MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

sábado, 28 de enero de 2017

Tomás Moro y su Isla utópica

Utopía, 500 años
Por Frei Betto*

En diciembre de 1516 la imprenta belga de Dirk Martens, en Lovaina, publicó “Utopía”, novela del inglés Tomás Moro (1478-1535). El título deriva del griego “utopos”, que significa “ningún lugar” o, comúnmente, “lugar de sueños, fuera de la realidad”.





Se trata de una isla paradisíaca, que alberga la sociedad republicana ideal. Allí no se trabaja más de seis horas diarias; no circula el dinero; no existe propiedad privada ni ambición; y sus moradores comparten entre sí los frutos de la actividad agrícola.

Moro era una persona importante en la corte inglesa. Fue parlamentario, ocupó la noble función de Lord Canciller y obtuvo la confianza del rey Enrique VIII. El monarca se enamoró de Ana Bolena en 1533 y decidió separarse de su esposa Catalina de Aragón, y volver a casarse por lo religioso con la nueva mujer.

Eso contrariaba todos los preceptos de la Iglesia Católica, que no admite el divorcio y mucho menos el volver a casarse por el rito religioso. Ante la oposición del papa, Enrique VIII, rompió con Roma y fundó su propia Iglesia, la Anglicana.

Tomás Moro, que era católico practicante, se opuso a la decisión del rey y lo denunció como hereje. El rey mandó apresarlo. Llevado a juicio, fue condenado a muerte por decapitación. En 1935 la Iglesia Católica lo proclamó santo, siendo considerado como el patrono de los políticos.

El cine lo plasmó en “Un hombre para la eternidad”, dirigida por Fred Zinnemann, película que ganó seis Oscar en 1966.
En la Utopía de Moro reina la justicia y la buena administración. En los países capitalistas, el poder es antiutópico o distópico por naturaleza. Gobiernos otrora progresistas, de leones bravos se convirtieron en dóciles corderos del rebaño neoliberal.

“Utopía” es una crítica al ambiente político de la Inglaterra del siglo XVI, en la que predominaban la ambición de poder, la corrupción y la incompetencia. En la isla de Utopía reina la justicia y la buena administración. Todos sus habitantes son felices en esa tierra ecológicamente sustentable.

En expresión de Michelet, “cada época sueña su futuro”. La antigüedad concibió la Arcadia, y Platón la República ideal. La obra de Moro inspiró “Los viajes de Gulliver”, de Swift, y “Robinson Crusoe”, de Defoe. Más tarde inspiraría también las distopías, como “Admirable mundo nuevo”, de Huxley; “1984”, de Orwell, y “Farenheit 451”, de Bradbury.

Marx consideró a Moro un protocomunista del siglo XVI por abolir, en su isla imaginaria, la propiedad privada.

En los países capitalistas, el poder es antiutópico o distópico por naturaleza. Y tantos gobiernos progresistas que, antaño, elevaron su voz contra la explotación del capital y enarbolaron banderas progresistas, de leones bravos se convirtieron en dóciles corderos del rebaño neoliberal.

El poder, debido a las urgencias del presente, hace que se pierda la visión de futuro. Y como el poderoso tiende a perpetuarse en el cargo (véase los viejos zorros de la política brasileña), intenta reducir el proceso histórico a su momento personal. Se tiene por principio y fin, sin conciencia de que no pasa de mediador (medio) de un mandato popular.

De ahí el hecho de transformarse en una figura ridícula, sin mérito biográfico, mera caricatura de sus ambiciones desmedidas. En su pobre topía, muchos políticos ya ni divisan la utopía.

ag/fb


*Escritor y asesor de movimientos sociales.

viernes, 27 de enero de 2017

Lo que ocurre al PT en Brasil podría ocurrir en RD

Lo que le ocurre al PT en Brasil podría ocurrirle a cierto partido en RD 



Rebelión militante y renacimiento del PT

NODAL




(...) Un sentimiento e indignación y revuelta sacudió a los afiliados, simpatizantes y amigos del PT, desencadenando una reacción ruidosa para desviar al partido de la marcha de insensatez y, así, impedirle cometer lo que la historiadora Bárbara Tuchman –estudiosa de la paradoja que lleva a gobiernos, políticos y dirigentes a producir políticas contraproducentes que contrarían sus propios intereses y objetivos estratégicos- llamaría locura política.

¿Cómo justificar la alianza con los golpistas que derrocaron a la presidenta Dilma Rousseff, los asesinos del Estado de Derecho y de la democracia, sabiendo que esta escogencia no tendría absolutamente ninguna eficacia para detener la evolución del golpe y la profundización del régimen de excepción, la restauración ultraliberal y la regresión de las conquistas sociales?

Es un error gravísimo, con prejuicios simbólicos irreparables. Y es, al mismo tiempo, la culminación de la política desastrosa y contraproducente que dirige y comanda al PT desde hace muchos años.
Es, en síntesis, síntoma de la falencia completa de dirección partidaria.

En el último período, la tibieza de la dirección se destacó de modo especial. Con inapetencia política e incapacidad dirigencial, el PT no consiguió disputar y ofrecer rumbos correctos al gobierno de Dilma, para evitar los equívocos que finalmente fueron cometidos por el gobierno y que acabaron por debilitarlo durante la conspiración oligárquica liderada por Cunha y Temer.

En la lucha contra el fraude del impeachment (juicio político) si no fuera por la temeridad y combatividad de los parlamentarios petistas, el Partido no se habría notado, debido a la timidez, vergüenza y falta de atrevimiento político de la dirección, que lo hizo coadyuvante de la extraordinaria resistencia democrática que tomó las calles del país.

La rebelión militante significa, por eso, la recusación de ese comando partidario que, si es mantenido, terminará llevando al PT a la autodestrucción, la pérdida de militancia orgánica, de apoyo social y de la identidad popular: podrá llevarlo a una derrota trascedente.

La erupción que sacude al PT indica la impaciencia de la base partidista con la dirección: o el PT cambia y se renueva, o no podrá evitar la diáspora de afiliados, militantes e incluso de parlamentarios.

El PT esta ante una gran oportunidad de reconciliarse con su trayectoria original, una oportunidad de renacer a partir del reencuentro con los valores que son la razón de su existencia: la ética política, la independencia de clase, la democracia, el anticapitalismo, el feminismo, el antirracismo, el compromiso con la emancipación de los subalternos y con la construcción de una Brasil igualitario y soberano.

La rebelión militante demuestra la vitalidad partidaria que sobrevive a la tentativa fascista de exterminio de la “raza petista” y, sobre todo, traduce la creencia de los petistas en la pertinencia histórica del PT.

Para corresponder a esta aspiración de sus bases, el PT necesita cambiar, urgentemente. Esta es la oportunidad de renacimiento del PT.

Jeferson Miola es integrante del Instituto de Debates, Estudios y Alternativas de Porto Alegre (Idea), fue coordinador-ejecutivo del 5º Foro Social Mundial y director de la Secretaría Administrativa del Mercosur.


Imágenes Rusas de mitad siglo IX

El Imperio ruso en antiguas tarjetas postales:

El explorador estadounidense George Kennan conoció diferentes lugares del Imperio ruso durante los tres viajes que realizó en la segunda mitad del siglo XIX. Estas visitas permitieron que el norteamericano elaborara centenares de tarjetas postales, en las que reflejó la diversidad étnica, social y religiosa que poseía la región en esa época.








