MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

sábado, 2 de junio de 2012

El PLD Un Partido Nuevo en América [Libro del Profesor Bosch]


El PLD Un Partido Nuevo en América [Libro del Profesor Bosch]  (Resumen,primera entrega)

Juan Bosch,
FRAGMENTO.
¿POR QUÉ SE HA ESCRITO ESTE LIBRO?
Por varias razones. Una de ellas es proporcionarles a los miembros del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) que ingresaron en él años después de haber sido fundado el conocimiento de las causas de su fundación, porque ese conocimiento fortalece en ellos su sentimiento partidista; otra razón es la necesidad de dejar constancia, para que lo tomen en cuenta, de manera especial los que piensan que el PLD es un partido del tipo del Reformista Social Cristiano (PRSC), o del Revolucionario Dominicano (PRD), que en nuestro país hay por lo menos una organización política que ha creado normas de organización absolutamente nuevas, que no eran conocidas en la República Dominicana pero tampoco en otros lugares de América, lo que quiere decir que la manera como se ha organizado y funciona el PLD ha sido una creación política puramente nacional.
Lo que acaba de ser dicho no es un alarde ni cosa parecida, y si alguien piensa que en un país como el nuestro, de conocido retraso en todos los órdenes, no puede darse una muestra de desarrollo político como el que pretendemos haber alcanzado los fundadores del PLD, lo invitamos a leer este libro, en el cual se expone de manera detallada el proceso que se siguió para organizar el partido descrito en las páginas de Los orígenes del PLD.
Fue precisamente el atraso político del pueblo dominicano que produjo, como reacción ante ese atraso, la necesidad de crear un partido que debía operar como formador de cuadros, de hombres y mujeres nuevos en su posición ante los problemas que afectan al pueblo; o dicho de otra manera, hombres y mujeres capaces de enfrentar los males nacionales con la seriedad y la asiduidad con que lleva a cabo sus tareas la monja católica en un país africano o de América.
Los orígenes del PLD fueron escritos en una serie de artículos que ahora figuran como capítulos; cada artículo se publicaba semanalmente en Vanguardia del Pueblo, el órgano del Partido de la Liberación Dominicana, y al compilar esos artículos en un volumen se hace fácil enviar ejemplares a países de la lengua española e incluso a centros urbanos norteamericanos donde haya concentración de hispanohablantes, lo que se hará con un propósito político: dar a conocer la existencia en la República Dominicana de un partido cuyo esquema organizativo puede ser reproducido en países del Tercer Mundo, todos los cuales avanzarían en el orden político reproduciendo el PLD. Hacer lo posible para que eso suceda es un deber que nos ordena cumplir la entrañable fraternidad que une a todos los iberoamericanos.
Este libro servirá también para que los comentadores de la política nacional aprendan a distinguir la diferencia que hay entre los líderes y los caudillos, conceptos que la casi totalidad de esos comentadores ignoran cuando se refieren al autor de Los orígenes del PLD calificándolo de caudillo. El caudillo es el que manda; el líder es el que dirige.
En un partido de organismos no puede haber caudillos ni mayores ni menores, porque en los organismos se toman decisiones por votación, no por imposición de una persona.
Naturalmente, en el libro cuya introducción se hace con estas líneas no se puede explicar toda la complejidad de la vida del PLD; eso sólo se explica militando en sus filas o haciendo un curso que la dirección del Partido de la Liberación Dominicana puede organizar para quienes deseen conocer en todas sus manifestaciones cómo funciona nuestro partido, siempre, desde luego, que los que deseen participar en ese curso demuestren, de manera convincente, que lo que se proponen es aprender del PLD lo que el PLD puede enseñar para beneficio de otros partidos, no los que quieran hallar en el PLD lo que no se les ha perdido.
Juan Bosch
 Santo Domingo, R.D.,
 23 de junio de 1989.
Los orígenes del Partido de la Liberación Dominicana no se hallan a la distancia de los 15 años transcurridos desde el día 15 de diciembre de 1973, fecha en la cual se llevó a cabo su fundación; en realidad son más lejanos, nada menos que 34 años —un tercio de siglo— antes de ese día, pues fue en el 1939 cuando se inició la etapa política de mi vida, que comenzó con la fundación del Partido Revolucionario Dominicano, que no fue obra mía como ha dicho alguien sino de un médico nacido en la República Dominicana pero llevado a Cuba cuando tenía 2 años. Ese médico se llamaba Enrique Cotubanamá Henríquez y era hijo del Dr. Francisco Henríquez y Carvajal, lo que deja dicho que era hermano de Pedro y Camila Henríquez Ureña, pero nacido de un segundo matrimonio de su padre pues Salomé Ureña de Henríquez, la madre de los Henríquez Ureña, había muerto en 1898.
El Dr. Enrique Cotubanamá Henríquez, a quien sus amigos y familiares llamaban Cotú, no olvidaba que había nacido en la República Dominicana, donde su padre y sus hermanos mayores eran figuras de gran prestigio intelectual y político, y en Cuba leía la revista Carteles en la cual se publicaron cuentos míos en 1936 y 1937. En esos años los cubanos vivían los sacudimientos políticos que produjeron la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado y la caída del dictador, ocurrida al comenzar el mes de septiembre de 1933. Entre los efectos de esos sacudimientos estuvo la creación del Partido Revolucionario Cubano, que fue bautizado con el mismo nombre que tuvo el que había fundado José Martí para organizar con él la Guerra de Independencia iniciada en febrero de 1895.
El Partido Revolucionario Cubano de los años posteriores a la caída de Machado era conocido por la denominación de auténticos que se les daba a sus miembros, y en su creación jugó un papel de cierta importancia el Dr. Enrique Cotubanamá  Henríquez, a quien le tocó redactar la parte doctrinaria de esa organización política.
Todo lo dicho en el párrafo anterior sirve para explicar por qué el Dr. Henríquez bajó cierto día del año 1938 a los muelles de la capital dominicana adonde había llegado en uno de los barcos cubanos que hacían la ruta Habana-Santiago de Cuba-Santo Domingo y se dirigió a la casa de un familiar al que le preguntó mi dirección. La respuesta que le dieron fue que yo estaba viviendo en San Juan de Puerto Rico, y unos meses después el Dr. Henríquez se presentó en la Biblioteca Carnegie, donde yo trabajaba en la transcripción de todo lo que había escrito Eugenio María de Hostos.
(Esa transcripción se hacía en maquinilla de escribir con el propósito de organizar la producción literaria del gran pensador puertorriqueño que iba a ser publicada en la colección de sus obras completas).
Lo que el Dr. Henríquez fue a tratarme, o mejor sería decir, a proponerme, fue que yo debía dedicarme a la creación de un partido político cuya finalidad sería liberar a la República Dominicana de la dictadura trujillista. Ese partido, explicó, se llamaría Revolucionario Dominicano como el de Cuba se llamaba Revolucionario Cubano. Entre las cosas que dijo la que me impresionó fue su oferta de escribir todo lo que se refiriera a la base ideológica o doctrinaria del Partido Revolucionario Dominicano. Yo le oía sin hacer el menor comentario y mucho menos preguntas porque lo que él decía era para mí tan novedoso como si el Dr. Henríquez hablara en una lengua extraña.
No quería ser político
Yo no quería ser político. Para mí la política era lo que me había llevado a abandonar mi país, pues tal como lo dije en una carta dirigida a Trujillo, fechada en San Juan de Puerto Rico el 27 de febrero de 1938, cuatro o cinco meses antes de recibir la visita del Dr. Henríquez, de seguir viviendo en la República Dominicana, “además de no poder seguir siendo escritor, tenía forzosamente que ser político”, y aclaraba: “…yo no estoy dispuesto a tolerar que la política desvíe mis propósitos o ahogue mis convicciones y principios. A menos que desee uno encarar una situación violenta para sí y los suyos, hay que ser político en la República Dominicana. Es inconcebible que uno quiera mantenerse alejado de esa especie de locura colectiva que embarga el alma de mi pueblo y le oscurece la razón: el negro, el blanco, el bruto, el inteligente, el feo, el buenmozo: todos se lanzan al logro de posiciones y de ventajas por el camino político.
