MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

domingo, 5 de abril de 2020

Covid-19: propaganda y manipulación

por Thierry Meyssan

Volviendo al tema de la epidemia de coronavirus, Thierry Meyssan subraya que las ‎decisiones autoritarias adoptadas en Italia y Francia carecen de justificación ‎de naturaleza sanitaria. Más bien contradicen las observaciones de los mejores virólogos ‎y hasta las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud.‎
RED VOLTAIRE 


El 27 de enero de 2020, el primer ministro chino, Li Keqiang, llega a Wuhan para dirigir la ‎lucha contra la epidemia y restaurar el “mandato celestial”. ‎
La aparición de la epidemia en China

El primer caso de una persona infectada con el Covid-19 se diagnosticó el 17 de noviembre ‎de 2019, en la provincia china de Hubei. Inicialmente, los médicos trataron de alertar sobre la gravedad de esta enfermedad pero encontraron la oposición de las autoridades regionales. Fueron ‎la multiplicación de la cantidad de casos y la percepción de la gravedad del problema por parte de ‎la población, los factores que finalmente dieron lugar a la intervención del gobierno central chino. ‎

A pesar de todo lo que han dicho los medios de prensa, la envergadura estadística de la epidemia ‎de Covid-19 no es significativa. Aunque las personas que mueren son víctimas de graves ‎problemas respiratorios, el hecho es que el coronavirus mata muy poco. ‎

Desde los tiempos de la Antigüedad, la cultura china siempre ha estado marcada por una vieja ‎concepción según la cual el Emperador goza de un mandato celestial que le permite gobernar a sus súbditos ‎‎ [1]. Cuando el país sufre una catástrofe –terremoto, huracán o epidemia– es porque ‎el gobernante ha perdido ese mandato celestial. Ante esa percepción cultural de las cosas, y ‎a pesar de que vivimos en la era moderna, el presidente Xi Jinping se sintió amenazado por la ‎irresponsabilidad del gobierno regional de la provincia de Hubei. El Consejo de Estado decidió ‎entonces asumir el control de la situación y decretó el confinamiento de la población de la capital ‎provincial, la ciudad de Wuhan, en sólo días construyó varios hospitales, envió equipos ‎de trabajadores de la salud a visitar cada familia de Wuhan –casa por casa– para tomar la ‎temperatura a cada habitante y aplicar diversos controles de salud, ordenó que toda persona ‎que presentara síntomas sospechosos fuese llevada de inmediato a una instalación sanitaria para someterla a ‎exámenes de salud más detallados y aplicó a las personas que parecían infectadas un tratamiento ‎a base de cloroquina. Los casos más graves eran internados en salas de cuidados ‎intensivos y recibían un tratamiento a base del medicamento cubano denominado Interferón ‎Alfa 2B recombinante (IFNrec). Esta gran operación de salud pública apunta también a demostrar ‎que el Partido Comunista conserva su “mandato celestial”.

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En medio de una conferencia de prensa sobre la epidemia de coronavirus, ‎el viceministro iraní de la Salud, Iraj Harirchi, ya se ve afectado por la enfermedad.‎

Propagación del Covid-19 en Irán

Después de China, la epidemia se propaga en Irán a mediados de febrero de 2020. Desde ‎los tiempos de la Antigüedad, China e Irán han estado muy vinculados entre sí. Pero, tratándose ‎de las afecciones pulmonares, la población iraní es la más frágil del mundo. Casi todos ‎los iraníes del sexo masculino mayores de 60 años arrastran secuelas de los gases venenosos ‎estadounidenses utilizados por el ejército iraquí contra Irán durante la primera guerra del Golfo ‎‎(de 1980 a 1988). Es un fenómeno similar al que se produjo en Alemania y en Francia después ‎de la Primera Guerra Mundial. Cualquier viajero que haya estado en Irán habrá podido notar, ‎con sorpresa, la gran cantidad de casos graves de enfermedades pulmonares existentes en ese ‎país. En Teherán, cuando la contaminación del aire sobrepasa lo que la gente puede soportar, ‎se decreta el cierre de las escuelas y de los servicios públicos y la mitad de las familias se van ‎al campo con sus abuelos. Eso sucede varias veces al año, desde hace 35 años, y la población ‎lo percibe como algo normal. El gobierno y el parlamento iraníes se componen casi exclusivamente ‎de veteranos de la guerra entre Irak e Irán, o sea de personas extremadamente frágiles frente al ‎Covid-19, lo cual explica que tantas personalidades iraníes se hayan visto afectadas en poco ‎tiempo. ‎

Debido a las sanciones de Estados Unidos contra Irán, ningún banco occidental se atreve a ‎cubrir los transportes de medicamentos hacia ese país, así que para Irán fue imposible garantizar ‎tratamiento médico a las personas afectadas por el coronavirus hasta que Emiratos Árabes Unidos ‎rompió el embargo y envió a Irán 2 aviones cargados con material médico. En resumen, personas ‎que en otros países no sufrirían graves consecuencias, en Irán mueren rápidamente en cuanto ‎la tos afecta sus pulmones gravemente debilitados desde hace años. Como de costumbre, ‎el gobierno iraní cerró las escuelas. También anuló diferentes manifestaciones culturales y ‎deportivas… pero no prohibió los peregrinajes. Algunas regiones cerraron los hoteles para evitar ‎el desplazamiento de enfermos que ya no encontraban espacio en los hospitales cercanos a los ‎lugares donde vivían habitualmente. ‎

CNN incrementó sus índices de audiencia gracias a la situación del crucero ‎‎“Diamond Princess”, varado en Japón.

La cuarentena en Japón

El 4 de febrero de 2020, un pasajero que viajaba en el crucero estadounidense Diamond Princess ‎fue diagnosticado como enfermo a causa del Covid-19 y otros 10 pasajeros fueron ‎diagnosticados como portadores del virus. Para evitar el contagio en su país, el ministro ‎de Salud de Japón, Katsunobu Kato, impuso al barco una cuarentena de 2 semanas ‎en Yokohama. En definitiva, entre los 3 711 pasajeros del Diamond Princess, en su mayoría ‎personas de más de 70 años, se registraron 7 fallecidos. ‎

El Diamond Princess es un crucero israelo-estadounidense, propiedad de Micky Arison, hermano ‎de Shari Arison, la mujer más adinerada de Israel. Los Arison convirtieron este incidente en una ‎gran operación de relaciones públicas. La administración Trump y varios países evacuaron por vía ‎aérea a los pasajeros de sus nacionalidades respectivas para que pasaran la cuarentena en ‎sus propios países. La prensa internacional dedicó sus principales titulares al asunto y, citando como ‎precedente la epidemia de gripe española de los años 1918-1919, se afirmó entonces que el coronavirus ‎podía extenderse por el mundo e incluso amenazar la existencia misma de la especie humana ‎‎ [2]. Esta ‎hipótesis apocalíptica, no sustentada por hecho alguno, se convierte así en una supuesta ‎‎“verdad”. ‎

Es importante recordar aquí que, en 1898, William Randolph Hearts y Joseph Pulitzer, deseosos de ‎incrementar las ventas de sus diarios, inventaron informaciones falsas para provocar ‎deliberadamente la intervención militar de Estados Unidos en la guerra que se desarrollaba ‎en Cuba entre las tropas coloniales españolas y los independentistas cubanos. Aquello acabó ‎siendo el inicio del «yellow journalism», o «periodismo amarillo», que consiste en publicar ‎cualquier cosa con tal de aumentar las ventas de los diarios. Hoy llamaríamos eso «fake news». ‎

No se sabe, al menos por ahora, si los magnates de la prensa quisieron sembrar el pánico ‎premeditadamente presentando una vulgar epidemia como «el fin del mundo». En todo caso, ‎como una deformación de la verdad siempre acaba provocando otra, los gobiernos acabaron ‎involucrándose en el asunto. Por supuesto, el objetivo de los gobiernos no es vender publicidad ‎asustando a la gente sino explotar el miedo para garantizar su control sobre las poblaciones. ‎


Para el director general de la OMS, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, ‎China y Corea del Sur han dado el ejemplo al generalizar el uso de pruebas de diagnóstico, ‎lo cual es una manera de decir que, como práctica médica, los métodos de Italia y Francia son ‎absurdos.