José Martí a 164 años de su nacimiento

La ruta cubana de José Martí
Por Jorge Petinaud Martínez

Este 28 de enero se cumplen 164 años del del nacimiento de uno de los hombres más ilustres de América, José Martí. Las huellas de su pensamiento y de su andar están aún frescas en varios lugares de su tierra natal.


Breve fue su existencia: 42 años, tres meses y 19 días. De ellos, en el destierro más de la mitad.


Sin embargo, fue tal su consagración a la forja de una patria, que el lapso relativamente breve en que se desplazó por limitados espacios de este archipiélago trazó una ruta digna de recorrer. Ese periplo contribuye a comprender cómo se conformó la personalidad del más universal de los cubanos.Apóstol 



del nacimiento de uno de los hombres más ilustres de América, José Martí. Las huellas de su pensamiento y de su andar están aún frescas en varios lugares de su tierra natal.

Breve fue su existencia: 42 años, tres meses y 19 días. De ellos, en el destierro más de la mitad.

Sin embargo, fue tal su consagración a la forja de una patria, que el lapso relativamente breve en que se desplazó por limitados espacios de este archipiélago trazó una ruta digna de recorrer. Ese periplo contribuye a comprender cómo se conformó la personalidad del más universal de los cubanos.

El Museo Casa Natal de José Martí, de la Oficina del Historiador de Ciudad de La Habana, es un excepcional punto de partida. La institución posee la mayor colección de objetos que se atesoran en Cuba, relacionada con la vida y la obra del Héroe Nacional.

Construida a inicios del siglo XIX, esta sencilla casa de típico estilo colonial perteneció inicialmente a una congregación religiosa, y en 1852 su nuevo propietario la alquiló a dos familias emparentadas, una de las cuales era el joven matrimonio que formaban el valenciano Mariano Martí y la canaria Leonor Pérez.

De ellos nació en 1853 el primogénito, José Julián, quien vivió en el lugar hasta los tres años de edad.

El museo posee siete salas permanentes y un área de exposición transitoria, a las cuales se anexan los restos de la Real Cárcel de La Habana.

En la Sala I de la planta alta, una tarja señala que esa fue la habitación del nacimiento de Martí. Aquí se exponen objetos relacionados con su infancia, adolescencia y juventud, entre ellos la primera carta que escribió a los nueve años, cuando acompañó a su padre a la zona conocida como Hanábana, cerca de Jagüey Grande, en la actual provincia de Matanzas, donde su progenitor se desempeñó durante algún tiempo como capitán juez pedáneo.

Otras salas recogen los testimonios del período de deportación hacia España en 1871, sus viajes a México y Guatemala y la participación de Martí en prestigiosas instituciones culturales durante su breve estancia en La Habana después de la firma del Pacto del Zanjón (10 de febrero de 1878).

Así mismo, la muestra incluye su presencia en Estados Unidos (1880-1895), y el período que vivió en Venezuela, además de la designación como cónsul en Nueva York de Uruguay, Paraguay y Argentina, cargos a los que renunció en aras de su quehacer independentista.

El ambiente de la oficina de Martí en Nueva York, sede del Partido Revolucionario Cubano en su etapa de organización y funcionamiento está recreado en el museo, así como el accionar del Delegado de esa organización política en los preparativos e inicio de la Guerra Necesaria, como él la llamó.

Otra parte de la casa museo sintetiza la última etapa de la vida de Martí, la estancia en Montecristi y la travesía desde Cabo Haitiano hasta la caída en combate en Dos Ríos, en la antigua provincia de Oriente.

EN EL ENTORNO HABANERO 

Apenas a unas cuadras de la Casa Natal, en la calle Cárcel entre Zulueta y Prado, están los restos de la antigua Real Cárcel de La Habana.

De este edificio construido entre 1835 y 1839, se conservan la capilla y cuatro celdas bartolinas. Aquí estuvo preso a los l6 años de edad, condenado a seis años de trabajos forzados por el delito de infidencia.

Por varios meses, el preso 113 â€'Martíâ€' caminó a duras penas por la calle de San Lázaro al amanecer y regresó bien avanzada la tarde, junto a los demás reclusos, arrastrando las cadenas atadas en un extremo a una pesada carga y en el otro al grillete que le oprimía el tobillo, en un itinerario que iba del infierno de la cárcel al dolor infinito de la sección La Criolla, de las canteras.

La Fragua Martiana, antigua zona de esas canteras, es otro punto esencial de la ruta cubana de José Martí. Por eso en ocasión de su sesquicentenario fue develada aquí la escultura de bronce, a tamaño natural, El Preso 113, creada por el artista José Villa Soberón.

Por gestiones de la familia, el joven Martí fue trasladado a la finca El Abra, de José María Sardá, en Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud), donde permaneció recuperándose, hasta que partió, desterrado, hacia España.

Esta hacienda se conserva como museo. Pero si el viajero dispone de escaso tiempo, en el entorno de Ciudad de la Habana puede encontrar muchos lugares relacionados con su vida y con su obra, unos tal vez más conocidos que los otros.

Un indiscutible símbolo de la ciudad es la estatua de mármol blanco ubicada en el Parque Central, inaugurada el 24 de febrero de 1905, la cual sustituyó a la de Isabel II, de España.

A 50 metros de allí, en la acera opuesta del Paseo de Prado, en el hotel Inglaterra, fue restaurado el café El Louvre, donde Martí pronunció un discurso en 1879 ante jóvenes e intelectuales de la época en honor a Adolfo Márquez Sterling, digno periodista. Una tarja deja constancia de aquel acontecimiento.

No muy lejos â€'y este sitio es menos conocidoâ€', en Prado y Animas â€'muy próximo al actual restaurante Prado 264 se conserva en buen estado la edificación en la cual radicó el Colegio San Pablo, de Rafael María de Mendive, donde Martí expresó sus primeras inquietudes independentistas a través de los versos del poema Abdala, antes de cumplir 16 años.

Y en la intersección de las calles Industria y San Miguel, en un inmueble marcado con el número 320, estuvo la vivienda de la familia Valdés Domínguez, entonces con el número 122, la cual fue muy frecuentada por el autor de El Presidio Político en Cuba.

Fue allí donde escribió a Carlos de Castro y de Castro, condiscípulo incorporado a los cuerpos de soldados voluntarios españoles la misiva que lo llevó a prisión por calificarlo de apóstata.

Bien cerca, en Amistad entre Neptuno y Concordia, en la humilde casa que estuvo marcada con el número 42 y que hoy no tiene numeración, residió José Martí junto a su esposa Carmen Zayas Bazán y su pequeño hijo José Francisco, en l879, etapa que describe en los versos de su poema Ismaelillo.

Por aquellos días se desempeñaba como pasante de abogacía en el bufete de Miguel F. Viondi y de Nicolás Azcárate, sito en Empedrado número 2, y conspiraba junto a Juan Gualberto Gómez contra el colonialismo español.

Al ser descubierto fue detenido en su casa y conducido a la antigua jefatura de la Policía, en Empedrado y Monserrate, hoy una de las instalaciones de la Contraloría General de la República, de cuyas celdas partió hacia su segundo y último destierro.

Se dice que la vigilancia de los agentes secretos del régimen español se había estrechado contra José Martí desde aquel día de l879 en que pronunció un encendido discurso patriótico en el Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa ante el mismísimo Capitán General de la isla de Cuba.

Alguien trató de restarle importancia al desagradable momento que vivió la máxima representación de la Corona en Cuba, susurrándole que el joven Martí estaba loco. Y cuentan que el déspota respondió: 'Este Martí es un loco, pero un loco peligroso'.

