MORAL Y LUCES

MORAL Y LUCES

jueves, 2 de mayo de 2013

HACE CINCUENTA AÑOS: Kennedy, el lobby y la bomba

Hace exactamente 50 años se producía un episodio decisivo en la historia de la «democracia estadounidense», una lucha épica cuyo desenlace ha sido determinante para el futuro del mundo entero. Laurent Guyenot nos recuerda lo que estuvo en juego en aquel importante momento.
RED VOLTAIRE | 2 DE MAYO DE 2013 


Kennedy y el AIPAC

En mayo de 1963, le Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos abría una investigación sobre las operaciones clandestinas de agentes extranjeros en territorio estadounidense, investigación cuyos principales objetivos eran el American Zionist Council y la Jewish Agency for Israel [1]. La investigación estaba motivada por un informe redactado en marzo de 1961 (y desclasificado en 2010) del presidente de esa comisión permanente, William Fulbright, que indicaba: «En los últimos años ha habido un creciente número de incidentes que implicaban intentos de gobiernos extranjeros, o de sus agentes, con vistas a influir en la política exterior americana [estadounidense] a través de métodos que se salen de los canales diplomáticos normales.» Al señalar que esos métodos incluían «actividades secretas en Estados Unidos y en otras partes», Fulbright apuntaba al «Caso Lavon» [2] de 1953, en el que varios judíos egipcios entrenados en Israel perpetraron contra objetivos británicos varios atentados con bombas que debían atribuirse a la Hermandad Musulmana para desacreditar a Nasser ante británicos y estadounidenses. La investigación del Senado sacó a la luz una actividad de blanqueo de dinero a través de la cual la Jewish Agency (indisociable del Estado de Israel, del que incluso fue precursora) hacía llegar decenas de millones de dólares al American Zionist Council, principal lobby israelí en Estados Unidos. Como resultado de aquella investigación, el Departamento de Justicia, bajo las órdenes del Attorney GeneralRobert Kennedy, exigió que –ya que estaba financiado por el Estado de Israel– el American Zionist Council se registrara como «agente extranjero» y quedara por lo tanto sometido a las obligaciones estipuladas en la Foreign Agents Registration Act de 1938, lo cual implicaba una estrecha vigilancia de sus actividades.

Aquel intento de contrarrestar la creciente interferencia de Israel en la política estadounidense estaba, por supuesto, respaldado por el presidente. Siendo aún no más que un joven periodista que cubría la conferencia inaugural de la ONU, John F. Kennedy ya había visto con desagrado la capacidad de Israel para la compra de políticos, incluyendo al propio presidente. En efecto, el 15 de mayo de 1948, al reconocer el Estado de Israel –sólo 10 minutos después de su proclamación oficial y en contra de la opinión unánime de su propio gobierno– el presidente Harry Truman no sólo se había ganado un lugar en la historia bíblica («El histórico acto de reconocimiento de Truman quedará grabado para siempre en letras de oro en los cuatro mil años de historia del pueblo judío» [3], proclamó entonces el embajador israelí) sino que también se echó en el bolsillo 2 millones de dólares para su campaña por la reelección. «Es por eso que nuestro reconocimiento de Israel fue tan rápido», confió Kennedy a su amigo el novelista y ensayista Gore Vidal [4]. En 1960, el propio John Kennedy recibió del lobby israelí una oferta de ayuda financiera para su campaña presidencial. Así resumió [Kennedy] a su amigo el periodista Charles Bartlett la proposición del mecenas Abraham Feinberg: «Sabemos que su campaña enfrenta dificultades. Estamos dispuestos a pagar sus cuentas si usted nos deja el control de su política en el Medio Oriente.» Bartlett recuerda que Kennedy se prometió a sí mismo que «si llegaba a convertirse en presidente haría algo por cambiar aquello» [5]. En 1962 y 1963, Kennedy presentó 7 proyectos de ley para reformar el financiamiento de las campañas electorales de los congresistas. Todos fueron exitosamente combatidos por los mismos grupos de presión contra los que estaban dirigidas.

Todos los esfuerzos gubernamentales por limitar la corrupción que los agentes de Israel estaban imponiendo en la democracia estadounidense se vieron frenados de golpe por el asesinato de Kennedy y por la llegada de Nicholas Katzenbach al Departamento de Justicia, en sustitución del hermano de Kennedy. El American Zionist Council escapó a la inscripción como agente extranjero disolviéndose y cambiando su nombre por el de American Israel Public Affairs Committee (AIPAC). Diez años más tarde, el 15 de abril de 1973, Fullbright señalaba en la CBS: «Israel controla el Senado americano. […] La gran mayoría del Senado americano –alrededor del 80%– apoya por completo a Israel. Israel obtiene todo lo que quiere» [6]. El AIPAC mantuvo las mismas prácticas que su antecesor, escapando incluso a todo tipo de sanción cuando sus miembros fueron sorprendidos en flagrante delito de espionaje y alta traición: en 2005, dos responsables del AIPAC fueron absueltos después de haber recibido de Larry Franklin, miembro de la Oficina de Planes Especiales del Pentágono, una serie de documentos clasificados como secreto militar, documentos que ellos transmitieron a un alto funcionario de Israel. En 2007, John Mearsheimer y Stephen Walt demostraban en su libro El lobby israelí y la política exterior estadounidense que el AIPAC y los grupos proisraelíes de cabildeo de menor importancia eran la causa principal de la guerra contra Irak y, más ampliamente, que eran también el factor determinante de la política exterior estadounidense en el Medio Oriente. Como nada ha cambiado desde entonces, no hay razón alguna para que el gobierno de Benjamin Netanyahu no logre obtener él también de Estados Unidos la destrucción de Irán, la cual no deja de exigir.


«Nosotros, el pueblo judío, controlamos Estados Unidos y los estadounidenses lo saben» [7], dijo el primer ministro Ariel Sharon a su ministro de Relaciones Exteriores Shimon Peres el 3 de octubre de 2001, según la radio israelí Kol Israel. Su sucesor, Benjamin Netanyahu, lo demostró el 24 de mayo de 2011 ante el Congreso estadounidense, donde fue ovacionado 29 veces por un auditorio que incluso se puso de pie para aclamar específicamente cada una de las siguientes frases: «En Judea y en Samaria, los judíos no son ocupantes extranjeros»; «Ninguna distorsión de la historia puede negar el vínculo de 4 000 años entre el pueblo judío y la tierra judía»; «Israel no volverá a las fronteras indefendibles de 1967»; «Jerusalén no debe ser dividida nunca más. Jerusalén debe seguir siendo la capital unida de Israel.» [8]
Kennedy, la bomba y Dimona

Si Kennedy no hubiese sido asesinado, la influencia de Israel seguramente se hubiese visto limitada en otro sector más, el del armamento nuclear. Desde el inicio de los años 1950, David Ben Gurión, quien ejercía simultáneamente las funciones de primer ministro y de ministro de Defensa, había emprendido la fabricación secreta de bombas atómicas, desviando así de su objetivo el programa de cooperación pacífica Atom for Peace que Eisenhower había iniciado ingenuamente. Informado por la CIA, inmediatamente después de su llegada a la Casa Blanca, sobre el verdadero objetivo del complejo de Dimona, Kennedy hará todo lo posible por obligar Israel a renunciar [a sus intenciones en ese sentido]. Exigió a Ben Gurión la realización de inspecciones periódicas en Dimona. Primero lo hizo de viva voz, en Nueva York en 1961, y posteriormente a través de cartas oficiales cada vez más insistentes. En la última de esas cartas, fechada el 15 de junio de 1963, Kennedy exigía una primera inspección inmediata a la que seguirían inspecciones regulares cada 6 meses, a falta de lo cual «el compromiso y el respaldo de nuestro gobierno a Israel pudieran verse en serio peligro» [9]. El efecto de aquel mensaje fue sorprendente: Ben Gurión dimitió el 16 de junio, evitando así la recepción de aquella carta. Cuando el nuevo primer ministro Levi Eshkol entró en funciones, Kennedy le envió de inmediato una carta idéntica, fechada el 5 de julio de 1963.

Lo que quería Kennedy no era evitar que Israel alcanzara un poder que Estados Unidos reservaba para sí mismo y para sus aliados de la OTAN. Su objetivo formaba parte de un proyecto mucho más ambicioso, que ya había anunciado el 25 septiembre de 1961 –o sea 9 meses después de su investidura– ante la Asamblea General de la ONU: «Hoy cada habitante de este planeta debe imaginar el día en que este planeta haya dejado quizás de ser habitable. Cada hombre, mujer o niño está viviendo bajo una espada de Damocles nuclear pendiente de frágiles hilos que pueden ser cortados en cualquier momento por accidente o por error, o por locura. Hay que liquidar esas armas de guerra antes de que ellas nos liquiden […] Tenemos por lo tanto intenciones de lanzar un desafío a la Unión Soviética, no para una carrera armamentista sino para una carrera por la paz –para avanzar juntos, paso a paso, etapa por etapa, hasta alcanzar el desarme general y completo» [10]. Nikita Jruschov captó el mensaje y respondió favorablemente en una carta confidencial de 26 páginas, fechada el 29 de septiembre de 1961 y transmitida a través de un canal secreto. Después de la crisis de octubre de 1962 causada por los misiles instalados en Cuba, la guerra nuclear que habían logrado evitar a duras penas gracias a su propia sangre fría aproximó aún más a los dos jefes de Estado en cuanto a la convicción de que compartían la responsabilidad de liberar la humanidad de la amenaza atómica. Jruschov envió entonces a Kennedy una segunda carta privada en la que expresaba su esperanza de que, en 8 años de presidencia de Kennedy, «podamos crear buenas condiciones para una coexistencia pacífica en la Tierra, lo cual apreciarían altamente los pueblos de nuestros países así como los demás pueblos» [11]. A pesar de otras crisis, Kennedy y Jruschov prosiguieron aquella correspondencia secreta, hoy desclasificada, que comprende en total 21 cartas dedicadas en gran parte al proyecto de abolir el arma atómica.

En 1963, las negociaciones desembocaron en el primer tratado de limitación de los ensayos nucleares, que prohibía los ensayos nucleares en la atmósfera y bajo el agua, tratado firmado el 5 de agosto de 1963 por la Unión Soviética, Estados Unidos y el Reino Unido. Seis semanas más tarde, el 20 de septiembre de 1963, Kennedy expresaba ante la ONU su orgullo y esperanza: «Hace 2 años declaré ante esta asamblea que Estados Unidos había propuesto y estaba dispuesto a firmar un tratado limitado de prohibición de los ensayos. Hoy ese tratado está firmado. No acabará con la guerra. No eliminará los conflictos fundamentales. No garantizará la libertad a todos. Pero puede ser una palanca. Y se dice que Arquímedes, al explicar el principio de la palanca, dijo a sus amigos: “Denme un punto de apoyo y moveré el mundo.” Queridos cohabitantes de este planeta, podemos mover el mundo hacia una paz justa y duradera» [12].

