MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

martes, 16 de agosto de 2016

DISCURSO DE BOSCH EN CAPOTILLO*




* “Discurso del presidente Juan Bosch en Capotillo, el 16 de agosto de 1963, con motivo de la celebración del Centenario del inicio de la Guerra de la Restauración”


 


Señores miembros de la Comisión pro Celebración del Centenario de la Restauración;
Autoridades civiles y militares;

Dominicanos:

Hace cien años, entre la medianoche y el amanecer del 15 al 16 de agosto, catorce héroes entre los cuales uno no ha dejado su nombre a la Historia y otro era español, entraron en este lugar de Capotillo Español a comenzar la guerra restauradora.

La República había pasado a ser colonia española, un año y cinco meses antes: el 28 de marzo de 1961; y un año y cuatro meses antes de ese 16 de agosto, es decir, el 18 de abril de 1861, habían llegado a tierra dominicana las primeras fuerzas españolas.

España era, por esos días, una de las potencias militares más grandes y aquí, en la vecindad de nuestro país, en el vecindario de mar y de islas, tenía a un lado a Cuba y a otro lado a Puerto Rico, desde donde podía en cualquier momento, enviar fuerzas poderosas a esta tierra dominicana.

Sin embargo, nuestro pueblo que no había participado en el hecho histórico de que la República dejara de ser República para pasar a ser territorio dependiente de España, ese pueblo nuestro no había medido el poderío español, no le importaba cuántos cañones, ni cuántos barcos de guerra, ni cuántos miles de hombres, ni cuántos oficiales bien preparados podían combatir aquí contra ellos, es decir contra el pueblo.

Y desde el momento mismo en que Pedro Santana, hasta entonces presidente de la República Dominicana, declaró que esta República dejaba de ser República para ser colonia española, desde ese momento el pueblo dominicano comenzó a combatir para restaurar su República.

Y      hubo, entre el 18 de marzo y el 16 de agosto, muchos mártires; y hubo preparado un gran movimiento que debió haber comenzado el 27 de febrero de 1863, y que fracasó cuatro días antes porque uno de los que estaban en el secreto, habiendo bebido más de la cuenta, habló, y las autoridades españolas supieron a tiempo que ese movimiento iba a comenzar el 27 de febrero.
Entre los catorce hombres del 16 de agosto —en la noche del 15 al 16— que en las sombras de la noche entraron en nuestro país, por este lugar que entonces se llamaba Capotillo Español, doce por lo menos habían tomado parte en el movimiento fracasado del 27 de febrero.

Una derrota

En la vida de los hombres de acción, sean guerreros, libertadores, sean políticos, sean agricultores, sean industriales, una derrota no significa sino eso: una derrota. Pero el año tiene 365 días y a la derrota de hoy pueden seguir 364 victorias, y por eso al hombre de acción, sea guerrero o libertador, sea político, sea agricultor, sea industrial, no se derrota nunca mientras esté vivo. Los dominicanos que comenzaron aquí la guerra restauradora, dan un ejemplo de ello. Habían tenido que huir unos meses antes, pero a partir del 16 de agosto, de ellos huyeron los españoles, ellos no volvieron a huir más, y los que desde aquí fueron de triunfo en triunfo pasando por los incendios de Guayubín, y de Santiago, y de Moca, hasta volver a colocar la bandera de la cruz blanca en el Homenaje de la Capital de la República, en señal de que habían restaurado esta Patria que Pedro Santana entregó, y que ellos rescataron y devolvieron al mundo de las naciones libres.

La Guerra Restauradora es el acontecimiento histórico más importante de la República Dominicana. Y es el más importante porque en él tomó parte directa, activa y principal el propio pueblo dominicano. No fue una guerra hecha por caudillos, fue una guerra hecha por el pueblo.

La guerra, como es claro, dio caudillos a los que probaron durante los catorce meses de la acción que eran más bravos, más capaces y más desinteresados al servicio de la causa de la libertad. Pero la guerra fue hecha por el pueblo, a tal extremo de que entre los presos del 27 de febrero de 1863 en Santiago, los había peones, y sastres, y zapateros, y las armas con que contaban eran especies arrancadas de las cercas de los campos, piedras y pedazos de madera que habían afilado como lanzas.

El pueblo fue el que entró en Santiago en septiembre, a principios de septiembre, a miles de hombres para sitiar la ciudad y quemarla antes que dejarla esclava en manos españoles. Del pueblo, de esa lucha de catorce meses contra un ejército bien disciplinado y bien equipado, salieron hombres de la categoría de Gregorio Luperón; salieron los hombres que desde 1865 hasta el final del siglo pasado, gobernaron en este país y lo hicieron progresar de manera asombrosa, porque la guerra restauradora no fue solamente una guerra para libertar a la República Dominicana y para restaurarla, sino que fue una guerra revolucionaria, y después que terminó, y los hombres que la dirigieron alcanzaron el Poder, de esa guerra salieron los ferrocarriles, y los cables interoceánicos, y los vapores y la luz eléctrica, y los centrales azucareros, las primeras manifestaciones de verdadero progreso que tuvo la República Dominicana.

