MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

lunes, 11 de abril de 2016

El Che y el hombre nuevo para la nueva sociedad

El socialismo y el hombre en Cuba

Estimado compañero *:
Acabo estas notas en viaje por África, animado del deseo de cumplir, aunque tardíamente, mi promesa. Quisiera hacerlo tratando el tema del título. Creo que pudiera ser interesante para los lectores uruguayos.
Es común escuchar de boca de los voceros capitalistas, como un argumento en la lucha ideológica contra el socialismo, la afirmación de que este sistema social o el período de construcción del socialismo al que estamos nosotros abocados, se caracteriza por la abolición del individuo en aras del Estado. No pretenderé refutar esta afirmación sobre una base meramente teórica, sino establecer los hechos tal cual se viven en Cuba y agregar comentarios de índole general. Primero esbozaré a grandes rasgos la historia de nuestra lucha revolucionaria antes y después de la toma del poder.
Como es sabido, la fecha precisa en que se iniciaron las acciones revolucionarias que culminaron el primero de enero de 1959, fue el 26 de julio de 1953. Un grupo de hombres dirigidos por Fidel Castro atacó la madrugada de ese día el cuartel Moncada, en la provincia de Oriente. El ataque fue un fracaso, el fracaso se transformó en desastre y los sobrevivientes fueron a parar a la cárcel, para reiniciar, luego de ser amnistiados, la lucha revolucionaria.
Durante este proceso, en el cual solamente existían gérmenes de socialismo, el hombre era un factor fundamental. En él se confiaba, individualizado, específico, con nombre y apellido, y de su capacidad de acción dependía el triunfo o el fracaso del hecho encomendado.
Llego la etapa de la lucha guerrillera. Esta se desarrolló en dos ambientes distintos: el pueblo, masa todavía dormida a quien había que movilizar y su vanguardia, la guerrilla, motor impulsor de la movilización, generador de conciencia revolucionaria y de entusiasmo combativo. Fue esta vanguardia el agente catalizador, el que creó las condiciones subjetivas necesarias para la victoria. También en ella, en el marco del proceso de proletarización de nuestro pensamiento, de la revolución que se operaba en nuestros hábitos, en nuestras mentes, el individuo fue el factor fundamental. Cada uno de los combatientes de la Sierra Maestra que alcanzara algún grado superior en las fuerzas revolucionarias, tiene una historia de hechos notables en su haber. En base a estos lograba sus grados.
Fue la primera época heroica, en la cual se disputaban por lograr un cargo de mayor responsabilidad, de mayor peligro, sin otra satisfacción que el cumplimiento del deber. En nuestro trabajo de educación revolucionaria, volvemos a menudo sobre este tema aleccionador. En la actitud de nuestros combatientes se vislumbra al hombre del futuro.
En otras oportunidades de nuestra historia se repitió el hecho de la entrega total a la causa revolucionaria. Durante la Crisis de Octubre o en los días del ciclón Flora, vimos actos de valor y sacrificio excepcionales realizados por todo un pueblo. Encontrar la fórmula para perpetuar en la vida cotidiana esa actitud heroica, es una de nuestras tareas fundamentales desde el punto de vista ideológico.
En enero de 1959 se estableció el gobierno revolucionario con la participación en él de varios miembros de la burguesía entreguista. La presencia del Ejército Rebelde constituía la garantía de poder, como factor fundamental de fuerza.
Se produjeron enseguida contradicciones seria, resueltas, en primera instancia, en febrero del 59, cuando Fidel Castro asumió la jefatura de gobierno con el cargo de primer ministro. Culminaba el proceso en julio del mismo año, al renunciar el presidente Urrutia ante la presión de las masas.
Aparecía en la historia de la Revolución Cubana, ahora con caracteres nítidos, un personaje que se repetirá sistemáticamente: la masa.
Este ente multifacético no es, como se pretende, la suma de elementos de la misma categoría (reducidos a la misma categoría, además, por el sistema impuesto), que actúa como un manso rebaño. Es verdad que sigue sin vacilar a sus dirigentes, fundamentalmente a Fidel Castro, pero el grado en que él ha ganado esa confianza responde precisamente a la interpretación cabal de los deseos del pueblo, de sus aspiraciones, y a la lucha sincera por el cumplimiento de las promesas hechas.
La masa participó en la reforma agraria y en el difícil empeño de la administración de las empresas estatales; pasó por la experiencia heroica de Playa Girón; se forjó en las luchas contra las distintas bandas de bandidos armadas por la CIA; vivió una de las definiciones más importantes de los tiempos modernos en la Crisis de Octubre y sigue hoy trabajando en la construcción del socialismo.
Vistas las cosas desde un punto de vista superficial, pudiera parecer que tienen razón aquellos que hablan de supeditación del individuo al Estado, la masa realiza con entusiasmo y disciplina sin iguales las tareas que el gobierno fija, ya sean de índole económica, cultural, de defensa, deportiva, etcétera. La iniciativa parte en general de Fidel o del alto mando de la revolución y es explicada al pueblo que la toma como suya. Otras veces, experiencias locales se toman por el partido y el gobierno para hacerlas generales, siguiendo el mismo procedimiento.
Sin embargo, el Estado se equivoca a veces. Cuando una de esas equivocaciones se produce, se nota una disminución del entusiasmo colectivo por efectos de una disminución cuantitativa de cada uno de los elementos que la forman, y el trabajo se paraliza hasta quedar reducido a magnitudes insignificantes; es el instante de rectificar. Así sucedió en marzo de 1962 ante una política sectaria impuesta al partido por Aníbal Escalante.
Es evidente que el mecanismo no basta para asegurar una sucesión de medidas sensatas y que falta una conexión más estructurada con las masas. Debemos mejorarla durante el curso de los próximos años pero, en el caso de las iniciativas surgidas de estratos superiores del gobierno utilizamos por ahora el método casi intuitivo de auscultar las reacciones generales frente a los problemas planteados.
Maestro en ello es Fidel, cuyo particular modo de integración con el pueblo solo puede apreciarse viéndolo actuar. En las grandes concentraciones públicas se observa algo así como el diálogo de dos diapasones cuyas vibraciones provocan otras nuevas en el interlocutor. Fidel y la masa comienzan a vibrar en un diálogo de intensidad creciente hasta alcanzar el clímax en un final abrupto, coronado por nuestro grito de lucha y victoria.
Lo difícil de entender, para quien no viva la experiencia de la revolución, es esa estrecha unidad dialéctica existente entre el individuo y la masa, donde ambos se interrelacionan y, a su vez, la masa, como conjunto de individuos, se interrelaciona con los dirigentes.
En el capitalismo se pueden ver algunos fenómenos de este tipo cuando aparecen políticos capaces de lograr la movilización popular, pero si no se trata de un auténtico movimiento social, en cuyo caso no es plenamente lícito hablar de capitalismo, el movimiento vivirá lo que la vida de quien lo impulse o hasta el fin de las ilusiones populares, impuesto por el rigor de la sociedad capitalista. En esta, el hombre está dirigido por un frío ordenamiento que, habitualmente, escapa al dominio de la comprensión. El ejemplar humano, enajenado, tiene un invisible cordón umbilical que le liga a la sociedad en su conjunto: la ley del valor. Ella actúa en todos los aspectos de la vida, va modelando su camino y su destino.
Las leyes del capitalismo, invisibles para el común de las gentes y ciegas, actúan sobre el individuo sin que este se percate. Solo ve la amplitud de un horizonte que aparece infinito. Así lo presenta la propaganda capitalista que pretende extraer del caso Rockefeller —verídico o no—, una lección sobre las posibilidades de éxito. La miseria que es necesario acumular para que surja un ejemplo así y la suma de ruindades que conlleva una fortuna de esa magnitud, no aparecen en el cuadro y no siempre es posible a las fuerzas populares aclarar estos conceptos. (Cabría aquí la disquisición sobre cómo en los países imperialistas los obreros van perdiendo su espíritu internacional de clase al influjo de una cierta complicidad en la explotación de los países dependientes y cómo este hecho, al mismo tiempo, lima el espíritu de lucha de las masas en el propio país, pero ese es un tema que sale de la intención de estas notas.)
De todos modos, se muestra el camino con escollos que aparentemente, un individuo con las cualidades necesarias puede superar para llegar a la meta. El premio se avizora en la lejanía; el camino es solitario. Además, es una carrera de lobos: solamente se puede llegar sobre el fracaso de otros.
Intentaré, ahora, definir al individuo, actor de ese extraño y apasionante drama que es la construcción del socialismo, en su doble existencia de ser único y miembro de la comunidad.
Creo que lo más sencillo es reconocer su cualidad de no hecho, de producto no acabado. Las taras del pasado se trasladan al presente en la conciencia individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas.
El proceso es doble, por un lado actúa la sociedad con su educación directa e indirecta, por otro, el individuo se somete a un proceso consciente de autoeducación.
La nueva sociedad en formación tiene que competir muy duramente con el pasado. Esto se hace sentir no solo en la conciencia individual en la que pesan los residuos de una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del individuo, sino también por el carácter mismo de este período de transición con persistencia de las relaciones mercantiles. La mercancía es la célula económica de la sociedad capitalista; mientras exista, sus efectos se harán sentir en la organización de la producción y, por ende, en la conciencia.
En el esquema de Marx se concebía el período de transición como resultado de la transformación explosiva del sistema capitalista destrozado por sus contradicciones; en la realidad posterior se ha visto cómo se desgajan del árbol imperialista algunos países que constituyen ramas débiles, fenómeno previsto por Lenin. En estos, el capitalismo se ha desarrollado lo suficiente como para hacer sentir sus efectos, de un modo u otro, sobre el pueblo, pero no son sus propias contradicciones las que, agotadas todas las posibilidades, hacen saltar el sistema. La lucha de liberación contra un opresor externo, la miseria provocada por accidentes extraños, como la guerra, cuyas consecuencias hacen recaer las clases privilegiadas sobre los explotados, los movimientos de liberación destinados a derrocar regímenes neocoloniales, son los factores habituales de desencadenamiento. La acción consciente hace el resto.
En estos países no se ha producido todavía una educación completa para el trabajo social y la riqueza dista de estar al alcance de las masas mediante el simple proceso de apropiación. El subdesarrollo por un lado y la habitual fuga de capitales hacia países «civilizados» por otro, hacen imposible un cambio rápido y sin sacrificios. Resta un gran tramo a recorrer en la construcción de la base económica y la tentación de seguir los caminos trillados del interés material, como palanca impulsora de un desarrollo acelerado, es muy grande.
Se corre el peligro de que los árboles impidan ver el bosque. Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera), se puede llegar a un callejón sin salida. Y se arriba allí tras de recorrer una larga distancia en la que los caminos se entrecruzan muchas veces y donde es difícil percibir el momento en que se equivocó la ruta. Entre tanto, la base económica adaptada ha hecho su trabajo de zapa sobre el desarrollo de la conciencia. Para construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que hacer al hombre nuevo.
De allí que sea tan importante elegir correctamente el instrumento de movilización de las masas. Este instrumento debe ser de índole moral, fundamentalmente, sin olvidar una correcta utilización del estímulo material, sobre todo de naturaleza social.
Como ya dije, en momentos de peligro extremo es fácil potenciar los estímulos morales; para mantener su vigencia, es necesario el desarrollo de una conciencia en la que los valores adquieran categorías nuevas. La sociedad en su conjunto debe convertirse en una gigantesca escuela.
Las grandes líneas del fenómeno son similares al proceso de formación de la conciencia capitalista en su primera época. El capitalismo recurre a la fuerza, pero, además, educa a la gente en el sistema. La propaganda directa se realiza por los encargados de explicar la ineluctabilidad de un régimen de clase, ya sea de origen divino o por imposición de la naturaleza como ente mecánico. Esto aplaca a las masas que se ven oprimidas por un mal contra el cual no es posible la lucha.
A continuación viene la esperanza, y en esto se diferencia de los anteriores regímenes de casta que no daban salida posible.
Para algunos continuará vigente todavía la fórmula de casta: el premio a los obedientes consiste en el arribo, después de la muerte, a otros mundos maravillosos donde los buenos son los premiados, con lo que se sigue la vieja tradición. Para otros, la innovación; la separación en clases es fatal, pero los individuos pueden salir de aquella a que pertenecen mediante el trabajo, la iniciativa, etcétera. Este proceso, y el de autoeducación para el triunfo, deben ser profundamente hipócritas: es la demostración interesada de que una mentira es verdad.
En nuestro caso, la educación directa adquiere una importancia mucho mayor. La explicación es convincente porque es verdadera; no precisa de subterfugios. Se ejerce a través del aparato educativo del Estado en función de la cultura general, técnica e ideológica, por medio de organismos tales como el Ministerio de Educación y el aparto de divulgación del partido. La educación prende en las masas y la nueva actitud preconizada tiende a convertirse en hábito; la masa la va haciendo suya y presiona a quienes no se han educado todavía. Esta es la forma indirecta de educar a las masas, tan poderosa como aquella otra.
Pero el proceso es consciente; el individuo recibe continuamente el impacto del nuevo poder social y percibe que no está completamente adecuado a él. Bajo el influjo de la presión que supone la educación indirecta, trata de acomodarse a una situación que siente justa y cuya propia falta de desarrollo le ha impedido hacerlo hasta ahora. Se autoeduca.
En este período de construcción del socialismo podemos ver el hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está todavía acabada; no podría estarlo nunca ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas. Descontando aquellos cuya falta de educación los hace tender al camino solitario, a la autosatisfacción de sus ambiciones, los hay que aun dentro de este nuevo panorama de marcha conjunta, tienen tendencia a caminar aislados de la masa que acompañan. Lo importante es que los hombres van adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de su incorporación a la sociedad y, al mismo tiempo, de su importancia como motores de la misma.
Ya no marchan completamente solos, por veredas extraviadas, hacia lejanos anhelos. Siguen a su vanguardia, constituida por el partido, por los obreros de avanzada, por los hombres de avanzada que caminan ligados a las masas y en estrecha comunión con ellas. Las vanguardias tienen su vista puesta en el futuro y en su recompensa, pero esta no se vislumbra como algo individual; el premio es la nueva sociedad donde los hombres tendrán características distintas: la sociedad del hombre comunista.
El camino es largo y lleno de dificultades. A veces, por extraviar la ruta, hay que retroceder; otras, por caminar demasiado aprisa, nos separamos de las masas; en ocasiones por hacerlo lentamente, sentimos el aliento cercano de los que nos pisan los talones. En nuestra ambición de revolucionarios, tratamos de caminar tan aprisa como sea posible, abriendo caminos, pero sabemos que tenemos que nutrirnos de la masa y que ésta solo podrá avanzar más rápido si la alentamos con nuestro ejemplo.
A pesar de la importancia dada a los estímulos morales, el hecho de que exista la división en dos grupos principales (excluyendo, claro está, a la fracción minoritaria de los que no participan, por una razón u otra en la construcción del socialismo), indica la relativa falta de desarrollo de la conciencia social. El grupo de vanguardia es ideológicamente más avanzado que la masa; esta conoce los valores nuevos, pero insuficientemente. Mientras en los primeros se produce un cambio cualitativo que le permite ir al sacrificio en su función de avanzada, los segundos sólo ven a medias y deben ser sometidos a estímulos y presiones de cierta intensidad; es la dictadura del proletariado ejerciéndose no sólo sobre la clase derrotada, sino también individualmente, sobre la clase vencedora.
Todo esto entraña, para su éxito total, la necesidad de una serie de mecanismos, las instituciones revolucionarias. En la imagen de las multitudes marchando hacia el futuro, encaja el concepto de institucionalización como el de un conjunto armónico de canales, escalones, represas, aparatos bien aceitados que permitan esa marcha, que permitan la selección natural de los destinados a caminar en la vanguardia y que adjudiquen el premio y el castigo a los que cumplen o atenten contra la sociedad en construcción.
Esta institucionalidad de la Revolución todavía no se ha logrado. Buscamos algo nuevo que permita la perfecta identificación entre el Gobierno y la comunidad en su conjunto, ajustada a las condiciones peculiares de la construcción del socialismo y huyendo al máximo de los lugares comunes de la democracia burguesa, trasplantados a la sociedad en formación (como las cámaras legislativas, por ejemplo). Se han hecho algunas experiencias dedicadas a crear paulatinamente la institucionalización de la Revolución, pero sin demasiada prisa. El freno mayor que hemos tenido ha sido el miedo a que cualquier aspecto formal nos separe de las masas y del individuo, nos haga perder de vista la última y más importante ambición revolucionaria que es ver al hombre liberado de su enajenación.
No obstante la carencia de instituciones, lo que debe superarse gradualmente, ahora las masas hacen la historia como el conjunto consciente de individuos que luchan por una misma causa. El hombre, en el socialismo, a pesar de su aparente estandarización, es más completo; a pesar de la falta del mecanismo perfecto para ello, su posibilidad de expresarse y hacerse sentir en el aparato social es infinitamente mayor.
