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miércoles, 8 de abril de 2020

Merengue la Protesta - La invasión del 16 -

Repercuciones de la ocupación USA de 1916 a República Dominicana



Repercuciones de la ocupación USA de 1916 a República Dominicana
Invasión USA a República Dominicana 1916
Por José Vásquez Romero
Al conmemorarse un siglo de la ocupación USA de 1916 en la República Dominicana, es oportuno reflexionar acerca de las repercusiones que tuvo aquél acontecimiento en la vida de la ciudadanía en los planos económico, político, social y cultural.
Es inocultable que, en el contexto de aquella prolongada presencia directa, durante ocho años de las fuerzas militares del poderoso país del Norte, se introdujeron medidas en el tren gubernamental, como en el seno de la sociedad que provocaron cambios a corto, mediano y largo plazo en el modo de ser, pensar y actuar de la población. Dicha modificación en la mentalidad del país no fue casual, dado que el propósito fundamental de aquella cruzada imperialista, tenía como misión principal, propiciar justamente el desarrollo de un proceso de cambios sociales y culturales, dirigidos o planificados, orientados a superar las condiciones de atraso secular, que garantizaran un ambiente de gobernabilidad a corto, mediano y largo plazo, en consonancia con sus intereses estratégicos en la República Dominicana.
Por eso desarticularon las principales instituciones del país, como los cuerpos castrenses, la educación la salud, la judicatura y todo el ordenamiento jurídico-legal, en términos del cual se sustentaba por ejemplo, la propiedad de la tierra, uno de los principales ejes representativos de sus intereses. Además sus reformas contribuyeron a reducir el poder absoluto de la Iglesia Católica sobre la sociedad, al introducir el matrimonio civil como una modalidad legalmente válida, al igual que el matrimonio canónico.
José Vásquez
José Vásquez
Sobre todo, con su retirada a partir del mes de julio del año 1924, quedó desarticulado para siempre, el sistema de caudillos regionales dispersos, que imposibilitaba la gobernabilidad del país, y que ya había sufrido fuertes reveces en el contexto de la política de exterminio desarrollada por el presidente Ramón Cáceres, hasta el año 1911 en que fue decapitado. Y que con ponderado realismo y pragmatismo, mantuvo una actitud obediente frente a los requerimientos financieros de los acreedores de USA.
Es preciso destacar que, los norteamericanos no tuvieron en sus perspectivas mantener ocupado el territorio dominicano indefinidamente o más allá de lo conveniente. Si esa hubiese sido su intensión, no se lo hubiese impedido ninguna fuerza nacionalista por poderosa que ésta fuese; el ejemplo de puerto Rico ilustra adecuadamente nuestra afirmación, donde intervinieron en el año1898 en el contexto de la Guerra Hispanoamericana con el deliberado propósito de permanecer indefinidamente. Es decir lo más importante para los Estados Unidos, luego de abolir el sistema de caudillos, era propiciar las condiciones para instaurar un régimen sumiso a sus dictámenes.
Su primer intento en tal sentido lo ejecutaron frente al gobierno provisional de francisco Henríquez y Carvajal, sin obtener los resultados esperados. Dado que éste gobernante que asume la presidencia transitoria, ante el vacío institucional dejado por Jimenes se resistió a ser una marioneta de USA. Por lo que fue forzado a dimitir del cargo, ante la asfixia económica que representó la retención de los fondos por parte del Receptor de Aduanas, como táctica orientada a someterlo a la obediencia u obligarlo a renunciar, como al efecto ocurrió.
Entonces la ocupación de la República Dominicana respondió a una maniobra geoestratégica de carácter político y económico, que incluyó la totalidad del territorio insular. Por eso ocuparon Haití Diez (10) meses antes, específicamente en el mes de julio de 1915.
LAS RIVALIDADES INTERNAS, Y EL CLIMA DE VULNERABILIDAD DEL PAÍS.
En el mes de mayo del año 1916, la sociedad dominicana soportaba un estado de anarquía generalizada, que imposibilitaba la aplicación efectiva de ningún plan o programa de desarrollo, concebido desde la cúpula del Estado, dirigido por el presidente Juan Isidro Jimenes Pereyra, otrora caudillo del partido bolo o jimenista.
Aquél estado de inestabilidad e ingobernabilidad, era la herencia de la lucha fratricida y fanática, protagonizada por los dos principales grupos políticos que se disputaron el electorado, desde la ejecución del primer golpe de Estado de un vicepresidente contra un primer mandatario, como el perpetrado por Horacio Vásquez frente a Jimenes durante su primer mandato, en el año 1902, luego de la decapitación de Lilís.
