poderosa que ésta fuese; el ejemplo de puerto Rico ilustra adecuadamente nuestra afirmación, donde intervinieron en el año1898 en el contexto de la Guerra Hispanoamericana con el deliberado propósito de permanecer indefinidamente. Es decir lo más importante para los Estados Unidos, luego de abolir el sistema de caudillos, era propiciar las condiciones para instaurar un régimen sumiso a sus dictámenes.
Su primer intento en tal sentido lo ejecutaron frente al gobierno provisional de francisco Henríquez y Carvajal, sin obtener los resultados esperados. Dado que éste gobernante que asume la presidencia transitoria, ante el vacío institucional dejado por Jimenes se resistió a ser una marioneta de USA. Por lo que fue forzado a dimitir del cargo, ante la asfixia económica que representó la retención de los fondos por parte del Receptor de Aduanas, como táctica orientada a someterlo a la obediencia u obligarlo a renunciar, como al efecto ocurrió.
Entonces la ocupación de la República Dominicana respondió a una maniobra geoestratégica de carácter político y económico, que incluyó la totalidad del territorio insular. Por eso ocuparon Haití Diez (10) meses antes, específicamente en el mes de julio de 1915.
LAS RIVALIDADES INTERNAS, Y EL CLIMA DE VULNERABILIDAD DEL PAÍS.
En el mes de mayo del año 1916, la sociedad dominicana soportaba un estado de anarquía generalizada, que imposibilitaba la aplicación efectiva de ningún plan o programa de desarrollo, concebido desde la cúpula del Estado, dirigido por el presidente Juan Isidro Jimenes Pereyra, otrora caudillo del partido bolo o jimenista.
Aquél estado de inestabilidad e ingobernabilidad, era la herencia de la lucha fratricida y fanática, protagonizada por los dos principales grupos políticos que se disputaron el electorado, desde la ejecución del primer golpe de Estado de un vicepresidente contra un primer mandatario, como el perpetrado por Horacio Vásquez frente a Jimenes durante su primer mandato, en el año 1902, luego de la decapitación de Lilís.
Peor aún fue la posterior división del partido jimenista, acaudillado por el general Desiderio Arias, quien creó el bando político denominado, “bolos patas prietas”, para resistir contra el gobierno del presidente Jimenes, por puras rivalidades caudillistas tras las cuales se ocultaba la ambición de poder, en una sociedad cuyo único mecanismo de movilidad social y progreso personal, era la actividad política.
Dado que Desiderio, además de jefe político de la citada facción del partido jimenista, ostentaba la condición de Ministro de Guerra, lo cual le daba poderes extraordinarios para maniobrar a su antojo, el presidente Jimenes, ya viejo y enfermo se vio inhabilitado para restaurar el clima de paz y sosiego requerido, tanto por los dominicanos, como por los EE. UU.
En medio de ésta vorágine, el país se hizo más vulnerable que en cualquier otra coyuntura, a la amenaza de intervención militar por parte de Los Estados Unidos de Norteamérica. De forma que, luego de la proclamación de un ultimátum enviado por el presidente Woodrow Wilson a los bandos en pugna en la República Dominicana, para que depusieran las armas a fin restaurar el orden, se produjo el primer desembarco de tropas en territorio dominicano.
LOS INTERESES ESTADOUNIDENSES.
La imperiosa necesidad mostrada por USA para que en el país se restaurara el orden institucional, no guardaba ninguna relación con sentimientos de amistad o preocupación por el bienestar de los dominicanos. No, a los norteamericanos les preocupaban las amenazas a que se exponían sus inversiones financieras e industriales en un país acosado por la guerra, como un mal endémico del periodo decimonónico, recrudecido tras el asesinato del presidente Ramón Cáceres.
Es decir, los Norteamericanos estaban interesados en que, el gobierno dominicano aplicara la célebre “Nota 14”, contenida en la Convención Domínico-Americana aprobada en el año 1907, durante el mandato de Cáceres, el cual fue garante leal de que el Estado dominicano cumpliera con las acreencias pendientes con la banca anglosajona. La referida nota, contenía el compromiso establecido en la convención del citado año, consistente en dar potestad al gobierno de Woodrow Wilson, para nombrar tanto al Receptor de Aduanas, y toda su empleomanía, como al comandante de la Guardia Nacional.
En razón de que el gobierno jimenista no pudo complacer los deseos de Wilson, debido a la presión interna de los nacionalistas, así como por ciertos escrúpulos y convicciones patrióticas, se vio precisado a renunciar, ante la presencia inminente e imponente de las fuerzas de infantería de la marina de guerra del que ya se perfilaba como el país más poderoso de la tierra; reemplazando a Inglaterra y Alemania, que antes de la Primera Guerra Mundial ostentaban la supremacía del control colonial del ultra-continental.
EL CONTEXTO INTERNACIONAL DE LA COYUNTURA
Dos preocupaciones primordiales empujaron a USA a decidir la ocupación del país: primera, el avance de los alemanes, quienes emplearon el recurso militar de los submarinos, como última alternativa ante la derrota sufrida por su infantería frente a la ofensiva militar avasallante de la Triple Alianza”, y por lo cual, para 1917 declararon una envestida generalizada mediante estos recursos bélicos;  segundo, la inocultable inclinación de Jimenes hacia Alemania, que a lo largo del siglo XIX, había sido el primer socio comercial del país, y el principal destino de los bienes y servicios producidos en la República Dominicana. Además la condición del dominicano más rico durante el siglo antepasado, ostentada por Jimenes, siendo por tanto el mayor exportador, de productos agroindustriales a la patria de Otto Von Bismark, lo hacía más próximo al poderoso país europeo y lo situaba, por ende, a mayor distancia de Washington. De manera que, la decisión de ocupar el país en medio de la Primera Guerra Mundial, implicó una estrategia de doble perspectiva; es decir, había en ella una mirada geopolítica y geoeconómica.
LAS PRINCIPALES MEDIDAS DEL GOBIERNO DE OCUPACIÓN
Entre las ejecutorias de éste régimen de fuerza se destacó una vasta serie de medidas, al amparo de un conjunto de órdenes Ejecutivas, que les sirvieron de sustento jurídico-legal. En tal sentido, la Orden Ejecutiva núm. 47, dio lugar a la creación del cuerpo militar sustituto de las antiguas instituciones castrenses dominicanas, y que el gobierno militar anglosajón denominó: Guardia Nacional Dominicana.
Este nuevo cuerpo armado surge como una fuerza policial-militar destinada a reprimir y a pacificar el país mediante la coerción. Constituyó el reemplazo de instancias armadas como: la Guardia Republicana, que sirvió como punta de lanza al gobierno cacerista durante el periodo, 1906-1911; b) el ejército; c) la Marina y d) la guardia fronteriza.
El carácter dictatorial del régimen norteamericano en el país se sustentó en aparatos jurídicos seudo-legales, encabezados por un juez militar denominado “preboste”, quien ejecutaba la tristemente célebre “ley prebostal” de manera arbitraria. Esto implicó, por supuesto, la supresión del maltrecho sistema judicial dominicano, y todas las garantías constitucionales previstas en el mismo.
Ahora bien, era indispensable, a los fines de los intereses de los invasores, la reestructuración o desarticulación de los viejos cuerpos armados dominicanos, todos, herencias de las guerras patria de 1844 y 1863, respectivamente. Pues a partir de la Guerra de la Restauración, cuyo inicio está marcado con esta última fecha, surgió el sistema de caudillos que durante todo el siglo antepasado representó uno de los mayores rompe-cabeza de los norteamericanos, para preservar sus inversiones, en un ambiente de gobernabilidad y estabilidad políticas adecuadas.
La educación.
Otras medidas del gobierno dictatorial de ocupación fueron, las reformas al sistema educativo, en el que se destaca la creación del Concejo Nacional de Educación, además de otras mejoras que produjeron un incremento sin precedentes en la matrícula estudiantil de todos los niveles educativos.
Un claro indicador de los niveles de atraso vigentes en el país a la llegada de las tropas estadounidenses, se revela en la proporción de analfabetas absolutos, la cual ascendía a un 90 por ciento de la población en edad escolar, que era de 200,000 personas. De este universo, solo unos 14,000 estaban matriculados en distintos grados escolares.