Todavía es preciso acentuar su participación consciente, individual y colectiva, en todos los mecanismos de dirección y de producción y ligarla a la idea de la necesidad de la educación técnica e ideológica, de manera que sienta cómo estos procesos son estrechamente interdependientes y sus avances son paralelos. Así logrará la total consciencia de su ser social, lo que equivale a su realización plena como criatura humana, rotas todas las cadenas de la enajenación.
Esto se traducirá concretamente en la reapropiación de su naturaleza a través del trabajo liberado y la expresión de su propia condición humana a través de la cultura y el arte.
Para que se desarrolle en la primera, el trabajo debe adquirir una condición nueva; la mercancía-hombre cesa de existir y se instala un sistema que otorga una cuota por el cumplimiento del deber social. Los medios de producción pertenecen a la sociedad y la máquina es sólo la trinchera donde se cumple el deber. El hombre comienza a liberar su pensamiento del hecho enojoso que suponía la necesidad de satisfacer sus necesidades animales mediante el trabajo. Empieza a verse retratado en su obra y a comprender su magnitud humana a través del objeto creado, del trabajo realizado. Esto ya no entraña dejar una parte de su ser en forma de fuerza de trabajo vendida, que no le pertenece más, sino que significa una emanación de sí mismo, un aporte a la vida común en que se refleja; el cumplimiento de su deber social.
Hacemos todo lo posible por darle al trabajo esta nueva categoría de deber social y unirlo al desarrollo de la técnica, por un lado, lo que dará condiciones para una mayor libertad, y al trabajo voluntario por otro, basados en la apreciación marxista de que el hombre realmente alcanza su plena condición humana cuando produce sin la compulsión de la necesidad física de venderse como mercancía.
Claro que todavía hay aspectos coactivos en el trabajo, aún cuando sea necesario; el hombre no ha transformado toda la coerción que lo rodea en reflejo condicionado de naturaleza social y todavía produce, en muchos casos, bajo la presión del medio (compulsión moral, la llama Fidel). Todavía le falta el lograr la completa recreación espiritual ante su propia obra, sin la presión directa del medio social, pero ligado a él por los nuevos hábitos. Esto será el comunismo.
El cambio no se produce automáticamente en la conciencia, como no se produce tampoco en la economía. Las variaciones son lentas y no son rítmicas; hay períodos de aceleración, otros pausados e incluso, de retroceso.
Debemos considerar, además como apuntáramos antes, que no estamos frente al período de transición puro, tal como lo viera Marx en la Crítica del Programa de Gotha, sino de una nueva fase no prevista por él; primer período de transición del comunismo o de la construcción del socialismo. Este transcurre en medio de violentas luchas de clase y con elementos de capitalismo en su seno que oscurecen la comprensión cabal de su esencia.
Si a esto de agrega el escolasticismo que ha frenado el desarrollo de la filosofía marxista e impedido el tratamiento sistemático del período, cuya economía política no se ha desarrollado, debemos convenir en que todavía estamos en pañales y es preciso dedicarse a investigar todas las características primordiales del mismo antes de elaborar una teoría económica y política de mayor alcance.
La teoría que resulte dará indefectiblemente preeminencia a los dos pilares de la construcción: la formación del hombre nuevo y el desarrollo de la técnica. En ambos aspectos nos falta mucho por hacer, pero es menos excusable el atraso en cuanto a la concepción de la técnica como base fundamental, ya que aquí no se trata de avanzar a ciegas sino de seguir durante un buen tramo el camino abierto por los países más adelantados del mundo. Por ello Fidel machaca con tanta insistencia sobre la necesidad de la formación tecnológica y científica de todo nuestro pueblo y más aún, de su vanguardia.
En el campo de las ideas que conducen a actividades no productivas, es más fácil ver la división entre la necesidad material y espiritual. Desde hace mucho tiempo el hombre trata de liberarse de la enajenación mediante la cultura y el arte. Muere diariamente las ocho y más horas en que actúa como mercancía para resucitar en su creación espiritual. pero este remedio porta los gérmenes de la misma enfermedad.: es un ser solitario el que busca comunión con la naturaleza. Defiende su individualidad oprimida por el medio y reacciona ante las ideas estéticas como un ser único cuya aspiración es permanecer inmaculado.
Se trata sólo de un intento de fuga. La ley del valor no es ya un mero reflejo de las relaciones de producción; los capitalistas monopolistas la rodean de un complicado andamiaje que la convierte en una sierva dócil, aún cuando los métodos que emplean sean puramente empíricos. La superestructura impone un tipo de arte en el cual hay que educar a los artistas. Los rebeldes son dominados por la maquinaria y sólo los talentos excepcionales podrán crear su propia obra. Los restantes devienen asalariados vergonzantes o son triturados.
Se inventa la investigación artística a la que se da como definitoria de la libertad, pero esta «investigación» tiene sus límites imperceptibles hasta el momento de chocar con ellos, vale decir, de plantearse los reales problemas del hombre y su enajenación. La angustia sin sentido o el pasatiempo vulgar constituyen válvulas cómodas a la inquietud humana; se combate la idea de hacer del arte un arma de denuncia.
Si se respetan las leyes del juego se consiguen todos los honores; los que podría tener un mono al inventar piruetas. La condición es no tratar de escapar de la jaula invisible.
Cuando la Revolución tomó el poder se produjo el éxodo de los domesticados totales; los demás, revolucionarios o no, vieron un camino nuevo. La investigación artística cobró nuevo impulso. Sin embargo, las rutas estaban más o menos trazadas y el sentido del concepto fuga se escondió tras la palabra libertad. En los propios revolucionarios se mantuvo muchas veces esta actitud, reflejo del idealismo burgués en la conciencia.
En países que pasaron por un proceso similar se pretendió combatir estas tendencias con un dogmatismo exagerado. La cultura general se convirtió casi en un tabú y se proclamó el summum de la aspiración cultural, una representación formalmente exacta de la naturaleza, convirtiéndose ésta, luego, en una representación mecánica de la realidad social que se quería hacer ver; la sociedad ideal, casi sin conflictos ni contradicciones, que se buscaba crear.
El socialismo es joven y tiene errores.
Los revolucionarios carecemos, muchas veces, de los conocimientos y la audacia intelectual necesarias para encarar la tarea del desarrollo de un hombre nuevo por métodos distintos a los convencionales y los métodos convencionales sufren de la influencia de la sociedad que los creó. (Otra vez se plantea el tema de la relación entre forma y contenido.) La desorientación es grande y los problemas de la construcción material nos absorben. No hay artistas de gran autoridad que, a su vez, tengan gran autoridad revolucionaria. Los hombres del Partido deben tomar esa tarea entre las manos y buscar el logro del objetivo principal: educar al pueblo.
Se busca entonces la simplificación, lo que entiende todo el mundo, que es lo que entienden los funcionarios. Se anula la auténtica investigación artística y se reduce al problema de la cultura general a una apropiación del presente socialista y del pasado muerto (por tanto, no peligroso). Así nace el realismo socialista sobre las bases del arte del siglo pasado.
Pero el arte realista del siglo XIX, también es de clase, más puramente capitalista, quizás, que este arte decadente del siglo XX, donde se transparenta la angustia del hombre enajenado. El capitalismo en cultura ha dado todo de sí y no queda de él sino el anuncio de un cadáver maloliente en arte, su decadencia de hoy. Pero, ¿por qué pretender buscar en las formas congeladas del realismo socialista la única receta válida? No se puede oponer al realismo socialista «la libertad», porque ésta no existe todavía, no existirá hasta el completo desarrollo de la sociedad nueva; pero no se pretenda condenar a todas la formas de arte posteriores a la primer mitad del siglo XIX desde el trono pontificio del realismo a ultranza, pues se caería en un error proudhoniano de retorno al pasado, poniéndole camisa de fuerza a la expresión artística del hombre que nace y se construye hoy.
Falta el desarrollo de un mecanismo ideológico cultural que permita la investigación y desbroce la mala hierba, tan fácilmente multiplicable en el terreno abonado de la subvención estatal.
En nuestro país, el error del mecanicismo realista no se ha dado, pero sí otro signo de contrario. Y ha sido por no comprender la necesidad de la creación del hombre nuevo, que no sea el que represente las ideas del siglo XIX, pero tampoco las de nuestro siglo decadente y morboso. El hombre del siglo XXI es el que debemos crear, aunque todavía es una aspiración subjetiva y no sistematizada. Precisamente éste es uno de los puntos fundamentales de nuestro estudio y de nuestro trabajo y en la medida en que logremos éxitos concretos sobre una base teórica o, viceversa, extraigamos conclusiones teóricas de carácter amplio sobre la base de nuestra investigación concreta, habremos hecho un aporte valioso al marxismo-leninismo, a la causa de la humanidad. La reacción contra el hombre del siglo XIX nos ha traído la reincidencia en el decadentismo del siglo XX; no es un error demasiado grave, pero debemos superarlo, so pena de abrir un ancho cauce al revisionismo.
Las grandes multitudes se van desarrollando, las nuevas ideas van alcanzando adecuado ímpetu en el seno de la sociedad, las posibilidades materiales de desarrollo integral de absolutamente todos sus miembros, hacen mucho más fructífera la labor. El presente es de lucha, el futuro es nuestro.
Resumiendo, la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son auténticamente revolucionarios. Podemos intentar injertar el olmo para que dé peras, pero simultáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original. Las posibilidades de que surjan artistas excepcionales serán tanto mayores cuanto más se haya ensanchado el campo de la cultura y la posibilidad de expresión. Nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual, dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a las nuevas. No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni «becarios» que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la auténtica voz del pueblo. Es un proceso que requiere tiempo.
En nuestra sociedad, juegan un papel la juventud y el Partido.
Particularmente importante es la primera, por ser la arcilla maleable con que se puede construir al hombre nuevo sin ninguna de las taras anteriores.
Ella recibe un trato acorde con nuestras ambiciones. Su educación es cada vez más completa y no olvidamos su integración al trabajo desde los primeros instantes. Nuestros becarios hacen trabajo físico en sus vacaciones o simultáneamente con el estudio. El trabajo es un premio en ciertos casos, un instrumento de educación, en otros, jamás un castigo. Una nueva generación nace.
El Partido es una organización de vanguardia. Los mejores trabajadores son propuestos por sus compañeros para integrarlo. Este es minoritario pero de gran autoridad por la calidad de sus cuadros. Nuestra aspiración es que el Partido sea de masas, pero cuando las masas hayan alcanzado el nivel de desarrollo de la vanguardia, es decir, cuando estén educados para el comunismo. Y a esa educación va encaminado el trabajo. El Partido es el ejemplo vivo; sus cuadros deben dictar cátedras de laboriosidad y sacrificio, deben llevar, con su acción, a las masas, al fin de la tarea revolucionaria, lo que entraña años de duro bregar contra las dificultades de la construcción, los enemigos de clase, las lacras del pasado, el imperialismo…
Quisiera explicar ahora el papel que juega la personalidad, el hombre como individuo de las masas que hacen la historia. Es nuestra experiencia no una receta.
Fidel dio a la Revolución el impulso en los primeros años, la dirección, la tónica siempre, peros hay un buen grupo de revolucionarios que se desarrollan en el mismo sentido que el dirigente máximo y una gran masa que sigue a sus dirigente porque les tiene fe; y les tiene fe, porque ellos han sabido interpretar sus anhelos.
No se trata de cuántos kilogramos de carne se come o de cuántas veces por año se pueda ir alguien a pasearse en la playa, ni de cuántas bellezas que vienen del exterior puedan comprarse con los salarios actuales. Se trata, precisamente, de que el individuo se sienta más pleno, con mucha más riqueza interior y con mucha más responsabilidad. El individuo de nuestro país sabe que la época gloriosa que le toca vivir es de sacrificio; conoce el sacrificio. Los primeros lo conocieron en la Sierra Maestra y dondequiera que se luchó; después lo hemos conocido en toda Cuba. Cuba es la vanguardia de América y debe hacer sacrificios porque ocupa el lugar de avanzada, porque indica a las masas de América Latina el camino de la libertad plena.
Dentro del país, los dirigentes tienen que cumplir su papel de vanguardia; y, hay que decirlo con toda sinceridad, en una revolución verdadera a la que se le da todo, de la cual no se espera ninguna retribución material, la tarea del revolucionario de vanguardia es a la vez magnífica y angustiosa.
Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad. Quizás sea uno de los grandes dramas del dirigente; éste debe unir a un espíritu apasionado una mente fría y tomar decisiones dolorosas son que se contraiga un músculo. Nuestros revolucionarios de vanguardia tienen que idealizar ese amor a los pueblos, a las causas más sagradas y hacerlo único, indivisible. No pueden descender con su pequeña dosis de cariño cotidiano hacia los lugares donde el hombre común lo ejercita.
Los dirigentes de la Revolución tienen hijos que en sus primeros balbuceos, no aprenden a nombrar al padre; mujeres que deben ser parte del sacrificio general de su vida para llevar la Revolución a su destino; el marco de los amigos responde estrictamente al marco de los compañeros de Revolución. No hay vida fuera de ella.
En esas condiciones, hay que tener una gran dosis de humanidad, una gran dosis de sentido de la justicia y de la verdad para no caer en extremos dogmáticos, en escolasticismos fríos, en aislamiento de las masas. Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización.
El revolucionario, motor ideológico de la revolución dentro de su partido, se consume en esa actividad ininterrumpida que no tiene más fin que la muerte, a menos que la construcción se logre en escala mundial. Si su afán de revolucionario se embota cuando las tareas más apremiantes se ven realizadas a escala loca y se olvida el internacionalismo proletario, la revolución que dirige deja de ser una fuerza impulsora y se sume en una cómoda modorra, aprovechada por nuestros enemigos irreconciliables, el imperialismo, que gana terreno. El internacionalismo proletario es un deber pero también es una necesidad revolucionaria. Así educamos a nuestro pueblo.
Claro que hay peligros presentes en las actuales circunstancias. No sólo el del dogmatismo, no sólo el de congelar las relaciones con las masas en medio de la gran tarea; también existe el peligro de las debilidades en que se puede caer. Si un hombre piensa que, para dedicar su vida entera a la revolución, no puede distraer su mente por la preocupación de que a un hijo le falte determinado producto, que los zapatos de los niños estén rotos, que su familia carezca de determinado bien necesario, bajo este razonamiento deja infiltrarse los gérmenes de la futura corrupción.
En nuestro caso, hemos mantenido que nuestros hijos deben tener y carecer de lo que tienen y de lo que carecen los hijos del hombre común; y nuestra familia debe comprenderlo y luchar por ello. La revolución se hace a través del hombre, pero el hombre tiene que forjar día a día su espíritu revolucionario.
Así vamos marchando. A la cabeza de la inmensa columna —no nos avergüenza ni nos intimida decirlo— va Fidel, después, los mejores cuadros del Partido, e inmediatamente, tan cerca que se siente su enorme fuerza, va el pueblo en su conjunto sólida armazón de individualidades que caminan hacia un fin común; individuos que han alcanzado la conciencia de lo que es necesario hacer; hombres que luchan por salir del reino de la necesidad y entrar al de la libertad.
Esa inmensa muchedumbre se ordena; su orden responde a la conciencia de la necesidad del mismo ya no es fuerza dispersa, divisible en miles de fracciones disparadas al espacio como fragmentos de granada, tratando de alcanzar por cualquier medio, en lucha reñida con sus iguales, una posición, algo que permita apoyo frente al futuro incierto.
Sabemos que hay sacrificios delante nuestro y que debemos pagar un precio por el hecho heroico de constituir una vanguardia como nación. Nosotros, dirigentes, sabemos que tenemos que pagar un precio por tener derecho a decir que estamos a la cabeza del pueblo que está a la cabeza de América. Todos y cada uno de nosotros paga puntualmente su cuota de sacrificio, conscientes de recibir el premio en la satisfacción del deber cumplido, conscientes de avanzar con todos hacia el hombre nuevo que se vislumbra en el horizonte.
Permítame intentar unas conclusiones:
Nosotros, socialistas, somos más libres porque somos más plenos; somos más plenos por ser más libres.
El esqueleto de nuestra libertad completa está formado, falta la sustancia proteica y el ropaje; los crearemos.
Nuestra libertad y su sostén cotidiano tienen color de sangre y están henchidos de sacrificio.
Nuestro sacrificio es consciente; cuota para pagar la libertad que construimos.
El camino es largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones. Haremos el hombre del siglo XXI: nosotros mismos.
Nos forjaremos en la acción cotidiana, creando un hombre nuevo con una nueva técnica.
La personalidad juega el papel de movilización y dirección en cuanto que encarna las más altas virtudes y aspiraciones del pueblo y no se separa de la ruta.
Quien abre el camino es el grupo de vanguardia, los mejores entre los buenos, el Partido.
La arcilla fundamental de nuestra obra es la juventud, en ella depositamos nuestra esperanza y la preparamos para tomar de nuestras manos la bandera.
Si esta carta balbuceante aclara algo, ha cumplido el objetivo con que la mando.
Reciba nuestro saludo ritual, como un apretón de manos o un «Ave María Purísima»:
Patria o muerte!