Peor aún fue la posterior división del partido jimenista, acaudillado por el general Desiderio Arias, quien creó el bando político denominado, “bolos patas prietas”, para resistir contra el gobierno del presidente Jimenes, por puras rivalidades caudillistas tras las cuales se ocultaba la ambición de poder, en una sociedad cuyo único mecanismo de movilidad social y progreso personal, era la actividad política.
Dado que Desiderio, además de jefe político de la citada facción del partido jimenista, ostentaba la condición de Ministro de Guerra, lo cual le daba poderes extraordinarios para maniobrar a su antojo, el presidente Jimenes, ya viejo y enfermo se vio inhabilitado para restaurar el clima de paz y sosiego requerido, tanto por los dominicanos, como por los EE. UU.
En medio de ésta vorágine, el país se hizo más vulnerable que en cualquier otra coyuntura, a la amenaza de intervención militar por parte de Los Estados Unidos de Norteamérica. De forma que, luego de la proclamación de un ultimátum enviado por el presidente Woodrow Wilson a los bandos en pugna en la República Dominicana, para que depusieran las armas a fin restaurar el orden, se produjo el primer desembarco de tropas en territorio dominicano.
LOS INTERESES ESTADOUNIDENSES.
La imperiosa necesidad mostrada por USA para que en el país se restaurara el orden institucional, no guardaba ninguna relación con sentimientos de amistad o preocupación por el bienestar de los dominicanos. No, a los norteamericanos les preocupaban las amenazas a que se exponían sus inversiones financieras e industriales en un país acosado por la guerra, como un mal endémico del periodo decimonónico, recrudecido tras el asesinato del presidente Ramón Cáceres.
Es decir, los Norteamericanos estaban interesados en que, el gobierno dominicano aplicara la célebre “Nota 14”, contenida en la Convención Domínico-Americana aprobada en el año 1907, durante el mandato de Cáceres, el cual fue garante leal de que el Estado dominicano cumpliera con las acreencias pendientes con la banca anglosajona. La referida nota, contenía el compromiso establecido en la convención del citado año, consistente en dar potestad al gobierno de Woodrow Wilson, para nombrar tanto al Receptor de Aduanas, y toda su empleomanía, como al comandante de la Guardia Nacional.
En razón de que el gobierno jimenista no pudo complacer los deseos de Wilson, debido a la presión interna de los nacionalistas, así como por ciertos escrúpulos y convicciones patrióticas, se vio precisado a renunciar, ante la presencia inminente e imponente de las fuerzas de infantería de la marina de guerra del que ya se perfilaba como el país más poderoso de la tierra; reemplazando a Inglaterra y Alemania, que antes de la Primera Guerra Mundial ostentaban la supremacía del control colonial del ultra-continental.
EL CONTEXTO INTERNACIONAL DE LA COYUNTURA
Dos preocupaciones primordiales empujaron a USA a decidir la ocupación del país: primera, el avance de los alemanes, quienes emplearon el recurso militar de los submarinos, como última alternativa ante la derrota sufrida por su infantería frente a la ofensiva militar avasallante de la Triple Alianza”, y por lo cual, para 1917 declararon una envestida generalizada mediante estos recursos bélicos;  segundo, la inocultable inclinación de Jimenes hacia Alemania, que a lo largo del siglo XIX, había sido el primer socio comercial del país, y el principal destino de los bienes y servicios producidos en la República Dominicana. Además la condición del dominicano más rico durante el siglo antepasado, ostentada por Jimenes, siendo por tanto el mayor exportador, de productos agroindustriales a la patria de Otto Von Bismark, lo hacía más próximo al poderoso país europeo y lo situaba, por ende, a mayor distancia de Washington. De manera que, la decisión de ocupar el país en medio de la Primera Guerra Mundial, implicó una estrategia de doble perspectiva; es decir, había en ella una mirada geopolítica y geoeconómica.
LAS PRINCIPALES MEDIDAS DEL GOBIERNO DE OCUPACIÓN
Entre las ejecutorias de éste régimen de fuerza se destacó una vasta serie de medidas, al amparo de un conjunto de órdenes Ejecutivas, que les sirvieron de sustento jurídico-legal. En tal sentido, la Orden Ejecutiva núm. 47, dio lugar a la creación del cuerpo militar sustituto de las antiguas instituciones castrenses dominicanas, y que el gobierno militar anglosajón denominó: Guardia Nacional Dominicana.
