MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

domingo, 23 de abril de 2017

La ética y la política

“No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni “becarios” que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas”  Ernesto Guevara

En 1927, encerrado en una mazmorra fascista por aquello de “debemos impedir que este cerebro funcione” –lo alegado por el fiscal en el juicio-, Antonio Gramsci, corso, intelectual comunista y revolucionario de tiempo completo, se pregunta las razones de la derrota y casi en la más rigurosa soledad elabora un conjunto de ideas que dejarían en ridículo la pretensión de acabar con su producción intelectual. Luego de varios intentos, decide articular sus reflexiones alrededor de un personaje muy popular en Italia, que había vivido cuatro siglos antes: Nicolás Maquiavelo. En “El Príncipe” había desplegado un conjunto de reglas y consejos para que el “populacho”, los que no nacieron para la política y desconocían casi todo de ella, pueda actuar con una “voluntad colectiva” y conquistar los objetivos anhelados. Para ello distingue entre la ética y la política. No descarta ni descalifica la ética, como la vulgata ha pretendido durante siglos y aún intenta, con aquella invención de que “el fin justifica los medios”, afirmación que el nunca suscribió y que por el contrario, es opuesta a su pensamiento. Lo que sí explicó Maquiavelo es que no alcanzaba con la ética, que hacía falta eficacia en la lucha política. Gramsci va a partir de allí; contextualiza el concepto diciendo que en 1527 solo había una ética que era la religiosa, dictada desde Roma por el Papa y que las acciones políticas no solo tenían que ser “éticas” (en el sentido religioso predominante) sino eficaces.

La acción política debe alcanzar los objetivos proclamados y para ello propone constituir al pueblo en un “nuevo príncipe”, otro modo de nombrar (todo lo que escribía era revisado por la censura) a la fuerza organizada para la lucha política que en 1927 tenía como principal exponente al Partido Bolchevique, modelado por Lenin en la Rusia de principios del siglo XX. Y que la ética debía contextualizarse en las tareas históricas que marcaba la vigencia de la lucha por el triunfo de la revolución socialista iniciada en noviembre del 17; es decir, no pensar la ética en función del “plan divino” que supuestamente daría a cada hombre un lugar en la historia, su destino, sino desde la perspectiva que el hombre forja la historia con conciencia, organización y disciplina. Luchar por el cambio social desde proyectos colectivos inspirados en el bien común representaba para Gramsci la ética de su época y no el estricto cumplimiento de las bulas y encíclicas papales [1]. Algunos años más tarde, Julius Fucik, periodista checo antifascista, afirmaría que héroe era aquel que hacía lo que había que hacer en aras de la revolución, no importa las circunstancias. Desde entonces, para los revolucionarios y los humanistas en general, ético es hacer lo que hay que hacer en aras de defender y potenciar la humanidad de los seres. O sea, construir el hombre nuevo.

Pero la historia resultó mucho más contradictoria y paradójica de lo que todos imaginaban. En el camino de luchas por abrir paso a la revolución socialista mundial se fue reconfigurando la ética religiosa y para el tiempo de la muerte de Gramsci (lo mantuvieron en la cárcel hasta pocos días antes de su deceso en 1937), la ética comunista mutó en una ética referencial al supuesto centro de la Revolución, la Unión Soviética y los Partidos Comunistas. A ellos se adjudicó la propiedad de la infalibilidad y la invencibilidad; se reclamó subordinación de las conductas humanas a sus deseos, en aras de una supuesta “razón de estado revolucionaria” que recuperó de un modo trágico aquella versión deformada del Maquiavelo original. Era ético lo que era funcional a su mantenimiento y crecimiento, no importando otro razonamiento. Con la consolidación del stalinismo reapareció la pretensión instrumentalista de que la causa obliga al “sacrificio” de hacer lo que no corresponde; el fin justifica los medios, en el lenguaje popular. Y esa ética invadió todo, hasta las fuerzas supuestamente antagónicas del centro de la revolución mundial. El asesinato del poeta salvadoreño Roque Dalton por parte de un jefe del Ejercito Revolucionario del Pueblo de El Salvador (en castigo por su planteo de unidad de los revolucionarios) ilustra la magnitud de la deformación sufrida. La incidencia de tal concepción ética sobre el movimiento político que asumió la conducción de la mayor gesta humana: el intento de terminar con el capitalismo en el siglo XX, ha sido analizado al detalle y no es este el lugar de repasar aquella trayectoria -que terminó en el vaciado político del mundo socialista real facilitando su derrota-. Solo permítanme traer al debate al Comandante Guevara que en una carta al periódico uruguayo Marcha, de 1965, escribirá: “Se corre el peligro de que los árboles impidan ver el bosque.

Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera), se puede llegar a un callejón sin salida. Y se arriba allí tras de recorrer una larga distancia en la que los caminos se entrecruzan muchas veces y donde es difícil percibir el momento en que se equivocó la ruta. Entre tanto, la base económica adaptada ha hecho su trabajo de zapa sobre el desarrollo de la conciencia. Para construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que hacer al hombre nuevo.” [2] La ética y la política revolucionaria no podían marchar por separado, y lo sostuvo con su ejemplo militante hasta el final. Los comunistas argentinos, en el XVI Congreso de 1986, aplicamos dicho razonamiento para entender nuestra propia historia. ¿En qué punto se había perdido el objetivo revolucionario que había convocado en 1918 a abandonar por reformista al Partido Socialista y fundar uno nuevo?. Dijimos entonces que la desviación oportunista de derecha que nos había transformado en furgón de cola de cuanto proyecto burgués reformista había asomado en el país –todos los gobiernos civiles desde el 30 hasta el de Alfonsín- se había impuesto “ tras de recorrer una larga distancia en la que los caminos se entrecruzan muchas veces y donde es difícil percibir el momento en que se equivocó la ruta”. En ese camino se fue consolidando una cultura política reformista, la llamamos de “frente democrático nacional” porque depositaba esperanzas de cambio en una supuesta burguesía nacional, sus representaciones políticas y el mismo Estado Nacional [3].

P ara finales del siglo XX, consumada la debacle del llamado mundo socialista, aquello de las “melladas armas del capitalismo” trepó al más descarnado posibilismo que encontró en la llamada Tercera Vía [4] , un modo brutal de expresión. Ya no se trataba de buscar un camino intermedio entre el socialismo estatalista y el capitalismo (que para muchos era el Capitalismo de Bienestar, del cual el primer peronismo fue una de sus expresiones más acabadas), sino entre el capitalismo neoliberal en alza y el capitalismo de bienestar en declive. Un economistas británico le puso letra, Anthony Guiddens y tres estadistas: Tony Blair, laborista de Inglaterra, Massimo D Alema, ex comunista italiano y Bill Clinton, demócrata yanqui lo lanzaron al mundo. Entre nosotros, primero fue el dirigente peronista Eduardo Alberto Duhalde, quien lo hizo circular con la ayuda de Antonio Cafiero, en los primeros 90 y luego la posta la tomó el grupo hegemónico del Frente Grande con Chacho Álvarez y Eduardo Sigal a la cabeza.

Pocos recuerdan que con el apoyo de buena parte de la dirigencia del P.T. de Brasil, el Partido Socialista de Chile y muchas otras fuerzas “progresistas” generaron en 1997 el llamado “Consenso de Buenos Aires”, verdadero catalogo de claudicaciones programáticas que sirvió de base a las plataformas electorales de lo que hoy se llama el “progresismo” [5] . La hipótesis de este articulo es que las huellas de aquel realismo de la razón de estadodel siglo XX y de este posibilismo de renunciar al cambio verdadero y buscar un lugar intermedio entre el fundamentalismo de mercado y la regulación estatal del capital, han modelado a toda una generación de luchadores democráticos. Muchos de ellos han accedido a cargos de gobierno y son cautivos de aquel cepo ideológico, que puede llegar a frustrar las intenciones más valiosas y osadas. El caso es que, una vez más, postergan la “ética” en aras de la “política” y las palabras las pongo entre comillas porque pretendo condensar en dos términos un campo de cuestiones conceptuales e históricas bastante amplio. Digamos, para entendernos, que por ética en este texto, entenderé los principios filosóficos e ideológicos, la coherencia entre lo proclamado y lo actuado y el respeto por las luchas libertarias que nos precedieron y prepararon nuestro presente; y por “política” entenderé el conjunto de acciones desplegadas desde el gobierno y desde las fuerzas políticas que se piensan desde la correlación de fuerzas y no desde el objetivo revolucionario; como diría Gramsci, desde el “ser” antes que desde “el deber ser” o al decir de Guevara, que al momento de calcular la correlación de fuerzas no incorporan en el cálculo la transformación que la voluntad humana, organizada colectivamente, puede producir en la realidad social.