La intervención de la OMS

La Organización Mundial de la Salud (OMS), después de seguir toda la operación, comprobó la ‎expansión de la enfermedad fuera de China. El 11 y el 12 de febrero, la OMS organizó ‎en Ginebra un foro mundial sobre la investigación y la innovación, dedicándolo a esta epidemia. ‎En ese encuentro, el director general de la OMS, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, lanzó un ‎llamado a la colaboración mundial, utilizando para ello términos extremadamente mesurados ‎‎ [3]. ‎

En todos sus mensajes, la OMS ha resaltado:‎
el poco impacto demográfico de la epidemia;
la inutilidad de los cierres de fronteras;
la ineficacia del uso de guantes y máscaras (exceptuando su uso por parte del personal ‎sanitario) así como la inutilidad de ciertas «medidas barreras» (por ejemplo, mantener ‎un metro de distancia entre las personas tiene sentido sólo cuando nos hallamos ante personas ‎infectadas);‎
la necesidad imperiosa de elevar el nivel de higiene, principalmente lavándonos las manos, ‎desinfectando el agua, mejorando la ventilación en los espacios cerrados, recurriendo al ‎uso de servilletas desechables y bloqueando las vías respiratorias con el codo al toser o estornudar. ‎

Sin embargo, la OMS no es una organización médica sino una agencia de la ONU especializada en ‎cuestiones de salud. Sus funcionarios, aun siendo médicos, son ante todo políticos. Eso impide ‎a la OMS denunciar los abusos de algunos Estados. ‎

Además, desde la polémica sobre la epidemia de H1N1, la OMS se ha visto obligada a justificar ‎públicamente todos sus consejos. En 2009, ante la epidemia de H1N1, la OMS fue acusada de ‎haberse dejado arrastrar por los intereses de las grandes firmas farmacéuticas y de haberse ‎apresurado a sembrar la alarma de forma desproporcionada [4]. Esta vez, ante el ‎Covid-19, la OMS no utilizó la palabra «pandemia» hasta el 12 de marzo, o sea, al cabo de ‎‎4 meses. ‎


El 27 de febrero, en la cumbre franco-italiana realizada en Nápoles, ‎el presidente francés Emmanuel Macron y el primer ministro italiano Giuseppe Conte, ‎anunciaron que actuarían juntos ante la pandemia. ‎

Instrumentalización en Italia y en Francia

En la propaganda moderna, no basta con limitarse a la publicación de noticias falsas –como hizo ‎el Reino Unido para convencer a su pueblo de que tenía que entrar en la Primera Guerra ‎Mundial–, hay que hacer proselitismo –como hizo la Alemania nazi para convencer a ‎los alemanes de que había que librar la Segunda Guerra Mundial. La receta es siempre la misma: ‎recurrir a la presión psicológica para lograr que la gente haga voluntariamente cosas sobre ‎las cuales se sabe que son inútiles, pero que dirigen hacia la vía de la mentira [5]. ‎

Por ejemplo, en 2001, todo el mundo sabía que las personas acusadas de haber secuestrado ‎los aviones implicados en los acontecimientos del 11 de septiembre no aparecían en las listas de ‎pasajeros de esos aviones. Sin embargo, bajo el shock de los acontecimientos, la gran mayoría ‎aceptó sin chistar las acusaciones absurdas que emitía el entonces director del FBI –un tal Robert ‎Muller– contra los «19 secuestradores aéreos». Otro ejemplo: todos saben que el Irak ‎gobernado por el presidente Saddam Hussein disponía únicamente de viejos cohetes Scud soviéticos de ‎sólo 700 kilómetros de alcance, pero numerosos estadounidenses hermetizaron las puertas y ‎ventanas de sus casas para protegerse de los gases que el “diabólico dictador” planeaba lanzar ‎utilizar contra Estados Unidos. Hoy en día, tratándose del Covid-19, el confinamiento ‎voluntario a domicilio es lo que convence a cada cual de que la amenaza realmente existe. ‎

Hay que recordar que en toda la historia de la medecina nunca antes se recurrió al ‎confinamiento de la población sana para luchar contra una enfermedad.

Y ‎sobre todo, hay que recordar que el índice de mortalidad de esta epidemia no es significativo. ‎

En Italia, se trató primero de aislar las regiones contaminadas siguiendo el principio de la ‎cuarentena, pero después se ha tratado de aislar a los ciudadanos unos de otros, lo cual implica ‎el uso de una lógica diferente. ‎

Según el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, y el presidente francés, Emmanuel Macron, ‎el confinamiento de toda la población a domicilio no apunta a vencer la epidemia sino a ‎ganar tiempo ante el contagio para que los hospitales no colapsen ante una afluencia excesiva ‎de enfermos. En otras palabras, no es una medida de carácter médico sino de naturaleza ‎puramente administrativa y no hará disminuir la cantidad de personas infectadas sino que sólo ‎distribuirá los casos en un periodo de tiempo más largo. ‎

Para convencer a los italianos y a los franceses de que esa decisión se justifica, el primer ministro ‎italiano Conte y el presidente francés Macron dijeron contar con el apoyo de comités de expertos ‎científicos. Por supuesto, esos comités no tienen objeción en que la gente se mantenga ‎se quede en casa… pero tampoco se oponían a que continuaran sus ocupaciones ‎habituales. Después, Conte y Macron hicieron obligatoria la presentación de un formulario oficial ‎por parte de las personas que salen a la calle. Se trata de una declaración personal bajo palabra ‎de honor que las personas presentan llenando un documento que lleva el membrete del ‎ministerio del Interior, declaración que no es objeto de ninguna verificación. ‎

En definitiva, los gobiernos de Italia y Francia asustan a la población emitiendo imposiciones ‎inútiles, que los médicos especializados no aprueban: como la obligación de portar ‎constantemente guantes y máscaras y de guardar un metro distancia entre las persona. ‎

‎‎ ‎‎En este video del 25 de febrero de 2020, censurado por el ministerio francés de la Salud, ‎el renombrado virólogo francés Didier Raoult anuncia que los científicos chinos acaban de demostrar la ‎eficacia de la cloroquina en los casos positivos de Covid-19. Incluso recalca que probablemente es “la infección respiratoria más fácil de tratar”.‎

En Francia, el diario Le Monde, presentado como «el cotidiano francés de referencia», ‎Facebook France y el ministerio francés de la Salud se dieron a la tarea de censurar un video del ‎profesor Didier Raoult, uno de los virólogos de mayor reputación mundial, quien ponía ‎en evidencia la ausencia de justificación médica de las medidas impuestas por el presidente ‎Macron [6].‎

‎‎ ‎Ponencia del profesor Didier Raoult ante la Asamblea General de los Hospitales Universitarios ‎de Marsella, 16 de marzo de 2020. ‎

Es demasiado pronto para poder decir cuál es el verdadero objetivo de los gobiernos del primer ‎ministro italiano Giuseppe Conte y del presidente francés Emmanuel Macron. Lo que sí es seguro ‎es que no se trata de luchar contra el Covid-19. ‎

Thierry Meyssan


Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las "primaveras árabes" (2017).