* Carlos Quijano, editor del semanario uruguayo, Marcha, quien publica la carta en la edición del 12 de marzo de 1965.

Fidel y la Cuba de los 50s.

           Fidel Castro: El prólogo que me solicitaron

Publicado en: Historia de Cuba

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El hábito de cumplir los compromisos me llevó a recordar que le había prometido a Julio Camacho Aguilera, viejo y curtido luchador, escribir un prólogo al libro elaborado por su esposa Georgina Leyva Pagán, del que se imprimiría una nueva edición para la Feria del Libro en febrero de 2014, coincidiendo con el 90 aniversario de su natalicio en marzo del presente año. Gina es una mujer valiente y consagrada.
Lo peor es que no podía alegar que en el año del 55 aniversario del triunfo de la Revolución yo estaría saturado de trabajo porque, realmente, tanto Julio como Gina, me habían solicitado el prólogo hacía muchos meses. Cuando les dije que habían transcurrido más de 60 años desde el 26 de julio de 1953, me enviaron una copia editada en 2009, es decir, 56 años después. De modo que no me quedó más remedio que contar lo que recuerdo con total lealtad.
En el propio libro se muestra que éramos un pueblo pacífico que vivía en equilibrio con la naturaleza, intercambiando armoniosamente con ella. Apenas rebasábamos la cifra de ciento veinte mil habitantes.
El astuto navegante europeo que “nos descubrió” creyó realmente que había llegado a la India. Nadie sabe cuándo tomó conciencia de su error. Pese a tener la razón en torno a su teoría sobre la redondez de la Tierra, no es difícil comprobar, por el rumbo que llevaba, que no llegaría a la India, sino a China, donde ya en aquellos tiempos conocían la pólvora, la brújula, los metales duros, y disponían de ejércitos con decenas de miles de soldados de caballería, alimentos abundantes, especies y riquezas que Europa ignoraba.
Sin duda, Colón y sus marinos europeos habrían recibido un trato exquisito en China. Sus veleros cruzaban por el norte de Cuba y no lejos del actual territorio yanki, cuando los llamados indígenas hablaron de una isla mayor situada al sur. Girando hacia el suroeste llegan a nuestra Isla, toma posesión de ella y poco después, afirma: “es la tierra más hermosa que ojos humanos vieron”.
Pero, qué tendrá que ver esto con Camacho Aguilera, se preguntarán algunos. ¡Mucho! La primera acción revolucionaria de este se produce en Guantánamo, donde los yanquis poseen una gran base naval, ocupada por la fuerza, cuatrocientos diez años más tarde, una de las zonas más importantes para el desarrollo marítimo de nuestro país y que, en la actual etapa, constituye un centro de tortura donde son hacinados ciudadanos de cualquier otra nacionalidad del mundo.
Hay que ver lo que en la actualidad se publica por las agencias de información más leídas del mundo. En ellas se pueden apreciar los gravísimos peligros que amenazan la supervivencia del género humano. Hay días que apenas hablan de otros temas.
Cuando en mi modesta lucha, como la de tantos otros jóvenes cubanos, tomé conciencia de la necesidad de un cambio radical en nuestro país, sumábamos ya más de 50 veces el número de personas que habitaban nuestra Isla, hablábamos el mismo idioma y éramos capaces de albergar sentimientos similares, aunque la mayoría no supiera leer ni escribir.
Al amanecer del 26 de julio de 1953, cuando llevamos a cabo la idea de tomar la fortaleza del Moncada y el cuartel Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo —16 meses después del golpe de Estado que llevó a Batista al poder por segunda vez el 10 de marzo de 1952, en vísperas de unas elecciones presidenciales donde sus posibilidades de triunfo se reducían a cero—, yo no tenía la menor noticia de la existencia de Camacho; él estaba igual que otros muchos jóvenes en cualquier parte del país cansados ya de soportar pobreza, desempleo, explotación e injusticia, que contrastaba con la vida privilegiada de una minoría asociada a los propietarios extranjeros. Quien no entendiera esto no entendería absolutamente nada.
Por mi cuenta había reclutado ya más de mil jóvenes, militantes del Partido Ortodoxo, que odiaban los abusos y horrores del régimen militar de Batista, quien tras el Golpe de los Sargentos el 4 de septiembre de 1933 usurpó, como sargento taquígrafo del Estado Mayor, la rebelión de los soldados que culpaban a los oficiales de los crímenes del “machadato”.
Gerardo Machado, antiguo y casi desconocido oficial del Ejército Libertador se convirtió, en virtud de los manejos intervencionistas y las costumbres de los yankis, en presidente del país, donde impuso un régimen sangriento.
Camacho y Gina, tal vez hasta el 26 de julio de 1953, ni siquiera habían oído hablar de mí; estudiante que concluía sus estudios como alumno de la Escuela de Derecho, y vencía también casi la totalidad de otras asignaturas de Ciencias Políticas y Diplomáticas de nuestra Escuela. Mis notas habían sido satisfactorias y debía además autosostenerme. Pero al circular las noticias que se expandieron rápidamente aquel 26 de julio de 1953, Camacho hizo todo lo posible para comunicarse conmigo, ofreciéndome sus conocimientos sobre las experiencias campesinas en el “Realengo 18”, de las que Pablo de la Torriente Brau había escrito un brillante relato antes de marchar a España para combatir el golpe traidor de Francisco Franco, el más fiel servidor de la Alemania nazi al desatarse la guerra genocida y criminal contra la URSS, primer Estado multinacional y socialista del mundo.
Pablo de la Torriente Brau murió en una trinchera de primera línea que defendía uno de los frentes de la República española, donde más de mil compatriotas cubanos se afirma que participaron en aquella guerra. Yo había leído varios de sus escritos que ayudaron a forjar una conciencia política. ¡Qué falta me habría hecho hablar con un hombre como Pablo de la Torriente, de cuyo libro sobre las luchas en el “Realengo 18”, ubicado en la región de Guantánamo, extraje conocimientos tan útiles!
Nadie creería que Camacho se convirtió en un dolor de cabeza adicional.
Quiéralo o no es una historia larga, y tal vez sin ella carecería de sentido lo que aquí escribo.
Cuando el Granma llegó a Cuba con 82 hombres a bordo, donde podían viajar con cierta comodidad 12 tripulantes, había tardado dos días más de lo previsto y por ello, de puro milagro, no se hundió a lo largo de más de mil millas, por los “nortes” tempestuosos de la época; o a 10 o 12 millas de la costa por las cañoneras de la tiranía. Un combatiente nuestro había caído al agua estando de guardia, nadie sabe si por casualidad o por cansancio, nos ocupó dos horas como mínimo a fin de salvarlo. Era de los que atendían el rumbo de la embarcación. El navegante principal, uno de los oficiales de la marina con el grado de Comandante, desplazado por Batista, se había ofrecido gustoso para acompañarnos. El problema es que en ese momento crítico del desembarco se olvidó de los faros que indicaban la ruta exacta de la entrada por aquella zona llena de riesgos, en las proximidades del faro ubicado en el extremo suroeste de la antigua provincia de Oriente.
El Granma había dado ya 3 vueltas y el exmilitar estaba solicitando una cuarta cuando ya amanecía e iba a salir el sol. Le dije con evidente irritación ¿tú estás seguro de que esa es la costa de Cuba?, más para fastidiar porque evidentemente era nuestro país: “Enfila a toda máquina hacia ese punto hasta que penetre la proa en la orilla”. Hecho esto, un viejo compañero, René Rodríguez Cruz, delgado y bajito, sin carga alguna, descendió por la proa. Tras él y confiado desciendo yo con fusil en mano, canana repleta en la cintura, y mochila en la espalda que pesaba más de 60 libras, incluyendo una pistola-ametralladora con muchas balas y otras cosas esenciales, pero a medida que me movía las piernas se enterraban más y más hasta que estuve a punto de ahogarme. Pude al fin salir auxiliado por otros compañeros, con fusil, canana, cantimplora, la dotación correspondiente, y comienzo a caminar. Raúl permanece en la nave hasta extraer la última arma que traíamos como alijo y comenzamos de inmediato a marchar. Dos horas tardamos en cruzar aquellos pantanos. Lo increíble es que estábamos a unos cuantos metros de un muelle, perfectamente visible, si la embarcación hubiese hecho el recorrido correcto.
Otro serio inconveniente fue que al producirse la sublevación de Santiago, dos días antes, los compañeros de aquella heroica ciudad no hubiesen cumplido la orden estricta de comprobar nuestra llegada a la costa antes de convocar al alzamiento, como estaba acordado y reiterado a una sola persona. Batista, que tenía sus fuerzas principales de aire, mar y tierra en La Habana, dispuso así de 48 horas para trasladar sus tropas élite a la provincia de Oriente y su aviación de combate al aeropuerto de Camagüey, desde donde tardaban apenas 20 minutos en llegar a la zona de operaciones.
Exploramos la zona más próxima al lugar donde habíamos arribado y no se habían reunido todavía todos los expedicionarios; los aviones enemigos volaban rasantes en busca nuestra. Al día siguiente, mientras marchábamos hacia el Este, fui observando bien el área, era llana a lo largo de varias decenas de kilómetros, propiedad de importantes empresarios azucareros de la alta burguesía, con caña en diversos estadios de cultivo que esperaban la próxima zafra que comenzaría en febrero. La zona cultivable estaba franqueada por una amplia faja de tierra rocosa cubierta por un bosque denso y tupido donde no podía sembrarse alimento alguno. Con anterioridad, nuestros hombres se habían ya reunido y contábamos con más de 50 fusiles con mira telescópica bien ajustados.
Las tropas élite fueron enviadas directamente a la región del desembarco y lo primero que hicieron fue ocupar la línea Niquero-Pilón con varios batallones para impedir nuestro acceso a la zona occidental de la Sierra Maestra a lo largo de la costa sur de la provincia de Oriente. A pesar de eso, el cuartel de Niquero era de madera y no habría podido resistir los disparos de 82 tiradores si hubiésemos desembarcado por el muelle que mencioné.
Tres días habíamos tardado en llegar a Alegría de Pío después que nos reagrupamos. Tras el rigor de las marchas por los terrenos pantanosos, después de un largo viaje, la fuerte tensión, el escaso alimento, y evadiendo los espacios donde la aviación podría descubrirnos y atacarnos, llegamos a un punto donde ubiqué los 82 combatientes.
Estaban tan agotados algunos compañeros que imaginé no podrían descansar en aquel terreno rocoso y decidimos ubicar la tropa en un pequeño bosque, a 100 metros aproximadamente, antes de llegar a ese punto.
De haber permanecido en el lugar escogido la noche anterior habríamos fusilado la unidad militar que nos perseguía por el rastro, pero era de noche y el enemigo no se movía a esas horas; por lo que di la instrucción de que el destacamento acampara a pocos metros de aquel lugar en un pequeño bosque de tierra cultivable, bordeada por caña.
Al día siguiente no fue inspeccionada la ubicación correcta de nuestra fuerza, y las postas en la retaguardia no estaban a la distancia correcta del resto del personal que seguía descansando. Nuestros hombres comenzaban a subestimar a un adversario demasiado cauteloso. Muchos dormían plácidamente. Nos faltaban a todos los conocimientos elementales de un sargento de pelotón.