En su última carta a Kennedy, entregada al embajador de Estados Unidos Roy Kohler pero que nunca llegó a su destinatario, Jruschov se mostraba igualmente orgulloso de aquel primer tratado histórico, que «ha inyectado una mentalidad fresca en la atmósfera internacional». Y presentaba otras proposiciones, retomando las palabras de Kennedy: «Su implementación abriría el camino hacia el desarme general y completo y, por consiguiente, hacia la liberación de los pueblos de la amenaza de la guerra.» [13]


Para Kennedy, el arma nuclear era la negación de todos los esfuerzos históricos tendientes a civilizar la guerra evitando las víctimas civiles. «No dejo de pensar en los niños, no sólo en los míos o los tuyos, sino en los niños de todo el mundo», decía a su amigo y asistente Kenneth O’Donnell durante su campaña a favor del Test Ban Treaty. Y lo repitió en su alocución televisiva del 26 de julio de 1963: «Ese tratado es para todos nosotros, especialmente para nuestros hijos y nuestros nietos, que no tienen ningún grupo de cabildeo aquí en Washington.» [14]

En los años 1960, el desarme nuclear era un objetivo realista. Sólo 4 países disponían del arma nuclear. Había una posibilidad histórica que aprovechar y Kennedy estaba decidido a no desperdiciarla. «Me obsesiona la impresión de que si no lo logramos, en 1970 habrá quizás 10 potencias nucleares en vez de 4, y 15 o 20 en 1975» [15], dijo en su conferencia de prensa del 21 de marzo de 1963. Mientras que, siguiendo las huellas de Estados Unidos y la URSS, todos los países de la OTAN y del bloque del este daban un primer paso hacia el desarme nuclear, Israel hacía en secreto lo contrario y Kennedy estaba decidido a impedirlo.

La muerte de Kennedy, meses más tarde, alivió la presión sobre Israel. Johnson decidió ignorar lo que sucedía en el complejo de Dimona. John McCone, el director de la CIA nombrado por Kennedy, dimitió en 1965 quejándose del desinterés de Johnson sobre aquel tema. Israel obtuvo su primera bomba [atómica] hacia 1967, sin admitirlo nunca. Nixon tampoco se preocupó del asunto, mientras que su consejero de seguridad nacional Henry Kissinger expresaba en privado su satisfacción ante la idea de tener en Israel una potencia nuclear aliada. Nixon, de quien se puede decir que el Estado profundo entró con él a la Casa Blanca, jugó un doble juego. Mientras respaldaba públicamente el Tratado de No Proliferación de 1968 (que no era una iniciativa estadounidense), Nixon envió a su propia burocracia un mensaje totalmente opuesto a través de un National Security Decision Memorandum de carácter secreto (NSDM-6) que decía:


«No debe haber ningún esfuerzo de Estados Unidos por forzar a otros países […] a aplicar [el tratado]. Este gobierno, en su postura pública, debe reflejar un tono optimista en cuanto a que otros países firmen o ratifiquen [el tratado], apartándose al mismo tiempo de todo plan de hacer presión sobre esos países para que firmen o ratifiquen.» [16]

Según las cifras del SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute) correspondientes al años 2011, existen hoy en todo el mundo 20 000 bombas nucleares que tienen como promedio una potencia 30 veces superior a la bomba atómica de Hiroshima, lo cual equivale en total a 600 000 veces lo sucedido en Hiroshima. De esas bombas, 1 800 se hallan en estado de alerta, o sea listas para ser utilizadas en cuestión de minutos. Con menos de 8 millones de habitantes, Israel es la 6ª potencia nuclear a nivel mundial.


«Si dejásemos actuar al Presidente habría una guerra nuclear cada semana» [17], decía Kissinger. Ya en los años 1950, Nixon había recomendado a Eisenhower el uso de la bomba atómica en Indochina y en Corea.


Hubo que esperar hasta 1986 y a que el Sunday Times publicara varias fotos tomadas en Dimona por el técnico israelí Mordechai Vanunu para que el mundo se enterara de que Israel se había dotado secretamente de la bomba atómica. Después de ser secuestrado por los servicios secretos israelíes, Vanunu fue condenado [en Israel] por «divulgación de secretos de Estado» y pasó en la cárcel 18 años, 11 de ellos en aislamiento total. Desde su liberación, en 2004, Vanunu tiene prohibido salir de Israel y comunicarse con extranjeros.
Johnson y el USS Liberty

Kennedy no es recordado en Tel Aviv como un amigo de Israel. Además de sus ataques contra el descarado cabildeo de Israel y contra las ambiciones israelíes de poderío nuclear, Kennedy se había comprometido a favor del derecho al regreso de los 800 000 palestinos expulsados de sus casas y de sus poblados en 1947 y 1948. El 20 de noviembre de 1963, su delegación ante la ONU llamaba a la implementación de la Resolución 194 en ese sentido. Kennedy no tuvo tiempo de leer en los diarios las reacciones escandalizadas de Israel, ya que fue asesinado 2 días después.

La llegada de Johnson a la Casa Blanca fue saludada con alivio en Israel: «No cabe duda de que con la llegada de Lyndon Johnson al poder tendremos más oportunidad de acercarnos directamente al Presidente si nos parece que la política estadounidense es contraria a nuestros intereses vitales» [18], estimaba el diario israelí Yediot Ahronot. Lejos de recordar a Israel su propia limpieza étnica, Johnson abrazó plenamente el mito de la «tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra» llegando incluso un día a comparar, ante un auditorio judío, a los «pioneros judíos que construyen una casa en el desierto» [19] con sus propios ancestros en la colonización del Nuevo Mundo –lo que, en el fondo, subraya involuntariamente la equivalencia entre la negación de la limpieza étnica aplicada en Palestina por los israelíes y la negación por los estadounidenses de su propia historia de genocidio.

Kennedy había reducido la ayuda a Israel, pero Johnson la aumentó de 40 millones a 71, e incluso a 130 millones al año siguiente. La administración Kennedy había autorizado únicamente la venta a Israel de unas cuantas baterías de misiles defensivos pero bajo la administración Johnson más del 70% de la ayuda a Israel se utilizó para financiar la compra de armamento, como 250 tanques y 48 aviones de ataque Skyhawk. En 1966, la ayuda material a Israel alcanzó los 92 millones de dólares, más que la suma de todos los años anteriores. Mientras tanto, Johnson privó de ayuda estadounidense a Egipto y Argelia obligando así a esos dos países a volverse hacia la URSS para mantener el nivel de sus defensas. En junio de 1967, Johnson dio a Israel una «luz amarilla» para su guerra supuestamente «defensiva» contra Egipto, a través de una carta fechada el 3 de junio en la que aseguraba al primer ministro israelí Levi Eshkol que quería «proteger la integridad territorial de Israel y […] proporcionar un respaldo americano tan eficaz como fuese posible para preservar la paz y la libertad de su nación y de la región». [20]

La muerte de Kennedy instauró un profundo duelo en el mundo árabe, donde el retrato de JFK ornaba numerosos hogares. «Ahora es De Gaulle el único jefe de Estado occidental con cuya amistad pueden contar los árabes», diría Gamal Abdel Nasser. Mientras reducía la ayuda a Israel, Kennedy había abastecido generosamente de trigo a Egipto en el marco del programa Food for Peace. La breve presidencia de Kennedy fue para Egipto un feliz paréntesis y también un sueño que rápidamente disipado. Bajo Eisenhower, en 1954, Egipto había sido blanco de actos de terrorismo del tipo false flag (bandera falsa), perpetrados por Israel para «acabar con la confianza de Occidente en el régimen egipcio existente [e] impedir la ayuda económica y militar de Occidente a Egipto» [21], según los términos utilizados por el jefe de la Inteligencia Militar (Aman) Benjamin Givli en un telegrama secreto actualmente desclasificado. El complot se descubrió a causa de la detonación accidental de uno de los artefactos, lo que desencadenó el escándalo del «Caso Lavon» (apellido del ministro de Defensa Pinhas Lavon, quien fue considerado responsable), escándalo rápidamente acallado en Israel y en Estados Unidos. El primer ministro [israelí] Moshe Sharett, partidario de un sionismo moderado y respetuoso de las reglas internacionales, señaló en aquella época –aunque en privado– el irresistible ascenso de los extremistas, entre los que él incluía al futuro presidente Shimon Peres, precisando que «quiere aterrorizar a Occidente para llevarlo a respaldar los objetivos de Israel» y que «eleva el terrorismo a la categoría de principio sagrado». [22]

La muerte de Kennedy dio nuevamente rienda suelta al terrorismo maquiavélico que se ha convertido en la especialidad de Israel. Dos días antes del final de la Guerra de los Seis Días, el ejército israelí lanzó contra el USS Liberty la más célebre y calamitosa de sus agresiones false flag. En el soleado día del 8 de junio de 1967, 3 bombarderos Mirage sin distintivos y 3 lanchas torpederas con bandera israelí bombardearon, ametrallaron y torpedearon durante 75 minutos aquel barco no armado de la NSA (National Security Agency), que se hallaba en aguas internacionales y que era perfectamente identificable, con la evidente intención de que no quedara ningún sobreviviente, ya que llegaron incluso a ametrallar los botes salvavidas. Sólo cesaron el ataque al acercarse un navío soviético, cuando ya habían matado a 34 miembros de la tripulación, en su mayoría ingenieros, técnicos y traductores. Se piensa que, si hubiesen logrado hundir el barco sin testigos, los israelíes habrían atribuido el crimen a Egipto, para arrastrar así a Estados Unidos a la guerra del lado de Israel. Según Peter Hounam, autor de Operation Cyanide: Why the Bombing of the USS Liberty Nearly Caused World War III (libro publicado en 2003), el ataque contra el USS Liberty contó con la autorización previa y secreta de la Casa Blanca, en el marco del proyecto Frontlet 615, «un arreglo político secreto concluido en 1966 en el cual Israel y Estados Unidos se comprometían a destruir a Nasser». Las órdenes emitidas aquel día por la Casa Blanca, que retrasaron el auxilio durante varios horas, sugieren que Johnson no sólo cubrió a los israelíes después de los hechos, sino que incluso se había puesto de acuerdo con ellos de antemano. Oliver Kirby, vicedirector de Operaciones de la NSA en aquella época, dijo –el 2 de octubre de 2007– al periodista John Crewdson del Chicago Tribune que las transcripciones de las comunicaciones de los aviones israelíes interceptadas por la NSA e inmediatamente transmitidas a Washington no dejaban lugar a dudas sobre la identidad de los atacantes ni sobre el hecho que estos últimos habían identificado su blanco como estadounidense antes de atacarlo: «Yo estoy dispuesto a jurar sobre un montón de biblias que nosotros sabíamos que ellos sabían [que el barco era estadounidense]» [23]. Ya desenmascarado, Israel habló de un error y presentó excusas, con las cuales se contentó Johnson pretextando que «I will not embarrass our ally». En enero de 1968, cuando Johnson recibió en Washington al primer ministro israelí Levi Eshkol y lo invitó después a rancho de Texas, las relaciones fueron calurosas. Israel sacó de ello una enseñanza de impunidad cuya influencia sobre su comportamiento no debemos subestimar: el precio a pagar por el fracaso de una operaciónfalse flag contra Estados Unidos es cero. De hecho, es imposible que fracasar ya que los propios estadounidenses se encargarán de encubrir el crimen de Israel: Tel Aviv recibe de inmediato armas y aviones estadounidenses, convirtiendo rápidamente a Israel en el cliente número 1 de la industria militar estadounidense.