En el Museo Municipal de Guanabacoa se conserva el podio desde el que el autor de la carta inconclusa del 18 de mayo de 1895 a su amigo mexicano Manuel Mercado pronunció aquella vehemente pieza oratoria.

Y como colofón de este itinerario martiano en el entorno habanero, sobresale el Memorial José Martí, ubicado en la Plaza de la Revolución, donde millones de cubanos se han reunido reiteradamente desde 1959 para proclamar en asamblea pública su voluntad de realizar y preservar su utopía política y social.

En la base del Memorial, el visitante puede recibir una amplia información gráfica y textual acerca de su vida y obra.

Una visión integral y más completa del Héroe Nacional de Cuba logrará el visitante si en su ruta martiana se asoma a Playitas de Cajobabo, en la actual provincia de Guantánamo, punto de desembarco de Martí y el generalísimo Máximo Gómez en abril de 1895.

Más aun, recibirá una visión asombrosa de la flora y de la fauna endémica, si guiado por las páginas del Diario de Campaña de José Martí continúa su itinerario senderista hasta llegar a Boca de Dos Ríos, en la provincia, donde como lo deseó, de cara al sol y en combate, dedicó a Cuba su último aliento.

Entonces, el amigo que ha llegado hasta aquí en la ruta cubana de Martí, sentirá la necesidad de dirigirse a Santiago de Cuba, al cementerio Monumento Nacional de Santa Ifigenia.

Una vez en el panteón del autor de los Versos Sencillos colocará un ramo de flores y rendirá homenaje a la bandera de la estrella solitaria.

Solo a unos pasos, una piedra traída de la Sierra Maestra que en su interior conserva las cenizas del autor de La Historia Me Absolverá y está identificada solamente con el nombre de Fidel, confirma el concepto martiano de que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz.

El visitante sentirá a esas alturas la necesidad de realizar otra ofrenda floral, y entonces podrá sentirse honrado, recordando a quien sentenció que 'honrar, honra.' 

rc/jpm




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El nuevo orden mundial

China dice estar dispuesta a dirigir el mundo si fuera necesario

Un alto funcionario del Ministerios de Exteriores chino declaró que su país se verá obligado a asumir el liderazgo global si EE.UU. materializa su política de 'Estados Unidos primero'.


Jerry LampenReuters

Un alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores chino ha dado a entender que Pekín podría recoger la antorcha del liderazgo global si ninguna de las otras potencias se decide a hacerlo.

Estas declaraciones hacen referencia al hipotético caso de que los Estados Unidos liderados por Donald Trump decidieran abandonar sus tradicionales políticas internacionalistas para centrarse en asuntos domésticos.

"Si alguien dijera que China está desempeñando un papel de liderazgo en el mundo, yo contestaría que esto no sucede porque nuestro país luche por el primer puesto, sino más bien porque los principales candidatos han dado un paso atrás, dejando ese lugar a China", dijo este lunes Zhang Jun, director general del Departamento de Economía Internacional del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, informa la agencia Reuters.

El funcionario agregó que, de producirse ese escenario, China no rechazaría la oportunidad de dirigir el mundo si fuera necesario y sirviera para el bien común.

Zhang hizo estos comentarios tras el discurso del presidente de China, Xi Jinping, en el Foro Económico Mundial de Davos la semana pasada. En su intervención, Xi defendió los beneficios de la globalización y advirtió sobre los peligros del aislamiento a los que Washington se podría enfrentar si el presidente estadounidense, Donald Trump, decidiera materializar su política de 'Estados Unidos primero' declarada en su discurso de investidura.
Guang Niu / Getty Images

Ese día, Trump prometió a sus ciudadanos que Washington no sacrificaría las necesidades de los estadounidenses de a pie por el bien de las naciones extranjeras.

En respuesta a estas declaraciones, el presidente chino comparó las políticas proteccionistas prometidas por el mandatario estadounidense con "encerrarse a sí mismo en un cuarto oscuro" sin luz y sin aire.

Xi también declaró que China no usaría la devaluación de la moneda como herramienta para obtener ventajas competitivas sobre otros países, respondiendo así a las numerosas acusaciones de Donald Trump de competencia desleal.

Las tensiones entre EE.UU. y China han ido en aumento después de que Trump se convirtiera en el primer presidente de Estados Unidos, desde 1979, en contactar directamente con un líder taiwanés, tras mantener una conversación telefónica con la presidenta Tsai Ing-wen después de su victoria en las elecciones norteamericanas.

Aunque Trump insistió en que la conversación que habían mantenido no tuvo ningún significado político, el hecho provocó un escándalo diplomático que no parece mostrar signos de amainar.



jueves, 26 de enero de 2017

La verdad es siempre revolucionaria



Mis amigos alemanes, residentes en Leipzig, acaban de hacerme un regalo maravilloso. Tiene que ver con Stalingrado, la derrota nazi en la II Guerra Mundial y el inicio de la victoria sobre el fascismo.

Lo malo que han tenido los soviéticos es que no tuvieron mucho interés en que se conociesen las historias, militares y humanas, de lo que aconteció en esa guerra fuera del territorio de la URSS. Eso dejó el campo libre para que se reescribiese la Historia, con mayúsculas, de la mano de los falsificadores habituales: Hollywood y los académicos occidentales. Un ejemplo es la historia sorprendente, por ser única en el mundo, de "Las brujas de la noche", que os relaté hace más de dos años.

Sobre Hollywood no voy a hablar, solo os recordaré algo que publiqué hace mucho tiempo y que merecería la pena que releyeseis:  lo titulaba "Otra de espías (y de imbéciles)" y añadía documentos originales del Ejército de Tierra y de la Marina de EEUU diciendo qué películas y documentales son los que hay que ver, cuáles no y cómo el Pentágono diseña unos guiones y censura otros de los que tiene en mente Hollywood. Ponía como ejemplos "Iron Man", "Gozdzilla", "Transformers" o "Supermán, el hombre de acero", entre otros muchos casos y no sólo de cine.

Pero sí voy a hablar de los académicos occidentales y de los historiadores. Al igual que la Academia de la Historia del Estado español (España, para otras latitudes) tardó cuatro años, desde el 2011 al 2015, en aceptar que Franco había sido un dictador, en otros lugares pasa lo mismo. La Historia la escriben los vencedores. Pero en la historia de la II Guerra Mundial con el principal vencedor, la Unión Soviética, no ocurrió lo mismo. Fue ninguneada (¡fantástica palabra mexicana!), su papel tergiversado y muy frecuentemente, manipulado hasta el bochorno.

Uno de los principales académicos occidentales sobre la batalla de Stalingrado es el británico Antony Beevor, que siempre ha defendido más a los nazis que a los soviéticos. Normal. Este personaje se ha atrevido a decir que no fue la batalla más importante de la II Guerra Mundial ni la que decidió esta guerra. Una de sus tesis principales es que la ejemplar resistencia de los soviéticos en Stalingrado se debió "al terror que sentían [los soldados] hacia los comisarios políticos, que ejecutaban a quien no combatiese". Y dijo que cerca de 13.000 soldados del Ejército Rojo habían sido fusilados por ello. La película "Enemigo a las puertas" abunda en esta tesis.

Como pasa siempre, tarde o temprano se conoce la verdad y ésta, como dijo Lenin (otros ponen esta frase en Gramsci, y otros en el francés Rolland), es siempre revolucionaria.