¿Cómo es posible que no se comprenda que la política no es arte al alcance de todo el mundo? La marcha de la sociedad la rigen los políticos; ellos deben ser seis, siete; así es en todos los países y así ha sido siempre; nosotros involucramos los principios universales y exigimos que las mujeres, los niños y hasta las bestias actúen en política. Yo, que repudiaba y repudio tal proceder, vivía perennemente expuesto a ser carne de chisme, de ambiciones y de intrigas. Yo no concibo la política al servicio del estómago, sino al de un alto ideal de humanidad”.
Tan fuerte era mi repudio a la actividad política que se ejercía en la República Dominicana, que en otro párrafo de esa carta le decía al dictador: “Yo sé que he salido de mi tierra para no volver en muchos años, porque considero que la actual situación será de término largo y porque sé que fuera de un cargo público yo no tendría ahora medios de vida en mi país, y no podría estar en un cargo público absteniéndome de hacer política”.
El criterio que exponía en esa carta se lo expuse también al Dr. Henríquez, sin mencionarle el hecho de que yo le había escrito a Trujillo diciéndole lo que significaba para mí la política tal como ella se aplicaba en mi país, y la mayor parte del tiempo que usamos en hablar de ese tema la consumió él explicándome la diferencia que había entre la política que se ejercía en Cuba y la que se llevaba a cabo en la República Dominicana. Precisamente, decía el Dr. Henríquez, para que el pueblo dominicano pudiera aprender en la práctica diaria qué es la política y cómo debe ejercerse, era absolutamente necesario librar al país de la tiranía trujillista.
Esa entrevista con el hijo del Dr. Francisco Henríquez y Carvajal me dejó tan impresionado que pocos días después empecé a buscar información acerca de cómo había organizado José Martí su Partido Revolucionario Cubano, y lo que llegué a saber fue poco, o mejor sería decir muy poco. Lo que me interesaba era tener una idea precisa de lo que había que hacer para formar hombres que al mismo tiempo que tuvieran una idea clara de lo que debía ser la política dominicana supieran cómo actuar para sacar del poder a Trujillo y a sus colaboradores más cercanos. Nada de eso fue tratado en la conversación que sostuve con el Dr. Henríquez, y por mucho que busqué, en la Biblioteca Carnegie no hallé un libro que pudiera ayudarme a aclarar mi concepto de lo que era la política.
Una cosa piensa el burro…
Como desde mi niñez había leído en la casa de mi abuelo materno la historia del Cid Campeador y en la mía el Don Quijote, y como mi padre destacaba siempre que se hablaba de episodios históricos de algún país, sobre todo si se trataba de uno europeo, la importancia de los jefes militares no sólo en las guerras sino también en actividades civiles, yo crecí con una idea fija, aunque no sabía por qué, acerca del papel que juega en cualquier país la persona que ahora llamamos líder, y en la conversación que mantuve con él, o sería más apropiado decir que él mantuvo conmigo, le pregunté al Dr. Henríquez quién, a su juicio, debía o podía ser el líder de ese partido que él me proponía fundar, y su respuesta fue que debía ser yo, a lo que respondí diciendo que yo no tenía las condiciones que se requerían para dirigir un partido político; que a mi juicio el líder debía ser el Dr. Juan Isidro Jiménez Grullón, que llevaba un nombre conocido en todo el país porque su abuelo, que tenía el mismo nombre, había sido presidente de la
República dos veces, y su bisabuelo lo había sido una vez; le expliqué que el Dr. Jiménez Grullón estaba viviendo en Nueva York pero que yo le pediría que viajara a Puerto Rico para hablar con él sobre la posibilidad de fundar el Partido Revolucionario
Dominicano. El Dr. Henríquez halló que lo que yo decía tenía sentido, y en la noche de ese mismo día, mientras el buque cubano en que había llegado a San Juan de Puerto Rico navegaba de retorno a Cuba, le escribí al Dr. Jiménez Grullón pidiéndole que se llegara a San Juan donde tenía algo importante que tratarle.
Cuando el Dr. Jiménez Grullón llegó a San Juan yo le tenía preparada una conferencia que debía dar en el Ateneo Puertorriqueño, el lugar donde se reunían los intelectuales más conocidos de la isla borinqueña. Allí había dado yo una titulada Mujeres en la vida de Hostos. La del Dr. Jiménez Grullón sería sobre la situación política de la República Dominicana, y al decirla se lució porque era un orador natural que sabía usar las palabras y además sabía manejar las manos cuando tenía que moverlas para reforzar con sus movimientos lo que iba diciendo. Con esa conferencia el nieto del jefe del partido que llevó su nombre (el jimenista, popularmente conocido como el de los bolos) quedó presentado a los intelectuales de Puerto Rico, primer escalón, pensaba yo, de la escalera que debía conducirlo al liderazgo del futuro Partido Revolucionario Dominicano, si ese partido era creado como lo proponía el Dr. Enrique Cotubanamá Henríquez.
El Dr. Henríquez volvió a Puerto Rico y en esa segunda ocasión le presenté al Dr.Jimenes Grullón. Con la presentación quedaba yo libre de seguir ocupándome en tareas políticas, al menos, así lo creía, pero el campesino dominicano de esos años repetía con frecuencia un refrán: “Una cosa piensa el burro y otra el que lo está aparejando”, y el que aparejaba al burro de la historia dominicana tenía planes diferentes a los míos; tan diferentes que de buenas a primeras Adolfo de Hostos, hijo de Eugenio María de Hostos, entró en el salón de la Biblioteca Carnegie, donde bajo mi dirección dos mecanógrafas copiaban los trabajos de Hostos, y me dijo: “Prepárese para ir a Cuba a dirigir la edición de las obras completas.
El concurso de su publicación ha sido ganado por una editorial cubana. Por su trabajo allá se le pagarán 200 dólares mensuales”. En la vida de algunos seres humanos se dan hechos que parecen fortuitos y no lo son, pero es al cabo de algún tiempo cuando los protagonistas de esos hechos advierten que no fueron casuales. Por ejemplo, un año antes de mí llegada a La Habana rodeado de varios bultos en los que iban las copias mecanográficas de todo lo que Eugenio María de Hostos había escrito —al menos, todo lo que se había reunido hasta el año 1937— yo no conocía al Dr. Enrique Cotubanamá Henríquez y ni siquiera tenía noticias de su existencia; y sin embargo cuando descendí la escalera del vapor Iroquois para llegar al muelle junto al cual había atracado el buque de ese nombre, allí estaba él esperándome, y mientras aguardábamos la bajada del equipaje el Dr. Henríquez me dijo que había contratado para mi uso, en una pensión, una habitación con baño y servicio sanitario, que en el alquiler estaba incluida la comida y que la casa donde se hallaba la pensión estaba cerca de la suya; que él me acompañaría en el viaje del muelle a esa casa y me visitaría al día siguiente para llevarme al lugar donde él vivía, al cual iríamos a pie porque la distancia entre las dos casas era corta, y en efecto, así era, y por ser así al segundo día de mi llegada a La Habana estaba yo en los altos de una casa de piedra situada frente al mar, en el paseo llamado Malecón. Delante de mí, separado de él por un escritorio, el Dr. Enrique Cotubanamá Henríquez leía unos papeles en los cuales se describía lo que sería el Partido Revolucionario Dominicano, incluyendo un esbozo de sus futuros estatutos, y con esa lectura comenzaba una etapa nueva en mi vida, la del aprendiz de la teoría y la actividad política.
Yo tenía que dedicarle la mayor parte del tiempo al trabajo que había ido a hacer en La Habana: la edición de las obras completas de Hostos. La casa editora, llamada Cultural, S.A., tenía sus talleres en un barrio muy separado del Vedado, y sobre todo de la parte del Vedado donde estaba viviendo, que era el Malecón, y viajar dos veces al día al lugar donde se componían y se imprimían los libros de Hostos y retornar dos veces a la pensión donde estaba viviendo me consumía diez horas diarias salvo los sábados y los domingos, de manera que sólo podía ver al Dr. Henríquez esos dos días, y no siempre porque él tenía sus tareas, las propias de un médico, pero también sucedía que una que otra vez cuando llegaba a su casa él o sus familiares estaban recibiendo visitas; de todos modos, cuando disponía de su tiempo, lo que él decía o era siempre de carácter político o de temas que se relacionaban con la política. Por ejemplo, contaba, para dármelos a conocer, episodios de las luchas políticas de Cuba, sobre todo de las más recientes, o de las de México, y en tales casos destacaba con claridad la diferencia que había entre la política de esos dos países y la de la República Dominicana, y al exponer el contraste que había entre la actividad política de Cuba y de México con la de la República Dominicana iba creando en mí una conciencia política similar a la que sobre una materia cualquiera, fuera Física, fuera Matemática o fuera Literatura creaban en esos tiempos los maestros de bachillerato en las mentes de sus estudiantes; pero además, sucedía que la sociedad cubana, en todas sus clases y capas de clases sociales, estaba viviendo una etapa de fervor político porque eran muchos los sectores populares que reclamaban una elección de diputados constituyentes para elaborar la Constitución que en la historia del país se conocería con el nombre de la Constitución de 1940.