Para revertir esta realidad, la primera medida tomada por el Contralmirante Henry Knapp, fue dictar la Orden Ejecutiva Num. 25, del 19 de enero de 1917, procediendo a nombrar una comisión conformada por Monseñor Nouel como presidente, Pelegrín Castillo, Jacinto de Castro Manuel Ubaldo Gómez, Mauel de Js. Troncoso de la Concha, Federico Velázquez y Julio Ortega Frier, como miembros. Dicha comisión concluyó elaborando un Código educativo antes de concluir el año. Este Código estaba compuesto por seis leyes, entre las cuales se estipulaba la gratuidad y la obligatoriedad de la educación, para las edades oscilantes entre los 7-14 años de edad.
Un factor favorable al desarrollo cuantitativo del sistema educativo en este periodo consistió en la integración de la comunidad en forma gratuita al proceso de construcción de escuelas; las cuales resultaban más baratas porque además eran construidas con materiales de la flora nativa, por lo que no había que pagar costo alguno. De modo que, al finalizar el año 1920, se había erigido un total de 150 planteles escolares en todo el territorio nacional.
Para 1920, el 50 por ciento de la población en edad escolar, que como se vio era de 200,000 personas, estaban matriculados en diferentes escuelas. Este hecho se vio favorecido además por el incremento sin precedentes de los sueldos a los educadores, a un monto por más del cien por ciento; es decir los maestros rurales, que antes de la ocupación ganaban U$ 8 .00, ahora ganaban U$ 15.00; y los maestro urbanos que antes ganaban solo U$60.00, ahora ganaban U$ 150.00.
Una herencia positiva de poderosa incidencia en la sociedad dominicana, fue la institucionalización de las sociedades de padres y amigos de la escuela. Estas organizaciones comunitarias se crearon al fragor de los esfuerzos por mejorar las condiciones infraestructurales del sistema, en un proceso en el que, como se dijo, se multiplicaron exponencialmente las edificaciones escolares a escala nacional. Estas medidas se tradujeron también en mecanismos de contrainsurgencia, mediante las cuales los caudillos aventureros perdían prestigio.
INDICADORE DE PROGRESO EN EL AREA DE LA SALUD
También se estructuró un nuevo sistema de salud, basado en la creación del Ministerio de Salud y Sanidad. Esto fue posible mediante la centralización de las actividades de salud, antes dispersas en los municipios, a cargo de los ayuntamientos; permitiendo organizar un nuevo sistema de cuarentena, así como la creación de instituciones hospitalarias en las cabeceras de las principales provincias: San pedro de Macorís, Santo Domingo y Santiago.
Mediante la Orden Ejecutiva Num. 196, Henry Knapp decretó la estructuración del Ministerio de sanidad y Beneficencia, que para el año 1919 operaba bajo una legislación que unificó el sistema de salud a escala nacional. Un claro indicador de los niveles de atraso en materia de salud lo revela el hecho de que en el país solo había 95 profesionales de la medicina entre doctores y licenciados. Lo que promediaba un médico por cada 8,500 pacientes potenciales. Esta relación podía variar de, 2,500 pacientes por médico en algunas provincias, a la suma exorbitante de 30,000 pacientes por médico en el peor de los casos.