por Laurent Guyénot


      

miércoles, 1 de mayo de 2013

“Ni siquiera él mismo sospechaba cuán grande era”





La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida.
José Martí
Cada quien habla de las personas en función de sus creencias y necesidades, de lo deseable en un momento de la vida; especialmente en circunstancias de grandes crisis como las que vivimos. Hablar de Hugo Rafael Chávez Frías, una figura imprescindible de nuestro tiempo, es hablar de lo necesario para quienes soñamos en la liberación nacional y la emancipación humana. Tal vez cometamos una injusticia o muchos atropellos contra la verdad histórica y especialmente contra el Comandante Chávez, por las ideas que vamos a verter enseguida acerca de la imagen que nos hicimos sobre su persona y su pueblo y del sentido de su presencia en nuestras vidas. Por los errores en la caracterización pedimos disculpas anticipadas, por hacer nuestro el “Juramento de Saman de Güere de 1982” y asumirnos partidarios de Chávez, Bolívar, Martí, Hidalgo y Morelos, entre tantos otros, nos declaramos culpables. (1)
Chávez el estratega
¿Cómo apreciar a Hugo Chávez desde una perspectiva de conjunto, en función del elemento que articula su quehacer histórico como revolucionario, como continuador e innovador de Bolívar y de tantos otros personajes imprescindibles?
Creemos que Chávez fue ante todo un estratega y como tal un político; un guerrero en el sentido más pleno de la palabra; un intelectual orgánico de la lucha por la independencia indoamericana y el socialismo. (2)
En Chávez se cumplen las condiciones mencionadas por Gramsci al referirse a las cualidades del intelectual orgánico: especialista más político. La persona que sabe, siente y comprende, y, por tanto, milita en la causa del bloque social al que pertenece por libre elección. Como intelectual orgánico participa de las virtudes y de las limitaciones del pueblo-nación, sin perder su capacidad de representación del proceso en su conjunto y de operador práctico de lo que podríamos llamar la voluntad popular. No es representante por el poder delegado a su persona, a modo de una función burocrática de tipo administrativo, simple gestor de estado; sino encarnación del proceso de constitución del poder popular. En ese contexto operaba su papel de caudillo, su liderazgo carismático y su función de Presidente de la República. En ese sentido tenía absolutamente razón cuando decía: “Chávez ya no es Chávez”, “yo ya no soy yo, me siento encarnado en el pueblo”.
Chávez no era un académico, un funcionario del saber, ni un diletante, pero sí un letrado. Aspecto clave en la persona del comandante que no es reconocido por los burócratas del conocimiento y por los socialistas convertidos en funcionarios académicos, en devotos adoradores de la doctrina; por no hablar del odio racista de intelectuales derechistas y de académicos e instituciones burguesas.
A diferencia de lo planteado en un artículo periodístico por Guillermo Almeyra, para nosotros Chávez hizo mucho más que improvisadas mezclas ideológicas, producto de sus confusiones. (3) En el terreno de la teoría como en el campo de la acción política y gubernativa, el Comandante actuó de acuerdo a planteamientos ideológicos explícitos y a planes táctico-operativos que nunca dejaron de lado la maniobra estratégica y los fines asociados a ella. En el terreno de la teoría tampoco fue un improvisado, al calor de las necesidades y de sus progresos políticos ajustó y transformó su pensamiento de forma creativa, dando nuevos bríos al desarrollo del socialismo indoamericano. (4) Este socialismo fue su santo y seña definitiva, en esa dirección evolucionó porque no existe otra problemática teórica y ética que, en nuestras condiciones, pueda dar respuesta a las necesidades de nuestros pueblos en su lucha por la liberación nacional y humana.
Para Chávez, al igual que para Simón Rodríguez, si cuando las teorías que tenía a la mano no daban respuesta, entonces había que inventar, que innovar. Pero no a través de la ocurrencia, de la simple improvisación, sujetos al azar y a la flojera intelectual, carentes de rigor, de respeto y amor por el pueblo. Concordaba con Mariátegui, en que el socialismo indoamericano no puede ser calco y copia, sino creación heroica, síntesis de nuestras realidades y de las resistencias indígenas, afro descendientes e indo-mestizas, que juntan en un abanico a todos los colores de lo humano. El nuevo socialismo, el del Siglo XXI, sólo puede ser fruto del estudio perseverante, del trabajo, la dignidad y del amor revolucionario; de ver y ser el mundo desde nosotros, desde Nuestra América sin prejuicios. Con rigor crítico y respeto hacia la ciencia, la técnica, la cultura y el conocimiento universal, al modo en que lo concebía Alejo Carpentier, cuando hablaba de nuestras singularidades y potencialidades. Chávez fue ejemplo de ello: lector, polemista y maestro-comunicador incansable. Expresión viva del llamado de León Felipe a que las teorías o las doctrinas sean unidad de persona y pensamiento; de voluntad, pasión y acción; encarnación del mundo. (5)
Gabriel García Márquez, entre otros, nos recuerda que el Comandante “estudiaba ciencias políticas, historia y marxismo —que— se apasionó por el estudio de la vida y la obra de Bolívar”. (6) Aprendía más allá de lo requerido en sus cursos de formación superior en un ejército catalogado como uno de los más evolucionados de América Latina, a la vanguardia de la lucha contrainsurgente. En aquellos años el estudio de las ciencias militares se amalgamaba, como en muchos ejércitos del Continente, con las ciencias de administración del estado, la teología de la liberación, las teorías gramscianas, la guerra de guerrillas, a Mao, al Che y a Fidel; sin faltar las versiones vernáculas del liberalismo progresista, la socialdemocracia, variedades de la “tercera vía” y del tercer mundismo de estas latitudes.
Concebir a Chávez como un práctico, como un innovador sin teoría, como un afortunado por desconocer los dogmas o teorías socialistas, es impreciso y se presta a rendirle culto al espontaneísmo y al anti intelectualismo de muchos intelectuales. Su sentido práctico de la acción política estaba muy alejado del pragmatismo. La revolución como constitutiva de su actuar cotidiano estuvo siempre presente, pero no como doctrina: “Creo que es mejor morir en la batalla que levantar un estandarte muy revolucionario y muy puro y no hacer nada… Esa postura siempre me ha parecido muy convenenciera, una buena excusa… Intentemos hacer la revolución, entrar en combate, avanzar un poco, aunque sólo sea un milímetro, en la dirección correcta, en vez de soñar en utopías.” (7)
A diferencia de la mayoría de socialistas tradicionales el Comandante Chávez fue más allá de la simple formulación de las bases generales del proyecto estratégico: caracterización de la formación social, enemigo principal, fuerzas revolucionarias y aliadas, formas de lucha y horizonte estratégico. En particular puso empeño en el plan estratégico, en todo lo relacionado con las operaciones tácticas y de gran calado en torno a un fin concreto: ganar el gobierno para convertirlo en palanca de transformación en pos de la liberación nacional de Venezuela, de América Latina y el Caribe. En la búsqueda del horizonte, del cumplimiento del fin inmediato y al calor de la lucha del pueblo venezolano fue reelaborando todo el edificio de sus definiciones “doctrinarias”. (8)
Sin desviar la mirada del horizonte marcado por el nuevo programa bolivariano, como estratega supo encontrar los puntos de aproximación al objetivo de la liberación nacional de Venezuela y de Nuestra América. A semejanza de los socialistas desprovistos de prejuicios, que confunden las doctrinas y los principios con la lucha política por el poder, convirtió el esfuerzo de ganar el gobierno para transformar el estado-nación, en la tarea concreta, inmediata. Así debe verse el golpe militar de febrero de 1992 que se realizó con el fin de restaurar-instaurar las bases mínimas de legalidad para la reconstrucción democrática de la nueva Venezuela. “La idea era instalar una asamblea constituyente y volver a los cuarteles”. En esta etapa que va hasta el golpe contra Chávez en abril de 2002; según sus propias palabras, aún veía la posibilidad de continuar el proceso de transformaciones democráticas a través de una concepción partidaria de la “tercera vía” teorizada por Anthony Giddens, por no mencionar a los socialdemócratas latinoamericanos; sin embargo, desde el “Juramento de Saman de Gúere” es evidente como lo indica Tarik Alí que “a diferencia de los socialdemócratas europeos, nunca creyó que algún beneficio para la humanidad pudiera venir de las corporaciones y los banqueros”.
El Chávez estratega maniobraba en la búsqueda de una opción teórica que le diera base a su opción de transformación pacífica, no violenta aunque no desarmada; en un país con un potencial petrolero excepcional. No podía repetir el error de Allende y de los socialistas chilenos, aunque estuvo a un paso. Sus críticos desde el socialismo oficial lo califican de padecer confusión ideológica, lo que en parte tiene un dejo de verdad, aunque sólo un dejo. En realidad el marxismo que se convirtió en doctrina no podía proporcionar una base teórica para la revolución en Venezuela y en ninguna parte de Nuestra América y tal vez del mundo. La confusión ideológica de Chávez residía en suponer que la teoría “marxista” era la postulada por los doctores y sacerdotes de la doctrina oficial en sus diversas variedades.
En la medida que la teoría marxista oficial se había convertido en una teoría de la imposibilidad de la revolución a nombre de la revolución, no podía más que ser cuestionada y hasta rechazada. Por eso las diatribas constantes de Chávez, más en privado que en público:
“No creo en los postulados dogmáticos de la revolución marxista. No acepto que vivamos en un periodo de revoluciones proletarias. Todo eso debe revisarse; la realidad nos lo dice día con día. ¿Aspiramos hoy en Venezuela a la abolición de la propiedad privada o a una sociedad sin clases? No lo creo”.
Eso lo dijo en una conversación con Tarik en 2003. Para diciembre de 2006, en el Teresa Carreño de Caracas fue más preciso:
“El Socialismo que estamos planteando no está reñido con la democracia- como algunos creen o pudieran creer. En otras épocas, las cosas se plantearon en forma diferente. Eran otras realidades y otras circunstancias. Sabemos que uno de los planteamientos de Carlos Marx es precisamente en de la Dictadura del proletariado, pero eso no es viable para Venezuela en esta época. ¡Ese no será nuestro camino! Nuestro Proyecto es esencialmente democrático. Hablamos de democracia popular, democracia participativa, democracia protagónica.”
En efecto el Carlos Marx y su marxismo, el de sus epígonos de nuestro tiempo, quienes hicieron religión de Marx, Lenin, Trotski, Mao y Guevara, de poco o nada podían servir ante un proceso que amalgamaba todas las formas de lucha o vías conocidas de la disputa por el poder, “pacíficas y violentas”.(9) Qué podía decir ese “marxismo” ante una revolución que ponía en entredicho las teorías fatalistas sobre la imposibilidad de la transformación y superación del estado desde una combinación articulada de poderes comunales y acciones gubernamentales y estatales. Lo cual implicaba la revisión de la teoría sobre el estado y los límites de la acción política para transformarlo y superarlo.