Proceso de desarrollo político
En septiembre de 1939 comenzó la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Polonia por tropas alemanas —el ejército nazi de Adolfo Hitler—, acontecimiento de proporciones mundiales que conmovió a todos los cubanos y en mi caso provocó una reacción tan violenta que estuve varios días sacudido por un estado de indignación que no podía controlar. Las noticias que publicaban los periódicos cubanos y que difundían las estaciones de radio eran alarmantes porque en ellas se describían las barbaridades que estaban ejecutando en Polonia las tropas hitlerianas. A mí me parecían los hechos que estaban sucediendo en la patria de Chopin una repetición de lo que hasta poco tiempo antes había sucedido en España, y la sangrienta guerra civil española estaba relacionada en el mundo de mis sentimientos con Trujillo y su dictadura, lo que era un indicio de que, al menos en el terreno emocional, yo estaba convirtiéndome en un militante anti trujillista, y sabía que en el origen de esa militancia estaba la prédica del Dr. Henríquez, a quien a esas alturas yo le llamaba, como sus familiares y amigos, Cotú a secas.
La simultaneidad de la guerra en Europa con la campaña para elegir diputados constituyentes puso la atmósfera política en un alto grado de actividad. Hasta el limpiabotas de los muchos que había siempre en el Parque Central, cuando le prestaba servicio a alguien conocido ponía como tema de cambio de palabras, si no de conversación, el de la guerra mundial o el de las elecciones a diputados a la Asamblea Constituyente, de manera que todo el que tuviera cierto nivel de conocimiento de lo que estaba ocurriendo en el mundo y en Cuba —y esos eran la mayoría de los cubanos—acababa cambiando impresiones de carácter político lo mismo con personas conocidas que con las desconocidas que compartían un lugar común, por ejemplo, el asiento de un ómnibus, el de un tranvía o la vecindad de mesas en un restaurant o en el sitio donde entraba a tomarse un café, un refresco o un jugo de naranja (zumo, dicen los españoles).
En mi caso los cambios de impresiones sobre los dos temas eran frecuentes y se llevaban a cabo en niveles relativamente altos pues sucedía que cuando llegué a Cuba era ya conocido en los círculos de escritores porque la revista Carteles, que para 1939era la más leída*, había publicado cuentos míos —y esa publicación fue lo que movió al Dr. Henríquez a buscarme, primero en Santo Domingo y después en Puerto Rico— y al llegar a Cuba Carteles le dio publicidad a mi presencia en La Habana, de manera que pocos meses después yo frecuentaba las reuniones de escritores, periodistas, pintores y actores teatrales, en las cuales los temas de conversación eran siempre mayoritariamente los de la política cubana y la política internacional. De la última eran parte las noticias de lo que sucedía en la República Dominicana, por lo menos de los hechos que llegaban a conocimiento de los cubanos, hechos que en alguna medida se parecían a los que el pueblo cubano había vivido —y en cierto sentido estaba viviendo— hacía poco tiempo, razón por la cual yo iba adquiriendo desarrollo político debido a que los juicios que hacían los intelectuales de Cuba acerca de los sucesos mundiales, cubanos y dominicanos, equivalieron para mí a cátedras de ciencias políticas en una universidad muy bien calificada.
Bohemia sobrepasaría a Carteles hasta el extremo de que pasó a vender 500 mil ejemplares semanales años después, a mediados de la década de los 40.
Buscando dominicanos anti trujillistas  El Dr. Henríquez estaba casado con la hermana de uno de los líderes más importantes del Partido Revolucionario Cubano y su casa era punto de reunión de miembros y dirigentes de ese partido con la mayor parte de los cuales establecí relaciones de amistad, de manera que en pocas semanas acabé siendo, en el orden político, tan conocedor de la política cubana como cualquiera de ellos, pero eso no significa que había relegado a un segundo plano los problemas dominicanos; al contrario, dediqué mis ratos libres a averiguar dónde vivían algunos dominicanos con los cuales pensaba que debía iniciarse la organización de ese Partido Revolucionario Dominicano que proponía el Dr. Henríquez.
Los dominicanos residentes en Cuba a quienes yo me proponía ver para invitarlos a organizar el partido eran Lucas Pichardo, Pipí Hernández y los hermanos Mainardi, de todos los cuales supe que vivían en La Habana por informaciones de las personas que visitaban la casa del Dr. Henríquez. A Lucas Pichardo lo conocía y antes de salir del país sabía que él estaba en Cuba, pero no lograba localizarlo en La Habana; a Pipí
Hernández no lo conocí en Santo Domingo pero sí a sus familiares, y por ellos estaba enterado de que vivía en Cuba. En cuanto a los hermanos Mainardi, no los conocía pero sabía que eran militantes anti trujillistas. El Dr. Henríquez, que había solicitado un puesto de médico en uno de los barcos de la Compañía Naviera Cubana que viajaban a Santo Domingo y San Juan de Puerto Rico con el único propósito de darle vida al plan de crear el Partido Revolucionario Dominicano, no conocía a ninguno de los dominicanos exiliados en Cuba y por esa razón no podía ayudarme en la tarea de localizar con algunos de ellos, por lo menos, a los que vivían en La Habana.
Mi preocupación por dar con algún dominicano terminó súbitamente cuando estando en una librería en busca de una colección de versos de Federico García Lorca entró un dominicano de apellido Brea que me había sido presentado en Santo Domingo hacía años por Lucas Pichardo. Brea había salido del país antes que yo; se fue como polizón, es decir, escondido en la bodega de un buque de carga que se dirigía a un puerto alemán, y era un tipo humano tan peculiar que aunque hacía mucho tiempo que no lo veía lo reconocí en el instante en que pasó ante mis ojos; al mismo tiempo él me reconoció, y quizá antes de que pasaran 30 segundos después de habernos visto estaba yo preguntándole si sabía dónde vivía Lucas Pichardo. Lo sabía, y como era tan cerca de la librería que podíamos ir a su casa en pocos minutos, fuimos allá y tuve la suerte de encontrar a Lucas, que había formado familia, pues además de casarse con una cubana ésta le había dado un hijo que en ese momento tenía apenas dos años.
Lucas me dijo que Virgilio Mainardi vivía fuera de La Habana, en un lugar llamado El Pino; que no sabía donde vivía Rafael Mainardi pero su hermano Virgilio podía decírmelo; que otro hermano de Virgilio y Rafael residía en Guantánamo, a más de mil kilómetros de La Habana, y en cuanto a Pipí Hernández, no tenía su dirección pero yo podía verlo en la Universidad porque estaba haciendo allí unos trabajos de reparación no sabía de qué.
Ni Lucas Pichardo ni Pipí Hernández quisieron participar en la organización del Partido Revolucionario Dominicano, el primero porque alegó que carecía de las condiciones que a su juicio debía tener un militante político y el segundo porque era trotskista. Ambos iban a morir muchos años después de 1939 a causa de su oposición a la tiranía trujillista. A Pipí Hernández lo asesinó en La Habana un agente cubano de Trujillo y Lucas Pichardo y su hijo fueron fusilados en el año 1959 cuando llegaron al país con los expedicionarios del 14 de junio. Lucas Pichardo fue quien me presentó, pocos días después de haberlo visitado en su casa, al Dr. Romano Pérez Cabral, un médico dominicano que vivía hacía muchos años en La Habana, cuyo consultorio fue el local donde se llevaron a cabo las reuniones del Partido Revolucionario Dominicano que eran habitualmente semanales y nocturnas. El Dr. Pérez Cabral me presentó a otro dominicano, Alexis Liz, hombre de excelentes condiciones, que aceptó, tan pronto se lo pedí, trabajar por la organización del partido que años después sería conocido del pueblo dominicano por las siglas de su nombre —PRD—.
Alexis Liz conocía a dos dominicanos que vivían en La Habana: eran José Franco y Belisario Heureaux, hijo de Lilís. El primero aceptó ser miembro del Partido pero el tipo de trabajo que desempeñaba le impedía participar en las reuniones que, como dije hace poco, eran en su mayoría semanales.
(Continuara...)