También se estableció un sistema de cuarentena más eficiente, se crearon zonas de tolerancia para el ejercicio del trabajo sexual, se definió un régimen de adecuado control de drogas narcóticas, se estableció entre un 10 y un 15 por ciento de los arbitrios municipales para la salud, y también se fundó una lotería, que en solo seis meses produjo ingresos por un monto de U$ 125,000.
LAS OBRAS PÚBLICAS
En este plano se desarrolló un vasto programa construcciones de carreteras, unas que habían sido planeadas e iniciadas por el presidente Ramón Cáceres y otras nuevas, como la Autopista Duarte Santo Domingo-Santiago, además de mejoras a las obras ferroviarias, ya existentes, así como puertos, edificaciones y una amplia  red de telecomunicaciones.
Otra acción de reformas operó sobre el viejo sistema legal de la propiedad territorial. La ley Torrens de origen inglés, rigió el nuevo proceso de partición de terrenos: latifundios y minifundios. Se impuso un alto tributo a la propiedad de la tierra, y a quien no lo pagaba se le expropiaba su parcela. Esta fue una de las causas principales de la resistencia de los gavilleros del Este del país, zona en la que los norteamericanos instauraron el mayor complejo de ingenios azucareros, para los cuales requerían inmensas extensiones de tierra.
RESISTENCIA A LOS OCUPANTES
El movimiento de resistencia contra la ocupación tuvo dos modalidades; una diplomática y otra guerrillera. La primera fue una expresión de la intelectualidad, la incipiente burguesía y la clase media urbana, que empleó la denuncia internacional y la prensa como su principal arma de combate. Los máximos representantes de esta lucha cívica fueron; Francisco y Federico Henríquez y Carvajal, pedro y Max Henríquez Ureña, Apolinar Henríquez, Américo Lugo y Fabio Fiallo, entre otros.
El programa de este movimiento se fundamentaba en: primero, desarrollar una campaña de denuncia en los EE.UU.,  América Latina y Europa;  segundo, luchar por la preservación de la unidad de los diferentes sectores opuestos a la ocupación  garantizando su negativa a firmar cualquier pacto o acuerdo que pudiese legitimar la presencia de las tropas estadounidenses en el país; tercero formación de una institución nacionalista que vino a ser luego la Unión Nacional Dominicana, la cual funcionó en el exterior mediante tres embajadas para la denuncia internacional: una en los Estados Unido, otra en Europa Latino América. También se organizaron Juntas Nacionalista que sirvieron como recaudadoras de finanzas para la causa. El clima dictatorial dominante en el país la dirección de los nacionalistas se instauró en Cuba, donde había residido Francisco Henríquez y Carvajal, quien la presidió.
La Unión Nacional Dominicana se fundó el 8 de febrero de 1920, momento a partir del cual dejó establecida su declaración de principios rectores, que se denominaron “Credo Nacional”.
Una de las figuras más señeras en la lucha por la restitución de la soberanía fue la maestra Ercilia Pepín, quien al momento de la ocupación tenía un Instituto de Señoritas, el cual clausuró para dedicarse a concientizar a la población, sobre todo a la juventud en torno a la necesidad de defender la soberanía. Instaba en sus conferencias patrióticas al canto y aprendizaje del himno nacional dominicano.
LA RESISTENCIA ARMADA
Esta estuvo representada en primera instancia, por los rebeldes de origen civil y militar atrincherados en el cerro de la Barranquita, situada en la provincia Valverde (Mao), y sobre todo por los campesinos del Este, denominados gavilleros, la mayoría de los cuales fueron víctimas de la expropiación de sus tierras, a raíz de la puesta en vigencia de la “Ley Torrens”, instrumento jurídico-legal mediante el cual los ocupantes despojaron de sus propiedades a los campesinos minifundistas y latifundistas) para convertirlas en haciendas azucareras.  Claro que entre los insurrectos del Este había caudillos regionales herederos de las luchas del siglo XIX, como Martín peguero, Salustiano (Chachá) Coicochea, Ramón Natera, Vicente evangelista, Ramón Batías, entre otros.