Próximo al mediodía comenzó el juego aéreo del mando enemigo. Algunos aviones de combate pasaban por encima de nosotros a 500 metros aproximadamente, pero no disparaban. A medida que avanzaba la tarde iban volando a menos altura y aumentaban el número de vuelos. Era ya cuestión de esperar una hora más y dirigirse al bosque rocoso. No disponíamos de armas antiaéreas y, en tales circunstancias, habría sido lo más correcto introducirse en el bosque antes de que el enemigo comenzara el ataque. Pero no hubo ya tiempo, el enemigo atacó por aire y tierra tan pronto que los que nos perseguían chocaron con nuestra retaguardia, provocando una gran dispersión.
Yo, que estaba tendido con el fusil en la mano y la canana con todas sus balas me moví unos 15 metros, al iniciarse el ametrallamiento por aire y tierra me desplazo por el cañaveral que está a mi izquierda, desde la dirección que tomé, y me detengo apuntando hacia delante, pero ningún soldado enemigo penetró desde aquella dirección. Algunos compañeros cruzaban rápido por mi lado sin detenerse. Reconozco a uno de ellos, traía un fusil y varias balas en los bolsillos y se queda allí conmigo. Poco después llega Faustino Pérez, no trae arma alguna, pero sí noticias sobre el Che que estaba atendiendo, como médico, a un compañero mortalmente herido y después se había reunido con Almeida. La dispersión era total.
Cuando cesaron los disparos del cañaveral nos trasladamos al bosque que estaba, como dije, a menos de 100 metros. Había visto desaparecer abruptamente el trabajo de años. Quedaba conmigo un hombre con fusil, sin canana y varias balas. Tenía la esperanza de explorar el bosque donde suponía podría encontrar un número de compañeros bien armados y de buen temple, dispuestos a continuar la lucha. No hablé una palabra y me tiré a dormir en la paja de caña.
Bien temprano tuve una amarguísima experiencia. Le explico a Faustino, que era capitán como jefe de una organización aliada, la idea de explorar el bosque y él, que no llevaba ni su fusil, me responde tranquilamente: “¡No!, yo pienso que debemos seguir por aquí donde está la caña”. En ese instante me indigné tan profundamente que casi no podía articular palabra. Él provenía del Movimiento Nacional Revolucionario del profesor Bárcenas. Percibí casi instintivamente la enorme fuerza del “espíritu pequeño burgués” que en general era alérgico al marxismo, el leninismo y el socialismo. Aunque no lo manifestaran en voz alta sus acciones previas y posteriores lo demostraban así, a tono con esa mentalidad que los yankis habían extendido por el mundo desde el triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia, lo cual desde luego no le impedía a la pequeña burguesía oponerse al brutal golpe de Estado que era repudiado por el pueblo. Me apena decirlo porque Faustino era un hombre valiente, que se sentía feliz luchando en la clandestinidad. Cuánto aprendí al tener que tragar de un golpe aquella realidad.
Cuando tuvo lugar el movimiento de Paz Estenssoro en Bolivia, a raíz de la derrota del ejército boliviano por los mineros cargados de explosivos, y nosotros guardábamos prisión por los hechos del Moncada, Faustino se había convertido en barcenista, nombre derivado del apellido de un profesor de la Universidad, persona realmente sana, quien le había informado al profesor Agramonte, candidato sustituto de Eduardo Chibás en las elecciones presidenciales de 1942, que Batista realmente no estaba conspirando, porque todo marchaba bien entre los sargentos según sus noticias, pero desgraciadamente no tuvo en cuenta que esta vez la conspiración era con los capitanes y no con los sargentos.
Escribir la verdad siempre será una tarea amarga. Aquel mismo día, horas después de la acción enemiga en Alegría de Pío, lleno de indignación, hice lo que no debía mientras los aviones bombardeaban y ametrallaban el bosque, cuyas rocas de por sí a veces cortaban los zapatos de los caminantes como cuchillos afilados. Después que habíamos caminado tal vez una hora y media o dos, percibimos un avión civil de veinte o treinta pasajeros que daba vueltas en torno a nosotros que marchábamos a unos 600 metros del aparato por una caña recién sembrada. Años después yo, que recordaba la amarga experiencia, decidí observar desde un avión como aquel a esa distancia. Créanme si les afirmo que se veían hasta las gallinas y los pollitos caminando en las inmediaciones de las viviendas cercanas.
Aquella vez, 15 o 20 minutos más tarde, nos acercábamos a un punto situado aproximadamente a 25 metros, pero en este caso de un campo de caña quedada, alta y vigorosa, con una altura de no menos de tres metros, tras dos cayos de marabú, planta leguminosa pero espinosa y dura que es difícil de erradicar. Esta vez una avioneta de exploración daba vueltas en torno a nosotros, y en cuestión de segundos aparecieron varios aviones de combate de factura yanki, con cuatro ametralladoras calibre 50 en cada ala. Tres veces pasó la escuadrilla sobre nosotros cuando, tras cruzar el marabú, estábamos a pocos metros de la caña quedada. En cada ocasión yo llamaba a los otros dos compañeros para saber si estaban vivos o muertos.
Después del bombardeo, una avioneta ligera daba vueltas constantemente en torno a la caña donde nos ocultamos a pocos metros de la orilla y no podíamos movernos. Un sueño terrible me invadió en pocos minutos, fue entonces cuando coloqué la punta del cañón del fusil en la barbilla y en cuestión de minutos me dormí profundamente. No podía olvidar que después del Moncada, mientras amanecía, la patrulla de Sarría me había despertado con la punta de sus fusiles. ¿Tendría que soportar dos veces la misma escena? Había conocido ya aquella experiencia cuando tenía solo 26 años.
Todavía a estas horas no me explico por qué dejaron la avioneta vigilándonos y por qué sus soldados sedientos de sangre no registraron el lugar a pesar de las numerosas fuerzas que disponían.
Al penetrar en el bosque rocoso, Raúl, que era también capitán, se encontró con no pocos expedicionarios armados entre los cuales pudo reclutar 5 combatientes más, aumentando a 7 las armas, con las 2 que yo llevaba, el día que nos encontramos en Cinco Palmas. Entre los otros expedicionarios había excelentes combatientes, pero no habían logrado convencer a otros campesinos de creencias pacíficas, que por cuestiones de conciencia no podían acompañar a combatientes armados y, en tal caso, tomaron la decisión de esconder los fusiles y buscarlos después. En esas circunstancias llegaron sin armas a donde yo estaba; el enemigo se las había ocupado.
El adversario, dando por liquidada nuestra fuerza, se consagró a la búsqueda de nuestros restos en cualquier punto de la zona de combate. Sierra Maestra era el nombre del área occidental de aquella larga cordillera que se extiende al sur de la antigua provincia de Oriente, con alturas promedio aproximadas a mil metros, elevaciones de casi mil quinientos, e incluso de más de mil novecientos en el Pico Turquino. Varias de ellas se convirtieron en escenarios de emboscadas y reñidos combates entre las tropas de la tiranía y los jóvenes patriotas. Pero no era una cuestión de armas y recursos, era una batalla de ideas.
En aquel azaroso proceso, una tarde en la que el Che sufrió un fuerte ataque de asma, lo cual nos obligó a ocultarlo con la mayor seguridad posible y proseguir la marcha, arribamos a un punto en horas del mediodía donde era habitual escuchar las noticias en un radio de pilas que utilizaban comúnmente los campesinos. Ese día el general Tabernilla, viejo cómplice de Batista y Jefe de su Ejército, habló por radio tras la visita de Matthews, brillante y capaz periodista del New York Times que había reportado desde España noticias sobre la Guerra Civil. El grotesco mensaje del criminal jefe del ejército de Batista afirmaba: “Quedan doce y no les queda otra alternativa que rendirse o escaparse si es que pueden… Hay que darle candela al jarro hasta que suelte el fondo”. Se había encariñado con tal frase.
Pasé en ese instante la vista sobre los compañeros y estábamos 12 expedicionarios del Granma; ni uno más ni uno menos. El cínico general, que a pesar de su cargo nunca visitó a sus tropas en la Sierra Maestra, había dicho por azar la cifra exacta. En ese momento exclamé con fuerza: “¡Jamás intentaremos escapar y ninguno se rendirá nunca!”. Entre ellos estaban Raúl y Camilo.
Se comprenderá que no podemos olvidar que fue un privilegio y no un mérito haber vivido esta experiencia, que desentrañarla constituía una tarea ardua. Todos tenemos siempre una sed insaciable de comprender el sentido de la vida y cómo serán los tiempos venideros.
Gina, en su libro, me ayudó a recordar y comprender con más precisión el pensamiento que me impulsaba en aquellos intensos años que viví, aunque sí estoy consciente de que más que un prólogo estoy escribiendo un capítulo de la Historia de una gesta libertadora 1952-1958.
El Comandante de la Sierra Maestra, Julio Camacho Aguilera, y su esposa Georgina Leiva Pagan, autora y protagonistas del libro ¨Historia de una Gesta Libertadora 1952-1958¨, durante su presentación , en el Memorial José Martí, en La Habana, el 31 de enero de 2014. AIN FOTO/Marcelino VAZQUEZ HERNANDEZ/
El Comandante de la Sierra Maestra, Julio Camacho Aguilera, y su esposa Georgina Leiva Pagan, autora y protagonistas del libro ¨Historia de una Gesta Libertadora 1952-1958¨, durante su presentación , en el Memorial José Martí, en La Habana, el 31 de enero de 2014.
AIN FOTO/Marcelino VAZQUEZ HERNANDEZ/
Aquella dura guerra prosiguió a lo largo de dos años y 29 días. Fue nuestra escuela básica. La experiencia, el azar y la intensidad de nuestros sentimientos nos condujeron al triunfo. Aquella guerra fue la escuela donde aprendimos a combatir con eficiencia.
En la última Ofensiva Estratégica nuestras fuerzas no alcanzaban todavía 300 hombres con fusiles de guerra, contra los que la tiranía lanzó 14 batallones de infantería terrestre, vehículos pesados, obuses, morteros de 82 milímetros, bazucas, numerosos aviones caza y bombarderos B-26.
Las tropas enemigas sufrieron más de mil bajas entre muertos, heridos y prisioneros. Las nuestras se incrementaron a cifras de más de mil combatientes armados, solo en el Frente número 1 de la Sierra Maestra.
Han transcurrido algo más de 56 años desde los primeros combates. Uno a uno he ido conociendo los nombres de los compañeros que desde el Moncada y el Granma fueron muriendo, y de otros muchos que sobrevivieron.
El comandante Raúl Corzo Izaguirre era uno de los cinco jefes que, bajo la dirección del general Eulogio Cantillo, dirigió la última ofensiva que lanzó el Ejército de Batista contra las fuerzas rebeldes que defendían la zona occidental de la Sierra Maestra y la estación radial de la jefatura revolucionaria, que jamás alteró un solo dato, pues era el vehículo de información de todo el país, norma que aplicaron la totalidad de las emisoras de nuestras columnas sin excepción alguna.
Entre los más importantes jefes de las tropas adversarias habían sufrido elevadas bajas, en dependencia de las misiones que les asignaban. El principal de ellos era Sánchez Mosquera, que comandaba los paracaidistas inicialmente con el grado de Primer Teniente. En aquella ocasión el experto oficial —después de nuestro primer combate victorioso en la Plata—, iba delante de cientos de soldados de un batallón a cumplir la misión de chocar primero con nosotros. Por esa razón varios de sus paracaidistas cayeron bajo los disparos certeros de nuestros tiradores e incrementamos nuestras armas de guerra.
Mi carta dirigida a Corzo el 10 de septiembre de 1958, escrita de puño y letra pero inteligible, ya fue publicada en el libro de Gina. No me queda otra alternativa que incluirla textualmente si realmente puede ayudar a comprender aquella coyuntura histórica:
Septiembre 10, de 1958, Sierra Maestra.
Estimado señor:

