MORAL Y LUCES

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domingo, 22 de enero de 2017

Cuba en perspectivas literarias desde "Casa de las Américas"




Descolonización de la Lectura: El Legado de La Casa
Por: Silvio Torres-Saillant

Buenos días. Agradezco a los astros, las circunstancias y las voluntades que se han alineado para propiciar mi participación en esta significativa edición 58 del Premio Literario Casa de las Américas. Es un privilegio venir a la Casa a compartir labores con distinguidas figuras del arte literario, el pensamiento y la erudición procedentes de toda la anchura del hemisferio—Norte, Centro, Sur y Antillas—además de España. Por ese privilegio, quedo endeudado con el Presidente de la Casa, el poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, y con el Consejo de Dirección por haber tenido a bien invitarme a formar parte del jurado y asignarme estas palabras de apertura. Doy infinitas gracias a los dirigentes en los distintos estamentos organizativos de la Casa con quienes he tenido mayor comunicación, especialmente al director del Centro de Investigaciones Literarias Jorge Fornet Gil y a colegas como Yolanda Alomá Reyna y Juan Mesa Díaz, quienes han puesto cuidadosa atención a los detalles logísticos esenciales para traerme a esta Sala Che Guevara tan colmada de historia y de memoria.

Al pueblo cubano hay que agradecerle que protagonizara aquella gesta libertaria que todavía, a la vista retroactiva de seis décadas después, sigue pareciendo inconcebible. Con sus barbudos al frente, este pueblo la logró y con ella dió al resto del hemisferio razón para soñar la utopía de una sociedad igualitaria como meta factible. El contacto con esa epopeya comenzó temprano para mí. De niño en Santiago de los Caballeros, República Dominicana, veía a mi madre Aida juntarse con vecinas en el cuarterío donde vivíamos a escuchar noticias de los barbudos en una de las viviendas que tenía un radio equipado para recibir trasmisiones desde Cuba. Aida no llegó a un alto nivel escolar. Dudo que terminara la primaria. Pero algo le inducía simpatía por lo que hacían los barbudos. No era pequeño el número de vecinos y vecinas de origen humilde que compartían esa simpatía por la rebeldía que efervecía en Cuba.

El número de simpatizantes se fue achicando, sin embargo, en la medida en que se intensificaba la campaña difamatoria contra esa Cuba cundida por el “comunismo ateo y disociador”. La nueva Cuba lucía demoníaca en los relatos ofertados por los medios de prensa nacional, la Iglesia, el gobierno y la potente radioemisora internacional La Voz de los Estados Unidos de América, que se sintonizaba diariamente en la zapatería de mi tío Pompo, donde comencé a trabajar desde los diez años. De una revista de historietas, o “munequitos” como entonces les llamábamos, que se distribuía gratis en una campaña de alfabetización, en particular un número que traía el relato de un lanzador en el marco del béisbol cubano durante el gobierno revolucionario. Se trataba de un lanzador exitoso cuya carrera se interrumpe debido a una enfermedad grave que lo aflige de repente, dejándolo al borde de la muerte. La familia es pobre y muy devota en su fe cristiana. En el hospital, los médicos se desentienden del paciente y en esa coyuntura el hijo del lanzador, un chiquillo de alrededor de diez años, deseperado, busca la manera de metérsele en la oficina al director del hospital. Con amabilidad burocrática, el señor director escucha el angustioso drama que vive la familia y le pregunta al niño si la familia ha hecho algo para ayudar al enfermo. El interpelado le habla de los rezos y la súplica a Dios para que le devuelva la salud, a lo cual el director responde recomendándole que regrese a casa y que con su familia repitan la petición religiosa y que vuelva al día siguiente a su despacho a contarle el resultado antes de considerar medidas alternativas. El diligente niño sigue el consejo del director, regresando al otro día a contarle frustrado que la salud de su padre seguía grave no obstante los padrenuestros y las avemarías que la familia había entonado. Entonces, con teatral empatía, el señor director sugiere al niño volver a repetir la operación pero esta vez dirigiendo su pedido no a Dios, sino a Fidel. Consciente de que el chiquillo seguiría el consejo, el director dispone de inmediato que el lanzador sea recluido de nuevo en el hospital y sometido al más esmerado cuidado médico, tras lo cual el paciente da visos de recuperación, y, en poco tiempo, puede regresar al montículo y retomar su exitosa carrera de béisbol. Discursiva y gráficamente la citada edición de los muñequitos hace ver que al final el hijo del deportista termina convencido de que Fidel puede más que Dios. También se suponía que yo, como lector infantil del texto, quedara indignado por las argucias de que eran capaces las autoridades cubanas con el fin de separar a la población de su fe religiosa.

Quizás debido debido al éxito de campañas como la que dramatizaba el relato sobre el lanzador enfermo, para los años de mi adolescencia ya tenía uno que haberse politizado y haber aprendido a reconocer la lógica de la injusticia y la desigualdad en su enorno inmediato para tener la simpatía por el proyecto cubano que mi madre, sin esa formación, había valorado desde los momentos de la Sierra Maestra y la entrada triunfal a La Habana en enero del 59. Pero, en términos generales, los dominicanos han preservado la solidaridad con la Cuba revolucionaria. Supongo que ello se deberá a los muchos momentos en que nuestros dos pueblos se han echado una mano en la lucha contra la opresión, cooperación que viene desde el siglo XVI con la resistencia del líder taíno Hatuey, quien combatió la invasión española en Santo Domingo y, luego, al enterarse de que el conquistador Diego Velázquez allá preparaba la avanzada hacia Cuba, se le adelantó, viniendo con su contingente de correligionarios a alertar a la población y junto a ella montar la resistencia. Su muerte acá, como la cuenta Bartolomé de las Casas, dejó un ejemplo imperecedero de dignidad. Siglos después, el libertador Antonio Maceo encontraría en la ciudad de Puerto Plata y en el brazo del líder anticolonialista dominicano Gregorio Luperón, un refugio importante ante la persecución tenaz de las fuerzas del gobierno colonial español. Se recuerda la participación de los hermanos Marcano y de Máximo Gómez en la Guerra de los Diez Años, e igual perdura en la memoria aquella evocadora reunión de 1895 entre Gómez y José Martí en la ciudad dominicana de Montecristi, donde acordaron la logística, y redactaron el Manifiesto que anunciaría al mundo la visión liberadora detrás de la guerra independentista cubana que arrancaría a partir de ahí.

El Movimiento 26 de Julio y el gobierno cubano que comenzó en enero del 1959, fueron alicientes importantes para los dominicanos que resistían la cruenta, genocida y espeluznantemente corrupta dictadura del estuprador y cleptócrata Rafael Leónidas Trujillo. La frustrada expedición antitrujillista que zarparía en el 1947 desde Cayo Confites, una isla en la geografía de Camagüey, no solo contaba con el apoyo decisivo de revolucionarios cubanos sino que Fidel mismo figuraba entre los expedicionarios que intentarían derrocar el funesto régimen trujillista. La expedición conocida por el nombre de Constanza, Maimón y Estero Hondo, la cual sí zarpó el 14 de junio de 1959 y que sufrió una derrota lamentable en el encuentro con el ejército de Trujillo, se había entrenado en Cuba, principalmente en Pinar del Río, y contaba entre los combatientes al Comandante Delio Gómez Ochoa, un integrante del Movimiento 26 de Julio que traía experiencia guerrillera de la Sierra Maestra. La Revolución Cubana operó como una constante fuente de inspiración para los dominicanos en los años posteriores al ajusticiamiento de Trujillo, especialmente durante los sesenta y los setenta cuando los sectores que aspiraban a la transformación social siguieron activos y altivos en la esperanza de extirpar las rémoras del trujillato que siguieron tronchando el anhelo de los sectores populares de tener una sociedad con un mayor grado de inclusión, justicia e igualdad, es decir, una sociedad donde ellos cupieran.