Durante años han estado casi desaparecidos unos papeles llamados "Protocolos de Stalingrado" qurecogen testimonios de primera mano de los soldados soviéticos que combatieron y derrotaron a los nazis en esa ciudad. Ahora han aparecido -bueno, hace unos años, pero ahora han podido ser estudiados en profundidad- y se llega a conclusiones sorprendentes que ponen del revés las teorías académicas del "experto" Beevor. Quien habla de ellos es un académico alemán, Jochen Hellbeck, quien ha hurgado en esos papeles durante 15 años.

Por ejemplo, en lo relativo a las ejecuciones por no combatir. Según esos documentos, fueron 300, y no 13.000, los soldados soviéticos a quienes se les aplicó la pena. Coincidiréis conmigo en que es una diferencia sustancial. Luego alguien miente aquí, y no son los soviéticos. Gran parte de esos documentos fueron recopilados por la Comisión de la Historia de la Segunda Guerra Mundial, que dirigía Isaak Izrailevich, con la pretensión de que todos quienes participaron en esa gesta, la defensa de Stalingrado, fuesen soldados rasos u oficiales, expresasen pensamientos, sentimientos y experiencias de lo que allí ocurrió.

Las conclusiones son sorprendentes, como recogen los documentos. Hellbeck revela que los soldados soviéticos no tenían miedo a los comisarios políticos, al contrario. Dice que éstos "se esforzaron por motivar a los soldados y responder a sus inquietudes para aumentar su moral combativa", que "como comunistas devotos, consideraban que era una desgracia no ser el primero en llevar a los soldados a la batalla" y que, como consecuencia de sus actos, el número de miembros del Partido Comunista ascendió entre los meses de agosto y octubre de 1942 -los más duros de la batalla de Stalingrado- de los 28.500 a los 53.500, "lo cual dice mucho de su labor". Hellbeck ahonda y ahonda en ello y las conclusiones son tajantes y le llevan a dar todo un bofetón a Beevor al afirmar que "el Ejército Rojo era un ejército político". Pero Beevor no está solo, hay muchos otros historiadores, británicos y estadounidenses sobre todo, que insisten en la misma monserga de minimizar la importancia histórica de Stalingrado. Este hatajo de revisionistas históricos ha llegado a decir que "la valentía de los rusos [durante esa guerra] es un mito". De lo que no hablan es de cómo EEUU utilizó a más de 1.000 agentes de inteligencia nazis, expertos en la URSS, como "informantes" después de la II Guerra Mundial, según dicen los propios medios de propaganda estadounidenses.

Pero la verdad es la que es y siempre es revolucionaria. Este hatajo de payasos que van de historiadores no se molestarán en leer los "Protocolos de Stalingrado". Ni falta que hace.


Pero los testimonios que aparecen en ellos son esclarecedores. "El comisario Piotr Molchanov llegó a mi trinchera, en la que estaba casi solo, no veía a nadie a parte de mi vecino y camarada, y me saludó dándome ánimos; eso fue de una enorme importancia para mí porque no me sentí olvidado", dice uno de los soldados. Otro, de la División 38 de Fusileros, cuenta: "el comisario Izer Ayzenberg, recorría las trincheras con su maleta de agitación, como la llamaba. Llevaba folletos y libros, pero también juegos como el ajedrez y el dominó. Si había que hablar de política, se hablaba; si había que jugar, se jugaba. Eso era muy importante y nos daba una gran dosis de moral".

Otro dice que llegó a una posición en la que todos estaban muertos, con la piel y las uñas arrancadas. "A uno le habían quemado la cara y tenía en la sien derecha una herida hecha por una pieza de hierro al rojo vivo. Eso hizo que se acrecentase nuestro odio hacia el enemigo, hacia el invasor". Otro, francotirador, añade: "sólo teníamos ganas de matar alemanes, tantos como nos fuera posible. Cuando maté al primero me sentí muy mal, había matado a un ser humano, pero luego pensé en lo que hacían, en lo que habían hecho por los pueblos y aldeas y ya no tuve piedad. Siempre que podía les disparaba a la cabeza".

Los "Protocolos de Stalingrado" recogen cómo el general soviético Konstantin Rokossovsky ofreció al general alemán Von Paulus una rendición honrosa, pero que se negó a ello a instancias de Hitler. Pero ni siquiera hizo lo que Hitler suponía que iba a hacer, suicidarse.

Así lo cuenta el teniente coronel Leonid Vinokur, el primero en ver a Von Paulus: "se tumbó en la cama en cuanto entré, se quedó tumbado en su abrigo, con la gorra puesta. Tenía una barba incipiente de dos semanas y parecía haber perdido todo valor. La suciedad y los excrementos humanos y quién sabe qué otra cosa, hedían en la estancia. Había dos baños y un letrero en el que se leía que no se autorizaba su uso a los rusos [colaboradores, "hiwis", como despectivamente se les denominaba, apócrifo de la palabra alemana Hilfswillige que significa ayudantes voluntarios]. Se podía haber suicidado, pero tanto él como su equipo decidieron no hacerlo". El general Iván Burmakov, otro de los testigos de ese momento, dice: "eran tan cobardes que no tenían el valor de morir".

Stalingrado será siempre Stalingrado. Con todo lo que significa. En Rusia hay cada vez un mayor movimiento para que esta ciudad recupere su nombre y no sólo unos días al año, como ocurre ahora cuando se conmemora la fecha de la rendición del ejército nazi de Von Paulus.

Alemania se embarca ahora en otra carrera armamentística y agresiva. Debería aprender de la Historia, que no se puede ocultar mucho tiempo y la verdad acaba saliendo a la luz. Y siempre es revolucionaria.

Y si queréis ver una película rusa sobre Stalingrado, diferente y sorprendente, humana, aquí tenéis el enlace. Recomendarla por ahí.

El Lince

Cunde el panico en las élites europeas


Un espectro se cierne sobre Europa



Las élites europeas, están asustadas, muy asustadas. Un espectro se cierne sobre Europa. Y sólo se les ha ocurrido recurrir a lo mismo que sus mayores del Partido Demócrata de EEUU: los rusos tienen la culpa de todo lo que está pasando.



Mientras los wahabíes seculares (antes llamados progres) andan discutiendo si son galgos o podencos y si llegan a acuerdos sobre tal o cual sillón en las listas, las élites europeas avanzan que es una barbaridad. Lo de avanzar es un decir. No avanzan, se bunquerizan y nos hacen retroceder en lo poco que se había avanzado.



El Centro de Comunicación Estratégica de la OTAN (StratCom) acaba de decir que Rusia está interfiriendo las elecciones francesas, alemanas y holandesas con noticias falsas. "Existe una enorme campaña, de largo alcance, al menos en parte organizada, de desinformación contra la UE, sus políticos y sus principios", dicen estos angelitos que nunca han hecho lo mismo con otros, por supuesto. No vas a comparar a los angelitos demócratas con los demonios totalitarios.



Estos angelitos demócratas que velan por mi bienestar y seguridad (y la vuestra) dicen que "es altamente probable que Rusia vaya a tratar de influir en las elecciones europeas como lo hizo en los EEUU" y que "el objetivo número uno de esta campaña es Ángela Merkel, que está siendo sometida a un bombardeo de noticias falsas sobre su política con los refugiados y por su apoyo a las sanciones económicas contra Rusia".



El StratCom fue creado por en 2015 para "contrarrestar la propaganda y la desinformación de Rusia" y dice que en este tiempo ha recopilado ni más ni menos que "2.500 ejemplos de historias que se contradicen con los hechos públicos", que "se han publicado en 18 idiomas" y que "no hay duda de que la campaña de desinformación pro-Kremlin es una estrategia orquestada".