Un claro indicador del carácter cruento de aquella resistencia lo muestran, las estadísticas registradas al respecto: a lo largo del proceso se escenificaron más de 300 combates, los cuales estuvieron constituidos por columnas guerrilleras, que muchas veces ascendieron a 500 insurgentes simultáneamente. El saldo de muertos en combates frente a las fuerzas interventoras superó las 1,000 víctimas.
Los principales mecanismos de insurgencia fueron, los ataques violentos a los intereses estadounidenses, las confiscaciones de propiedades, bienes y servicios de uso doméstico, como alimentos vestimenta, animales, entre otros; así como secuestros de extranjeros directa o indirectamente vinculados a los ocupantes.
En el lado opuesto, funcionó un brutal sistema de torturas organizado por las fuerzas militares extranjeras, entre las que se cuentan, el suplicio del agua, el tortor de la soga, y otras crueldades similares, siempre con el propósito de obtener confesiones y de amedrentar a la población. Una de las figuras emblemáticas en tal sentido fue cayo Báez, a quien se le torturó en el año 1920, hasta la inconciencia para obtener confesiones que él se negó a ofrecer; pues éste dominicano de origen petromacorisano, puso en evidencia una reciedumbre moral con perfiles estoicos, que desconcertó a sus verdugos; Cayo Báez quedó estigmatizado físicamente por las torturas, pero su alma diáfana y transparente como un cristal lo inmortalizaron en la memoria popular dominicana.  La revista “Las Letras” donde se publicó la imagen de éste mártir torturado, fue clausurada y su director Blanco Fombona fue exiliado. Otras víctimas de torturas y asesinato fueron Gregorio Urbano Gilbert y Oliborio Mateo, respectivamente.
EL PLAN DE EVACUACIÓN DE LAS TROPAS.
Al plan mediante el cual se negoció la restauración de la soberanía formal del Estado dominicano, y la consiguiente retirada de las tropas militares se le denominó, “Plan Hughe-Peynado”. Dicho pacto consistió en un conjunto de aspectos, en los que el mayor beneficiado fue EE.UU.; es decir lo único favorable para los dominicanos/as fue que a partir de su retirada no nos gobernarían directamente, sino a través del conjunto de medidas y órdenes ejecutivas decretadas en el contexto de su mandato dictatorial de ocho (8) años, y que quedaron vigentes hasta que Rafael L. Trujillo pagó la deuda en el año 1947. El gobierno militar fue ejercido mediante el nombramiento de cuatro (4) gobernadores oficiales, pues hubo algunos provisionales que promediaron en el poder dos (2) años cada uno. Siguiendo la cronología de sus mandatos estos fueron: Henry Knapp, Thomas Snowden, Samuel Robinson y Harry Lee.
En octubre de 1922, a raíz de la entrada en vigencia del pacto Hughes-Peynado, fue nombrado como presidente provisorio el hacendado del Este Juan Bautista Vicini Burgos. El mismo se encargó de garantizar la transición política, mediante la organización de elecciones efectuadas en mayo de 1924, y en la que participaron Horacio Vásquez y Peynado, resultando ganador Vásquez. Harry Lee, último gobernador, abandona el país luego de concluidas dichas elecciones. Esto evidencia que el papel de Vicini Burgos fue solo protocolar.
Como epílogo debe resaltarse que, la dictadura trujillista fue un producto del período de ocupación militar estadounidense, dado que además de ser uno de los principales perseguidores de gavilleros, aprendió las artes de tortura más inhumanas y crueles en el contexto de aquél régimen de ocupación. A la llegada de las tropas anglosajonas en la fecha indicada, Trujillo había cumplido 24 años de edad; por lo que estaba lo suficientemente maduro para servir con eficacia a la causa oprobiosa de los invasores. Además el autoritarismo se consolidó en estas dos coyunturas estelares en forma más lacerante que en cualquier época de nuestra convulsionada historia; y quedó impregnado en la vida institucional y en la mentalidad dominicana; derivando de aquí también, el carácter conservador de nuestra sociedad. Fue en aquél periodo en que se forjaron los militares más represivos, que luego de la instauración de la dictadura trujillista continuaron aplicando el mismo patrón. Entre ellos pueden citarse: Emilio Ludovino Fernández, Fausto Caamaño Medina, Ramón Emilio Jiménez, Mélido Marte, entre otros.
Santo Domingo, República Dominicana
22 de septiembre, 2016.