He sido informado al detalle de cada una de sus palabras. Creo poder hacerme un juicio bastante exacto de su pensamiento. Me gusta su franqueza. Habla, sobre todo, muy alto de usted, sin haberse dejado atolondrar por la propaganda interesada con que hubieran podido convertir en instrumento fácil a cualquier hombre vanidoso y sin carácter. Quisieron sustituir con Usted al primero de su curso, cuya fama, Usted sabe bien, la ganó con mucha ignominia y la perdió sin mucho valor. Lo que dice Usted del héroe verdadero es noble y justo de su parte. ¿Quién lo puede saber mejor que usted o nosotros? Yo lo aprecio a él también muy sinceramente, por la dignidad con que combatió y el cariño que supo ganar en sus hombres lo que dice mucho de un Oficial, aunque la fortuna le fue adversa y tal vez por eso con más razón obliga a nuestra caballerosidad. ¡Qué pena pensar con las intenciones de Jefes tan innobles y mucho menos considerados con el compañero al que sacrificaron vergonzosamente, que sus propios adversarios! De haberse visto Usted en situación similar habría trocado en infamia los hipócritas honores que les tributaron. Lo hemos retenido prisionero pensando precisamente en que lo iban a hacer víctima de alguna canallada. Ya lo fue bastante de los errores y la incapacidad del mando. Algún día se escribirá la verdad de todo esto. Lo que a él le pasó, además, ayudó para que se preocuparan algo más por Usted. También él tiene de Usted un alto concepto que me ha expresado reiteradamente.
Aunque lo que Usted propuso como solución buena (aquello del Señor C. M. S.) es algo totalmente inaceptable por nosotros, ello me revela que Usted se prevenga con sinceridad, y no lo mueven ambiciones que podrían estar al alcance de sus manos. Pues es muy cierto lo que Usted afirma de ser el único que cuenta con algo en este instante.
La mayor parte de sus compañeros que ostentan mandos han sido tan indolentes que ni siquiera se han preocupado del cariño de sus soldados. Y parece ser cierto también que usted es mucho más decidido. Eso, aparte de ser una apreciación personal es lo que dicen de Usted los que lo conocen, quienes añaden además, que Usted es hombre terco, lo que puede ser una virtud en determinadas circunstancias.
Mi poca fe en la mayor parte de los militares cubanos está en las vacilaciones que los caracteriza y la forma in gloriosa con que suelen caer de sus mandos. Tengo que hacer una excepción muy justa con el Capitán Ch. Aunque fue desprevenido en demasía. Después han tratado de cubrir su nombre de infamia con la táctica repugnante y odiosa de los que no respetan sentimiento alguno.
El papel de la oficialidad del Ejército no puede haber sido más triste. No me refiero a las campañas donde los fracasos no son más que consecuencias lógicas de defender tan funesta e impopular causa. Ningún Ejército con tradición, madurez y conciencia de su destino se habría dejado arrastrar a una situación semejante. Manteniendo la ascendencia en la tropa y el descrédito en los cuadros de oficiales que se saben sin influencia en los soldados, una Dictadura podía mantenerse indefinidamente mientras no se viera en la necesidad de librar una guerra; porque para librar una guerra hace falta algo más que un instrumento de opresión. La oficialidad no sé ha preocupado por contrarrestar esa política mientras con ausencia total de espíritu de cuerpo veían caer una tras otro sus mejores valores. Usted en cierto sentido, puede agradecernos a nosotros la oportunidad de haber hecho algo en ese sentido, porque es la guerra, compartiendo riesgos, privaciones y esfuerzos el ambiente idóneo para ello.
Ha sido Usted más previsor que otros.
Al hacerle estas líneas, ni con muchas ni con pocas esperanzas de que hayan de ser de alguna utilidad, deseo puntualizar algunas ideas y conceptos.
Nosotros estamos convencidos de que tenemos la razón en esta guerra.
Personalmente, no lucho por aspiración alguna. Esto casi huelga decirlo. Tengo, además, muy mala opinión de los hombres vanidosos y pienso como Martí ‘que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz’.
He vivido en esta lucha muy difíciles momentos sin perder la fe y momentos de triunfo sin perder la cabeza, desde cuando nos vimos solamente doce en pie de lucha y apenas podíamos resistir a un pelotón, hasta que fuimos suficientemente fuertes para rechazar uno tras otro a los mejores batallones del ejército. En cada una de las etapas de esta lucha, he procurado tener una idea muy exacta de nuestra situación y de la situación de los intereses que combatimos.
Soluciones que para nosotros habrían constituido un triunfo hace un año o más, hoy no pueden satisfacer a nadie, porque los hombres no mueren en vano.
Se llegó a la guerra por negársele a la Nación una parte de sus exigencias y hoy no se puede llegar a la paz si no se acceden a todas.
No se nos quiso dar cuartel cuando la suerte nos era adversa. Tabernilla dijo: ‘Quedan doce y no les queda otra alternativa que rendirse o escaparse si es que pueden…’. No puede esperarse de nosotros la menor disposición a darlo cuando todas las circunstancias nos son favorables.
Cuando la huelga fracasó no se pensó en ofrecer al país una paz honorable, sino que se lanzó contra nosotros todas las fuerzas para exterminarnos. La ofensiva terminó en desastre y los que propugnaron esa torpe e implacable política deben prepararse a cosechar sus amargos frutos.
¿Por qué hemos de tener la menor consideración con el Régimen que la propició, con los Jefes militares que la respaldaron? ¿Cree Usted que puede devolverse la vida a los cientos de campesinos asesinados sin razón, rectificación ni excusa posible?
La Revolución que es un propósito renovador, una aspiración de justicia en los pueblos, pudo haber sido aplastada hace dos años, si hubiera existido un poco de previsión, de inteligencia y de sentido histórico en Batista. Pudo haberlo cedido todo, hasta su cargo, que ya había disfrutado 5 años, con todos sus gajes y suculentos beneficios a cambio de un solo compromiso: la intangibilidad de los cuadros del Ejército. Nadie se habría podido oponer a esa solución, habría conservado toda su influencia política y militar en el país; no se le hubiera podido pedir cuentas de todas sus desvergüenzas pretéritas y presentes; con él se habría salvado hasta su propia camarilla; porque los pueblos en su afán de paz son capaces de perdonar muchas cosas; los que deseamos cambios más hondos en nuestra vida pública nos habríamos visto arrinconados y habríamos tenido que resignarnos a la podredumbre de la política tradicional, con la tristeza infinita de ver impunes tanto crimen, en espera de otra coyuntura.
Tal vez nos habríamos puesto viejos.
Hoy, es el reverso por completo. El Ejército ve en peligro su propia existencia; los soldados están despertando a la realidad; los que se decían sus amigos han preferido sacrificar los institutos armados antes de ceder un ápice de sus intereses, sus ambiciones bastardas, sus apetitos de poder; la paz se ha convertido en un clamor y si la paz no puede lograrse de otra forma que derrumbando el tambaleante edificio, nadie estará dispuesto a morir bajo sus ruinas para sostenerlo.
A pesar de que un acuerdo entre militares y revolucionarios, es lo que podría salvar al ejército todavía de su total desintegración, ello resulta muy difícil por carecer este de un líder de alta jerarquía con fuerza propia y moral suficiente para hablar a nombre del Cuerpo; y los militares más conscientes, pero de menor jerarquía, imposibilitados de vertebrar sus esfuerzos para actuar por su cuenta propia dentro del Cuerpo, no hacen causa común con la Revolución por invencibles a virar sus armas contra la tiranía. Como si Batista fuera el Ejército, como si los Tabernilla, Chaviano, Pilar García y demás Jefes criminales y ladrones fuesen el Ejército, se llama deslealtad conspirar contra ellos, se llama traición el derecho y el deber de revelarse contra la criminal y corrompida autocracia, aunque no fuese más que para salvar al Ejército de su desintegración y salvar la vida de tantos soldados que están muriendo y van a morir en aras de una innoble y vergonzosa causa, si es que no les interesa para nada el destino de la nación.
Batista está en un callejón sin salida y con él el Ejército. Esta verdad que hoy es patente lo será más cada día en la misma medida que vaya siendo cada vez más tarde para remediarla, sobre todo cuando la falta de previsión es completa y la ceguera absoluta.
El Ejército se desarticula a ojos vista, sin que nadie lo pueda impedir, por que los ejércitos nacionales se fundan para fines más nobles que el crimen, el pillaje y la represión; la actitud de la tropa es de absoluto desgano; pocos son los oficiales y cada vez menos, con ánimos de llevar sus unidades al combate, y no por falta de valor, sino por algo más doloroso e irremediable por falta de aliento moral, de razón para luchar, porque no puede haber valor sin convicción. Los nuevos reclutas desertan por cientos. La lucha sin embargo no ha entrado en su etapa más dura. Sin que ya se pueda impedir, las columnas rebeldes, se extenderán por todo el territorio y sabido es que donde quiera que llegan prosperan rápidamente. Sesenta hombres que partieron de la Sierra Maestra hace seis meses hacia el Norte de la provincia hoy ocupan un extenso territorio de miles de kilómetros cuadrados, que es modelo de organización, administración y orden, en cuyo seno se encierran las riquezas de diecisiete centrales azucareros, y las reservas de minerales más valiosas de Cuba. El 95 % de la producción de café se encuentra en territorio libre. No teníamos cuando empezamos nosotros morteros 81, ni bazookas, ni cientos de armas automáticas como las ocupadas en la última ofensiva. La necesidad nos enseñó a luchar con las manos vacías; pronto lucharemos con las manos llenas.
La Revolución progresa; la Dictadura retrocede.
El embargo de armas en E. U. se mantendrá; la compra de equipos a Israel ha sido impedida por nuestros amigos en el extranjero, después de estar depositado ya un millón de pesos; el Gobierno se ve obligado a adquirir armas sin autorización como vulgar contrabandista. El panorama no puede ser más desolador. Los días pasan, las garantías continúan suspendidas, la censura no se levanta, solo hablan los políticos más depravados cuyas voces nadie escucha, cuyos gritos impotentes de hombres sin pudor ni prestigio nadie atiende y solo contribuyen a ser más repugnante y asquerosa la asfixiante atmósfera.