Además, a diferencia del grueso de los socialistas, el Comandante Chávez había optado de manera explícita por la “Vía de la Comuna” al socialismo, a la emancipación humana, en contraposición a la “Vía Estatista”, una forma del “comunismo grosero” que suele conjugar prácticas propias del socialismo de cuartel y la “vía” sindicalista al socialismo, tanto en sus versiones “marxistas leninistas” como en sus variantes socialdemócratas. (10) En tal perspectiva Chávez estaba más cerca del Marx de los “Manuscritos Económicos”, de la “Guerra Civil en Francia” y del Lenin que fervorosamente reivindicaba su opción a favor del “Estado Comuna” al modo de un “no estado”. (11) Es más, creo firmemente que Chávez era consciente de ello y por eso mantenía su distancia de los intérpretes del marxismo y de los dogmáticos.
En su calidad de estratega, de político, como corresponde a todo socialista coherente, el Comandante reposicionó los grandes debates de la transición al socialismo, en un nuevo marco histórico signado por la crisis capitalista, la catástrofe socioambiental, la decadencia de la hegemonía estadounidense y de su sistema regional de dominación oligárquica, en el que hace causa común con las oligarquías criollas.
Elaboró una nueva síntesis de la contradicción entre reforma y revolución, entre lucha militar y lucha pacífica. Entendió que el Poder Popular como vía de la revolución conjuga formas de lucha pacíficas y violentas, legales e ilegales y concreta, a la vez, en el día a día la “Vía Comunal”. En ese contexto, la democracia de las comunas es marcha al socialismo, creación de subjetividades, de base organizacional y material del proceso socialista, que se abre con la ruptura de las líneas de mando y dominación de la clases dominantes; ruptura derivada del levantamiento civil y militar que desde el “Caracazo” se convirtió en el principal componente del escenario político venezolano, latinoamericano y caribeño. De esta manera, en la circunstancia de nuestros países, liberación nacional, democracia, poder popular, acción gubernamental y socialismo constituyen un solo proceso, más allá de toda doctrina.
No se pueden negar los avances socialistas ni el carácter socialista del proceso bolivariano, porque no ha estatizado o colectivizado en grado suficiente la propiedad burguesa y social, porque no ha suprimido las libertades políticas a la burguesía. Cuando Marx y Lenin, por mencionar a dos referentes fundamentales, nunca se casaron con un modelo único de transición al socialismo, ni siquiera con la falsa disyuntiva entre revolución pacífica o violenta. Marx problematizó sobre el tránsito de la comuna campesina rusa al socialismo y no se detuvo a reparar en sí los populistas rusos eran o no proletarios, en sí la revolución debía iniciar en los países del capitalismo avanzado, para manifestar su entusiasmo por las acciones de los naródnikis, de los revolucionarios rusos de ese tiempo. Recurrentemente trató sobre las posibilidades del tránsito pacífico al socialismo en diversos países, Inglaterra y Estados Unidos en particular, y no dejó de hacer bromas sobre la posibilidad de jubilar a los burgueses pagándoles una renta para que se hicieran a un lado. El propio Lenin en la víspera de la Insurrección de Octubre, estuvo tentado a formular un pacto con la socialdemocracia reformista en la búsqueda de una transición pacífica. Quién puede negar su afirmación de que nunca estuvo en los cálculos de los bolcheviques la supresión de los derechos electorales de la burguesía y su eliminación física; si ello sucedió fue debido a la violencia desencadenada por la burguesía rusa, los restos de la autocracia zarista y el intervencionismo extranjero comandado por las potencias imperialistas. Quién puede negar la aseveración de Lenin sobre el rodeo a que se vio obligada la Revolución Rusa, incapaz de aplicar el plan o modelo previsto por los socialistas para iniciar la construcción del socialismo; quién ocultar los ajustes constantes al esquema de transición previsto por Lenin; el desarrollo de Nueva Política Económica, las dudas, las confusiones y ambigüedades, las marchas y contramarchas, las polémicas que llevaron a los enfrentamientos físicos entre socialistas. La revolución bolivariana marcha y transita al socialismo; no sabemos sí vencerá, pero sí sabemos que está viva y combatiendo en los más diversos campos.
Conviene recordar que en los esquemas originales de Marx y Engels, con toda y la Comuna de Paris de por medio, no veían como contrapuestos los progresos electorales y sociales alcanzados por los obreros alemanes, entre otros, con la perspectiva de la revolución. Porque más allá de las definiciones disponibles sobre el estado, entendían a este como arena de disputa, sin hacerse ilusiones sobre la posibilidad de que el estado burgués pudiera consumar la construcción del socialismo. Sobre este tema, el Comandante era contundente, había que trascender al estado capitalista a través del desarrollo del poder comunal. La visión que descarta el uso de los gobiernos de extracción popular en el marco del estado capitalista para dinamizar el avance de la revolución y de reformas, es más cercana al anarcosindicalismo que al marxismo. Y quienes suponen que el Comandante no era consciente de los límites del estado burgués y del liberalismo republicano, están ciegos. Los concejos comunales, las milicias, el Partido Socialista Unido de Venezuela, la Central Socialista de Trabajadores y la transformación del ejército, hablan en concreto de una revolución pacífica que, con todas las salvedades que se argumenten, no está desarmada. (12)
Por eso debemos destacar las problematizaciones sobre los límites de la acción política en la transformación del Estado y sus estructuras abiertas por la revolución Bolivariana. Chávez, con visión de estratega, trazó un conjunto de aproximaciones, de secuencias, de objetivos parciales en todos los campos de su actividad política, que se fueron complejizando a partir de su intento de desplazar del Gobierno a Carlos Andrés Pérez. Asume la derrota temporal y, ya en la calle, la lucha legal con todas sus consecuencias, para tal caso funda un movimiento-partido. Su plan estratégico se ajusta en torno a batallas discernibles, sin perder el rumbo. Combina horizonte estratégico con victorias y avances factibles, explorando y modificando la correlación de fuerzas. Siempre atento a la crisis imperial y a los reacomodos de las fuerzas que lo combaten en el plano internacional. Combina planos diversos, el frente económico, el político, el ético-cultural, todos son campos en disputa, terrenos de construcción, no hay fatalismo. Las creencias éticas y las posturas morales están engarzadas a la lucha política, por eso es un creyente verdadero, porque su ética es acción, disputa por la causa de los pobres y lucha incansable en pos del sueño de Bolívar. Objetivos parciales, secuencias, construcciones acumulativas, para hacer frente al día a día; pero preparando el terreno para el futuro, por ejemplo, para la economía socialista, la integración y unidad de Nuestra América, para eso su propuesta de reforma de la Constitución, las nacionalizaciones, los consejos comunales, Telesur, Petrocaribe, la iniciativa del ALBA, del Sucre, el Banco del Sur, la CELAC, además de su participación en la UNASUR.
En esas batallas, exhibe un “instinto estratégico” sobresaliente y una gran capacidad para “achicar” el objetivo principal, para acercarlo por medio de medidas inmediatas que modifican favorablemente el terreno de la disputa y acumulan fuerzas para las siguientes batallas. Todo lo dicho es observable en el proceso que inicia con su arribo al gobierno; por ejemplo su “Plan Bolívar 2000”, que muchos calificaron como una acción descontextualizada, en realidad era parte de un plan de emergencia para enfrentar de forma inmediata los estragos de la crisis social heredada por los últimos gobiernos. Articulado el “Plan” con la iniciativa de la Constituyente y con la politización masiva de las fuerzas armadas, se sentaron las bases para el desarrollo de las “Misiones”, del planteamiento y el desarrollo “evolutivo” de los poderes comunales. Proceso difícil que ha servido para enfrentar y revertir la pobreza y para alfabetizar, revolucionando las relaciones de poder, como proponía Paulo Freire. En medio de todas las contradicciones que se quiera, una propuesta de nuevo estado se abría paso y acumulaba puntos en una sociedad marcada por los vicios y defectos del capitalismo dependiente y rentista.
A contracorriente de las fatalidades, Chávez logró precios históricos en la venta del petróleo, decimos logró, porque estos dependen de la acción estratégica de los equipos que comandan la competencia internacional y no sólo de los vaivenes del mercado. (13) Cuando reparamos en el proceso de gobierno, en sus planes inmediatos, en como maniobra frente a las herencias malditas del neocolonialismo bajo la forma de país petrolero rentista, entendemos que sus proyectos aparentemente asistenciales y anárquicos de los primeros días de su gobierno, en medio de la crisis económica, los presupuestos acotados, se conectaban con la discusión y aprobación de la nueva Constitución y con proyecciones de más largo sobre el poder comunal, la disputa por la renta petrolera. Chávez, el Comandante, como decimos en México, “no daba paso sin huarache”.
Además tenía la capacidad de aceptar sus derrotas y revisar autocríticamente las causas del fracaso. El “por ahora” tan famoso, después de malogrado el levantamiento militar de febrero de 1992, lo llevó a replantear su plan de lucha por el gobierno. Otro fracaso relevante fue el “no” a su propuesta de reformar la Constitución para acelerar el proceso de tránsito al socialismo. Transcurrieron algunas semanas para digerir el asunto y asumir los errores en la construcción del Partido Socialista Unido de Venezuela, de los Concejos Comunales, de los malos tratos a los aliados; de las limitaciones en el combate a la corrupción y a la ineficacia de los aparatos gubernamentales. Hugo Chávez retomó el ímpetu y las calles de Caracas y de toda Venezuela recobraron el bullicio del debate esquinero, alimentado por las iniciativas del Comandante y la rabia mediática de la burguesía “pitiyanqui”.
Todo lo dicho hasta aquí sobre Chávez, que es muy poco, no tiene la finalidad de certificar su coherencia, su compromiso con el socialismo histórico. No lo necesita y además no sirve de nada. En realidad sólo deseamos mantener abierta la discusión sobre la necesidad de un socialismo propio del tiempo histórico que vivimos, de la urgencia de revisar los grandes temas de la transición a la nueva sociedad: la liberación nacional, el estado, la democracia, la crisis socioambiental, el feminismo revolucionario, el consejismo y el poder popular, la superación de una economía basada en la ley del valor, entre muchos otros problemas. Y sobre todo, invitar a mantener la guardia en alto y aprender en la medida de nuestras posibilidades a ser estrategas, a dejar de ser socialistas de academia, de iglesia. Mientras tanto Chávez sigue con nosotros, porque es nosotros, porque es la representación encarnada de Nuestra América:
“Soy como el eterno retorno de Nietzsche, porque en realidad yo vengo de varias muertes... Que nadie se haga ilusiones, mientras Dios me dé vida estaré luchando por la justicia de los pobres, pero cuando yo me vaya físicamente me quedaré con ustedes por estas calles y bajo este cielo. Porque yo ya no soy yo, me siento encarnado en el pueblo. Ya Chávez se hizo pueblo y ahora somos millones. Chávez eres tú, mujer. Chávez eres tú, joven, Chávez eres tú, niño; eres tú, soldado; son ustedes, pescadores, agricultores, campesinos y comerciantes. Pase lo que me pase a mí, no podrán con Chávez, porque Chávez es ahora todo un pueblo invencible”.