martes, 7 de abril de 2020

La pandemia pone al desnudo la crueldad del capitalismo neoliberal

Noam Chomsky: «La escasez de ventiladores revela la crueldad del capitalismo neoliberal»

C.J. Polychroniou, Truthout, Rebelión
Traducido por Paco Muñoz de Bustillo

El Covid-19 ha tomado el mundo por asalto. Hay cientos de miles de personas infectadas (posiblemente muchas más que los casos confirmados), la lista de muertes crece exponencialmente y las economías capitalistas se han estancado, lo que hace prácticamente inevitable una recesión global.

La pandemia había sido anticipada mucho antes de su aparición, pero las acciones tendentes a prepararse para esa crisis se restringieron a causa de los crueles imperativos de un orden económico en el que “la prevención de una catástrofe futura no produce beneficios”, señala Noam Chomsky en esta entrevista exclusiva para Truthout. Chomsky es profesor emérito de lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y profesor laureado en la Universidad de Arizona, autor de más de 120 libros y de miles de artículos y ensayos. En esta entrevista argumenta que el propio capitalismo neoliberal es responsable de la respuesta inadecuada de Estados Unidos ante la pandemia.

C.J. Polychroniou: Noam, la epidemia de la nueva enfermedad del coronavirus se ha propagado a la mayor parte del planeta, y Estados Unidos tiene ya más casos que cualquier otro país, incluyendo China, donde se originó el virus. ¿Cree que es una evolución sorprendente?

Noam Chomsky: La escala de la plaga es sorprendente, impactante diría yo, pero no su aparición. Ni el hecho de que Estados Unidos esté teniendo la peor respuesta ante la crisis.

Los científicos llevan años avisando de la aparición de una pandemia, insistiendo en ello desde la epidemia de SARS de 2003, causada también por un coronavirus, para la cual se desarrollaron vacunas que no pasaron de la fase preclínica. Ese era el momento de empezar a poner en práctica sistemas de respuesta rápida que nos prepararan para otra epidemia y guardar la capacidad de reserva que pudiera necesitarse. También se podrían haber puesto en marcha iniciativas para desarrollar defensas y modos de tratamiento para una probable reaparición de un virus relacionado.

Pero los avances de la ciencia no son suficientes. Tiene que haber alguien que tome decisiones. Y esa opción se ve obstaculizada por la patología del orden socioeconómico contemporáneo. Las señales del mercado eran evidentes: la prevención de una catástrofe no produce beneficios. El gobierno podría haber intervenido, pero lo impide la doctrina imperante: “el gobierno es el problema”, nos dijo Reagan con su sonrisa radiante, lo que significaba que es preciso delegar la toma de decisiones, aún más, al mundo empresarial, comprometido con la obtención de beneficios y libre de la influencia de quienes deberían preocuparse por el bien común. Los años siguientes inyectaron una dosis de brutalidad neoliberal al orden capitalista sin restricciones y a la retorcida forma de mercado que desarrolla.

La gravedad de la patología se pone en evidencia a través de uno de sus fallos más dramáticos (y letales): la falta de respiradores, que constituye uno de los principales cuellos de botella a la hora de enfrentarse a la pandemia. El Departamento de Salud y Servicios Sociales anticipó el problema y contrató a una pequeña empresa para que fabricara respiradores baratos, fáciles de usar. Pero intervino la lógica capitalista. La empresa fue adquirida por una gran corporación, Covidien, que marginó el proyecto y “en 2014, sin haber entregado ningún respirador al gobierno, la dirección de Covidien comunicó a funcionarios del instituto [federal] de investigación biomédica su deseo de rescindir el contrato, según tres antiguos funcionarios federales. Los directivos se quejaron de que el contrato no era lo bastante beneficioso para la compañía”.

Es una verdad que no admite duda.

Pero entonces intervino la lógica neoliberal, que dictó que el gobierno no podía intervenir para salvar el enorme fallo del mercado que ahora está creando el caos. Tal y como argumentó muy diplomáticamente el New York Times, “la paralización de la iniciativa que pretendía crear un nuevo tipo de respirador barato y de fácil uso pone de manifiesto los peligros de subcontratar a empresas privadas proyectos con grandes implicaciones de salud pública; su foco en la obtención del máximo beneficio no siempre está en consonancia con el objetivo del gobierno: estar preparado para una futura crisis”.