 ¡Qué vergüenza, es que no se puede consentir! Sobre todo porque "el objetivo de esta campaña de desinformación es debilitar y desestabilizar Occidente, explotando las divisiones existentes o creando otras nuevas artificiales".



¿Qué, cómo se os queda el cuerpo? Estas noches de 2017 no voy a dormir (espero que os pase lo mismo), voy a tener pesadillas con el espectro que se cierne sobre Europa (y casi el mundo, si se me apura): el hacker ruso. Ese malvado personaje que lo único que quiere es arruinar la democracia occidental, esa que nunca agrede a nadie ni impone a base de sangre y lágrimas sus valores democráticos. No sé, por un momento casi pierdo el sueño recordando cosas como la guerra contra la ex Yugoslavia, Kosovo, Afganistán, Irak, Libia, Siria... Pero no, son situaciones en las que he podido dormir tranquilo porque los angelitos del StratCom me protegen con sus verdades y lo que allí se hizo y se hace (que, por supuesto no son atrocidades, eso formaría parte de la desinformación del malvado hacker ruso) es por mi bien y mi seguridad (y la vuestra).



Siempre me han dado miedo los fantasmas, sobre todo los que van de blanco (como me imagino a los angelitos del StratCom). Por el contrario, nunca he tenido miedo de los fantasmas que van de rojo.



Marx y Engels eran dos genios porque en el prefacio del "Manifiesto Comunista" dicen: "Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar, Metternicht y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes". De eso hace ya mucho tiempo. Por eso, la lástima es que espectro que se cierne sobre Europa (y casi sobre todo el mundo) y que, como entonces, tiene en vilo a las élites no es hoy el comunismo.



El Lince

domingo, 22 de enero de 2017

Cuba en perspectivas literarias desde "Casa de las Américas"




Descolonización de la Lectura: El Legado de La Casa
Por: Silvio Torres-Saillant

Buenos días. Agradezco a los astros, las circunstancias y las voluntades que se han alineado para propiciar mi participación en esta significativa edición 58 del Premio Literario Casa de las Américas. Es un privilegio venir a la Casa a compartir labores con distinguidas figuras del arte literario, el pensamiento y la erudición procedentes de toda la anchura del hemisferio—Norte, Centro, Sur y Antillas—además de España. Por ese privilegio, quedo endeudado con el Presidente de la Casa, el poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, y con el Consejo de Dirección por haber tenido a bien invitarme a formar parte del jurado y asignarme estas palabras de apertura. Doy infinitas gracias a los dirigentes en los distintos estamentos organizativos de la Casa con quienes he tenido mayor comunicación, especialmente al director del Centro de Investigaciones Literarias Jorge Fornet Gil y a colegas como Yolanda Alomá Reyna y Juan Mesa Díaz, quienes han puesto cuidadosa atención a los detalles logísticos esenciales para traerme a esta Sala Che Guevara tan colmada de historia y de memoria.

Al pueblo cubano hay que agradecerle que protagonizara aquella gesta libertaria que todavía, a la vista retroactiva de seis décadas después, sigue pareciendo inconcebible. Con sus barbudos al frente, este pueblo la logró y con ella dió al resto del hemisferio razón para soñar la utopía de una sociedad igualitaria como meta factible. El contacto con esa epopeya comenzó temprano para mí. De niño en Santiago de los Caballeros, República Dominicana, veía a mi madre Aida juntarse con vecinas en el cuarterío donde vivíamos a escuchar noticias de los barbudos en una de las viviendas que tenía un radio equipado para recibir trasmisiones desde Cuba. Aida no llegó a un alto nivel escolar. Dudo que terminara la primaria. Pero algo le inducía simpatía por lo que hacían los barbudos. No era pequeño el número de vecinos y vecinas de origen humilde que compartían esa simpatía por la rebeldía que efervecía en Cuba.

El número de simpatizantes se fue achicando, sin embargo, en la medida en que se intensificaba la campaña difamatoria contra esa Cuba cundida por el “comunismo ateo y disociador”. La nueva Cuba lucía demoníaca en los relatos ofertados por los medios de prensa nacional, la Iglesia, el gobierno y la potente radioemisora internacional La Voz de los Estados Unidos de América, que se sintonizaba diariamente en la zapatería de mi tío Pompo, donde comencé a trabajar desde los diez años. De una revista de historietas, o “munequitos” como entonces les llamábamos, que se distribuía gratis en una campaña de alfabetización, en particular un número que traía el relato de un lanzador en el marco del béisbol cubano durante el gobierno revolucionario. Se trataba de un lanzador exitoso cuya carrera se interrumpe debido a una enfermedad grave que lo aflige de repente, dejándolo al borde de la muerte. La familia es pobre y muy devota en su fe cristiana. En el hospital, los médicos se desentienden del paciente y en esa coyuntura el hijo del lanzador, un chiquillo de alrededor de diez años, deseperado, busca la manera de metérsele en la oficina al director del hospital. Con amabilidad burocrática, el señor director escucha el angustioso drama que vive la familia y le pregunta al niño si la familia ha hecho algo para ayudar al enfermo. El interpelado le habla de los rezos y la súplica a Dios para que le devuelva la salud, a lo cual el director responde recomendándole que regrese a casa y que con su familia repitan la petición religiosa y que vuelva al día siguiente a su despacho a contarle el resultado antes de considerar medidas alternativas. El diligente niño sigue el consejo del director, regresando al otro día a contarle frustrado que la salud de su padre seguía grave no obstante los padrenuestros y las avemarías que la familia había entonado. Entonces, con teatral empatía, el señor director sugiere al niño volver a repetir la operación pero esta vez dirigiendo su pedido no a Dios, sino a Fidel. Consciente de que el chiquillo seguiría el consejo, el director dispone de inmediato que el lanzador sea recluido de nuevo en el hospital y sometido al más esmerado cuidado médico, tras lo cual el paciente da visos de recuperación, y, en poco tiempo, puede regresar al montículo y retomar su exitosa carrera de béisbol. Discursiva y gráficamente la citada edición de los muñequitos hace ver que al final el hijo del deportista termina convencido de que Fidel puede más que Dios. También se suponía que yo, como lector infantil del texto, quedara indignado por las argucias de que eran capaces las autoridades cubanas con el fin de separar a la población de su fe religiosa.

Quizás debido debido al éxito de campañas como la que dramatizaba el relato sobre el lanzador enfermo, para los años de mi adolescencia ya tenía uno que haberse politizado y haber aprendido a reconocer la lógica de la injusticia y la desigualdad en su enorno inmediato para tener la simpatía por el proyecto cubano que mi madre, sin esa formación, había valorado desde los momentos de la Sierra Maestra y la entrada triunfal a La Habana en enero del 59. Pero, en términos generales, los dominicanos han preservado la solidaridad con la Cuba revolucionaria. Supongo que ello se deberá a los muchos momentos en que nuestros dos pueblos se han echado una mano en la lucha contra la opresión, cooperación que viene desde el siglo XVI con la resistencia del líder taíno Hatuey, quien combatió la invasión española en Santo Domingo y, luego, al enterarse de que el conquistador Diego Velázquez allá preparaba la avanzada hacia Cuba, se le adelantó, viniendo con su contingente de correligionarios a alertar a la población y junto a ella montar la resistencia. Su muerte acá, como la cuenta Bartolomé de las Casas, dejó un ejemplo imperecedero de dignidad. Siglos después, el libertador Antonio Maceo encontraría en la ciudad de Puerto Plata y en el brazo del líder anticolonialista dominicano Gregorio Luperón, un refugio importante ante la persecución tenaz de las fuerzas del gobierno colonial español. Se recuerda la participación de los hermanos Marcano y de Máximo Gómez en la Guerra de los Diez Años, e igual perdura en la memoria aquella evocadora reunión de 1895 entre Gómez y José Martí en la ciudad dominicana de Montecristi, donde acordaron la logística, y redactaron el Manifiesto que anunciaría al mundo la visión liberadora detrás de la guerra independentista cubana que arrancaría a partir de ahí.