Si esa guerra dio grandes hombres y produjo una revolución, y después se agotó para terminar en una tiranía, que fue la tiranía de Ulises Heureaux, a quien el pueblo llamaba Lilís, la responsabilidad de ese agotamiento y de esa tiranía final no puede caer sobre los hombros de quienes hicieron la guerra en Capotillo y la convirtieron después en un régimen progresista. Tiene que caer, así como la responsabilidad mayor de la guerra estuvo en el pueblo, la responsabilidad mayor del fracaso del régimen político que produjo la Restauración, está también en el pueblo, porque una democracia no se sostiene si no hay un pueblo que la practique y la defienda; no puede surgir un tirano donde haya un pueblo dispuesto a defender la libertad.

Gratitud

Hoy, a cien años de distancia, estamos aquí rindiendo homenaje a los héroes de Capotillo y somos conscientes de que si estamos en este momento hablando ante ustedes y ante la representación del ejército restaurador, que está ahí en frente, y ante todo el país que nos escucha, lo debemos también a los restauradores, porque si ellos no hubieran hecho libre esta República el pueblo no hubiera sido libre para elegir libremente un gobierno constitucional.

Es así como a la distancia de cien años el árbol que ellos sembraron está dando frutos. Frutos tardíos, porque en este país no debió haber ocurrido nunca, después de esa guerra de tantos sacrificios, de esa guerra tan heroica, de esa guerra tan hermosa, no debió de haber ocurrido nunca, repetimos, que el pueblo perdiera su libertad y que tuviera que celebrar, como si se tratara de un nacimiento de la Patria otra vez, el nacimiento de esa libertad y el ejercicio del derecho democrático, que le permite cada cuatro años decir: “A este queremos que nos gobierne, y no aquel, ni aquel otro, ni al de más allá”. Sin esa facultad, sin la facultad de elegir libremente, no hay soberanía popular, y si no hay soberanía popular, la democracia es una mentira.

La guerra restauradora la hizo el pueblo, y el pueblo ha tardado cien años en poder ir libremente a las urnas para escoger a quien él haya querido —el mejor o el peor, no importa— pero a quien él haya querido.

Cien años parece un tiempo muy largo. Si hubiéramos podido hacer esto desde entonces hasta hoy, con la riqueza de nuestra tierra, con la inteligencia natural de nuestro pueblo, con la bondad natural del pueblo, con la decencia natural del pueblo y con los hombres de extraordinaria capacidad, en todos los campos, que hemos dado, este país estaría hoy a la cabeza de los países de su tamaño de América Latina. No lo estamos, desdichadamente, pero tenemos que estarlo, debemos alcanzarlos.

La bandera de la cruz blanca flota en cielo libre pero no tiene todavía el lugar que le corresponde en este concierto de países latinoamericanos. No lo tiene, porque nuestro pueblo no ha podido alcanzar la posición que él desea y la posición que puede conquistar, si trabaja y es capaz de seguir el ejemplo de los catorce hombres que entraron por Capotillo Español para restaurar la libertad de la República.

Dominicanos:

Esta noche es hora de hablar de los sucesos políticos actuales. Esta es la hora de pensar unidos, en silencio y con gratitud en el ejemplo de los hombres gracias a los cuales nosotros podemos reunirnos hoy aquí, y nosotros podemos llamarnos dominicanos. Ellos se unieron resuelta y valientemente ante un enemigo poderoso; los dominicanos deben unirse y luchar resuelta y valientemente contra la miseria, contra la ignorancia, contra la maldad, contra la enfermedad. Ellos conquistaron la libertad nacional para todos los dominicanos y nosotros tenemos que darle a esa libertad nacional la sustancia necesaria para que nuestro pueblo pueda sentarse en primera fila entre los pueblos libres de América y pueda sentarse con justificado orgullo. Esa sustancia es la justicia social.

Cien años después de la lucha en acción el pueblo ha seguido uno detrás de otro, el obrero del campesino y el campe-sino del agricultor y el agricultor del abogado y el abogado del comerciante, el pueblo entero unido restauró esa República, cien años después nosotros no podemos sentarnos a disfrutar esa República (faltan aquí siete u ocho palabras que no se entendieron por defecto en la recepción) si no cumplimos con el deber de engrandecerla, luchando, enriqueciéndola, para que podamos disfrutar todos la libertad que ellos crearon y la justicia social que Dios, que está en los Cielos, demanda para los hombres en la Tierra.

BOSCH RECLAMA UNIDAD*

Estamos aquí, legisladores, ciudadanos, prelados, militares, niños y jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, pueblo y Gobierno y representantes de naciones extranjeras conmemorando un hecho que comenzó hace hoy un siglo: la guerra de los dominicanos para restaurar su República.
Si hemos de ser justos, la lucha conocida en nuestra historia con el nombre de Restauración comenzó desde el momento mismo en que el general Pedro Santana proclamó la anexión de nuestro país a la Corona española. Los mártires que dieron la sustancia de sus vidas para alimentar el coraje dominicano antes del 16 de agosto, van desde el ciego José Contreras hasta el epónimo Francisco del Rosario Sánchez; son gentes humildes de nombres desconocidos o Padres de la Patria; los hay que apenas se hacen entender en la lengua elemental de los campos cibaeños y los que al morir musitan sentencias en latín.

Pero el turbión de la lucha reventó de verdad en Capotillo Español el 16 de agosto de 1863 el empuje del pueblo. Entre los héroes de ese día hay uno cuyo nombre no recuerda nadie; y hay también un español, el corneta Angulo, como para que no fallara esa curiosa matemática del heroísmo que ha colocado en todo país de América a un hijo de España en cada combate por la libertad.