El mundo después de la pandemia

por Thierry Meyssan

Las reacciones políticas ante la pandemia de coronavirus se han caracterizado por una ‎serie de sorprendentes carencias de las democracias occidentales, desde la existencia de ‎graves prejuicios hasta la más flagrante ignorancia. Mientras tanto, China y Cuba ‎se han visto mucho mejor preparadas y capaces para enfrentar el futuro. ‎
RED VOLTAIRE 


El presidente de la República Popular China, Xi Jinping, recibe al presidente de Cuba, Miguel ‎Díaz-Canel, en noviembre de 2018. Cuba facilitó a China la instalación del laboratorio ‎ChangHeber, en la ciudad china de Jilin, para producir Interferón Alfa 2B (IFNrec), un medicamento cubano utilizado con ‎éxito en la lucha contra el coronavirus. El hecho es que los presidentes de China y Cuba, ‎clasificados como “dictadores comunistas” protegen a sus conciudadanos mucho mejor que los ‎dirigentes de las “democracias liberales”.‎

El brusco cierre de las fronteras y, en muchos países, el cierre también de las escuelas, las ‎universidades, las empresas y los servicios públicos, así como la prohibición de festividades, ‎conmemoraciones y otras actividades colectivas, modifican profundamente las sociedades, que, ‎en unos meses, ya no serán lo que fueron antes de la pandemia. ‎

Esta realidad modifica, en primer lugar, nuestra concepción de la Libertad, concepto alrededor del ‎cual se centró la fundación de Estados Unidos. Según la visión estadounidense –visión defendida ‎sólo por Estados Unidos– la Libertad no puede tolerar límites. Todos los demás Estados admiten –‎por el contrario– que no hay Libertad sin Responsabilidad, y estiman por ende que ‎no es posible ejercer las libertades sin definir sus límites. Hoy en día, la cultura estadounidense ‎ejerce una influencia determinante a través de casi todo el mundo. Pero la pandemia acaba de ‎contradecir su visión de la libertad. ‎

El fin de la sociedad totalmente abierta

Para el filósofo Karl Popper (1902-1994), en una sociedad la libertad se mide en términos de ‎apertura. Supuestamente, la libre circulación de personas, mercancías y capitales es característica ‎de la modernidad. Esta manera de ver las cosas prevaleció durante la crisis de los migrantes ‎registrada en 2015. Por supuesto, algunos han subrayado desde hace tiempo que ese discurso ‎permite a especuladores como George Soros explotar a los trabajadores de los países ‎más pobres. Soros predica la desaparición de las fronteras y por ende de los Estados, ‎desde ahora y para favorecer la instauración futura de un gobierno supranacional. ‎

La lucha contra la pandemia de coronavirus vino a recordarnos abruptamente que los Estados ‎están ahí para proteger a sus ciudadanos. En el mundo postcoronavirus, las «ONGs sin fronteras» ‎tendrían por ende que ir desapareciendo y los partidarios del liberalismo político tendrían que recordar que ‎sin Estado «el hombre es el lobo del hombre», según la fórmula del filósofo británico Thomas ‎Hobbes (1588-1679). Por ejemplo, la Corte Penal Internacional (CJI) acabaría siendo algo absurdo ‎a la luz del Derecho Internacional. ‎

El giro de 180 grados del presidente francés Emmanuel Macron es una muestra de esa toma de ‎conciencia. Hasta hace poco, el presidente Macron denunciaba la «lepra nacionalista» ‎asociándola a los «horrores del populismo», pero ahora canta loas a la Nación, único marco ‎legítimo de movilización colectiva. ‎

El interés general

La noción de «interés general», cuestionada por la cultura anglosajona desde la traumatizante ‎experiencia de Oliver Cromwell, se hace indispensable cuando se trata de protegerse de una ‎pandemia. ‎

En el Reino Unido, el primer ministro Boris Johnson, está teniendo dificultades para imponer las ‎medidas que se hacen necesarias ante la situación sanitaria, medidas de carácter “autoritario” ‎que los británicos sólo admiten en caso de guerra. En Estados Unidos, el presidente Donald ‎Trump, no puede decretar el confinamiento de la población para todo el territorio nacional ‎por ser esta una prerrogativa exclusiva de los diferentes Estados que conforman la Unión. ‎Así que el presidente de los Estados Unidos de América se ve obligado a “torcer” los textos de ‎leyes anteriores, como la famosa Stafford Disaster Relief and Emergency Assistance Act. ‎

El fin de la libertad sin límites para el sector empresarial

En el plano económico, después de haber decretado el cierre de todo tipo de negocios, desde los ‎restaurantes hasta los estadios de fútbol, ya no será posible seguir imponiendo la teoría de Adam ‎Smith sobre la necesidad supuestamente imperiosa de dejar que el mercado sea el rector de la ‎actividad económica. Habrá que reconocer por fin límites a la sacrosanta libre empresa. ‎

La lucha contra la pandemia ha venido a recordarnos que el interés general puede justificar la ‎imposición de límites a cualquier actividad humana. ‎

Las carencias

La crisis del coronavirus tambíen ha puesto de relieve las carencias y fallos de nuestras ‎sociedades. Por ejemplo, el mundo entero sabe que China fue la primera nación en ‎sufrir los efectos de la pandemia… y sabe también que acabó controlándola y levantando las ‎medidas autoritarias que había tenido que adoptar para lograrlo. Pero pocos saben cómo ‎lograron los chinos derrotar el coronavirus. ‎

La prensa internacional ha optado por ignorar los agradecimientos que el presidente chino Xi ‎Jinping expresó, el 28 de febrero, al presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel. La prensa ‎internacional también ha preferido no hablar de la importancia que tuvo para China el uso del ‎medicamento cubano denominado Interferón Alfa 2B (IFNrec). Por supuesto, esa prensa sí ‎ha hablado del uso de la cloroquina, que ya se utilizaba contra el paludismo. Pero ‎ha guardado silencio sobre las investigaciones destinadas a encontrar una vacuna contra el ‎coronavirus: China ya está en condiciones de realizar los primeros ensayos con humanos a finales ‎de abril y el laboratorio del Instituto de Investigación sobre Vacunas y Sueros de San Petersburgo ‎ya tiene preparados 5 prototipos de vacunas contra el coronavirus. ‎

Esos “olvidos” denotan la “selectividad informativa” que practican las grandes agencias ‎de prensa. Nos repiten constantemente que vivimos en una «aldea planetaria» (Marshall ‎McLuhan), pero sólo nos informan sobre el microcosmo occidental. ‎

Esa ignorancia resulta muy útil a los grandes laboratorios occidentales, entregados a una ‎competencia desenfrenada en el sector de las vacunas y las ventas de medicamentos. Sucede ‎exactamente lo mismo que en los años 1980. En aquella época, una epidemia de «neumonía de ‎los gays», identificada como SIDA en 1983, provocaba una hecatombe entre los homosexuales ‎de San Francisco y Nueva York. Cuando la enfermedad llegó a Europa, el entonces ‎primer ministro de Francia, Laurent Fabius, retrasó el uso del test de diagnóstico elaborado en ‎Estados Unidos para que el Instituto Pasteur tuviera tiempo de elaborar y patentar un test ‎francés. Estaban en juego ganancias ascendentes a miles de millones de dólares… que costaron ‎miles de fallecimientos innecesarios. ‎
La geopolítica después de la pandemia

La epidemia de histeria que acompaña la expansión del coronavirus está desviando la atención de ‎la actualidad política. Cuando esta se termine y los pueblos recuperen el sosiego, el mundo será ‎quizás muy diferente. La semana pasada dedicábamos este espacio a la amenaza que ‎el Pentágono hace pesar actualmente sobre la existencia de Arabia Saudita y de Turquía, ‎dos países que se hallan en la mira de Estados Unidos [1]. ‎Las respuestas, por separado, de Arabia Saudita y de Turquía fueron dos apuestas ‎muy peligrosas: Arabia Saudita inició un ataque contra la industria estadounidense del petróleo de ‎esquistos mientras que Turquía amenazó con implicar a Estados Unidos en una guerra ‎contra Rusia. Son dos amenazas tan graves que habrán de tener respuestas muy rápidamente, ‎el mundo no podrá darse el lujo de esperar tres meses para enfrentarlas. 
Thierry Meyssan


Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las "primaveras árabes" (2017).