Dejando a un lado la reverencia ritual al bondadoso gobierno y a sus loables objetivos, el comentario no deja de tener razón. Podríamos añadir que el foco en el máximo beneficio tampoco está “siempre en consonancia” con la esperanza de “supervivencia de la humanidad”, tomando prestada la frase de un informe eliminado del JPMorgan Chase, el mayor banco de Estados Unidos, en el que se advertía de que “la supervivencia de la humanidad” estaba en peligro de seguir el rumbo actual, al que contribuía las inversiones del propio banco en combustibles fósiles. Así que Chevron canceló un proyecto de energía sostenible rentable porque obtenía más beneficios destruyendo la vida en la Tierra. ExxonMobil ni se planteó una inversión de ese tipo porque antes habría realizado cálculos de rentabilidad más precisos.

Y era totalmente lógico, según la doctrina neoliberal. Como nos explicaron en su día Milton Friedman y otras luminarias neoliberales, la tarea de los directivos de las grandes empresas es maximizar los beneficios. Cualquier desviación de esta obligación moral destruiría los cimientos de la “vida civilizada”.

En todo caso, nos recuperaremos de la crisis del Covid-19, pagando un precio importante y posiblemente terrible, especialmente para la población más pobre y vulnerable. Pero no nos recuperaremos del deshielo de la banquisa polar y de otras consecuencias devastadoras del calentamiento global. También en este caso la catástrofe será producto de un fallo del mercado, en este caso de proporciones verdaderamente demoledoras.

La Administración actual había sido ampliamente informada de la probabilidad de una pandemia. De hecho, el pasado octubre tuvo lugar un ejercicio de simulacro a alto nivel. Durante todos sus años como presidente, Trump ha reaccionado de la manera a la que nos tiene acostumbrados: retirando la financiación y desmantelando cualquier parte relevante del gobierno e implementando regularmente las instrucciones de sus amos corporativos para eliminar las regulaciones que dificultan los beneficios y salvan vidas –y dirigiendo la carrera hacia el abismo de la catástrofe medioambiental, con diferencia su mayor crimen; de hecho el mayor crimen de la historia si consideramos las consecuencias.

A principios de enero ya había poca duda de lo que estaba ocurriendo. El 31 de diciembre China informó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) de la propagación de síntomas similares a los de la neumonía de causas desconocidas. El 7 de enero, China informó a la OMS de que los científicos habían identificado el origen de la enfermedad como un coronavirus y habían conseguido secuenciar el genoma, que pusieron a disposición del mundo científico. A lo largo de enero y febrero, la inteligencia estadounidense intentó captar la atención de Trump de todas las formas posibles sin conseguirlo. Los funcionarios informaron a la prensa de que “no conseguían convencerle de que hiciera nada a ese respecto aunque las luces de alarma estaban encendidas”.

Pero Trump no permaneció callado. Emitió una serie de declaraciones confiadas informando al público de que el coronavirus no era más serio que una tos; que tenía todo bajo control; que estaba manejando la crisis a la perfección; que era muy grave pero que él ya sabía que era una pandemia antes que nadie; y así sucesivamente, con todo el repertorio de lamentables afirmaciones. La técnica está bien diseñada, como la práctica de ir soltando mentiras tan deprisa que el propio concepto de verdad desaparece. Pase lo que pase, Trump está seguro de que sus leales seguidores le defenderán. Cuando disparas flechas al azar, alguna tiene que dar en el blanco.

Para rematar este impresionante record, el 10 de febrero, con el virus recorriendo el país de punta a punta, la Casa Blanca publicó su propuesta de presupuesto anual, que amplia aún más los fuertes recortes en todas las principales partidas sanitarias responsabilidad del gobierno (de hecho, en prácticamente cualquier cosa que pueda ayudar a la gente) al tiempo que incrementa la financiación de lo que realmente importa: el ejército y el muro [con México].

Una consecuencia de esto es el escandaloso retraso de las pruebas y lo limitado de estas, muy por debajo de otros países, lo que imposibilita el uso de estrategias de seguimiento de los contagios que han evitado que la epidemia se descontrole en las sociedades funcionales. Incluso los mejores hospitales carecen de suficiente equipamiento básico. Estados Unidos es en estos momentos el epicentro de la crisis.

Este ejemplo es apenas una pequeña muestra de la malevolencia trumpiana, pero lamentablemente ahora no tenemos más espacio para profundizar.

Aunque resulta tentador echar la culpa a Trump de la desastrosa respuesta ante la crisis, si queremos prevenir futuras catástrofes, es preciso que miremos más allá de su figura. Trump asumió el poder en una sociedad enferma, afligida por 40 años de neoliberalismo profundamente enraizado.

La versión neoliberal del capitalismo lleva en vigor desde los tiempos de Reagan y Margaret Thatcher. No debería hacer falta detallar sus funestas consecuencias. La generosidad de Reagan con los superricos tiene una relevancia absoluta en la crisis actual, cuando se prepara un nuevo rescate. Reagan se apresuró a levantar la prohibición de los paraísos fiscales y otros mecanismos destinados a trasladar la carga fiscal al público, además de autorizar la recompra de acciones –un mecanismo para inflar el valor de las acciones y enriquecer a la dirección de las empresas y a los muy ricos (que poseen la mayor parte de las acciones) al tiempo que se debilita la capacidad productiva de la compañía.