Como se trata de inducir un debate y señalar algunos caminos de reflexión, no pretendo agotar todos los temas que hacen a la coyuntura latinoamericana; solo quisiera llamar la atención sobre la tolerancia de políticos y gobiernos considerados progresistas con la cuestión de la impunidad histórica (Lula en Brasil, Mujica en Uruguay) y con la violación de los derechos humanos en tiempo presente: gatillo fácil, tortura en sede policial y penitenciaria, represión a los campesinos pobres, los pueblos originarios y los que protestan por fuera de los límites imaginados por el gobierno argentino. Tanto en Brasil como en Uruguay siguen vigentes las leyes de impunidad, casualmente sancionadas en 1977, que han trazado un manto de ocultamiento sobre los crímenes del Terrorismo de Estado en aquellos países y han permitido el “reciclamiento” de muchos personales de las fuerzas armadas y del aparato político de las dictaduras militares, condicionando una convivencia con las fuerzas armadas y represivas que ha servido para dar “gobernabilidad” al ciclo de gobiernos del P.T. y del Frente Amplio; pero que también simboliza un límite nada simbólico para cualquier aspiración que vaya más allá de limar los bordes neoliberales del capitalismo. Para aquellos agrupamientos que nacieron con un horizonte socialista y revolucionario parece funcionar lo que acida e irónicamente decía Rosa Luxemburgo del Partido Socialdemocráta Alemán hace unos ciento diez años: “ Nuestro programa ya no es la realización del socialismo sino la reforma del capitalismo; no es la supresión del trabajo asalariado, sino la reducción de la explotación, es decir, la supresión de los abusos del capitalismo en lugar de la supresión del propio capitalismo”. Cierto es que nadie puede reclamarle a Cristina el abandono de la causa socialista, puesto que siempre se pronunció por un horizonte capitalista (a veces “serio”, a veces “nacional”, pero siempre burgués sin errores); pero sí se le puede reclamar por la distancia entre el discurso de respeto irrestricto a los derechos humanos y la realidad. En la reciente Cumbre Nacional de Pueblos y Naciones postergadas realizada en Formosa se estampó en el documento un aserto contundente: “Nunca habíamos tenido tantos derechos reconocidos en normas nacionales e internacionales. Sin embargo, vivimos una etapa de negación y exclusión. ‘Memoria, justicia y reparación’ son las banderas que caracterizan a nuestras organizaciones indígenas.” Alguna vez, uno de los Jueces Federales más comprometidos con la lucha contra la impunidad lo dijo de otra manera: la Argentina es la campeona mundial de firma de pactos y convenios de protección de los derechos humanos, pero también uno de los países donde su incumplimiento es más natural e inocuo.

Un cierto modo de mirar el pasado de modo tan absorbente que no permite ver el presente se insinúa en la combinación de homenajes a las Madres y los desaparecidos de la década del 70 con la afirmación hecha el 21 de mayo de 2013: “Hoy afortunadamente nadie desaparece de ningún lado, estamos vivitos y coleando, aceptando incluso la injuria de los que dicen que nos tienen miedo’’ [6] La lista de desaparecidos y asesinados en estos años es suficiente respuesta y la desmiente: solo nombraremos a Julio López, Luciano Arruga, Silvia Suppo, Carlos Fuentealba pues como muestra basta un botón, pero que hay más, todos lo saben. En el caso de Formosa y Chaco, la lista de muertos por la represión o en circunstancias oscuras es larga y se ha acrecentado de manera muy alarmante desde 2010 a la fecha: Celestina Jara, Lila Coyipe, Juan Daniel Díaz Asijak, Justina López, Delina Díaz, Guillermo Díaz, Ilmer Flores, Pablo Sanagachi, Javier Chocobar, Sandra Juárez, Esperanza Nieva, Roberto López, Mario López, Mártires López, Cristian Ferreyra, Miguel Galván y Florentín Díaz tal como publica Miradas al Sur del 10/06/2013. El gobierno se defiende con dos “ideas fuerza”: la gobernabilidad y el federalismo. Se pretende que toda la culpa es de los gobiernos provinciales dado que la mayoría de los actos represivos ha tenido como sujeto a las policías provinciales o sicarios pagados por los oligarcas regionales; pero en la Argentina, el Federalismo es una ficción hace tiempo agotada y el gobierno nacional es el garante del cumplimiento de los pactos de respeto a los derechos humanos, por ejemplo, el que prohíbe la tortura. Recientemente se realizó un Congreso Internacional contra la Tortura en nuestro país, propiciado por la Defensoría General de la Nación. El Ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Raúl Zaffaroni afirmó: “El agente principal de la tortura, en nuestra región, son nuestras policías, que no actúan solas: operan dentro de determinados marcos de poder contra personas que son estereotipadas a través de construcciones sociales de la realidad que hacen los medios de comunicación, fundamentalmente la TV. En nuestro país se fabrican los adolescentes de barrios precarios, que son las principales víctimas de maltratos.” Es de esperar, entonces, que la Corte Suprema promueva de un modo enérgico acciones articuladas con el Poder Ejecutivo Nacional para enfrentar la sucesión de asesinatos y actos de tortura que las policías realizan en el territorio nacional. El otro argumento es el de la imposibilidad de enfrentar estos poderes por el peligro de perder la gobernabilidad. En aras de dichos objetivos es que Julián Domínguez, presidente de la Cámara de Diputados de la Nación y uno de los referentes del kirchenerismo de izquierda viajó a Formosa a decir que Gildo Insfran es ”testimonio de coraje y decisión para defender este proyecto que marca el rumbo de la década por venir”, para luego agregar: “Cuidado compañeros. Están los lobos vestidos de oveja con las mentiras permanente, la descalificación constante”, enfatizando que “a los lobos hay que tratarlos como tal”. Dicho en Formosa y delante de Insfran no tiene otra lectura que la descalificación del reclamo de los pueblos originarios y una legitimación de la represión descargada. Es el mismo Julián Domínguez que el 24 de marzo del 2012 impulsó el homenaje a quienes bregaron por el Juicio y Castigo, haciendo una mención especial a nuestra Teresa Israel, abogada comunista de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, confirmando que hay un cierto modo de hacer memoria que impide ver la realidad cotidiana y rompe con la relación ética/política que reclamaba Maquiavelo en 1527, Gramsci en 1927, el Che en los sesenta y los treinta mil desaparecidos con su práctica política de entrega sin límites a la causa más noble y generosa que puede tener un ser humano que es la lucha por la liberación nacional y la redención de lo humano para todas y todos. Aunque se lo haga en nombre de la memoria.

O para decirlo de un modo sencillo, como en algún momento lo hizo el entonces diputado Martín Sabatella: “el kirchnerismo representa un piso a defender; pero tiene un techo demasiado bajo” [7] ; o sea que nadie está dispuesto a regalar nada de lo conquistado, ni dejar de defenderlo si vienen por él; pero tampoco aceptaremos que este piso es el techo; que el “ser” se congele y renunciemos al “deber ser”. La década kirchnerista ha mostrado la vitalidad de las reformas y su superioridad sobre el ideario conservador y neoliberal, cierto; pero también que la Segunda y Definitiva Independencia no se alcanza con reformas tibias y parciales sino con un proceso de rupturas que produzcan una verdadera revolución. Hace cincuenta y un años, conmemorando un nuevo 25 de Mayo, el Che nos decía desde La Habana: “ Si la reacción sabe manejar sus cañones, sus armas de división, su arma de amedrentamiento, quizás durante muchos años podrá impedir que llegue el Socialismo a un país determinado, pero también si el pueblo sabe manejar su ideología correctamente, sabe tomar su estrategia revolucionaria adecuada, sabe elegir el momento para dar el golpe y lo da sin miedo y hasta el fondo, el advenimiento del poder revolucionario puede ser a muy corto plazo en cualquier país de América, y concretamente en la Argentina. Eso, compañeros, el que se repita la experiencia histórica del 25 de Mayo en estas nuevas condiciones, depende nada más que del pueblo argentino y de sus dirigentes, es decir, depende de ustedes en cuanto a pueblo y en cuanto a dirigentes; de tal manera que también una gran responsabilidad cae sobre ustedes, la responsabilidad de saber luchar y de saber dirigir a un pueblo que hace tiempo está expresando en todas las maneras concebibles, su decisión de destruir las viejas cadenas y de liberarse de las nuevas cadenas con que amenaza amarrarlo el imperialismo.” [8]