Ya yo tenía uso de conciencia en abril de 1965 cuando se dió la gesta libertaria contra los golpistas que dos años antes habían derrocado el gobierno de Juan Bosch, un personaje muy valorado en el hemisferio pero que en Cuba goza de un aprecio especial. Aparte de su prestigio literario, Bosch había hecho credenciales en la lucha antitrujillista durante los años de su largo exilio político. Cuando la caída del régimen, el activismo nacional y la presión internacional posibilitaron el regreso de los disidentes y la apertura del mercado electoral, Bosch se elevó como el candidato presidencial en quien los sectores populares cifraban las mayores esperanzas de cambio benéfico para ellos. En el exterior había fundado el Partido Revolucionario Dominicano, y en su prédica había abogado por una reforma agraria que diera control a los campesinos de la tierra que ellos trabajaban. El uso frecuente de la palabra “revolución” en el léxico de su campaña y las medidas de reivindicación social que prometía en su plataforma política lo enemistaron con la Iglesia, cuyos prelados procedieron a acusarlo de “marxista-leninista”. Después, disputas varias, incluyendo un debate televisado de tres horas con un jesuita derechista, la iglesia consintió en retirarle a Bosch el peligroso epíteto, y el candidato pudo derrotar a su contrincante conservador. Una vez en el Palacio Nacional, Bosch comienza a levantar nuevas sospechas. Durante su gobierno se registran cambios preocupantes: una nueva Constitución que ofrecía garantías a la case obrera, un cierto grado de secularización en la sociedad, la acreditación de partidos de izquierda y la reducción del latifundismo. A los 7 meses, ya la vieja oligarquía no podía soportar más. Así, prelados, empresarios, militares y la Embajada de los Estados Unidos unieron esfuerzos para deponer al presidente constitutional.

El derrocamiento de Bosch, la sucesión de gobiernos militares y civiles, cada uno con menor interés en las libertades civiles de la ciudadanía, el levantamiento de abril de 1965 – o la Revolución de Abril, como le llaman los patriotras -, el casi triunfo revoluicionario y la inviasión enviada por Estados Unidos para impedir “otra Cuba”. La solidaridad cubana en todo el proceso.

Cuando los dominicanos de buena voluntad quieren momentáneamente curarse del drama social imperante que los desalienta en su país, miran a la Revolución de Abril, fijándose no en la derrota sino en lo que podría haber sido de habérsele permitido llevar a feliz término la lucha contra la lógica, la ideología, la violencia y la ética trujillista. La herencia trujillista se ha seguido manifestando en fraudes electorales, corrupción administrativa, delincuencia proliferada, brutalidad policial y esperpentos tales como una sentencia judicial cruel que en el 2013 le retiró la ciudadanía a cientos de miles de dominicanos de ascendencia haitiana, reduciéndolos a la más inenarrable indefensión. Con todo eso, la memoria de ese importante capítulo de nuestra historia ha hecho posible que los dominicanos tengan hoy un relato alternativo de lo que somos, distinto de la narrativa trujillista que siguió vigente durante los veintidós fraudulentos años de Joaquín Balaguer, y de los gobiernos liberales intercalados y posteriores.

A un cubano, el cura jesuita José Antonio Moreno, le debemos el imprescindible estudio El pueblo en armas:Revolución en Santo Domingo (1973), la traducción del original Barrios in Arms publicado originalmente en 1970. Dicha obra se basa en la tesis doctoral defendida por Moreno en la Universidad de Cornell. El jesuita había llegado a Santo Domingo 4 meses antes de estallar la insurrección con fines de colectar datos para su tesis doctoral. Cuando estalló el movimiento, Moreno se identificó con los rebeldes y, aparte de brindarles auxilio, convirtió el levantamiento en su tema de disertación. Otra importante obra surgida de la fragua donde se daban los hechos, vino de la pluma del sociólogo dominicano Franklin J. Franco bajo el título República Dominicana: Clases, crisis y comandos. El texto ofrece una aguda interpretación geopolítica de los eventos que dieron pie al levantamiento revolucionario y a las fuerzas que se combinaron para aplastarlo. Ganador del Premio Casa de las Américas en 1966, el libro se publicó en La Habana en la Coleccion Premio en el mismo año, meses antes de que las fuerzas militares estadounidenses desocuparan el territorio dominicano. Franco luego pasaría a hacerse una voz indispensable entregada por cinco décadas ininterrumpidas al esfuerzo por desmontar lo que el historiador Roberto Cassá llamara “la mentira oficial” en el discurso sobre la historia, la cultura, el origen y la identidad de la población dominicana.

Entre las figuras que se hicieron venerables en la gesta de Abril, difícil se hace omitir al poeta domínico-haitiano Jacques Viau Renaud. A los 7 años vino de Port-au-Prince a Santo Domingo con sus padres, exiliados por haber caído en desgracia con el gobierno de su país. Se educó en escuelas de Santo Domingo, y cultivó su inclinación poética escribiendo en español e integrándose al activismo literario de su generación en la capital. Al estallar la insurrección de Abril, se unió a uno de los comandos rebeldes, combatiendo con valentía y mostrando dotes de dirigencia hasta que, el 15 de junio, a la edad de 23 años, cayó víctima de un estallido de mortero disparado por las tropas de ocupación. Da gusto notar que la valoración de Jacques Viau ha ido creciendo en la literatura dominicana no solo por la fuerza sobrecogedora de sus versos, sino también por haber entregado su vida a la lucha por la dignidad del pueblo dominicano. Vale decir, que antes de que arrancara el afán actual por difundir la obra de Jacques, acá ya Roberto Fernández Retamar se había fijado en ella y la había destacado en su antología Poemas de una isla y dos pueblos: Jacques Roumain,Pedro Mir y Jacques Viau publicada por la Casa en 1974 dentro de la Colección La Honda. La selección de los versos que componen la antología es insuperable y merece ponderarse la previsión de ilustrar la creación poética de los dos pueblos de Quisqueya a través de Roumain, haitiano, Mir, dominicano, y Jacques Viau, dominico-haitiano. Con la inclusión de Jacques, el editor subvierte la binariedad y así se aparta del relato que concibe la nacionalidad haitiana y la dominicana como entidades puras, blindadas contra la hibridación, no obstante su contacto intenso desde finales del siglo XVII. Poemas de una isla y dos pueblos ayudó indudablemente a carburar el interés de la comunidad literaria dominicana en promover la obra de Jacques.

La valoracion de que disfruta hoy el legado de Jacques me convence de que, aunque no pudiera derrotar la herencia trujillista en el terreno político ni institucional, los rebeldes de Abril tuvieron un impacto sustancial que ha dejado su huella más discernible en las artes visuales y dramáticas, la literatura, el folklore y la música. ¿Quién va a olvidar ese evento sin igual llamado “Siete Días Con el Pueblo,” que en el 1974 reunió en Santo Domingo a todo un “who is who” internacional de los intérpretes de música popular con conciencia social, cubriendo la Nueva Trova, la Nueva Canción y la Canción de Protesta en sentido general? Allí estuvieron Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Los Guaraguos, Ana Belén y Sonia Silvestre para mencionar solo algunos. Montado en el segundo cuatrenio del gobierno represivo de Balaguer, el evento trasclució la unidad de sentimiento social y anhelo de justicia de Nuestra América. No creo que Siete Días Con el Pueblo hubiese podido concebirse en Santo Domingo antes de la sociedad contar con la infusión de rebeldía suministrada por la gesta de abril en la década anterior. Igual se puede rastrear la producción de pensamiento social, el estudio de la historia cultural y las prácticas religiosas y llegar a similar conclusión. El énfasis en la cuestión racial, la herencia cultural africana y la crítica de la opción Católica como norma espiritual exclusiva de la ciudadanía se ha expandido entre los estudiosos serios no obstante el implícito enfrentamiento con la epistemología trujillista—adherida al Eurocentrismo negrofóbico y a la herencia colonial—de la que nunca se han liberado nuestros gobiernos fueran de extrema derecha o liberales. La claridad moral que refleja el análisis social de Pablo Mella y la búsqueda estética atrevida en la ficción de Rey Andújar, ambos compatriotas y miembros del jurado aquí presentes, tendrán más de un origen genealógico, pero yo apuesto a que la gesta de Abril figura entre ellos.