Notas:
(1) “Juro por el Dios de mis padres, juro por mi patria, juro por mi honor que no daré tranquilidad a mi alma ni descanso a mi brazo hasta no ver rotas las cadenas que oprimen a mi pueblo por voluntad de los poderosos. Elección popular, tierras y hombres libres, horror a la oligarquía”.
(2) El modo de ser del nuevo intelectual ya no puede consistir en la elocuencia, motora exterior y momentánea de los afectos y de las pasiones, sino en su participación activa en la vida práctica, como constructor, organizador, "persuasivo permanentemente" no como simple orador y, sin embargo, superior al espíritu matemático abstracto; a partir de la técnica-trabajo llega a la técnica-ciencia y a la concepción humanista histórica, sin la cual se es "especialista" y no se llega a ser "dirigente" (especialista + político). Antonio Gramsci, “La formación de los intelectuales”. “El elemento popular "siente", pero no siempre comprende o sabe. El elemento intelectual "sabe" pero no comprende o, particularmente, "siente". El error del intelectual consiste en creer que se pueda saber sin comprender y, especialmente, sin sentir ni ser apasionado… es decir, que el intelectual pueda ser tal… si se halla separado del pueblo-nación, es decir, sin sentir las pasiones elementales del pueblo, comprendiéndolas y, por lo tanto, explicándolas y justificándolas por la situación histórica determinada; vinculándolas dialécticamente a las leyes de la historia, a una superior concepción del mundo, científica y coherentemente elaborada: el "saber". No se hace política-historia sin esta pasión, sin esta vinculación sentimental entre intelectuales y pueblo-nación. En ausencia de tal nexo, las relaciones entre el intelectual y el pueblo-nación son o se reducen a relaciones de orden puramente burocrático, formal; los intelectuales se convierten en una casta o un sacerdocio”. Antonio Gramsci, “Notas sobre Maquiavelo, la política y sobre el estado moderno”.
(3) Una expresión de soberbia entre muchas de las que pululan en la izquierda tradicional, es la de Guillermo Almeyra: “En realidad, tanto el redescubrimiento parcial de Trotsky como la presión de Chávez en favor de la auto-organización popular y su rechazo a la burocracia vinieron de abajo, como también la idea de formar una quinta Internacional, que pronto degeneró en un intento sin principios de juntar a los enemigos de Washington (Teherán, antes Gaddafi, Bashar al-Assad y otros por el estilo), y fue rápidamente enterrada por la derecha del aparato chavista… Lo que Chávez no pudo hacer, debido a su propia confusión ideológica (pues mezcló las ideas y prácticas de la ex Unión Soviética en su versión cubana, con un cristianismo social e ideas trotskistas sobre la auto-organización y autogestión), es abrir una discusión democrática sobre cuál debe ser el contenido esencial de un socialismo que no repita la experiencia deletérea del socialismo real y cuáles deben ser la estrategia y el instrumento político que, en un Estado capitalista dependiente, permitan comenzar a cambiar la subjetividad de los trabajadores y sentar las bases para el socialismo, entendido como participación política plena, solidaridad, control de la economía por los trabajadores mismos y construcción de cultura y ciudadanía en la vida cotidiana”. La Jornada, 7-03-2013. Si los problemas del mundo se pudieran afrontar y resolver leyendo, comprendiendo y aplicando el pensamiento de Trotsky, hace mucho que todas nuestras penurias, al menos las más importantes estarían resueltas.
(4) Creemos que el socialismo indoamericano hunde sus raíces en las identidades surgidas de las historias de las formaciones sociales de tipo indígena, en las resistencias de los pueblos originarios, en las luchas de los trabajadores y las poblaciones urbanas contra la explotación y la discriminación propias de la dominación colonial y del capitalismo dependiente. Proyectos indígenas de nación y aun de humanidad son convergentes con el socialismo de matriz europea, asiática y africana, con el comunismo cristiano y algunos planteamientos libertarios. En México, una de las grandes tragedias populares resultó de la bifurcación entre proyectos indígenas y obreros, entre proyectos comunitarios y socialismo. La única posibilidad de superar el extravío es perfilando una propuesta de socialismo indoamericano. Los caminos abiertos por los pueblos indígenas, por los trabajadores y trabajadoras en los últimos 500 años; por Bolívar, Martí y tantos otros; que han sido recogidos por Mariátegui, Julio Antonio Mella, Fidel Castro, el Che, Chávez y sus pueblos, por citar algunos ejemplos, han abierto una posibilidad revolucionaria propia y no por ello menos universal. “Descubrir una verdad por sí mismo, sin sugerencias ni ayudas externas, es ya creación, aunque se trate de una verdad vieja: demuestra que se está en posesión del método; indica que uno se encuentra en la fase de madurez intelectual en que pueden descubrirse nuevas verdades”. La organización de la escuela y de la cultura: la escuela unitaria, Antonio Gramsci, (1932).
(5) “Había un hombre que tenía una doctrina./Una doctrina que llevaba en el pecho,/(junto al pecho, no dentro del pecho),/una doctrina escrita que guardaba en el bolsillo interno del chaleco./Y la doctrina creció./Y tuvo que meterla en un arca, en un arca como la del Viejo Testamento./Y el arca creció./Y tuvo que llevarla a una casa muy grande./Entonces nació el templo./Y el templo creció./Y se comió al arca, al hombre y a la doctrina escrita que guardaba en el bolsillo interno del chaleco./Luego vino otro hombre que dijo:/El que tenga una doctrina que se la coma, antes de que se la coma el templo;/que la vierta, que la disuelva en su sangre,/que la haga carne de su cuerpo... y que su cuerpo sea bolsillo, arca y templo”. León Felipe.
(6) “El enigma de los dos Chávez”, Gabriel García Márquez, La Jornada, 8-03-2013. Este artículo fue publicado originalmente en la revista Cambio, de Colombia, en febrero de 1999.
(7) “Hugo Chávez y yo”, Tarik Alí, La Jornada, 10-03-2013.
(8) De acuerdo con la idea que el comandante Chávez tiene de su vida, el acontecimiento culminante fue El Caracazo, la sublevación popular que devastó a Caracas. Solía repetir: Napoleón dijo que una batalla se decide en un segundo de inspiración del estratega. A partir de ese pensamiento, Chávez desarrolló tres conceptos: uno, la hora histórica. El otro, el minuto estratégico. Y por fin, el segundo táctico. Estábamos inquietos porque no queríamos irnos del ejército, decía Chávez. Habíamos formado un movimiento, pero no teníamos claro para qué. Sin embargo, el drama tremendo fue que lo que iba a ocurrir ocurrió y no estaban preparados. “Es decir –concluyó Chávez– que nos sorprendió el minuto estratégico”. Gabriel García Márquez, op.cit.
(9) Epígono deriva de la palabra griega πίγονος que significa "nacido después". Suele referirse a la persona que sigue el estilo de una generación anterior. Wikipedia .
(10) “La primera superación positiva de la propiedad privada, el comunismo grosero, no es por tanto más que una forma de mostrarse la vileza de la propiedad privada que se quiere instaurar como comunidad positiva. 2º) El comunismo a) Aún de naturaleza política, democrática; b) Con su superación del Estado, pero al mismo tiempo aún con esencia incompleta y afectada por la propiedad privada, es decir, por la enajenación del hombre. En ambas formas el comunismo se conoce ya como reintegración o vuelta a sí del hombre, como superación del extrañamiento de si del hombre, pero como no ha captado todavía la esencia positiva de la propiedad privada, y menos aún ha comprendido la naturaleza humana de la necesidad, está aún prisionero e infectado por ella. Ha comprendido su concepto, pero aún no su esencia”. Carlos Marx, “Manuscritos económico filosóficos de 1844”.
(11) “… nosotros —Marx y Engels— propondríamos emplear siempre, en vez de la palabra Estado, la palabra “comunidad” (Gemeinwesen). Una buena y antigua palabra alemana que equivale a la palabra francesa “Commune”. “La Comuna no era ya un Estado en el verdadero sentido de la palabra” (y ¿qué era, pues? Por lo visto, ¡una forma de transición del Estado al no Estado!). Extracto y comentarios de Lenin a la Carta de Engels a Bebel.
(12) La conferencia de Álvaro García Linera del 26 de marzo de 2013 en Caracas, en el marco del Encuentro de la Red de Intelectuales, Artistas y Dirigentes Sociales en Defensa de la Humanidad, trató sobre estos temas. Planteó la tesis sobre la necesidad de conceptualizar el Estado como un flujo, pautado o influido por los cambios en las correlaciones de fuerzas y no como un dato mayormente “estático”, una trinchera a tomar, como lo hacía y hace el viejo socialismo. En un caso, el primero, se puede hablar de posibilidades de uso y transformación del estado a través del gobierno. Álvaro García Linera no explico los límites de ese proceso impuestos por la naturaleza del Estado. Mientras, en la concepción del Estado como trinchera se excluye toda posibilidad de uso transformador del estado o del gobierno burgués. En realidad creo que la visión del Estado como proceso y campo de disputa no es propiamente nueva, lo que debemos explicar es por qué se abrieron posibilidades de transformación revolucionaria en Bolivia, Ecuador y Venezuela entre otros, donde la toma del gobierno juega como una palanca a favor de las fuerzas populares. Ya que si el estado hoy es “flujo”, antes también lo era. Tal vez hay que buscar en las fracturas abiertas por la crisis del sistema de dominación oligárquica regional, provocada por rebeliones ciudadano-populares, la crisis capitalista y el debilitamiento acelerado de la hegemonía estadounidense.
(13) “Los precios del petróleo, precios que nadie le regaló a este país sino que lo supo conquistar, han acrecentado la masa de recursos disponibles. Cuando Chávez accedió a la Presidencia el precio de 7 dólares el barril, hoy se paga casi diez veces más”. Hugo CoresVenezuela bolivariana y la integración de América Latina, 19-06-2013.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

¿Dónde estás, Revolución, que no te veo?