Notas:

[1] Gramsci y la formación política de los revolucionarios. Schulman. 2000. http://cronicasdelnuevosiglo.wordpress.com/2000/01/10/gramsci-y-la-formacion-politica-de-los-revolucionarios/

[2] El socialismo y el hombre nuevo. Ernesto Guevara. Obras Escogidas

[5] La responsabilidad del progresismo en la crisis argentina. Schulman.2001. http://cronicasdelnuevosiglo.wordpress.com/2001/05/10/la-responsabilidad-del-progresismo-en-la-crisis-argentina/

[6] disc urso del 21 de mayo del 2013, consultar en la web de la Casa Rosada

[7] “ Para nosotros reconocer el piso de las cosas construidas no significa aceptar el techo. Hay que darse cuenta que le han puesto un techo muy bajo y que tiene muchos límites, pero que esto no significa negar lo construido. Por eso nuestra posición política con absoluta autonomía acompaña lo que cree que está bien y critica lo que creé que está mal; se siente parte de un rumbo que también era nuestro rumbo en términos de un universo de ideas, pero que marca esta diferencia y que plantea construir otra cosa. ” Sabatella. 2009. http://www.revista2010.com.ar/entrevistas/Martin-Sabbatella–Recuperando-el-valor-del-tiempo.php

[8] Mensaje a los argentinos. 1965. Che Guevara. Obras Escogidas

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

viernes, 21 de abril de 2017

Juan Bosch, un hombre excepcional.



Un 30 de junio de 1909 nace en Río Verde, la vega el profesor Juan Bosch.  Para el próximo 30 de Junio, a poco menos de 71 días, celebraremos por lo alto el aniversario de su nacimiento.  De aquí allá, semana por semana subiremos en nuestros espacios de las redes sociales trabajos de la vida y obra del maestro apóstol Juan Bosch. Hoy iniciamos nuestra entrega hablando de lo extraordinario y excepcional de este hombre que es un símbolo de honestidad, dignidad, humanismo y patriotismo para los dominicanos y más allá de nuestras fronteras.

Juan Bosch, un hombre excepcional. 

Juan Bosch es de esos casos humanos realmente excepcionales. La simple lectura de su vida,  su obra,  su historia, el análisis más objetivo de la forma en que se desenvolvió su pensamiento y su actividad a lo largo de su  vida, lo hacen en realidad ante los ojos de todos, un hombre verdaderamente excepcional. Nadie, como el, fue capaz de interpretar con toda la profundidad y toda la esencia y todo el valor del ideario Latinoamericanista y antillano enarbolado por Bolívar, Eugenio María de Hostos, José Martí, Máximo Gómez, Betance y Luperón.

También, nadie como Bosch, fue capaz de estudiar y aplicar el método científico de las ciencias sociales, el materialismo histórico,  para estudiar, analizar, interpretar  los procesos socioeconómicos y políticos, y muy especialmente el dominicano, a la luz de su realidad  histórica, social,  económica, y política.

El profesor Juan Bosch, fue  fundador de los dos grandes partidos de masas de la historia política dominicana que hoy por hoy le dan sostenibilidad a la democracia política: PRD Y PLD.

Pocas veces en ningún proceso- y tal vez nunca en un proceso político- un pensamiento, un mensaje, una inteligencia haya sido capaz de hacer un aporte tan grande a su patria. Y es que Bosch, fue un infatigable investigador, un incansable trabajador, puede decirse que desde que tuvo conciencia política, no descanso un solo instante a lo largo de su vida, de  investigar, de estudiar y de trabajar para lograr  una sociedad más justa y equitativa.

No ha habido gladiador que haya librado más combates ideológicos  que los que libro Juan Bosch. Es asombrosa la cantidad de batallas en el campo ideológico libradas por el. En nuestra historia, nos hablan mucho sobre los grandes héroes de nuestra luchas independentistas y se narran sus proezas, y sus victorias, que bien… y realmente, cuando a los dominicanos llegue el momento de evaluar mucho más racional, cuando tengan la oportunidad de apreciar  los acontecimientos de la vida, de la historia pasada de aquella figura quien fuera un gladiador, batallador en otros campos  de batalla: en el campo de las ideas.

Cuando se haga una evaluación superior de la personalidad, la historia de Bosch junto con otros prohombres dominicanos y americanos, descollara como hombres de pensamiento, inteligencia, y conducta que mayor trascendencia ha tenido en la historia dominicana.

 Hay que decir que no solo ha sido Juan Bosch uno de los hombres mas creadores, mas luchadores y mas geniales, sino unos de los hombres mas valiente, moralmente valiente. Valentía que demostró en pruebas dificilisimas, en decisiones dificilisimas, a lo largo de su vida y a lo largo del proceso histórico y político que le tocó dirigir.

Creemos sinceramente que estudiar la vida de Juan Bosch, estudiar el pensamiento de Juan Bosch, las doctrinas de Bosch y el ejemplo de Juan Bosch  constituyen no un homenaje sino una conveniencia, un beneficio para el pueblo dominicano, Latinoamérica  y  el Caribe.

El mejor homenaje que se le puede hacer a Juan Bosch es siguiendo su ejemplo. 

 Realmente cuando se estudia su obra y su vida, cuando se estudia su pensamiento y su doctrina, los pueblos adquieren lo que pudiera llamarse un verdadero tesoro desde el punto de vista político e histórico.

Creemos que este magnífico movimiento, el 30 de Junio eminentemente Boschista, debe profundizar en el estudio de la vida, de la obra y de la doctrina del Profesor Juan Bosch con el propósito de  volver a Bosch en su teoría y práctica.

Las obras de Bosch son numerosas, de un alto contenido y valor político, histórico y social. Algunos son más circunstanciales, otros son de un valor perenne, de un valor duradero, de un valor eterno. Prácticamente no hay una sola palabra, un solo escrito de Bosch que no tenga un valor por si mismo. Y creemos que debemos hacer un esfuerzo por continuar imprimiendo, divulgando y estudiando las obras del profesor Juan Bosch. Eso nos permitirá comprender mucho mejor los procesos sociales,  políticos e históricos.

Cualquier obra de Juan Bosch que se haya leído alguna vez  y vuelve  a su lectura al cabo de algunos años, sobre todo cuando se vive en medio de un proceso,  se le encuentran cosas nuevas, un interés siempre renovado.

Hay que decir que el pensamiento de Bosch ha tenido una influencia en el proceso histórico Dominicano en los últimos sesenta años y sin lugar a dudas en gran parte de nuestra América. Las ideas del profesor Juan Bosch a raíz de la revolución de abril de 1965, se divulgaron ampliamente por el mundo, y en nuestro país encontraron una tierra fecunda, encontraron seguidores que se inspiraron en ese nuevo pensamiento más avanzado,  desde el punto de vista de la transformación de la sociedad, mejor decir  un giro más hacia la izquierda… Los dominicanos de estas ultimas generaciones de una manera u otra estuvieron y estarán profundamente influidos por el pensamiento del maestro apóstol Juan Bosch.     

Domingo Núñez Polanco.

martes, 11 de abril de 2017

Bosch: Para ser útil a un pueblo, hay que tener condiciones especiales.





JUAN BOSCH
“Si mi vida llegara a ser tan importante que se justificara algún día escribir sobre ella, habría que empezar diciendo: “nació en la vega, república dominicana. el 30 de junio de 1909, y volvió a nacer en San Juan de puerto rico a principios de 1938, cuando la lectura de los originales de Eugenio María de Hostos le permitió conocer qué fuerzas mueven el alma de un hombre consagrado al servicio de los demás”.


 “El hecho más importante de mi vida hasta poco antes de cumplir 29 años fue mi encuentro con Eugenio María de Hostos, que tenía entonces casi 35 años de muerto. El encuentro se debía al azar; pues, buscando trabajo, lo halle como supervisor del traslado a maquinilla de todos los originales de aquel maestro de excepción… (…) Eugenio María de Hostos, que llevaba 35 años sepultado en la tierra dominicana, apareció vivo ante mí a través de su obra, de sus cartas, de papeles, que iban revelándome día tras día su intimidad; de manera que tuve la fortuna de vivir en la entraña misma de uno de los grandes de América, de ver cómo funcionaba su alma, de conocer –en sus matices más personales- el origen y el desarrollo de sus sentimientos. 