viernes, 1 de junio de 2012

CONFERENCIA “SALVADOR ALLENDE”


 INTERVENCIÓN DEL PROFESOR JUAN BOSCH  ALFINALIZAR LA CONFERENCIA “SALVADOR ALLENDE”

Esta Conferencia no se convocó para discutir problemas de carácter ideológico sino problemas de carácter organizativo y métodos de trabajo.
Hasta aquí el resumen de lo que han dicho los compañeros.
Ahora entro yo a hablar.
El método de trabajo es uno de los dos puntos que hemos escogido como tema para celebrar esta Conferencia; el otro es elaboración de las estructuras orgánicas del Partido.
Debemos buscar un método de trabajo para el Partido. El Partido no tiene un método de trabajo.
Empecemos aclarando qué quiere decir método, es decir, la palabra método. Esa palabra quiere decir manera de hacer algo; manera de hacer una cosa o varias cosas para llegar a un fin. De lo que significa la palabra método debemos sacar en claro que lo que andamos buscando al tratar de hallar un método de trabajo para el Partido es una manera de trabajar dentro del Partido y dentro del Pueblo que nos asegure la existencia de un partido fuerte, de un partido bien organizado, de un partido que pueda llevar a cabo las muchas tareas que deberá cumplir el PLD.
Nuestro método de trabajo debe corresponder al tipo de sociedad en que estamos viviendo; no debe ser ni más atrasado ni más avanzado que nuestra sociedad porque si lo fuera el medio lo rechazaría; es más, si fuera más avanzado que el nivel de nuestra sociedad no tendríamos gente en el país con quienes aplicarlo, porque ¿de dónde saldrían los dominicanos que lo pondrían en ejecución? Los dominicanos son dominicanos, unos iguales a los otros aunque haya diferencias particulares. Pero nuestro método de trabajo debe de corresponder también a las aspiraciones del Partido, a lo que sienten y piensan los hombres y las mujeres del PLD, que no es lo mismo que lo que piensan los hombres y las mujeres del PRD o de los partidos populistas. Para cumplir esas dos condiciones a las que acabo de referirme se necesita que él método de trabajo del Partido sea a la vez colectivo o de grupo, esto es, combinado, discutido, aprobado y llevado a cabo por organismos del Partido, no por una sola persona, y al mismo tiempo siguiendo un proceso que corresponda a la ley fundamental de los cambios revolucionarios.
Todo lo que acabo de decir lo resumo en estas palabras: el Partido debe adoptar el método de trabajo en equipo o de grupo y debe idear o planear sus tareas y llevarlas a cabo siguiendo en todos los casos el principio de partir de lo particular hacia lo general y que de lo general sea enviado de nuevo a lo particular para que el o los acuerdos tomados con sentido general sean aplicados en cada caso concreto 0 particular con medidas concretas o particulares. Esas palabras quieren decir que la idea de hacer una cosa cualquiera no debe salir de la cabeza de un miembro del Partido para convertirse inmediatamente en hecho o en realidad, sino que debe salir de la cabeza de un compañero y pasar a ser discutida por el organismo del Partido al que pertenece ese compañero, y ese organismo (digamos, por ejemplo, el Comité de Base o Intermedio o el Comité Central) vería esa idea o mejor dicho la estudiaría, desde el punto de vista de la experiencia y los conocimientos que le corresponden a él como organismo que representa un núcleo o una parte del Partido, o lo que es lo mismo, vería la proposición desde el punto de vista de un sector particular del PLD; y si se trata de una idea que tenga importancia política más amplia que la que le corresponde a ese organismo, pasaría a un organismo superior o a varios organismos superiores para ser discutida en los niveles que le corresponden, por ejemplo, en el nivel municipal, en el provincial o en el nacional; y esa idea, una vez discutida y aprobada o ampliada en el nivel que le corresponda, pasaría a ser puesta en práctica tomando en cuenta las características particulares del lugar, del organismo o del caso donde va a ser aplicada.
Siguiendo ese método de trabajo el Partido mejoraría y aprovecharía para su avance político y para beneficio del Pueblo todas las ideas que se les ocurrieran a todos sus miembros, con lo cual se estimularía la capacidad creadora de cada uno de ellos, pero al mismo tiempo se desarrollaría la capacidad crítica y de análisis de todos los miembros, porque todos tendrían que enjuiciar las ideas de sus compañeros, y a la vez se desarrollaría la capacidad de todos ellos para poner en práctica en el seno del Pueblo las ideas aprobadas. Con todo eso que acabo de decir se obtendría como resultado una cosecha de mentalidades independientes, y hombres y mujeres con dotes ejecutivas, o lo que es lo mismo, el Partido acabaría siendo un partido de líderes de todos los niveles, todos ellos dedicados a una gran tarea conjunta en la cual cada quien trabajaría en la parte que le tocara usando sus mejores facultades personales para llevar esa parte a su fin sin estorbar o perjudicar los fines generales del Partido.
Con el método que propongo, compañeros, se tomaría cada caso que llamara la atención de un miembro o de un grupo de miembros del Partido (y naturalmente, llamaría la atención como caso particular), y se llevaría a un organismo que lo trataría y lo discutirla, pero ya como caso general; general (fíjense bien) para todo un barrio o un municipio o lo que sea, y al tratarlo y discutirlo como caso general, al tomar un acuerdo sobre la manera de resolver ese caso, quedarían establecidas las formas de aplicación del acuerdo en el sentido particular. Es como ustedes pueden ver, la idea va de lo particular a lo general y de lo general a lo particular; vuelve en otra forma, pues de lo particular llegó a lo general como una idea de hacer un periódico y de lo general vuelve a lo particular como un periódico hecho que tiene que ser vendido, porque todas las cosas se transforman, compañeros; hay un proceso de transformación constante en todas las cosas; lo que va de lo particular a lo general es una cosa, no solamente en el caso del periódico sino en todos los casos, y lo que vuelve de lo general a lo particular es otra cosa; o mejor dicho, es la misma cosa transformada; es la idea del periódico convertida en periódico, y lo que allá en Villa Riva fue una idea, vuelve a Villa Riva para provocar la formación de una organización del Partido dedicada a vender la idea de hacer
Ahora entramos en el caso de las estructuras orgánicas.
¿Para qué debemos organizarnos?
Para varias cosas, según sean las etapas que debemos recorrer para llegar a nuestra meta. Esa meta es la liberación nacional. Así, los invito a que veamos al Partido como un cuerpo en desarrollo, un cuerpo que debe crecer física y mentalmente, un cuerpo que debemos alimentar y cuidar para que adquiera fuerzas y al mismo tiempo adquiera conocimientos y acumule experiencias y para que vaya creando ideas y carácter.
Cuando tengamos un partido fuerte ideológicamente y en número y en organización, habremos cumplido la primera parte de nuestras obligaciones, y entonces podremos lanzarnos a la conquista de nuestras metas políticas. Mientras no llegue ese día debemos vivir probándonos en la teoría y en la práctica, y en esa prueba diaria probaremos nuestro método de trabajo y nuestras estructuras orgánicas. La vida diaria es la que nos dirá si el método de trabajo es bueno o es malo o si se aplica bien o se aplica mal (porque puede ser bueno y aplicarse mal, y puede ser bueno y aplicarse bien). La prueba nos dirá en qué medida debemos mejorar nuestro método de trabajo y también en qué medida debemos mejorar o cambiar nuestras estructuras orgánicas, pero esas estructuras orgánicas deben partir, como dijo el compañero Cesar López, de una plataforma de acción.
¿Cuál debe ser en este momento, ahora mismo, la finalidad inmediata de nuestro, trabajo?
La construcción del Partido. En este momento lo más importante para nosotros es que construyamos un partido que actúe en todo el país, aunque sea a base de núcleos de trabajo en aquellos lugares donde no estén los peledeístas necesarios para formar los Comités Municipales o de Base. Para construir el Partido tenemos que organizar en cada campo, en cada pueblo, en cada ciudad o barrio del país a las mujeres y a los hombres que simpaticen con nosotros, y ese trabajo puede hacerse mediante la discusión de los problemas políticos, económicos o de otra índole del campo, del Pueblo, de la ciudad, del barrio, del país o de otros países; la discusión de nuestros hombres y mujeres con la gente del Pueblo. Y puede hacerse utilizando diversas maneras de acercarse a la gente; por ejemplo, tratando de venderle a una persona un folleto, un periódico, una insignia del Partido o un retrato. Ahora bien, la venta de un folleto o de un periódico o de un ticket no debe hacerse con el simple criterio de recaudar dinero; el folleto último que publicamos fue vendido con la idea de Mientras tanto, nuestros militantes, aunque se trate de uno solo en un lugar determinado, deberán esforzarse en conocer los problemas concretos de las gentes de ese lugar, y deberán hacer lo que sea necesario para convertirse en sus líderes; en los que guían, aconsejan y ayudan a esas personas, porque así ganarán la confianza de los que los rodean y podrán escoger entre ellos a los mejores para formar el núcleo del Partido. Si es un solo peledeísta el que está en un campo, o en un pueblo, ayudando a la gente, interesándose en sus problemas, ese peledeísta puede distinguir cuáles son las dos mejores personas del lugar y deberá hacer esfuerzos para captarlas para el Partido, y con ellas debe formar un núcleo del Partido en ese lugar (teniendo siempre en cuenta que hay gente que por razones de clase no entrarán en el PLD por nada del mundo). Ese núcleo deberá comenzar siendo un círculo de estudio, aunque esté compuesto por dos, o tres personas nada más, pero un círculo de estudio en que además de estudiar sus miembros hagan todos los trabajos que corresponden al núcleo de trabajo. Todavía están en el nivel de simpatizantes, pero hay que ponerlos a trabajar como si fueran militantes Para pasar a un Comité de Base una persona tiene que trabajar, tiene que demostrar capacidad y vocación de lucha y firmeza, y los aspirantes a miembros del Partido deben trabajar en un círculo de estudio todo el tiempo necesario para desarrollarse y para demostrar que tienen esas cualidades. Me parece a mí que no todas las estructuras del Partido deben corresponder a la escala de los organismos que van desde los círculos de estudio hasta el Comité Central. Hay lugares donde pueden establecerse Comités de Base, Comités Intermedios, Comités Municipales, pero hay otros en los que no se puede. Y no solamente por razón de que no haya gente, suficiente para hacer de ellos miembros del PLD en el número necesario para formar organismos del Partido, sino por otras razones. Esos otros organismos que no sean Comités de Base y que no sean Comités Municipales podrán llamarse de cualquier manera; podrán llamarse club de softball, de volibol, de dominó o de lo que sea, porque lo importante no es como se llamen; lo importante es que existan como células del Partido, que en los últimos rincones del país haya esas células, y en muchos lugares podrá formarse un equipo de dominó o de cualquier otro juego o deporte. Lo importante es, repito, que el Partido exista; que por dondequiera haya organismo o células del Partido y que a partir de unos y de otras se formen más y se desarrollen los que haya. En un país como éste, en cualquier momento se presenta la necesidad de que haya quien pueda decirle a la gente: “Vamos por aquí”; y para que el que lo diga sea seguido hace falta que resulte ser no sólo el mejor jugador de dominó sino, sobre todo el que ante cualquier problema actuó mejor y con más decisión; porque fue el que cuando  hizo falta, buscó inmediatamente al médico o calentó el agua cuando se presentó el parto de la señora de la casa. Ese compañero se había hecho líder sin que los demás se dieran cuenta, resolviendo los problemas de las familias del campito o del pueblecito. Darle su voto a un candidato a miembro del Comité Central, pero si en la región de donde llega ese delegado sólo hay 3 Comités de Base, ¿qué representatividad tiene ese delegado para darle su voto a ese candidato? ¿Por qué tiene ese delegado que estar en capacidad de votar por un miembro del Comité Central, y hasta de proponer a Fulano para miembro del Comité Central, cuando en realidad está representando a una base del Partido que es mínima, que apenas existe? Es decir, hay que establecer un sistema que nos permita llevar a los organismos del Partido a personas que tengan relación verdadera con la base, que no sean líderes formados arriba, sino que tengan relación con la base. Siguiendo ese procedimiento, deberían elegirse los delegados para el Congreso del Partido, porque si fueran elegidos por delegados de los Comités de Base, todos los comités, desde los Municipales hasta el Central (y todos los Congresos), serían de verdad representativos de la totalidad del Partido: los Comités Municipales lo serían de la totalidad del Partido en el municipio, los Regionales de la totalidad del Partido en la región, y el Congreso Nacional de la totalidad del Partido en el país. El Comité Político debe seguir siendo elegido por el Comité Central porque el Comité Político es una parte y a la vez un representante del Comité Central. Como el Comité Central no puede trabajar en conjunto, no puede hacer el trabajo diario que le corresponde, elige un número de sus miembros para que en nombre suyo, en lugar, suyo, haga ese trabajo. Pero yo creo que además del Comité Político el Comité Central debe elegir un Comité de Control, que sería el encargado de velar por el cumplimiento de los Estatutos y de los planes de trabajo, sin que pueda inmiscuirse en las tareas de los Departamentos, y al mismo tiempo ese comité sería el encargado de someterle al Comité Central proposiciones disciplinarias y la reforma de organismos. Ese comité tendría menos poder que el que propuso el compañero Andón Ajar, pero me parece que es muy necesario para mantener el buen funcionamiento del Partido. Muchos compañeros han propuesto que se extienda a todos los niveles el sistema de celebrar conferencias cada tres meses y esa idea debe ponerse en práctica, pero debe elaborarse un reglamento sencillo para la celebración de las conferencias. El Partido debe institucionalizar sin pérdida de tiempo las reuniones familiares a que me referí antes. Hay que hacer del peledeísmo una escuela de convivencia, que atraiga a los que en nuestro país desean integrarse en círculos amplios, serios y limpios de hombres mujeres con preocupaciones patrióticas y sensibilidad social. Estas son ideas generales, que junto con las otras ideas generales que se han expuesto en esta conferencia pueden proporcionar algún tipo de reforma de las estructuras orgánicas, pero partiendo del principio de que las estructuras orgánicas que nos demos ahora deben ser consideradas como pasajeras porque solamente la práctica diaria nos dirá si esas estructuras serán buenas o serán malas, serán apropiadas o no lo, serán para las etapas posteriores, las que tendremos por delante después que hayamos cumplido la tarea de desarrollar el Partido.
Compañeros, buenas tardes para todos.
Santo Domingo, D. N.
11 de mayo de 1974.