Por lo tanto, podemos especular que las fuerzas que impidieron la transformación social que podría haberse dado en la sociedad dominicana de haber triunfado la insurrección de Abril y el surgimiento potencial de algo así como “otra Cuba”, también troncharon el posible advenimiento de la trasformación intelectual a través de algo así como otra Casa de las Américas. La transformación de la sociedad requiere un gran proyecto de deseducación y desaprendizaje que ayude a la ciudadanía a distanciarse de las fuerzas y las herencias responsables del estado de cosas que nos pone a desear el cambio. Me explico evocando mi propia experiencia. Yo crecí en un hogar donde no me faltó el contacto con la erudición. Mi padre era un gran lector y siempre nos comentaba sus lecturas. Me crié escuchando sus disquisiciones acerca de la relación del Rey Saul con David, y despotricando contra Salomón por haber derrochado el imperio que su padre David le había dejado. Los nombres de Sófocles y Esquilo se hicieron familiares desde que tuve uso de razón. Mi padre se gloriaba de que nadie en toda la región del Cibao, es decir, el norte de la República Dominicana, tenía mayor dominio de la lengua española que él. Agradezco a la influencia de mi padre, pues, el interés en el conocimiento y la pasión por entender cosas que pasaron hace muchísimo tiempo o en lugares remotos que probablemente nunca llegue a visitar.

Lo que no puedo agradecerle, porque no me lo dió, porque el mismo no lo tuvo, es una noción crítica de la política del conocimiento. Para la generación de mi padre, uno leía para superarse y se aproximaba a las obras de los grandes escritores antiguos o modernos con una suerte de veneración. Haber leído los escritos de conocidos filósofos, novelistas, ensayistas, historiadores, estadistas, teólogos y poetas—sobretodo los europeos y sus pares latinoamericanos—le merecía a uno el epíteto de culto, lo que le confería respeto y hasta le podía servir de vehículo para adquirir prestancia en la sociedad. Aprender el contenido de los textos y absorber las enseñanzas de sus autores era estudiar. Como no había expectativa de que uno pudiera querellarse con los textos, lo cual hasta podría verse como irrespeto a la eminencia de aquellas plumas sapientes, se podía encontrar en la Poética de Aristóteles aquel juicio sobre la impropiedad de poner en una pieza teatral un personaje femenino brillante o valiente por tratarse de algo incongruente con la naturaleza y no quejarse de tal aberración misógina. Mucho menos iba uno a criticarle la pésima lectura. Cuando uno lee las obras del teatro ateniense a las que Aristóteles mismo se refiere, salta a la vista lo contrario: el arrojo y el ingenio de las mujeres: Medea, Antígona, Lisístrata, en fin.

De igual manera podía uno leer en la Filosofía de la historia de G. W. F. Hegel aquello de los defectos congénitos que hacen a los negros inelegibles para formar parte de la narrativa de la experiencia humana sin fijarse en la pobreza conceptual que sustenta su aserto. ¿Cómo iba uno a cuestionar el mérito intelectual de un gigante del pensamiento occidental? O menos que no se percate uno del problemita que tienen los gigantes según explicó el poeta Pedro Mir, refiriéndose precisamente a Hegel, o sea, que al tener la cabeza tan lejos del suelo, no siempre les resulta fácil saber en que pie están parados. Entre los defectos que merman en los negros el rango de humanos está su carencia total de valentía, según Hegel. Pero, como estaba escribiendo a principios del siglo 19, cuando todavía las invasiones de dominación colonial europeas estaban muy lejos de poder cantar victoria ante la resistencia campal de innúmeras naciones africanas, las noticias que venían del frente contradecían al gigantezco pensador. Entonces, Hegel admite a regañadientes que, ciertamente a ellos se les ve enfrentando aguerridamente a la fuerza europea que los supera en tecnología militar, a veces continuando la avanzada a costo de pérdidas incontables. Pero, cuidado, nos advierte el excelso Hegel, no vayáis a confundir eso con valentía. Allí se refleja, más bien, su “desprecio a la humanidad” y su “falta de respeto por la vida”.

Como se puede ver, el recurso argumentativo del cual se vale el gran filósofo deja mucho que desear. Se trata de una falacia indefensible que seguramente Quintiliano no sabría en que categoría retórica ubicarla. Pero a quienes crecimos en barrios marginados se nos hace bastante familiar. Es el argumentum ad palo si boga y palo si no boga, un recurso que utilizábamos los carajitos para apabullar al adversario en la trifulca verbal, mudando la dirección del discurso sin miramiento alguno por separar la verdad de la mentira, inventando datos sobre la marcha y apartándonos de las normas del razonamiento lógico puesto que lo único que importaba era ganar. Ganar quería decir sacar al otro de sus cabales y arrinconarlo, así fuese hablando simplemente más duro que él. Recuerdo una porfía a final de los sesenta en la esquina cercana a mi casa entre un admirador de Sandro de América y un fanático de Raphael de España en el que el raphaelista, quien había puesto atención en la escuela y manejaba términos como notas, timbre, vocalizacion y afinar, parecía llevar la delantera. El sandrista, sin forma de igualar la sapiencia de su adversario, atinó a sacarse de las mangas un argumento demoledor, diciendo, “además, cómo va a cantar mejor que Sandro, si todo el mundo sabe que Raphael es maricón”, lo cual enmudeció al raphaelista y suscitó el aplauso del resto de nosotros en la concurrencia. No se nos ocurrió medir cuán cierto era que eso de “todo el mundo” lo sabía, ni tampoco poner bajo el lente la relación lógica que pudiera existir entre la orientación sexual y el talento musical. Hegel descarta la humanidad de los negros valiéndose de recursos retóricos como los que usábamos nosotros en la adolescencia cuando no sabíamos un carajo ni nos preocupaba eso de la seriedad intelectual.

Cuando me llegó a las manos el texo de Hegel todavía no sabía mucho de los grandes filósofos anteriores, pero en la medida en que fui entrando en materia entendí que la chapucería conceptual del alemán no era excepcional. Recuerdo un pasaje de David Hume donde afirma que el negro es capaz de vender a su hija y a su esposa por una botella de ron, juicio que el filósofo escocés no se molesta en probar dándonos por lo menos una nota al calce contando como arribó a tal hallazgo científico. Ese desdén por la evidencia, sin embargo, en nada preocupó al filósofo alemán Enmanuel Kant, quien posteriormente aventura la misma afirmación, citando como fuente fidedigna—claro está—al pasaje medalaganario de Hume. Después de ponerle atención a la conducta retórica en los escritos de esa caterva de pensadores, desde Juan Ginés de Sepúlveda, Thomas Jefferson, Joseph Arthur de Gonibeau, Juan Bautista Alberdi, Raimundo Nina Rodrigues, hasta llegar a Joaquín Balaguer, encontré que tenían algo en común. Al proponerse descalificar la herencia ancestral o el fenotipo de amerindios, africanos o asiáticos, ninguno de ellos lograba ascender conceptualmente ni un nanómetro por encima del exabrupto epistémico desplegado en las pugnas verbales entre adolescentes que se libraban en mi barrio como aquella entre el sandrista y el raphaelista.