¿Cómo detectar el punto de inflexión que nos indica de modo fehaciente e inequívoco que la revolución está al caer? Se ha escrito hasta la saciedad sobre ello, pero no existe ningún manual infalible que nos permita seguir paso a paso y reconocer cada instante de un proceso revolucionario desde su presunto inicio a su desenlace, ya acabe éste en derrota o triunfo para los actores de la transformación radical de la sociedad.
Marx venía a decir de una forma sencilla, a la vez que paradójicamente críptica, que el antagonismo de clase crítico entre capitalistas y obreros sería el pistoletazo de salida de la revolución hacia una sociedad comunista. Que solo había que dejar hervir a fuego lento la realidad para que la historia alumbrara la buena nueva. Bien es cierto que habría que ayudarla un poco en el parto, con la voluntad política de la clase trabajadora, que en la lucha diaria por emanciparse de la dictadura del empresario iría elevando su conciencia de sí como colectivo explotado hasta cotas suficientes para emprender la aventura de alcanzar una sociedad comunista de iguales, de plena libertad que diera a cada cual según sus capacidades y a cada quien según sus necesidades.
La historia nos ha mostrado que esa maduración burguesa no nos llevó a una sociedad sin clases, antes al contrario el capitalismo se reinventó a sí mismo para continuar siendo la estructura básica social y económica de casi todo el mundo. Y contra lo que teorizó Marx, países atrasados con una fuerte presencia rural, Rusia y China principalmente, hicieron sus revoluciones nacionales saltándose párrafos de la ortodoxia marxista. La voluntad humana se burló del materialismo histórico y dialéctico. ¿Podía detenerse la revolución en marcha porque no coincidiese con las etapas diseñadas mentalmente?
Como observamos, teoría y realidad no suelen ir de la mano casi nunca, si bien hay que advertir que el materialismo dialéctico, e incluso la biología y la astronomía, nos previene y advierte contra este desajuste obvio: lo real siempre está en movimiento y ambos factores se influyen mutuamente. La historia no son momentos quietos que se puedan diseccionar y de los que sacar conclusiones definitivas. La historia es proceso, la vida siempre fluye.
A pesar de lo expuesto a grandes rasgos, sí se pueden aislar siquiera sea como instrumento útil de estudio instantes del proceso que nos ayuden a extraer resultados provisionales para aproximarnos a lo real de manera más fideligna. Marx no estaba equivocado en sus apreciaciones. Las condiciones materiales de la existencia forman un corpus de interpretación político denominado ideología. Pensamos lo que comemos y regurgitamos nuestras ideas a partir de cómo producimos mediante el trabajo humano obligado y cotidiano. Eso se llama conciencia de clase, pero también los capitalistas tienen sus propios intereses y su ideología original. Sucede que la clase dominante extiende a toda la sociedad sus valores confundiendo al trabajador en su esfuerzo diario por interpretar lo más fielmente posible el mundo que habita.
Cuando la conciencia de clase colectiva de los obreros se sitúa en su punto álgido, podría ser ese el momento exacto del salto adelante. El termómetro vital marcaría la ebullición social y política a través de huelgas y movilizaciones constantes que supusieran una ruptura con el sistema precedente. Hablamos de revolución, no de evolución natural de las cosas, que en la realidad no se da tal cual porque el ser humano es un ente cultural, dueño de sus iniciativas, errores y progresos intelectuales y tecnológicos.
Fácil parece el asunto, pero no lo es bajo ningún aspecto. La realidad histórica demuestra situaciones bien distintas y dispares. Ni en los países más industrializados y más cultos se han producido revoluciones socialistas o comunistas ni tampoco en los países más empobrecidos. Quedan pocas excepciones que merecerían explicaciones ad hoc más profundas y detalladas: Cuba, Corea del Norte, la China estajanovista, posmoderna y poscomunista... Poco más. Cuba representaría un caso positivo digno de estudio y conocimiento; Corea del Norte una farsa ahistórica; y China una perversión sádica de capitalismo estatal con mimbres confucionistas y maoístas, una mutación de síntesis muy diversas... Y Venezuela, un oasis peculiar merecedor de todo elogio, donde las estructuras capitalistas se están tocando levemente con políticas progresistas eficientes y discursos ideológicos populistas cercanos al sentir del pueblo llano. Parece una paradoja pero es lo mismo que sucede en el desarrollado Occidente: nadie gana unas elecciones con proclamas de derechas genuinas sin vetear sus discursos con ideas latentes de izquierda. Las reformas laborales no se anuncian a bombo y platillo ni los recortes ni la subida injusta y desigual de impuestos ni las amnistías fiscales ni los indultos a banqueros ladrones o policías maltratadores: se llevan a efecto de golpe y porrazo. Sin más aditamentos.
Cuando ya la revolución parecía un espantajo fuera de contexto y de siglo, vuelve por sus fueros merced a algunos pensadores heterodoxos. Por ejemplo, Verstrynge, un viaje singular del fascismo a la izquierda extrema, estética o funcional, no viene a cuento sellar juicios inapelables. Tiene mérito su singladura. Dice el profesor Verstrynge que la austeridad y la pobreza subsiguiente nos llevarán a la revolución. Varias cuestiones al respecto se nos ocurren. ¿Sin sujeto histórico? No da la sensación que los sindicatos y los partidos políticos de la izquierda plural e institucional estén por la labor revolucionaria, más bien son agentes que frenan, lastran y reconducen las reivindicaciones y el grito de la calle a sendas contractualistas y de negociación clásica con las patronales y los poderes fácticos de turno. Se resisten a dar pasos audaces. La audacia reside en movimientos sociales espontáneos que luchan por problemas muy concretos sin un programa político elaborado que otorgue credibilidad y coherencia a los gritos dispersos en mil batallas. Cierto resulta que las condiciones materiales de existencia se están deteriorando a lo bruto, creándose bolsas de escombros humanos muy próximas a la indigencia absoluta. Cada vez se recorta más el futuro de todos. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato capitalista? Verstrynge realiza un análisis meramente socioeconómico de la actualidad, muy acertado en su perspectiva y conclusiones, pero al que le falta el elemento humano, el sujeto colectivo que emprenda el camino de esa revolución mítica muchas veces anunciada y pocas veces vista por estos lares occidentales de neoliberalismo a ultranza y globalización predadora. Es la voluntad de Verstrynge, la del intelectual comprometido emocionalmente con la realidad, la que le transporta a lugares de pensamiento demasiado idealizados.
No es nueva la actitud visionaria de Verstrynge en la historia hacia una sociedad de cuño comunista. En instancias intelectuales han germinado muchos liderazgos románticos que han querido ver atisbos de una revolución inminente. Su voz carismática ha servido para intentar acelerar el tiempo y empujar a las masas en la dirección correcta, pero casi siempre se han dado de bruces con la ideología omnicomprensiva del capitalismo en sus diferentes versiones históricas. Los pobres imbuidos de su sola precariedad han preferido aferrarse a sus culturas existenciales ligadas al capitalismo antes que romper las cadenas que les ataban a una vida de explotación y repetición constantes. Soltar amarras de la cultura dominante requiere hacer añicos esquemas mentales muy solidificados en la idiosincrasia de las personas. Las costumbres no se vencen tan solo con voluntarismo y riegos frecuentes de ética marxista y evangelio libertario. Salir fuera de lo que se es obliga a esfuerzos tremendos y desgarradores. Un esclavo recién liberado necesita adaptación para entender la nueva realidad en la que vive. No se cuecen de la noche a la mañana conceptos grandes como libertad e igualdad.
El líder camboyano de los Jemeres Rojos Pol Pot y el jefe supremo de los guerrilleros peruanos de Sendero Luminoso Abimael Guzmán son ejemplos históricos de finales del siglo XX por haber promovido soluciones intelectuales inmediatas para provocar, traer e instalar una nueva sociedad de corte más igualitario o justo, socialista o comunista. Intentaron imprimir velocidad a ambas sociedades donde la extrema pobreza alcanzaba cotas muy altas. Los pobres nada tenían que perder pero también poco o nada que ganar desde sus presupuestos ideológicos. Sus gritos desharrapados eran verdad absoluta pero era imposible que sus entrañables semillas pudieran brotar en mitad de un desierto capitalista plagado de bombas culturales consuetudinarias y tradicionales que como maleza crecían y se reproducían sin cesar en la vieja sociedad a la que reclamaban un apoyo masivo y entusiasta. Camboya terminó vencida por sus excesos idealistas y Sendero Luminoso por sus credos utópicos. Las inercias ideológicas del capitalismos son vigorosas aun en horas bajas.
Lo mismo se puede decir de la realidad social de hoy en día. El neoliberalismo está dejando en puro hueso explotable a la clase trabajadora. La pobreza enseña sus voraces dientes. Todo ello es cierto y también es verdad que la movilización y el cabreo aumentan a ritmo exponencial. Se detectan millones de gritos pero no se otea en el horizonte ningún sujeto histórico digno de tal nombre. El intelectual ve y puede desear la revolución desde sus premisas sociológicas y sus análisis teóricos. Está en su pleno derecho de hacerlo. Ahora bien, preguntemos a las gentes que se manifiestan un día sí y otro también: ¿qué queréis con sinceridad, volver a las andadas locas del consumismo compulsivo y del estado del bienestar que solapa la lucha de clases o tal vez pretendéis una sociedad nueva donde reine la igualdad, la libertad y la fraternidad? Hemos soslayado la palabra comunista para no sesgar en demasía la respuesta. En cualquier caso, ¿qué otro significado podría tener una sociedad de personales iguales, libres y fraternas? ¿Economía social de mercado? ¿Capitalismos social? Estas hipotéticas respuestas se inscribirían de lleno en las varias formulaciones habilitadas ex profeso por la academia oficial para camuflar y entender el régimen capitalista desde otras caras más amables y embaucadoras.
La revolución precisa unas condiciones materiales mínimas, un deterioro de las relaciones sociales y de los modos de producción muy acusados. Y también necesita la voluntad de poder y querer de Nietzsche. Ni poder implica querer ni viceversa. Solo se unen en un proceso dialéctico complejo y contradictorio. La realidad objetiva otorga poder al sujeto, mas ¿dónde está ese sujeto que empezaría la revolución que viene? Profesor Verstrynge, tiene la palabra.

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E.UU. busca deshacerse de los gobiernos de izquierda de América Latina




  
Los acontecimientos recientes indican que el gobierno de Obama ha intensificado su estrategia de "cambio de régimen" en contra de los gobiernos latinoamericanos ubicados desde el centro hacia la izquierda del espectro político, promoviendo el conflicto de una manera no vista desde el golpe militar que Washington apoyara en Venezuela en 2002. El ejemplo más destacado es el de la propia Venezuela, durante la semana pasada. Mientras este articulo iba a la imprenta, Washington se ve cada vez más aislado en sus esfuerzos por desestabilizar al Gobierno electo de Nicolás Maduro.

Pero Venezuela no es el único país en ser presa de los esfuerzos de Washington para revertir los resultados electorales en los últimos 15 años en América Latina. Ahora está claro que la destitución del presidente Fernando Lugo de Paraguay del año pasado también fue asistida e instigada por el Gobierno de Estados Unidos. En un excelente trabajo de investigación para Agência Pública, la periodista Natalia Viana muestra que el gobierno de Obama financió a las principales figuras involucradas en el "golpe parlamentario" en contra de Lugo. Después, Washington ayudó a organizar el respaldo internacional al golpe.

El papel de EE.UU. en Paraguay es similar al que desempeñó en el derrocamiento militar del presidente democráticamente electo Manuel Zelaya en Honduras en 2009; donde Washington secuestró a la Organización de Estados Americanos y la utilizó para luchar en contra de los esfuerzos de los Gobiernos de Sudamérica que querían restaurar la democracia. Zelaya declaró más tarde que Washington también estuvo implicado en el golpe en sí.