*   El Caribe, Santo Domingo, 17 de agosto de 1963, p. 8.

viernes, 12 de agosto de 2016

Fidel, 90 años haciendo vivir


El 13 de agosto de 1926 nacía Fidel Castro. Mañana cumple 90 años. ¡Felicidades, Comandante en Jefe!

Fidel es la gran personalidad política del último siglo. Como mejor intérprete y continuador de las tradiciones independentistas, antiimperialistas y revolucionarias del pueblo cubano, ha sido guía y baluarte de la Revolución Cubana, abriendo siempre la marcha hacia las sucesivas victorias que su pueblo -gigante en heroicidad, aunque pequeño en número- ha logrado frente al más poderoso imperio de la historia.

La unión de una inteligencia política excepcional con los ideales socialistas, una capacidad de liderazgo difícil de igualar y una voluntad de lucha inclaudicable ha sido la combinación imprescindible que ha hecho de Fidel el líder necesario para procurar y sostener la grandiosa victoria del 1 de enero de 1959. Actuales siguen siendo las palabras de Che Guevara sobre Fidel: “Si nosotros estamos hoy aquí y la Revolución Cubana está aquí, es sencillamente porque Fidel entró primero en el Moncada, porque bajó primero del Granma, porque estuvo primero en la Sierra, porque fue a Playa Girón en un tanque, porque cuando había una inundación fue allá y hubo pelea porque no lo dejaban entrar. Por eso nuestro pueblo tiene esa confianza tan inmensa en su Comandante en Jefe, porque tiene, como nadie en Cuba, la cualidad de tener todas las autoridades morales posibles para pedir cualquier sacrificio en nombre de la Revolución”
.
La esclarecida conciencia de Fidel sobre los problemas de los pueblos del mundo y su lucha tenaz para solucionarlos, comenzando por la solidaridad internacionalista practicada por la Revolución Cubana, lo han convertido en la voz de las masas explotadas y oprimidas de todos los continentes, en un líder comunista mundial profundamente consciente de las necesidades de su tiempo, tal como lo estuvo Lenin en el suyo.
Cuando eran clausurados los regímenes socialistas del Este europeo y se desmantelaba a marchas forzadas la Unión Soviética, la determinación de Fidel y del Partido Comunista de Cuba de continuar la senda socialista convirtió a Cuba en faro de los pueblos del mundo para proseguir la lucha contra el capitalismo, demostrando con su ejemplo que sí se puede vencer grandes obstáculos con ideas, principios y táctica adecuada. Esta decisión y la lucha contra el criminal bloqueo yanqui terminaron de catapultar a Fidel y Cuba como referencia mundial de los pueblos.

Fidel nos representa cuando en la Cumbre de Río, en 1992, afirma: “Si se quiere salvar a la humanidad... hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre”. O cuando, en 2005, crea el Contingente Médico internacionalista “Henry Reeve”, cuya cooperación lo mismo ha salvado vidas en Paquistán, tras el devastador terremoto de ese mismo año, que lo ha hecho en Africa Occidental durante la reciente y mortal epidemia de Ébola que azotó las poblaciones de Guinea, Liberia o Sierra Leona. También cuando pone su extraordinaria autoridad moral a ser la voz mundial por la paz, denunciando las agresiones de la OTAN para “adueñarse cada vez más de los recursos y el fruto del trabajo de los pueblos” o reclamando el desarme con esta inequívoca frase: “Sostengo el criterio de que ningún país grande o pequeño tiene el derecho a poseer armas nucleares”.

Por todo ello y mucho más, hoy, la Plataforma Canaria de Solidaridad con los Pueblos no quiere dejar pasar esta fecha histórica para seguir exigiendo el fin del bastardo bloqueo yanqui contra Cuba, así como la devolución del territorio usurpado de Guantánamo (en manos de EEUU desde 1903) a la soberanía cubana, al tiempo que une su voz a las voces de millones de mujeres, hombres, niños y niñas, a las de millones de trabajadores que en las más distantes latitudes del planeta dicen con alegría y orgullo: “ Gracias, Fidel. Feliz cumpleaños, Comandante del Futuro. Hasta la victoria siempre”.

Fidel Castro en su noventa aniversario


El mejor homenaje a Fidel, mirar en su misma dirección
 

Presentación
Hace algo más de medio siglo, cuando en los hogares latinoamericanos se celebraba el comienzo del nuevo año, una buena nueva ocurría en Cuba: un ejército guerrillero de base social campesina triunfaba en la isla caribeña liberando al país de la tiranía batistiana. Se inauguraba así un proceso político que no pretendía sólo derrocar a un dictador, sino que buscaba seguir una línea consecuentemente revolucionaria: transformar profundamente la sociedad en beneficio de las grandes mayorías. 

Este triunfo de las fuerzas populares, encabezadas por el Movimiento 26 de Julio y dirigidas por el joven abogado Fidel Castro Ruz, despertó la simpatía de la mayor parte de la izquierda occidental, pero muy especialmente de la izquierda de América Latina. Era una luz que asomaba en el oscuro ambiente conservador que entonces se vivía en el subcontinente. 

Había roto con dos tipos de fatalismo muy difundidos en la izquierda latinoamericana: uno geográfico y otro militar. El primero planteaba que los Estados Unidos no tolerarían una revolución socialista en su área estratégica y Cuba triunfa muy cerca de sus costas. E l segundo sostenía que dada la sofisticación que habían alcanzado los ejércitos, ya no era posible vencer a un ejército regular, pero la táctica guerrillera empleada por los revolucionarios demostró que era posible ir debilitando al ejército enemigo hasta llegar a derrotarlo.