Hasta ese momento, yo había vivido con una carga agobiante de deseo de ser útil a mi pueblo y a cualquier pueblo, sobre todo si era Latinoamericano; pero, para ser útil a un pueblo, hay que tener condiciones especiales. ¿Y cómo podía saber yo cuales condiciones eran esas, y como se las formaba uno mismo sino las había traído al mundo, y como las usaba si las había traído? La repuesta a todas esas preguntas, que a menudo me ahogaban en un mar de angustia, me la dio Eugenio María de Hostos, 35 años después de haber muerto. (…) la lectura de los originales de Eugenio María de Hostos me permitió conocer que fuerza mueven, y como la mueven, el alma de un hombre consagrado al servicio de los demás”, (Juan Bosch, Hostos el sembrador)


lunes, 10 de abril de 2017

Ecuador: El pueblo dijo "ni un paso atrás"





Desde Quito - La victoria obtenida por Alianza País en el balotaje del 2 de abril confirma que el pueblo ecuatoriano supo discernir lo que estaba en juego: la continuidad de un gobierno que marcó un antes y un después en la historia contemporánea del Ecuador o el suicida salto al vacío, emulando la tragedia argentina. Lenin Moreno y Jorge Glas representan la consolidación de los avances logrados en numerosos campos de la vida social durante diez años bajo el liderazgo de Rafael Correa; su adversario, Guillermo Lasso, personificaba el retorno de la alianza social que tradicionalmente había gobernado al Ecuador con las desastrosas consecuencias por todos conocidas. Un país con grandes mayorías nacionales secularmente sumidas en la pobreza, con índices de desigualdad y exclusión económica, social y cultural aberrantes.

Una nación víctima de la insaciable voracidad de banqueros y latifundistas que saqueaban impunemente a una población que tenían como rehén y que, en su desenfreno, provocaron la megacrisis económica y financiera de 1999. En un alarde de falsificación de los hecho históricos a esa tremenda crisis la denominaron, amablemente, “feriado bancario”, a pesar de que en su vorágine acabó con la moneda ecuatoriana, que fue reemplazada por el dólar estadounidense, y provocó la estampida de unos dos millones de ecuatorianos que huyeron al exterior para ponerse a salvo de la hecatombe.
 



Son varios los factores que explican este alentador resultado, para Ecuador y para toda América Latina. Uno: los traumáticos recuerdos del 1999 y el descaro con que los agentes sociales y las fuerzas políticas de aquella crisis –antes que nadie Guillermo Lasso- proponían la adopción de las mismas políticas que la habían originado. La candidatura de la derecha manifestó que ampliaría los márgenes de autonomía de las fuerzas del mercado, reduciría el gasto público, privatizaría la salud y la educación, bajaría los impuestos y acabaría con la hidra de siete cabezas del supuesto “populismo económico”. La política social sería recortada porque sin decir cómo, Lasso aseguraba que crearía un millón de nuevos empleos en cuatro años, pero se cuidó muy bien de notarizar esta promesa en el programa de gobierno que, tal como lo prescribe la legislación electoral, inscribió ante un escribano público. En el terreno internacional, Lasso declaró que cerraría la sede de la UNASUR, entregaría a Julian Assange a las autoridades británicas y se alejaría de todos los acuerdos y organismos regionales como la UNASUR, la CELAC y el ALBA.

Dos, el intenso trabajo de campaña hecho por el binomio Moreno-Glas, que le permitió establecer un profundo vínculo con la base social del correísmo y de llevar a cabo, de nueva cuenta, una extenuante recorrida por las 24 provincias del país, afianzando una presencia territorial y organizacional cuyos réditos fueron evidentes a la hora de abrir las urnas. Otro factor explicativo, el tercero, fue el apoyo de Correa y su denodado esfuerzo por apuntalar con una vertiginosa dinámica gubernamental, la campaña de la fórmula oficialista. Si algo hacía falta para ratificar el carácter excepcional de su liderazgo era esto: una victoria inédita en la historia ecuatoriana porque nunca antes un gobierno se había re-elegido al cambiar la candidatura presidencial. En línea con esto hay que recordar que en la primera vuelta Alianza País había obtenido la mayoría absoluta de los diputados a la Asamblea Nacional y que un 55 por ciento de la ciudadanía votó a favor de la propuesta del gobierno de prohibir que los altos funcionarios y gobernantes pudieran tener sus dineros invertidos en paraísos fiscales. En otras palabras, apoyo interno en lo institucional y en el plano de la sociedad civil no le faltará al nuevo presidente.


En los días previos predominaba en los ambientes de la Alianza País una profunda preocupación. Las encuestas no estaban arrojando los resultados que se esperaba y ponían en cuestión el entusiasmo militante con que Moreno y Glas eran recibidos en todo el país. La campaña de terrorismo mediático fue de tal magnitud y bajeza moral, y este es el tercer factor que hay que tomar en cuenta, que hizo que el votante aliancista temiese manifestarse ante las preguntas de los encuestadores. Las acusaciones lanzadas en contra de Correa y Glas eran tan tremendas como carentes por completo de sustancia. Lo significativo del caso es que la derecha acusaba en los medios pero se abstenía de hacer una denuncia en los tribunales. Como dijo uno de los observadores en la reunión con la gente de CREO-SUMA: “no queremos chismes, aporten datos concretos”. Nunca lo hicieron. Pero, abrumada e intimada por esta artillería mediática (que contó con la activa colaboración de algunos “dizque periodistas” argentinos, en realidad agentes de propaganda al servicio de las peores causas) y por las veladas amenazas de los profetas de la restauración una parte significativa de los encuestados se definían como “indecisos” cuando en realidad no lo estaban. La verdad salió a la luz a partir del escrutinio.
 

Las tres raíces del árbol de la patria dominicana  

En una nota anterior decíamos que esta elección sería la “batalla de Stalingrado”, porque de su desenlace dependería el futuro del Ecuador y de América Latina. Una derrota daría pábulos a la derecha regional y aceleraría la modificación regresiva del mapa sociopolítico sudamericano, fortaleciendo a los tambaleantes gobiernos de Argentina y Brasil, protagonistas fundamentales del actual retroceso político, y refutando la tesis de algunos analistas agoreros que se apresuraron a decretar el “fin del ciclo progresista” mientras el finado seguía respirando. La victoria de Alianza País confirma que la lucha continúa, que los traspiés experimentados en fechas recientes son sólo eso, que el viejo topo de la historia continúa su labor y que aquí, en la mitad del mundo, un pueblo consciente tomó el futuro en sus manos y dijo “ni un paso atrás”. Como lo afirmara Correa, hicimos mucho pero queda mucho más por hacer. Haber ganado esta batalla crucial es una gran noticia no sólo para los latinoamericanos sino para todos quienes, en el resto del mundo, pugnan por poner fin a la barbarie neoliberal. ¡Salud Ecuador!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

viernes, 7 de abril de 2017

BOSCH: La Revolución Dominicana de abril fue auténtica.

BOSCH: La Revolución Dominicana de abril no fue un hecho improvisado.
El Coronel Caamaño en acción de combate  contra el invasor Yanqui   

Los Estados Unidos, que en el mes de abril (1965) tenían en Vietnam 23 mil hombres, desembarcaron en Santo Domingo 42 mil. Para los funcionarios de Washington, los sucesos de la República Dominicana eran de naturaleza tan peligrosa que se prepararon como si se tratara de llevar a cabo una guerra de la que dependía la vida misma de los Estados Unidos. La fuerza de los Estados Unidos se usó en el caso de la Revolución Dominicana de una manera absolutamente desproporcionada. Un pueblo pequeño y pobre que estaba haciendo el esfuerzo más heroico de toda su vida para hallar su camino hacia la democracia fue ahogado por montañas de cañones, aviones, buques de guerra, y por una propaganda que presentó ante el mundo los hechos totalmente distorsionados.

La Revolución Dominicana de abril no fue un hecho improvisado. Era un acontecimiento histórico cuyos orígenes podían verse con claridad. En realidad, esa revolución estaba en marcha desde fines de 1959, y fue manifestándose gradualmente, primero con una organización clandestina de jóvenes de la clase media que fue descubierta a principios de 1960, después con la muerte de Trujillo en mayo de 1961, más tarde con las elecciones de diciembre de 1962 y por último con la huelga de mayo de 1964. El golpe de Estado de septiembre de 1963 no podía detener esa revolución. Fue una ilusión de gente ignorante en achaques de sociología y de política pensar que al ser derrocado el Gobierno que yo presidí la revolución quedaba desvanecida. Fue una ilusión creer, como consideraron los que formulan en Washington la política dominicana, que una persona de buena sociedad y de los círculos comerciales era el hombre indicado para dominar la situación dominicana.