Entender la pobreza intelectual en que se sustenta el racismo importa para combatirlo major y protegerse de él. Poder desenmascarar la autoridad de quienes lo predican me ha sido util sobretodo en el aula para guiar a jóvenes a quienes les confunde el enigma de este sin sentido cuyo impacto en las relaciones sociales y las condiciones materiales de diversas poblaciones desde el comienzo de la transacción colonial hasta el presente ha sido catástrofico. Dudo, de veras, que hubiese podido llegar a la comprensión que hoy poseo sin adquirir antes la capacidad de descolonizar mi acercamiento a la lectura, para lo cual hacía falta sentirme con derecho a juzgar a los llamados grandes pensadores cuando los pezcaba delinquiendo intelectualmete. Sin el aporte de la Casa de las Américas, no veo cómo habría podido adquirla. La Casa ha sido una iniciativa sin parangón en la historia intelectual, el único proyecto con apoyo del Estado que ha tenido como meta la rehabilitación del alma de los pueblos de nuestro hemisferio, todos víctimas de la vileza heredada de la transacción colonial.

Nuestras repúblicas provienen de un pasado colonial caracterizado por la normalización del abuso como factor regulador de las relaciones sociales. La lógica del maltrato operó como ideario básico de socialización colectiva. Los colonizadores y sus vástagos instalaron un dogma del fenotipo y un fundamentalismo de la herencia ancestral que asignaba grados de valor distintos según la provenencia de la persona en la geografía de la familia humana. Aquí civilizar fue humillar, fue ultrajar, fue deshumanizar. Lamentablemente, ninguna de las repúblicas que surgieron durante del período de las independencies en el siglo 19 se planteó como meta inmediata adecentar las relaciones sociales y rehumanizar a las poblaciones subalternas—amerindios, africanos o asiáticos —cuyo sudor había construido lo que son hoy las sociedades latinoamericas y caribeñas. El liderazgo independentista, compuesto mayormente por descendientes de los jefes coloniales, no mostró urgencia por forjar un nuevo ethos regularizador del trato de los unos para con los otros. En algunas ocasiones, a las poblaciones de origen no europeo les fue peor después de la independencia que durante la colonia. La intelligentsia republicana, beneficiaria de la desigualdad estructural, apostó a la igualdad simbólica, inventándose el subterfugio del mestizaje como zona de contacto entre todas las etnias y los orígenes de la población latinoamericana a la vez que mantenía en funcion el orden patriacal, la exclusión de clase y la supremacía caucásica. Un ensayo nocivo titulado La raza cósmica (1925) adquirió rango de biblia no obstante vislumbrar un estado de cosas en que “las razas inferiores” quedarían, por “extinción voluntaria”, absortas dentro del marco civilizador de la raza blanca. Y su prestigio no mermó aun después de José Vasconcelos, su autor, terminar como dirigente del Partido Nazi en México y predicador del escarnio en las páginas de su revista Timón.

Bajo el liderazgo inicial de Haydeé Santamaría, continuado por Roberto Fernández Retamar, Casa de las Américas quiso apartarse de esa historia y lo logró con creces, afirmándose además como el más eficaz antídoto contra la fragmentación que históricamente ha impedido a los pueblos del hemisferio conocerse entre si. Para el Caribe, la Casa ha sido vital. Aunque dominicano, yo me descubrí caribeño solo después de entrar en contacto con los textos clave del pensamiento, la literatura, las artes, la cultura y la historia del mundo antillano de distintas zonas lingüísticas de la región que Casa se dedicó con difundir. Antes de intentar conocerlos en su lengua original, yo tuve mi primer contacto con escritores del Caribe francófono y del Caribe neerlandés a través de traducciones al español publicadas cor la Casa, desde la selección de la obra del gran poeta y pensador martiniqués Aimé Césaire titulada Poesías del 1969 hasta la aparición en 1981 de Nosotros, esclavos de Surinam, un ensayo de Anton de Kom de crítica anti-colonialista que, como Discurso sobre el Colonialismo de Césaire (1955), hacía ver con claridad hasta qué punto las naciones de la Europa cristiana que regentaron la dominación del hemisferio habían descivilizado las sociedades que invadieron.

Para mí fue todo un despertar. Fue caer en la cuenta de que leer requería estar en guardia por si acaso había que entrar en pugna epistémica con lo libros. Es decir, estar dispuesto a hacer aquello que hace Fernández Retamar con el presunto pensamiento civilizador de Domingo Faustino Sarmiento. Yo conocía a Sarmiento a través de la veneración que le prodigaba el de otra manera preclaro Pedro Henríquez Ureña, pero después de mirarlo de nuevo bajo el influjo de una lectura menos veneradora de la tradición, como la adelanta el autor del imprescindible ensayo Calibán, ya no podía pensar que la mera lectura de su orbra y la de otros como él me ayudaria a superarme. Ahora me quedaba claro que había que leer a Sarmiento para descodificar su prejuicio con el fin de ayudar a los jóvenes a rehabilitar el discurso cultural latinoamericano, extrayéndole el veneno del racismo y los demás dogmas de exclusión que él y otros en la gran tradición. Si hoy siento que puedo hacer ese trabajo se debe al provecho que he sacado del proyecto rehumanizador de Casa de las Américas. Por eso, con estas palabras, he querido celebrar el legado de la Casa de las Américas y decir, sinceramente, di core, ¡Muchas gracias!




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TOMADO DE CUBA DEBATE

martes, 20 de diciembre de 2016

Reflexiones sobre la implementación de los Lineamientos

Fidel Castro, uno de los más importantes políticos contemporáneos, fue un visionario que creyó en la construcción de una sociedad fraterna y justa y en una América Latina unida y fuerte. 
Dilma Rousseff
Ex-presidenta de Brasil


Dada la gran importancia que conllevaba la puesta en práctica a partir del 2011 de los Lineamientos en cuanto al desarrollo económico y social del país se fue generando una preocupación por la lenta implementación de los mismos. Para Enero del 2016 quedó confirmado que hasta esa fecha solo habían sido implementados el 27% de los 313 correspondientes al proyecto inicial. Este retraso parecía no corresponder a la buena acogida popular que se generó con la amplia discusión del discurso del Presidente Raúl Castro Ruz en Camagüey, sobre el cual se expusieron abiertamente las preocupaciones en relación a los problemas fundamentales del país. Ya la misma transformación de las opiniones de la población en 313 enunciados suscitó algunas preocupaciones en los que seguíamos el proceso. Claro que los Lineamientos en sí eran una síntesis de las tareas a cumplir y como tal tenían una expresión abreviada y que en algunos casos no siempre abarcaban todos los aspectos de los objetivos planteados.

Tampoco era lógico pensar que alcanzar las metas establecidas en los Lineamientos se iba a producir de forma acelerada. Era necesario estudiar la estructura particular y general de todo el contenido del proyecto para lograr el éxito de la tarea. Sobre esto alertó repetidamente el Presidente subrayando que el trabajo había que hacerlo “sin prisa pero sin pausa”.
Algunas experiencias sobre organización y sistemas[1]

El país había estado funcionando básicamente con el mismo modelo en cuanto a lo económico y lo social por espacio de más o menos 50 años. No era tarea fácil transformar dicho sistema de forma rápida aunque se proyectaran medidas técnicamente más actuales y eficientes. Cuando se estudia la opinión de los expertos en la materia encontramos que según su experiencia nunca dos sistemas serán iguales, y puede existir mucho espacio para la innovación al diseñar nuevos métodos para un mismo objetivo, pero se debe tener en cuenta que muy pocos problemas no han sido resueltos anteriormente de alguna forma. El sistematizador no actuará de forma inteligente si desecha enteramente la experiencia acumulada por otros, subrayan los expertos. Una regla importante para el trabajo es que el sistema a implantar debe estar basado en la experiencia y práctica de situaciones similares. La experiencia muestra que cuando se trata de actualizar un sistema existente, no es necesario cambiar enteramente el viejo. Seguramente algunas de sus partes serán satisfactorias y según sean menos los cambios, menor será la perturbación en cuanto al entrenamiento del personal, y para los registros será más fácil la comparación entre la vieja información y la nueva. La implantación de un nuevo sistema es una tarea sumamente complicada cuando se trata de mantener una dirección eficiente.