CONCLUSIONES: Conferencia “Salvador Allende”

Yo propongo concretamente que toda la parte que se refiere al centralismo democrático de esta proposición del acápite b) sea tomada en cuenta como una recomendación para que en el Partido se ponga en ejecución el método de trabajo que se llama centralismo democrático.
“Que todo el esfuerzo político del Partido vaya dirigido a crear las bases para ser una fundamental fuerza de masas, con política de masas, desde una sólida organización de cuadros”.
“Que se disponga que la educación política sea un requisito que determine la militancia dentro del Partido y que por tanto sea obligatoria, y que en el momento actual, a mayor nivel organizativo corresponda una mayor intensificación y profundización de los estudios, cuyos planes es deber y obligación de la Comisión Nacional de Educación, elaborarlos y hacerlos cumplir”. También puede integrarse en este acápite,
 Y es muy importante que se sepa, compañeros, que no puede haber partido en ningún país sin un líder nacional que imponga respeto; eso es una ley de la actividad política; así como no puede haber partido, realmente partido, sin una doctrina, sin ideología y sin organización. Esas tres condiciones son absolutamente indispensables para que haya un partido verdadero: líder nacional, doctrina y organización; y la organización requiere líderes intermedios.
Y en el caso nuestro, de acuerdo con mi opinión, la organización requiere, no líderes intermedios, sino un partido de líderes, de lo cual hablaremos después. Así es que nosotros sí estamos en capacidad de atraer al PLD a toda esa gente a la cual se refiere Amiro, y creo que sería bueno que los compañeros aquí presentes tomarán en cuenta esta advertencia de Amiro para que donde quiera que vean una persona que ustedes saben que cabe dentro de estas definiciones de Amiro, se le acerquen y hagan contacto con ella.
El líder político, el cuadro político, el dirigente político, cualquiera que sea su nivel, tiene que tener el don de crear salidas, soluciones a los problemas que se presentan, y crear esas soluciones inmediatamente, sobre el terreno.
 Nosotros le llamamos habitualmente líder al líder que está en un nivel muy alto, pero líder es todo el que dirige gente, por ejemplo, el cabo de una escuadra es el líder de esa escuadra en el ejército, y el sargento es el líder de un pelotón, y el teniente es el líder de un destacamento y el capitán es el líder de una compañía; es decir, en cada grupo, en cada grupo social, o político o militar hay un líder de acuerdo con el nivel de ese grupo. Y a eso era a lo que me refería cuando decía que nosotros debíamos formar un partido de líderes, un partido que dirija a las masas, pero que esté formado por líderes, es decir, que no haya entre nosotros un hombre que siga a los demás sino que todos los peledeístas sean hombres y mujeres capaces de dirigir a otros, aunque sea de dirigir a ocho, uno, y otro de dirigir a veinticinco y otro de dirigir a diez mil y otro de dirigir a un pueblo entero, pero que todos seamos capaces de dirigir y formar políticamente a los miembros del Partido; (…) de tal manera que tengamos suficiente y de sobra con mil hombres. Mil hombres con capacidad de dirección pueden dirigir a este pueblo; a este pueblo y a cualquier pueblo, pero a éste, sobre todo, que es políticamente muy inocente, pero que tiene un instinto político claro y sigue al que lo dirige bien.
Aquí se ha pensado mucho en los organismos y no en la posición de los hombres en los organismos; es decir, aquí se ha hablado mucho de si los Comités Municipales deben desaparecer o deben no desaparecer, de que deben mantenerse tal como están o debe reducirse su número; es decir, se ha pensado mucho en los Comités, pero en lo que no se ha pensado es en que debemos establecer como principio. Todos los miembros del Partido deben pertenecer a algún organismo del Partido. No puede haber un miembro del Partido que no sea miembro de un organismo del Partido. En un Departamento no se hace la política diaria del Partido. En un Departamento se hace una labor técnica, una labor determinada, pero no la política diaria del Partido. Y nosotros tenemos que establecer eso como un principio de organización del Partido. Ya el Partido no puede seguir teniendo miembros que no sean miembros de sus organismos. En cuanto a la política de frente de masas, creo que el Partido tiene que definir eso, pero el Partido tiene que definir eso después que esté organizado, porque actualmente el Partido no puede atender a su propia organización, a su propio desarrollo y además a cualquier frente de masas. El Partido tiene que formar sus cuadros, formarse a sí mismo, desarrollarse, y cuando tenga gente, aunque sea uno solo para cada frente, entonces podrá atender a los frentes de masas. Dedicarles atención a los frentes de masas, pero debemos dedicársela cuando ya tengamos la gente que hace falta para atender a los frentes de masas. Sí, hay que definir la política de los frentes de masas, pero primero hay que formar a las personas, a los líderes que van a trabajar en esos frentes de masas; es decir, creo que la primera obligación de todos nosotros es desarrollar el Partido.
Es bueno tener presente, sobre todo deben tenerla presente los partidarios del centralismo democrático. Dijo Felucho que el centralismo democrático tiene una contrapartida que consiste en la disciplina consciente; que para poder mantener esa disciplina consciente se debe tener en cuenta que los cuadros se forman en la lucha, pero también participando en la elaboración de las decisiones que les corresponden; es decir, ellos van a la lucha pero aprenden a formular la línea política que dirige esa lucha; se forman como líderes, y al formarse como líderes es lógico que desarrollan también conciencia de la disciplina, y eso hay que hacerlo en todos los niveles para mantener el centralismo democrático como uno de los métodos básicos de trabajo del Partido.
El compañero Pantaleón propuso que cada militante organice núcleos del Partido conquistando nuevos miembros, que forme con ellos círculos, de estudio y que además los ponga a cotizar, y que entre esos organizadores estén también los miembros del Comité Central. Bien, yo creo que sí, que los militantes deben dedicarse a eso, porque ésa es la tarea que nos toca ahora en este momento, la tarea de ampliar el Partido, de fortalecer al Partido.
Pues hay que saber con qué elementos humanos se cuenta. Precisamente, ahí está nuestro problema. No solamente no sabemos con cuántos elementos humanos contamos, sino que nos damos cuenta de que no contamos con los que necesitamos, pero tenemos que hacer esa evaluación. La tenemos que hacer y hace ya más de un mes que el compañero Tonito Abreu me viene hablando de la necesidad de hacer una evaluación.
Un Comité Municipal debe tener el número de miembros que requiera para llenar sus necesidades. No tiene que ser un número fijo. ¿Por qué va a ser un número fijo? ¿O es que acaso el comité de Cívicos tiene que ser igual al comité de San Pedro de Macorís o de San Juan de la Maguana? ¿Por qué razón? Nosotros tenemos ideas absurdas de ciertas cosas porque no pensamos en términos relativos; por ejemplo, nosotros les llamamos habitantes urbanos a los habitantes de Cívicos, y Cívicos es más pequeño que muchísimas secciones rurales. En este país hay muchísimas secciones rurales que tienen dos veces los habitantes que tiene Cívicos y el número de casas que tiene Cívicos. Pero consideramos a Cívicos como un municipio y le aplicamos la regla, la regla fija de que un Comité Municipal debe tener 17 miembros.  Si nosotros pudiéramos encontrar en un pueblo como Cívicos 17 peledeístas capaces de trabajar como tienen que trabajar los miembros de un Comité Municipal, entonces el PLD sería un monstruo. Es probable que en Cívicos encontremos un compañero, y si acaso dos compañeros; entonces el Comité Municipal o el organismo que lo sustituya en Cívicos, debe tener un compañero o dos compañeros. ¿No hay para más? Pues no hay para más, pero allí no debe faltar el PLD. El PLD debe estar presente allí, en alguna forma. No debemos establecer reglas fijas para eso. ¿Para cubrir ésta y ésta y ésta tarea hacen falta tres compañeros? Buscaremos la manera de que aparezcan tres compañeros en Cívicos, si no uno solo tendrá que hacer los trabajos en Cívicos.