Fueron precisamente el uso de la fuerza y la frivolidad del favorito de Washington —Donald Reid Cabral— los factores que aceleraron el estallido de la revolución de abril. 

La Revolución Dominicana tenía causas no sólo profundas, sino además viejas. La falta de libertades de los días de Trujillo y el desprecio a las masas del Pueblo volvieron a gobernar el país a partir del golpe de Estado de 1963; el hambre general se agravó con la política económica sin sentido del equipo encabezado por Reid Cabral, y la corrupción trujillista resultó a la vez más extendida y más descarada que bajo la tiranía de Trujillo. Se pretendió volver al trujillismo sin Trujillo, un absurdo histórico que no podía subsistir. La clase media y las grandes masas se aliaron en un mismo propósito; barrer ese pasado ignominioso que había renacido en el país y retornar a un estado de ley y de honestidad pública.

Veamos ahora el punto que toca al tiempo histórico. Lo que le da carácter peculiar a la historia de Santo Domingo es lo que en otras ocasiones he llamado su “arritmia”. Los acontecimientos dominicanos suceden en un tiempo que no corresponde al tiempo histórico general de la América Latina. El momento histórico en que se hallaba la República Dominicana en abril de 1965 era el equivalente de 1910 en México, y es curioso que los Estados Unidos actuaran sobre Santo Domingo, en cierto sentido, como lo hicieron sobre México en 1910, aunque alegaran para ello que en Santo Domingo estaba en marcha una segunda Cuba. Pero en Santo Domingo no podía estar en marcha en abril de 1965 una segunda Cuba como no podía producirse en México de 1910. Lo que había estallado en la República Dominicana en abril de 1965 era —y es— una revolución democrática y nacionalista; y el 1965 era el momento histórico exacto para que los dominicanos iniciaran su revolución democrática y nacionalista. En términos de 1965,  justicia económica.

Por otra parte, el nacionalismo es un sentimiento que se origina en la necesidad vehemente de hacer progresar en todos los órdenes el propio país, en la necesidad de afirmar la conciencia nacional en el campo económico, en el político y en el moral, y toda revolución verdadera, sobre todo si es democrática, tiene un alto contenido de nacionalismo. Para no equivocarse en el caso de la Revolución Dominicana de 1965 bastaba con situarla en su tiempo histórico. Eso hubiera servido también para evitar el costoso error político de considerar que era una revolución comunista o en peligro de derivar hacia el comunismo. 

El precio que pagarán los Estados Unidos por ese error será alto, y a mi juicio lo veremos en nuestro propio tiempo. Un índice de la magnitud del error es el tamaño de la fuerza usada originalmente para embotellar la revolución. Los Estados Unidos, que en el mes de abril tenían en Vietnam 23 mil hombres, desembarcaron en Santo Domingo 42 mil. Para los funcionarios de Washington, los sucesos de la República Dominicana eran de naturaleza tan peligrosa que se prepararon como si se tratara de llevar a cabo una guerra de la que dependía la vida misma de los Estados Unidos. Siempre recordaré como un síntoma de esa enorme equivocación un detalle de la densa propaganda hecha por el departamento de guerra psicológica, el del famoso submarino ruso capturado en el puerto de la vieja capital dominicana. Ese submarino desapareció misteriosamente tan pronto llegaron a Santo Domingo los primeros periodistas norteamericanos independientes, pero sigue navegando en las aguas del rumor interesado. 

La fuerza de los Estados Unidos se usó en el caso de la Revolución Dominicana de una manera absolutamente desproporcionada. Un pueblo pequeño y pobre que estaba haciendo el esfuerzo más heroico de toda su vida para hallar su camino hacia la democracia fue ahogado por montañas de cañones, aviones, buques de guerra, y por una propaganda que presentó ante el mundo los hechos totalmente distorsionados. La revolución no fusiló una sola persona, no decapitó a nadie, no quemó una iglesia, no violó a una mujer; pero todo eso se dijo, y se dijo en escala mundial; la revolución no tuvo nada que ver ni con Cuba ni con Rusia ni con China, pero se dio la noticia de que 5 mil soldados de Fidel habían desembarcado en las costas dominicanas, se dio la noticia de que había sido capturado un submarino ruso y se publicaron “fotos” de granadas enviadas por Mao Tse-Tung. La reacción norteamericana ante la Revolución Dominicana fue excesiva, y para comprender la causa de ese exceso habría que hacer un análisis cuidadoso de los resultados que puedan dar la fe en la fuerza y el uso ilimitado de la fuerza en el campo político, y convendría hacer al mismo tiempo un estudio detallado del papel de la fuerza cuando se convierte en sustituto de la inteligencia. 

En el caso de la Revolución Dominicana, el empleo de la fuerza por parte de los Estados Unidos comenzó a tener malos resultados inmediatamente, no sólo para el Pueblo dominicano sino también para el Pueblo norteamericano. Con el andar de los días, esos resultados serán peores para los Estados Unidos que para Santo Domingo. Pero mantengámonos ahora dentro del límite estrecho de los daños causados a Estados Unidos en Santo Domingo. 

Por de pronto, la Revolución Dominicana, que hubiera terminado en el propio mes de abril a no mediar la intervención de los Estados Unidos, quedó embotellada y empezó a generar fuerzas que no estaban en su naturaleza, entre ellas odio a los Estados Unidos. Ese odio no se extinguirá en mucho tiempo. El nacionalismo sano de la revolución irá convirtiéndose a medida que pasen los meses en un sentimiento antinorteamericano envenenado por la frustración a que fue sometida la revolución. 

Y es una tontería insigne considerar que el nacionalismo de los pueblos pequeños y pobres puede ignorarse, desdeñarse o doblegarse. La más poderosa de las armas nucleares es débil al lado del nacionalismo de los pueblos pequeños y pobres. El nacionalismo es un sentimiento profundo, casi imposible de desarraigar del alma de las sociedades una vez que aparece en ellas, y ese sentimiento, según lo demuestra la historia, lleva a los hombres a desafiar todos los poderes de la tierra. Ahora bien, cuando el nacionalismo democrático es ahogado o estrangulado, pasa a ser un fermento, tal vez el más activo, para la propagación del comunismo. 

Estoy convencido de que el uso de la fuerza de los Estados Unidos en la República Dominicana producirá más comunistas en Santo Domingo y en la América Latina que toda la propaganda rusa, china o cubana. La fuerza, en su caso, fue empleada para impedirles que alcanzaran su democracia. Para muchos norteamericanos esto no es y no será cierto, pero yo estoy exponiendo aquí lo que sienten y sentirán por largos años los dominicanos, no las intenciones norteamericanas. Debido a que la fuerza nunca es tan fuerte como creen quienes la usan, los Estados Unidos tuvieron que recurrir en Santo Domingo a un expediente que les permitiera usar la fuerza sin exponerse a las críticas del mundo; y eso explica la creación de la junta cívico-militar encabezada por Antonio Imbert. Esa junta, como es de conocimiento general, fue la obra del embajador John Bartlow Martin, es decir, de los Estados Unidos; y pocas veces en la historia reciente se ha cometido un error tan costoso para el prestigio de los Estados Unidos como el que se cometió al poner en manos del señor Imbert parte de las fuerzas armadas dominicanas y al proporcionarles como justificación para sus crímenes el argumento de estar combatiendo el comunismo en Santo Domingo. Las matanzas de dominicanos y extranjeros —entre los últimos, un sacerdote cubano y uno canadiense— realizadas por las fuerzas de Imbert bajo el pretexto de que estaban aniquilando a los comunistas, quedarán para siempre en la historia dominicana cargadas en la cuenta general de los Estados Unidos y en la particular del señor Martin. 

Esas matanzas fueron hechas mientras estaban en Santo Domingo las fuerzas norteamericanas; y además el embajador Martin sabía quién era Imbert antes de invitarlo a encabezar la junta cívico-militar. La tiranía de Imbert fue establecida a ciencia y conciencia, y después de la tiranía de Trujillo no había excusa que pudiera justificar el establecimiento de la de Imbert. 