Era lógico, entonces, que, luego del triunfo cubano, el tema de la lucha armada pasase a ser el tema central de discusión de la izquierda de nuestra región. Pero detrás de las armas y de la táctica guerrillera, había mucho más; existía toda una estrategia política construida y aplicada hábilmente por Fidel, sin la cuál no puede explicarse dicha victoria. 

El máximo dirigente cubano entendió muy bien que la política no podía ser el arte de lo posible —una visión conservadora de la política—, sino el arte de construir una correlación de fuerzas social, política y militar que permitiera transformar lo que parecía imposible en ese momento en algo posible en el futuro.
He seleccionado como una contribución a esta revista las conclusiones de mi libro La estrategia política de Fidel. Del Moncada a la victoria [1] por considerarlas de absoluta actualidad. 

La primera de ellas se refiere al tema del enemigo inmediato y la amplitud del frente político . Allí señalo las grandes lecciones que pueden obtenerse de la enorme flexibilidad táctica que empleó Fidel para construir la amplia alianza con todas las fuerzas anti-batistianas. El líder cubano entendió que para lograr el triunfo contra el dictador era necesario unir al máximo de fuerzas sociales y por ello fue paso a paso construyendo la unidad no sólo con las clases y sectores revolucionarios, sino también con sectores reformistas y, aún con aquellos sectores reaccionarios que tuviesen la más mínima contradicción con el dictador. Para lograr este objetivo tuvo que replegarse en muchos aspectos, pero nunca cedió en cuestiones de fondo: jamás aceptó una posible injerencia extranjera para facilitar las cosas, ni la utilización de un golpe militar con los mismos objetivos, ni la exclusión de fuerza alguna representativa de algún sector del pueblo. 

En la segunda se refiere a los criterios que usó la construir la unidad de las fuerzas revolucionarias . En esta parte del texto señalo las enseñanzas que podemos extraer de su propia práctica y de sus discursos. Nadie como él luchó por esa unidad, transformándola en el pilar de su estrategia política antes y después de la victoria. Fidel prefirió evitar las discusiones teóricas para centrar su energía en aplicar una estrategia política correcta; estaba convencido de que sería la práctica la que lograría resolver con menos desgaste interno las diferencias ideológicas y políticas de los distintos grupos revolucionarios. 

Para terminar esta pequeña presentación quiero recordar una frase de Antoine de Saint-Exupéry: “Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección”.
Pienso que la mayor expresión de amor y el mayor homenaje que podemos hacer a Fidel en su 90 aniversario es mirar en su misma dirección. 

Marta Harnecker 12 julio 2016 

Fidel: La estrategia política de la victoria (Selección) CONCLUSIONES 1. El enemigo inmediato y la amplitud del frente político.
  La estrategia seguida por Fidel para conformar el bloque de fuerzas sociales que permitió el derrocamiento de Batista y luego la marcha hacia el socialismo nos deja grandes lecciones. 

A pesar de que el dirigente cubano sabía perfectamente que las únicas fuerzas revolucionarias consecuentes eran sólo las que conformaban su concepto de “pueblo”, sabía también que las clases dominantes contaban con medios muy poderosos para mantener el régimen establecido, entre ellos el apoyo del país imperial más poderoso del mundo. 

Su gran mérito histórico fue haber sabido definir con claridad cuál era el eslabón decisivo que permitiría asir toda la cadena y de esa manera hacer avanzar a la revolución, y eso no era otra cosa que la lucha contra Batista y el régimen que él encarnaba. Era necesario unir el máximo de fuerzas sociales para derrocar a la tiranía, unir no sólo a las clases y sectores revolucionarios sino también a los sectores reformistas y aún a aquellos sectores reaccionarios que tuvieran la más mínima contradicción con el dictador.
De ahí que en el programa del Moncada planteara sólo medidas de tipo “democrático—burgués” y aunque se proponía medidas que afectarían a los intereses norteamericanos no se hizo nunca una declaración formal antimperialista. Luego, en el Pacto de la Sierra, como ya vimos, desaparecieron aún las medidas relacionadas con las nacionalizaciones , para terminar en el Pacto de Caracas con un programa mínimo reducido a las medidas más esenciales: castigo a los culpables, defensa de los derechos de los trabajadores, orden, paz, libertad, cumplimiento de los compromisos internacionales y búsqueda del progreso económico, social e institucional del pueblo cubano. 

En lo que Fidel nunca cedió fue en cuestiones de fondo, las únicas que podían estancar el desarrollo del proceso revolucionario, y ellas fueron: la no aceptación de la injerencia extranjera, el rechazo al golpe militar y la negativa a conformar un frente que excluyera a alguna fuerza representativa de un sector del pueblo

Las líneas más generales acerca de la necesidad de conformar un amplio frente antimperialista y antioligárquico quedaron plasmadas en la II Declaración de La Habana, el 4 de febrero de 1962. Por eso es que, doce años después, preocupado por la desunión de las fuerzas democráticas y progresistas de Chile, y, en concreto, de la ausencia de criterios comunes dentro de la propia Unidad Popular (frente político que apoyaba a Allende), en un momento en que ya la ofensiva de las fuerzas reaccionarias se hacia evidente, decide recordar esas palabras. Y lo hace, justamente, en la parte final de su discurso de despedida, después de haber visitado Chile durante varias semanas, el 2 de diciembre de 1971.
Veamos lo que dice al respecto: “El imperialismo, utilizando los grandes monopolios cinematográficos, sus agencias cablegráficas, sus revistas, libros y periódicos reaccionarios, acude a las mentiras más sutiles para sembrar el divisionismo e inculcar entre la gente más ignorante el miedo y la superstición a las ideas revolucionarias, que sólo a los intereses de los poderosos y explotadores y a sus seculares privilegios pueden y deben asustar. 