El Movimiento 26 de Julio y el gobierno cubano que comenzó en enero del 1959, fueron alicientes importantes para los dominicanos que resistían la cruenta, genocida y espeluznantemente corrupta dictadura del estuprador y cleptócrata Rafael Leónidas Trujillo. La frustrada expedición antitrujillista que zarparía en el 1947 desde Cayo Confites, una isla en la geografía de Camagüey, no solo contaba con el apoyo decisivo de revolucionarios cubanos sino que Fidel mismo figuraba entre los expedicionarios que intentarían derrocar el funesto régimen trujillista. La expedición conocida por el nombre de Constanza, Maimón y Estero Hondo, la cual sí zarpó el 14 de junio de 1959 y que sufrió una derrota lamentable en el encuentro con el ejército de Trujillo, se había entrenado en Cuba, principalmente en Pinar del Río, y contaba entre los combatientes al Comandante Delio Gómez Ochoa, un integrante del Movimiento 26 de Julio que traía experiencia guerrillera de la Sierra Maestra. La Revolución Cubana operó como una constante fuente de inspiración para los dominicanos en los años posteriores al ajusticiamiento de Trujillo, especialmente durante los sesenta y los setenta cuando los sectores que aspiraban a la transformación social siguieron activos y altivos en la esperanza de extirpar las rémoras del trujillato que siguieron tronchando el anhelo de los sectores populares de tener una sociedad con un mayor grado de inclusión, justicia e igualdad, es decir, una sociedad donde ellos cupieran.

Ya yo tenía uso de conciencia en abril de 1965 cuando se dió la gesta libertaria contra los golpistas que dos años antes habían derrocado el gobierno de Juan Bosch, un personaje muy valorado en el hemisferio pero que en Cuba goza de un aprecio especial. Aparte de su prestigio literario, Bosch había hecho credenciales en la lucha antitrujillista durante los años de su largo exilio político. Cuando la caída del régimen, el activismo nacional y la presión internacional posibilitaron el regreso de los disidentes y la apertura del mercado electoral, Bosch se elevó como el candidato presidencial en quien los sectores populares cifraban las mayores esperanzas de cambio benéfico para ellos. En el exterior había fundado el Partido Revolucionario Dominicano, y en su prédica había abogado por una reforma agraria que diera control a los campesinos de la tierra que ellos trabajaban. El uso frecuente de la palabra “revolución” en el léxico de su campaña y las medidas de reivindicación social que prometía en su plataforma política lo enemistaron con la Iglesia, cuyos prelados procedieron a acusarlo de “marxista-leninista”. Después, disputas varias, incluyendo un debate televisado de tres horas con un jesuita derechista, la iglesia consintió en retirarle a Bosch el peligroso epíteto, y el candidato pudo derrotar a su contrincante conservador. Una vez en el Palacio Nacional, Bosch comienza a levantar nuevas sospechas. Durante su gobierno se registran cambios preocupantes: una nueva Constitución que ofrecía garantías a la case obrera, un cierto grado de secularización en la sociedad, la acreditación de partidos de izquierda y la reducción del latifundismo. A los 7 meses, ya la vieja oligarquía no podía soportar más. Así, prelados, empresarios, militares y la Embajada de los Estados Unidos unieron esfuerzos para deponer al presidente constitutional.

El derrocamiento de Bosch, la sucesión de gobiernos militares y civiles, cada uno con menor interés en las libertades civiles de la ciudadanía, el levantamiento de abril de 1965 – o la Revolución de Abril, como le llaman los patriotras -, el casi triunfo revoluicionario y la inviasión enviada por Estados Unidos para impedir “otra Cuba”. La solidaridad cubana en todo el proceso.

Cuando los dominicanos de buena voluntad quieren momentáneamente curarse del drama social imperante que los desalienta en su país, miran a la Revolución de Abril, fijándose no en la derrota sino en lo que podría haber sido de habérsele permitido llevar a feliz término la lucha contra la lógica, la ideología, la violencia y la ética trujillista. La herencia trujillista se ha seguido manifestando en fraudes electorales, corrupción administrativa, delincuencia proliferada, brutalidad policial y esperpentos tales como una sentencia judicial cruel que en el 2013 le retiró la ciudadanía a cientos de miles de dominicanos de ascendencia haitiana, reduciéndolos a la más inenarrable indefensión. Con todo eso, la memoria de ese importante capítulo de nuestra historia ha hecho posible que los dominicanos tengan hoy un relato alternativo de lo que somos, distinto de la narrativa trujillista que siguió vigente durante los veintidós fraudulentos años de Joaquín Balaguer, y de los gobiernos liberales intercalados y posteriores.

A un cubano, el cura jesuita José Antonio Moreno, le debemos el imprescindible estudio El pueblo en armas:Revolución en Santo Domingo (1973), la traducción del original Barrios in Arms publicado originalmente en 1970. Dicha obra se basa en la tesis doctoral defendida por Moreno en la Universidad de Cornell. El jesuita había llegado a Santo Domingo 4 meses antes de estallar la insurrección con fines de colectar datos para su tesis doctoral. Cuando estalló el movimiento, Moreno se identificó con los rebeldes y, aparte de brindarles auxilio, convirtió el levantamiento en su tema de disertación. Otra importante obra surgida de la fragua donde se daban los hechos, vino de la pluma del sociólogo dominicano Franklin J. Franco bajo el título República Dominicana: Clases, crisis y comandos. El texto ofrece una aguda interpretación geopolítica de los eventos que dieron pie al levantamiento revolucionario y a las fuerzas que se combinaron para aplastarlo. Ganador del Premio Casa de las Américas en 1966, el libro se publicó en La Habana en la Coleccion Premio en el mismo año, meses antes de que las fuerzas militares estadounidenses desocuparan el territorio dominicano. Franco luego pasaría a hacerse una voz indispensable entregada por cinco décadas ininterrumpidas al esfuerzo por desmontar lo que el historiador Roberto Cassá llamara “la mentira oficial” en el discurso sobre la historia, la cultura, el origen y la identidad de la población dominicana.

Entre las figuras que se hicieron venerables en la gesta de Abril, difícil se hace omitir al poeta domínico-haitiano Jacques Viau Renaud. A los 7 años vino de Port-au-Prince a Santo Domingo con sus padres, exiliados por haber caído en desgracia con el gobierno de su país. Se educó en escuelas de Santo Domingo, y cultivó su inclinación poética escribiendo en español e integrándose al activismo literario de su generación en la capital. Al estallar la insurrección de Abril, se unió a uno de los comandos rebeldes, combatiendo con valentía y mostrando dotes de dirigencia hasta que, el 15 de junio, a la edad de 23 años, cayó víctima de un estallido de mortero disparado por las tropas de ocupación. Da gusto notar que la valoración de Jacques Viau ha ido creciendo en la literatura dominicana no solo por la fuerza sobrecogedora de sus versos, sino también por haber entregado su vida a la lucha por la dignidad del pueblo dominicano. Vale decir, que antes de que arrancara el afán actual por difundir la obra de Jacques, acá ya Roberto Fernández Retamar se había fijado en ella y la había destacado en su antología Poemas de una isla y dos pueblos: Jacques Roumain,Pedro Mir y Jacques Viau publicada por la Casa en 1974 dentro de la Colección La Honda. La selección de los versos que componen la antología es insuperable y merece ponderarse la previsión de ilustrar la creación poética de los dos pueblos de Quisqueya a través de Roumain, haitiano, Mir, dominicano, y Jacques Viau, dominico-haitiano. Con la inclusión de Jacques, el editor subvierte la binariedad y así se aparta del relato que concibe la nacionalidad haitiana y la dominicana como entidades puras, blindadas contra la hibridación, no obstante su contacto intenso desde finales del siglo XVII. Poemas de una isla y dos pueblos ayudó indudablemente a carburar el interés de la comunidad literaria dominicana en promover la obra de Jacques.