Explicó que para llegar a nuestra finalidad hay un solo camino, que es la unidad del Pueblo, y a eso se llega mediante la comunicación y el trabajo del Partido en el seno del Pueblo, lo que a su vez se logra con tareas cortas, una tras otra. Propuso crear una estructura orgánica que esté siempre comunicada y dio el ejemplo de la mano que se mueve en varias direcciones pero siempre está comunicada con el brazo, y dijo con muy buen criterio que la estructura orgánica depende de las actividades que realice el Partido. Entonces debe establecerse cuáles son o deben ser nuestras actividades. El trabajo nos une dentro del Partido; cuando no hay trabajo nos separamos. Y efectivamente, así es. Son nuestras actividades, es lo que vamos a hacer lo que determina lo que debemos ser como organización. Ya recordarán ustedes que estuve hablando hace un rato de que debemos ver lo qué vamos a hacer en etapas; la primera etapa que tenemos por delante es desarrollar el Partido. Entonces, toda nuestra fuerza, toda nuestra capacidad deben estar dirigidas al desarrollo del Partido. Mientras no desarrollemos el Partido no podemos pensar en que vamos a hacer algo útil para el país. No vamos a poder hacer la revolución si no hay partido que haga la revolución.
Cuando a nosotros nos toque la hora de afiliar gente en el Partido, tenemos que tomar en cuenta esa enseñanza del PRD. ¿Cuántos miembros de comités del PRD no trabajaban? Eran siempre la mayoría; la mayoría no trabajaba. Por eso nosotros, que no podíamos echar abajo totalmente los estatutos del PRD, inventamos la Comisión Ejecutiva, para meter en la Comisión Ejecutiva al grupo que trabajaba. Ese era para nosotros realmente el Comité Municipal o el Comité del Distrito. Cuando llegue la hora de afiliar miembros, nosotros no podemos aceptar en el Partido a los que no sean militantes (cuando digo que no sean militantes no me refiero a que no sean militantes desde el punto de vista de los requerimientos del Partido, debe establecerse cuáles son o deben ser nuestras actividades. El trabajo nos une dentro del Partido; cuando no hay trabajo nos separamos. Y efectivamente, así es. Son nuestras actividades, es lo que vamos a hacer lo que determina lo que debemos ser como organización. Ya recordarán ustedes que estuve hablando hace un rato de que debemos ver lo qué vamos a hacer en etapas; la primera etapa que tenemos por delante es desarrollar el Partido. Entonces, toda nuestra fuerza, toda nuestra capacidad deben estar dirigidas al desarrollo del Partido. Mientras no desarrollemos el Partido no podemos pensar en que vamos a hacer algo útil para el país. No vamos a poder hacer la revolución si no hay partido que haga la revolución
Como ustedes acaban de oír, yo propongo que esa convivencia pase del terreno político y entre en el terreno amistoso, que nos acostumbremos a reunirnos cada vez que tengamos un tiempo libre y especialmente los días de fiesta y los domingos, y que nos reunamos familiarmente.
Dentro de su organismo un miembro del Partido representa lo particular porque él es parte o partícula de ese organismo, y explicamos que el organismo es la unidad básica del Partido porque el PLD es un partido de organismos, no de personas. Pues bien, un plan de trabajo se forma como una idea en la cabeza de un miembro del Partido, que es lo particular, y pasa a lo general cuando el organismo lo hace suyo aunque antes de hacerlo suyo lo haya modificado; y ahí tenemos que en su primera etapa ese plan pasó de lo particular a lo general, pero debemos aclarar que pasó a lo general dentro de un nivel determinado, lo que llamaremos el primer nivel de las estructuras del Partido; porque si es verdad que un organismo, digamos, un Comité de Base, es lo general para los individuos que lo forman, al mismo tiempo es lo particular para su organismo superior si en un partido como el PLD se les consintiera a los compañeros hacer las cosas como le diera la gana a cada uno; o digamos mejor, si se le permitiera a cada quien inventar un método de trabajo personal para cada tarea del Partido, se pondrían en peligro de muerte la disciplina y la mística del peledeísmo, porque cuando se trata de un partido de organismos, y no de individuos, como es el nuestro, hay entre las dos una relación tan estrecha que no podría haber disciplina donde faltara la mística, pero tampoco podría haber mística donde faltara la disciplina, y nadie puede imponer la disciplina allí donde trabajando en una misma tarea cada quien la lleva a cabo como le parece, no como debe hacerse.
 El método de trabajo es el alma misma de la disciplina, y la disciplina genera la unidad, pero para mantener la unidad viva no podemos confiar únicamente en la ejecución de los métodos de trabajo; hay que alimentar sin tregua la mística de la organización. Esa es una enseñanza que hallamos en la historia de dos actividades muy viejas: la militar y la religiosa.
Los ejércitos y las organizaciones religiosas se mantienen unidos gracias a su disciplina y a su mística; y en los unos y en las otras se han aplicado tradicionalmente métodos iguales para los soldados de todos los países y métodos iguales o muy parecidos para los sacerdotes y los fieles de todas las religiones.
Cuando a un soldado romano se le daba una orden similar a la que se le da a un soldado francés (por ejemplo, la de comenzar la marcha), aquél la cumplía hace dos mil años con tanta precisión como la cumple éste hoy: y cuando un sacerdote del culto griego celebraba un rito ante uno de sus dioses lo hacía con el mismo ritmo y el mismo aparato con que un sacerdote de la India celebra el suyo ante Visnú. Hay, pues, un lazo de unión entre la disciplina y la mística, y ese lazo es el método de trabajo; y como del papel que juegan la disciplina y la mística depende la unidad, nos vemos forzados a admitir que para mantener la unidad del Partido, lo que equivale a decir su vida, tenemos que dedicarles mucha atención y mucha energía a los métodos de trabajo.
 Los miembros del Partido serán los que habiendo pasado por un período de práctica y formación política aprueben los propósitos programáticos del Partido y sus estatutos, militen en un organismo y cumplan con los requisitos personales y morales que exige la condición revolucionaria.
  “(…) muy bien podría suceder que algunos por ahí crea que la conciencia política se desarrolla leyendo libros y aprendiéndose de memoria todo lo que dicen esos libros o repitiendo como cotorros lo que dijeron sus autores, digamos, por ejemplo, hombres como Marx  y como Engels. Sí, hay que leer esos libros, pero hay que leerlos e incorporar las ideas que se exponen en ellos a nuestro mundo interior, es decir, a nuestra manera de pensar, sentir y actuar. Hay que leerlos de tal manera que sustituyamos con lo que ellos nos enseñan lo que no puede enseñarnos nuestra sociedad, que precisamente por ser poco desarrollada en el orden clasista no puede proporcionarnos muchísimas enseñanzas que otras sociedades más desarrolladas les dan a sus pueblos mediante la práctica diaria de la vida.”   Juan Bosch.  