“El divisionismo, producto de toda clase de prejuicios, ideas falsas y mentiras; el sectarismo, el dogmatismo, la falta de amplitud para analizar el papel que corresponde a cada capa social, a sus partidos, organizaciones y dirigentes, dificultan la unidad de acción imprescindible entre las fuerzas democráticas y progresistas de nuestros pueblos. Son vicios de crecimiento, enfermedades de la infancia del movimiento revolucionario que deben quedar atrás. En la lucha antimperialista y antifeudal es posible vertebrar la inmensa mayoría del pueblo tras metas de liberación que unan el esfuerzo de la clase obrera, los campesinos, los trabajadores intelectuales, la pequeña burguesía y las capas más progresistas de la burguesía nacional. Estos sectores comprenden la inmensa mayoría de la población y aglutinan grandes fuerzas sociales capaces de barrer el dominio imperialista y la reacción feudal. En ese amplio movimiento pueden y deben luchar juntos por el bien de sus naciones, por el bien de sus pueblos y por el bien de América, desde el viejo militante marxista hasta el católico sincero que no tenga nada que ver con los monopolios yanquis y los señores feudales de la tierra.
“Ese movimiento podría arrastrar consigo a los elementos progresistas de las fuerzas armadas, humilladas también por las misiones militares yanquis, la traición a los intereses nacionales de las oligarquías feudales y la inmolación de la soberanía nacional a los dictados de Washington.” 

“Estas ideas —dice— fueron expresadas hace 10 años y no se apartan un ápice de las ideas de hoy.” [2]
Pero esta amplia política de alianzas que Fidel tuvo en mente desde los inicios, y en la que existía una preocupación especial por recuperar el máximo de elementos del aparato represivo del estado (recordar palabras dirigidas a los militares y a los jueces en su autodefensa), fue implementada siguiendo, a su vez, determinadas consideraciones estratégicas. Fidel busca primeramente la unidad de las fuerzas revolucionarias y sólo después de realizar un esfuerzo en este sentido es que plantea una unidad más amplia. Es importante observar aquí que el no logro pleno de la unidad entre los revolucionarios no lo detiene en su avance hacia la unidad más amplia. Pero sólo da pasos concretos hacia ella cuando el Movimiento 26 de Julio ha logrado constituirse en una fuerza respetable y su estrategia de lucha ha sido probada con éxito en la práctica, es decir, cuando ha logrado alcanzar una repercusión decisiva en el escenario político. De otro modo se corre el riesgo, como ya señalábamos, de quedarse a la zaga de las fuerzas burguesas. 

Reflexionando, en diciembre de 1961, acerca del proceso de unidad con las fuerzas burguesas y concretamente sobre el rompimiento del Pacto de Miami dice:
“[...] Nos quedamos solos pero realmente en ese momento valía mil veces más andar solos que mal acompañados.
“[...] ¿por qué en aquella época, cuando nosotros éramos cientoveinte hombres armados, no nos interesaba aquella unidad amplia con todas las organizaciones que estaban en el exilio y, sin embargo, después, cuando nosotros teníamos ya miles de hombres, sí nos interesaba la unidad amplia? Muy sencillo, porque cuando éramos cientoveinte hombres, la unidad les hubiera proporcionado abierta mayoría a elementos conservadores y reaccionarios o representantes de intereses no revolucionarios aunque estuvieran contra Batista. En aquella unión nosotros éramos una fuerza muy reducida. Sin embargo, cuando al final de la lucha ya todas aquellas organizaciones se convencieron de que el movimiento marchaba victoriosamente adelante y que la tiranía iba a ser derrotada, [y] se interesaron por la unidad, ya nosotros éramos una fuerza decisiva dentro de aquella unidad.” [3] 
 
2. Criterios acerca de la unidad de las fuerzas revolucionarias 
  En relación a la conformación de la unidad de las fuerzas revolucionarias Fidel proporciona algunos criterios de gran interés en una conversación con estudiantes chilenos en 197l:
“Lo ideal en política es la unidad de criterios, la unidad de doctrina, la unidad de fuerzas, la unidad de mando como en una guerra. Porque una revolución es eso: es como una guerra. Es difícil concebir la batalla, que se esté en el medio de la batalla con diez mandos diferentes, diez criterios diferentes, diez doctrinas militares diferentes y diez tácticas. Lo ideal es la unidad. Ahora, eso es lo ideal. Otra cosa es lo real. Y creo que cada país tiene que acostumbrarse a ir librando su batalla en las condiciones en que se encuentre. ¿No puede haber una unidad total? Bueno, vamos a buscar la unidad en este criterio, en este otro y en este otro. Hay que buscar la unidad de objetivos, unidad en determinadas cuestiones. Puesto que no se puede lograr el ideal de una unidad absoluta en todo, ponerse de acuerdo en una serie de objetivos. 