Este nuevo cuerpo armado surge como una fuerza policial-militar destinada a reprimir y a pacificar el país mediante la coerción. Constituyó el reemplazo de instancias armadas como: la Guardia Republicana, que sirvió como punta de lanza al gobierno cacerista durante el periodo, 1906-1911; b) el ejército; c) la Marina y d) la guardia fronteriza.
El carácter dictatorial del régimen norteamericano en el país se sustentó en aparatos jurídicos seudo-legales, encabezados por un juez militar denominado “preboste”, quien ejecutaba la tristemente célebre “ley prebostal” de manera arbitraria. Esto implicó, por supuesto, la supresión del maltrecho sistema judicial dominicano, y todas las garantías constitucionales previstas en el mismo.
Ahora bien, era indispensable, a los fines de los intereses de los invasores, la reestructuración o desarticulación de los viejos cuerpos armados dominicanos, todos, herencias de las guerras patria de 1844 y 1863, respectivamente. Pues a partir de la Guerra de la Restauración, cuyo inicio está marcado con esta última fecha, surgió el sistema de caudillos que durante todo el siglo antepasado representó uno de los mayores rompe-cabeza de los norteamericanos, para preservar sus inversiones, en un ambiente de gobernabilidad y estabilidad políticas adecuadas.
La educación.
Otras medidas del gobierno dictatorial de ocupación fueron, las reformas al sistema educativo, en el que se destaca la creación del Concejo Nacional de Educación, además de otras mejoras que produjeron un incremento sin precedentes en la matrícula estudiantil de todos los niveles educativos.
Un claro indicador de los niveles de atraso vigentes en el país a la llegada de las tropas estadounidenses, se revela en la proporción de analfabetas absolutos, la cual ascendía a un 90 por ciento de la población en edad escolar, que era de 200,000 personas. De este universo, solo unos 14,000 estaban matriculados en distintos grados escolares.

Para revertir esta realidad, la primera medida tomada por el Contralmirante Henry Knapp, fue dictar la Orden Ejecutiva Num. 25, del 19 de enero de 1917, procediendo a nombrar una comisión conformada por Monseñor Nouel como presidente, Pelegrín Castillo, Jacinto de Castro Manuel Ubaldo Gómez, Mauel de Js. Troncoso de la Concha, Federico Velázquez y Julio Ortega Frier, como miembros. Dicha comisión concluyó elaborando un Código educativo antes de concluir el año. Este Código estaba compuesto por seis leyes, entre las cuales se estipulaba la gratuidad y la obligatoriedad de la educación, para las edades oscilantes entre los 7-14 años de edad.
Un factor favorable al desarrollo cuantitativo del sistema educativo en este periodo consistió en la integración de la comunidad en forma gratuita al proceso de construcción de escuelas; las cuales resultaban más baratas porque además eran construidas con materiales de la flora nativa, por lo que no había que pagar costo alguno. De modo que, al finalizar el año 1920, se había erigido un total de 150 planteles escolares en todo el territorio nacional.
Para 1920, el 50 por ciento de la población en edad escolar, que como se vio era de 200,000 personas, estaban matriculados en diferentes escuelas. Este hecho se vio favorecido además por el incremento sin precedentes de los sueldos a los educadores, a un monto por más del cien por ciento; es decir los maestros rurales, que antes de la ocupación ganaban U$ 8 .00, ahora ganaban U$ 15.00; y los maestro urbanos que antes ganaban solo U$60.00, ahora ganaban U$ 150.00.
Una herencia positiva de poderosa incidencia en la sociedad dominicana, fue la institucionalización de las sociedades de padres y amigos de la escuela. Estas organizaciones comunitarias se crearon al fragor de los esfuerzos por mejorar las condiciones infraestructurales del sistema, en un proceso en el que, como se dijo, se multiplicaron exponencialmente las edificaciones escolares a escala nacional. Estas medidas se tradujeron también en mecanismos de contrainsurgencia, mediante las cuales los caudillos aventureros perdían prestigio.
INDICADORE DE PROGRESO EN EL AREA DE LA SALUD
También se estructuró un nuevo sistema de salud, basado en la creación del Ministerio de Salud y Sanidad. Esto fue posible mediante la centralización de las actividades de salud, antes dispersas en los municipios, a cargo de los ayuntamientos; permitiendo organizar un nuevo sistema de cuarentena, así como la creación de instituciones hospitalarias en las cabeceras de las principales provincias: San pedro de Macorís, Santo Domingo y Santiago.