Maniobras estratégicas detrás de la crisis ‎del coronavirus

«EL ARTE DE LA GUERRA»‎
por Manlio Dinucci

Todos los Estados europeos se reorganizan para enfrentar la epidemia de coronavirus. ‎Todos los sectores de la vida y la actividad de cada país europeo se ven afectados por esa ‎reorganización. Todos menos uno… 
la cooperación con la OTAN. ‎
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‎Mientras que la crisis del coronavirus paraliza sociedades enteras, fuerzas muy poderosas ‎se dedican a sacar el máximo de ventaja de la situación. El 27 de marzo la OTAN, bajo las ‎órdenes de Estados Unidos, se amplió pasando de 29 países miembros a 30, con la ‎incorporación de Macedonia del Norte. ‎

Al día siguiente, mientras continuaba el ejercicio estadounidense denominado «Defender Europe ‎‎2020» –con un poco menos de soldados pero con la misma cantidad de bombarderos nucleares– ‎comenzó en Escocia el ejercicio aeronaval de la OTAN «Joint Warrior», con la participación de ‎fuerzas de Estados Unidos, Reino Unido y Alemania, entre otros países. «Joint Warrior» ‎se prolongará hasta el 10 de abril e incluirá una serie de maniobras terrestres. ‎

Mientras tanto, Washington advirtió a los países miembros de la OTAN que, sin importar las ‎pérdidas económicas que pueda provocar la crisis del coronavirus, tendrán que seguir ‎incrementando sus presupuestos militares para «conservar la capacidad de defenderse», ‎por supuesto, de la «agresión rusa». ‎

El 15 de febrero pasado, en la Conferencia de Seguridad de Munich, el secretario de Estado ‎estadounidense Mike Pompeo anunció que Estados Unidos solicita a sus aliados de la OTAN que ‎desembolsen 400 000 millones de dólares suplementarios para incrementar el presupuesto de ‎la alianza atlántica, que ya sobrepasa ampliamente los 1 000 millones de dólares anuales. ‎

Eso significa que Italia tendría que incrementar su presupuesto militar, que ya se eleva a más de ‎‎26 000 millones de euros anuales, cifra superior a la suma que el parlamento italiano autorizó ‎específicamente para enfrentar la crisis del coronavirus (25 000 millones de euros). ‎

La OTAN gana así más terreno en una Europa ampliamente paralizada por la crisis del coronavirus, ‎una Europa donde Estados Unidos –hoy más que nunca– puede hacer lo que le venga en ganas. ‎En la Conferencia de Seguridad de Munich, Mike Pompeo arremetió duramente no sólo ‎contra Rusia sino también contra China, acusándola de utilizar varias de sus compañías –como ‎Huawei– como «caballo de Troya de la inteligencia», o sea como herramientas para su ‎espionaje. Con esas acusaciones, Estados Unidos endurece su presión sobre los países europeos ‎para que rompan sus acuerdos económicos con Rusia y con China y refuercen las sanciones ‎contra Rusia. ‎

‎¿Qué tendría que hacer Italia?, si contara con un gobierno que quisiese defender nuestro ‎verdaderos intereses nacionales. ‎Tendría que negarse a incrementar el presupuesto militar, ya artificialmente “inflado” a causa de ‎la fake news de la «agresión rusa». Incluso debería someter el actual presupuesto a una revisión ‎radical para reducir el despilfarro de fondos públicos en sistemas de armas como el avión de ‎guerra estadounidense F-35. Tendría que suprimir inmediatamente las sanciones contra Rusia y ‎desarrollar al máximo el intercambio con ese país. Tendría que sumarse al pedido –presentado ‎el 26 de marzo en la ONU por China, Rusia, Irán, Siria, Venezuela, Nicaragua, Corea del Norte ‎y Cuba– para que la ONU exija a Washington el levantamiento de todas las sanciones, ‎principalmente las que más daño hacen en momentos en que los países víctimas de esas ‎sanciones luchan contra el coronavirus. ‎

El levantamiento de las sanciones contra Irán implicaría beneficios económicos para Italia, cuyos ‎intercambios con la República Islámica se han visto prácticamente bloqueados por las sanciones ‎estadounidenses. Esa medida y otras más aportarían una bocanada de oxígeno principalmente a ‎pequeñas y medianas empresas que están en peligro de desaparecer por el cierre forzoso, ‎aportarían fondos que podrían destinarse a resolver la crisis, favoreciendo sobre todo a ‎los italianos más desfavorecidos, sin endeudar por ello el país. ‎

El mayor peligro que hoy corremos es encontrarnos al final de esta crisis con que tenemos ‎al cuello el nudo corredizo de una deuda externa que pondría a Italia en una situación económica ‎como la de Grecia.

Las fuerzas de la gran finanza internacional, que están utilizando la crisis del ‎coronavirus en una ofensiva de envergadura mundial con las armas más sofisticadas de la ‎especulación, son más poderosas que las fuerzas militares ya que también controlan las ‎decisiones del complejo militaro-industrial. Esas fuerzas son capaces de llevar millones de ‎ahorristas a la ruina y pueden utilizar la deuda para apoderarse de sectores económicos enteros. ‎

En esta situación, es decisivo el ejercicio de la soberanía nacional. No de esa que tanto se invoca ‎en la retórica política sino de la soberanía nacional real y verdadera, la que pertenece al pueblo ‎y garantiza nuestra Constitución. ‎

Fuente

Hezbollah lucha contra el coronavirus

RED VOLTAIRE



El gobierno del nuevo primer ministro libanés, Hassan Diab, proclamó un toque de queda y la ‎adopción de medidas sanitarias drásticas para luchar contra la epidemia de coronavirus en un país ‎donde prácticamente todas las instalaciones sanitarias pertenecen al sector privado y los partidos ‎confesionales libaneses proestadounidenses acusan al Hezbollah de ser culpable de la llegada de ‎la epidemia al Líbano desde Irán. ‎

En ese contexto, el Hezbollah ha decidido espontáneamente hacerse cargo de la salud pública en ‎el sur del Líbano, región donde la población es mayoritariamente de confesión chiita. ‎El Hezbollah dispone allí de sus propios hospitales, considerados entre los mejores del Medio ‎Oriente, y anunció la movilización de 1 500 médicos, 3 000 enfermeros y socorristas y 5 000 ‎cuadros sanitarios y de servicios. El Hezbollah está trabajando además en la desinfección de ‎las ciudades y se encarga de proporcionar a la población la información sobre las medidas ‎necesarias ante la epidemia. ‎

La demostrada competencia del Hezbollah en materia de salud pública le ha valido en numerosas ‎ocasiones verse asignar el ministerio de Salud, cartera actualmente en manos del profesor ‎Hamad Hassan. ‎

En sus contactos con la población, el Hezbollah recuerda que antes tuvo que asumir el papel del Estado frente al agresor israelí ‎para defender a todos los libaneses y señala que hoy asume nuevamente ese papel en la defensa de los libaneses ante la epidemia de coronavirus. ‎

Mientras tanto, Estados Unidos sigue acusando al Hezbollah de ser una organización terrorista, ‎respalda la agresión israelí contra el Líbano y no aporta ningún tipo de ayuda al país en la lucha ‎contra la epidemia. ‎

El neoliberalismo en crisis mundial por el covid-19


Hedelberto López Blanch, Rebelión

Una de las grandes verdades que ha demostrado la enorme pandemia de coronavirus que recorre ya todos los continentes, es que el neoliberalismo ha llevado a los países que adoptaron ese sistema a una crisis social de incalculables dimensiones.

El corolario que se desprende de esa realidad es que el neoliberalismo ha entrado en crisis mundial al ser incapaz de resolver los problemas socio-económicos de las grandes mayorías pues sus beneficiarios son una pequeña capa de la sociedad y las multimillonarias compañías transnacionales.