“El mando único —si se quiere—, el estado mayor único, es lo ideal, pero no es lo real. Y por lo tanto, habrá que adaptarse a la necesidad de trabajar con lo que hay, con lo real.” [4]
En relación al proceso de unificación de las fuerzas revolucionarias podemos extraer tres grandes lecciones de la experiencia cubana: 

La primera, expresada ya en las palabras de Fidel anteriormente citadas: es necesario que los dirigentes revolucionarios tengan como preocupación central avanzar en el proceso de unidad de las fuerzas revolucionarias y para ello no hay que partir de las metas máximas sino de las metas mínimas. Un ejemplo de ello es el Pacto de México entre el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario.
La segunda: lo que más ayuda a la unificación de las fuerzas revolucionarias es la puesta en práctica de una estrategia que demuestre ser la más correcta en la lucha contra el enemigo principal. Si produce frutos satisfactorios se irán plegando a ella durante la lucha, en el momento del triunfo o en los meses o años posteriores, el resto de las fuerzas verdaderamente revolucionarias. 

Si la unidad a todo nivel se gesta prematuramente, antes de que estén suficientemente maduras todas las condiciones para ello, lo que puede ocurrir es que, o se llegue a conformar una unidad puramente formal que tiende a caer hecha trizas ante el primer obstáculo que aparezca en el camino, o puede producir la inhibición de estrategias correctas representadas por grupos minoritarios que, en pro de la unidad, se deciden a renunciar a ellas para someterse al criterio de la mayoría, con las consecuencias negativas que ello tendrá para el proceso revolucionario en su conjunto. 

Y, tercero, algo muy importante para lograr la unidad perdurable de las fuerzas revolucionarias —y de lo que Fidel fue siempre el máximo promotor—, valorar en forma correcta el aporte de todas las fuerzas revolucionarias sin fijar cuotas de poder ni en relación a su grado de participación en el triunfo de la revolución, ni en relación a la cantidad de militantes que tenga cada organización. Es decir, establecer la igualdad de derechos de todos los participantes, combatiendo cualquier “complejo de superioridad” que pudiese presentarse en alguna de las organizaciones que conforman la unidad.
Los más ricos aportes de Fidel sobre este tema se producen en su lucha contra el sectarismo, especialmente en el llamado primer proceso a Escalante, en marzo de 1962, cuando Aníbal Escalante, secretario de organización de las ORI —primer esfuerzo por institucionalizar la unidad de las fuerzas revolucionarias después del triunfo de la revolución— empieza a copar todos los puestos y funciones con “viejos militantes marxistas”, lo que en Cuba no quería decir otra cosa que ser militante del PSP, único partido marxista antes de la revolución. 

En lugar de promoverse una organización libre de revolucionarios se estaba creando una “coyunda”, una “camisa de fuerzas”, un “yugo”, “un ejército de revolucionarios domesticados y amaestrados”. Fidel insiste, en ese momento, en que es necesario combatir tanto el sectarismo “de la Sierra” como el sectarismo “de los viejos militantes comunistas marxistas”.
Y al respecto sostiene:
“La revolución está por encima de todo lo que habíamos hecho cada uno de nosotros: está por encima y es más importante que cada una de las organizaciones que había aquí, Veintiséis, Partido Socialista Popular, Directorio, todo. La revolución en sí misma es mucho más importante que todo eso. 

“¿Qué es la revolución? La revolución es un gran tronco que tiene sus raíces. Esas raíces, partiendo de diferentes puntos, se unieron en un tronco; el tronco empieza a crecer. Las raíces tienen importancia, pero lo que crece es el tronco de un gran árbol, de un árbol muy alto, cuyas raíces vinieron y se juntaron en el tronco. El tronco es todo lo que hemos hecho juntos ya, desde que nos juntamos; el tronco que crece es todo lo que nos falta por hacer y seguiremos haciendo juntos. [...]
“Lo importante no es lo que hayamos hecho cada uno separado, compañeros; lo importante es lo que vamos a hacer juntos, lo que hace rato ya estamos haciendo juntos: y lo que estamos haciendo juntos nos interesa a todos, compañeros, por igual [...]” [5]
 
4. Ese mismo día dirá en otro discurso refiriéndose a su caso personal: “Yo también pertenecí a una organización. Pero las glorias de esa organización son las glorias de Cuba, son las glorias del pueblo, son las glorias de todos. Y yo un día —agrega— dejé de pertenecer a aquella organización. ¿Qué día fue? El día [en] que nosotros habíamos hecho una revolución más grande que nuestra organización; el día en que nosotros teníamos un pueblo, un movimiento mucho más grande que nuestra organización; hacia el final de la guerra, cuando teníamos ya un ejército victorioso que habría de ser el ejército de la revolución y de todo el pueblo; al triunfo, cuando el pueblo entero se sumó y mostró su apoyo, su simpatía, su fuerza. Y al marchar a través de pueblos y ciudades, vi muchos hombres y muchas mujeres; cientos, miles de hombres y mujeres tenían sus uniformes rojo y negro del Movimiento 26 de Julio; pero más y más miles tenían uniformes que no eran rojos ni negros, sino camisas de trabajadores y de campesinos y de hombres humildes del pueblo. Y desde aquel día, sinceramente, en lo más profundo de mi corazón me pasé, de aquel movimiento al que queríamos, bajo cuyas banderas lucharon los compañeros, me pasé al pueblo; pertenecí al pueblo, a la revolución, porque realmente habíamos hecho algo superior a nosotros mismos.” [6]