Esta semana pasada en Venezuela, Washington no pudo apropiarse de la OEA; si bien su secretario general José Miguel Insulza apoyó a la Casa Blanca (y a la oposición venezolana) en la demanda de un "100 por ciento del recuento". Pero Insulza tuvo que dar marcha atrás, al igual que España –único aliado importante de los Estados Unidos en esta plan nefasto– porque no tenía apoyo.

La demanda de un "recuento" en Venezuela es absurda, puesto que ya ha habido un recuento de las boletas de los votantes para una muestra aleatoria del 54 por ciento de las máquinas de votación. Los totales de la máquina se compararon con un conteo manual de las boletas en presencia de testigos de alrededor del mundo. Estadísticamente, no hay ninguna diferencia práctica entre esta enorme auditoría que ya ha sucedido, y la auditoría del 100 por ciento que la oposición está exigiendo. Jimmy Carter denominó al sistema electoral de Venezuela como "el mejor del mundo", y no hay duda sobre la exactitud del conteo de votos, incluso entre muchos miembros de la oposición venezolana.

Es bueno ver a Lula denunciando a EE.UU. por su interferencia y a Dilma unirse al resto de América del Sur para defender el derecho de Venezuela a unas elecciones libres. Pero no es sólo Venezuela y las democracias débiles las que se ven amenazadas por los Estados Unidos. Como se informó en las páginas de este diario, en 2005, el Gobierno de EE.UU. financió y organizó esfuerzos para cambiar las leyes en Brasil con el fin de debilitar al Partido de los Trabajadores. Esta información se descubrió en documentos del gobierno estadounidense obtenidos bajo la Ley de Libertad de Información de EE.UU. Lo más probable es que Washington haya hecho mucho más en Brasil que se mantiene en secreto.

Está claro que Washington no ve al suavemente reformista, Fernando Lugo, como una amenaza o incluso un radical. Es sólo que él era demasiado amistoso con otros gobiernos de izquierda. El gobierno de Obama, al igual que el del presidente Bush, no acepta que la región haya cambiado. Su objetivo es deshacerse de todos los Gobiernos ubicados desde el centro a la izquierda del espectro político, en parte debido a que tienden a ser más independientes de Washington. Brasil también debe estar en alerta en cuanto a esta amenaza para la región.

Fuente:
 http://progreso-semanal.com/ini/index.php/vecinos-del-sur/6784-eeuu-busca-deshacerse-de-los-gobiernos-de-izquierda-de-america-latina


Tomado del periódico brasileño Folha de Sao Paulo


Vigencia del análisis gramsciano para el proceso político ecuatoriano





Este artículo son reflexiones a partir de la lectura del recomendable libro "Contra hegemonía y Buen Vivir" de los editores Francisco Hidalgo y Álvaro Márquez, en el que tuve el honor de participar en su presentación en Quito junto a ilustres compañeros.