El caso más significativo resulta el de Estados Unidos, país impulsor del neoliberalismo donde más de 30 millones de personas no cuentan con seguro médico y otros 40 millones solo acceden a planes deficientes, con copagos y seguros de costos tan elevados que solo les sirve para pequeñas atenciones por los enormes costos de los servicios de salud.

El negocio de las privatizaciones ha dejado desamparadas a millones de personas en el gigante del norte pues la premisa en las clínicas y hospitales resulta completamente discriminatoria: Si no tiene dinero no lo atienden, si cuenta con un buen seguro las puertas se abren.

Antes de la pandemia del covid-19 Raúl Garnica llegó al hospital de Kendall, en Miami, porque presentaba fiebre y continencia urinaria. Los análisis preliminares determinaron que padecía una posible insuficiencia renal. Debió pagar 455 dólares solo por los análisis y como su seguro no cubría los gastos de atención por esa enfermedad el hospital no lo siguió tratando. Ahora se encuentra en compás de espera sin tratamiento médico.

En un país con más de 328 millones de habitantes donde no existe control sanitario generalizado y los servicios médicos y farmacéuticos están controlados por particulares o empresas transnacionales, solo funcionan 79 laboratorios estatales para detectar infectados por coronavirus.

Desde enero, cuando se detectaron los primeros casos, hasta marzo, cada Estado debía enviar las muestras de posibles contagios por correo postal a la sede del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) en Atlanta, único lugar autorizado para realizar pruebas, y no fue hasta mediados de ese mes que los 50 Estados contaron con capacidad técnica autónoma.

Se espera que al incrementarse los análisis, el número de contagiados se incremente estrepitosamente y la infraestructura de salud quedará colapsada, lo cual aumentará el número de enfermos graves y de muertos.

Otro factor que impulsa la proliferación de la enfermedad es el miedo de los ciudadanos a no poder sufragar las costosas consultas y tratamientos por lo que no concurren a los lugares de atención. O sea, un círculo vicioso pues la infección se expande con mayor celeridad.

El presidente estadounidense, acostumbrado a mentir, ha sido centro de numerosas críticas por el mal manejo de la situación.

En sus primeras declaraciones afirmó que el coronavirus era solo una influenza pasajera y acusó a los demócratas y a los medios de comunicación de aupar el temor; después insistió en que todo estaba bajo control, se autovanaglorió de su “inteligencia” para enfrentar la enfermedad; subrayó que ya se habían reducido los niveles de infestación y que toda la culpa la tenían China y los países europeos. Semanas después tuvo que declarar una emergencia nacional.

Las nuevas medidas tomadas por Washington aseguran que los CDC ofrecen gratis el examen de coronavirus, siempre que el individuo esté autorizado por un médico, pero esa supuesta bondad federal esconde el resto de las dificultades, como reportó al The Miami Herald el cubanoamericano Osmel Martínez Azcue.

Osmel contó al periódico que al volver con síntomas de gripe de un viaje a China acudió a un hospital de Miami a hacerse las pruebas de coronavirus. Resultó que tenía solo gripe, pero apenas llegó a su casa se encontró con una factura de 3.270 dólares. Y se preguntaba: ¿Cómo podremos contribuir a reducir el contagio si los hospitales nos van a cobrar más de 3.000 dólares solo por un análisis de sangre y una muestra nasal?

Un reporte del Departamento de Viviendas y Desarrollo Urbano de Estados Unidos indicó que en 2019, más de 560.000 ciudadanos viven como desamparadas en todo el país. Cálculos conservadores aseguran que solo en Miami-Dade, alrededor de 1.300 personas deambulan por las calles, sin contar las que viven en refugios.

El director del Homeless Trust, informó de que la mayoría de las personas están yendo a dormir a las calles pues tienen miedo de contagiarse en los refugios.

En Estados Unidos el número de infestados aumenta diariamente y al 31 de marzo se contabilizaban más de 190.000 personas contagiadas y 4.000 fallecidos. Otros países con políticas neoliberales donde la salud pública primordialmente esta privatizada, también se encuentran en un caos sanitario. Por ejemplo, en esa misma fecha, Italia reportó 105.792 afectados y 12.428 fallecidos; España, 95.923 y 8.464 muertos; Francia, 52.128 y 3.523; Brasil, 5.812 y 201.

Pero esas cifras no son solo resultado de la pandemia, sino también de las decisiones políticas y económicas que imponen las leyes del neoliberalismo en contra del bienestar social de sus pueblos. China (donde comenzó y azotó con mayor fuerza el virus) Cuba, Rusia y Venezuela, por citar algunos, con sistemas públicos de salud, han logrado tener bajo control la epidemia.

Los datos mostrados por la ONG inglesa Oxfam son patéticos: El 1% más rico de la población mundial posee más del doble de la riqueza que 6.900 millones de personas. ¿El covid-19 ayudará a disminuir esas cifras al abrir los ojos a los indolentes?

Europa asoló con su austeridad, hoy recoge los cadáveres

La UE asoló el sur de Europa con su austeridad, hoy recoge los cadáveres del austericidio


El sistema económico mundial colapsó, hace una década, víctima de su propia voracidad, de la concentración salvaje del capital y la demolición del aparato estatal. Podría haber sido un punto de inflexión, la oportunidad de levantar un nuevo edificio de las ruinas de un sistema que ya provocó la mayoría de los desastres del siglo XX. Sin embargo, la Unión Europea, como el resto de Occidente, entregado al neoliberalismo, ese virus resiliente y letal como ningún otro que se haya conocido en la historia, prefirió apostar por la austeridad pública. 
La crisis 

La crisis que explosionó entre 2006 y 2008 fue provocada básicamente por la avaricia: se empezaron a vender los inmuebles lo más caro posible. La idea era obtener el mayor beneficio con la mayor rapidez y sin importar nada más. A ello contribuyó que los bancos quisieran, como siempre, sacar tajada del negocio. De la estafa piramidal, porque aquello era una especulación tan bárbara que solo puede ser calificada como estafa, aunque fuera legal. Los unos vendían y compraban muy por encima del que debería ser el precio real, muchas veces para vender por más y obtener jugosos y rápidos beneficios, y los otros daban créditos a personas que realmente no podían pagarlos. Ello hizo que la economía mejorara, los salarios aumentaran y el desempleo bajara. Todo funcionó hasta que reventó: era una ficción. 

La espiral no solo fue responsabilidad de los actores privados, ya que los estados podrían haber intervenido y frenado la esquizofrenia inmobiliaria e hipotecaria, pero para entonces ya solo eran títeres, sin estructuras ni medios, en manos de los grandes capitales y empresas. En manos de los intereses privados. El castillo de naipes de desplomó víctima del pánico de los mismos avaros que lo levantaron. 

Occidente no aprendió nada; la Unión Europea, tampoco. Las élites mundiales, incluidas las europeas, tan partidarias de la no intervención estatal, en lugar de dejar caer a los que habían errado, hicieron todo lo contrario. Lo hicieron porque, en teoría, dejarlos caer hubiera sido un drama. Mentira. El drama estaba cerca de acontecer. 
El austericidio europeo 

En Estados Unidos se rescataron a los bancos con 700.000 millones de euros. Fue el principio del fin. En España el rescate a los bancos se quedó en 60.000 millones de euros y en Italia 17.000 millones solo en 2019. Ello se debió a que Europa decidió rescatar a los bancos en lugar de a los ciudadanos. O mejor dicho, a costa de los ciudadanos. Y a quien se opuso le puso un revólver en la cabeza. 

Grecia fue el primero en plantarse. Por momentos pareció que lo conseguiría, pero fracasó. Su movimiento era clave para el resto de países europeos, pendiente de si aquella pequeña rebelión surtía efecto, por lo que durante semanas el Viejo Continente contuvo el aliento. Lo contuvo entre amenazas propias de mafiosos, pues la Unión Europea puso sobre la mesa la opción de asfixiar a Grecia. Dejarlos morir, literalmente, de hambre. Conmigo o muertos. Los griegos doblaron las rodillas y suplicaron a su maltratador europeo que el castigo no fuera muy severo. 