La valoracion de que disfruta hoy el legado de Jacques me convence de que, aunque no pudiera derrotar la herencia trujillista en el terreno político ni institucional, los rebeldes de Abril tuvieron un impacto sustancial que ha dejado su huella más discernible en las artes visuales y dramáticas, la literatura, el folklore y la música. ¿Quién va a olvidar ese evento sin igual llamado “Siete Días Con el Pueblo,” que en el 1974 reunió en Santo Domingo a todo un “who is who” internacional de los intérpretes de música popular con conciencia social, cubriendo la Nueva Trova, la Nueva Canción y la Canción de Protesta en sentido general? Allí estuvieron Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Los Guaraguos, Ana Belén y Sonia Silvestre para mencionar solo algunos. Montado en el segundo cuatrenio del gobierno represivo de Balaguer, el evento trasclució la unidad de sentimiento social y anhelo de justicia de Nuestra América. No creo que Siete Días Con el Pueblo hubiese podido concebirse en Santo Domingo antes de la sociedad contar con la infusión de rebeldía suministrada por la gesta de abril en la década anterior. Igual se puede rastrear la producción de pensamiento social, el estudio de la historia cultural y las prácticas religiosas y llegar a similar conclusión. El énfasis en la cuestión racial, la herencia cultural africana y la crítica de la opción Católica como norma espiritual exclusiva de la ciudadanía se ha expandido entre los estudiosos serios no obstante el implícito enfrentamiento con la epistemología trujillista—adherida al Eurocentrismo negrofóbico y a la herencia colonial—de la que nunca se han liberado nuestros gobiernos fueran de extrema derecha o liberales. La claridad moral que refleja el análisis social de Pablo Mella y la búsqueda estética atrevida en la ficción de Rey Andújar, ambos compatriotas y miembros del jurado aquí presentes, tendrán más de un origen genealógico, pero yo apuesto a que la gesta de Abril figura entre ellos.

Por lo tanto, podemos especular que las fuerzas que impidieron la transformación social que podría haberse dado en la sociedad dominicana de haber triunfado la insurrección de Abril y el surgimiento potencial de algo así como “otra Cuba”, también troncharon el posible advenimiento de la trasformación intelectual a través de algo así como otra Casa de las Américas. La transformación de la sociedad requiere un gran proyecto de deseducación y desaprendizaje que ayude a la ciudadanía a distanciarse de las fuerzas y las herencias responsables del estado de cosas que nos pone a desear el cambio. Me explico evocando mi propia experiencia. Yo crecí en un hogar donde no me faltó el contacto con la erudición. Mi padre era un gran lector y siempre nos comentaba sus lecturas. Me crié escuchando sus disquisiciones acerca de la relación del Rey Saul con David, y despotricando contra Salomón por haber derrochado el imperio que su padre David le había dejado. Los nombres de Sófocles y Esquilo se hicieron familiares desde que tuve uso de razón. Mi padre se gloriaba de que nadie en toda la región del Cibao, es decir, el norte de la República Dominicana, tenía mayor dominio de la lengua española que él. Agradezco a la influencia de mi padre, pues, el interés en el conocimiento y la pasión por entender cosas que pasaron hace muchísimo tiempo o en lugares remotos que probablemente nunca llegue a visitar.

Lo que no puedo agradecerle, porque no me lo dió, porque el mismo no lo tuvo, es una noción crítica de la política del conocimiento. Para la generación de mi padre, uno leía para superarse y se aproximaba a las obras de los grandes escritores antiguos o modernos con una suerte de veneración. Haber leído los escritos de conocidos filósofos, novelistas, ensayistas, historiadores, estadistas, teólogos y poetas—sobretodo los europeos y sus pares latinoamericanos—le merecía a uno el epíteto de culto, lo que le confería respeto y hasta le podía servir de vehículo para adquirir prestancia en la sociedad. Aprender el contenido de los textos y absorber las enseñanzas de sus autores era estudiar. Como no había expectativa de que uno pudiera querellarse con los textos, lo cual hasta podría verse como irrespeto a la eminencia de aquellas plumas sapientes, se podía encontrar en la Poética de Aristóteles aquel juicio sobre la impropiedad de poner en una pieza teatral un personaje femenino brillante o valiente por tratarse de algo incongruente con la naturaleza y no quejarse de tal aberración misógina. Mucho menos iba uno a criticarle la pésima lectura. Cuando uno lee las obras del teatro ateniense a las que Aristóteles mismo se refiere, salta a la vista lo contrario: el arrojo y el ingenio de las mujeres: Medea, Antígona, Lisístrata, en fin.

De igual manera podía uno leer en la Filosofía de la historia de G. W. F. Hegel aquello de los defectos congénitos que hacen a los negros inelegibles para formar parte de la narrativa de la experiencia humana sin fijarse en la pobreza conceptual que sustenta su aserto. ¿Cómo iba uno a cuestionar el mérito intelectual de un gigante del pensamiento occidental? O menos que no se percate uno del problemita que tienen los gigantes según explicó el poeta Pedro Mir, refiriéndose precisamente a Hegel, o sea, que al tener la cabeza tan lejos del suelo, no siempre les resulta fácil saber en que pie están parados. Entre los defectos que merman en los negros el rango de humanos está su carencia total de valentía, según Hegel. Pero, como estaba escribiendo a principios del siglo 19, cuando todavía las invasiones de dominación colonial europeas estaban muy lejos de poder cantar victoria ante la resistencia campal de innúmeras naciones africanas, las noticias que venían del frente contradecían al gigantezco pensador. Entonces, Hegel admite a regañadientes que, ciertamente a ellos se les ve enfrentando aguerridamente a la fuerza europea que los supera en tecnología militar, a veces continuando la avanzada a costo de pérdidas incontables. Pero, cuidado, nos advierte el excelso Hegel, no vayáis a confundir eso con valentía. Allí se refleja, más bien, su “desprecio a la humanidad” y su “falta de respeto por la vida”.

Como se puede ver, el recurso argumentativo del cual se vale el gran filósofo deja mucho que desear. Se trata de una falacia indefensible que seguramente Quintiliano no sabría en que categoría retórica ubicarla. Pero a quienes crecimos en barrios marginados se nos hace bastante familiar. Es el argumentum ad palo si boga y palo si no boga, un recurso que utilizábamos los carajitos para apabullar al adversario en la trifulca verbal, mudando la dirección del discurso sin miramiento alguno por separar la verdad de la mentira, inventando datos sobre la marcha y apartándonos de las normas del razonamiento lógico puesto que lo único que importaba era ganar. Ganar quería decir sacar al otro de sus cabales y arrinconarlo, así fuese hablando simplemente más duro que él. Recuerdo una porfía a final de los sesenta en la esquina cercana a mi casa entre un admirador de Sandro de América y un fanático de Raphael de España en el que el raphaelista, quien había puesto atención en la escuela y manejaba términos como notas, timbre, vocalizacion y afinar, parecía llevar la delantera. El sandrista, sin forma de igualar la sapiencia de su adversario, atinó a sacarse de las mangas un argumento demoledor, diciendo, “además, cómo va a cantar mejor que Sandro, si todo el mundo sabe que Raphael es maricón”, lo cual enmudeció al raphaelista y suscitó el aplauso del resto de nosotros en la concurrencia. No se nos ocurrió medir cuán cierto era que eso de “todo el mundo” lo sabía, ni tampoco poner bajo el lente la relación lógica que pudiera existir entre la orientación sexual y el talento musical. Hegel descarta la humanidad de los negros valiéndose de recursos retóricos como los que usábamos nosotros en la adolescencia cuando no sabíamos un carajo ni nos preocupaba eso de la seriedad intelectual.