Mediante la Orden Ejecutiva Num. 196, Henry Knapp decretó la estructuración del Ministerio de sanidad y Beneficencia, que para el año 1919 operaba bajo una legislación que unificó el sistema de salud a escala nacional. Un claro indicador de los niveles de atraso en materia de salud lo revela el hecho de que en el país solo había 95 profesionales de la medicina entre doctores y licenciados. Lo que promediaba un médico por cada 8,500 pacientes potenciales. Esta relación podía variar de, 2,500 pacientes por médico en algunas provincias, a la suma exorbitante de 30,000 pacientes por médico en el peor de los casos.

También se estableció un sistema de cuarentena más eficiente, se crearon zonas de tolerancia para el ejercicio del trabajo sexual, se definió un régimen de adecuado control de drogas narcóticas, se estableció entre un 10 y un 15 por ciento de los arbitrios municipales para la salud, y también se fundó una lotería, que en solo seis meses produjo ingresos por un monto de U$ 125,000.
LAS OBRAS PÚBLICAS
En este plano se desarrolló un vasto programa construcciones de carreteras, unas que habían sido planeadas e iniciadas por el presidente Ramón Cáceres y otras nuevas, como la Autopista Duarte Santo Domingo-Santiago, además de mejoras a las obras ferroviarias, ya existentes, así como puertos, edificaciones y una amplia  red de telecomunicaciones.
Otra acción de reformas operó sobre el viejo sistema legal de la propiedad territorial. La ley Torrens de origen inglés, rigió el nuevo proceso de partición de terrenos: latifundios y minifundios. Se impuso un alto tributo a la propiedad de la tierra, y a quien no lo pagaba se le expropiaba su parcela. Esta fue una de las causas principales de la resistencia de los gavilleros del Este del país, zona en la que los norteamericanos instauraron el mayor complejo de ingenios azucareros, para los cuales requerían inmensas extensiones de tierra.
RESISTENCIA A LOS OCUPANTES
El movimiento de resistencia contra la ocupación tuvo dos modalidades; una diplomática y otra guerrillera. La primera fue una expresión de la intelectualidad, la incipiente burguesía y la clase media urbana, que empleó la denuncia internacional y la prensa como su principal arma de combate. Los máximos representantes de esta lucha cívica fueron; Francisco y Federico Henríquez y Carvajal, pedro y Max Henríquez Ureña, Apolinar Henríquez, Américo Lugo y Fabio Fiallo, entre otros.
El programa de este movimiento se fundamentaba en: primero, desarrollar una campaña de denuncia en los EE.UU.,  América Latina y Europa;  segundo, luchar por la preservación de la unidad de los diferentes sectores opuestos a la ocupación  garantizando su negativa a firmar cualquier pacto o acuerdo que pudiese legitimar la presencia de las tropas estadounidenses en el país; tercero formación de una institución nacionalista que vino a ser luego la Unión Nacional Dominicana, la cual funcionó en el exterior mediante tres embajadas para la denuncia internacional: una en los Estados Unido, otra en Europa Latino América. También se organizaron Juntas Nacionalista que sirvieron como recaudadoras de finanzas para la causa. El clima dictatorial dominante en el país la dirección de los nacionalistas se instauró en Cuba, donde había residido Francisco Henríquez y Carvajal, quien la presidió.
La Unión Nacional Dominicana se fundó el 8 de febrero de 1920, momento a partir del cual dejó establecida su declaración de principios rectores, que se denominaron “Credo Nacional”.
Una de las figuras más señeras en la lucha por la restitución de la soberanía fue la maestra Ercilia Pepín, quien al momento de la ocupación tenía un Instituto de Señoritas, el cual clausuró para dedicarse a concientizar a la población, sobre todo a la juventud en torno a la necesidad de defender la soberanía. Instaba en sus conferencias patrióticas al canto y aprendizaje del himno nacional dominicano.
LA RESISTENCIA ARMADA
Esta estuvo representada en primera instancia, por los rebeldes de origen civil y militar atrincherados en el cerro de la Barranquita, situada en la provincia Valverde (Mao), y sobre todo por los campesinos del Este, denominados gavilleros, la mayoría de los cuales fueron víctimas de la expropiación de sus tierras, a raíz de la puesta en vigencia de la “Ley Torrens”, instrumento jurídico-legal mediante el cual los ocupantes despojaron de sus propiedades a los campesinos minifundistas y latifundistas) para convertirlas en haciendas azucareras.  Claro que entre los insurrectos del Este había caudillos regionales herederos de las luchas del siglo XIX, como Martín peguero, Salustiano (Chachá) Coicochea, Ramón Natera, Vicente evangelista, Ramón Batías, entre otros.