Perdieron un 20% la renta por habitante solo entre 2010 y 2015, aumentaron el desempleo hasta el 27%, la pobreza llegó a niveles insoportables y la deuda pública se disparó.

En Italia se aprobó un primer ajuste presupuestario de 79.000 millones de euros en 2011 y un segundo de 30.000 millones de euros en 2013. La deuda quedó pagada, pero Italia, literalmente, contempló la escasa belleza de la ruina moderna: 40% de desempleo juvenil, tasas de crecimiento escasas y auge de la ultraderecha. Ultraderecha que ya cabalga en la Unión Europea con serias aspiraciones a tomar las riendas. 

El problema que se vive en España o Italia, casualmente dos de los países más afectados por las medidas de austeridad, no es ni siquiera el número de muertos y enfermos, sino la incapacidad para controlarlo

España recortó a nivel estatal en diferentes sectores 44.448 millones de euros solo entre 2009 y 2014, incluida la sanidad pública y tras diez años de recortes, España estaba invirtiendo en Sanidad el 5,9% de su PIB, mientras que en Europa se invertía el 7,5%, lo que provocó escasez de personal sanitario, como enfermeras (5,7 por cada mil habitantes, mientras que la media europea es de 8,5 y hay países como Noruega que tienen 17). 

El Sur de Europa vivía una de las situaciones más ruinosas de las últimas décadas, pero los bancos franceses y alemanes cobraron, que era el objetivo de la Unión Europea, las bolsas volvieron a funcionar y la prima de riesgo desapareció de la escena.

Por estas medidas, entre 2010 y 2018 solo Alemania creció en la Unión Europea por encima del 2% –Irlanda y Luxemburgo, también, pero por ser paraísos fiscales-–, el resto de países quedó estancado en niveles de crecimiento inferiores al 2%. El parón de la economía no fue la única consecuencia del austericidio, pues los niveles de desigualdad y pobreza alcanzaron niveles que ya casi ni se recordaban.

En España había en 2019 2,2 millones de niños en riesgo de pobreza, uno de cada tres; en Italia había 1,2 millones de niños, uno de cada cuatro; y en Grecia más de medio millón, uno de cada tres. La mayoría de estas cifras se obtuvieron tras los recortes provocados por la crisis entre 2008 y 2014: Grecia pasó de 104.000 a 597.000 de niños en riesgo de pobreza y España aumentó su cifra en 800.000. No es casualidad que Grecia, Italia y España ocupen en la actualidad los puestos tercero, cuarto y sexto en el poco digno ranking europeo de pobreza infantil. 
Los muertos 

Hasta ahora, los que sufrían los recortes eran solo los pobres o los hijos de los pobres, ese Tercer Mundo que convive en el mismo vecindario que las élites. Los que esperan para recoger bolsas de comida en centros de caridad o acuden a comedores sociales mientras los más pudientes arrojan al cubo de la basura aquello que ya ni son capaces de comer. 

Sin embargo, el virus lo cambió todo. El sistema ha sido tan esquilmado que no ha sido capaz de soportar ni siquiera un virus muy contagioso, pero escasamente letal, porque el problema real no es el virus, sino la falta de medios para controlar, soportar y curar. El problema que se vive en España o Italia, casualmente dos de los países más afectados por las medidas de austeridad, no es ni siquiera el número de muertos y enfermos, sino la incapacidad para controlarlo y el número de personas que enferman y fallecen a la vez (en España han muerto más de 10.000 personas, pero durante 2019 fallecieron más de 420.000). Muchas de ellas porque no tienen medios suficientes para ser tratados.

El desmantelamiento ha provocado que los países europeos, especialmente los rescatados, los conocidos como PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España) carezcan de recursos económicos y capacidad estatal para afrontar este virus

Se levantan hospitales de campaña y se contrata personal sanitario y se intenta desesperadamente comprar material sanitario o respiradores mientras millones de personas malviven sin ayudas. 

Esta situación ha provocado que España e Italia amenacen, ahora sí, con incluso romper la baraja si la Unión Europea no cede en su pretensión de no mutualizar el daño económico causado. Postura a la que se ha sumado recientemente Portugal de forma explícita cuando su primer ministro, António Costa, calificó a Holanda como "repugnante" por afirmar que el problema de los países del Sur de Europa era que no estaban suficientemente preparados y no contaban con recursos. Algo por lo que, después, el primer ministro holandés se disculpó. 

Pero lo cierto es que los niveles de desigualdad económica, pobreza e infraestructuras educativas y sanitarias son muy dispares, tanto entre los estados como dentro de los estados, lo que ha sido provocado en gran parte por las medidas austericidas que perjudicaron a los países de la Europa Meridional, recortaron su gasto público y social y ayudaron al desmantelamiento del aparato estatal en favor de concierto y privatizaciones. Desmantelamiento que comenzó durante los años noventa. 

Ello ha provocado que los países europeos, especialmente los rescatados, los conocidos como PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España) carezcan de recursos económicos y capacidad estatal para afrontar este virus, a diferencia, por ejemplo, de Alemania, con mejores niveles sanitarios y económicos para afrontar con mayores garantías la pandemia. 

Así, mientras España no llega a 5.000 camas de cuidados intensivos antes de la crisis, Alemania con menos del doble de población contaba con seis veces más camas para cuidados intensivos (28.000); y mientras España solo hacía unas decenas de miles de pruebas de detección a la semana, Alemania realizaba un millón. Debido a ello, seguramente, la letalidad del virus en uno y otro país son casi antagónicas (España, 10%; Alemania, 1%), igual que la situación de su sistema sanitario: colapsado en España, pero en situación normal en Alemania. 

La Unión Europea asoló el Sur de Europa con su austeridad, hoy recoge los cadáveres del austericidio.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

Colapsa el sistema de salud mundial


O muere el capitalismo salvaje, o muere la civilización humana

Leer este artículo es más que necesario en estas horas de pandemia y confinamiento. Estamos obligados a reflexionar acerca de las causas de las insuficiencias de los sistemas de salud y acerca de las cosas que no resuelve un modelo de Mercado salvaje .

Empezare aclarando que no soy comunista; los reaccionarios, ultraconservadores le tienen mucho terror a estos títulos; y casi siempre ante la falta de argumentos sólidos, terminan repitiendo y adjudicándonos calificativos que solo han escuchado, pero que en la mayoría de los casos, desconocen su significado. Soy un Demócrata con ideas Republicanas.

Todo el mundo habla del libro “La riqueza de las naciones” de Adam Smith, el escoses que logro articular con sus ideas, los pilares de la Economía Moderna y le dio paso al Capitalismo Moderno; sin embargo muy pocos hablan sobre el otro libro del mismo autor, "Teoría de los sentimientos morales”; que hace una crítica muy puntual a la conducta de la avaricia humana. Conociendo ya la historia desde la Secundaria, vemos que el prólogo de la misma, tuvo su origen cuando el feudalismo fue sustituido por este nuevo modelo económico.

La configuración Social, de la “Teoría de los sentimientos morales”; y “la armonía del mercado” de las riquezas de las naciones; es en sí una dicotomía que se concatena con la sociedad; esto sin olvidar la famosa “mano invisible” que mueve ese mercado.

El 20 de enero del año 2009, *Barack Obama* es juramentado Presidente número 44 de Estados Unidos; recuerdo muy bien su discurso.