Cuando me llegó a las manos el texo de Hegel todavía no sabía mucho de los grandes filósofos anteriores, pero en la medida en que fui entrando en materia entendí que la chapucería conceptual del alemán no era excepcional. Recuerdo un pasaje de David Hume donde afirma que el negro es capaz de vender a su hija y a su esposa por una botella de ron, juicio que el filósofo escocés no se molesta en probar dándonos por lo menos una nota al calce contando como arribó a tal hallazgo científico. Ese desdén por la evidencia, sin embargo, en nada preocupó al filósofo alemán Enmanuel Kant, quien posteriormente aventura la misma afirmación, citando como fuente fidedigna—claro está—al pasaje medalaganario de Hume. Después de ponerle atención a la conducta retórica en los escritos de esa caterva de pensadores, desde Juan Ginés de Sepúlveda, Thomas Jefferson, Joseph Arthur de Gonibeau, Juan Bautista Alberdi, Raimundo Nina Rodrigues, hasta llegar a Joaquín Balaguer, encontré que tenían algo en común. Al proponerse descalificar la herencia ancestral o el fenotipo de amerindios, africanos o asiáticos, ninguno de ellos lograba ascender conceptualmente ni un nanómetro por encima del exabrupto epistémico desplegado en las pugnas verbales entre adolescentes que se libraban en mi barrio como aquella entre el sandrista y el raphaelista.

Entender la pobreza intelectual en que se sustenta el racismo importa para combatirlo major y protegerse de él. Poder desenmascarar la autoridad de quienes lo predican me ha sido util sobretodo en el aula para guiar a jóvenes a quienes les confunde el enigma de este sin sentido cuyo impacto en las relaciones sociales y las condiciones materiales de diversas poblaciones desde el comienzo de la transacción colonial hasta el presente ha sido catástrofico. Dudo, de veras, que hubiese podido llegar a la comprensión que hoy poseo sin adquirir antes la capacidad de descolonizar mi acercamiento a la lectura, para lo cual hacía falta sentirme con derecho a juzgar a los llamados grandes pensadores cuando los pezcaba delinquiendo intelectualmete. Sin el aporte de la Casa de las Américas, no veo cómo habría podido adquirla. La Casa ha sido una iniciativa sin parangón en la historia intelectual, el único proyecto con apoyo del Estado que ha tenido como meta la rehabilitación del alma de los pueblos de nuestro hemisferio, todos víctimas de la vileza heredada de la transacción colonial.

Nuestras repúblicas provienen de un pasado colonial caracterizado por la normalización del abuso como factor regulador de las relaciones sociales. La lógica del maltrato operó como ideario básico de socialización colectiva. Los colonizadores y sus vástagos instalaron un dogma del fenotipo y un fundamentalismo de la herencia ancestral que asignaba grados de valor distintos según la provenencia de la persona en la geografía de la familia humana. Aquí civilizar fue humillar, fue ultrajar, fue deshumanizar. Lamentablemente, ninguna de las repúblicas que surgieron durante del período de las independencies en el siglo 19 se planteó como meta inmediata adecentar las relaciones sociales y rehumanizar a las poblaciones subalternas—amerindios, africanos o asiáticos —cuyo sudor había construido lo que son hoy las sociedades latinoamericas y caribeñas. El liderazgo independentista, compuesto mayormente por descendientes de los jefes coloniales, no mostró urgencia por forjar un nuevo ethos regularizador del trato de los unos para con los otros. En algunas ocasiones, a las poblaciones de origen no europeo les fue peor después de la independencia que durante la colonia. La intelligentsia republicana, beneficiaria de la desigualdad estructural, apostó a la igualdad simbólica, inventándose el subterfugio del mestizaje como zona de contacto entre todas las etnias y los orígenes de la población latinoamericana a la vez que mantenía en funcion el orden patriacal, la exclusión de clase y la supremacía caucásica. Un ensayo nocivo titulado La raza cósmica (1925) adquirió rango de biblia no obstante vislumbrar un estado de cosas en que “las razas inferiores” quedarían, por “extinción voluntaria”, absortas dentro del marco civilizador de la raza blanca. Y su prestigio no mermó aun después de José Vasconcelos, su autor, terminar como dirigente del Partido Nazi en México y predicador del escarnio en las páginas de su revista Timón.

Bajo el liderazgo inicial de Haydeé Santamaría, continuado por Roberto Fernández Retamar, Casa de las Américas quiso apartarse de esa historia y lo logró con creces, afirmándose además como el más eficaz antídoto contra la fragmentación que históricamente ha impedido a los pueblos del hemisferio conocerse entre si. Para el Caribe, la Casa ha sido vital. Aunque dominicano, yo me descubrí caribeño solo después de entrar en contacto con los textos clave del pensamiento, la literatura, las artes, la cultura y la historia del mundo antillano de distintas zonas lingüísticas de la región que Casa se dedicó con difundir. Antes de intentar conocerlos en su lengua original, yo tuve mi primer contacto con escritores del Caribe francófono y del Caribe neerlandés a través de traducciones al español publicadas cor la Casa, desde la selección de la obra del gran poeta y pensador martiniqués Aimé Césaire titulada Poesías del 1969 hasta la aparición en 1981 de Nosotros, esclavos de Surinam, un ensayo de Anton de Kom de crítica anti-colonialista que, como Discurso sobre el Colonialismo de Césaire (1955), hacía ver con claridad hasta qué punto las naciones de la Europa cristiana que regentaron la dominación del hemisferio habían descivilizado las sociedades que invadieron.

Para mí fue todo un despertar. Fue caer en la cuenta de que leer requería estar en guardia por si acaso había que entrar en pugna epistémica con lo libros. Es decir, estar dispuesto a hacer aquello que hace Fernández Retamar con el presunto pensamiento civilizador de Domingo Faustino Sarmiento. Yo conocía a Sarmiento a través de la veneración que le prodigaba el de otra manera preclaro Pedro Henríquez Ureña, pero después de mirarlo de nuevo bajo el influjo de una lectura menos veneradora de la tradición, como la adelanta el autor del imprescindible ensayo Calibán, ya no podía pensar que la mera lectura de su orbra y la de otros como él me ayudaria a superarme. Ahora me quedaba claro que había que leer a Sarmiento para descodificar su prejuicio con el fin de ayudar a los jóvenes a rehabilitar el discurso cultural latinoamericano, extrayéndole el veneno del racismo y los demás dogmas de exclusión que él y otros en la gran tradición. Si hoy siento que puedo hacer ese trabajo se debe al provecho que he sacado del proyecto rehumanizador de Casa de las Américas. Por eso, con estas palabras, he querido celebrar el legado de la Casa de las Américas y decir, sinceramente, di core, ¡Muchas gracias!




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