Estos cambios en la regulación tienen enormes consecuencias, del orden de decenas de billones de dólares. Por lo general, las reglas se han diseñado para beneficiar a una pequeña minoría mientras el resto tiene que luchar por mantenerse a flote. De esa manera hemos llegado a tener una sociedad en la que el 0,1 por ciento de la población posee el 20 por ciento de la riqueza y la mitad de abajo tiene un patrimonio neto negativo y vive a base de endeudarse un mes tras otro. Mientras los beneficios crecían y los salarios de los grandes directivos se disparaban, los salarios reales se han estancado. Como muestran los economistas Emmanuel Saez y Gabriel Zucman en su libro The Triumph of Injustice, los impuestos son básicamente planos en todos los grupos de renta, excepto en el más elevado, donde descienden.

El sistema sanitario privado (y con ánimo de lucro) estadounidense es desde hace tiempo un caso de escándalo a escala internacional, pues tiene un coste que duplica al de otras sociedades desarrolladas y uno de los peores resultados. La doctrina neoliberal le asestó otro golpe al introducir en él medidas empresariales de eficiencia: servicio bajo demanda y falta de reservas para contingencias. A la menor alteración, el sistema se viene abajo. Lo mismo ocurre con el frágil orden económico forjado sobre los principios neoliberales.

Este es el mundo heredado por Trump, el objetivo de su ariete. Aquellos interesados en reconstruir una sociedad viable a partir de las ruinas que queden tras la crisis actual harían bien en prestar atención al aviso de Vijay Prashad: “No volveremos a la normalidad, porque la normalidad era el problema”.

-Sin embargo, incluso ahora, con el país en mitad de una emergencia de salud pública distinta de cualquier cosa que hayamos visto en mucho tiempo, al público estadounidense se le sigue diciendo que la sanidad universal no es una propuesta realista. ¿Es el neoliberalismo el único responsable de este punto de vista típicamente estadounidense sobre la salud?

-Es una historia compleja. Para empezar, durante mucho tiempo las encuestas mostraban actitudes favorables hacia la sanidad universal, a veces incluso un fuerte apoyo. En los últimos años de la era Reagan, en torno al 70 por ciento de la población pensaba que la Constitución debería garantizar los cuidados sanitarios y el 40 por ciento pensaba que de hecho ya era así –asumiendo que la Constitución era la depositaria de todo lo que es evidentemente correcto. Las encuestas mostraban un gran apoyo al derecho a la sanidad universal, hasta que comenzó la ofensiva de propaganda de las compañías, advirtiendo de la enorme carga fiscal que eso supondría, algo parecido a lo que hemos visto recientemente. Entonces el apoyo popular desapareció.

Como suele ocurrir, la propaganda tiene un elemento de verdad. Los impuestos subirán, pero los gastos totales descenderán bruscamente, como muestran los datos de países comparables. ¿Cuánto? Hay algunas estimaciones interesantes. Una de las principales revistas médicas del mundo, The Lancet de Reino Unido, publicó recientemente un estudio que estimaba que la implantación de la sanidad universal en Estados Unidos “probablemente supondría un ahorro del 13 por ciento en el gasto sanitario nacional, equivalente a más de 450.000 millones de dólares anuales (según el valor del dólar en 2017)”. El estudio continuaba afirmando:

“Todo el sistema podría financiarse con un menor desembolso que el que contraen las empresas y las familias que pagan las pólizas sanitarias junto con las partidas asignadas por el gobierno. Este cambio a una sanidad de un solo pagador beneficiaría especialmente a los hogares de menores ingresos. Además, estimamos que el acceso a los cuidados sanitarios para toda la población estadounidense salvaría más de 68.000 vidas y 1,73 millones de años de vida cada año, en relación con la situación actual”.

Pero los impuestos tendrían que subir. Y parece que muchos estadounidenses prefieren gastar más dinero siempre que no sea en impuestos (aunque por otro lado eso suponga la pérdida de decenas de miles de vidas cada año). Este es un indicador sintomático del estado de la democracia estadounidense, según la percibe la gente; y, desde otra perspectiva, de la fuerza del sistema doctrinario diseñado por el poder empresarial y sus lacayos intelectuales. El ataque neoliberal ha intensificado este elemento patológico de la cultura nacional, pero las raíces son mucho más profundas y se pueden observar en muchos ejemplos. Se trata de un tema que merece la pena investigar más.

-Algunos países europeos están gestionando la propagación del coronavirus mejor que otros, pero parece que los que han tenido más éxito en esta tarea se sitúan fuera del universo occidental (neo)liberal. Hablamos de Singapur, Corea del Sur, Rusia y la misma China. ¿Cree que este dato nos aporta información sobre los regímenes capitalistas occidentales?