Batista no tiene salida posible. ¿Decide quedarse? Tanto peor para él y para el Ejército; la rebeldía y la conspiración se triplicaría. Que decide irse, entregando el poder a la seudo-oposición que le hace el juego. ¿Cómo podría Batista entregarle el poder a Grau, en medio de una guerra civil después de haberles estado diciendo a los soldados durante siete años que el Golpe del 10 de Marzo fue una necesidad frente a la anarquía y las agresiones de los gobiernos auténticos a las Fuerzas Armadas? Y cómo Márquez Sterling tiene todavía menos votos que Grau. ¿Van a poner a los soldados a rellenar urnas a favor de Márquez Sterling? ¿No le parece a Usted que sería el colmo de la farsa en medio de tanta sangre derramada? ¿Para eso han hecho morir a los soldados?
El pueblo no aceptaría jamás el resultado de esas elecciones donde están ausentes las fuerzas políticas mayoritarias y sanas del país, por la falta de garantías, el terror y la desconfianza general. No hay derecho a condenar la nación al Gobierno de los peores; todos nuestros males se agravarían. Ninguno de esos políticos tendría autoridad para restablecer la paz en el país.
No reconoceremos el resultado de esas elecciones que constituyen una burla sangrienta. La revolución ofrece algo mejor y distinto para Cuba, como una esperanza a la que no pueden ser insensibles esos mismos soldados a los que han llevado a una guerra criminal e injusta.
Cuando los militares hablan de orden al oponerse a un cambio brusco piensan tal vez demasiado en la sangre que el pueblo en justa venganza pueda hacer derramar a la caída de la tiranía.
Todo espectáculo de muchedumbre enloquecida es deprimente y sirve para desacreditar y culpar de sus excesos a las revoluciones. Pero los culpables de que haya desordenes son los que propugnan la impunidad del crimen y el delito en general, y obligan a los pueblos a tomar venganza por sus propias manos. A muchos militares les preocupan ahora esos desordenes, pero no les ha preocupado nada impedir los asesinatos en masa de infelices campesinos, las torturas espantosas que sufren los revolucionarios en las cámaras de torturas policíacas, los crímenes cometidos en todas las ciudades y pueblos de la Isla por los esbirros del régimen y los gángsteres de Manferrer sujetos extraídos de las prisiones que para vergüenza de las Fuerzas Armadas están ejerciendo funciones de orden público. No hay derecho ahora a invocar el orden como un escudo entre la vindicta del pueblo y las cabezas de los culpables. Los hombres de orden no toleran el crimen. Y los que lo han tolerado por impotencia tienen que aceptar también como inevitable los desgarramientos dolorosos de la
Revolución que es una consecuencia del despotismo, la injusticia y el crimen.