La revolución no fusiló a nadie ni decapitó a nadie; pero las fuerzas de Imbert han fusilado y decapitado a centenares, y aunque a esos crímenes no se les ha dado la debida publicidad en los Estados Unidos, figuran en los expedientes de la Comisión de los Derechos Humanos de la OEA y de las Naciones Unidas, con todos sus horripilantes detalles de cráneos destrozados a culatazos, de manos amarradas a la espalda con alambres, de cadáveres sin cabezas flotando en las aguas de los ríos, de mujeres ametralladas en los “paredones”, de los dedos destruidos a martillazos para impedir la identificación de los muertos. La mayor parte de las víctimas fueron miembros del Partido Revolucionario Dominicano, un partido reconocidamente democrático, pues la función de la llamada democracia de Imbert es acabar con los demócratas en la República Dominicana. Parece un sangriento sarcasmo de la historia que los crímenes que se le achacaron a la revolución sin haberlos cometido, hayan sido cometidos por un falso gobierno creado por los Estados Unidos sin que eso conmueva a la opinión norteamericana. La mancha de esos crímenes no caerá toda sobre Imbert, que al fin y al cabo es un ave de paso en la vida política dominicana; caerá también sobre los Estados Unidos y, por desgracia, sobre el concepto genérico de la democracia como sistema de gobierno. O yo no conozco a mi pueblo, o va a ser difícil que a la hora de determinar responsabilidades los dominicanos de hoy y de mañana sean indulgentes con los Estados Unidos y duros solamente con Imbert.

En general, va a ser difícil salvar a los Estados Unidos de responsabilidad en todos los males futuros de Santo Domingo, aún de aquellos que se hubieran producido naturalmente si la revolución hubiera seguido su propio curso. El Pueblo dominicano no olvidará fácilmente que los Estados Unidos llevaron a Santo Domingo el batallón nicaragüense “Anastasio Somoza”, el émulo centroamericano de Trujillo; que llevaron a los soldados de Stroessner, los menos indicados para representar la democracia en un país donde acababan de morir miles de hombres y mujeres del Pueblo, peleando por establecer una democracia; que llevaron a los soldados de López Arellano, que es para los dominicanos una especie de Wessin y Wessin hondureño.

 En todos los textos de historia dominicana del porvenir figurará en forma destacada el bombardeo a que fue sometida la ciudad de Santo Domingo durante 24 horas los días 15 y 16 de junio. Todos estos puntos a que me he referido a la ligera son consecuencias del uso de la fuerza como instrumento de poder en el tratamiento de los problemas políticos. Una apreciación inteligente de los sucesos de Santo Domingo hubiera evitado los males que ha producido y producirá el uso de la fuerza que se desplegó en el caso dominicano. 

Para la sensibilidad de los pueblos de la América Latina, para su experiencia como víctimas tradicionales de gobiernos de fuerza, todo empleo excesivo e injusto de la fuerza provoca sentimientos de repulsión. Desde el punto de vista de los latinoamericanos, los Estados Unidos cometieron en Santo Domingo el peor error político de este siglo. El presidente Johnson dijo que los infantes de marina de su país habían ido a Santo Domingo a salvar vidas, pero lo que puede asegurar el que conozca la manera de sentir de los latinoamericanos es que esos infantes de marina destruyeron en todo el Continente la imagen democrática de los Estados Unidos. Es que parece estar en la propia naturaleza de la fuerza destruir en vez de crear, y cuando se usa en forma excesiva e inoportuna, la fuerza tiende a destruir a quien la usa. Una revolución puede detenerse con la fuerza, pero sólo durante cierto tiempo.

En muchos sentidos, las revoluciones son terremotos históricos incontrolables, sacudimientos profundos de las sociedades humanas que buscan su acomodo en la base de su existencia. Y la Revolución Dominicana de abril de 1965 fue —y es— una revolución auténtica. Por lo menos eso creen los que tienen razones para conocer la historia, las fallas, las angustias y las esperanzas dominicanas, es decir los dominicanos que las hemos estudiado y estamos vinculados al destino de aquel pueblo por razones tan justas y tan honorables como puede estar vinculado el mejor de los norteamericanos al destino de los Estados Unidos.

Juan Bosch
Puerto Rico. 29 de junio de 1965

Bosch: Errores estratégicos y tácticos de los liberales

Los errores estratégicos y tácticos  de los liberales latinoamericanos y caribeños.


Recomendamos a nuestros amigos lectores leer este texto de un fragmento del libro del  profesor Juan Bosch: “Tesis de la dictadura con apoyo popular”. En texto que hoy presentamos de Bosch es un interesante análisis de cómo actúan y se comportan determinados grupos sociales y económicos en el proceso de la lucha por el poder político. Nos señala los errores tácticos y estratégicos cometidos por los liberales, como fruto de no conocer la estructura interna de la sociedad. Hoy, estos señalamientos y análisis del profesor están más vigente que nunca para que sean tomados en cuenta por los líderes demócratas y liberales que en la presente coyuntura dirigen procesos de lucha por el poder en la América Latina y el Caribe. Los hermanos de la Revolución Bolivariana de Venezuela deberían darse una lecturita de estos planteamientos del profesor Bosch para no errar en lo táctico y lo estratégico del proceso de la revolución chavista en Venezuela.  

En la revolución antioligárquica de la América Latina se han cometido graves errores estratégicos porque no se ha hecho un estudio de la composición social latinoamericana. La falta de ese estudio ha conducido a considerar enemigos a los que no lo eran ni debían serlo. Como es lógico, esos errores estratégicos han producido a su vez errores tácticos.

El no haber hecho a tiempo análisis correctos de las sociedades latinoamericanas ha conducido a marxistas y a demócratas a errores graves. Podemos enumerar algunos de ellos y también, por lo menos, un acierto.

Aferrados a la idea de que en la América Latina hay una burguesía aliada del imperialismo, los marxistas han creído que puede hacerse una revolución democrático-burguesa antiimperialista bajo el liderazgo de la burguesía, y por esa razón se han colocado en algunos casos al lado de las oligarquías creyendo que eran burguesías y se han enfrentado a partidos de la pequeña burguesía que pretendían hacer la revolución burguesa y a la revolución burguesa encabezada por la burguesía. 

Lo primero, por ejemplo, sucedió en Venezuela en 1945, lo segundo en Costa Rica en 1948. En el caso de Venezuela los comunistas creyeron que el presidente Medina Angarita representaba a la burguesía porque había mantenido en su gobierno libertades democráticas, y lo cierto es que quien la representaba era el pequeño burgués Rómulo Betancourt, y con él su partido Acción Democrática. 

En el caso de Costa Rica los comunistas del país, organizados en el Partido Vanguardia Popular, participaron en la revolución de lado de la oligarquía costarricense porque sus líderes creyeron que el presidente Calderón Guardia representaba a la burguesía del país y que José Figueres, líder de la revolución, representaba a la oligarquía. La oligarquía de Costa Rica era fundamentalmente terrateniente, bancaria y comercial, y Figueres era al mismo tiempo dueño de plantaciones de sisal y café, y comerciante; pero sucedía que el sisal era una materia prima para una industria de sogas y sacos, y era este aspecto de su actividad lo que determinaba la posición de Figueres en el contexto social; él era el burgués, no el Dr. Calderón Guardia.

La alineación de los comunistas venezolanos frente a Acción Democrática no les costó la vida en el orden político porque en 1948 el gobierno de Acción Democrática fue derrocado y Venezuela cayó bajo la dictadura militar que a partir de 1950 encabezó Pérez Jiménez, y la larga lucha contra Pérez Jiménez, en la cual los comunistas tomaron parte importante, rehízo su prestigio ante las juventudes del país. Pero en el caso de Vanguardia Popular el error le costó caro; el partido quedó aniquilado, no por las persecuciones, sino por la pérdida de autoridad moral.

El movimiento peronista fue antioligárquico y tuvo el apoyo de las masas argentinas, pero no se determinó con claridad cuál era la oligarquía y ésta no fue destruida, de manera que pudo rehacerse y echar del poder a Perón en 1955. Mientras tanto, demócratas y marxistas en Argentina y en toda la América Latina cayeron en el error de creer que el régimen peronista era una típica dictadura oligárquica y personalista.

Así como señalamos esos errores, que son sólo una parte de los muchos que se han cometido en nuestros países, debemos señalar un acierto, el de Fidel Castro en Cuba. La Revolución Cubana no se hizo contra la burguesía de la isla. Importantes sectores burgueses de Cuba apoyaron a Fidel Castro contra Batista a tal punto que José Bosch (Pepín), presidente de la compañía Bacardí —una empresa verdaderamente burguesa, que tenía casi cien años de vida y fábricas de ron y de cerveza en Cuba, Brasil, México y Puerto Rico; la de Cuba de capital cubano y las otras de capital cubano asociado a capitales de los países donde se hallaban—, fue personalmente a la Sierra Maestra a llevarle a Fidel Castro un millón de pesos, que equivalían a un millón de dólares. 