EL MATERIALISMO HISTÓRICO Y LA CIENCIA MODERNA.

Domingo Nuñez Polanco



Antes de entrar en materia y deslizarnos por las profundas lecturas que impregnan estos temas de filosofía, dialéctica y materialismo es preciso que a modo de preámbulo  digamos algo en relación a los trabajos de los padres  del materialismo científico.
La obra teórica de Marx y Engels es extensa y, como ocurre con casi todos los grandes pensadores, no está exenta de una evolución.  Queriendo decir con esto que Marx a lo largo de su vida, en general, mantuvo una línea de pensamiento coherente consigo misma, pero que con los años fue enriqueciéndola.
A lo largo de más de 150 años, han sido muchos los intelectuales, defensores del gran capital, que han intentado demostrar, sin éxito, que Marx se equivocó en sus planteamientos.  Nosotros estamos entre los que tienen  seguro que  el conjunto de la obra legada por Marx se encuentra en plena vigencia, y pensamos que así lo han  ratificado en no pocos documentos, los estudiosos de el materialismo histórico. Entre otras razones, porque Marx no sólo se dedicó al estudio de la sociedad de su tiempo, sino al descubrimiento de las leyes mismas que presiden la sociedad capitalista, cualquiera sea su etapa de desarrollo. Sus análisis y conclusiones son tan actuales o vigentes tanto en la etapa de los albores del capitalismo.
<<Lo que de por sí nos interesa, aquí, no es precisamente el grado más o menos alto del desarrollo de las contradicciones sociales que brotan de las leyes naturales de la producción capitalista. Nos interesan más bien estas leyes de por sí, estas tendencias que actúan y se imponen con férrea necesidad. Los países industrialmente más desarrollados no hacen más que poner delante de los países menos desarrollados el espejo de su propio porvenir>> (K. Marx. Prólogo a la primera edición de “El Capital”).
Tanta es la vigencia de lo explicado por Marx, Engels y Lenin, que  los escritos, con rigor científico, sobre la realidad actual están plagados de citas de sus textos.
Los pensadores e intelectuales que han estudiado seria y responsablemente  el tema del materialismo histórico   sólo han pretendido  servir de muletas a aquellos que buscan  la verdad científica a través del Materialismo dialectico. Un análisis desprejuiciado  de los fenómenos del capitalismo obliga a pasar necesariamente por el Materialismo Histórico. 
 De ahí la necesidad de comprender los textos de Marx y demás clásicos del materialismo histórico, como condición de su aplicación correcta a la realidad a transformar, y de una práctica política efectivamente conducente a esa transformación. Es imprescindible familiarizarse con la terminología y sus correspondiente conceptos utilizados tanto en filosofía, como en política, historia y economía política; más aún, es necesario abordar el estudio de las obras cumbres del pensamiento marxista, como es el caso de “El Capital”
Nuestro gran maestro, el Profesor  Juan Bosch, sobre  el materialismo dialectico ha expresado lo siguiente: “(…) una cosa es la Dialéctica como ciencia, tal como la describió Engels, y otra cosa es la Dialéctica como método para investigar lo mismo los fenómenos naturales que la sociedad humana que el  pensamiento del hombre. Como método  de investigación la Dialéctica  es lo que nos permite identificar  o descubrir  a los contrarios que luchan en cada proceso, o mejor dicho, en el caso concreto de cada proceso. La Dialéctica como método de investigación es lo que nos permite saber cómo llevan los contrarios su lucha hacia adelante, o como la llevaron en un pasado histórico determinado. En pocas palabras, el método Dialectico  si se usa correctamente, nos permite comprender los acontecimientos histórico en toda su riquísima complejidad(…)  nos permite, en fin, ver lo que se ve y ver lo que no se ve, el método dialectico de investigación nos orienta con precisión hacia la verdad”
RAZÓN Y SINRAZÓN
Por  Alan Woods y Ted Grant
(Este trabajo fue escrito por los autores antes de finalizar el siglo pasado y fíjense ustedes parece escrito ayer)
Vivimos en un período de profundo cambio histórico. Después de cuatro décadas  de crecimiento económico sin precedentes, la economía de mercado está alcanzando sus límites. En sus inicios, el capitalismo, a pesar de sus crímenes bárbaros,  revolucionó las fuerzas productivas, sentando así las bases para un nuevo sistema de sociedad. La Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa marcaron un cambio decisivo en el papel histórico del capitalismo. Pasó de hacer avanzar las fuerzas productivas a ser un freno gigantesco al desarrollo económico y social. El período de auge en Occidente entre 1948 y 1973 pareció anunciar un nuevo amanecer. Incluso así, sólo se beneficiaron un puñado de países capitalistas desarrollados; para el Tercer Mundo, dos tercios de la humanidad, el panorama fue un cuadro de desempleo masivo, pobreza, guerras y explotación a una escala sin precedentes. Este período del capitalismo finalizó con la llamada “crisis del petróleo”  de 1973-74. Desde entonces no han conseguido volver al nivel de crecimiento y empleo logrado en la posguerra.
Un sistema social en declive irreversible se expresa en decadencia cultural.
Esto se refleja de diversas formas. Se está extendiendo un ambiente general de ansiedad y pesimismo ante el futuro, especialmente entre la intelectualidad. Aquellos que ayer rebosaban confianza sobre la inevitabilidad del progreso humano, ahora sólo ven oscuridad e incertidumbre. El siglo XX se acerca a su fin habiendo sido testigo de dos guerras mundiales terribles, del colapso económico en el período de entreguerras y de la pesadilla del fascismo. Esto ya supuso una seria  advertencia de que la fase progresista del capitalismo había terminado.
La crisis del capitalismo no es simplemente un fenómeno económico, impregna todos los niveles de la vida. Se refleja en la especulación y la corrupción, la  drogadicción, la violencia, el egoísmo generalizado, la indiferencia ante el sufrimiento de los demás, la desintegración de la familia burguesa, la crisis de la moral, la cultura y la filosofía burguesas. ¿Cómo podría ser de otra manera? Uno de los síntomas de un sistema social en crisis es que la clase dominante siente cada  vez más que es un freno al desarrollo de la sociedad. Marx señaló que las ideas dominantes en una sociedad son las ideas de la clase dominante. En su época de esplendor, la burguesía no sólo jugó un papel progresista al hacer avanzar las fronteras de la civilización, sino que era plenamente consciente de ello. Ahora los estrategas del capital están saturados de pesimismo.  Son los representantes de un sistema históricamente condenado, pero no pueden reconciliarse con esa situación. Esta contradicción central es el factor decisivo que  pone su impronta sobre la actual forma de pensar de la burguesía. Lenin dijo en una ocasión que un hombre al borde de un precipicio no razona.
Contrariamente a los prejuicios del idealismo filosófico, la conciencia humana es en general extraordinariamente conservadora y tiende siempre a ir por detrás del desarrollo de la sociedad, la tecnología y las fuerzas productivas. Como decía  Marx, el hábito, la rutina y la tradición pesan como una losa sobre las mentes de hombres y mujeres, quienes, en períodos históricos “normales” y por instinto de conservación, se agarran con obstinación a los senderos bien conocidos, cuyas raíces se hallan en un pasado remoto de la especie humana. Sólo en períodos excepcionales de la historia, cuando el orden social y moral empieza a resquebrajarse bajo el impacto de presiones insoportables, la mayoría de la gente comienza a cuestionar el mundo en que nació y a dudar de las creencias y los prejuicios de toda la vida.
Así fue la época del nacimiento del capitalismo, anunciado en Europa por un gran despertar cultural y una regeneración espiritual tras la larga hibernación feudal. En el período histórico de su ascenso, la burguesía desempeñó un papel progresista no sólo por desarrollar las fuerzas productivas, que aumentaron enormemente el control del hombre sobre la naturaleza, sino también por potenciar la ciencia, la cultura y el conocimiento humano. Lutero, Miguel Ángel, Leonardo, Durero, Bacon, Kepler, Galileo y un sinfín de pioneros de la civilización  brillan como una galaxia que ilumina el avance de la cultura humana y la ciencia, fruto de la Reforma y el Renacimiento. Sin embargo, períodos revolucionarios como ése no nacen sin traumas —la lucha de lo nuevo contra lo viejo, de lo vivo contra lo muerto, del futuro contra el pasado—.