Obama recibía un país en bancarrota, epicentro de una gran recesión mundial; he aquí un pequeño fragmento de su gran discurso: *“Pero esta crisis nos ha recordado que, sin un ojo atento, el mercado puede salirse de control; y que un país no puede prosperar durante mucho tiempo cuando solo favorece a los que ya son prósperos”*. Más que un discurso, fue una gran reflexión; el mercado había quedado a las sanchas de los hombres que no tienen sentimientos morales, ni empatía por la Humanidad; el mundo entero fue estremecido por el flagelo de la avaricia humana; y la economía mundial cayó de rodillas ante una dura recesión. La obsesión del oro negro, llevo a *George W. Bush* invadir y a atacar medio oriente, la zona donde se encuentran las mayores reservas de petróleo; el mundo jamás olvida la causa barata por la que justificaron la invasión a Irak; aseguraban que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva; la ONU, de forma deliberada avalo la invasión. Sin embargo, en el 2010, Julian Assange, fundador de Wiki Leaks, reveló la verdad de lo sucedido; y dejo al desnudo la colosal mentira tarifada que los medios de comunicación le habían contado y hecho creer al mundo; en los archivos que se filtraron, registraba la muerte de más de 100 mil personas, de los cuales el 70% eran civiles. Jamás olvidare las palabras de Assange: “La primera víctima de la guerra es la verdad”. Ese 22 de octubre de 2010, se caía ante el mundo la muralla de la mentira tarifada.

En los últimos doscientos años, nos hemos consumido la energía fósil concentrada de nuestro planeta desde sus orígenes. La danza del capitalismo salvaje va dejando por su paso, la destrucción acelerada de los recursos naturales del planeta; la explotación inhumana del hombre; y la manipulación de la mente humana para que este de forma sistemática se convirtiera en un rehén de las sociedades de consumo, que sin darse cuenta se convierta en el arma de su propia autodestrucción.

La nueva pandemia ha quitado el velo ilusionista, y el maquillaje hipócrita de la Civilización; la Italia de Rómulo y Remo, de los Cesares, de Marco Polo, de Leonardo Da Vinci, de Galileo Galilei, de Luciano Pavarotti, de Benito Mussolini, de Silvio Berlusconi, de Andrea Bocceli, de Roberto Baggio, de Paolo Maldini, de Gennaro Gattuso*; la Italia que pago el fichaje más caro de su historia por el portugués Cristiano Ronaldo, 122 millones de euros; si esa misma Italia que tuvo que desconectar la respiración artificial de sus ancianos, para luego verlos morir; y que no pudo responder de la misma forma como cuando organizaron el mundial de Italia 90; porque su sistema de salud expiro en los brazos del capital privado, haciendo de la salud una mercancía; lo mismo está sucediendo con España, un país que presume de una monarquía; que se ha convertido en un adorno costoso para un país que no tiene camas para atender a sus pacientes.

La pandemia ya llego a la gran nación del Norte; pero en los 100 primeros días de Gobierno, el Presidente número 45 de Estados Unidos, Donald J. Trump*, destruyo el sistema de salud que había dejado su antecesor. Las consecuencias ya se están sintiendo; los arrebatos de un líder que anda por el vecindario de la aldea global, ufanándose de su “hegemonía o supremacía”; así como se llama el libro de *Noam Chomsky*, están llevando a la gran nación del Norte, como lo expreso hace unos días el *Premio Nobel de Economía, Paul Krugman*: “A que su Democracia y Economía estén amenazadas por un segundo periodo presidencial de Trump en la Casa Blanca”. La crisis del coronavirus ha puesto en aprietos a Trump, ya que el haber minimizado esta pandemia le está pasando una factura en la economia, porque la bolsa de valores se ha desplomado en estas dos últimas semanas; y existe un alto riesgo que la factura se extienda al mes de noviembre, en las elecciones.

La pandemia quito el antifaz del modelo económico de las naciones más poderosas del Planeta (Estados Unidos y China); y en el caso de Italia y España; ambos países miembros de la *OTAN*, que maneja un presupuesto de casi 2 mil millones de dólares, se vieron como los más pobres del barrio, que fingían ser ricos, pero no tenían ni donde caer muertos. La realidad ha quitado el efecto de la anestesia del capitalismo salvaje; y ha tirado sus cartas sobre la mesa. Ha llegado la hora de replantear y de humanizar este modelo económico; y hacernos el siguiente planteamiento: *¡O muere el Capitalismo Salvaje, o muere la Civilización Humana!* Como decía *Albert Einstein:* *“Locura es hacer lo mismo una y otra vez, esperando obtener resultados diferentes”*.

No podemos seguir viviendo en un planeta donde más del 80% de la riqueza, está concentrada en un 1% de la población. Me resisto a defender con mi silencio un indefendible y despiadado statu quo que concentra la riqueza de nuestros recursos naturales, y medios de producción en pocas manos, capaces de derramar sangre inocente por mantener intacto ese statu quo. Yo no puedo defender este statu quo que privatiza el agua, la salud, la educación, el viento, el sol; Derechos Humanos Universales que se han convertido en mercancías, que se encuentran solo al alcance de una minoría rapaz, voraz e insaciable; mientras las grandes mayorías invisibles; solo son visibles en los procesos electorales, disfrazados de Democracia. Una gran realidad de todo lo que pasa a nivel mundial es que nos quieren tener controlados a los más vulnerables del planeta tierra porque la avaricia, la ambición y ansias de poder los tiene enfermos.

Tomado de jaque al neoliberalismo

EEUU en descomposición

EEUU en descomposición: La movilización que ha de empezar ahora

Con el coronavirus hundiendo nuestra economía, debemos desplegar ahora todos nuestros recursos para sobrevivir. Así, un día podremos florecer

James K. Galbraith (The Nation)

Muy simple: se ha desmoronado el castillo de naipes. Un mundo entero de ilusiones, autoengaños y sofismas ha muerto. Hemos llegado al final de una larguísima cadena, una cadena que se lleva desenrollando desde los triunfos de Milton Friedman y Friedrich von Hayek, popularmente relacionados con Margaret Thatcher y Ronald Reagan, pero semejantes también a Jimmy Carter y Bill Clinton, a Tony Blair y Gordon Brown, a Bush y Obama, y a otras figuras menores. Una catastrófica coalición binacional y bipartidista en el orden de ideas anglosajón. Donald Trump y Boris Johnson son consecuencias, no causas, de esta catástrofe conceptual.

El espejismo es la economía tal y como la conocemos. Aquí han primado dos conceptos: la auto-organización y el velo monetario (veil of money). El primero aboga porque los mercados y toda la sociedad esté sujeta a la ley de la oferta y la demanda. Sus supuestas virtudes eran la competencia, la flexibilidad, los incentivos, la eficiencia; la realidad es una frágil red tejida con hebras de cristal. El segundo sumergió el sistema financiero (bancos, inversores o especuladores), convirtiendo a estas personas e instituciones en simples mensajeros sin importancia e invisibles.

Los más ilusos son los que peor salen parados. En un primer momento, el aturdido gobierno británico, un país dirigido por banqueros, inversores y oradores de la Oxford Union, se inclinó por dejar arder el fuego. Darwinismo social al nivel de la Gran Hambruna irlandesa. Mientras malgastaban el tiempo, el incendio se fue desmadrando. El 16 de marzo, cambiaron de rumbo: en Reino Unido empezaba la guerra. En Estados Unidos, nuestros líderes planean inyectar dinero como “estímulo”, y creen que con eso el mercado se auto-organizará. Es otro espejismo.

Europa se ha disuelto. Un amigo, encerrado solo en su apartamento en Roma, me corrigió: Europa en realidad nunca ha existido. Igual que la ficción de una sociedad organizada por el mercado, el espejismo de una unión gestionada por ministros de economía y por bancos centrales se ha evaporado. Macron habla solo para Francia; Merkel para Alemania y para ningún otro sitio. No hubo auxilio sanitario alemán para Italia en esos momentos de necesidad. La respuesta del Banco Central Europeo (la compra de algunos bonos) quedó eclipsada por el torpe comentario de Madame Lagarde.