A la hora de analizar Usted nuestros puntos de vista debe tener presente las siguientes consideraciones:
a) Nuestras Columnas tienen órdenes de continuar operando inalterablemente si se produce cualquier golpe de Estado que no este inspirado en un acuerdo entre militares y revolucionarios sobre las bases contenidas en el discurso que le adjunto.
b) No aceptaremos el resultado de las elecciones del 3 de Noviembre.
c) Estamos absolutamente seguros de que si la lucha prosigue hasta sus últimas consecuencias el país entero se revolucionará y los institutos armados serán impotentes para resistir.
Le hablo así porque sé que Usted me agradecerá mucho más la franqueza que la diplomacia. Para Usted esta comunicación es riesgosa y no sería en ningún sentido caballeroso de mi parte, ni natural en mí, ocultar lo que pienso. Así, Usted podrá resolver si considera conveniente o no proseguir el contacto.
Una entrevista es casi imposible para Usted. Por eso le escribo con amplitud mucho de lo que podría expresarle personalmente. Más, si lo considera imprescindible, podría idearse algo como la devolución de algún oficial prisionero (que no fuese el Comandante Quevedo), por su zona que facilitase la oportunidad.
Yo estimo que Usted no debe exponerse a actos que puedan hacer recaer la atención sobre su persona. Su amigo civil, que lo es también nuestro, no sería un buen contacto, pues está muy señalado y aunque sé que nunca lo traicionaría a Usted ni a nosotros, no estoy seguro de que no se deje llevar por la emoción y algo se filtre. Una mujer sería el contacto más seguro. Yo tendré sumo cuidado en velar por la seguridad de Usted y cualquiera que fuese el resultado puede Usted contar siempre con mi más absoluta discreción de adversario leal.
Si se decide a asumir la responsabilidad de un movimiento revolucionario en el seno del Ejército para lograr la paz sobre bases justas y beneficiosas a la patria, podría contar con varios comandantes de los que están al frente de los batallones, que Usted sabe bien quiénes pueden ser, como sabe también a los que debe arrestar sin darle tiempo a nada, los que por cierto cuentan con antipatía unánime de la tropa.
El nombre suyo es respetado y obraría como un resorte entre oficiales y soldados que solo esperan por un hombre resuelto. Podría asegurarse la ocupación de algunos blindados e incluso de aviones en tierra. Usted tendrá mejores informes que yo. Situadas las tropas después en lugares distintos a los habituales pueden desorientar la acción del resto de la Fuerza Área.
Una acción al anochecer le permitiría disponer de muchas horas para tomar disposiciones. Usted teme que ataquen con bombas cualquier ciudad. Si se ocupan varias ciudades en vez de una el peligro de ataque aéreo quedaría diluido.
Nosotros nunca hemos planteado que los militares se pasen a nuestras filas si no que desarrollen una acción revolucionaria en el seno del Ejército que contribuya a poner fin a la tiranía y a lograr la paz, en beneficio de la nación que es la única a la que deben lealtad los soldados.
El Ejército necesita, además, de un gesto que lo reivindique a los ojos de la nación de su complicidad con la Dictadura. La oficialidad sobre todo lo necesita más que nadie. Observe lo que ocurrió con la oficialidad del Ejército a la caída de Machado; los propios soldados los expulsaron pretextando que no tenían moral para mandarlos. Nadie sintió luego mucho respeto por aquellos hombres despojados de sus uniformes y sus grados. Y yo le aseguro que con esta etapa han ocurrido cosas mucho más graves que en el Machadato.
Aunque sé que Usted podría contar con otros Jefes y sus unidades si así lo desea, tengo la seguridad de que su batallón sería más que suficiente para apoderarse de la Jefatura de Operaciones. Todo es cuestión de sorpresa y rapidez. Nosotros podemos concentrar con alguna rapidez de uno a dos batallones en cualquier punto entre Manzanillo y Santiago de Cuba.
Yo en su lugar, haría contacto sólo con muy pocos jefes de los que me ofrecieran mayor seguridad y actuaría con las tropas directamente a mi mando para que los demás secundaran.
Podrán ocuparse en una noche casi todas las ciudades y pueblos situados entre los dos puntos anteriormente mencionados. Al otro día, tenga la seguridad de que los Generales han abandonado a Columbia.
Eso si: tome todas las precauciones y no se deje arrastrar por hombres que no tienen el valor, el carácter, ni la inteligencia suya. Ojalá sirvan de algo estas líneas. Yo, por mi parte, no dejaré de sentir alguna nostalgia cuando esta lucha haya concluido.
Fraternalmente. Fidel Castro.
Al publicar esta carta Gina explica:
Mientras en La Habana la marcha de las conversaciones con los militares se desarrollaba con bastante lentitud. En la Sierra Maestra, el Comandante en Jefe Fidel Castro, desplegaba toda su estrategia, haciendo llamados a la conciencia patriótica de los militares, en un documento que decía:
Sierra Maestra, octubre 23 de 1958. Hora: 10 a.m.
Estimados compatriotas:
He sido informado de los contactos, aunque tengo la impresión de que aun no han elaborado ustedes un plan concreto. Yo considero que lo importante es tener el sentido de las posibilidades. Casi todos los movimientos de ustedes han fracasado por carecer de ese sentido. Son descubiertos cuando intentan ampliarlos. Eso tendría más justificación cuando no había un proceso revolucionario tan avanzado. Hoy, una sola compañía que se rebele, media docena de oficiales que abracen la causa de la Revolución sería un golpe moral desastroso para la Dictadura que con el actual estado de descontento, no sería difícil que lo siguiera todo el Ejército en pocas semanas. Yo les puedo asegurar a ustedes que infinidad de militares están en disposición de unirse a la causa revolucionaria, pero esperan que otros den el primer paso.
Pero me temo que ustedes cometan el error de querer hacer un movimiento vasto y seguro, lo cual resulta muy difícil y no es la táctica correcta.
Los militares cubanos han vacilado mucho. Esa falta cometida por los oficiales del Ejército en el Régimen de Machado, les costó la pérdida total de su autoridad. Los mismos soldados después no querían perdonarles la pasividad con que aceptaron aquel estado de cosas.
Batista ha logrado controlar el Ejército con una docena de incondicionales y asesinos. Es vergonzoso que por un falso sentido del espíritu de cuerpo, hombres honorables hayan sido obligados a cumplir las órdenes de esos asesinos. Estoy seguro que no pensaban en eso cuando ingresaron en la Escuela de Cadetes. Un Militar realmente Honorable, si lo piensa bien, no combatiría jamás por un régimen que viola mujeres, tortura ciudadanos y asesina hasta los prisioneros de guerra heridos. Y cuando el Ejército, por inercia, por impotencia o por la razón que sea, tiene que defender ese régimen, lo correcto es abandonar sus filas. El Ejército ha sido convertido por Batista en una mancha nacional de vicio, de corrupción y de crimen. ¿Vale la pena sacrificar una sola vida joven y valiosa a una causa indigna? Los Jefes y Oficiales del Ejército pasan, pero la República queda. Lo permanente es la Patria; el Ejército se puede renovar, cambiar, depurar, porque su única función debe ser servir al País. ¿Qué esperan los oficiales jóvenes para revelarse? ¿Qué lazo histórico o moral los puede ligar a Batista, Tabernilla, Chaviano, Meroc Sosa, Ugalde Carrillo, Pilar García, Ventura y demás amos de los institutos armados? ¿No comprenden que los han convertido en instrumento del más estúpido y sanguinario régimen que ha sufrido Cuba y que ante el Pueblo y la Historia los están convirtiendo también en cómplices? ¿Por qué revolucionarios y militares honorables no podemos juntarnos? ¿Es qué no corre la misma sangre cubana por las venas de militares y rebeldes? ¿Es qué no nos hemos abrazado después de un combate victorioso como en El Jigüe? ¿Por qué no nos damos ese abrazo antes, salvamos vidas valiosas y combatimos juntos en bien de la patria, contra los malvados que la oprimen? ¿Censurará la Historia que los militares dignos den ese paso? ¿Censurará el Pueblo que los militares de honor viren sus armas contra la Tiranía? ¡¡NO!! Los militares que tengan la grandeza, en esta hora, de poner sus armas junto al Pueblo, merecerán gratitud especial de la Patria. No dejen de tener en cuenta la exhortación que les hago de que actúen dentro de las posibilidades reales con que puedan contarse, no dilaten la acción y sobre todo no se dejen arrestar sin ofrecer resistencia, para lo cual deben tomar todas las medidas provisorias que las circunstancias exigen. No pueden dejarse detener por Meroc Sosa y sus esbirros que no tienen el valor y la dignidad de ustedes.
Fraternalmente, Fidel Castro Ruz.
Guillermo García, joven campesino de la Sierra, audaz e inteligente, era un miembro del Movimiento 26 de Julio que prestó relevantes servicios a los restos del destacamento. Fue el primer contacto que hicimos. Su padre fue el primer campesino que nos visitó en pleno bosque, donde llevó comida humeante.
Le di cualquier nombre, pero él miraba insistentemente una gorra verde donde yo tenía una estrellita dorada, cuando no teníamos más que dos fusiles. Como es lógico, hizo algunas anécdotas sobre la estrellita, aún así, no recuerdo el nombre que le di y ¿qué hacía Guillermo? Era el mejor y más atento amigo de los militares, los atendía y les prestaba cualquier servicio. Él me pidió que no cruzara la línea enemiga la noche siguiente ya que los soldados estaban preparándose para retirarse al otro día. Yo le tenía realmente confianza pero, tan pronto se marchaba, me ubicaba en otro punto para vigilar sus pasos. Gracias a él logramos recuperar otras 11 armas adicionales, casi todas con mirilla telescópica. Nuestra primera victoria sobre un pequeño destacamento enemigo se realizó con 18 armas de las nuestras, y rescatamos en el primer combate 12 más, sin un solo rasguño en nuestras filas.
Casi exactamente 2 años más tarde, le ocupamos alrededor de cien mil armas a la tiranía. Fuerzas nuestras, con Camilo y el Che habían avanzado hasta el centro del país. El Primero de Enero, al llegar con el amanecer la noticia de la fuga del Tirano, ellos, que estaban enfrascados en la tarea de rendir las fuerzas de Santa Clara, recibieron instrucciones de avanzar rápidamente en vehículos de motor por la carretera central; el primero hacia el Campamento de Columbia en la capital y el segundo para la Fortaleza de la Cabaña, sin detenerse a combatir contra fuerzas enemigas aisladas en el camino. El estallido popular era tan fuerte que ninguna estaba en condiciones para combatir.
Ese propio día tomamos la ciudad de Santiago de Cuba, defendida por numerosos batallones enemigos, sin disparar un tiro, evitando una batalla alrededor y dentro de la ciudad que duraría 5 días de creciente intensidad. El adversario pidió parlamento y dejó de resistir.
Ni Camacho ni nadie podían imaginar que el pequeño ejército de la Sierra Maestra podría derrotar al poderoso ejército de la tiranía, preparado rigurosamente por los más expertos del mundo en materia de represión y espionaje.
Camacho Aguilera, conspirador valiente y constante, visitaba, en autos siempre manejados por mujeres, las discretas viviendas de oficiales en los que, según sus informes, podía confiar, situadas en el Cuartel General de Columbia.
De Lidia y Clodomira, que hacían contacto de alguna forma con oficiales del ejército, no quedó ni rastro después de ser detenidas, y durante muchos meses nos quedamos en las montañas sin noticias de ellas.
Solo me restaría contar que el 3 de enero, con un destacamento de solo 30 hombres que no había podido reducir más, me reuní en la ciudad de Bayamo con alrededor de 3 mil soldados y oficiales de la tropa élite del Ejército de Batista que portaban todas sus armas, ametralladoras, cañones pesados, carros de combate y tanques. En ningún lugar me habían recibido con tanto entusiasmo como en aquel punto. No estaban recibiendo a alguien que tomara el poder tras un golpe de Estado, ni un político que obtuviera la victoria en unas elecciones, sino a un combatiente de pensamiento muy distinto al de ellos, que, sin embargo, había curado a todos los heridos y respetado la vida a cientos de prisioneros, que nunca permitió la tortura de ninguno de ellos, a pesar de los repugnantes y odiosos crímenes que la tiranía de Batista había impuesto a las Fuerzas Armadas. Una gran parte de aquellos hombres eran oficiales graduados en academias o suboficiales bien entrenados. Me habría gustado que muchos hubieran podido incorporarse a la sociedad, pero habían ya dos tipos de cubanos que eran irreconciliables tras los asesinatos y las torturas cometidas por el aparato represivo del odioso régimen: los militares y los rebeldes. Era algo absolutamente insoluble.
Documentos esenciales que mencionan estos hechos estaban en los archivos de Batista y fueron ocupados por nuestras tropas en el propio Cuartel General de la tiranía.
Fidel Castro Ruz
Enero 20 de 2014
5 y 12 p.m.


Datos del libro: Historia de una gesta libertadora 1952-1958
Autora: Georgina Leyva Pagán
Prólogo: Fidel Castro Ruz
Editorial: Ciencias Sociales, La Habana, 2014
Segunda Edición
En la Comandancia de la Sierra Maestra. En el centro el Comandante en Jefe Fidel Castro y a su izquierda, con espejuelos, Julio Camacho Aguilera.Archivo de  Juventud Rebelde
En la Comandancia de la Sierra Maestra. En el centro el Comandante en Jefe Fidel Castro y a su izquierda, con espejuelos, Julio Camacho Aguilera.Archivo de Juventud Rebelde

Cuando los niños llaman a Fidel




Fidel y un niño de la Escuela Vilma Espín, de Playa, en La Habana. Foto: Juventud Rebelde

Cada vez que lo ven acercarse, desde las áreas del complejo educacional Vilma Espín, en el municipio capitalino de Playa, los niños se aglomeran y le dicen a coro: ¡Fidel, amigo! ¡Yo quiero estar contigo! Entonces el líder de la Revolución los saluda y en muchas ocasiones ordena detener el auto para conversar con ellos.