[1] . Escrito en 1985 y publicado en numerosos países de América Latina (con 3 ediciones en Perú) y en en inglés.Se puede encontrar en formato digital en: http://www.rebelion.org/docs/89864.pdf
[2] . Fidel Castro, 2 de diciembre de 1971, en Cuba—Chile, Comisión de Orientación Revolucionaria, La Habana, 1972, p.487.
[3] . F. Castro, Comparecencia en TV del 1 de diciembre de 1961; O.R, op.cit. pp.27—28; La revolución cubana..., op. cit. p.407.
[4] . Fidel Castro, Conversación con los estudiantes de la Universidad de Concepción, en Cuba—Chile, Chile, 18 noviembre, 1971, op.cit. p. 274.
[5] . Fidel Castro, Discurso del 26 de marzo de 1962, en Obra revolucionaria Nº 10, p.29—30; La revolución cubana..., op.citp. p.539.
[6] . Fidel Castro, Discurso del 26 de mayo de 1962, en Obra revolucionaria Nº11, 27 marzo, 1962, pp.36—37; La revolución cubana..., ob.cit. pp.545—546.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

domingo, 7 de agosto de 2016

En el cerebro del delincuente


CONFESIONES DE LOS CONDENADOS


 
Wendy Santana de Franjul
wendy.santana@listindiario.com
Santo Domingo


Los neurólogos tienen una explicación lógica y demostrable de por qué una persona comete un delito. Se basan en la biología humana para asegurar que, en la mayoría de los casos, se trata de la ausencia o afección del lóbulo frontal del cerebro que segrega el sentimiento y deja libre la puerta de la maldad, violencia e indiferencia ante el dolor ajeno.

Los psicólogos, a su vez, consideran que generalmente es una consecuencia de la falta de amor, estima y de valores éticos y morales. Los sociólogos lo atribuyen al medio precario en el que se desenvuelve una persona y a los malos ejemplos que observan en su entorno, que promueven la vida fácil, cómoda y protagónica.

La justicia lo llama errores que cometen los seres humanos producto de las circunstancias y trampas que les tendió la vida, pero que se pueden subsanar trabajando la conciencia para que reconsideren sus acciones dañinas en contra de otras personas, acepten sus culpas y tengan una segunda oportunidad.

Agentes policiales, en cambio, entienden que son adefesios humanos irrecuperables como entes productivos y sociales. Argumentan que cuando se ha infligido la ley no hay nada que hacer que no sea utilizar la represión y el castigo como ejemplo para que otros no sigan esos pasos.

La iglesia clama por el perdón a los que con sus malas acciones han cercenado la vida, la paz de sus semejantes, la de ellos mismos y de su comunidad. Promueve la ejecución de programas preventivos que los ayuden a ser mejores seres humanos y a tener una buena convivencia buscando otras alternativas a la pobreza, discriminación social y falta de oportunidades.

La sociedad siente que no puede hacer nada, lamenta y reacciona alarmada con los casos espeluznantes que se publican en los medios de comunicación o redes sociales. Muchas veces actúa de manera indiferente porque los ve como hechos aislados de su entorno, o de manera hiperactiva si el caso le ha tocado de cerca con algún pariente o amigo.

Los familiares de los victimarios están conscientes de lo que les ha tocado vivir por haber aprobado conductas insanas o permitido que en su seno se formara un delincuente, que si bien tendría la vida en un hilito era una alternativa para comer, vestir o disfrutar de algunas comodidades que de otra manera no hubiesen sido posibles.

Pero los familiares de las víctimas no entienden nada de lo que está pasando en esta sociedad. No encuentran explicación a las acciones delictivas ni quieren que nadie les diga nada. Simplemente no entienden por qué lo hacen.

La víctima, si queda viva, en medio de su impotencia, nervios y desequilibrio emocional se atreve a preguntar ¿Por qué a mí y no a otro?, como si otro hubiese podido escapar de aquella situación o sentir menor dolor, aflicción o tenido mayor valor para enfrentar al agresor.

Y ahora viene el plato fuerte. El victimario.

Nadie ha podido o ha tenido tiempo de preguntarle a su agresor por qué lo hace. Ni tampoco éste ha podido o tenido tiempo durante el robo, atraco, estafa, secuestro, homicidio, sicariato o violación sexual, de revelar los motivos y circunstancias de fuerza mayor que lo llevaron a ese escenario.

¿Qué pasa por la mente del delincuente antes, durante y después que ha cometido el hecho juzgado por la ley de Dios, de los hombres y de su ser interior?. ¿Cómo es que se llena de valor para planear un crimen, robo, atraco o secuestro? ¿Cómo se nubla la mente cuando le hablan de ganar dinero rápido y fácil con tan solo matar a una persona o transportar unos kilos de droga?

¿Cómo dicen que sí tan fácil? ¿Cómo convencen a otros para que entren a la banda? ¿Cómo duermen si acaba de ver los ojos brotados y desesperados de una persona sin más opciones que morir en sus manos? ¿Cómo viven y disfrutan de la vida si cada minuto que pasa es un susto ante el temor de ser descubiertos, atrapados por la Policía o asesinados por otros?

En esta investigación tratamos de llegar a su cerebro. Procuramos que sean ellos mismos quienes nos expliquen qué pasa en sus vidas y qué los lleva a escoger la opción del crimen y la delincuencia para obtener un “bienestar”. Escogimos a reclusos de las cárceles de Najayo ( hombres y mujeres), y de La Victoria que ya están condenados, la mayoría pasó por apelación y casación y no lograron evitar la sentencia penal. Sólo esperan por una aprobación a su petición de tiempo libre, libertad condicional a la mitad de la condena o cumplir la totalidad de ella.