Un claro indicador del carácter cruento de aquella resistencia lo muestran, las estadísticas registradas al respecto: a lo largo del proceso se escenificaron más de 300 combates, los cuales estuvieron constituidos por columnas guerrilleras, que muchas veces ascendieron a 500 insurgentes simultáneamente. El saldo de muertos en combates frente a las fuerzas interventoras superó las 1,000 víctimas.
Los principales mecanismos de insurgencia fueron, los ataques violentos a los intereses estadounidenses, las confiscaciones de propiedades, bienes y servicios de uso doméstico, como alimentos vestimenta, animales, entre otros; así como secuestros de extranjeros directa o indirectamente vinculados a los ocupantes.
En el lado opuesto, funcionó un brutal sistema de torturas organizado por las fuerzas militares extranjeras, entre las que se cuentan, el suplicio del agua, el tortor de la soga, y otras crueldades similares, siempre con el propósito de obtener confesiones y de amedrentar a la población. Una de las figuras emblemáticas en tal sentido fue cayo Báez, a quien se le torturó en el año 1920, hasta la inconciencia para obtener confesiones que él se negó a ofrecer; pues éste dominicano de origen petromacorisano, puso en evidencia una reciedumbre moral con perfiles estoicos, que desconcertó a sus verdugos; Cayo Báez quedó estigmatizado físicamente por las torturas, pero su alma diáfana y transparente como un cristal lo inmortalizaron en la memoria popular dominicana.  La revista “Las Letras” donde se publicó la imagen de éste mártir torturado, fue clausurada y su director Blanco Fombona fue exiliado. Otras víctimas de torturas y asesinato fueron Gregorio Urbano Gilbert y Oliborio Mateo, respectivamente.
EL PLAN DE EVACUACIÓN DE LAS TROPAS.
Al plan mediante el cual se negoció la restauración de la soberanía formal del Estado dominicano, y la consiguiente retirada de las tropas militares se le denominó, “Plan Hughe-Peynado”. Dicho pacto consistió en un conjunto de aspectos, en los que el mayor beneficiado fue EE.UU.; es decir lo único favorable para los dominicanos/as fue que a partir de su retirada no nos gobernarían directamente, sino a través del conjunto de medidas y órdenes ejecutivas decretadas en el contexto de su mandato dictatorial de ocho (8) años, y que quedaron vigentes hasta que Rafael L. Trujillo pagó la deuda en el año 1947. El gobierno militar fue ejercido mediante el nombramiento de cuatro (4) gobernadores oficiales, pues hubo algunos provisionales que promediaron en el poder dos (2) años cada uno. Siguiendo la cronología de sus mandatos estos fueron: Henry Knapp, Thomas Snowden, Samuel Robinson y Harry Lee.
En octubre de 1922, a raíz de la entrada en vigencia del pacto Hughes-Peynado, fue nombrado como presidente provisorio el hacendado del Este Juan Bautista Vicini Burgos. El mismo se encargó de garantizar la transición política, mediante la organización de elecciones efectuadas en mayo de 1924, y en la que participaron Horacio Vásquez y Peynado, resultando ganador Vásquez. Harry Lee, último gobernador, abandona el país luego de concluidas dichas elecciones. Esto evidencia que el papel de Vicini Burgos fue solo protocolar.
Como epílogo debe resaltarse que, la dictadura trujillista fue un producto del período de ocupación militar estadounidense, dado que además de ser uno de los principales perseguidores de gavilleros, aprendió las artes de tortura más inhumanas y crueles en el contexto de aquél régimen de ocupación. A la llegada de las tropas anglosajonas en la fecha indicada, Trujillo había cumplido 24 años de edad; por lo que estaba lo suficientemente maduro para servir con eficacia a la causa oprobiosa de los invasores. Además el autoritarismo se consolidó en estas dos coyunturas estelares en forma más lacerante que en cualquier época de nuestra convulsionada historia; y quedó impregnado en la vida institucional y en la mentalidad dominicana; derivando de aquí también, el carácter conservador de nuestra sociedad. Fue en aquél periodo en que se forjaron los militares más represivos, que luego de la instauración de la dictadura trujillista continuaron aplicando el mismo patrón. Entre ellos pueden citarse: Emilio Ludovino Fernández, Fausto Caamaño Medina, Ramón Emilio Jiménez, Mélido Marte, entre otros.
Santo Domingo, República Dominicana
22 de septiembre, 2016.


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