Los sectores más avanzados de la pequeña burguesía de Cuba, en sus niveles bajo, mediano y alto colaboraron desde las ciudades con Fidel Castro, y sin esa colaboración la revolución castrista no hubiera podido tener éxito, pues lo cierto es que no contó con el apoyo del proletariado ni urbano ni campesino; y esa pequeña burguesía, cuya aspiración era que Cuba fuera una sociedad burguesa, no habría ayudado a Fidel Castro si éste hubiera encabezado una revolución antiburguesa.

Lo cierto es que si la burguesía cubana no se hubiera dejado arrastrar por la oligarquía, y especialmente por la fuerza más poderosa del frente oligárquico cubano, que era el imperialismo norteamericano, los burgueses habrían podido convivir con la Revolución Cubana muchos años sólo a cambio de hacer las concesiones realistas que iba a exigirles el proceso revolucionario. Pero los burgueses cubanos se dejaron arrastrar por el frente oligárquico precisamente a causa de su debilidad, y eso les costó sus bienes y aun su derecho a vivir en Cuba. En realidad, fue la oligarquía que los llevó al suicidio, y no la revolución fidelista, la que produjo la aniquilación de los sectores burgueses de la sociedad cubana, de manera que la dirección de Fidel Castro fue políticamente acertada, y en cambio la de la oligarquía no pudo ser más desastrosa.

La oligarquía costarricense fue destruida a partir del triunfo de la revolución de 1948 en dos de sus sectores, el bancario y el comercial, pues al quedar nacionalizada la banca del país, los créditos, que antes iban a dar casi en su totalidad al comercio exportador-importador, fueron desviados hacia otros sectores de la producción, como el agrícola y el industrial. Pero no se tomó ninguna medida contra el sector latifundista ni contra el sector sacerdotal, y no fue necesario tomarla contra el de las fuerzas armadas porque éstas no existían.

¿Cómo se explica que el imperialismo permitiera el triunfo de la burguesía costarricense? ¿Por qué en ese caso no apoyó el imperialismo a sus aliados de la oligarquía?

El imperialismo no puso su poder del lado de la oligarquía de Costa Rica, como no lo había puesto en 1945 del lado de la oligarquía venezolana, porque tanto en Venezuela como en Costa Rica el comunismo se hallaba políticamente en el frente oligárquico. Esa posición de los partidos comunistas de Venezuela y de Costa Rica determinó la que tomaría el imperialismo. En Venezuela, las empresas petroleras aceptaron pagar impuestos de la mitad de sus beneficios al gobierno  surgido de la revolución de 1945; en Costa Rica, la United Fruit aceptó una situación parecida en 1948. Los errores de los partidos comunistas de Venezuela y Costa Rica precipitaron, pues, un entendimiento entre imperialismo y burguesía.

Otros errores fueron cometidos por las pequeñas burguesías revolucionarias, y un ejemplo de esto último es la revolución boliviana de 1952. Esa fue una revolución típicamente antioligárquica, que nacionalizó las minas y repartió las tierras, dos fuentes de riqueza que se hallaban en manos de la oligarquía. Pero el gobierno revolucionario boliviano cayó en la debilidad de dejarse penetrar por la fuerza más poderosa de las oligarquías latinoamericanas, que es el imperialismo norteamericano, y este, operado desde adentro, le arrebató el poder.

En la revolución antioligárquica de la América Latina se han cometido graves errores estratégicos porque no se ha hecho un estudio de la composición social latinoamericana. La falta de ese estudio ha conducido a considerar enemigos a los que no lo eran ni debían serlo. Como es lógico, esos errores estratégicos han producido a su vez errores tácticos.

La responsabilidad de los errores cae por igual en los partidos marxistas y en los democráticos. Arrastrados por la propaganda norteamericana, que es en fin de cuenta la de los frentes oligárquicos, los grupos burgueses han tomado por enemigos a los partidos reformistas democráticos cuya función era llevar la lucha contra las oligarquías, y, por tanto, en favor de las burguesías, a niveles de gobierno; los partidos reformistas, democrático-burgueses, se han dejado arrastrar también por la propaganda norteamericana y se han dedicado a combatir, y a menudo a perseguir, a los marxistas, que generalmente han sido organizaciones minoritarias; y a su vez los marxistas se han dejado arrastrar por la propaganda oligárquica y se han dedicado a combatir a los partidos pequeños burgueses en vez de dedicarse a organizar la lucha contra las oligarquías. 

En ese panorama de confusiones ha habido algunas excepciones, pero muy contadas. Los que no han cometido nunca el error de confundir a sus enemigos han sido los frentes oligárquicos, y por esa razón han atacado a muerte por igual a demócratas reformistas y a comunistas; han maquinado y llevado a cabo golpes de Estado, levantamientos militares, expediciones como la de Guatemala en 1954 y la de Cuba en 1961 o invasiones militares como la de la República Dominicana en 1965.

Para los frentes oligárquicos, y especialmente para su componente más poderoso, el imperialismo norteamericano —hoy sustituido por el pentagonismo—, todo el que intente arrebatarle su posición de dominio en la América Latina es un enemigo al que hay que aniquilar rápidamente y sin contemplaciones.

Juan Bosch

Tomado del libro de Bosch: “Dictadura con apoyo popular”

A los empresarios dominicanos







Señores empresarios dominicanos por favor un poquito de desprendimiento, no aprieten más la tuerca que se corre. Ahora veo en la prensa nacional: “Empresarios reiteran impugnarán decisión aumento salarial” “El presidente del Conep, Pedro Brache, consideró como injusto que se haya aprobado el 20%...”. No creen ustedes, empresarios dominicanos, es más injusto el salario de miseria que les pagan a los empleados y obreros dominicanos que ni siquiera dan para cubrir sus necesidades básicas.

No sean tan angurriosos, es que no se conforman con el premio no justo que le da el gobierno dominicano, más de RD$ 200 mil millones de pesos en calidad de subsidios, que representan mas del 35% del PIB, por cierto, con estas compensaciones o donaciones al empresariado que hace el Estado Dominicano debiera terminarse, es lo más injusto que ojos humanos hayan visto, porque ese dinero le hace falta al pueblo quisqueyano para más salud, mas educación… 

Viendo esta tozudez e intransigencia de los grupos económicos dominantes en la sociedad dominicana, eso de querer ganárselo todo a costa del infeliz hombre y mujer dominicana me llega al recuerdo una popular y sabia expresión de nuestro pueblo: “ A la puerca si la amarra corta se ahorca y si la amarara larga se enreda” 

Empresarios dominicanos!!! Sepan ustedes que para mantener la poquita paz social que hoy se disfruta en la patria de Duarte, Luperón y Juan Bosch le ha costado mucho sacrificio al pueblo dominicano, no la sacrifiquen y contribuyan con una mejor distribución del ingreso nacional, que ustedes también serían favorecidos con el mantenimiento de la estabilidad social.

viernes, 31 de marzo de 2017

Juan Bosch un hombre de siempre

RESEÑA BIOGRÁFICA DE JUAN BOSCH




Escritor, pensador social y luchador por la liberación de su pueblo. Nació en la ciudad de La Vega el 30 de junio de 1909, hijo de don José Bosch y doña Ángela Gaviño. El padre, español nacido en Tortosa, Cataluña, y la madre, nacida en Juana Díaz, Puerto Rico, se habían establecido en el país en los finales del siglo XIX. Juan Bosch vivió sus primeros años de infancia en La Vega, y visitaba también las comunidades de Río Verde y El Pino. Cursó estudios sólo hasta el tercer nivel de bachillerato.

En su juventud vivió en Santo Domingo y trabajó en establecimientos comerciales; más tarde viajó a España, Venezuela y algunas de las islas del Caribe. A su retorno a la República Dominicana, al comienzo de los años ’30, publicó su primer libro de cuentos Camino real, el ensayo indio y la novela La Mañosa, aclamada por la crítica nacional. Dirigió desde sus inicios la página literaria del periódico Listín Diario, en el cual se perfiló como crítico de arte y ensayista.

En junio de 1934 contrajo matrimonio con la señora Isabel García. Con ella procrearía dos de sus hijos: León y Carolina. En los primeros años de la dictadura de Rafael Trujillo Molina fue encarcelado por razones políticas, siendo liberado luego de varios meses. En 1938, sabiendo que el tirano planeaba designarlo diputado, logra salir al exilio y se establece en Puerto Rico. En 1939 se trasladó a Cuba, donde dirigió la edición de las obras completas de Eugenio María de Hostos para la conmemoración de su Centenario. El trabajo con los escritos originales de Hostos, termina de definir en Bosch su vocación de patriota, latinoamericanista y humanista.