Ha habido diferentes reacciones frente a la propagación del virus. China parece haberla controlado, al menos por ahora. Al igual que los países de su periferia, incluyendo a democracias no menos dinámicas que las occidentales, que tomaron muy en serio los primeros avisos. La mayor parte de Europa retrasó la toma de decisiones, pero algunos países actuaron con presteza. Alemania parece mantener el record global en cuanto a baja mortalidad, gracias a la reserva de instalaciones sanitarias y capacidad de diagnóstico y a la respuesta inmediata. Lo mismo parece ocurrir con Noruega. La reacción de Boris Johnson en Reino Unido fue vergonzosa. Pero los Estados Unidos de Trump van a la cola.

Sin embargo, la diligencia con que actuó Alemania con su población no se extendió más allá de sus fronteras. La Unión Europea ha demostrado estar cualquier cosa menos unida. No obstante, las sociedades europeas enfermas podrían pedir ayuda al otro lado del Atlántico. La superpotencia cubana está lista para ayudar una vez más con médicos y equipo. Mientras tanto, su vecino yanqui se ha dedicado a retirar la asistencia sanitaria a Yemen, donde ha contribuido a crear la mayor crisis humanitaria del mundo, y utiliza la oportunidad que le presenta la devastadora emergencia sanitaria para endurecer sus crueles sanciones y asegurar el máximo sufrimiento de sus supuestos enemigos. Cuba es su víctima más prolongada, desde los tiempos de las guerras terroristas y el estrangulamiento económico de Kennedy, aunque milagrosamente ha conseguido sobrevivir.

A propósito, debería ser extremadamente perturbador para los estadounidenses comparar el circo montado por Washington con los informes serenos, comedidos y objetivos de Angela Merkel sobre cómo manejar la epidemia.

Las distintas maneras de responder a la crisis no parecen depender de si el país es una democracia o una autocracia, sino de si su sociedad es funcional o disfuncional –lo que en la retórica de Trump se resume como “países de mierda”, como el que él mismo se esfuerza en crear bajo su mandato.

-¿Qué piensa del plan de rescate económico del coronavirus, valorado en 2 billones de dólares? ¿Es suficiente para prevenir otra posible gran recesión y ayudar a los grupos más vulnerables de la sociedad estadounidense?

-El plan de rescate es mejor que nada. Ofrece un alivio limitado a algunos de los que lo necesitan desesperadamente y contiene fondos suficientes para ayudar a los verdaderamente vulnerables: las lastimosas corporaciones que acuden en tropel a papá Estado, con el sombrero en la mano, ocultando sus copias de Ayn Rand* y suplicando una vez más que el sector público las rescate tras haber pasado sus años gloriosos amasando inmensos beneficios y ampliando estos con una orgía de recompra de acciones. Pero no hay de qué preocuparse. La caja negra será supervisada por Trump y su Secretario del Tesoro, en quienes se puede confiar que serán justos e imparciales. Y si deciden ignorar las demandas del nuevo inspector general y del Congreso, ¿quién va a evitarlo? ¿El Departamento de Justicia de Barr? ¿Un impeachment?

Deberían haberse diseñado mecanismos para que la ayuda llegue a quienes la necesitan, a los hogares, más allá de la miseria que parece habérseles asignado. Eso incluye a las personas trabajadoras que tenían verdaderos empleos y al enorme precariado que malvivía con empleos temporales e irregulares, pero también a otros: a quienes ya habían tirado la toalla, los cientos de miles de víctimas de “muerte por desesperación”** –una auténtica tragedia americana–, los sin techo, los presos, todos los que habitan viviendas tan inadecuadas que no es posible el aislamiento y el almacenamiento de comida, y muchos otros que no son difíciles de identificar.

Los economistas políticos Thomas Ferguson y Rob Johnson lo han explicado llanamente: Mientras la sanidad universal que es común en otros lugares se considere algo inalcanzable en Estados Unidos, “no hay ninguna razón por la que se deba aceptar un seguro único financiado por las empresas” Estos autores hacen un compendio de maneras sencillas de superar esta forma de robo corporativo.

Como mínimo, la práctica habitual de rescatar con dinero público al sector empresarial debería exigir como contrapartida la estricta prohibición de recompra de acciones, una participación importante de los trabajadores en la gestión de la empresa y el final de las escandalosas medidas proteccionistas de los mal llamados “acuerdos de libre comercio”, que garantizan enormes beneficios para las grandes farmacéuticas mientras aumentan el precio de los medicamentos mucho más de lo que sería razonable. Como mínimo.

Esta entrevista ha sido editada para facilitar su lectura.

N. de T.: *Filósofa y escritora rusa que obtuvo la nacionalidad estadounidense y que defendía el egoísmo racional, el individualismo y el laissez faire y rechazaba el altruismo y el socialismo.

**Chomsky hace aquí referencia a la “epidemia” de suicidios de trabajadores en EE.UU. (del orden de 150.000 cada año), y a un libro de Anne Case y Angus Deaton, ganadores del Nobel de Economía en 2015 y autores del libro Deaths of Despair and the Future of Capitalism, al que cita indirectamente el filósofo.

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