El capitalismo en Italia se expande tras su tardía unificación (1870), desarrollando una flamante industria automotriz en el norte que coexiste con la economía agraria del sur –“Mezzogiorno”-, hecho que se mantiene prácticamente hasta nuestros días. En paralelo al proceso de industrialización en el norte de Italia se desarrolló el Partido Socialista Italiano (fundado en 1892) y que fue el principal partido de la izquierda italiana hasta la Segunda Guerra Mundial.
Es en ese momento político en el que los industriales urbanos del norte de Italia trazan ciertos compromisos con los terratenientes agrarios del sur; en el que el Vaticano se enfrenta a la masonería y al anticlericalismo de izquierdas; y en el que el fascismo toma cuerpo haciéndose con el manejo burocrático del Estado a través de la figura de Benito Mussolini [1], cuando el conjunto de fuerzas reaccionarias se unen para hacerle frente a la proliferación de huelgas obreras en el norte y las rebeliones campesinas del sur italiano. Es en ese contexto político en que Amadeo Bordiga y Antonio Gramsci abandonarán el XVII Congreso del Partido Socialista (1921) que se celebraba en Venecia convocando a un congreso constituyente del que nacerá el Partido Comunista de Italia (sección de la Internacional Comunista), posteriormente ilegalizado por el régimen fascista en noviembre de 1925, lo que conllevaría, tras la violación de su inmunidad parlamentaria, el arresto de Gramsci y su encarcelación inicial en la cárcel de Regina Coeli para su posterior traslado al penal milanés de San Vittore.
El legado de Gramsci es amplio, pero para el caso quiero destacar las tesis de Lyon (1926), donde se indica que lo “nuevo” del fascismo es conseguir un tipo de unidad orgánica entre sectores sociales incluso antagónicos, y que antes estaban muy débilmente vinculados. Rompiendo con la ortodoxia, Gramsci entiende que las clases sociales no son homogéneas y puras.
¿Contrahegemonía en Ecuador?
Gramsci fue un marxista de las “superestructuras": ideología, construida por las instituciones, sistemas de ideas, doctrinas y creencias de una sociedad, a partir del concepto de "bloque hegemónico".
Es desde ahí desde donde las clases dominantes logran ejercer “hegemonía” cultural sobre las clases dominadas (educación, religión y comunicación), más allá del control de los aparatos represivos del Estado. Desde el análisis gramciano, incluso se hace referencia a la utilización de términos como “Nación” o “Patria”, como generador de sentimiento de identidad entre diferentes grupos sociales, uniendo explotadores y explotados en aras a un supuesto “destino nacional” y contra un enemigo exterior. De esta manera es como se conforma el “bloque hegemónico” en el cual confluyen todas las clases sociales en torno a un proyecto burgués.
El neopopulismo en Ecuador ha conllevado un “proyecto de país” serio e inexistente en las últimas décadas, y sin ser aún un gobierno de concertación, se ha ido transformando de forma acelerada en un alianza política que engloba las diferentes clases sociales existentes en el país, repartiendo beneficios para cada una de ellas.
Desde esa perspectiva, clase dominante y clase dominada atenúan su lógica de conflicto, lo que tiene sentido con las posiciones varias veces expresadas por mandatario ecuatoriano en las que señala que el concepto de lucha de clases es algo caduco que se corresponde ideológicamente a la “izquierda infantil”. En su reciente viaje a Europa, el presidente Correa indicaba en Berlín que “somos un proyecto de izquierda, pero una izquierda moderna, que entiende el papel de la empresa privada en el desarrollo y que también entiende que el Estado tiene que tener un papel" [2].
Más allá de que el tan utilizado término “revolución” (alteración absoluta de las estructuras establecidas en un orden social y político para ser sustituidas por otras radicalmente distintas) pierde absoluto sentido; se constata la conformación de un “nuevo régimen” que combina discurso revolucionario y avances en materia social con ordenamiento cultural de la clase dominante. Dicha situación es posible a su vez, porque la clase dominante superó sus lógicas de desvergonzada concentración de la riqueza, precarización sin límites de salarios y privatización directa de servicios públicos. La clase dominante transformó su estrategia y la adecuó inteligentemente al mundo globalizado.
Es de esta manera que un gobierno que nace fruto del acumulado de la oposición popular al modelo neoliberal, termina manteniendo un modelo de acumulación basado en sistema de producción monopólico y neoextractivista.
La pobreza en Ecuador bajó, según datos oficiales, del 37,6% en diciembre del 2006 a 27,31% en diciembre del 2012, es decir, un 10,29% en seis años (línea base sobre quienes reciben menos de USD 2,54 diarios). El Informe de Desarrollo Humano 2012 -elaborado por el Programa de NNUU para el Desarrollo (PNUD) con indicadores combinados de esperanza de vida, año promedio de escolaridad, ingreso familiar e Ingreso Nacional Bruto-, ubica al Ecuador en el puesto 89 entre 187 naciones y dentro del grupo de países de desarrollo humano “alto”, con un IDH de 0,724 para el año 2012.
En diciembre de 2012 el gobierno decretaba un alza histórica del salario básico unificado, pasando del USD 292 mensual del 2012 al USD 318 actual. Pero es más, según datos oficiales, la evolución de ingresos familiares en 2006 conllevaba una cobertura de la canasta básica familiar de tan solo un 66,7%, mientras que en 2012 ese porcentaje se elevó al 92,43%. Según el propio mandatario, esta situación prácticamente cierra la brecha del “salario digno” [3], referenciando textualmente que “tenemos la mayor capacidad de compra de toda la historia” [4]. Se estima que con dicho incremento salarial, las familias puedan cubrir en el año en curso el 103% de la Canasta Básica Familiar [5].
En paralelo, los 110 grandes grupos económicos (fuente SRI) han visto multiplicarse sus volúmenes de negocio y su diversificación en diferentes sectores económicos. A pesar de una Ley Antimonopolio, que aunque reciente, no muestra voluntad de ser aplicada en amplitud; la bonanza económica fortalecida por la demanda de un mercado donde circula más plata (sumatorio de inversión pública, precios de los commodities y, sin ser alarmante, cada vez mayor deuda externa -especialmente con China-), se replicó en el sector privado, más allá de la dimensión de su mercado interno. En una economía hiperconcentrada, sobra indicar que los mayores beneficiados han sido los grandes grupos económicos, quienes concentran el 41% del PIB.
La mayor presión fiscal desarrollada durante estos seis años de gobierno del presidente Rafael Correa, ha sido absorbida con quejas pero sin dramas por las grandes empresas, dado el incremento de beneficio empresarial desarrollado en ese mismo periodo. Los grupos económicos en el ejercicio 2010 reportaron 650 millones de dólares en concepto de pago de Impuesto de la Renta, mientras que en el 2011 se elevó a 798 millones (incremento del 23,61%).
El posible efecto pasajero de la bonanza económica, tesis esbozada por el sector privado para justificar su escasa inversión, beneficiándose básicamente del notable incremento en inversión pública, ya no es una excusa sostenible, pues aunque la política pública sigue anclada a factores exógenos (principalmente precios del petróleo), no existen perspectivas serias de que la tendencia de commodities y las necesidades de los BRIC, especialmente de la vorágine china, vaya a revertirse notablemente a mediano plazo.
El dinamismo de sectores como el comercial, no hay más que ver la proliferación de centros comerciales por todo el país, es bueno, pero se venden productos que no son de fabricación nacional. De esta manera, se mantiene la lógica económica heredada por la cual el importador se beneficia más que el productor de dicho dinamismo económico. Una política pública de marcado gasto ha permitido incrementar el consumo, situación de la que el sector privado se ha beneficiado.
En resumen, bajo los efectos ópticos basados en demagógicos discursos de retórica populista con base en la justicia, equidad, subsidios sociales y la construcción de una “Patria Nueva” superadora del pasado, se fomenta un imaginario de cambio que en realidad no es otra cosa que la consolidación de un bloque hegemónico que goza del apoyo de amplios sectores que van desde la clase media baja hasta el subproletariado, además de las clases dominantes.
Es la conformación del nuevo capitalismo ecuatoriano del siglo XXI, pretendidamente de “rostro humano” y articulado bajo una lógica de modernización del aparato del Estado, desarrollismo y el neoextractivismo (con reposicionamiento del Estado).
La utopía burguesa del Estado por encima del conflicto de clases, para el servicio del bien común, pierde credibilidad cuando la acción tiene perfil emancipador. Consciente de ello, el bloque hegemónico va tomando un perfil de cada día mayor marcada alianza de todas las clases sociales, donde todos deben y pueden ganar. Desde esa perspectiva de “consensos”, el Estado se siente legitimado para golpear (política, jurídica, económica y socialmente) a toda disidencia cuestionadora del modelo de desarrollo, en la búsqueda de su destrucción.
Apoyándonos en la teoría crítica desarrollada por Max Horkheimer –Escuela de Frankfurt de investigación social - el estado autoritario es un fenómeno sociológico que se construye tras circunstancias históricas donde antes existía desorden y crisis; presentándose como la vía para la superación de los problemas existentes. Es desde ese consenso entre grupos sociales desde donde se legitima un estado autoritario, y no a través del uso de la fuerza o el abuso del poder. Es, en términos marxistas gramscianos, el poder de la superestructura.
Si entendemos como “contrahegemonía” los elementos para la construcción de la conciencia política propia que genere espacios de disputa para la construcción de un bloque social alternativo desde las clases populares, es evidente lo lejos que estamos de dicha situación. Quizás por ello sonroja, que intelectuales afines al régimen, confundan el actual proceso de reorientación/modernización del sistema capitalista ecuatoriano, el cual aceptó en su estrategia de recuperación en crisis global, determinadas formas de regulación e intervencionismo estatal, lo que dista mucho de un cambio de hegemonía (discurso basado en lectura de indicadores respecto a calidad de vida, capacidad de consumo y reducción de la pobreza). Según Gramsci, la supremacía de un grupo social se manifiesta tanto por el dominio como por la dirección intelectual y moral.
El neopopulismo tiene como objetivo obtener legitimación social mientras se mantiene en el poder una élite específica que controla la hegemonía política a costa de la popularidad de su líder. En ese contexto, la distancia entre el discurso y la praxis se acrecientan, desarrollándose medidas populistas que bajo discursos rupturistas posicionan beneficios para la población, pero que lejos están de significar transformaciones profundas en los pilares del Estado ni en las relaciones sociales, económicas y políticas que se desarrollan en el país.
El poder articula entonces formas diferentes para posicionarse y legitimarse, utilizando fórmulas que van desde la violencia física hasta la manipulación psicológica. En ese contexto, está siendo el Derecho la herramienta que instrumentaliza el poder, encubriéndolo y difuminándolo; justificándolo y convirtiéndolo en "orden" social y político.
Mediante el Derecho, las respuestas a los conflictos de poder adquieren un aurea de legitimidad y neutralidad, aplicando un “código operacional” que tiene el efecto de limitar los hechos y la consideración de estos a su racionalidad legal (lógica binaria que se limita a definirlos como legales o ilegales), dotándose de respuestas normativas que pretenden garantizar la solución no arbitraria de los conflictos sociales. El efecto de universalización pasa a ser uno de los mecanismos aplicados por los grupos dominantes, a través del cual se ejerce la dominación simbólica y la imposición legitimada del orden social.
Es así que las contrahegemonías existentes, las que incluyen estrategias de orden crítico y posiciones que optan por la sustitución gradual del modelo extractivista -en su más amplio sentido- como mecanismo de superación civilizatoria, pasan a ser “blanco” político del poder y del aparato legal a su servicio ( el Derecho - orden normativo e institucional de la conducta humana en sociedad inspirado teóricamente en postulados de justicia - no es más que el resultado del enfrentamiento entre diferentes grupos sociales en conflicto, pues es desde ese conflicto desde donde nace el Derecho) .
Siguiendo a Michel Foucault, es entonces cuando interviene el “discurso del saber” como mecanismo por el cual se sustenta la justificación del método [6]. El ejercicio del poder pasa entonces de tan solo reprimir y castigar, a convertirse también en “productor de verdad”. L os “discursos del saber” se despliegan mediante herramientas de poder, implementadas a través del control social, el cual se justifica y reproduce sus prácticas de forma permanente como estrategia de adoctrinamiento y subsistencia.
Desde el plano ideológico, en este proceso de reorientación/modernización del sistema, lo que unilateralmente se califica como aislado o atrasado, pasa a ser de antemano condenado. La transformación, reducida al rigor de una ecuatoriana selección darwiniana (miedo al provenir de nostálgicos del pasado combinado con ciudadanos débiles que no afrontan el “choque del futuro” y no asumen el tiempo que vivimos), pasa a fundamentarse bajo el criterio de que el provenir se encuentra en el progreso “técnico”, en la movilidad, en la competencia, en la profesionalización y en la comunicación. Toda población que no asume el “nuevo orden” y las comunidades que mantienen ciertos niveles de impermeabilidad al efecto modernizante y globalizador son una molestia, pero sus tierras no si en ellas se encuentran los recursos naturales.
Lo más curioso de la “empanada” dialéctica, es que mientras en el pasado varios de los notables del oficialismo acusaban a los gobiernos neoliberales de “vender” el país a las importaciones de bienes de consumo de los países del Norte, en la actualidad van cambiando hacia Oriente una parte de sus destinos importadores manteniendo las mismas asimetrías (bienes primarios vs productos manufacturados con valor agregado).
Entender al proceso correísta como una política progresista de profundo carácter transformador, equivale a no entender los diferentes tipos de pensamiento conservador existentes, aquello que Pierre Bordieu definió como conservadurismo declarado y conservadurismo reconvertido o progresista, no entendiendo a su vez el conflicto de clases y la lucha “contrahegemónica” por una radical transformación sistémica y social. Es así que el pensamiento de la derecha más “rancia” -conservadurismo declarado-, tiene como centro el sentimiento de la declinación, la desesperanza y el miedo al porvenir, disposiciones que denuncia y combate la nueva burguesía, es decir, el conservadurismo reconvertido. El pensamiento conservador más reaccionario, pasa a ser confundido intencionadamente desde el poder con posicionamientos indígenas y rurales en defensa de derechos colectivos y formas propias de organización social, espacios los cuales pretenden ser liquidados por los nuevos planificadores (tecnócratas de la felicidad) que prestan una atención condescendiente e inquieta a estos excluidos mientras eliminan las realidades a las que ellos aún se aferran. Mientras el conservadurismo declarado aboga por la perpetuación del pasado, la nueva burguesía propugna la creación de proyectos modernizadores para “no volver nunca más al pasado”.
En una combinación aparentemente contradictoria, el conservadurismo progresista no es más que una fracción de la clase dominante que da como “ley subjetiva” lo que constituye la ley objetiva de su subsistencia: bajo el concepto de “gatopardismo” o “lampedusianismo” [7], se crea una apariencia de cambio revolucionario con el fin último de que la base, el núcleo del sistema, permanezca inalterado.
Construcción de “contrahegemonia”: una necesidad perentoria para la izquierda ecuatoriana
Desde la perspectiva de un gobierno que se llama a sí mismo “revolucionario”, propiciar condiciones para la movilización social y política de los sectores organizados de la sociedad, debería ser un objetivo institucional en la búsqueda de conformar mayores niveles de autonomía, organización, participación de la población en asuntos públicos, es decir, “contrahegemonía”.
Lejos de esta visión, el régimen se caracteriza por el intento de control -mayoritariamente exitoso- sobre el conjunto de organizaciones sociales, anulando su capacidad de movilización y entendiendo a ésta como un elemento de desestabilización política desde la disidencia.
El objetivo central del proyecto político correísta -en esta etapa de modernización del sistema capitalista ecuatoriano- es el monopolio de la vida política, lo cual le ha llevado a pasar de la utilización instrumental de lo popular al desprecio y control sobre todo tipo de articulación social. Siguiendo con Gramsci, hegemonía es una composición de dominación y dirección que significa presencia ideológica en la sociedad y el Estado, así como control sobre la dirección económica (control de los medios de producción). Partiendo de esta premisa, el bloque hegemónico habría conseguido sus objetivos tanto en el plano político como en el económico: de manera rotunda tras el proceso electoral de febrero de 2013 en el primero de los casos, como manteniendo el control en la disputa económica a través del mismo sistema de acumulación y matriz productiva heredada de la época neoliberal en el segundo. Siguiendo a Bolívar Echeverría, ni se supera el productivismo ni se replantea el valor de uso como forma natural de la reproducción social.
Entendiendo como crisis de hegemonía a la que se da cuando aún manteniendo el propio dominio, las clases sociales dominantes dejan de ser dirigentes de todas las clases sociales -no resuelven los problemas de toda la colectividad y dejan de imponer su concepción del mundo al conjunto de la sociedad-. Se debe indicar que el actual gobierno ha reconsolidado a las clases dominantes y el sistema económico sobre el que se sustenta, habiéndose convertido el Buen Vivir -discurso transversal en los planes de desarrollo- en un limitado concepto que se sostiene sobre el mayor suministro de servicios básicos a la ciudadanía y el aumento de su capacidad de compra de bienes y servicios en el mercado.
El golpe recibido por las izquierdas políticas en las últimas elecciones presidenciales y legislativas celebradas recientemente en Ecuador, ponen en cuestionamiento la credibilidad de estas como factor “contrahegemónico” en el momento político actual, planteando el reto en el campo popular de un análisis adecuado sobre el nuevo bloque hegemónico consolidado, para así encontrar las potencialidades transformadoras existentes en el nuevo modelo de capitalismo posneoliberal ecuatoriano y el mecanismo de reorientación adecuado para las izquierdas más tradicionales.
Notas:
[1] El 23 de marzo de 1919 Benito Mussolini funda en Milán el primer "fascio di combattimento", adoptando símbolos que hasta entonces habían distinguido a los arditi, como las camisas negras y la calavera, llegando al poder tras la crisis ministerial del primer trimestre de 1922.
[3] Desde hace dos años el término “salario digno” es aplicado en Ecuador como el resultado de dividir los perceptores del sueldo por familia (1,6) y el promedio anual de canastas básicas familiares (USD 589,39).
[4] Agencia Pública de Noticias del Ecuador y Sudamérica (ANDES), 22 de diciembre de 2012. http://www.andes.info.ec/es/econom%C3%ADa/salario-básico-unificado-2013-sube-318-dólares.html
[5] De cumplirse esta condición, las empresas que generen utilidades ya podrán distribuir también esta ganancia entre las directivas empresariales.
[6] Por ejemplo tan solo un ejemplo del “discurso del saber”: la prisión pasa de ser el resultado de los intereses de determinadas élites dominantes -las cuales inventaron el encierro para determinadas personas dominadas que “incomodaban” y “perjudicaban” sus intereses-, a tener a partir del siglo XIX mediante el positivismo jurídico y científico, un discurso de justificación social (separación de la sociedad para un adecuado proceso de reinserción social).
[7] El "gatopardismo" o lo "lampedusiano" es en ciencias políticas el "cambiar todo para que nada cambie", paradoja de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (fallecido en1957) en su libro “Il Gattopardo”, publicado póstumamente por la editorial del activista comunista italiano Giangiacomo Feltrinelli.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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