En 1939, junto a otros exiliados políticos, fundó el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el cual organizó y dio a conocer en otros países del Caribe y América Latina. En los años transcurridos entre 1940 y 1945, se destacó como uno de los más notables escritores de cuentos de la región y laboró activamente en la formación de un frente antitrujillista encabezado por el PRD. En la misma época, se desarrolla como un agudo analista político e internacional, y hace parte en diversas luchas liberadoras de nuestros países.

Colaboró con el Partido Revolucionario Cubano y desempeñó un destacado papel en la redacción de la Constitución de aquel país promulgada en 1940. Casa, en segundas nupcias, con Carmen Quidiello, de cuyo matrimonio nacieron sus hijos Patricio y Bárbara.


Ganó importantes premios literarios a nivel internacional, entre los cuales se distingue el premio “Hernández Catá” que se otorgaba en La Habana a los cuentos escritos por autores de América Latina. Fue uno de los principales organizadores de la expedición armada que se gestó en “Cayo Confites”, en la cual participaron cientos de ciudadanos cubanos y centroamericanos con intención de derrocar la dictadura de Trujillo. Entre ellos se encontraba el joven Fidel Castro.

Posteriormente, Bosch se trasladó a Venezuela y a otros países de América Latina, donde desarrolló una activa campaña antitrujillista y consolidó su carrera de escritor, cuentista y ensayista de primera categoría, a la par de consolidar fuertes vínculos con los sectores progresistas en cada uno de los lugares donde se hace presente. Para ese momento había escrito cuentos de profundo contenido social, entre los que pueden  citarse “La Nochebuena de Encarnación Mendoza”, “Luis Pie”, “Los amos” y “El indio Manuel Sicuri”. En Cuba, lugar al que regresó requerido por sus amigos del Partido Revolucionario Auténtico, desempeñó importantes papeles en la vida política e intelectual.

El 1º de enero de 1959 se produjo en Cuba el triunfo encabezado por Fidel Castro, que motorizó un reordenamiento político, económico, y social en los países del Caribe. Bosch, con instinto certero, percibió el proceso histórico que se había iniciado, y dirigió a Trujillo una carta, el 27 de febrero de 1961, en la cual le advertía que su papel político, en términos históricos, había concluido en la República Dominicana, y que de no dar por terminada su tiranía, “el próximo aniversario de la República será caótico y sangriento; y de ser así, el caos y la sangre llegarán más allá del umbral de su propia casa...”.
Ajusticiado Trujillo el 30 de mayo de ese año, Bosch regresó a su país luego de veintitrés años de exilio, cuatro meses después de haberse establecido en territorio dominicano el Partido que había fundado en 1939. Su presencia en la vida política nacional, como candidato a la presidencia de la República, revolucionó sustancialmente la forma de vinculación entre los líderes políticos y el pueblo, así como el estilo de realizar campañas electorales en el país. Su forma directa y sencilla de dirigirse a la población, tanto rural como urbana, especialmente a través del programa radial Tribuna Democrática, le permitió desarrollar una profunda influencia y simpatías populares, que lo perfilaron como incuestionable ganador de las elecciones de diciembre de 1962.

Celebrado el torneo electoral, Bosch obtuvo un triunfo arrollador sobre sus contendores, alcanzando sobre un 60% de los votos. Juan Bosch, Combatido por los sectores más conservadores de la sociedad desde antes de convertirse en el primer presidente electo democráticamente después  del fin de la dictadura Trujillista, tomó posesión como Presidente de la  República el 27 de Febrero del 1963. Había conquistado la voluntad mayoritaria con un mensaje dirigido a la conciencia de las masas del pueblo hasta ahora marginadas del “drama nacional”, sin prácticas clientelistas ni demagógicas, propugnando por una auténtica “revolución democrática” en el país.

Bosch dio inicio a una gestión gubernativa patriótica, reformadora, de incuestionable honestidad administrativa y de profundas transformaciones. Su gobierno fue derrocado por un golpe de Estado, ensayado al menos en cinco ocasiones, y estimulado y apoyado desde el exterior, especialmente por sectores de la extrema derecha del poder norteamericano.

En diciembre de 1963 caen el líder político Manolo Tavárez Justo y otros patriotas, alzados en armas en defensa de la constitucionalidad democrática. Menos de dos años después, la insatisfacción popular generó el levantamiento militar del 24 de abril de 1965, que tenía como objetivo el restablecimiento del gobierno constitucional que Bosch había presidido, y la vigencia de la Constitución que su gobierno había promulgado el 29 de abril de 1963, la más progresista que ha conocido la República. En la epopeya conocida como “Revolución de Abril” fueron protagonistas héroes de la estatura de Francisco Alberto Caamaño Deñó, Rafael Tomás Fernández Domínguez, Juan María Lora Fernández y Miguel Hernando Ramírez, entre muchos otros dominicanos y dominicanas valientes.


Impedido de regresar al poder por la intervención militar de los Estados Unidos, retorna al país el 25 de septiembre de 1965 y participa en las elecciones realizadas el 30 de mayo de 1966 bajo la dirección y el control de las fuerzas interventoras. A fines de ese año, Bosch se marchó al exterior radicándose en España, donde realizó una extraordinaria labor intelectual y de organización política produciendo algunas de sus obras más importantes entre las cuales están: Composición social dominicana, Dictadura con respaldo popular, Breve historia de la oligarquía, De Cristóbal Colón a Fidel Castro, y numerosos artículos de diferentes géneros publicados en revistas, periódicos y otras publicaciones del país y del exterior.

Regresó a la República Dominicana en abril de 1970 con la intención de reorganizar y modernizar al PRD; quiso convertir a sus miembros en militantes activos, estudiosos de la realidad histórica y social de su país; sin embargo ese proyecto de transformación del PRD fue obstaculizado por grupos de la derecha y la izquierda enquistado dentro del PRD liderado por José Francisco Peña Gómez, Jacobo  Magluta,  Gil Morales, don Antonio Guzmán, Ambiorix Díaz Estrella, entre otros.

El 15 de diciembre de 1973 funda junto a otros compañeros el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), una organización revolucionaria y popular llamada a culminar “la obra inconclusa de los padres de la Patria”. La idea esencial de este partido fue la creación de una vanguardia con autoridad moral y política en el seno del pueblo trabajador, capaz de convocar y liderar a las grandes masas. Bosch lo define como “un partido nuevo en América”. El PLD se constituye como un partido no populista, altamente dotado de conciencia política, métodos y capacidad organizativa, que logra un apoyo creciente entre los ciudadanos, siendo el partido más votado en 1990 pero impedido de ostentar el triunfo mediante el recurso del fraude electoral.

A partir de los setentas, todo su trabajo intelectual y organizativo lo dedica a la lucha “por la liberación del pueblo dominicano”. Prosigue, a su vez, con un ingente activismo en la arena internacional a favor de la defensa de los derechos humanos, el derrocamiento de las dictaduras en América Latina, el cese de las intervenciones imperialistas, la integración del continente y la derogación de la deuda externa, entre otras causas. En este campo de acción se vincula con grandes figuras de la política, las artes y el pensamiento de los pueblos del Tercer Mundo y de países amigos de sus aspiraciones.

El relevante aporte del profesor Juan Bosch a las letras nacionales y americanas en la narrativa, novelas y ensayos lo han convertido en maestro de dos generaciones de escritores, cuentistas, novelistas, ensayistas, periodistas e historiadores entre los cuales se distinguen algunas de las más sobresalientes figuras del país y de América Latina.

Su conducta patriótica, cívica, honesta, valiente y militante, como gobernante y líder, lo convierten en un símbolo de la dignidad nacional, en un orgullo para nuestro pueblo y en un ejemplo a seguir para las generaciones presentes y futuras de la República Dominicana. Don Juan falleció el 1º de noviembre de 2001, en Santo Domingo. Sus restos están sepultados en el Cementerio Ornamental de La Vega, su ciudad natal.

Referencias bibliográficas:
Gutiérrez Félix, Euclides. Biografía de Juan Bosch.
Piña-Contreras, Guillermo. Juan Bosch: imagen, trayectoria y escritura.
Revista Camino Real Nº 14, Fundación Juan Bosch, 2009.



EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

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