Así sucedió el pasado miércoles 6 de abril, mientras ensayaban el matutino por el tercer aniversario de la escuela, los 86 años de Vilma, y los 55 de los círculos infantiles, una de las obras más sensibles de la Heroína de la Sierra y el llano.

«Estábamos en el portal, perfilando los últimos detalles del acto, cuando vimos que Fidel iba a pasar por la carretera que nos queda enfrente», cuenta emocionada Rubizaida Riverón Pozo, directora del Complejo. «Enseguida los saludos, las consignas y, de pronto, el Comandante nuevamente entre nosotros.

«De inmediato se interesó por lo que estábamos haciendo. Cuando le comentamos sobre la actividad para el siguiente día, y lo invitamos a que asistiera, nos dio las gracias y nos dijo que trataría de estar, que no era seguro, pero que empezáramos a la hora prevista si él aún no había llegado…».

Así fueron creciendo las expectativas entre los profesores y el centenar de alumnos del Complejo, un centro fundado por él en 2013, en el que se transita directo del círculo infantil a la primaria. Próximamente, en septiembre, se completará el ciclo hasta la secundaria, señala Rubizaida.

Fidel considera que el tipo de escuela y círculo fundado por la Revolución en ciudades debe revolucionarse para estar a la altura de nuestra inusitada época. Explica que «ese es un deber como militante revolucionario mientras respire».

Cerca de un sueño

Como todos deseaban, Fidel visitó al centro docente por segunda vez en menos de 24 horas. «¿Llegué tarde?», preguntó, mientras los pequeños, acompañados por sus padres o maestros, volvían a decir: ¡Fidel, amigo! ¡Yo quiero estar contigo!

Precisamente, a los niños dedicó muchas de sus ideas en el encuentro. La pionera de sexto grado Lorena Reyes Ramírez, jefa de colectivo, considera un gran privilegio escucharlo y agradecerle, a nombre de los demás, su presencia física y «todo lo que ha hecho por nosotros».

«Contó anécdotas de su etapa de estudiante en el capitalismo. Comparó aquella época con todo lo que tenemos hoy, por ejemplo, en esta escuela. Y al ver nuestra preparación nos llegó a decir que contamos con más experiencia que los propios maestros, excelentes y combativos jóvenes, pero que aquellos no tuvieron el privilegio de compartir las nuevas experiencias.

«Nos habló de la importancia de estudiar mucho, de portarnos bien, de tener disciplina. Se preocupó por lo que queríamos ser en el futuro. Habló, además, de la necesidad de alimentarnos correctamente, de tener una dieta balanceada. Nos dijo que nos veía muy saludables y se interesó por el menú del día», comenta Lorena.

Igual satisfacción sienten otros pioneros como Maryanis, Talía o Zurizaday, porque pudieron dialogar directamente con el Comandante, quien le estrechó la mano a cada uno. Anteriormente, ellos tenían que recorrer casi tres kilómetros para asistir al colegio, o tomar un transporte, con los riesgos que implica, señala Yordanka Fernández Trujillo, la administradora del centro. Ahora, en el Complejo Vilma Espín, pueden entrar al círculo infantil y no salir de allí hasta terminar la primaria, que pronto será hasta el noveno grado, en la propia escuela rural.

Esas características, junto con la excelencia del claustro, llamaron la atención de Fidel, quien exclamó: «los que estamos aquí consideramos un privilegio reunirnos en esta escuela hoy, porque esta institución se va acercando a un sueño. Trataba de recordar si supe de algún lugar donde se aplicara este concepto y no aparece. Ojalá pronto la idea pueda aplicarse a todos los niños. Será preciso seguir de cerca la experiencia».

Maestros jóvenes como Elsa María Bermúdez ven los momentos vividos ese día con Fidel como una jornada de compromiso eterno con la patria, pues «tuvimos la suerte de que nos hablara directamente y reconociera cómo esta escuela puede convertirse en modelo para la educación, con el aporte de los jóvenes». De igual forman opinan Yailenis Pérez, Yaicel Ramírez, Elimay Piloto y otros que con apenas 20 años imparten clases en los distintos bloques docentes de la institución, que incluyen biblioteca y laboratorios de computación.

También durante el encuentro, algunos de los 22 niños del círculo infantil mostraron espontáneamente al Comandante lo que han aprendido con sus educadoras y auxiliares. Uno de ellos, Keyler Bryan Portelles, de cuatro años, tomó el micrófono y recitó Cultivo una rosa blanca, de José Martí.

Otro pequeño, Alex David Ramírez, también de cuatro, declamó una décima dedicada a Vilma, escrita tras su muerte: Vilma, Cuba está dolida/ pero no enferma ni triste/porque sabe que cumpliste/con la obra de la vida. / Tu alma sigue vestida/de amor y Revolución/y la indomable pasión/es un camino de oro/por el que pasa el tesoro/inmortal de la nación.

El espíritu de la Heroína presidió cada gesto, cada abrazo, cada palabra dicha, cada canción. Y Fidel, interpretando el sentir de todos, sintetizó en una frase el valor del homenaje: « Yo estoy seguro de que un día como hoy Vilma estaría muy contenta, porque estaría viendo. Sacrificó su vida, todo el que muere luchando por la Revolución va dejando energía en el camino, va dejando el esfuerzo y va convirtiendo en realidad sus sueños».

(Tomado de Juventud Rebelde)

Los adultos, un activo vital para el desarrollo integral, requieren mas atención.


                                                  El déficit de atención del adulto




Una gran cantidad de personas adultas tienen problemas para enfocarse en una actividad, terminar los estudios, finalizar un proyecto, mantener un trabajo, o poder construir un proyecto de pareja. A veces, quienes mejor le conocen saben que desde niño o adolescentes tenía problema para concentrarse, o mantener la atención por mucho tiempo. En diferentes oportunidades alguien le calificó como: “el distraído” ”poco aterrizado” “se le pasaban las fichas”. 

En la escuela durante las clases se distraía con frecuencia, se desconectaba a lo que la profesora le decía “estás con los pastores en Belén” o “pon atención”, de ahí el problema de aprendizaje; su problema de memoria, de atención, concentración y motivación. Su bajo rendimiento académico, su pobre rendimiento en cualquier actividad va construyendo su perfil, donde muchas veces luce apático, indiferente, o le pones pocas ganas a lo que hacen o si viviera sin pasión, sin competitividad y sin proyecto de vida. En el inicio de la adultez parece que nada le apasiona, le conquista o le ilusiona. Su motivo para enfocarse es la tecnología: internet, chats, celular, la televisión, o perdurar hora hablando con amigos. En la universidad se le dificulta mantener el índice académico, o vive el estresor de la baja académica o el constante cambio de carrera. Es decir, el déficit de atención del adulto se expresa en cada área de la vida. 

Para el futuro es un adulto con pobre espíritu de competitividad, se hace un conservador o un acatado social, “todo lo acepta” o “nada lo estresa”. Es un conformista de bajo perfil que acepta trabajo de pobre demanda. En otra circunstancia habla de proyecto, parece motivado, pero siempre termina igual, todo lo deja o todo lo abandona, “nunca termina lo que empieza en términos laborales o sociales”. El problema real está en su cerebro, con sus neurotransmisores: glutamato, noradrenalina, la corteza pre-Fontal, y la desregulación neurobiológica inducida por factores ambientales y la heredebilidad que tiene el TDAH con hiperactividad o con problema de concentración.

A los adultos con déficit de atención se les hace difícil recordar la agenda del día, poner las actividades en orden de prioridades. Sus relaciones de parejas aumentan los problemas de insatisfacción marital debido a su despiste, su falta de control y de seguimiento a lo importante dentro del matrimonio. Sin embargo, estos adultos tienen que tener cuidado con el alcohol, debido a su alto riesgo de la dependencia de drogas. En otras circunstancia los déficit de atención en la adultez pueden padecer trastornos psiquiátricos: depresión, adicción, trastorno por ansiedad, etc. El impacto que el TDAH a lo largo de la vida lo vive el niño, el adolescente y adulto. 

En cada etapa de su vida presentó dificultades que la familia, la escuela y los amigos la observaron. Es más problemático cuando hay hiperactividad, impulsividad, y trastorno de conducta en la adultez. En los adultos las dificultades por inatención, cuando el paciente se distrae mucho, parece no escuchar, se le van los detalles, comete errores constantes, se le dificulta seguir órdenes, ni instrucciones, con tendencia al olvido y a la pérdida de objetos. Conozco y he tratado a niños adolescentes y adultos con estas condiciones Neuro-psiquiátricos. 

Un diagnóstico temprano y un tratamiento multidisciplinario: terapéutica conductual, aprendizaje, la medicación que le ayuda a concentrarse, al aumento de la vigilia, del rendimiento académico y laboral. A lo largo de la vida son adultos que ya han sufrido mucho, la familia y la pareja, etc. toda esa problemática de inatención tiene ayuda. Se puede ser exitoso y feliz con el déficit de atención en la adultez.



j.gomez[@]hoy.com.do 

domingo, 10 de abril de 2016

En Venezuela parece que el Imperio no se saldrá con la suya

Ignacio Ramonet valora lucha por igualdad social de la Revolución Bolivariana Nacional

Ignacio Ramonet. Foto: Archivo de Cubadebate
Ignacio Ramonet. Foto: Archivo de Cubadebate


El periodista español Ignacio Ramonet destacó la noche de este sábado la fuerza política del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, que resiste con dignidad las embestidas del imperio.

“Usted está dando el ejemplo precisamente como líder de una Revolución que se mantiene contra vientos y mareas; a pesar de todas las dificultades subjetivas y objetivas, usted sigue llevando a cabo este proyecto”, manifestó Ramonet quien se en encuentra en Venezuela para participar en el XII Encuentro Internacional de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, denominado Venezuela en la Encrucijada, Nuevos Tiempos, Nuevos Desafíos.

Desde la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (Unes), en Caracas, donde el Presidente Nicolás Maduro instaló el Congreso de la Patria capítulo Educación, el periodista español mencionó que las fuerzas revolucionarias que se levantan en París y en otras ciudades de Francia fundamentan sus estudios en los procesos de América Latina.

Agregó que es precisamente el legado del comandante de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, y la resistencia que ha mantenido desde hace tres años el Presidente Maduro y su Gobierno, junto al pueblo, lo que alimenta el proyecto revolucionario de esas nueva fuerzas que se levantan en el mundo.

“Son noches de discusiones, conversaciones y debates (donde) se cita enormemente a toda América Latina, los procesos latinoamericanos, se cita al Presidente Chávez y se cita también su propia experiencia, Presidente (Maduro), se recuerda cómo lo están hostigando y cómo usted está resistiendo desde hace tres años”, mencionó el periodista, al tiempo en que recordó que esas arremetidas se soportan además sobre una intensa campaña de desinformación fomentada por las corporaciones mediáticas del mundo.

Ramonet indicó que el plan mediático muestra al mundo una realidad distinta de Venezuela, donde los derechos sociales del pueblo son garantizados y protegidos por el Gobierno bolivariano. “La política que usted está llevando a cabo sin ceder un ápice en los objetivos sociales de la Revolución, a pesar de las dificultades, esto es muy entusiasmante, es un ejemplo para el mundo”, dijo.

Ante esa realidad, le “traigo el mensaje de solidaridad, de amistad de tantos europeos que le dicen, Presidente, no solo ‘no se rinda’ sino que estamos aquí con usted para combatir hasta donde haga falta”, reiteró Ramonet.

(Tomado de Agencia Venezolana de Noticias)

EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

DANIEL BALCÁCER: EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

De  Juan Pablo Duarte  solo se conoce una fotografía hecha en  Caracas  en 1873 cuando el patricio contaba con 60 años de edad.  A...