No se puede dar por terminado un nuevo sistema si no se ha diseñado la gráfica de sus componentes, con el título de cada uno en un orden establecido. Para asegurar el buen funcionamiento de la aplicación tienen que elaborarse instrucciones escritas sobre la función que le corresponde en el sistema; tener bien definida la trayectoria detallada y el procedimiento en cada una de las partes; y finalmente las tareas correspondientes a cada integrante del sistema así como los lugares y plazos para realizarlas, entre otros aspectos. Todo esto muestra la complejidad que puede representar un proyecto de un cambio a nivel del Estado.

Lo anterior es una tarea que demanda un esfuerzo intenso y cuidadoso cuando se trata de modificar un sistema de dirección y administración. Cada elemento del sistema debe estar basado en un estudio exhaustivo de cada uno de sus componentes. Casi no se pueden poner límites para dicho estudio a no ser aquellos impuestos por el tiempo. La naturaleza y número de operaciones, la urgencia que demanda la información con vista a los problemas de la dirección y finanzas, la amplitud de las características del control, y en particular la calidad y entrenamiento del personal involucrado son algunas de las cosas que no pueden ser dejadas a un lado. Otro aspecto fundamental del trabajo corresponde a los intereses de la dirección superior por tipos específicos de información, algo que tiene que ser una guía para el sistematizador en su trabajo. El no puede negarle aquello a que están acostumbrados a recibir o lo que consideran necesario. Por otra parte, la dirección no debe ser recargada con una masa de información en la que no está interesada. El sistematizador no puede imponer sus ideas.

Son muchos los requisitos para que la implantación de un nuevo sistema opere eficientemente. Lamentablemente, en el caso del proceso de los Lineamientos en nuestro país, la información sobre estos requisitos consideramos que no han sido suficientes en general, incluso para funcionarios o dirigentes que están directamente involucrados en llevar a la práctica las tareas. Según la implementación baja a los niveles inferiores de ejecución hay que tener en cuenta que se contará con personal menos preparado. Por lo que debe tratarse de usar modelos usuales en lugar de nuevos modelos y evitarse su multiplicidad. Debe ser evitado el peligro de sobresistematizar.

Pero en la instalación de un nuevo sistema no solo se trata de establecer procedimientos y nuevos modelos. Hay que tener muy en cuenta que el sistema no podrá funcionar bien si el personal no es entrenado previamente haciéndole entender la necesidad de cumplir las instrucciones al pie de la letra. Se necesita tacto y diplomacia para obtener la cooperación de los involucrados, especialmente en el caso de empleados de muchos años de trabajo que se han acostumbrado a otros métodos. Esto es particularmente importante en el caso de nuestro país. Cuando se trata de la instalación de sistemas administrativos muchos trabajadores pueden no simpatizar con la nueva forma que se les encomienda. Y el problema no se reduce a los empleados de más bajo rango, es posible que los propios ejecutivos sean más difíciles de tratar como muestra la experiencia.

Por todo lo anterior, cuando se trata de cambiar un sistema existente, no es necesario cambiar enteramente el viejo sistema, insisten los expertos. Seguramente algunas de sus partes serán utilizables y según sean menos los cambios menor será la perturbación en el entrenamiento del personal y será más fácil la comparación entre la vieja información y la nueva.

En el año 2011 publicamos en el número 34 de la Revista Bimestre Cubana el trabajo “Algunas experiencias de Vietnam en relación a la reforma económica” que recoge muchas experiencias interesantes de aquel proceso tras 20 años de su inicio.

Por todo lo anterior muchos expertos recomiendan como deseable o necesario introducir un nuevo sistema gradualmente y no todo de una vez. Esto es particularmente decisivo para el caso de organizaciones grandes – como el Estado- donde el entrenamiento de todos los participantes no se puede hacer simultáneamente. Algunas veces es deseable mantener algunos viejos métodos que continúen hasta que sean eliminados en el curso natural de las operaciones.
La coordinación, un requisito fundamental

No somos especialistas en una tarea tan compleja como la implementación a nivel nacional de los Lineamientos. Hemos seguido con mucho interés el proceso desde que se inició en el año 2011 y durante los años transcurridos hemos consultado los trabajos de reconocidos estudiosos en diferentes países, tanto socialistas[2] como capitalistas. Personalmente estimamos que en esta nueva etapa que se inicia ahora con el VII Congreso de nuestro Partido era oportuno expresar algunas reflexiones resultantes de las opiniones de los especialistas a que habíamos tenido acceso. No tenemos dudas sobre el alto nivel en cuanto al domino de las Ciencias Económicas de la Comisión de Implementación, pero por la mencionada lentitud del proceso y las no pocas modificaciones que han tenido lugar, hemos llegado a la conclusión de que el aspecto más débil del proceso es el relativo a la organización o implementación de los resultados, tarea que corresponde al establecimiento de la coordinación en cuanto a los principios básicos de la administración. Cuando se considera el aspecto organizativo se utiliza usualmente el término de gestión o management que se puede definir como “la manipulación del capital humano de una entidad u organismo para contribuir a su éxito“. Esto implica una comunicación efectiva entre los participantes, un ambiente favorable y la presencia de una motivación humana. Como tal, el management no es la manipulación de un mecanismo ni el manejo de un rebaño, ya que constituye una función esencial cuyo objetivo está dirigido a mejorar la vida propia y las relaciones. Otros aspectos de la dirección administrativa como los planes, los controles y los resultados económicos no son necesariamente los componentes correspondientes al management, cuyo objetivo esencial es que el funcionamiento de la entidad se desarrolle de la forma más eficiente posible.

Henry Fayol[3] ha sido uno de los mayores contribuyentes al concepto moderno de management que pudiera definirse como “El arte de hacer las cosas a través de las personas”, si se describe filosóficamente esa tarea. El enfoque teórico del management comprende identificar la misión, el objetivo, los procesos, reglas y particularmente la manipulación del capital humano de una entidad –bien sea una empresa o el Estado- para contribuir a su éxito y no necesita que se vea desde el punto de vista empresarial solamente.

Todos los especialistas desde Fayol hasta Drucker[4] en general están de acuerdo que los cinco elementos fundamentales de que consta la dirección administrativa son previsión, planificación, organización, coordinación y control. Al reflexionar sobre el proceso de implementación, tomando en cuenta las opiniones que hemos conocido de los expertos, un aspecto esencial está basado especialmente en la conducción de los esfuerzos de un grupo de individuos hacia un objetivo común. En este aspecto, la coordinación es una de las misiones priorizadas para todo sistematizador. En el caso de la implementación de los Lineamientos, no dudamos que los fundamentos económicos han sido bien proyectados pero la coordinación ha tenido problemas. La coordinación es una condición que tiene que estar en el centro del trabajo, en lugar de ser un recurso para ayudar a realizarlo. A medida que una entidad –una empresa o el Estado– aumentan de tamaño, la tarea de sincronizar sus actividades se hace cada vez más difícil. El grado de especialización en los diferentes departamentos o componentes del sistema general y de sus tareas, necesitan un buen ensamble de esfuerzos para asegurar resultados unificados. Aunque la coordinación es solamente uno de los factores que contribuye a la eficiencia del sistema, es sin embargo uno de los más importantes. Esto, a nuestro juicio ha sido un punto débil en la implementación de los Lineamientos. Las actividades coordinadas no solo deben tener correspondencia unas con otras, sino que también deben ser realizadas en tiempo oportuno. Muchos ejemplos se pueden citar. El clásico es el de una fábrica de automóviles. Las numerosas piezas deben llegar a la línea de montaje justamente en el momento oportuno. No se pueden poner las piezas para un modelo de auto en otro. También hay que ajustar la velocidad de la misma línea de montaje y la asignación del trabajo de forma que un grupo de empleados no estén ociosos por falta de algún suministro mientras otros se ven en dificultades para acabar una tarea antes que se acerque la siguiente. Esto se puede aplicar también a la emisión de leyes o regulaciones del Estado[5].