Cuando colapsó la Unión Soviética, los Estados que la sucedieron sufrieron seis años en un infierno de privación, violencia, desesperación y suicidios. El problema no era, como muchos pensaron, un asunto de capacidad interna. Las fábricas existían, pero estaban inactivas; los campos existían, pero quedaron abandonados. La causa fue una parálisis con aspecto de shock: la incapacidad de soportar saqueos internos, privatización y la apertura a suministros extranjeros. La recuperación empezó en 1998 bajo el mandato del primer ministro Yevgeny Primakov, con un impago de la deuda, una devaluación y con una vuelta a un semisocialismo modernizado, ahora ampliamente desarrollado, como ha podido apreciar cualquiera que haya visitado Rusia últimamente.

Mientras tanto, en China hemos podido ver el poder del Estado, apoyado por una ciudadanía muy comprometida y cooperativa. Dígase lo que se quiera sobre los medios, que incluyeron vigilancia digital, control social, una cuarentena de 60 millones de personas y la cruda decisión de sacrificar a miles para salvar a cientos de miles. Así es la guerra. Pero China parece haber controlado el brote y quedado socialmente intacta. El caso de Corea no es tan claro pero resulta esperanzador por su competencia, su organización, su capacidad productiva y sus cortas cadenas de suministro.


La situación en Estados Unidos
¿Y Estados Unidos? También está en descomposición. Las autoridades federales, salvo contadas excepciones, son abusivas, indiferentes o simplemente estúpidas. Los líderes del Congreso parecen bloqueados. Las únicas manos dispuestas son las de algunos gobernadores –de ambos partidos–, de muchos alcaldes, de jueces de condado y de otras autoridades locales.

Para la población es una prueba de carácter. El estadounidense medio suele tener vocación de servicio, estar preparado para seguir instrucciones y hacer lo correcto, si el resto hace lo mismo. A mi alrededor, en Austin, la gente está restringiendo sus actividades mientras continúan yendo a sus trabajos en medio del riesgo creciente. Las piscinas, los parques infantiles y las bibliotecas están cerradas, según nos dicen, por varias semanas. Todos sabemos que pueden ser meses y meses.

En California, se ha instado a casi 6 millones de ancianos a quedarse en casa. Muchos viven solos o en pareja. ¿Quién les alimentará? El gobernador respondió: 'Buena pregunta'

Todos sabemos también que no se han hecho las suficientes pruebas. No hay reservas de camas ni equipos hospitalarios. Las cadenas internacionales de suministro están rotas, y faltarán medicinas de todo tipo. La única ventaja posible de estar en Estados Unidos ahora mismo es que es un país grande, por lo que la mayoría de las personas vive con más espacio y podrá aislarse más fácilmente por un tiempo. Lo cual no es consuelo para los pobres, ni para los neoyorquinos, ni para aquellos que dependen de una asistencia que no podrán obtener.

Es duro vislumbrar el colapso del sistema de salud, pero hay otros desastres más profundos en el camino. En California, se ha instado a casi 6 millones de ancianos a quedarse en casa. Muchos de ellos viven solos o en pareja. ¿Quién les alimentará? A esto el gobernador respondió: “Buena pregunta”. La realidad es que en este país hemos hecho un buen trabajo manteniendo a muchas personas ancianas y frágiles vivas, uno pésimo en mantenerlas sanas y nos encontramos sin ningún sistema para alimentarlas. Puede que ni sepamos dónde están.

Nos dicen que hay comida de sobra en el país. ¿Llega a las tiendas? Por ahora sí, pero ¿por cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo seguirá habiendo gente para colocar, vender, cobrar en caja y mantener la seguridad? La distribución y la seguridad son los puntos débiles de la industria alimentaria. Si bien el mercado nos ha dado eficiencia y altos estándares de vida, la otra cara de la moneda es la falta de resiliencia, de capacidad extra, de coordinación o de liderazgo, es decir, nos ha dado también fragilidad. Una red de cristal. El pánico es así tanto la respuesta racional como el enemigo. Si el pánico toma el control acabará con todo lo que quede.


¿Qué hacer?
La economía norteamericana debe ponerse a luchar contra la pandemia inmediatamente y con todas sus fuerzas. Sería necesaria ahora una institución pública, al estilo de la Corporación de Reconstrucción Financiera de la Gran Depresión y de la Segunda Guerra Mundial, con poder para tomar prestado y redistribuir, así como para afrontar los problemas que lleguen. Se deben desplegar los cuerpos de seguridad del Estado y todos sus recursos, así como todos los recursos civiles. Todos los seres humanos disponibles deben ser alistados.

Las necesidades sanitarias inmediatas son suministros, camas y personal. Hemos aprendido que se pueden construir hospitales en días. Los espacios pueden ser requisados; los hoteles y las residencias están vacíos. Se dice que el Ejército sabe lidiar con sucesos graves y masivos. La Ley de Producción para la Defensa otorga la autoridad necesaria para producir mascarillas, tanques de oxígeno o respiradores. Hay empleos ilimitados, como limpiar y realizar otras funciones básicas. Son trabajos que implican riesgos, por lo que deben estar decentemente pagados. Si se garantiza el trabajo, la población lo hará. China dirigió todo esto, y muchas personas se presentaron voluntarias.

La siguiente necesidad es estabilizar los suministros básicos civiles: alimentos, medicinas, limpieza. El sistema existente puede aguantar un poco más. Lo esencial es atarlo a lo local, apoyando a los trabajadores para que puedan seguir: conductores, reponedores, vendedores, limpiadores, cocineros y ayudantes de cocina. Si los productos básicos siguen viniendo, la población continuará tranquila y en paz con los demás. Como en Corea, se podría movilizar a los taxistas y otros conductores profesionales para que desinfecten los automóviles y repartan comida o medicinas. De repente, todos estos trabajadores son esenciales y deben ser tratados como tal.

Deberán repensarse todos los servicios de información y, mientras esto dure, se tendrán que suspender los pagos de las correspondientes facturas domésticas: teléfono, internet, móvil. Que los gobiernos federales compensen a las empresas por los costes básicos. Asegurar la comunicación y el entretenimiento alentará a las personas a quedarse en sus casas. El aumento de los ingresos disponibles ayudará en proporción inversa a la riqueza: aquellos que dejen de percibir sus salarios son los que más se beneficiarán.

Entre las grandes empresas más necesarias del momento están aquellas que llevan redes de distribución masiva: Amazon, Walmart, FedEx, UPS, así como las farmacias y las principales cadenas de supermercados. Deberían ser gestionadas como servicios públicos por ahora. Esto significa hacer envíos de productos de primera necesidad a precio de coste y cancelar todas las florituras. Los altos ejecutivos deben contribuir con su tiempo, mientras que los trabajadores deberían percibir aumentos de sueldo, atención sanitaria, equipos de protección y sindicatos. A cambio de continuar en su trabajo durante la emergencia, esos trabajadores también deberían salir de esta situación en una posición totalmente distinta a la que tenían hasta el momento.

Muchos empleadores grandes, pequeños y medianos están en las últimas y quizás se enfrenten pronto a la bancarrota: aerolíneas, cadenas hoteleras, centros comerciales, centros de convenciones. Es imposible enumerarlos todos. El capital desaparecerá, por lo que será necesario usar la financiación para mantener las operaciones esenciales y asegurar la estabilidad de los activos físicos y de ingeniería. Es fundamental para mantener a raya a los prestamistas y a los buitres establecer una moratoria en el pago de créditos. Obviamente, los desahucios, las ejecuciones hipotecarias y los cortes de luz, agua y otros recursos básicos deben detenerse inmediatamente. Si fuera necesario, es mejor racionar los suministros. Al desmoronarse las empresas, los banqueros también. Cuando pase la tormenta, habrá que ver qué se puede reconstruir.

Durante todo este proceso las personas deben ser reconfortadas. Debemos cuidar a aquellos que están en casa. Y a los que sigan sanos se les deberá proveer con trabajos útiles. Solidaridad, organización, determinación. Estas son nuestras palabras ahora.
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Tomado de ctxt. Traducción de Blanca Planells Merchán

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