Gracias a las gestiones de la Procuraduría General de la República, que los llama internos en su intento porque no se asuman como delincuentes sino como personas normales, y a las autoridades de la penitenciaría y centros de rehabilitación de personas en conflictos con la ley, pudimos hablar cara a cara con algunos de ellos.

Les dimos la oportunidad de contar sus historias, esas que quisieron revelar antes de pasar a la línea delictiva y nadie los escuchó. Pero más que nada buscando claves para la prevención y la protección. Procurando que sean ellos mismos quienes les digan a la sociedad cómo cuidarse de los potenciales atacantes de ancianos, niños, mujeres desprotegidas y personas con poderes adquisitivos o vulnerables. Y también cómo evitar que una persona caiga en el mundo de la delincuencia.

En esta serie que comienza hoy sacaremos a flote los motivos de sus fechorías, maldades, errores humanos o como se les quiera llamar, así como sus consejos de prevención a los ciudadanos, sus consideraciones sobre el núcleo familiar, sus peticiones al gobierno del presidente Danilo Medina que se instalará este 16 de agosto y su exhortación a los jóvenes que están a punto de caer...

LUNES 8

TERROR ATRACO
Este joven, que dejó sus mejores años productivos en las calles polvorientas de su barrio, entre balaceras, la sangre de las víctimas y las pertenencias que les arrebataba sin mediar palabras, explica paso a paso cómo llegó al mundo de los atracos.

Revela cómo escogía a sus víctimas y adquirió las destrezas necesarias para sorprender a una persona indefensa y hacer con ella su voluntad. Pero también nos habla de su niñez, de sus anhelos frustrados, de su familia y de lo que hubiese evitado que se convirtiera en un delincuente.

MARTES 9

INVASIÓN ROBO
Tres personas que cayeron en la tentación de ser ricos por la fuerza narran lo que les pasó por la mente cuando decidieron implementar el robo como medio para lograr sus sueños.

En este renglón tendremos a una doméstica que quería ser tan elegante como la dueña de la casa usando sus joyas; un joven que por el placer que le producía tener alta la adrenalina del susto, entraba a una vivienda a romper paredes, candados, hierros y todo tipo de seguridad que encontrara; y un hombre que planeó el robo en un banco para ser tan millonario como las personas para las cuales trabajaba.

MIÉRCOLES 10

AMBICIÓN ESTAFA
Cómo una persona normal, profesional, con buena familia, respetado y admirado en su comunidad y ámbito de trabajo se convierte de la noche a la mañana en un “malhechor”.

Sólo bastó ser descubierto en operaciones fraudulentas en perjuicio del Estado. Este recluso nunca pensó que cometía un delito porque otros lo hacían y no pasaba nada. El verdadero significado de infligir la ley lo entendió el primer día que pisó un recinto carcelario en condición preventiva y cuando le cantaron su pena. El valor de su testimonio: “Si hubiera dicho que no, todo fuera color de rosa...”.

JUEVES 11

FRIALDAD SICARIATO
Las personas que ejemplificarán este tema relatan punto por punto lo que observaron en las víctimas de los casos de secuestros, asesinatos por venganza, encargo pasional o ajustes de cuentas en los que estuvieron involucrados. Ofrecen su definición de lo que es estar indefenso, torpe, no saber qué hacer.

Se refieren tanto a los inocentes como a los “ilegales”, definiéndolos como los que han adquirido dinero mal habido en negocios ilícitos, básicamente del tráfico de drogas.

No tienen reparos en admitir que en ocasiones les apenaba ver a sus víctimas tan indefensas, aunque tenían que hacerlo para sobrevivir.

VIERNES 12

LA IRA HOMICIDIO
Tres casos de homicidios tenemos en esta serie que pretende tocar fondo en el juicio que les hace la sociedad a los criminales.

Sea con premeditación y alevosía, o sin tanta alevosía cuando son el producto de acaloradas disputas personales, o por pasiones amorosas inexplicables e inentendibles ante la gente que tiene absoluto control de sus emociones y frustraciones. Una mujer que mató a su marido para que no gastara en los casinos el dinero que ambos habían producido, un hombre que no pudo soportar el desamor del ser que idealizaba, y un trabajador sexual que mató porque no le pagaron su servicio.

SÁBADO 13

ERROR VIOLACIÓN
Dos penosos casos tenemos aquí. El de un religioso condenado por haber violado a un menor de edad, pero que lo que más lamenta es no haber podido cumplir con el celibato que le prometió a Dios, y un artista maravilloso cuyas notas musicales calman el desaliento de la sociedad ante tantos actos vergonzosos de violación sexual. Este es el contraste humano que hallamos al hablar con prisioneros o internos del nuevo y del viejo sistema carcelario regenerador de mentes equivocadas, que estaban allí por no haber podido controlar el deseo del “fruto prohibido” que tienen los menores de edad y jóvenes que no dieron permiso para invadir su sexualidad.



PERFIL DE LA AUTORA
Es periodista de investigación de temas mayormente de contenido social, con 20 años en el ejercicio profesional. Ha publicado dos obras producto de sus escritos en el periódico LISTíN DIARIO: “Las Heroínas no callan”, que recoge el testimonio de siete mujeres que enfrentaron valientemente la dictadura trujillista, y “De la palabra a la acción”, que versa sobre personalidades que han sido protagonistas de importantes acontecimientos en los últimos 50 años y son modelos a seguir en las luchas por el desarrollo del país.
 
TOMADO DEL LISTIN DIARIO

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