Los expertos subrayan que la clave para la coordinación de actividades se basa en la existencia de una buena comunicación. Al inicio de las tareas de la implementación de los Lineamientos en el 2011 se creó una etapa que fue calificada por muchos de secretismo. Sin embargo, era necesario saber si las medidas a aplicar se sucedían de acuerdo con el plan, de forma que fuera posible aplicar ajustes en caso necesario. Una regla fundamental a tener en cuenta es que la coordinación se logra solamente cuando el personal involucrado que ejecuta las tareas tiene la información del trabajo de que se trata. Esto es vital en la preparación de un programa para el futuro. Así, a menudo, cuando algo va mal se producen los comentarios: «¿Por qué no me lo dijo nadie?», «¿Cómo iba a saberlo?». Los sistemas de comunicación deben proporcionar el flujo de toda la información necesaria para la coordinación. A cada paso de un trabajo complejo usualmente se necesita la acción coordinada de varios departamentos diferentes.

También el objetivo final, tiene que ser bien conocido por las personas cuyas actividades necesitan coordinarse, lo que ejerce una influencia poderosa sobre la coordinación voluntaria. Esto está bien claro en tiempos de guerra, cuando todos los participantes en las actividades de la defensa, están preocupados por ayudar a otras personas si haciéndolo así hay una mayor contribución para la victoria. Si este objetivo se ignora, serán más comunes las querellas sin importancia y la indiferencia general por los problemas de los demás.

Por otra parte, para el buen desarrollo de la coordinación también hay que aprovechar las costumbres y condiciones existentes. La coordinación voluntaria es más probable que ocurra cuando las personas encuentran fácil el trabajar unas con otras. Esto pudiera conseguirse en parte alentando el desarrollo de costumbres de trabajo y métodos ampliamente empleados. En general, cada entidad –organismo o departamento– tiene cierta forma o costumbre particular de trabajo. El organizador del sistema debe tener en cuenta que la existencia de esas costumbres afectan la facilidad con que el personal trabaja unos con otros. Si esto existe la coordinación es más fácil de conseguir.

Igualmente, los contactos informales son una oportunidad adicional para reforzar las comunicaciones formales. Al hablar informalmente después de una taza de café es posible que un ejecutivo señale que las ineficiencias de otro departamento le están causando dificultades, sin necesidad de una queja que aparezca en sus informes. Esta información, que es comunicada a través de dichos contactos informales, proporciona una base y entendimiento esencial necesario para la coordinación. En toda empresa o departamento, los ejecutivos y otros empleados forman naturalmente grupos sociales, lo que los sociólogos llaman “organización informal”. Es en gran parte a través de estas vías que se puede realizar también la comunicación que hemos descrito. Para el sistematizador que busca la coordinación es valioso el conocimiento de estos grupos informales, debido a que pueden indicar donde serán fáciles los ajustes voluntarios y donde serán difíciles. Adicionalmente, a través de conferencias, de los comedores de la empresa o proyectos conjuntos y otros medios, es posible promover relaciones entre las personas cuyos trabajos deben coordinarse. Tal atención a las relaciones informales debe considerarse, por tanto, como una de las ayudas positivas para la coordinación voluntaria. Los aspectos mencionados aportan un efecto importante. Los ajustes voluntarios son más fáciles de efectuar con personas que se tratan cara a cara. Es más fácil resolver dificultades cuando se trata un problema sobre una base amistosa que cuando se escribe una queja a la oficina central. También es más fácil hacer ajustes cuando los planes están aun en estado de formación y antes de que se inicie el funcionamiento del sistema.

La coordinación simplificada, los programas armonizados, las políticas y los métodos de comunicación bien diseñados y las ayudas en la coordinación voluntaria irán muy lejos en la consecución de la acción unificada, aunque siempre quedaran, sin embargo, un grupo residual de problemas de coordinación que deben ser tratados por los encargados de supervisar el trabajo.

Las diferentes formas de coordinación entre organismos, e incluso entre departamentos, es algo a lo que se debe dar la mayor importancia en la compleja tarea de la implementación de los Lineamientos, y que obviamente no corresponde al secretismo dado inicialmente a la tarea. Hay que tener presente que el proceso de organización es la definición y la creación de la estructura general de una entidad –en nuestro caso el Estado– y por consiguiente la necesidad de dar una forma a toda esa estructura y de determinar el lugar y las funciones de cada una de sus componentes a lo que Fayol precisa a estos efectos que es sobre todo que se trata de un organismo social. En el mismo engranaje administrativo y entre los participantes existe su propia «fuerza de iniciativa», que bien empleada puede ampliar considerablemente la capacidad de acción del sistematizador. Como afirma Fayol, gestionar significa conducir la entidad hacia su meta, procurando sacar el mejor provecho posible de todos los recursos de que dispone.

Precisando los conceptos, Fayol y otros expertos establecen una diferencia entre management y administración, considerando el contenido de administración mucho más estrecho ya que no son solo los factores materiales, sino principalmente, los sicológicos y sociológicos los que influyen más en la productividad, coincidiendo en esto con Drucker. La necesidad de una investigación científica de los aspectos sicológicos de la gestión ha ido ganando en importancia en los nuevos enfoques del proceso de management. Si la dirección se orienta más hacia los hombres que hacia la producción, las perspectivas de estabilidad social y progreso del individuo crecerán en medida considerable. Para todos los componentes humanos del sistema las exigencias puramente técnicas que se le presentan tienen una importancia relativamente menor que su situación social y sicológica. Por esa razón, actualmente se considera que los problemas del trabajo deben examinarse desde el ángulo de las relaciones humanas. Esto significa en cuanto a los aspectos que comentamos en este trabajo sobre la implementación de los Lineamientos, que no basta crear en el sistema de organización condiciones capaces de estimular – material o técnicamente– los esfuerzos individuales sino que también se necesitan medidas llamadas a ejercer efecto en los grupos sociales, considerando todas las peculiaridades sicológicas y sociales de los mismos.

Nos hemos extendido un poco en esta disgresión sobre los aspectos sociales y sicológicos de una tarea como la implementación ya que consideramos que en el trabajo que se ha realizado hasta la fecha en cuanto a los Lineamientos estos aspectos no han tenido la atención necesaria dada la envergadura y alcance de la tarea. El management es una función única dentro de la tarea de organizar un sistema. En algunas publicaciones especializadas actuales se subraya que depende de modo decisivo de la comunicación entendida en el sentido más amplio, algo que hemos tratado de destacar en este trabajo ya que la problemática de la implementación no puede reducirse solo a problemas económicos y técnicos, es preciso tomar en consideración igualmente los problemas sicológicos y sociológicos del personal involucrado, sobre todo si se trata de componentes de gran envergadura como son los del Estado.

La idea fundamental que se debe tener en cuenta es que ser un buen administrador, como señalaba Lenin, significa, en primer lugar, poseer hábitos y conocimientos especiales y, en segundo lugar, saber trabajar con la gente.
Notas bibliográficas

[1] Ver W.A. Paton SYSTEMS en Accountants’ Handbook y COORDINACIÓN EN PROMAGRAMACIÓN, ORGANIZACIÓN Y CONTROL DE W. H. Newman

[2] En la Unión Soviética a fines de los años 60 del pasado siglo se le dio una atención especial a los estudios sobre los problemas de la organización y gestión en cuanto a los problemas de la economía.