El ascenso de la burguesía en Italia, Holanda y más tarde en Francia fue acompañado por un florecimiento extraordinario de la cultura, el arte y la ciencia.
Habría que volver la mirada hacia la Atenas clásica para encontrar un precedente.
Sobre todo en aquellas tierras donde la revolución burguesa triunfó en los siglos XVII y XVIII, el desarrollo de las fuerzas productivas y la tecnología se vio acompañado por un desarrollo paralelo de la ciencia y el pensamiento, que minó de forma decisiva el dominio ideológico de la Iglesia.
En Francia, el país clásico de la revolución burguesa en su expresión política, la burguesía llevó a cabo su revolución, en 1789-93, bajo la bandera de la Razón.
Mucho antes de derribar las formidables murallas de la Bastilla era menester destruir en la mente de hombres y mujeres las murallas invisibles pero no menos formidables de la superstición religiosa. En su juventud revolucionaria, la burguesía francesa era racionalista y atea. Pero una vez instalada en el poder se apresuró a tirar por la borda el bagaje ideológico de su juventud, al verse enfrentada con una nueva clase revolucionaria.
No hace mucho, Francia celebró el bicentenario de su gran revolución.
Resultó curioso ver cómo incluso la memoria de una revolución que tuvo lugar hace dos siglos provoca un hondo malestar en las filas del establishment. La actitud de la clase dominante gala hacia su propia revolución se parece a la de un viejo libertino que pretende ganar un pase a la respetabilidad, y quizá la entrada en el reino de los cielos, arrepintiéndose de los pecados de juventud que ya no está en condiciones de repetir. Al igual que toda clase privilegiada establecida, la burguesía intenta justificar su existencia no sólo ante la sociedad, sino también ante sí misma. La búsqueda de puntos de apoyo ideológicos que le sirvieran para justificar el statu quo y santificar las relaciones sociales existentes le llevó rápidamente a volver a descubrir los encantos de la Santa Madre Iglesia, particularmente después del terror mortal que experimentó en tiempos de la Comuna de París.
La iglesia del Sacré Coeur, en París, es una expresión concreta del miedo de la burguesía a la revolución, traducido al lenguaje del filisteísmo arquitectónico.
Marx (1818-83) y Engels (1820-95) explicaron que la fuerza motriz fundamental de todo progreso humano reside en el desarrollo de las fuerzas productivas: la industria, la agricultura, la ciencia y la tecnología. Esta es una generalización teórica verdaderamente profunda, sin la cual la comprensión de la historia de la humanidad resulta imposible. No obstante, esto no significa, como han intentado demostrar los detractores deshonestos o ignorantes del marxismo, que Marx “reduce todo a lo económico”. El materialismo dialéctico y el materialismo histórico tienen plenamente en cuenta fenómenos como la religión, el arte, la ciencia, la moral, las leyes, la política, la tradición, las características nacionales y todas las múltiples manifestaciones de la conciencia humana. Pero no sólo eso. También demuestran el contenido real de estos fenómenos y cómo se relacionan con el auténtico desarrollo social, que en última instancia depende claramente de su capacidad para reproducir y mejorar las condiciones materiales para su existencia.
Sobre este tema, Engels escribe lo siguiente:
“Según la concepción materialista de la historia, el elemento determinante de la historia es en última instancia la producción y la reproducción en la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto; por consiguiente, si alguien lo tergiversa transformándolo en la afirmación de que el elemento económico es el único determinante, lo transforma en una frase sin sentido, abstracta y absurda.
La situación económica es la base, pero las diversas partes de la superestructura —las formas políticas de la lucha de clases y sus consecuencias, las constituciones establecidas por la clase victoriosa después de ganar la batalla, etc.—, las formas jurídicas —y, en consecuencia, inclusive los reflejos de todas esas luchas reales en los cerebros de los combatientes: teorías políticas, jurídicas, ideas religiosas y su desarrollo ulterior hasta convertirse en sistemas de dogmas— también ejercen su influencia sobre el curso de las luchas históricas y en muchos casos preponderan en la determinación de su forma”.
A algunos les parecerá una paradoja la afirmación del materialismo histórico de que en general la conciencia humana tiende a ir por detrás del desarrollo de las fuerzas productivas. Sin embargo encuentra una expresión gráfica en Estados Unidos, el país donde los avances científicos han alcanzado su más alto grado. El avance continuo de la tecnología es una condición previa para el establecimiento de la verdadera emancipación de los seres humanos, mediante la implantación de un sistema socioeconómico racional en el que ejerzan el control consciente sobre sus vidas y su entorno. Aquí, el contraste entre el desarrollo vertiginoso de la ciencia y la tecnología y el extraordinario atraso del pensamiento humano se manifiesta de la manera más llamativa.
En EEUU, nueve de cada diez personas creen en la existencia de un ser supremo, y siete de cada diez en la vida después de la muerte. Cuando al primer astronauta norteamericano que logró circunnavegar la Tierra en una nave espacial se le invitó a dar un mensaje a los habitantes del planeta, hizo una elección significativa. De toda la literatura mundial eligió la primera frase del libro del Génesis: “En el principio creó Dios los cielos y la Tierra”. Este hombre, sentado en una  nave espacial producto de la tecnología más avanzada de toda la historia, tenía la mente repleta de las supersticiones y los fantasmas heredados, con pocos cambios, desde los tiempos prehistóricos.
Hace 70 años, en el notorio “juicio del mono”, un maestro llamado John T.
Scopes fue declarado culpable de violar las leyes de Tennessee por haber enseñado la teoría de la evolución. De hecho, el tribunal confirmó las leyes antievolucionistas de dicho Estado, que no se abolieron hasta 1968, cuando el Tribunal Supremo de EEUU dictaminó que la enseñanza de la Creación violaba la prohibición constitucional de la enseñanza de la religión en la escuela pública. Desde entonces, los creacionistas han cambiado su táctica e intentan convertir el creacionismo en una “ciencia”. En este empeño gozan del apoyo no sólo de un amplio sector de la opinión pública, sino también de bastantes científicos dispuestos a ponerse al servicio de la religión en su forma más cruda y oscurantista.
En 1981, los científicos estadounidenses hicieron uso de las leyes del movimiento planetario de Kepler para lanzar una nave espacial al encuentro con Saturno. El mismo año, un juez norteamericano tuvo que declarar anticonstitucional una ley aprobada en Arkansas que obligaba a las escuelas a tratar en pie de igualdad la mal llamada “ciencia de la Creación” y la teoría de la evolución. Entre otras.  Por razones de conveniencia, donde se cita la misma obra varias veces seguidas hemos puesto el número de referencia al final de la última cita.  (1. Carta de Engels a J. Bloch (21/9/1890), en Marx y Engels, Correspondencia, pp. 394-95.cosas, los creacionistas exigieron el reconocimiento del diluvio universal como un agente geológico primigenio. En el transcurso del juicio, los testigos de la defensa expresaron una creencia ferviente en la existencia de Satanás y en la posibilidad de que la vida hubiese sido traída a la Tierra a bordo de meteoritos, explicándose la diversidad de especies por un tipo de servicio a domicilio cósmico. Al final del juicio, N. K. Wickremasinge, de la Universidad de Gales, afirmó que los insectos podrían ser más inteligentes que los humanos, aunque “no sueltan prenda (...) porque les va estupendamente”
.El grupo de presión fundamentalista religioso en EEUU tiene un apoyo masivo, senadores incluidos, y acceso a fondos ilimitados. Embusteros evangelistas se hacen ricos desde emisoras de radio con una audiencia de millones de personas.
Que en la última década del siglo XX y en el país tecnológicamente más avanzado de toda la historia haya un gran número de hombres y mujeres con educación, incluidos científicos, dispuestos a luchar por la idea de que el libro del Génesis es cierto palabra por palabra —que el universo fue creado en seis  días hace aproximadamente 6.000 años— es de por sí un ejemplo impresionante del funcionamiento de la dialéctica.

EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

DANIEL BALCÁCER: EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

De  Juan Pablo Duarte  solo se conoce una fotografía hecha en  Caracas  en 1873 cuando el patricio contaba con 60 años de edad.  A...