[3] Henry Fayol (1841-1925). Ingeniero francés, considerado por sus eminentes aportes al movimiento proadministración científica.

[4] Peter Drucker (1909-2005). Fue un consultor sobre management. Educador y autor cuyos escritos contribuyeron a las bases filosóficas y prácticas del mundo actual de los negocios y ha sido calificado como el fundador del management moderno.

[5] Entre los años 2011 y 2014 se organizaron en la SEAP 14 talleres y conferencias en apoyo a la implementación de los Lineamientos: sobre soberanía alimentaria, el comercio exterior, la industria azucarera, el medio ambiente y la agricultura, capital humano y desarrollo local, etc. Los participantes en los eventos hicieron repetidas referencia en cuanto a la necesidad de información sobre el procedimiento de la implantación para la coordinación en su implementación.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Jose Marti escribe Antonio Maceo

“YO NO TRABAJO POR MI FAMA, PUESTO QUE TODA LA DEL MUNDO CABE EN UN GRANO DE MAÍZ”. JOSÉ MARTÍ
Antonio Maceo
Cuba
grano de maíz
José Martí
Patria



Carta de José Martí al General Antonio Maceo un día como hoy de 1893.


Key West, 15 de diciembre, 1893

Sr. General Antonio Maceo

General y amigo:

Mi silencio no le habrá extrañado. He vivido, desde que nos vimos, en una entrevista continua con Vd. De la visita que le hice me traje una de las más puras emociones de mi vida. “¡Por supuesto, me dije después de verlo, que Cuba puede ser libre,— y ser feliz después de ser libre!” Las manos las he tenido ocupadas desde entonces en una labor bestial y sin descanso,—en atender, de una tierra en otra, a lo grande y a lo pequeño,—en ir levantando, hombre por hombre, todo este edificio. A Vd., acá en mi corazón, escribirle era ofenderle. Vd. debe ver de allá mi agonía, mi responsabilidad, la imposibilidad absoluta de valerse de medianeros, la cura de almas incesante que permitió la acumulación de estas fuerzas.

Esto es lo que estoy escribiendo entre un mitin y otro. Vengo de tres días de esfuerzo angustioso en Tampa, para ponerle un poco más de harina al pan; y aquí estoy, como a la callada, haciendo lo mismo y confirmando detalles con Roloff y Serafín, pero de modo que nada de cuanto haga dé idea de la proximidad en que están nuestras cosas, si todos queremos que estén próximas. Cuba las espera, con el gobierno encima, y una agitación sorda y ya extrema. Yo de aquí puedo hacer lo que dijimos y lo tuve listo y anunciado para el caso de que, contra lo avisado a la Isla para evitar engaños y contra la orden local mía expresa, hubiese cundido—aunque nuestra tierra está ya muy astuta para eso—el alzamiento mandado hacer con una orden falsa mía, y la cual sólo supo engañar a Esquerra que anda por el campo, resuelto a no entregarse, con unos pocos hombres.

Pero esta trama, cuyo objeto era justificar en Cuba las persecuciones, provocar alzamiento incompleto y debilitar las emigraciones con un segundo aparente fracaso,—si bien no pudo tener ese éxito afuera ni adentro,—ha producido, por la sangre que ya corrió, las prisiones de primera hora, y la de Moncada y la disimulada de Carrillo, aún libres, un malestar que sería imperdonable mantener cuando tenemos allegados los medios, modestos y bastantes, de ponerle fin. El gobierno cree que vamos, y sólo aguarda a la evidencia más cercana para segarnos allá el país: y nosotros, con la rapidez que no se espera de nosotros, sin aparato de invasión, deslizándonos sencillamente de donde mismo estábamos, podemos ir antes de que el enemigo nos espere, y caiga sobre la buena gente revolucionaria. No tenemos más que ajustar los detalles, de modo de ahorrar tiempo. Ahora sólo estas líneas le puedo poner, y la seguridad de que, lo que yo haya de hacer, ni con ligereza ni con demora será hecho. Yo no trabajo por mi fama, puesto que toda la del mundo cabe en un grano de maíz, ni por bien alguno de esta vida triste, que no tiene ya para mí satisfacción mayor que el salir de ella: trabajo para poner en vías de felicidad a los hombres que hoy viven sin ella. No espere, pues, de mí,—harto lo sabe Vd.,—precipitación alguna, ni el crimen de azuzar y comprometer, por salvar la honrilla de la tentativa,—sobre que, con hombre del juicio de Vd., eso sería pueril e inútil. Este hombre, lo ama y lo conoce, y no faltaría así al respeto que merece su vida. Su María no se ha equivocado.

Y de su gran pena de ahora ¿no ve que no le he querido hablar? Su madre ha muerto. En Patria digo lo que me sacó del corazón la noticia de su muerte: lo escribí en el ferrocarril, viniendo de agenciar el modo de que le demos algún día libre sepultura, ya que no pudo morir en su tierra libre: ése, ese oficio continuo por la idea que ella amó, es el mejor homenaje a su memoria. Vi a la anciana dos veces, y me acarició y miró como a hijo, y la recordaré con amor toda mi vida.

Aquí tiene que cesar su

José Martí

martes, 6 de diciembre de 2016

Fidel sobre Frei Betto

Frei Betto

Fidel junto a Frei Betto y un grupo de científicos cubanos en la Inauguración del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana. Foto: Cortesía del CIGB
Fidel junto a Frei Betto y un grupo de científicos cubanos en la Inauguración del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana. Foto: Cortesía del CIGB
En medio de estos días bastante atareados, me llega el recordatorio de que Frei Betto me había solicitado unas breves palabras para un libro que se quiere editar y ya está listo.
Creo que se pueden publicar muchas cosas amables sobre él, pero no puedo permitir que se nos escape así.
Primero debo decir que lo conocí hace algo más de 35 años, cuando visité Managua el 19 de julio de 1980, en ocasión del primer aniversario de la Revolución Sandinista. Las calles vibraban con los cantos sobre el héroe y creador de la lucha contra la tiranía somocista: «Carlos Fonseca, tayacán vencedor de la muerte, novio de la patria rojinegra, Nicaragua entera te grita: ¡Presente!», y aquello se repetía y repetía con la voz clara y musical de los nicaragüenses.
Un desfile militar presidido por el Comandante Edén Pastora, a quien sin duda le gustaban las ceremonias militares y marchaba erguido a la cabeza de aquella vigorosa milicia, desfilaba ante Daniel Ortega y demás miembros de la dirección del movimiento revolucionario. Allí estaba Rosario Murillo, que acompañó a Daniel en el audaz viaje que llegó a la ciudad de Matagalpa, cuna del poeta Rubén Darío, en pleno apogeo de la lucha revolucionaria.
En aquella conmemoración tuve el honor de conocer a Frei Betto, jubiloso y feliz con aquella revolución en pleno corazón de Centro América tras la huella del heroico General de Hombres Libres, Augusto César Sandino, asesinado por los intervencionistas yankis.
Desde entonces pude apreciar que se trataba de una persona de vasta cultura, amplios conocimientos y profundas convicciones.
Motivado desde muy joven por la fe religiosa, había transitado por una vida revolucionaria en la que sufrió prisión en dos ocasiones. La primera, sin haber cumplido aún los veinte años; y más tarde, entre 1969 y 1973.
Vivió en favelas y compartió con los más pobres. Se consagró a la concientización y movilización populares, y el contacto con el pueblo lo confirmó en la causa que abrazó para toda su vida.
En 1992, durante el «Período Especial», momento difícil para nuestro país, organizó con otros amigos brasileños el Vuelo de la Solidaridad a Cuba.
Contribuyó con sus opiniones y experiencias a la preparación de la visita a Cuba del Papa Juan Pablo II, y participó como invitado en ese encuentro. Del Papa Francisco, que nos visitó recientemente, conocíamos su simpatía por la paz y su lucha resuelta por el bienestar de todos los pueblos, a quien obsequié el libro Fidel y la religión, escrito por Frei Betto, quien a su vez me había hablado sobre el carácter progresista y las ideas del nuevo jefe de la Iglesia Católica.
Frei Betto en la presentación de su libro "Fidel y la Religión". Foto de Archivo
En Frei Betto está presente un alto sentido de lealtad y amistad. Ha defendido con vehemencia a Cuba y a la Revolución, sin dejar de tener puntos discrepantes o diferentes a los nuestros, y los hemos analizado y discutido de modo constructivo entre revolucionarios y verdaderos amigos, como se comprueba en el diálogo sostenido entre ambos, publicado por él, bajo el título Fidel y la religión.
Asumió como suya la causa de los Cinco Héroes cubanos y la hizo valer en las más diversas tribunas internacionales.
Hombre sencillo, de habla pausada, con la modestia y la humildad que enaltece su condición de fraile, se identificó con los valores genuinos de nuestra revolución que, según afirma, son también los de la religión que él profesa: justicia, igualdad, compromiso con los pobres y discriminados.
Pero nadie piense que no discutimos bastante. Betto sostiene teorías científicas en las cuales cree decididamente, basadas en el «Big Bang». Fue una de las primeras personas que me habló del singular fenómeno. A mí, que cursé el 5to. grado de primaria en el colegio Dolores de Santiago de Cuba, regido por jesuitas bien preparados y exigentes, me habían explicado la existencia de los planetas que giran alrededor del Sol, y las distancias de cada uno de ellos y del nuestro en la inmensa galaxia donde estamos ubicados.
En aquella época progresaba la economía imperialista emanada del colonialismo. Los mapas del África, gran parte del Oriente Medio, el Sur y el Sureste de Asia, Oceanía, Australia, Canadá, Dinamarca, el Caribe y las Malvinas, aparecían con los colores típicos de cada uno de los países anglosajones europeos dueños; y de algunos otros como Francia, Italia, Bélgica y España, todos desarrollados en mayor o menor grado, que avanzaban hacia las sociedades de consumo desde hace menos de un siglo.
Para Betto, versado además en cuestiones científicas, la evolución de la materia estaría acompañada de un elevado porcentaje de radiaciones, visibles unas, y oscuras otras, cuyas consecuencias en miles de millones de años, un número ya incalculable de científicos en más de 500 ―quinientos― centros de observación espacial, no se atreven a predecir.
No sé lo que recordará ahora Frei Betto de aquel intercambio. Téngase presente que solo en mi memoria guardo los recuerdos del encuentro en que me interrogó a su antojo durante un montón de horas en mi propio despacho, donde, como cosa curiosa, yo miraba de vez en cuando una foto de Ernest Hemingway junto a una gigantesca aguja ―dos veces el tamaño del autor de El viejo y el mar― que este me había obsequiado.
Yo estaba avergonzado de mi propia ignorancia que no me permitía un análisis profundo sobre el tema. Me preguntaba por qué había estudiado Derecho. Pensé que fue la falta de orientación profesional lo que me llevó a ese error. El hábito de discutirlo todo dio lugar a que muchos dijeran que yo iba a ser abogado; y cuando me preguntaban qué carrera pensaba estudiar, respondía mecánicamente: «abogado». Matriculé esa carrera, pero estudiando una asignatura ―Economía Política― temida por todos los alumnos del primer curso, descubrí la verdad. Un exigente profesor, que no tenía paz con nadie, en ocasiones examinaba él mismo oralmente a los alumnos; yo, que andaba ocupado con otras tareas de atención a los propios alumnos como cabeza de la candidatura del primer curso de ese año, dejé para el segundo curso la Economía Política, impresa en mil páginas de mimeógrafo con borrosas letras, pues no había libros de textos. Leí varias veces aquel complejo material y me presenté al examen oral. No fue poca mi sorpresa cuando después de un largo examen, el profesor me otorgó la nota de «sobresaliente».
Era precisamente lo que me interesaba: la política; cómo enfrentar los fenómenos de superproducción, las crisis económicas, el desempleo, el hambre y la injusticia social. Por ello incluí otra carrera, la de Ciencias Sociales. Fiel a la idea, a partir del tercer curso, me dediqué a estudiar más de 30 asignaturas correspondientes a estos temas. Me parecía el objetivo a seguir como instrumento de la política revolucionaria que era realmente la idea que se venía gestando en mi mente.
Después de cumplir compromisos de apoyo político al Partido del líder independentista puertorriqueño, Pedro Albizu Campos, por un lado, y por otro con el pueblo dominicano en su lucha contra Leónidas Trujillo, donde adquirí las primeras experiencias en la lucha armada, me dediqué al estudio. En 1959 visité Harvard y allí compré El Capital de Carlos Marx, en inglés, aunque tenía una copia en español. Imagínense la idea de estudiar a Marx en inglés, un autor difícil de comprender en español.
Tal era la fiebre política, que aún conservo.
Debo consignar que no podría concluir estas líneas si no afirmo que, en mi opinión, estamos viviendo un momento decisivo para nuestra especie. Es como si los seres humanos fuésemos incapaces de comprender que nuestra especie está al borde del más grave de los errores, desde que surgió hace menos de un millón de años o tal vez mucho menos, en que varios tipos de seres humanos, entre ellos el Homo Sapiens, el Neandertal y tal vez otro u otros, fuesen capaces de pensar, aunque todavía no se haya dispuesto de las pruebas definitivas. Por otro lado, las noticias sobre las llamadas «civilizaciones» datan desde hace apenas cuatro mil quinientos años, es lo que yo creía desde que al final del Bachillerato pude leer los legendarios poemas atribuidos a un poeta griego llamado Homero; sin embargo, el propio Frei Betto me explicó que la ciudad de Jericó tiene más de diez mil años, él conocía de sobra lo que se ha investigado sobre aquella ciudad, y describía, como si acabara de llegar de una visita, hasta los colores y arquitectura de las casas.
En los últimos cien años dos poderosas potencias, la URSS y la República Popular China, partieron de las ideas marxistas-leninistas en la búsqueda de la libertad y la justicia social por la única vía posible: ¡La Revolución social! Cualquiera de ellas adquirió con los años el poder suficiente para enfrentar al poderoso imperio basado en la opresión y el saqueo. Solo el espíritu realmente aventurero e irresponsable puede llevar a Estados Unidos a una guerra con cualquiera de ellas, independientemente de los hechos que se produjeron en el Estado socialista multinacional de la URSS en el último decenio del siglo XX.
Entre Rusia y China, que tanto hermanó la Revolución, se desarrollan excelentes relaciones.
Hoy Betto recibirá la Categoría Especial Dr. Honoris Causa en Filosofía en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Cuando Frei Betto vuelva a Cuba tendrá que estar bien pertrechado para discutir con su ignorante amigo.
Fidel Castro Ruz

Octubre 12 de 2015
1 y 15 p.m.

Frei Betto en la presentación de su libro "Fidel y la Religión". Foto de Archivo
Frei Betto en la presentación de su libro “Fidel y la Religión”. Foto de Archivo
Fidel y Frei Betto el domingo 16 de febrero de 2014.
Fidel y Frei Betto el domingo 16 de febrero de 2014.

EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

DANIEL BALCÁCER: EL DUARTE DE MIGUEL NÚÑEZ

De  Juan Pablo Duarte  solo se conoce una fotografía hecha en  Caracas  en 1873 cuando el patricio contaba con 60 años de edad.  A...